Capítulo 53.

  Narrador omnisciente:

Sale el mensajero a caballo por el portón de hierro para entregar su encomienda. Al llegar a casa del destinatario, este lo recibe en la puerta en bata y pantuflas. Mira al hombre extrañado por la hora cuando le extiende el sobre.

—El duque de Edimburgo le envía esto Milord —el hombre abre el sobre en presencia del mensajero y frunce el ceño al leer el contenido de la carta.

—¡Este hombre se volvió loco! —espeta—. Espero tener una buena bonificación por el trabajo, pues me desvelaré para entregárselo mañana a primera hora.

El hombre despide al mensajero quien se desvía a otro destino para entregar la segunda carta que misteriosamente le fue entregada.

Uno de los vigilantes lo detiene en la puerta y este le da el sobre para que lo entregue a su destinatario. Apresurado golpea su caballo para que corra más rápido y llegar a tiempo a la mansión Ferguson para no levantar sospechas.

—Mensaje para usted Milord — dice el vigilante al hombre de barba y cabello canoso que está sentado en el sillón entretenido leyendo un libro.

El hombre abre el sobre, lee la carta y se levanta de golpe molesto arrugando la hoja con ambas manos. Con el rostro rojo por la rabia echa el sobre y la hoja a la chimenea, para no dejar pruebas de lo que acaba de leer.

—Que se prepare un carruaje para mañana temprano.

El vigilante asiente con la cabeza antes de retirarse y dejar solo al hombre frente a la chimenea perdiéndose observando cómo las llamas queman la evidencia.

»Está situación tiene que acabarse o terminará echando todo nuestro sacrificio por la borda —dice el hombre de cabello blanco irritado.

A la mañana siguiente, antes del amanecer, el hombre ya vestido con un traje pulcro de tres piezas, sombrero de copa y bastón, entra en el coche que lo llevará a la mansión Ferguson—Kensington.

Mientras el anciano va en camino, el primer hombre al que le fue entregado el sobre, está casi en la entrada de la casa de William y Katherine.

William está de pie desde antes del amanecer. Con las manos vendadas y envuelto en la bata del pijama, observa por la ventana de su habitación como el cielo se va aclarando a medida que el sol aparece.

Alguien toca a su puerta y entra ante la voz de William.

—Su café mi señor —dice Antoine dejando todo sobre la mesa de té.

William se acerca a la mesita y frunce el ceño de dolor cuando se hace con la taza humeante en su mano.

»Si quiere lo ayudo — William niega con la cabeza y con cuidado se lleva la taza a la boca para beberse el café—. Le traje un plato de fruta, pan y mermelada para su desayuno. Quita la tapa de la bandeja dejando todo a la vista, pero William lo aparta negándose a comer— Mi señor, desde ayer no prueba bocado, debería intentar comer algo.

Ante la insistencia de Antonie, William toma el cubierto y pincha de mala gana un trozo de fruta, llevándoselo a la boca ignorando el dolor de la herida en su labio y lo mastica con la boca abierta haciendo sonidos desagradables.

Antoine lo ignora pasando por alto el desagradable sonido que hace al masticar, pero cuando William comienza a comer de forma correcta se relaja, sabiendo que su señor lo necesitaba.

«Me alegro mucho que coma mi señor», piensa Antoine con una sonrisa en sus labios, viendo cómo se lleva un trozo de fruta a la boca.

Ivonne camina por el pasillo del ala este acomodándose el busto en el uniforme para verse más voluptuosa ante su patrón. Llega a la puerta y toca un par de veces antes de que Antoine le abra.

—Lord Davenport está aquí y quiere verlo Milord —dice en tono coqueto el cual William ignora.

—Dile que suba por favor —ordena y le lanza una sonrisa coqueta al ver la parte del pecho de William que no logra cubrir la bata.

Lord Davenport entra a la habitación de William sorprendiéndose al verle el rostro magullado. Lo saluda con una inclinación de cabeza al verle las manos vendadas. A pesar de la curiosidad que siente por preguntar, se abstiene para no entrar en detalles.

—Aquí está el documento que me pidió Milord —extiende un gran sobre encima de la mesa—. De más está decirle que trabajé en el documento casi toda la noche.

—Le recompensaré muy bien Davenport, no se preocupe —dice William recogiendo el sobre. Antoine lo abre y saca el documento entregándoselo a su patrón quien lee detenidamente párrafo a párrafo.

