Capítulo 64.
Katherine:
El sol que penetra por la ventana me da en la cara y comienzo a quejarme de la intensa luz que hace que mi dolor de cabeza se intensifique más. De un instante a otro me encuentro envuelta de nuevo en la oscuridad y luego siento los labios tibios de William en lo alto de mi cabeza.
—Me duele un poco la cabeza —respondo después de que me pregunta si dormí bien— ¿Qué pasó ayer?
—Te embriagaste.
«¡No puedo creerlo!».
Jamás me he embriagado, no me gusta beber. La última vez que lo hice solo me "alegré un poco"
—¿No lo recuerdas? —pregunta.
Niego con la cabeza y me arrepiento al instante de hacerlo ya que mi cerebro parece que estuviera dentro de una burbuja de agua. Lo escucho sonreír a mi lado y frunzo el ceño para indicarle que no es gracioso.
Cuando retiro las sábanas de mi cuerpo, me extraña verme aún vestida con el camisón de anoche.
«¿Anoche no pasó nada?». Mi cerebro comienza a divagar y en realidad me siento como todos los días. No hay dolor en ningún lado.
—¿Anoche...? —me avergüenza hacer la pregunta, pero necesito saber.
—No pasó nada cariño —me guiña un ojo y la decepción inunda mi pecho—, aunque estuviste suplicándome que lo hiciera y solo Dios sabe lo que tuve que contenerme para no desnudarte y hacerte mía por fin.
El rubor cubre mis mejillas y me apresuro al baño para asearme y evitar que siga viendo la vergüenza por toda mi cara.
Salgo del cuarto de baño encontrándome sola en la habitación. Me siento frente al espejo a desenredar mi cabello, que hoy está vuelto una maraña de enredos.
Siento el cuerpo de William pararse detrás de mí y rodearme la cintura con sus fuertes brazos. Baja la cabeza hasta enterrar su cara en mi cuello aspirando mi perfume y dejando un tierno beso sobre mí, haciendo que mi piel se erice ante el tacto de sus labios.
—Hoy voy a hacerte mía por fin —susurra y sus palabras son como un interruptor que enciende mi cuerpo en el acto. Su voz es baja e intensa en mi oído, lo que hace que trague con fuerza la saliva en mi boca.
Tomo el vaso que me extiende acercándolo a mi nariz. Su voz advirtiéndome que no lo haga llega muy tarde, ya que la primera arcada se viene hasta mi garganta cuando pruebo un poco del menjurje.
Bebo todo sin respirar como me indicó y con cara de asco le regreso el vaso vacío.
Después del desayuno y a pesar de tener todas las intensiones de hablar con Sophy, subo a mi habitación a recostarme. El alcohol de ayer aún corre por mi sistema y siento la cabeza aún pesada.
Cierro los ojos quedándome dormida. No sé cuánto tiempo pasa cuando William entra a la habitación. Abro los ojos de golpe y lo veo moverse hacia el armario.
Abre las puertas del lado donde está su ropa y comienza a sacar pantalones y camisas como loco. Me siento en la orilla viéndolo confundida hasta que dice:
—Quiero que empaques ropa ligera, nos vamos de viaje.
—¿De viaje?, ¿a donde?
Pregunto levantándome de la cama y camino hacia el armario aún confundida viendo que vestidos puedo meter en una maleta.
—Es una sorpresa... Apresúrate, quiero salir antes del mediodía.
Creo que dormí un par de horas en el camino, porque cuando William me despierta, estamos entrando en una mansión veraniega en el condado de Cornualles.
Estoy fascinada con el interior de la casa, los amplios ventanales te dan una vista perfecta hacia la playa que está a unos cuantos metros de la casa, pero a pesar de estar un poco alejados, el olor del agua salada se siente en el salón recibidor inundando mis fosas nasales.
Mis ojos bailan maravillados por todos lados cuando entramos en la habitación principal: tenemos una cama con dosel y un cubrecama blanco sobre ella. El ventanal nos da una espléndida vista del océano, las cortinas blancas y finas ondean hacia adentro con el soplar del viento.
