Capítulo 55.
Narrador omnisciente:
Katherine sale molesta de la habitación de William después de verlo en bata de baño, el que Ivonne saliera del dormitorio acomodándose la ropa y verlo vestido de esa forma le dio a entender lo que había sucedido momentos antes de que ella llegara.
Con el corazón lastimado regresa a su habitación donde se encierra deteniéndose frente al ventanal que da al jardín sentándose en el alféizar.
William por su parte ya está vestido para ir a la inauguración de su club. Lleva puesto un traje de tres piezas elegantemente entallado a su cuerpo de color negro, camisa blanca y juntas de oro.
Baja las escaleras de la entrada bajo la mirada vigilante de Katherine, quien lo observa desde el ventanal escondida tras las cortinas. William voltea hacia el segundo piso de la casa sintiendo que alguien lo observa, sin embargo, después de ojear los ventanales cercanos, no nota nada diferente y se adentra en el coche cerrando la puerta y dándole al cochero la dirección donde debe llevarlo.
El lugar aún está cerrado al público, todavía no es la hora destinada para abrir sus puertas. William entra por la entrada trasera, donde el servicio descarga la mercancía y bota los desperdicios del club.
Bajo su ojo clínico y acompañado por Antoine y Priscila, la mujer encargada de las damas que trabajarán en el club, recorre cada rincón minuciosamente verificando que todo esté en su debido sitio.
—¿Está conforme Milord? —pregunta la mujer quien esta noche luce algo provocativa con un corset muy ceñido que deja expuesto más de la mitad de sus atributos.
El cabello ondulado, recogido en un moño despeinado al natural y los labios pintados de color carmesí no dejan pasar desapercibido el lunar que tiene pintado cerca del labio superior.
Es una dama experimentada en las lides de la seducción a los hombres con dinero, no entanto muy clara está, que sus dones no pueden ser utilizados hacia los patrones, por eso, no ha insistido en llamar la atención de William y mucho menos la de Antoine que ni la determina.
—Lo estoy —responde William— ¿Dónde está Filipa?
La interrogante queda en el aire cuando la joven rubia de ojos azules, entra al salón principal con un jarrón lleno de flores en sus manos.
Lleva un vestido largo, poco llamativo, típico de las mujeres que trabajan en el servicio de la limpieza. Sube los escalones y abre la puerta que da a la oficina donde está noche vigilará su local William junto a Antoine.
Bajo la mirada del trío de personas que se encuentran en el salón, Filipa vuelve a bajar y le dedica una sonrisa a William quien la sigue con la mirada, hasta que se vuelve a perder por la puerta que da a la cocina.
William saca su reloj del bolsillo y nota la hora:
—Las ocho menos cinco —dice y Priscila comienza a llamar al personal—. En punto abrirán la puerta. Antoine, quedas a cargo aquí abajo.
Antoine asiente acomodándose el saco mientras que William sube a encerrarse en la oficina a vigilar la primera noche de su nuevo y elegante club de caballeros.
Exactamente a las ocho en punto, las puertas se abren de par en par, dejando que la música inunde los rincones del lugar, poco a poco los caballeros de la alta sociedad comienzan a llegar y las damas de compañía se van a realizar sus trabajos.
Tragos, botellas, habanos y bailes en la pequeña tarima, comienzan a hacer el ambiente, mientras que los caballeros más atrevidos se sientan en las piernas a las mujeres de dudosa reputación.
Al primer piso lleno de habitaciones, sube la primera pareja, donde las meretrices darán rienda suelta a los deseos pecaminosos de los caballeros que por pudor y respeto no actúan como bestias en celo con sus esposas.
Lugares como estos, muestran la verdadera naturaleza del hombre que a pesar de los años, sigue siendo un ser primitivo a la hora de la fornicación.
Los jadeos y gemidos comienzan a escucharse por el pasillo a pesar de mantenerse las puertas cerradas. La nube de humo se acentúa sobre las cabezas de los caballeros que juegan los distintos juegos de azar permitidos dentro de la ley.
Las bailarinas muestran sus dotes sensuales y los más pervertidos comienzan a lanzarles monedas para que ellas vayan y bailen sobre su mesa.
