Capítulo 60.
Narrador omnisciente:
Lord Thomas a regañadientes debe regresar a su casa, donde Brunell lleva días haciendo guardia en las afueras para que su jefe le dé las buenas noticias, ya que en ningún lado a visto publicaciones del deceso del nuevo duque de Edimburgo.
Un coche negro con adornos plateados y ruedas de hierro se detiene en la entrada de la casa del conde de Essex, poniendo en alerta al hombre del parche en el ojo quien se oculta detrás del tronco de un grueso árbol.
El conde sale del coche dando un portazo que resuena hasta la acera de enfrente. Sube las escaleras de la entrada principal y estrella el portón de la casa cuando la cierra.
Brunell atento del otro lado, frunce el ceño ante la actitud de su jefe, sin embargo, espera el tiempo prudencial para darle vuelta a la casa y entrar por la cocina.
Lord Thomas está en su despacho asomado a la ventana con un vaso de whisky en su mano derecha, mientras que con la izquierda, lleva el habano cubano a sus labios.
Un leve toque a la puerta lo hace mirar sobre su hombro.
—¡Dije que no quiero ser molestado! —espeta desde adentro, pero Brunell entra sin permiso de igual forma.
—¿Celebrando jefe? —pregunta con una sonrisa de complacencia en sus labios, pero su risa se desvanece cuando el conde se voltea y lo ve con el ceño fruncido.
Lanza el vaso que tenía en su mano contra la pared muy cerca del rostro de Brunell quien ni siquiera pestañeó ante el acto de su jefe.
—¡Te dije que le apuntaras a la cabeza, pedazo de estiércol! —espeta furioso.
Brunell lo ve sin demostrar sentimiento alguno, aunque la rabia lo está carcomiendo por dentro.
—La bala le dio en las costillas, justo debajo del corazón. Es una herida letal.
—¡Letal, una mierda! —vuelve a gritar— ¡El maldito tiene las vidas de un gato!
Brunell aprieta los puños a sus costados.
»—¡La bala no toco órganos internos, ni la maldita infección lo mató, sigue vivo y coleando al lado de lo que es mío y que ahora no se le despega ni de día ni de noche!
—¿Entonces sigue vivo?
—¡¿Que no escuchaste lo que acabo de decir, pedazo de imbécil?! Sigue vivo, así que no esperes el pago porque no lo voy a hacer.
Brunell golpea el escritorio con el puño molesto ante la negativa del conde.
—¡El trabajo fue hecho, le disparé yo mismo! —espeta.
—Tu trabajo era matarlo, que lo enterraran tres metros bajo tierra y el maldito, ¡sigue vivo!
El hombre del parche en el ojo se yergue frente al conde molesto.
—¡Terminaré con él, tendremos más oportunidades de matarlo!
Lord Thomas niega con la cabeza.
—No... Ahora estará más precavido, sabe que intentaron matarlo.
—Entonces, ¿Qué quiere hacer ahora? —pregunta.
—Debes ocultarte por un tiempo —ordena tomando otro vaso sirviéndose más whisky—. Sospechan de ti, gracias a la estupidez de tu amante.
—De Ivonne me encargaré luego, sé dónde se esconde.
—Antes de que te pierdas, tengo un último trabajo para ti —Brunell lo mira mientras se bebe el líquido ambarino—. Hay una jovencita en el club de caballeros que abrieron hace poco. Quiero que la vigiles y me informes sobre sus pasos.
—¿Qué quiere saber? —pregunta mientras toma unos cuantos puros de la caja que está sobre el escritorio sin que lord Thomas se dé cuenta.
—Todo de ella, la quiero en mi cama mientras no puedo tener a la niñata conmigo.
Lord Thomas le da la descripción específica de Filipa y Brunell se marcha como la sombra que es, escurriéndose por los pasillos de la mansión Chapman sin ser visto.
Katherine sigue atendiendo a su esposo gustosa en casa de su hermana mientras él termina de recuperarse, sin embargo el que ella permanezca tanto tiempo encerrada en la habitación junto a su esposo, enoja un poco a Richard, quien no para de dar vueltas por el pasillo, pegando el oído de vez en cuando en la puerta de la habitación donde duerme la "feliz pareja".