«Estoy realmente embelesada con la vista... Será esta noche». Mis pensamientos se van justo al momento donde dejaré de ser doncella para entregarme al fin a William.
Mi corazón palpita aceleradamente en mi pecho, mientras que mi estómago comienza a revolverse como si tuviera en él miles de mariposas revoloteando y tratando de calmarme para que no se de cuenta de mis nervios, le digo:
—Necesito refrescarme —abro la maleta y veo todo lo que empaqué, sin embargo, no sé que usar— ¿Qué debo ponerme?
—Desnuda para mí sería perfecto —lo veo a los ojos y noto la oscuridad por el deseo en ellos. Mi corazón late aún más rápido, mientras que mi respiración se agita y la anticipación comienza a palpitar en mi bajo vientre—, pero quiero llevarte a dar un paseo, así que, algo ligero, sin armador.
Busco entre mis cosas un vestido floreado y entro al cuarto de baño para asearme y vestirme, pero por lo nerviosa que estoy, hago un nudo difícil de deshacer sobre la cinta del corsé en mi espalda.
Nerviosa salgo de nuevo y debo pedirle ayuda a William para desatar el nudo. Sus nudillos rozan mi piel y me deshago ante su toque. Mis nervios se aceleran cuando William muerde mi hombro desnudo y pasa su lengua calmando el fino toque de sus dientes.
«Dios, apiádate de esta tu sierva, que va a morir envuelta en cenizas, si este hombre continúa haciendo que mi cuerpo arda de esta manera».
—Te espero abajo mi amor.
Su voz ronca hace que mi vientre se tense de nuevo y el calor se concentre entre mis piernas. Vuelvo al baño y me aseo lo más rápido que puedo sin mojar mi cabello.
Decido no ponerme maquillaje, ya que el día está un poco caluroso y llevo mi cabello suelto sin adornos. Me pongo un par de zapatillas de tacón bajo, pues no se a donde puede llevarme William.
Bajo las escaleras y allí está él esperándome en el último escalón. Veo cómo inhala y exhala el aire de sus pulmones y de repente se arrodilla frente a mi.
Me quita las zapatillas con cuidado y entrelaza nuestras manos antes de salir por la puerta trasera de la casa.
Caminamos por la orilla de la playa, dejando que el agua moje nuestros pies y la suave arena se cuele entre nuestros dedos.
Tengo una batalla en contra de la brisa marina que nos despeina a ambos y en este momento me arrepiento de no haberme atado el cabello en vez de traerlo suelto. De un momento a otro, tengo a William frente a mi tomando mi rostro entre sus manos, haciendo que el momento incómodo quede en el olvido y no puedo dejar de decirle lo perfecto que es este momento para mí.
—Tu, eres perfecta —dice y me besa con tanto amor, que siento mis piernas debilitarse como dos ramas verdes que apenas están comenzando a crecer.
Olvidándome de todo a nuestro alrededor, me dejo llevar por sus besos. Su lengua entra en mi boca y lo saboreo como la mejor miel que haya probado jamás, pero quiero más.
Una ola atrevida me moja más arriba de las rodillas y nos apartamos ante la sorpresa. No puedo evitar reírme. «Soy feliz en este momento junto a él». William toma agua entre sus manos y la lanza en mi dirección haciendo que abra la boca ante su atrevimiento.
Da un paso hacia mi y por impulso me agacho y lo mojo al igual que lo hizo conmigo. Jugamos y nos mojamos como un par de niños hasta que sus manos rodean mi cintura llevándome mar adentro y sumergirnos.
Salimos para tomar aire y vuelve a rodearme la cintura invadiendo con sus labios los míos, mientras nos balanceamos con el vaivén de las olas.
Me pierdo entre sus labios hasta que la brisa se torna fría y mi cuerpo se estremece. William toma mi mano y saliendo del agua nos lleva a un lugar donde una sábana blanca está perfectamente extendida sobre la arena y varios cojines están sobre ella.