Mientras todo marcha viento en popa en el club de caballeros, Katherine está dormida sobre su cama vestida con el camisón blanco de su luna de miel, la puerta de su habitación se abre apenas haciendo un leve chirrido, abre los ojos asustada ante el sonido encontrándose al hombre más apetecible que haya visto en su vida, «su marido», envuelto en la bata de seda azul oscuro con la que lo vio hoy por la tarde.
William se acerca a la cama colocando la rodilla hundiendo el colchón. Katherine corre las sábanas hacia abajo quedando a merced de su marido quien se coloca sobre ella con la bata desatada.
—Te estaba esperando— dice ella e inmediatamente William ataca su boca con desespero.
Se apodera de su lengua en una batalla de deseo por poseerla. Baja sus labios hasta su mandíbula, luego desciende hasta su cuello besándola dulcemente, hasta alcanzar su clavícula donde la muerde. Pasa su lengua sobre la mordedura avivando en ella el deseo y de un tirón rompe el camisón que ella lleva puesto dejando sus pechos desnudos.
William se levanta apreciando el par de montículos y acaricia el suave pezón haciendo que Katherine arquee la espalda víctima del deseo.
Su pulso se acelera cuando su marido toma uno de sus pezones con su boca haciendo círculos con la lengua sobre él.
Katherine se remueve sobre el colchón agarrando con fuerza la sábana debajo de ella, mientras siente humedecerse su entrepierna.
Ella delicadamente acaricia el pecho de su marido sintiendo en sus manos la suavidad del vello que lo adorna.
William baja su mano derecha por el vientre de Katherine mientras vuelve a atacar sus labios con besos urgidos llenándola de placer. Desciende la palma hasta tomar el borde de la corta enagua que ella lleva puesta y adentra su mano.
Inesperadamente Katherine despierta incorporándose sobre el colchón sudorosa y con el corazón latiendo como si tuviera mil caballos desbocados dentro de su pecho.
—¡Virgen santísima! —se dice a sí misma cuando se seca el sudor con la mano.
Vuelve a acostarse respirando hondamente para calmar las palpitaciones de su corazón. Cierra los ojos para tratar de conciliar de nuevo el sueño, pero no llega, dando vueltas y vueltas sobre la cama hasta que amanece.
Mientras Katherine se levanta sin haber logrado conciliar el sueño nuevamente la noche anterior, William duerme boca abajo en la habitación acondicionada para él dentro del club. Desnudo y cubierto con la sábana hasta las caderas descansa de espaldas a la puerta.
Alguien toca su puerta insistentemente hasta que este aún adormilado se levanta y ordena que pase pensando que es Antoine, pero mayor es su sorpresa cuando la que entra es Filipa encontrándolo semi desnudo envuelto en la sabana.
—Buenos días Milord, le traje su desayuno —Filipa lo mira sin disimulo y William se mueve un poco incómodo ante la intromisión de ella a su habitación.
Trata de cubrirse mejor ya que ella no despega la vista de su pecho. Ante la incomodidad, él carraspea.
—Yo no mandé a que me trajeran nada Filipa... La próxima vez, solo vienes si yo lo demando.
Filipa cambia su peso de un pie a otro un poco tensa ante su osadía.
—Solo quería agradecerle que me haya puesto en la limpieza Milord —dice con pesar y William lo nota.
—No tienes que agradecerme nada —Filipa levanta la mirada hacia la cara de William algo aliviada—. Ahora si me disculpas, debo cambiarme.
El rubor le sube a las mejillas antes de marcharse de la habitación de William quien se acerca a la bandeja quitando la tapa del plato. Fruta fresca recién cortada y una taza de café humeante. Se sienta a comer rápidamente, toma un corto baño y se viste saliendo del club en dirección a su casa.
Un rebullicio se forma en la calle cuando va William en su coche que lo agita.
—¡A casa rápido! —le ordena al cochero al reconocer a los hombres de cabello largo y chaleco de cuero.
El cochero pasa justo al lado de un hombre de casi un metro ochenta, quien no aparta la mirada del coche y sin más aspavientos corre hacia él obligando a que se detenga.
—¡¿Está usted loco!? —le grita el cochero cuando el hombre sin titubear abre la puerta de la cabina encontrándose frente a frente con William quien permanece tranquilo en su asiento.
El hombre barbudo gruñe lleno de rabia y golpea con fuerza la puerta para cerrarla antes de irse, pues no encuentra lo que busca «la mujer gitana y al niño».