Su rabia se aviva, cuando al pasar por la puerta de la habitación de ellos, después de que toda la casa está en silencio por la noche, escucha los jadeos de William, quien está siendo atendido por su esposa, pues ya ha perdido la vergüenza de tomar el miembro de su esposo entre sus manos.
Richard aprieta los puños a los lados de su cuerpo y se dirige dando zancadas a la habitación donde su esposa yace dormida.
Se acuesta a su lado y comienza a deslizar su mano por el cuerpo de Anne haciendo que ella se despierte y reaccione al tacto de su esposo.
Se sube sobre ella subiéndole el camisón y la besa mientras magrea sus pechos que por el embarazo se han vuelto más grandes.
Baja sus labios por el cuerpo de su mujer a quien se le escapan varios gemidos, mientras él atiende sus pechos mordiendo los pezones endurecidos.
—Oh Richard —gime Anne deseosa.
Richard lleva su mano hacia su entrepierna que ya se encuentra lista para recibir las atenciones de su marido. Con el pulgar acaricia el botón de nervios de Anne haciendo que arquee la espalda mientras aprieta las sábanas debajo de ella.
—Ábrete más —pide Richard y su esposa obedece.
Toma su miembro entre sus manos y lo coloca en la entrada de su esposa frotandose de arriba abajo, humectandose con la excitación y el calor que proviene de ella.
Presiona el glande contra la abertura de Anne y entra en ella de una sola estocada arrancando de su garganta un gemido.
Entra y sale de ella con rudeza mientras que en su cabeza resuenan los sonidos de William, «se está follando a Katherine en mi propia casa». Apoya las manos a ambos lados de los hombros de su mujer y embiste con más fuerza, mientras ella clava sus uñas en los glúteos de su marido.
—Richard —jadea Anne con los ojos cerrados.
—¡Mirame! —exige él, haciendo que abra los ojos fijando su mirada en el iris gris de su marido.
Richard se pierde en el verdor de los ojos de su esposa, pero de un momento a otro parpadea porque frente a él, aparece el azul brillante de la mirada de Katherine.
Se detiene en medio del orgasmo que estaba a punto de alcanzar su mujer y sale de ella de golpe apartándose de su cuerpo. Anne lo abraza por la espalda sin saber lo que le sucede.
—Richard ¿Qué pasa? —pregunta, pero él se mantiene tenso sentado en el borde de la cama.
Anne deja suaves besos en su espalda mientras lleva una mano al frente de su marido para acariciarle los abdominales. Lleva su tacto más abajo tomando el miembro de Richard y lo acaricia, pero de él no sale ni un sonido deseoso.
Se levanta de golpe dejando a su esposa confundida.
—Duérmete —dice después de dejarle un beso en la frente, yéndose al cuarto de baño.
Anne resopla cansinamente y apoya la cabeza sobre la almohada frustrada.
«Lleva semanas así», se dice en su mente.
Richard sale del cuarto de baño y camina hacia la puerta bajo la mirada de Anne.
—¿A dónde vas? —pregunta ella un poco molesta.
—Al despacho. Voy a revisar unos documentos y regreso en un rato.
Cierra la puerta detrás de él mientras que Anne golpea con los puños ambos lados de la cama. Richard pasa frente a la puerta de sus cuñados y el impulso de abrir la puerta le invade el pecho. Lleva la mano hasta el pomo, pero un ruido proveniente del piso de abajo llama su atención.
Sigilosamente se acerca a la baranda de las escaleras y al inicio de estas está Camile en camisón recogiendo algo del suelo.
Los ojos de Richard viajan a los pechos expuestos de la dama de compañía de su mujer, que al agacharse dejó a simple vista todo su busto ya que no trae sostén.
Richard no aparta la vista y traga la saliva que se forma en su boca viendo tan apetitoso manjar. Se aclara la garganta ante los pensamientos que lo invaden y Camille se levanta asustada ante el carraspeo de su patrón.
—¡Jesús! —grita ella, llevándose las manos al pecho—. Me acaba de dar un susto de muerte.
—¿Qué haces aquí tan tarde? —pregunta él bajando las escaleras.
A medida que se va acercando a Camille nota que su camisón es casi transparente y puede notar toda su silueta femenina. No trae ropa interior, lo que hace que Richard se fije en el pequeño monte de Venus de la mucama, quien se sonroja al ver la fijación de su señor.
—No deberías andar por la casa así —habla Richard un poco incómodo—. Cualquiera de los empleados puede verte y pensar cualquier cosa sobre ti.