Me acuesto boca arriba cerrando los ojos disfrutando de los rayos del sol que dan un poco de calor a mi cuerpo. El dedo de William recorre mis facciones desde mi frente, pasando por mi nariz y deteniéndose sobre mis labios acariciándolos de un lado a otro.
Sus caricias son sutiles y deseosa de sentir un poco más, entreabro mis labios. Presiona su dedo contra mi labio inferior llevándolo hacia abajo y un suspiro débil sale de mi boca.
De repente, sus labios atacan los míos con vehemencia. Nuestras lenguas danzan el baile del deseo del uno por el otro y no puedo evitar el pequeño gemido que sale desde mi garganta.
Siento como su cuerpo se sube sobre mí sin dejar de besarme y su mano llega hasta la piel desnuda de mi pierna.
—Déjate querer mi amor —susurra sobre mis labios antes de besarme de nuevo.
Subo mis brazos hasta sus hombros apretándolos con fuerza cuando siento que su mano sube un poco más sobre mi piel desnuda.
—William —logro decir al mismo tiempo que suelto el aire que contenía.
—Voy a hacerte el amor Katherine —besa mi mandíbula, haciendo que mi estómago se tense—. Quiero llenarte de mí.
Mi piel se eriza cuando siento su mano separar mis rodillas mientras sigue besándome. Me dejo llevar por sus besos y sus caricias que me hacen olvidar el lugar en donde estamos. Sin embargo, el ruido ensordecedor de las gaviotas hacen que abra los ojos de repente y William se pone de pie extendiéndome la mano para ayudarme a levantar.
Caminamos tomados de la mano el largo trecho hasta la pequeña mansión. Cuando llegamos a la propiedad, ya está anocheciendo y rodeamos la casa hasta llegar al frente. William abre la puerta y detengo mis pasos ante la vista que encuentro dentro.
Las luces están apagadas y todo es iluminado por las finas llamas de las velas encendidas que hay en el suelo, indicando un camino desde las escaleras y más allá de ellas.
El silencio dentro de la casa es absoluto, solo el sonido de las olas golpeando y los latidos de mi corazón en mis oídos es lo único que logro captar.
Suelto un grito sorprendida cuando William me alza de manera nupcial y debo aferrarme a su cuello para no caerme. Sube conmigo las escaleras apagando las flamas por nuestro camino.
Abre la puerta de nuestra habitación y todo es tan romántico e íntimo. Detallo todo unos segundos: las velas puestas estratégicamente, los pétalos de rosas esparcidos a lo largo y ancho de la cama y el suelo.
Todo fue meticulosamente preparado para esta noche.
Hay un olor exquisito a nuestro alrededor, las cortinas ondean con la brisa marina, la luz de la luna reflejándose a través del ventanal y el sonido de las olas chocando unas contra otras hacen que el momento sea perfecto.
William me toma de la cintura y suavemente sube sus manos hacia mi espalda desabotonando los botones de mi vestido húmedo, mientras deja dulces besos sobre mi hombro.
Mi respiración se acelera sabiendo que ya llegó la hora que tanto había esperado.
«Hoy al fin seré su mujer».
—Déjame probar el dulce sabor de tu piel —me susurra erizándome la piel.
Suelta el último botón de mi vestido y lleva sus manos hacia las tiras que estaban sobre mis hombros haciéndolas caer. Siento como mi ropa húmeda se desliza por mi cuerpo cayendo al suelo hasta mis pies.
Me voltea suavemente y me come con los ojos. Mis pezones se endurecen ante su oscura mirada llena de deseo y me sonrojo. Su manzana de Adán se mueve tragando la saliva que tiene en su boca y me pega a su cuerpo para que sienta su dureza sobre mi vientre.
Mis manos temblorosas van hacia su camisa y se la quito. Nos besamos mientras recorro los bultos sobre su abdomen firme y musculoso. Su piel se eriza ante mi tacto. Puedo sentirlo y me acalora.
—¿Sientes eso? —susurra con la voz ronca—. Eso es lo que provocas en mí. Me tienes excitado.
«¡Santo Jesús!, nunca me había sentido tan caliente con unas simples palabras».