A toda la velocidad que puede andar por las calles transitadas el cochero retoma su camino hasta llegar a la casa de su jefe, quien de un salto se baja del coche y corre escaleras arriba hasta el ala oeste abriendo de golpe la puerta de la habitación de su esposa.
—¡Hay que sacarlos de aquí ya mismo! —avisa desesperado apenas entra a la habitación de Katherine quien está sentada frente a la cómoda peinando su cabello— ¡Los gitanos están en el pueblo!
Katherine se levanta y sale junto con él a la habitación donde se están quedando Kassandra y el pequeño Ravi.
—¡Vayan recogiendo sus cosas, los gitanos están en el pueblo!
Los ojos de Kassandra se abren espantados y a toda prisa toma las cuatro pertenencias que trajo envolviéndolas en el hatillo que trajo hace unos días. Desesperada hace lo mismo con las pocas ropas del pequeño.
Katherine y William a toda prisa ordenan que bajen los baúles con sus ropas y las metan al coche mayor que usarán. Estando todo dentro, entran los cuatro mientras que Ada a toda prisa los detiene para entregarles una canasta con algo de comida para el camino, ya que no tuvieron tiempo de desayunar.
Kassandra lleva a Ravi abrazado a su cintura mientras este no deja de temblar. Katherine está sentada frente a ellos observándolos nerviosa.
La intranquilidad de todos es palpable. William está tenso y atento al camino al lado de su esposa.
—Tome el camino principal —le ordena William al cochero y Katherine lo mira asustada—. Si ya estuvieron en el pueblo, lo más lógico es que empiecen a buscarlos por los caminos del bosque. No voy a arriesgar que nos pillen por allá.
El cochero toma el camino principal que atraviesa el pueblo. La agitación aún se siente en el aire. Ravi se aprieta más al costado de Kassandra y Katherine víctima de los nervios inconscientemente toma la mano de William, a quien se le acelera el corazón al sentir su tacto.
Automáticamente él coloca la otra sobre la de ella dibujando pequeños círculos delicadamente con su pulgar sobre el dorso de la mano de ella, a quien le va mermando el nerviosismo.
—Debajo de los asientos hay un compartimento, donde pueden esconderse con facilidad —les informa William al observar por la ventana que aún hay gitanos en el camino.
Se inclina hacia adelante y mete las manos en la pequeña ranura que hay debajo de su asiento. Kassandra lo observa atenta y hace lo mismo que él quitando la tapa del suyo.
Kassandra y Ravi bajan agachándose y entran cada uno a cada lado de los asientos. William vuelve a colocar las tapas cuidadosamente para no dejarlos a descubierto.
—Mantengan silencio —les pide cuando pasan por un pequeño grupo de gitanos quienes batallan contra los oficiales de la ley.
Afortunadamente el coche pasa de largo sin ser detenidos por nadie hasta que salen del pueblo y se adentran camino a Kent.
Estando a media hora fuera del pueblo y con todo en calma, William vuelve a agacharse y retira las tapas para que los fugitivos vuelvan a salir.
Tras acomodarse de nuevo en sus asientos Kassandra les agradece por su ayuda y Katherine vuelve a tomar la mano de su esposo con ternura.
—Gracias por hacer esto —Lo mira y él voltea a verla conectando su mirada con la de ella.
Katherine intenta retirar su mano, pero con un movimiento rápido William la atrapa manteniéndola sobre su muslo derecho el resto del camino.
El camino a Kent jamás había sido tan largo y tortuoso como en este día. Al cruzar el enorme portón de hierro forjado que se cierra detrás de ellos logran al fin tranquilizarse. La mansión Kensington se ha vuelto toda una fortaleza, después de lo acontecido con el primer contador de lord Kensington.
En la puerta son recibidos por Josephine la nana quien abraza a su niña emocionada después de tanto tiempo sin verla. Abraza a William quien sorprendido no se lo esperaba y queda atenta ante las dos nuevas personas que llegan.
—¿Dónde están mis padres? —le pregunta a su nana quien le indica el camino que debe seguir—, acomodalos en una habitación de huéspedes nana, por favor.
Katherine sale al jardín y al ver a sus padres corre hasta llegar a ellos para abrazarlos. Después del efusivo saludo, comienza a contarles lo sucedido con Kassandra y no ponen objeción alguna de dejarlos vivir en sus tierras en una de las casitas de los empleados.
