Capítulo 52.

*ADVERTENCIA*.

   Capítulo no apto para sensibles.

Narrador omnisciente:

William la tiene bajo su dominio dejando que caiga todo el peso de su cuerpo sobre el de ella evitando a toda costa que se mueva. Muy asustada intenta zafarse del agarre que tiene de sus muñecas sobre su cabeza, pero los intentos de escapar son inútiles, su esposo es más fuerte y lleno de rabia no se da cuenta del vil acto que está a punto de cometer. Con una mano él logra tomar las capas de su vestido y subirlas rozando sus muslos con su tacto, mientras Katherine continúa gritando llena de miedo.

—¡Por favor!, ¡Por favor, no me lastimes! —suplica con la cara llena de lágrimas aterrada.

—¡¿No era esto lo que querías?! —grita antes de llevar sus labios un poco más abajo sobre el pecho de Katherine.

Ada sigue gritando detrás de la puerta hasta que aparece Antoine a su lado quien no entiende lo que sucede.

—¡Ayúdame a abrir la puerta! —le pide Ada a Antoine, pero la madera no se mueve.

—¡Las llaves! —ordena—¡Antoine busca las llaves!

El ayudante de William corre escaleras abajo desesperado hasta la cocina buscando entre los cajones el manojo de llaves de toda la casa que Ada guarda.

Abriendo el cajón lo encuentra y sale a toda carrera hasta las escaleras donde con los nervios deja caer el manojo de llaves y cuando va a recogerlo lo patea dejándolo caer tres peldaños más abajo.

—¡Maldición! —dice desesperado haciéndose de nuevo con el juego de llaves.

Los gritos de Ada comienzan a escucharse por todo el pasillo y las miradas curiosas del par de empleadas que estaban a punto de subir a realizar la limpieza son detenidas inteligentemente por Antoine.

—¡Hoy no hay limpieza dentro de la casa! —ordena mientras sube los escalones— ¡Todos a hacer trabajos en el jardín!

Antoine desaparece corriendo hacia el pasillo lleno de habitaciones del ala este, bajo la mirada estupefacta de la servidumbre quienes sin entender nada se van a la cocina y salen de la casa, bajo la orden emitida por el ayudante del dueño.

Antoine llega con las llaves y las entrega en las manos temblorosas de Ada quien apresurada comienza a probar llave por llave sin saber que mientras ella intenta desesperadamente abrir la puerta y evitar lo que está apunto de suceder, William está a centímetros de alcanzar con su tacto el sexo de su esposa.

Katherine se paraliza unos breves instantes al sentir la mano de su esposo a centímetros de su entrepierna y palidece en el acto, comienza a retorcerse con más ímpetu debajo de él, pero su lucha es en vano.

Afuera, Ada deja caer las llaves al suelo y mientras se agacha a recogerlas le da una orden a Antonie:

—¡Ve por Simon!, ¡Corre!

Antonie sale a toda carrera bajando los escalones de dos y hasta de tres en tres para alcanzar más rápido la puerta principal por la que sale rumbo a las caballerizas en búsqueda de Simon quien está cepillando la crin de su corcel.

Al mismo tiempo que Antonie llega al establo sin aliento al pie de Simon, comienza a contarle lo que sucede en la casa y ambos salen rápidamente rumbo a la mansión para que el moreno logre evitar la locura que está apunto de cometer su amigo..

—¡Nooooooo! —grita Katherine desgarrando su garganta cuando William logra hacerse de la ropa interior de su esposa.

El alarido que escucha Ada tras la puerta la deja estática en su sitio sin poder mover un solo músculo de su cuerpo. Tomando una bocanada de aliento para hacerse del valor suficiente, logra encontrar la llave de la habitación de William y cuando la intenta girar, el cuerpo a medio vestir de este la sorprende.

El rostro pálido, el pecho descubierto con la camisa a medio poner y el rostro desencajado de William no logra evitar que Ada lo detenga por el brazo para reclamarle.

—¡¿Qué le hiciste William?! —le grita mientras él lentamente se deshace del agarre de Ada bajo sus reclamos y llega tambaleante ante las escaleras que comienza a bajar agarrado del barandal para no caer.

Sin fuerzas en sus rodillas logra llegar a su despacho donde se encierra y sin más se desliza por la puerta cayendo sentado al suelo cubriéndose el rostro con sus manos ante la vergüenza de lo que acaba de hacer.