Llevo mis manos entrelazándolas sobre su nuca mientras él desliza las suyas hacia mi espalda. Siento con desabrocha el brassier y lo deja caer sobre el vestido que es un charco a mis pies.
Sus labios vuelven a chocar con los míos con verdadera hambre. Siento su desesperación al igual que la mía. La punta de sus dedos acarician mis pezones y gimo ante su tacto, sintiendo como me humedezco entre mis pliegues.
Me toma de los glúteos y rodeo con mis piernas su cadera hasta que me lleva hasta la cama y me acuesta boca arriba.
—Desnúdate mi amor, quiero verte. Quiero deleitarme con cada centímetro de tu piel desnuda.
Mis manos tiemblan mientras las llevo a la cinturilla de mi enagua y la bajo por mis piernas dejando que el aire frío se cuele entre mis piernas haciéndome estremecer.
Hemos hecho cosas antes, nos hemos visto partes del cuerpo desnudos, pero jamás enteramente, esta es mi primera vez, mostrándole como Dios me trajo al mundo y no me da vergüenza ni pudor.
—¡Eres toda una ninfa cariño! —me dice con tanto amor en su voz, que me siento segura de lo que va a pasar en breves momentos— Jamás me cansaré de verte desnuda.
Si cierne sobre mi cubriéndome con su cuerpo sin aplastarme y nos besamos con euforia. Besa mi cuerpo hasta deleitarse con el sabor de mis pechos y curvo la espalda deseosa de más.
Muerde y chupa mis pezones como un niño hambriento y gimo su nombre. Su mano desciende por mi cuerpo cubriendo mi sexo húmedo y ansioso de sus atenciones.
Estoy segura que puede sentir mi humedad en su mano. La electricidad vuelve a recorrer mi cuerpo, cuando su pulgar toca mi parte más sensible haciendo que me retuerza sobre el cubrecama.
—Mía cariño —susurra cuando suelta el pezon que tenia entre sus dientes—. Hoy serás mía por fin.
Me besa sin dejar de acariciarme. Mi vientre se acalora aún más como las llamas de un volcán cuando siento su dedo pasar de arriba a abajo por mi entrada.
Mantengo los ojos abiertos mirándolo como él a mi y la simple acción me enrojece todo el cuerpo.
Cierro los ojos cuando siento la invasión de su dedo dentro de mi haciendo que mi cuerpo se erice y se sienta necesitado de moverse ante su tacto.
—Quiero ver como te corres en mi mano mi amor —me obliga a abrir los ojos cuando comienza a mover su dedo de adentro hacia afuera.
Mi respiración se dificulta, haciéndome respirar por la boca. Mete un segundo dedo y no puedo evitar mover las caderas a su ritmo.
«Necesito más, mucho más».
Aprieto mi agarre en su espalda clavándole las uñas justo antes de que mi cuerpo se tense y sin más, exploto y convulsiono gimiendo su nombre con fuerza:
—¡William!
Baja su boca por mi cuerpo mientras soy un desastre de estremecimientos incontrolables. Besa la parte interna de mis muslos antes de invadir mi intimidad con su lengua.
Lame mis pliegues como si fuera una paleta dulce que fue entregada a un niño ansioso por probar la exquisitez del caramelo. Su lengua es cálida y habilidosa haciendo que la necesidad se intensifique dentro de mi.
Mi respiración se entrecorta cuando tomo un puñado de sus cabellos entre mis puños. Intento cerrar las piernas adolorida y necesitada de sentir de nuevo las palpitaciones en mi sexo, pero con sus manos separa más mis muslos dejándome más expuesta a su vista haciendo que lo mire.
—No cierres los ojos Katherine —dice sutilmente—. Quiero verte correrte por segunda vez cuando mi lengua esté dentro de ti.
«¡Santo Cristo, Jesús!».
No se que hacen sus palabras en mi cuerpo, pero hace que la llama arda más y más sobre mi piel desnuda. Invade mi sexo con su lengua, metiéndola una y otra vez dentro de mi.
Gimo desesperada. Estoy al borde de que las lágrimas corran por mis mejillas.