Ella no se cubre, no siente vergüenza de mostrarle su cuerpo a su señor.
—A estas horas todos duermen Milord —responde en tono suave.
—Yo estoy despierto.
—Suelo venir a estas horas por agua a la cocina. Siempre olvido llevar la jarra a mi habitación.
Richard asiente y deja que Camille pase a su lado, moviendo sus caderas a medida que va subiendo, él voltea y se fija en el trasero voluminoso de la mucama, un escalofrío recorre su cuerpo haciendo que su miembro se alze dentro de su pantalón de pijama.
Camina a su despacho, donde se sienta y saca un par de papeles del cajón principal. Una hora más tarde, regresa a la habitación donde Anne ya se encuentra dormida. Se acuesta a su lado dejando un tierno beso en sus labios y acaricia su poco abultado vientre.
La mañana siguiente, el médico llega muy temprano para revisar a William dando su visto bueno para que él pueda caminar un poco más de tiempo que en días anteriores. Sin embargo, aún le tiene prohibido el viaje de nuevo a casa, lo que lo molesta, pero sabiendo que Katherine no lo dejará hacer su voluntad, se resigna a quedarse unos días más en casa de Richard y Anne.
Después de que Anne se queda dormida en su cama junto a su marido en la noche. Richard se levanta sin despertar a su esposa y se dirige a la cómoda donde tiene su reloj para observar la hora, abre con mucho cuidado la puerta y sale al pasillo. Se queda oculto entre la columna y la baranda de la escalera, esperando verificar si es cierto lo que le dijo Camille la noche anterior.
Y efectivamente, ella vuelve a cruzar el marco que divide el comedor de la cocina con su bata transparente y desnuda. Mira a todos lados como si buscara a alguien, lo que hace que Richard frunza el ceño.
Camille sube las escaleras en silencio y cuando pasa justo cerca de la columna donde se esconde Richard, este la toma del brazo deteniendola.
—Te dije que no andaras por ahí así vestida —le reclama cerca de su oído.
Al ella voltearse hacia él, el aroma de su cabello suelto penetra en sus fosas nasales, haciendo que su miembro se endurezca.
—¡Jesús mi señor, no me asuste de esa manera!
Richard la detalla de nuevo de arriba a abajo e inconscientemente levanta su mano llevándola hasta el pezón de Camile rozándolo apenas con un dedo.
Al tacto se endurece y Camille comienza a temblar entreabriendo los labios para alcanzar un poco de aire, cuando Richard toma uno de sus senos y los aprieta con la mano.
—Q...¿Qué está haciendo mi señor? —pregunta la mucama con la voz entrecortada sin despegar los ojos de su patrón.
—¿No te gusta? —le dice apretando de nuevo el pezón con fuerza y ella suelta un gemido.
Cierra los ojos e inmediatamente Richard la hace pegar la espalda entre la pared y la columna. Ella abre los ojos un poco nerviosa ante el acto del patrón.
—¿Buscas provocarme no es así?
Richard lleva ambas manos a sus pechos apretándolos con fuerza mientras Camille se mantiene quieta con la espalda contra la pared. De repente él baja su mano y la lleva hasta la entrepierna de la mucama.
»—¿Dime que no era esto lo que buscabas? Cuando me dijiste anoche que siempre bajabas a esta hora.
—Mi...Mi señor —tartamudea la pobre cuando siente el dedo de su patrón frotando su botón de nervios. Se agarra fuerte a los antebrazos de Richard para no caer con las piernas temblorosas.
—Ves, ¿era esto lo que querías? —le susurra al oído mientras intenta meterle un dedo—. Quieres que tu patrón te folle. ¿Es eso?
Camille se retuerce con los espasmos que le provoca la intromisión de Richard dentro de ella y al bajar la excitación lo aleja y sale corriendo hacia su habitación dejando a un acalorado Richard pegado a la columna. Lleva su mano a su nariz y aspira como un desquiciado el olor de la mucama.
—¡¿Dios qué estoy haciendo?! —se pregunta cuando recupera la razón— ¡Primero veo el rostro de Katherine cuando le hice el amor a mi esposa y ahora esto!, ¿En que me estoy convirtiendo?
Vuelve a su habitación donde ve por largo rato a su esposa dormida abrazando su almohada y con la otra mano sobre su vientre.