—¡¿Dios mío qué he hecho?!

———————

Ada entra a la habitación y encuentra a Katherine medio desnuda en el medio de la cama cubriéndose con una de las sábanas y con lágrimas bañándole el rostro.

La pequeña mancha de sangre sobre la sábana que aprieta Katherine entre sus manos la hace detenerse en seco.

—¡¿Dime que no lo hizo?! —pide a Katherine quien no emite ningún sonido que no sea el de sus sollozos y con la mirada fija hacia la pared que tiene enfrente. Se acerca cautelosa a ella con mucho cuidado para quitarle la sábana de encima, pero no se deja — Por favor, dime que mi niño no te hizo daño.

Katherine desvía la mirada hacia Ada y ella al notar el dolor en sus ojos se va contra ella para abrazarla.

Ada con cuidado la saca de la cama aún con la sábana entre las manos y con cautela la lleva hasta su habitación, la sienta sobre la cama, mientras ella corre al cuarto de baño a prepararle la tina para que se asee.

Delicadamente y sin ninguna queja de Katherine la ayuda a quitarse el resto de la ropa después de llenar la tina.

Le insiste en que entre al agua tibia y ella obedece tomando la esponja de baño a la que le esparce un poco de jabón y comienza a frotarse con fuerza el cuerpo mientras llora.

El corazón de Ada se hace añicos al solo verla tan destrozada y el recuerdo de aquel dulce niño que vio crecer, comienza a desvanecerse. Nunca creyó que fuera capaz de tal atrocidad. La mancha de sangre sobre la sábana daba indicios reales de lo que había sucedido.

Mientras Katherine se limpia el cuerpo, William vive su propio infierno encerrado en su despacho, sentado en el suelo, con la espalda pegada a la puerta y con las manos cubriéndose la cara por sentirse culpable.

El grito desgarrador de Katherine resuena en su cabeza y automáticamente se cubre los oídos con las manos para evitar seguir escuchándolo.

Aprieta los ojos con fuerza desesperado y la imagen de los de ella llenos de pavor lo hacen levantarse del suelo e irse contra el escritorio.

—¡Soy un maldito! —grita— ¡No merezco vivir!, ¡No merezco vivir!, ¡No merezco..! —se repite una y otra vez lanzando todo lo que tiene frente a él agarrándose el cabello mientras se sienta detrás del escritorio con los codos apoyados sobre la madera.

La voz de Simon afuera lo pone alerta y rápidamente se levanta de su asiento, arrastrando cómo puede el pesado escritorio de roble para llevarlo contra la puerta y así evitar que cualquier persona entre, pero su amigo es más rápido y alcanza a entrar.

—¡¿Qué hiciste William?! —Le grita agarrándolo de la camisa que aún mantiene abierta— ¡¿Es que acaso te volviste loco?!

Los ojos de William se clavan en los de su amigo desde la infancia y la culpa se dibuja en su rostro. Desesperado toma la camisa de Simon y le suplica:

—¡Golpéame! —Simon lo mira como si su hermano hubiese perdido la razón— ¡Golpéame Simon! —ruega cuando las lágrimas comienzan a formarse en sus ojos—, ¡Soy un maldito monstruo! ¡Mátameeee!

Simon intenta abrazarlo lleno de dolor por su mejor amigo, pero este se aparta y le lanza un golpe sin llegar a alcanzarlo.

—¡¿Te has vuelto loco?! —espeta Simon.

—¡Golpéame! —vuelve a lanzar otro golpe— ¡Mátame a golpes, porque ya no quiero vivir!

William solloza y vuelve a pedir desesperado a su amigo que lo golpee y sabiendo que no se va a detener, Simon lo golpea abriéndole la herida del labio de nuevo.

—¡Golpéame otra vez! —Vuelve a lanzarle otro golpe marcándole el pómulo— ¡Otra vez, maldita sea! ¡Me merezco todos los golpes!

Le asienta otro y otro más en las costillas que lo dobla. Simon intenta ayudarlo, pero William extiende el brazo para detenerlo.

—¡Sigue golpeándome! —las lágrimas llegan a los ojos de Simon quien le vuelve a dar otro golpe tirándolo al suelo.

William se queda allí llorando como si fuera un niño pequeño que acaba de perder lo más preciado de su vida.