Contenta sube a la habitación de huéspedes, donde les da la buena noticia y los dos bajan en compañía de Katherine, para agradecerles a los padres de su salvadora el enorme gesto.
Horas después de haber llegado y casi a la hora del almuerzo, Phillip llega al jardín contento por saludar a su hermanita a quien no ha visto en semanas.
—¿Qué hay para el almuerzo? —pregunta muerto de hambre cuando deja de abrazar a su hermana menor.
Josephine abre la boca, pero la persona que llega justo detrás de ella agradeciendo por el nuevo hogar que le acaban de dar, lo hace fruncir el ceño al reconocer a la joven de cabello negro ondulado.
—¡¿Qué haces tú aquí charlatana?!
Josephine y los demás miembros de la familia voltean a verlo al mismo tiempo que Kassandra se cruza de brazos y Ravi se le pega a la pierna.
—Vivirá aquí hijo —le informa su padre y este niega con la cabeza.
—Ella no es más que una falsa embaucadora —espeta—. Hace tiempo engañó a Kate con la estúpida historia de que "adivinaba el futuro" —hace comillas en el aire— y ahora pretende embaucarlos también a ustedes.
—¡Yo no miento "Mancloy"! (Príncipe) —grita ofendida—. Las cartas nunca mienten.
—¡Ya basta! —espeta lord James a ambos, vayamos a comer, en unas horas llegará tu hermana y los demás invitados.
—Te estaré vigilando —le advierte Phillip y ella le tuerce los ojos cuando se aleja.
—Ese "Manú" (hombre) no me cae bien —suelta Ravi viendo cómo se pierde por el camino Phillip.
—Vamos a nuestra nueva casa.
Kassandra se lleva de la mano a Ravi hasta la pequeña casa que les proporcionaron los Kensington, ya está abastecida con comida que ella comienza a preparar.
—Nunca hemos estado en una casa así Kassandra —dice emocionado Ravi apenas se sienta en la mesa cerca de ella.
—Es cierto, por eso debes portarte bien, para que no nos echen de aquí.
—El mancloy no me cae bien, no me gustó como te habló.
—No es un hombre malo, pequeño, tiene un aura clara —le dice Kassandra al niño.
—¡¿Se la viste?! —pregunta el niño emocionado cuando ella trae los platos con comida.
—Aja... Ahora come.
Mientras Kassandra y Ravi almuerzan en su pequeña casa, dentro de la mansión Kensington terminan de comer y están en el salón recibiendo a los invitados para la vendimia anual.
Lord Ferguson llega junto a su nuera Joan, Anne lo hace una hora después en compañía de su esposo y su tía Juliet, quien después de haberse mudado con su sobrino se ve de mejor semblante, cosa que alegra mucho a la madre de William, pues la conoce desde años atrás y sabe su oscuro secreto.
Tras la llegada de los demás invitados Katherine se encierra en su antigua habitación junto a Jazmin, su mejor amiga a quien le cuenta todo lo acontecido desde que ella y Simon se comprometieron.
Su amiga enfurece al contarle lo del arrebato de William en contra de ella.
—¡Le voy a arrancar los testículos! —espeta rabiosa— Hazlo sufrir Kate, que ruegue por tu perdón.
—Ya lo hizo y no lo perdoné.
—Bien, espero que tampoco lo hagas pronto.
Las voces masculinas en el jardín llaman su atención y se levanta del sillón para asomarse al ventanal.
Hombres sin camisa están abajo siendo supervisados por el duque de Edimburgo, cada uno con un hacha en la mano y trozos de leña apilados al lado de un tronco cortado por encima de la raíz y puesto en el lugar estratégicamente.
La vista de Kate se fija en su marido quien está abajo con el torso desnudo con las botas cubriendo las piernas de su pantalón y un pañuelo blanco metido dentro de este con la punta hasta la rodilla.
Los músculos se le remarcan cuando lleva el mango del hacha detrás de su nuca apoyando cada mano en los bordes de esta.
—¿Qué ves? —pregunta Jazmin asomándose detrás de ella.
—Es muy guapo ¿No es cierto? —le dice detallando el cuerpo a lo lejos de su marido, que al levantar más las manos el pantalón se le baja y deja ver la V que se dibuja en sus caderas.