—Me debo a ti y solo a ti —se repite varias veces susurrando como si fuera una lección qué tiene que aprenderse.
Vuelve a acostarse junto a su esposa descansando su brazo sobre el vientre de ella.
——————
A la mañana siguiente William sale del cuarto de baño ya vestido apoyándose en el marco de la puerta para apreciar el rostro dormido de su esposa. Una punzada se clava en su pecho al recordar todas la atenciones que ella le ha dado tanto a su salud, como a su cuerpo los últimos días.
—Necesito irme de aquí ya —dice cansado—. Necesito atenderte como tú lo has hecho conmigo cariño.
Toca el lado izquierdo de su torso donde tiene la herida y al intentar hacer un esfuerzo mayor se queja.
»—A este paso tardaré semanas.
Camina despacio apoyando las manos sobre la baranda del balcón que da al jardín y se queda ahí sintiendo como el sol le calienta la cara. Unos brazos lo abrazan por detrás y dejan un beso en su espalda.
El dulce aroma de Katherine penetra sus fosas nasales robándole una sonrisa. Voltea y cubriendo el rostro de ella con su manos, deja un tierno beso sobre sus labios.
—Te levantaste temprano —dice ella soltando un bostezo.
—Quiero irme a casa, cariño, estoy harto de estar aquí encerrado en estas cuatro paredes.
—¿Quieres bajar al jardín? —pregunta ella mientras camina hacia el armario para tomar uno de sus vestidos.
—No quiero bajar al jardín —dice cansado—. Quiero estar en nuestra casa, contigo, en la cama... Quiero hacerte el amor hasta que pidas que pare.
Los ojos de Katherine se agrandan ante las palabras de su esposo y el rubor se deposita en sus mejillas.
»—¡Dios quiero atenderte como tú lo has hecho conmigo! —se acerca a ella tomándola del rostro y susurrándole al oído le dice—. Quiero escucharte gemir mi nombre mientras te corras cuando esté dentro de ti.
—W... William.
Katherine cierra los ojos ante las miles de sensaciones que siente por todo su cuerpo ante las palabras de William.
»—No podemos, aún estás convaleciente.
—Déjame hacer algo por ti entonces, hasta que lleguemos a eso.
William la lleva de la mano hasta el sillón donde él se sienta y la pone a horcajadas sobre sus muslos.
—William, esto puede hacerte daño —dice preocupada, pero la sonrisa juguetona que le da la hace callar.
William la besa tiernamente en los labios mientras Katherine se deja llevar por su marido. El hambre que este hombre le tiene despierta cuando él le muerde el labio inferior y ella suelta un gemido, haciendo que él introduzca su lengua dentro de su boca.
Sus lenguas bailan a un mismo compás, deseoso y lujurioso cuando William inclina su cabeza profundizando el beso.
Separándose para tomar aire, nota que los ojos de su esposa se tornan un poco más oscuros y comienza a dejarle besos cortos en la mandíbula. Baja hasta su cuello y con las manos, suelta el lazo que lleva Katherine en su camisón.
Descubre su hombro mordisqueandolo sutilmente mientras que su esposa le rodea el cuello.
—Deja que te atienda un poco cariño —dice William fijando sus ojos azules, sobre los de ella.
Suelta un par de botones del camisón de Katherine y lo abre dejando los pechos de ella a plena vista. William acaricia un pezón con la punta de su dedo índice y este se endurece inmediatamente al tacto.
Aprieta el botón rosáceo con el índice y el pulgar ejerciendo un poco de presión y Katherine no puede evitar soltar el gemido que sale desde su garganta, mientras siente que su entrepierna comienza a calentarse.
—Wi... William —lo llama al mismo tiempo que suelta el aire.
—Shh... No duele —le dice para que se relaje.
Al querer bajar un poco la cabeza para intentar lamer uno de sus pechos, la herida se lo impide y un quejido sale de su garganta. Katherine se da cuenta he intenta bajarse de su regazo, pero él se lo impide.
—Ya tendré tiempo para eso, pero déjame hacer otras cosas.
Vuelve a besarla hasta lograr que sus pensamientos se nublen y su mano izquierda comienza a deslizar el borde del camisón hacia arriba mientras acaricia sus muslos.
—sepárate un poco cariño —le pide.