Satisfecho con lo escrito pide una pluma y estampa su firma sobre la hoja.

»Demás está decirle que espero total discreción ante esto... ¿Verdad Davenport? —la mirada inquisitiva que le da William hace que se remueva en su asiento.

—La duda me ofende Milord —suelta—. Sabe que soy muy discreto con mi trabajo.

—Eso espero Davenport.

William se levanta y abre un cajón de la cómoda sacando un pequeño saco con monedas que le entrega al hombre. Sonriente lord Davenport se despide de William y sale de la habitación rumbo a la salida.

»Lleva esto a la habitación de Katherine por favor —le entrega el sobre y Antoine lo recibe cabizbajo—. Haz que lo firme y lo traes de nuevo.

—Como diga mi señor.

Antoine se consigue con Ada en el camino quien va hacia el ala oeste a despertar a Katherine, mira con extrañeza al hombre que camina junto a ella.

—¿A dónde vas? —pregunta curiosa.

—Mi señor me ordenó que le entregase este documento a mi señora, Ada.

Ada mira con curiosidad el gran sobre y no puede evitar preguntar:

—¿Quién lo trajo?

—Lord Davenport, hace unos momentos —Ada lo mira sorprendida.

—Lord Davenport, ¿El abogado?

—Él mismo —confirma Antoine.

—¿Qué dice? —pregunta curiosa mientras intenta quitarle de la mano el sobre, pero este al ser más alto, solo alza la mano un poco evitando así que ella lo alcance.

Ella le gruñe y sigue su camino deteniéndose frente a la puerta de la habitación de Katherine.

»Espera aquí afuera, Antoine. La despertaré y luego dejaré que entres.

Antoine espera unos quince minutos, hasta que Ada lo hace entrar a la habitación.

—Mi señora, buenos días —saluda Antoine quien es retribuido con el saludo de vuelta. Extendiendo su brazo hacia Katherine le entrega el sobre—. Esto lo envía mi señor, espera que lo firme.

Extrañada, Katherine toma el sobre bajo las miradas de los dos sirvientes. Nerviosa, lo abre y saca el documento comenzando a leerlo.

Se levanta de golpe de donde estaba sentada golpeando con una rodilla un cajón de la comida haciendo que el perfume tambalee y caiga hacia un lado.

La mano de Antoine se mueve tomando en el aire el frasco acomodándolo de nuevo en su lugar.

Con manos temblorosas, se lleva el documento al pecho cuando las lágrimas amenazan con aparecer.

—Mi niña, ¿Que dice el documento? —pregunta Ada.

—¡Mi libertad, Ada! —dice Katherine emocionada cuando una lágrima rebelde se escapa de uno de sus ojos—. ¡Es la anulación de nuestro matrimonio!

Ada se lleva las manos a la boca sin poder creer lo que escuchan sus oídos. Antoine apesadumbrado baja la cabeza.

—Siga leyendo mi señora, por favor.

Katherine vuelve a sentarse frente a la cómoda y el aliento se le torna pesado al llegar a la mitad del documento.

—¡¿Qué significa esto, Antoine?! —dice con una mezcla de sentimientos— ¡¿Acaso William se ha vuelto loco?!

Bajo la mirada expectante de Ada y Antoine, Katherine sale de su habitación rumbo a la de William, cuando una voz familiar desde el inicio de las escaleras la saluda, dejando su cometido a medias cuando ella voltea a ver quien es.

—¡Abuelo! —alza la voz sorprendida. Baja las escaleras para encontrarse de frente con el anciano quien se retira de la cabeza el sombrero de copa.

—¿Qué son esas fachas? —pregunta lord Christian en tono burlón—. Una duquesa no debería andar por su casa en camisón y albornoz.

Apenada, Katherine se cubre un poco más con el albornoz.

—Lo siento, no me di cuenta que aún seguía en ropa de dormir —lord Christian sonríe y la risa hace que le brillen los ojos. Katherine lo nota y recuerda que a William le sucede lo mismo.

—¿Qué es eso que traes en las manos hija? —pregunta el anciano y el nerviosismo de Katherine la hace esconder el sobre a su espalda.

—N... Nada importante —miente y lord Christian aprieta disimuladamente el puño de su bastón.