—Simon es mucho más guapo —suelta descaradamente Jazmin y ambas empiezan a reír.
William desvía la mirada del tronco frente a él, cuando por el rabillo del ojo nota movimiento en uno de los ventanales del primer piso y descubre a Katherine observándolo. Hincha el pecho como si fuera un superhéroe musculoso y levanta el hacha sobre su cabeza y con toda su fuerza la deja caer sobre el trozo de madera partiéndolo en dos.
Vuelve a mirar hacia el ventanal donde está Katherine con una ligera sonrisa de medio lado. Ella se da cuenta que él la observa y cierra la cortina rápidamente escondiéndose.
—También es muy fuerte —dice ella a su amiga antes de que el cosquilleo comience a revolotear en su estómago otra vez.
La cena es servida en el gran comedor donde hay una mesa donde pueden sentarse todos los integrantes de la familia, incluyendo a Jazmin.
Anne se mueve inquieta en su asiento con las ganas que tiene de hablar de una vez por todas con William. Hoy es su oportunidad de reivindicarse delante de él.
Acabada la cena Richard sube a su habitación y ella se inventa una excusa para quedarse más del tiempo necesario abajo en la primera planta.
Con rapidez, corre a la cocina donde está Camile y saca de entre su busto una pequeña nota que logró escribir antes de la cena.
—Entrégasela y que me vea en ese lugar, lo voy a estar esperando.
Anne sube a su habitación poniéndose el camisón y acostándose al lado de su esposo quien yace dormido cansado por el ajetreo del día.
Camile busca el momento preciso para entregarle la carta a William quien frunce el ceño al sentir el roce de la mano de la dama de compañía en la suya.
—Por favor léala —le ruega en un susurro que nadie más logra oír—. Milady lleva semanas intentando dar con usted.
William aprieta la nota y la mete a su bolsillo con disimulo esperando el momento preciso para leerla.
—Su habitación está lista —dice la muchacha de servicio haciendo que Katherine frunza el ceño confundida.
—Cariño mudamos tus cosas y las de tu marido a una habitación más grande, tu habitación no es adecuada para una pareja.
La bomba les estalla en la cara a ambos. El que no se hubiesen detenido a pensar en ese detalle antes de venir los toma desprevenidos y sin poder refutar la orden de su madre se queda callada al igual que William.
Lord Christian levanta su copa y sonríe entre dientes al ver la cara de los dos: una palidece ante la noticia y él otro aprieta la quijada incómodo.
—Me parece perfecto — suelta con sorna el duque haciendo que su nieto dirija la mirada acusadora hacia él.
—Lady Joan ocupará tu habitación, mientras que lady Juliet irá a la de tu hermana —indica lady Caroline—. Usted excelencia usará la misma que la última vez y Simon la contigua.
Katherine se despide de todos y sube a la habitación acondicionada para ella y William junto a Jazmin. Observa detenidamente todo y el nudo le aprieta la boca del estómago.
—Hay una sola cama — dice preocupada mientras que su amiga cruza los brazos.
—Es una habitación matrimonial, ¿Que esperabas, dos camas? Déjalo dormir en el suelo.
—¡No voy a hacer eso! —espeta algo incómoda—, tendremos que compartir la cama.
Jazmin resopla mientras busca en el ropero el camisón de su amiga, tendiéndolo sobre la cama.
—Solo di que te emociona tenerlo tan cerca y ya! —suelta un poco molesta Jazmin al ver lo pensativa que ha puesto Katherine.
—¡No digas tonterías Jazmin! —la reprende— Jamás he compartido cama con un hombre... ¡Jesús que voy a hacer!
—¿Qué, qué vas a hacer?, ¡Dormir mujer!, adviertele que no te toque y ya.
Jazmin se larga dejándola sola, camina al cuarto de baño poniéndose el camisón nerviosa y se acuesta en uno de los lados de la cama arropándose con el cubrecama hasta el cuello.
Mientras Katherine se acuesta nerviosa a la espera de William, él está en un rincón con la nota de Anne en sus manos.
—Está mujer se ha vuelto loca —susurra para él mismo.
—¿Qué pasa hijo? —pregunta su abuelo percatándose de la nota que tiene entre sus manos.
William le entrega la nota a su abuelo cansado de la insistencia de Anne y este rompe la hoja en pedazos.