Lleva su otra mano con cuidado hasta el borde de la enagua de su esposa y la introduce hasta llegar al corto monte de Venus de Katherine.
La mira fijamente a los ojos cuando baja un poco más y consigue la abertura húmeda y caliente de su entrepierna ante su tacto.
—Dios, vas a matarme —suelta cuando lleva su dedo hasta el botón de nervios que comienza a acariciar en círculos.
Instintivamente Katherine comienza a moverse para tener más fricción y se aferra al cabello detrás de la nuca de su marido. Sin evitarlo cierras los ojos ante las millones de sensaciones que le produce el tacto de su marido en sus partes sensibles.
»—No cierres los ojos, quiero verlos cuando te corras en mi mano —apenas termina de decirlo lleva un dedo a su interior y ella suelta otro gemido.
—Oh, William —dice con la voz entrecortada.
—Estas caliente aquí dentro —suelta mientras entra y sale de ella lentamente haciendo que ella se retuerza con más fuerza.
La besa de nuevo con hambre, deseoso y cuando suelta el aire, introduce otro dedo dentro de ella.
—¡Bendito Dios! —gime ella.
—No cariño, no es Dios quien te folla con los dedos, es tú marido.
Acelera un poco sus embestidas, llevando el pulgar a su botón de placer presionándolo, una oleada de placer le recorre el cuerpo a su esposa haciendo que ella se estremezca y convulsione con los dedos de su marido dentro.
—Eso es cariño, córrete para mí. Córrete con mis dedos dentro de ti.
William la besa de nuevo, dejando que baje de su excitación y suavemente retira los dedos de dentro de ella. Los lleva hasta el borde del labio inferior de su mujer y luego la besa otra vez saboreando su excitación.
—Deliciosa —le dice. Katherine con la respiración agitada descansa la cabeza sobre el hombro de su marido con el rostro enrojecido— ¿Como te sientes? —pregunta levantándole el rostro aún enrojecido.
—Eso, fue —se calla un instante—. Mejor que la otra vez.
Una sonrisa de lado se dibuja en el rostro de William.
—Hay más de donde vino ese, mi amor y los tendrás las veces que quieras cuando me recupere por fin. ¿Eso quieres? —pregunta y ella asiente avergonzada.
—Debo... Debo ir al baño.
Katherine se levanta y se va al cuarto de baño, cuando cierra la puerta, William se queja un poco de dolor y revisando la venda de su costado, nota que tiene una pequeña mancha de sangre.
—Maldición.
Se levanta con cuidado y busca en el armario una camisa limpia para que Katherine no se dé cuenta.
Cuando ella sale de asearse, se extraña al ver el cambio de ropa de su esposo.
—¿Te cambiaste? —pregunta desconfiada.
—Si —responde—. Tenía el olor de tus excitación en mi camisa, no voy a andar por ahí con tu olor. No es que me moleste, por el contrario me encanta, pero no quiero que otro huela tu aroma en mi.
Katherine se avergüenza y William se le acerca dejándole un tierno beso en los labios.
»—Eres exquisita cariño, no voy a compartir lo que es mío con otro.
Katherine asiente y ambos bajan al comedor donde ya están sentados Anne junto a Richard, quien se sienta en el comedor no de muy buen humor.
El desayuno es servido y comen en silencio hasta que Camille aparece parándose al lado de Anne.
—Su cita con la modista está pautada para las once de la mañana Milady —le informa— y justo a esa hora tengo que recoger algunos pendientes. No podré acompañarla al pueblo.
—Yo puedo ir contigo si quieres —suelta Katherine de la nada con una suave sonrisa.
Anne asiente correspondiéndole con la misma sonrisa a su hermana.
—Está bien, quien mejor que tú para que me ayudes a escoger las cosas para mi bebé.
Terminan con el desayuno y mientras que las damas se van al pueblo, William pasea por el jardín. Richard se acerca a él con la mandíbula apretada, sin embargo, el peli negro ignora su mala cara.
—Veo que tú y Katherine se llevan muy bien —dice de la nada.
—Si, hemos superado algunas cosas juntos —lo corta dando unos cuantos pasos hacia adelante.
—Los oí la otra noche —suelta empuñando los puños a los lados—, creo que deberían ser más discretos a la hora de la fornicación.
William voltea a verlo y frunce el ceño molesto.