—Entonces, si no es nada importante, puedo leerlo. ¿No es así? —lord Christian extiende la mano y Katherine instintivamente se echa para atrás.

—Creo que voy a cambiarme de ropa —Katherine sube las escaleras de nuevo, huyendo de la insistencia del abuelo de su esposo, encontrándose con Ada al final de los escalones.

Ada le abre los ojos para señalar el camino que debe seguir para que lord Christian no se dé cuenta que duermen en habitaciones separadas.

Nerviosa se adentra en el ala este de la casa, caminando por el pasillo hasta encontrarse frente a la puerta de la habitación de su esposo.

El corazón le late en la garganta cuando piensa una y mil veces si tomar el pomo de la puerta y abrirla de golpe, o tocar primero antes de entrar.

—Toma la perilla y abre la puerta —susurra Ada detrás de ella—lord Christian se acerca.

Katherine toma el pomo y lo gira abriendo la puerta encontrando a William envuelto en la bata de baño.

Traga grueso ante la imagen y recuerda lo sucedido hace dos días, queriendo dar marcha atrás, pero Ada la empuja hacia dentro.

—¡Tu abuelo está aquí! —dice y apenas termina de hablar, lord Christian aparece en el umbral de la puerta.

—¡¿Pero qué demonios te ha sucedido hijo?! —pregunta alarmado el anciano quien se acerca rápidamente a su nieto—¿Quien te hizo esto?

William se queda callado ante la sorpresa de tener a su abuelo en casa. Ante el silencio de su nieto, lord Christian observa a Katherine quien palidece al no saber qué decir.

—¿Y bien, es que nadie me va a decir que fue lo que te pasó? —pregunta con tono autoritario.

—Iba cabalgando y no se fijó en la rama de un árbol que estaba muy baja —miente Ada ante el silencio de ambos. Lord Christian la mira frunciendo el ceño sin creer su mentira.

—Estos no parecen golpes de una rama Ada —suelta molesto—. Estos son golpes... ¿Acaso ahora andas en peleas callejeras hijo?

—Fue una rama —miente William para proteger a Ada—, era casi de noche y no me fijé.

—Fingiré que les creo —suelta y se sienta en la mesita de té— ¿Ya desayunaron? —pregunta desinteresadamente—. ¿No ibas a cambiarte de ropa hija?

—Eh... Si claro —responde nerviosa, sin saber que hacer, ya que toda su ropa está del otro lado.

—Bueno no sería cortés ni de una dama, cambiarse de ropa delante de las visitas —increpa Ada—. Puedes ir a la habitación de huéspedes y te llevaré uno de tus vestidos que están listos en la lavandería.

Katherine asiente acercándose a la puerta aliviada de que Ada los haya sacado de apuros por segunda vez.

—¿Y porque no escoger uno de los tantos que puedes tener en el ropero? —pregunta lord Christian señalándolo.

—Es que... El que Ada traerá es mi favorito para este clima.

Katherine miente y la comisura de la boca de lord Christian se levanta.

«Buena jugada hija» —piensa—. «Sigue pensando que no se que ustedes duermen en habitaciones separadas».

Katherine sale junto a Ada hacia el ala oeste rápidamente para cambiarse y guardar el documento en un cajón de la cómoda.

—Ahora que estamos solos, me vas a decir la verdadera razón de los golpes que tienes —Espeta su abuelo.

Justo en ese momento tocan a la puerta y entra Simon.

»¡Ustedes dos me van explicando ya mismo, qué es lo que está sucediendo! —alza la voz y ambos se mantienen callados—. ¡¿Es que acaso les han cortado la lengua?! —espeta— ¡¿Fuiste tú quien golpeó a mi nieto Simon?!

El moreno lo ve sorprendido.

»Por qué de otra manera no me explico que William esté así de lastimado, sabiendo lo excelente peleador que es.

—¡Me lo merecía! —espeta William viéndose descubierto—, ¡Cada golpe recibido, me lo merecí! —confiesa con el cuerpo tenso.

Lord Christian asiente a la cara de su nieto quien aún se mantiene en pie en el mismo sitio donde lo encontró Katherine.

—Ahora explícame que es ese sobre que tu esposa llevaba entre las manos —suelta lord Christian y William observa a Simon quien levanta los hombros al no saber de lo que está hablando.

William respira profundo, llenando sus pulmones de aire y sin darle más largas al asunto confiesa.