Simon se va contra su amigo y lo abraza mientras este no deja de repetir que es un maldito que no merece vivir.

Katherine se sienta en su cama con la mirada perdida envuelta en el albornoz que Ada le extendió al salir de la tina. La pequeña mancha de sangre sobre ella la alerta y la revisa.

—Se abrió la herida de tu mano. Voy por el antiséptico.

Ada sale de la habitación de Katherine dejándola sola. Las lágrimas vuelven a formarse en sus ojos y los cierra dejándolas caer por sus mejillas. La imagen de William sobre ella aparece en su cabeza haciéndola estremecer.

Ada regresa con el antiséptico y le hace el curetaje de nuevo volviéndola a vendar. Fijando sus ojos sobre el rostro de Katherine, hace la pregunta que tanto teme hacer.

—Mi niña, William... —toma aire— ... ¿Te forzó? —cierra los ojos con la esperanza de que la respuesta sea contraria a lo que espera, pero Katherine no responde, sólo se acuesta y se hace un ovillo sobre la cama.

—Quiero dormir Ada —es lo único que dice y ella la cubre con el cubrecamas.

—Mi niña no deberías... —la oración de Ada queda a medias cuando Katherine la interrumpe.

—Quiero dormir Ada —pide Katherine cubriéndose hasta el cuello—. Por favor déjame sola —Ada cede preocupada ante sus palabras, besa su frente y la deja sola para que duerma.

Mientras que Ada deja sola a Katherine en el despacho de William, Simon sigue acompañando a su amigo mientras este continúa maldiciendose a sí mismo.

—Te traeré algo para que te tranquilices y podamos hablar —dice Simon apenas se levanta del suelo donde permanece William todavía.

Apenas Simon sale del despacho, William se levanta adolorido del suelo, se acerca a la puerta cerrándola con llave, para luego romperla dentro del cerrojo, arrastra el pesado escritorio y lo pone contra la puerta.

Las piernas le tiemblan no pudiendo permanecer de pie, vuleve a caer al suelo con las manos sobre la cabeza mientras apoya los codos sobre sus rodillas.

—¡Soy un asco!, ¡Soy un maldito asco! —comienza a reclamarse recordando lo sucedido horas atrás— ¡Me doy asco a mí mismo!

Grita desesperado levantándose apoyándose del escritorio. Se acerca a la licorera y toma la primera botella descorchandola y llevándola a su boca, dándole el largo trago que le quema la garganta. El alcohol le sabe amargo, la culpa y la vergüenza le corroen por las venas y se da otro trago acabando con el contenido del envase de vidrio y lo estrella contra la pared.

—¡Eres una basura! —se grita a sí mismo tras observar su reflejo magullado y con sangre seca en la puerta de cristal que protege el librero.

Toma un vaso de la licorera y lo estrella contra el cristal que se rompe y se hace añicos cuando cae al suelo.

—¡Desaparece maldito! —grita lleno de furia y aborrecimiento contra él mismo— ¡No merezco ser llamado caballero! —se va contra el librero y destroza todo a su paso lleno de ira—, ¡No soy un hombre, soy un asco! ¡Me aborrezco a mi mismo! —sigue gritando lanzando cosas al suelo y cortándose las manos contra el resto de los vidrios— ¡Merezco la muerte!

Simon grita del otro lado de la puerta desesperado para que William le abra, pero este se niega y corre las cortinas para cubrirse en un absoluta oscuridad.

—¡William abre la puerta! —pide su amigo golpeando la madera— ¡Hablemos hermano!

—¡Vete Simon! —grita William— ¡No merezco que me llames así!, ¡Váyanse todos y déjenme solo!

—Antoine ve por la llave —ordena el hombre moreno y este sale en busca de Ada quien tiene el manojo.

Mientras van por las llaves, William se acerca de nuevo a la licorera tomando otra botella bebiéndose todo el contenido casi sin tomar aliento. Vuelve a estrellarla, pero esta vez contra el suelo.

Ada llega con el manojo de llaves introduciendo una a una en la hendidura, pero por más que prueba ninguna abre la puerta que da acceso a su niño.

Preocupada toca y lo llama varias veces, pero no recibe mayor respuesta que la botella que se estrella contra la madera que la hace sobresaltar del otro lado.

—¡Simon hay que hacer algo! —habla con profundo desespero.

—Dejemos que se calme, en estos momentos no podemos hacer nada.