—No vayas —le advierte molesto—. Por lo que más quieras no vayas a esa cita, puede ser una trampa.
—No lo sabré si no voy.
—Te lo advierto William... No sabes que pueda traerse entre manos esa mujer.
William se va cansado dejando a su abuelo con la palabra en la boca, pero con la duda en la cabeza de que querrá Anne.
Los invitados suben al primer piso rumbo a sus habitaciones y William es el último en ascender las escaleras inquieto por tener que pasar la noche junto a su esposa, luego de hacerse la promesa de jamás ponerle un dedo encima.
Las luces se van apagando a su espalda y a medida que se va acercando a la puerta de su habitación el aire se le vuelve pesado.
—No tienes que tocarla —se dice así mismo cuando coloca la mano en la perilla—. Solo te acuestas y ya.
Abre la puerta y la oscuridad lo rodea, el brillo de la luna traspasa el ventanal iluminando el suelo hasta llegar a la cama donde yace Katherine inmovil con los ojos cerrados con fuerza y con la respiración agitada.
«Ya está aquí», piensa ella y aprieta con más fuerza el cubrecama.
William detalla la habitación en la oscuridad y se acerca a la cama hundiendo el colchón cuando se sienta. Katherine entreabre la boca para tomar aire nerviosa.
El sonido de las botas de William al caer al piso hace que esté maldiga:
—Demonios —susurra.
Con cuidado de no despertar a Katherine, camina hasta el cuarto de baño poniéndose el pantalón de pijama y vuelve a la habitación acercándose de nuevo a la cama en silencio para no despertar a su esposa quien él cree que duerme.
Observa el sillón cerca de la ventana y toma la almohada de su lado de la cama y se acuesta en él.
Katherine no dice nada, pero con los ojos entreabiertos lo ve acostarse sin nada que lo cobije. Espera un largo rato atenta, hasta que nota que William está dormido y en silencio se levanta, toma la manta que está a los pies de la cama y lo arropa.
Vuelve a la cama aún nerviosa y luego de un buen rato logra quedarse dormida.
William se despierta mucho antes del amanecer con el cuerpo adolorido, el sillón donde durmió a pesar de parecer muy cómodo para sentarse, para dormir no lo es, sigilosamente entra al cuarto de baño para vestirse y salir al encuentro con Anne quien también, se ha levantado cuidando de no despertar a su marido.
Anne baja las escaleras en completo silencio para no despertar a nadie y no darle alerta a ninguna persona del servicio de la casa. Sale y cruza el jardín hasta llegar al antiguo camino que da al bosque donde Richard le dio su primer beso. Inquieta ruega que William haya aceptado verse con ella por última vez.
William le echa un vistazo al cuerpo de su esposa quien aún duerme sobre su lado de la cama inmóvil. Suspira agotado por la mala noche que pasó y toma su camino hacia el antiguo sendero donde ya está Anne esperándolo.
—Espero que realmente sea importante lo que tengas que decirme porque estoy arriesgando mi matrimonio si alguien nos ve aquí —le dice molesto ante su insistencia de querer encontrarse con él.
—No olvides que yo también soy una mujer casada... Primero quiero decirte que este embarazo me ha hecho replantearme las cosas y querer enmendar mis errores para el bien de mi hijo.
—Al grano Anne, que no tengo tiempo.
—Está bien, pero solo quiero decirte que en verdad siento mucho todo lo que hice, actué por celos, porque no quería que mi hermana tuviera lo que una vez fue mío y además no quería que tuviera un título mayor que el mío.
—Anne... —le advierte.
—Bien —suelta resignada—. ¿Recuerdas que el día de su compromiso? te dije que mi hermana y Paul tenían algo y que dudaba de su doncellez
—¡Por Dios Anne! —espeta molesto— ¿A dónde quieres llegar con todo esto?
—¡Mentí! —suelta sin más y William empieza a verla con odio—. ¡Mentí, ella jamás le hizo caso a Paul!
—¡¿Qué demonios estás diciendo?! —William se va contra ella tomándola fuertemente por los brazos.
Anne lo ve asustada al notar su reacción en su contra.
—¡La verdad, ella nunca le hizo caso, jamás le dio motivos para que él la besara el día de su compromiso! ¡Paul la besó a la fuerza!