«Lo necesito. Necesito que esté dentro de mi».
El cuerpo me duele ante la anticipación y exploto de nuevo gritando su nombre una vez más, cuando su pulgar vuelve a acariciar ese botón lleno de nervios.
Sube y su lengua invade la mia, probando mi sabor en su boca. Llevo mis manos a su entrepierna acariciando su dureza sobre el pantalón y lo oigo jadear. Bajo la cremallera y meto mis manos untándome con sus fluidos.
De repente se aparta y baja de la cama. Me incorporo sobre los codos antes de verlo bajarse el pantalón con todo y ropa interior.
Su miembro salta hacia adelante como un fierro grande y grueso y no puedo evitar que mi lengua salga para humedecer mi labio inferior.
Verlo completamente desnudo por primera vez me llena de anticipación y algo de miedo.
«Va a dolerme», sacudo mis pensamientos cuando lo veo gatear sobre la cama y colocarse de nuevo sobre mi.
—Seré lo más sutil que pueda mi amor —me dice cuando estamos frente a frente.
Toma su miembro con una mano y comienza a frotarlo por mi entrada. Paso mis manos por debajo de sus brazos llevándolas hasta su espalda y abro las piernas lo más que puedo para que su cuerpo quede dentro de ellas.
—¿Estás lista? —me pregunta después de dejar un tierno beso sobre la punta de mi nariz. Mi cuerpo tiembla debajo de el de él— Entenderé si dices que no.
Se que puede ver el miedo en mis ojos además de la lujuria que me envuelve. Sin embargo, niego con la cabeza.
—Estoy lista William —jadeo— Hazme el amor —lo necesito—. Hazme tuya de cuerpo también, porque mi alma ya la tienes desde que te conocí.
Como si hubiese dicho las palabras mágicas, su pecho se hincha y vuelve a poner la punta de su miembro en mi entrada y lo presiona con cuidado.
Dejo de respirar por unos instantes cuando se va metiendo dentro de mi y no dejo de verlo a los ojos. Se mete un poco más y siento como mis carnes se abren como si fueran una flor que busca los rayos del sol apenas amanece.
Arqueo la espalda cuando entrelazamos nuestras manos sobre mi cabeza y lo siento un poco más dentro de mi. Apoya su mano libre en la parte baja de mi espalda y espera un poco hasta entrarse un poco más.
Envuelvo sus caderas con mis piernas temblorosas y no puedo evitar cerrar los ojos cuando siento que ha cruzado la barrera de mi doncellez. Mi respiración se agita ante el dolor que siento y trato en lo posible de que no lo note para que no se arrepienta ahora.
Me besa en los labios haciendo que olvide un poco la sensación de dolor y empieza a moverse en un suave vaivén dentro de mi.
Nuestros ojos vuelven a conectarse y puedo ver todo el amor que siente por mi en sus iris oscurecidos. Lo siento todo dentro de mi, como me llena completamente.
—Katherine —lo oigo jadear.
Nuestro cuerpos sudan. Su lengua baila con la mía y comienzo a mover las caderas al mismo ritmo que el se mueve dentro de mi.
—Se siente tan caliente dentro de ti... Deja que tu cuerpo se acostumbre a mi calor.
Habla dulcemente en mi oído haciendo que me relaje y llevo las manos sobre sus glúteos presionando para que entre más. Abro las piernas lo más que puedo para que tenga más comodidad y embiste con una fuerza feroz que me enloquece.
—¡William! —gimo su nombre una y otra vez cada vez que siento como choca con mi interior haciendo fricción en los puntos sensibles.
Mi cuerpo comienza a estremecerse cuando siento que el orgasmo comienza a formarse.
—Córrete para mi cariño.
Dice y como si sus palabras fueran órdenes, mi cuerpo convulsiona con la mejor de las sensaciones que haya vivido jamás.
Las lágrimas brotan de mis ojos sin poder evitarlas y tras unas embestidas más, siento como me llena con sus fluidos. Su cuerpo se convulsiona y su pelvis se contrae al igual que sus glúteos.