—Ese documento, es la anulación de nuestro matrimonio —su abuelo se levanta de la mesa molesto y golpea la planta de sus manos sobre ella.

—¡No! —grita furioso—, ¡No vas a anular nada!

—Nuestro matrimonio no se ha consumado y después de la bajeza que cometí, no merece quedarse en esta casa.

—¡Escúchame bien William! —la firmeza en su voz hace que los cuerpos de Simon y William se tensen. Jamás habían visto al abuelo de este modo—, ¡No vas a echar por la borda el trabajo de tantos años!, ¡Tu padre y yo hemos dejado el corazón para poder mantener el ducado en nuestra familia.

Mientras lord Christian habla, Katherine ya está completamente vestida y cerca de la puerta de la habitación de William. Desde el pasillo logra escuchar la conversación que se forma adentro.

—¡No la voy a retener en contra de su voluntad! —espeta molesto William—, ¡Me porté como un ser vil, una basura!, ¡Ni siquiera puedo verla a los ojos sin que la vergüenza me carcoma!

William habla con la voz entrecortada, mientras Simon se acerca a su amigo.

—Ella no va a querer quedarse luego de lo que sucedió —dice Simon calmado.

—¡No se va a ir! —espeta el abuelo, mientras que Katherine los escucha desde el pasillo—, ¡Serás el duque de Edimburgo y ella tú duquesa!, ¡La amas como ella a ti y no habrá ninguna anulación!

—¡Ella no me ama! —grita William cansado—, ¡¿Cómo puede amarme cuando estuve a punto de forzarla?! —la voz se le quiebra mientras su abuelo se mantiene firme— ¡Lo arruiné todo por unos celos estúpidos!

Katherine se lleva las manos a la boca para que no escuchen sus sollozos.

—Ella te ama hijo —la voz del abuelo también se quiebra—. Solo debes pedirle perdón y te perdonará.

—Ya lo hice y no sucedió. No sabes como me arrepiento de ese maldito día —William le da la espalda a su abuelo—. No sabes las veces que he escuchado sus gritos en mi cabeza.

Simon está paralizado y en silencio entre los dos.

»La anulación se hará abuelo, ella merece ser feliz con alguien que sepa valorarla y respetarla, como yo no supe hacerlo —la voz arrepentida de William se clava en el pecho de Katherine quien no ha dejado de llorar.

—No habrá anulación hijo, no le cederás el camino a lord Chapman, si se entera, nada podrá impedir que la reclame.

—Eso no pasará, en el documento que le entregué está estipulado, que debe permanecer aquí hasta que el ducado me sea entregado.

—¿Y cuando te pidan hijos?, ¿Qué vas a hacer?

—Para ese entonces, la anulación ya habrá sido aceptada y ella podrá hacer de nuevo su vida.

— ¡Y el título te será arrebatado para dárselo a Vincent! —espeta furioso—, ¡Todo el trabajo de tu padre se irá a la basura! —el anciano da un paso atrás y cae de golpe sobre la silla con la mano sobre su pecho.

—¡Abuelooo! —grita William asustado.

Corre a los pies de su abuelo, quien respira agitadamente. William comienza a desabotonarle la camisa y desatar su corbata.

Katherine entra apresurada y se impresiona al ver al anciano con los ojos cerrados y el desespero de William por ayudarlo.

—¡Creo que es mejor mandar por el médico! —dice Katherine asustada.

—¡Simon, envía a Antoine!, ¡Rápido! —ordena William entre gritos preocupado por la salud de su abuelo—. Llevémoslo a mi cama —le pide a Katherine quien asiente ayudando a su esposo a acostar a su abuelo.

—¡Tus manos! —dice Katherine cuando nota la sangre que humedece las vendas.

—No importa —dice sin mirarla a la cara—. Él está primero.

Mientras esperan al médico, la respiración de lord Christian se va ralentizando, llegando a un punto de normalidad, aunque aún permanece con los ojos cerrados.

—Esto es mi culpa —dice William sintiéndose culpable—. No debí enfrentarlo.

Katherine se mantiene en silencio tomando la mano de lord Christian del otro lado de la cama. William se levanta y se para frente al ventanal a la espera del médico. Luego de una hora el galeno al fin llega.

—Por aquí —dice Antoine dejándolo entrar en la habitación.