—Nunca he sido silencioso a la hora de "fornicar a mí mujer", además, no tengo la culpa de complacerla al nivel de hacerla gemir tan alto... ¿O es que acaso tu esposa no gime fuerte cuando estás dentro de ella?
La pregunta de William lo hace retroceder dos pasos y lo mira desconcertado, pero se yergue y responde:
—Claro que la hago gemir, pero ella es más recatada en ese sentido.
—Claro, debe ser eso. Mientras tu esposa es recatada en la cama, la mía es toda una diosa.
«Oh debe serlo».
Richard aprieta la mandíbula tan fuerte que siente sus dientes chocar unos contra otros.
»—Es más, para que no digas que soy mal cuñado y que irrespeto tu casa, me disculpo, esta noche cuando "fornique" —hace las comillas con los dedos—, con mi mujer, la callaré con mis besos para no molestarlos.
Él comentario lo molesta.
—Entonces sí tanto te complace Katherine, ¿Para que abriste un club donde los hombres van a desaforar sus más oscuros deseos con rameras baratas?
—No son rameras baratas —aclara William—. Son meretrices que como dices, complacen a los hombres que no son bien atendidos en sus casas.
—Espero que estes respetando a Katherine como se lo merece —suelta Richard de repente al ver que William tiene la intención de seguir su camino—. Ella no merece que le sean infiel.
William se voltea y con una sonrisa de medio lado le responde:
—Tranquilo, que a mi no me llaman Richard —le suelta de golpe y su cuñado lo mira con la ira brotándole en los ojos—. Quien le juró amor eterno y luego la cambió por la hermana fuiste tú, no yo.
Richard intenta responderle, pero William lo interrumpe:
»—Pero no te preocupes, las puertas de mi club están abiertas para cuando quieras ir. Aunque si estás tan bien con tu mujer, no logro entender tus ganas de ir y buscar mujeres alegres.
William se va dejándolo solo con la ira burbujeante en sus venas y entra a la casa encerrándose en la habitación ya hastiado de estar ahí.
——————
Los primeros rayos del sol aún no aparecen en el cielo, cuando Richard ya se está moviendo en su cama, con el miembro erecto y deseoso de embestir a su mujer luego de hacerle el amor por la noche y dejarla insatisfecha, ya que la única manera de que ella logra satisfacerse, es cuando logra cabalgarlo a su ritmo, sin embargo, él piensa que no es prudente por el embarazo.
Se levanta con el miembro punteando en sus pantalones y negándose a satisfacerse el mismo, sale de la habitación con un motivo en mente. Baja las escaleras y se acerca a la cocina.
—Que me lleven una taza de café al despacho.
Dice a la primera cocinera que ve en la cocina y se va a su despacho. Sentado detrás de su escritorio, y comenzando a revisar unos documentos, espera a que le traigan lo que ordenó.
El golpe en la puerta lo hace levantar la vista del papel y deja que entren con su pedido. La figura femenina de Camille aún sin el uniforme entra y este la detalla de arriba a abajo.
«Tiene buen cuerpo», piensa mientras sigue detallándola.
Camille deja la bandeja sobre el escritorio y cuando intenta acomodar la servilleta sobre él, Richard se levanta colocándose a la espalda de la dama de compañía de su mujer.
—Necesito que limpies aquel estante de allá por favor —le ordena y Camille lo observa confundida.
—Lo siento mi señor, pero solo le sirvo a mi señora —dice con la vista baja y Richard se le acerca.
—Si le sirves a mi esposa, ¿Porque fuiste tú quien trajo mi café? —pregunta acercándose más a la mucama, quien comienza a ponerse nerviosa.
—No había nadie más en la cocina, mi señor. Los empleados aún no comenzamos a trabajar, pero la cocinera me ordenó que le trajera esto.
Richard da dos pasos más hacia ella y está retrocede quedando entre el escritorio y Richard, quien la acosa como un águila a su presa.
—¿Tienes novio Camille? —pregunta de la nada y ella abre los ojos de par en par.
—No, mi señor —responde tragando la saliva de su boca.
Camille no es inocente, sabe mucho de la vida. Está consciente que ha despertado en su patrón cierto interés en ella desde el primer día que la vio casi desnuda en las escaleras. Los intensos corrientazos que él le hizo sentir cuando la manoseó hace un par de noches, la han tenido ansiosa todos estos días.