William la suelta y da varios pasos hacia atrás.
—Ella lo abofeteó, yo lo vi todo, pero estaba celosa y por eso mentí y ahora me arrepiento, porque era lo único bueno que tenían.
—¡¿Sabes todo lo que hice pasar a tu hermana por tus mentiras?! —le grita alterado.
—Lo lamento muchísimo, por eso quería hablarte, necesitaba decirte la verdad, por este bebé que llevo en mi vientre —Anne comienza a llorar—. Él merece que yo sea una buena madre y lo primero que debo hacer es enmendar mis errores.
—¡Eres una arpía venenosa! ¡No sabes todo lo que hemos sufrido por tus mentiras! ¡Te detesto y desearía jamás volver a verte!
—William perdóname por favor —ella estira su brazo hacia él para intentar tocarlo, pero este se aparta.
—Deseo que sufras igual o peor que nosotros víbora —Anne se cubre la boca con las manos dolida por sus palabras hirientes—. Jamás vuelvas a dirigirme la palabra, no me mires ni respires mi mismo aire.
William se va dejando a Anne sola en medio del bosque donde cae arrodillada ante la debilidad de sus piernas.
William regresa furioso al camino que da a la mansión cuando de repente es detenido del brazo por su abuelo.
—¡Te advertí que no fueras! —le reclama molesto—. ¡¿Acaso estabas consciente del problema que te hubieses ganado si alguien los hubiese descubierto?!
—¡Déjame en paz! —espeta soltándose de su agarre.
—¿Que te dijo para que te pusieras así? —pregunta y William resopla furioso.
—Confesó la verdad, después de todo este maldito tiempo —grita aún contrariado—, donde hice sufrir a Katherine sin merecerlo y yo detrás de ella creyendo en sus viles mentiras.
—Calma hijo, lo importante es que ya confesó y pueden retomar su relación y ser felices.
—¡Ja! —ríe con sorna— ¿Crees que ella algún día me perdone después de todo lo que la he hecho sufrir? ¿Crees acaso que yo mismo puedo perdonarme lo imbécil que fui?
William lo aparta siguiendo su camino hacia la casa donde sube los escalones de dos en dos, hasta llegar a la puerta de su habitación, la que abre sin tocar primero encontrándose a Katherine con la pierna sobre el taburete donde se unta su crema corporal envuelta en el albornoz de baño caído en una manga dejando a la vista el bulto de su seno.
—Perdóname —pide cuando Katherine sorprendida y avergonzada se sube la manga del albornoz.
Camina con pesadez hasta detenerse en el ventanal mirando hacia el jardín y agarrando con fuerza la tela de la cortina. Katherine se queda ahí parada sin saber cómo reaccionar.
»Perdóname Katherine —suelta dejándola atónita—, perdóname por ser un imbecil, un idiota contigo.
—William...
—Fui un completo cretino —la interrumpe mirando sobre su hombro—. Jamás debí dudar de ti y estás en todo tu derecho en no querer perdonarme, porque sé que me lo merezco por idiota.
—Yo... —ella titubea sin saber qué decir— También tuve la culpa, por ocultarlo, nunca debí —se queda callada breves instantes— ... Si hay que pedir perdón entonces yo también debo hacerlo.
William se gira completamente para verla y al notar su rostro enrojecido da varios pasos hasta acercarse a ella.
—Yo te hice algo peor Katherine, por favor, no evadas mi responsabilidad.
—No lo hago, sé que nada justifica tu comportamiento aquel día, pero, si yo no te hubiese provocado, no actuabas de esa forma y yo también soy culpable.
William se acerca un poco más a ella, posa sus manos sobre las mejillas de Katherine pegando su frente a la suya.
—Dejemos de discutir ya, por favor —pide a modo de súplica—, olvidemos todo lo sucedido y comencemos de nuevo.
Cierra los ojos esperando la respuesta de ella, pero no emite palabra alguna. Él suspira cansado; y la suelta abatido ante su silencio.
—Te dejo para que te arregles. Te espero abajo para el desayuno, pienso que no tardarán mucho en llamarnos.
William abre la puerta de la habitación bajo la atenta mirada de Katherine quien se abraza a sí misma por un largo rato.
—¡William! —lo llama antes de salir corriendo hacia la puerta, pero cuando la abre, él ya no está.
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