El galeno revisa minuciosamente a lord Christian, bajo la atenta mirada de William y Katherine.

—Fue solo una subida de presión Milord —indica el hombre de ciencia, tranquilizandolos—. Debe guardar reposo al menos por hoy.

William asiente e indica a Antoine que lo acompañe a la entrada, pero el galeno se detiene y le pide que le muestre sus manos al ver las manchas de sangre sobre el vendaje.

A regañadientes se las muestra apenas salen de la habitación, evitando que su esposa las vea y se internan en una pequeña sala. El médico le realiza el curetaje en completo silencio. William le agradece la atención con un simple gesto con la cabeza.

—No se lo que le sucedió a usted Milord y tampoco me interesa, pero conocí a su padre y conozco a su abuelo de hace años, puede confiar plenamente en que guardaré silencio —responde el médico dejándolo atónito.

—Muchas gracias doctor.

El médico guarda sus implementos y es acompañado por Antoine hasta su caballo.

—Estaré al pendiente, manden a llamarme cuando me necesiten.

Antoine asiente y golpea la parte trasera del caballo haciéndolo andar.

Katherine no se despega del lado de lord Christian al igual que William. Ambos permanecen en total silencio apartados el uno del otro, mientras esperan que el anciano abra los ojos. Poco a poco el hombre va volviendo en sí y su nieto se acerca a la cama desesperado.

—Abuelo... ¿Te encuentras bien? —pregunta preocupado.

Lord Christian lo mira y nota lo culpable que se siente su nieto, tomando su mano le sonríe.

—No tomé mi medicina antes de salir de casa, hijo.

—¿Y eres tú quien me llama inconsciente a mi? —el tono de burla de William lo hace sonreír y Katherine disimula la sonrisa al otro lado de la cama.

—Voy a pedir que te preparen algo ligero para el almuerzo abuelo —dice Katherine al levantarse de la cama.

Katherine sale de la habitación de William dejándolo con su abuelo quien adopta la pose sería frente a su nieto.

—Hijo, necesito que hables con ella y entren en razón ambos —dice—, ella debe estar aquí y tú la necesitas.

—¿Cómo supiste lo que pasa en mi casa abuelo —pregunta sin alterarse—. ¿Ada, el chismoso de Antoine, acaso?

—Eso no importa hijo... Lo que importa es que ambos se aman y están tirando todo a la basura por su orgullo y necedades.

—Lo que hice no fue ninguna necedad abuelo. Fui un bruto.

—¿Terminaste lo que empezaste? —pregunta el anciano, dejando atónito a su nieto, que después de unos breves segundos, responde la interrogante de su abuelo.

—No porque no quisiera —se confiesa—. Mi cuerpo lo pedía a gritos, pero mi cerebro, —se levanta de golpe de la cama— me detuvo justo antes de que ella gritara.

William se lleva las manos a los oídos para cubrirse al recordar el desgarrador alarido.

—Ves, no eres un monstruo, entraste en razón justo a tiempo y eso es lo que importa.

—Como sea —responde—. Debo ir a supervisar las mejoras de las casas de los empleados. ¿Puedes quedarte solo?

—Estoy seguro que tu esposa no me dejará en todo el día de hoy... Agradece que estoy aquí, así evito que se vaya.

William suspiró cansinamente dejando a su abuelo solo para cambiarse e ir hacia los terrenos de la casa.

Mientras Katherine se ocupa en la cocina, Ivonne está encerrada con Brunell en la casa del capataz.

—¡Te he dicho que tiene sus pertenencias recogidas! —le dice al hombre emocionada—, avisaron que tuvieran un coche listo en la puerta, no tardará mucho en irse.

—Entonces, esto lo debe saber el patrón de inmediato —habla el hombre colocándose la camisa. Esta noche me escaparé y le daré la noticia.

—¡Tendré al patrón solo para mi cuando ella se vaya! —dice emocionada— Pobre, necesitará consuelo y ¿Quien soy yo para negárselo?

Brunell se acerca a la mujer que yace desnuda sobre su cama y la toma con fuerza de la quijada.

—¡Ni se te ocurra meterte bajo las sábanas de ese niño rico! —advierte haciendo presión en su agarre—. Primero lo mato antes de que toque lo que es mío.

La suelta e instintivamente ella lleva sus manos a ambos lados de su cara para calmar el dolor del apretón.