Cae rendido con todo su peso sobre mi y le acaricio la espalda demostrándole el amor que siento por él.
—Te amo.
Las palabras salen solas de mi boca.
—Yo te amo más Katherine. Te amaré hasta el fin de mis días.
No puedo evitar que un nudo se forme en mi estómago con sus últimas palabras, pero me besa dulcemente haciendo que los malos pensamientos se disipen.
Se levanta y siento el vacío cuando sale de mi. Sale de la cama y camina hasta el cuarto de baño y cuando sale trae una pequeña toalla en sus manos.
Me abre las piernas con cuidado y limpia su semilla que siento como sale de mi.
Vuelve al baño dejando la toalla y busca una sábana limpia que pone debajo de mi. Me lleva a sus brazos cuando se acuesta.
—¿Cómo te sientes? —pregunta y no puedo evitar la sonrisa que se dibuja en mi rostro sabiendo que ya soy su mujer.
—Plena y feliz. Así me siento.
Deja un beso en mis labios y me abraza llevándome lo más cerca de él posible.
—Eres mia, por fin. La espera valió la pena.
Comienza a dibujar círculos sobre mi espalda y su tacto hace que me sienta somnolienta.
——————————
Parpadeo antes de abrir los ojos definitivamente. La luz del sol me da en la cara y siento la mano de William acariciar mi seno.
—Buenos días —digo.
—Buenos días —responde antes de pasar su lengua sobre mi pezon.
—Alguien amaneció hambriento —bromeo y me ve a la cara.
—¿Cómo te sientes?, ¿Te duele mucho? —siento la preocupación en su voz.
—Solo una ligera molestia.
Tomo la sábana para cubrir mi cuerpo desnudo antes de ir al cuarto de baño, pero la voz de William me detiene.
—Déjame verte, no te cubras. Me encanta tu cuerpo desnudo.
Jugueteo con la sábana antes de dejarla caer al suelo y camino hacia el cuarto de baño. Jamás me he sentido tan descarada como ahora, pero con William, mi esposo y marido, todo fluye solo. Cierro la puerta y me miro al espejo.
Tengo un chupetón entre el cuello y la clavícula. Otros más sobre mis pechos y llevo las manos a mis mejillas recordando todo lo que sucedió anoche.
Una sonrisa se dibuja en mis labios y puedo jurar que aún lo siento todo dentro de mi.
Me lavo y siento una pequeña molestia entre mis piernas. Tal vez la fricción o la intromisión de todo él dentro de mi. He estudiado la anatomía humana, pero jamás había visto algo de ese tamaño.
«Los libros no le hacen justicia».
Termino de asearme y salgo a la habitación donde veo a William riéndose.
Le lanzo la camisa cuando comienza a burlarse de la forma en la que camino y me lanza a la cama de nuevo posicionándose sobre mi.
—¡Eres un tonto!
—Mmm, ¿Que puedo hacer para que no te molestes conmigo? —pregunta y lleva una mano a mi seno apretando el pezon haciéndome arquear la espalda.
Me humedezco en el acto y malvadamente hace que le ruegue que me haga el amor. Frunzo el ceño con dolor, cuando entra de una sola estocada dentro de mi. Aún estoy un poco sensible y se disculpa inmediatamente al ver mi molestia.
—Lo lamento. Lo olvide.
—Muévete William —ordeno ante la necesidad de que me llene. Le clavo las uñas en los glúteos presionándolo más contra mi sexo y la sensación es avasallante dentro de mi cuerpo.
Siento como mi cuerpo se tensa ante la amenaza del orgasmo y William acelera sus embestidas para llegar al clímax junto conmigo.
———————-
Cuando despierto, William no está a mi lado. Tomo la sábana y la envuelvo en mi cuerpo. Reviso el cuarto de baño y no está. Bajo las escaleras con cuidado de no enredarme con la tela y lo encuentro husmeando los armarios en la cocina.
—¿Que haces? —le pregunto.
—Quería preparar algo para comer, pero nunca lo he hecho.