Sin dudarlo un instante Richard termina de acorralarla y lleva su dedo índice al pecho de Camille rozando por encima de la tela su pezón, que inmediatamente al tacto se endurece.
—¿Entonces aún eres doncella? —pregunta Richard sacándole un gemido cuando le aprieta el pezón con fuerza entre sus dedos y lleva su brazo alrededor de la cintura de la mucama.
—Si, señor —responde con la voz entrecortada.
—Lastima —suelta él de repente y baja su mano.
Camille lo observa y por instinto baja la vista hacia la entrepierna de su patrón quien ha permanecido todo este tiempo empalmado. Saca la lengua saboreando sus labios, cosa que envía una corriente a la pelvis de Richard endureciéndolo más.
»—¿Quieres complacer a tu patrón Camille? —ella no contesta, solo fija la vista en lo que hace Richard, cuando comienza a acariciarse el miembro sobre la tela— ¿Quieres saborearme?
Camille vuelve a mirarlo a la cara y este dibuja una sonrisa de satisfacción sobre su rostro.
—Arrodíllate Camille —le ordena poniendo la mano sobre su hombro haciéndola arrodillarse ante él— Quítale a tu patrón el dolor.
Camille se arrodilla quedando con el rostro cerca de la entrepierna de su patrón, mirando fijamente cómo este se baja el pantalón dejando que el miembro salte hacia afuera cerca de la cara de la mucama.
Ella lo toma en sus manos y comienza a acariciarlo de arriba a abajo mientras que Richard lleva la cabeza hacia atrás.
»—Así... Sigue así —Camille sigue con la tarea de acariciarlo empapándose las manos con el líquido preseminal de su patrón. Se humedece los labios y Richard lo nota cuando la observa—. Saboreame Camille. Méteme en tu boca caliente.
Sin dudarlo abre la boca y antes de que saque la lengua para saborearlo, Richard entra de golpe sacándole la primera arcada cuando llega hasta su garganta. Camille intenta zafarse, pero él le folla la boca con rudeza sacándole lágrimas.
»—Que bien se siente —antes de venirse en su boca la levanta y la acuesta boca abajo sobre el escritorio y toca por debajo del albornoz, haciendo que Camille se retuerza ante su toque.
—Mi señor, esto no es prudente, la señora...
—La señora y los demás aún duermen —le responde tocando la humedad que ella tiene entre sus pliegues—... Ábrete Camille.
Haciendo que la mucama se abra más de piernas para él, toma su miembro entre las manos y entra en ella de una estocada, quien suelta el primer grito de dolor ante la pérdida de su doncellez. Richard ni siquiera espera a que ella se adapte a su tamaño, comienza a embestirla una y otra vez mientras los sollozos de Camille invaden el despacho.
Mientras tanto Richard invade a la dama de compañía de su mujer en el estudio cerca de las escaleras, un sediento William sale de su habitación con jarra en mano rumbo a la cocina, a mitad de las escaleras unos gemidos provenientes del lado izquierdo llaman su atención haciéndolo detenerse a mitad del camino.
«¿Qué mierda?», se pregunta y por simple curiosidad continúa bajando y camina por el pasillo donde escucha los gemidos.
—Mi señor —la voz entrecortada de la mujer le da curiosidad y sigue caminando hasta que se detiene frente a una puerta de madera que está entreabierta.
Dudando en asomarse si o no, da dos pasos hacia atrás para seguir su camino hacia la cocina, pero al reconocer la voz del hombre dentro de la habitación lo hace regresar.
—Estas tan apretada para mi.
Con la mano libre mueve un poco la puerta para encontrarse a su intachable cuñado embistiendo a la dama de compañía de su mujer sobre el escritorio como a una cualquiera.
William se ríe en sus adentros al ver tal escena, «Y se hace llamar un hombre correcto, imbécil», pero no se queda a ver lo que no le importa. Dejando la puerta como la encontró, sigue hacia la cocina encontrando a una de las cocineras a quien le pide llenar su jarra de agua.
—La servidumbre aún no empieza a trabajar, sin embargo, Camille ya anda por allí, cuando la vea le digo que le lleve la jarra —le dice la cocinera y William niega.
—No se preocupe, sólo deme un poco de agua y luego que alguien la lleve antes de que mi esposa se levante.
Bebé del vaso de agua que le sirve la cocinera y vuelve a su habitación con la determinación de irse hoy mismo de esa casa.
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