—¡Eres un bruto! —reclama— Tu te llevas el pago del conde, mientras yo, ¿Que recibo? —suelta irritada.

—¡Te doy todo lo que quieres!

—¡El buen sexo no me basta! —espeta— ¡Quiero lo ella tiene!. Lujos, atenciones, quiero un título nobiliario... Eso no me lo puedes dar tú.

—¿Quieres lujos?, ¿Una casa grande como esa? —pregunta Brunell y ella asiente—. La tendrás, cuando mate al niño rico, iré por su abuelo y su madre y nos apoderaremos de todo lo que tiene —una enorme sonrisa se dibuja en el rostro de Ivonne—. Tendrás sirvientes a tus pies, pero debes controlar tus deseos, porque lo echarás todo a perder.

—Lo quiero solo una noche —pide—. Una sola para saber qué se siente follar con alguien como él.

—Nada puede compararse a hacerlo conmigo —se yergue ante ella.

—Tu eres toda una bestia en la cama cariño —dice llevando la mano a la entrepierna de su amante, quien inclina su cuerpo sobre ella—. Nadie se compara a ti, pero deja que cumpla mi capricho, solo una noche... Anda compláceme.

—Si es así, puede ser antes de que lo mande al infierno.

«Y antes de entregarle la doncellez de la princesita a lord Chapman, la tomaré para mí».

————————————

A la hora del almuerzo, Katherine entra a la habitación de William con una bandeja en la mano, sorprendida de ver al duque de Edimburgo de pie frente al ventana, se apresura a dejar la bandeja sobre la mesita de té.

—¡¿Que haces abuelo?!, ¡Deberías de estar en la cama! —lo reprende intentando llevarlo de nuevo a acostarlo.

—Estoy cansado de estar ahí —señala la cama como si fuera un niño pequeño, llenando de ternura a Katherine.

—Siéntate, mientras el almuerzo está caliente —ordena y el anciano se sienta a la mesa.

Katherine retira la tapa que cubre el plato y un aroma delicioso cubre el aire dentro de la habitación.

—Huele delicioso —dice el hombre tomando la servilleta que coloca sobre su regazo— ¿Lo hiciste tú? —Katherine asiente un poco apenada.

—Casi todo, recibí ayuda de la cocinera y de Ada en algunas cosas.

—Debe estar delicioso entonces —toma el cubierto lleno de comida y se lo lleva a la boca probando un bocado — ¡Delicioso!

Katherine se sonroja a su lado y el duque la invita a sentarse junto a él.

—¿Ya comiste? —pregunta el hombre y ella niega.

—Comeré con Ada en un rato —dice y lord Christian suelta el cubierto bajo la mirada extrañada del anciano.

Se acerca al dosel de la cama y tira de la cuerda que está a un lado. Minutos después aparece Antoine en la habitación.

—¿Me llamo Milord?

—¿Mi nieto ya llegó?

—Si, Milord, acaba de llegar.

—Que suban dos platos del almuerzo aquí y dile a mi nieto que suba, hoy quiero comer con él y su esposa —Antoine se retira y lord Christian vuelve a colocar la tapa sobre el plato para que no se enfríe.

Katherine permanece en silencio con un revoltijo de sensaciones en su estómago, cuando aparecen Antoine con el carrito de la comida y William en la habitación. El anciano le pide a su nieto que se siente al lado de su esposa y este nervioso lo hace.

—Prueba la comida, hijo —pide el abuelo al ver que no ha probado bocado.

—No tengo apetito.

—Oh, lo tendrás créeme —dice el abuelo.

William toma la servilleta, la coloca sobre su regazo, toma el cubierto lleno de comida y lo lleva a su boca.

—Está bueno —dice tomando otro poco.

—¿Bueno? —pregunta lord Christian— ¡Está delicioso! No sabía que mi nieta tuviera cualidades para la cocina.

Katherine baja la cabeza sonrojada ante la confesión del duque delante de su nieto, quien voltea a verla por unos segundos y luego vuelve la vista al plato.

—¿Tú lo cocinaste? —le pregunta y ella contesta:

—No lo hice sola, la cocinera y Ada me ayudaron.

—Está delicioso.

El rubor se acentúa en su rostro y el duque disimula la sonrisa que se dibuja en su rostro.