Me rio y amarrándome mejor la sábana abro los armarios sacando cosas para cocinar.
—Yo prepararé la comida —lo veo asentir—. Tú solo quédate ahí.
Después de la comida, subimos a la habitación y nos vestimos. Paseamos una vez más por la orilla de la playa. Nos sentamos en la arena viendo cómo el sol comienza a ocultarse por el horizonte. Quedo hipnotizada ante la majestuosidad de los colores que se ciernen en el cielo y de repente siento la calidez de la mirada de mi esposo sobre mi.
—¿Que pasa? —pregunto y siento como su mano acaricia mi mejilla.
—Te amo.
Las palabras inundan mi corazón como el inmenso océano frente a nosotros, llenándome de felicidad.
—Te amo —respondo con la misma intensidad de su voz—. Soy muy feliz a tu lado William.
Me acuesta sobre la arena y me besa hasta que la oscuridad de la noche nos cubre.
Me vuelve a hacer el amor sobre la arena, bajo el titilar de las estrellas. Nuestros cuerpos desnudos, el sonido de las olas a nuestro alrededor. Nosotros gimiendo nuestros nombres sin ser opacados con el sonido del océano.
Me siento plena y feliz con este hombre. No me arrepiento de haber esperado tanto para ser su mujer. Lo amo y no voy a cansarme de repetírselo.
—Te amo cariño — me confirma antes de que su cuerpo comience a estremecerse sobre el mío.
Los siguientes días han sido tan magníficos como el primer día. La servidumbre no se ha aparecido por ninguna parte, lo cual me alegra, me avergonzaría demasiado si alguien oyera a cualquier hora como gimo una y otra vez el nombre de mi marido, mientras nos perdemos en el éxtasis.
Lo veo dormir boca abajo a mi lado, detallo los rasguños en su espalda y no puedo evitar que los recuerdos de horas pasadas regresen a mi mente.
Lo cabalgué cual amazona sobre su fiel corcel, mientras él se aferraba a mis glúteos con fuerza y alzaba sus caderas para meterse todo dentro de mi.
Fui la mujer que jamás pensé que llegaría a ser algún día, apreté mis pezones con fuerza imaginando que eran sus dientes aferrándose a mis botones mientras bajaba y subía por toda la extensión de su miembro.
Juro que pude sentirlo tocando la barrera de mi útero con toda su longitud y su grosor abrió mis carnes en toda su extensión.
La llama ardiente casi me calcina cuando William me obligó a ver cómo sus carnes se unían a las mías, como su miembro se abría paso dentro de mi y el brillo de nuestra excitación le empapaba la pelvis.
Aún puedo oír el sonido de nuestros sexos chocando y el sudor empapándonos el cuerpo mientras nos inundaba el placer.
Acaricio su espalda mientras respira acompasadamente a mi lado, la necesidad de sentirlo una vez más dentro de mi se va formando en mi vientre y me alzo un poco para besar su cuello.
Gime a mi lado cuando me posiciono sobre su espalda y dejo besos sobre su piel desnuda. Bajo mis labios hasta llegar a su cadera e inmediatamente se voltea llevándome con él, dejándome de espaldas a la cama.
—Alguien amaneció deseosa esta mañana —dice con burla y asiento llevando mis manos a su miembro semi erecto.
Lo acaricio suavemente de arriba a abajo deseando que la dureza aparezca inmediatamente, pero William me aparta dulcemente.
—Primero debo ir al baño, o no duraré ni tres minutos dentro de ti sin venirme.
Lo veo caminar al cuarto de baño completamente desnudo. Todo su cuerpo es sinónimo de poder, lujuria y deseo puro.
Todo él es espléndido a la vista, desde su cabello azabache hasta sus glúteos bien formados, no hay lado malo por donde se le mire y entiendo porque tenia a tantas mujeres babeando por él.
Sin embargo, aún existe aquella pequeña espinita en mis recuerdos de aquella mujer que se burló de él aquella vez que hizo que dudara de volver a creer en el amor. Sin embargo, me alegra muchísimo que ella lo haya hecho, porque así él está conmigo.
Lo veo salir del cuarto de baño y su miembro está erecto en todo su esplendor, como si me saludara. Sonrío ante el gesto que hace William cuando lo toma entre sus manos y lo mueve en mi dirección.
—Alguien quiere saludarte —dice descaradamente y relamo mis labios deseosa de probarlo.
—Quiero saludarlo también.
Camina hacia mí mientras me arrodillo sobre la cama y lo agarro con ambas manos acariciándolo.
Escucho el pequeño gruñido gutural de William cuando pasó mi lengua por la punta del glande e inmediatamente agarra un puñado de mi cabello cuando abro la boca y lo introduzco.
Arremolino mi lengua saboreándolo como un dulce manjar antes de abrir mas la boca e introducirlo hasta donde mi mandíbula me lo permite.
Mi sexo se empapa mientras él embiste mi boca. Trato de respirar por la nariz lo más que puedo para que las arcadas no me invadan cuando toca la campanilla al fondo de mi garganta y me aferro con fuerza a sus glúteos.
Intenta apartarse de mí, cuando siento que su cuerpo se pone rígido y su miembro se engrosa más sintiendo que está a punto de llegar al punto máximo de su excitación.
Me aferro con fuerza y muevo mi cabeza con ganas antes de que la voz de advertencia llegue a mis oídos.
—Cariño —suelta y clavo mis uñas en sus glúteos sin querer soltarlo hasta que siento el líquido caliente pasar por mi garganta.
Gruñe y embiste mi boca dejando en ella hasta la última gota de su excitación y yo sonrío airosa por mi trabajo.
Toma mi rostro entre sus manos y me besa saboreandose en mi boca sin pudor ni vergüenza. Me toma de las piernas sorpresivamente arrastrándome hasta el borde de la cama donde me voltea y me pone boca abajo.
Me hace flexionar las rodillas dejando mi trasero expuesto a la vista. Me estremece al instante cuando siento su dedo invadir mi sexo.
—Estas ansiosa por mi —dice acariciándome, mientras yo muevo las caderas de un lado a otro, como gata en celo necesitada—. Entonces vamos a complacer a la duquesa de Edimburgo.
Sin juego previo se mete todo dentro de mi de golpe arrancándome un grito de éxtasis. Comienza a moverse con fuerza haciendo que mis pezones se endurezcan hasta que duelen.
—¡Bendito Dios! —grito cuando lo siento todo dentro de mi.
—Es William mi amor —gruñe—. Es tu marido, tu esposo, tu amante, tú duque y tu dueño, quien te embiste con fuerza, con deseo y con pasión.
El choque de nuestros sexos se oye en toda la habitación, la fiereza con la que embiste me ciega y me atonta, haciendo que aferre mis puños a las sábanas, jamás lo había visto en este modo tan posesivo y me encanta.
Lleva sus manos a mis pechos y aprieta con furia los botones sensibles, tanto que duelen, pero no quiero que pare. Aprieta y jala marcándome como suya.
Mi cuerpo se tensa y se que de aún momento a otro explotará, sin embargo, William me voltea poniéndome de espaldas al colchón y vuelve a entrar en mi con furia.
—Quiero verte cuando te corras.
Entra y sale haciéndome arquear la espalda y las lágrimas relucen en mis ojos cuando siento la electricidad invadir todo mi cuerpo y exploto como si fuera un volcán en erupción. Mis paredes aprietan su miembro y llena mi canal con sus fluidos calientes y espesos.
—¡Eres la mujer que fue hecha para mi, mi amor! —dice con la voz entrecortada.
—Y tú fuiste hecho para mi.
No me cansaré jamás de decirle a este hombre que lo amo con todo mi ser. Le pertenezco en todos los sentidos. Mi cuerpo, mi alma, toda yo soy de él y nada ni nadie nos va a separar.
⭐️⭐️⭐️⭐️⭐️⭐️⭐️⭐️⭐️⭐️⭐️
Capítulo largo, espero que haya valido la pena la espera ☺️.
Recuerden que esto es solo un borrador y puede tener errores.
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