—Me quedaré esta noche hijos —suelta el anciano haciendo que William y Katherine detengan sus movimientos—. Lamento haberme apoderado de su habitación matrimonial, pero puedo dormir en la de huéspedes.

—Puedes quedarte aquí abuelo —responde William—. Katherine y yo, podemos ir a la de huéspedes.

Katherine asiente con la cabeza, dándose cuenta que ninguno de los dos sabe que ella los escuchó en la mañana.

—Le diré a Ada que me ayude a mudar algunas cosas a la otra habitación —miente.

Katherine regresa a su habitación en compañía de Ada al atardecer después de pasar casi toda la tarde con lord Christian quien no la soltó.

—No podré irme hasta que el abuelo se marche —dice frustrada.

—¿Sigues queriendo irte mi niña?

—¡No lo sé Ada! —dice resignada—, debería irme y no saber más nada de William por lo que intentó hacerme, es la oportunidad que tengo para salir de esta jaula de oro donde me tiene, pero no voy a aceptar firmar ese documento.

—¿Por qué no? —pregunta confundida.

—Porque no es verdad lo que dice —Katherine camina hacia la cómoda, abre el cajón y saca el sobre entregándolo a Ada para que lo lea.

Ada abre los ojos sorprendida.

—¡Pero es que acaso se volvió loco! —alza la voz— ¡Nadie creerá esto!, ¡Nadie puede testificar sobre esto Katherine!

—Lo sé y más sabiendo que hace poco estuvimos con mi familia en casa del abuelo y todos me vieron.

—Tienes que hablar con él —suplica—, tiene que cambiar de parecer.

—Lo haré esta misma noche, cuando el abuelo ya esté dormido.

——————————-

La noche llega y las luces ya se encuentran apagadas cuando Katherine decide ir al ala este hasta la habitación de huéspedes donde se está quedando William.

Da dos toques en la puerta antes de que él, del otro lado le dé permiso para que entre. Con documento en mano decide enfrentarlo.

—No firmaré esto William —dice tajante extendiendo el documento hacia el cuerpo de su esposo, quien está cerca de la ventana envuelto en el albornoz.

—¿No era lo que tanto querías? —pregunta él secamente sin mirarla.

—Si, pero no de esta manera, aquí te echas toda la culpa William, quedas como un verdadero monstruo.

—¡Es lo que soy!

—¡Nunca me golpeaste! —alza la voz— ¡No voy a permitir que quedes como un desalmado maltratador. Jamás me golpeaste y nunca hiciste ni la mitad de cosas que aquí alegas!

—¿Nunca te maltraté Katherine? —dice apretando los puños con la mirada fija en el cristal del ventanal—, eso no es lo que recuerdo de hace dos días.

—No voy a firmar esto —lo corta—, redacta otro donde se diga que tenemos desavenencias conyugales y que soy yo quien se niega a consumar el matrimonio porque sigo sintiendo el llamado de la iglesia, así lord Chapman no podrá hacerme daño.

—Lo intentará hasta conseguirlo.

—Me quedaré aquí, hasta que te den el título al fin, luego de eso puedo irme lejos donde ni él pueda encontrarme.

—No te alejarás de tu familia por mi culpa.

—Puedo mantenerme en contacto con ellos siempre que pueda —su voz suena firme, mientras que el corazón de William se hace pedazos al saber que ella lo odia.

—Está bien, será como tú digas entonces —dice resignado—. Hablaré con lord Davenport para que redacte un nuevo documento bajo tus términos y lo firmaremos. Vivirás aquí hasta que tenga el título en mis manos y para que estés totalmente segura, te prometo que jamás. Escúchalo bien, jamás te pondré un dedo encima en contra de tu voluntad.

El corazón de Katherine se aprieta en su pecho lleno de tristeza.

—Yo te prometo que ante todos seré la mejor esposa para ti, nadie tendrá dudas de que somos una feliz pareja, hasta que la anulación salga.

William tensa los hombros ante las palabras de su esposa.

—¿Algo más que quieras decirme? —pregunta secamente y el desespero comienza a notarse en su cuerpo.

—No puedo perdonarte William —suelta y los hombros de William caen de golpe—, no por ahora.

Katherine sale de la habitación de William cerrando suavemente la puerta y este cae de golpe sobre la cama agarrándose el cabello lleno de frustración.

—¡Lo sabía!

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