—¡¿Y si atente contra su vida?! —pregunta preocupada a lo que Simon le responde.

—Si ese fuera el caso, ya lo hubiese hecho Ada, lo sabes.

—Hay que decírselo al duque y a su madre —dice resignada, pero Simon se niega.

—Esto no saldrá de estas paredes Ada, no alarmemos a los demás —dice tratando de mantener la calma—. Saquen a todos los empleados de la casa, que nadie se quede aquí esta noche.

Ada llora desconsolada y vuelve al ala oeste para revisar que Katherine esté dormida, pero al verla cubierta de pies a cabeza decide dejarla tranquila, entra silenciosamente al cuarto de baño, recoge la ropa y la sábana de la cama de William y sale de la habitación con el corazón en la garganta, entra a la de William acercándose a la cama con manos temblorosas retira las sábanas esperando ver más manchas de carmín por el abuso de William, pero no hay nada.

Un hilo de esperanza recorre su cuerpo cuando recuerda que al ayudar a Katherine a quitarse la ropa no vio ninguna muestra de violencia física en ella.

—¡Dios mío!

Recoge todo y tiende la cama con ropa limpia, lleva la sábana manchada al cuarto de baño enjuagando con agua y jabón la prenda, para eliminar el indicio de lo que haya sucedido y no dar de que hablar a las mujeres de la lavandería.

Ada con una sola orden manda a todos los empleados fuera de la casa dejándolos apartados de todo lo que sucede en la casa de su patrón.

La oscuridad llega y Simon decide pasar la noche frente a la puerta del despacho y con la ayuda de Antoine, logra acomodar un colchón en el pasillo.

William cae en la inconsciencia después de la tercera botella y las pesadillas de lo acontecido lo hacen estremecer en el suelo frío del despacho:

"Sueña viéndose sobre Katherine presionando su cuerpo contra el de ella, rompiéndole la ropa interior y con su cara enterrada en la curva de su cuello —los ojos cerrados de William se mueven de un lado a otro con desesperación.

Teniendo su mano a milímetros de tocar su sexo, el grito desgarrador de ella lo hace alzar la cara y al ver el pavor que desprendían sus ojos lo hizo entrar en razón —inconscientemente William aprieta los puños.

Aterrorizado suelta el agarre que mantenía sobre ella mientras un escalofrío helado le recorre el cuerpo haciéndolo consciente de lo que estaba apunto de hacer, apenas William afloja el agarre, Katherine logra apartarlo apretandose contra el espaldar de la cama y cubriéndose con la sábana.

William con el cuerpo tembloroso y con náuseas se aparta de la cama, toma su camisa, se la pone y con los ojos abiertos llenos de horror extiende el brazo al aire.

—Perdóname... Perdóname —son las palabras que repite él hasta llegar tambaleándose a la puerta —una lágrima solitaria desciende por la sien de William, quien dormido revive todo lo acontecido— y desaparece tras ella".

Un grito desgarrador de Katherine en su pesadilla, hace que se despierte de golpe sobresaltado y con el corazón latiendo en la garganta, se levanta tambaleante y toma otra botella. El líquido oscuro quema su garganta, pero es lo que menos le importa cuando lo que quiere es apartar el intenso grito de desesperación que aún retumba en sus oídos.

La mañana siguiente llega mientras que William aún permanece en la total oscuridad del despacho aborreciéndose de sí mismo. Ada llega a la habitación de Katherine con la bandeja del desayuno.

Entra después de tocar y no obtener respuesta de ella y la ve aún dormida. Con pesar se acerca a ella, descubriéndola un poco y nota en su brazo un moretón del agarre de William. Traga con dificultad cuando Katherine se remueve sobre el colchón y se sobresalta al verla tan cerca.

—Tranquila, soy yo. Te traje de comer —dice con la voz suave.

Katherine se acomoda sobre la cama descansando la espalda en el espaldar, las bolsas oscuras debajo de sus ojos son el indicio de que ha pasado una mala noche, como la que ha pasado William en el despacho.

—No tengo apetito Ada, puedes llevártelo.

Katherine se levanta de la cama y camina hacia el cuarto de baño para hacer sus necesidades, mientras Ada sigue esperándola, no puede seguir con la angustia atascada en el pecho.

Katherine sale envuelta en el albornoz de su bata de dormir y frunce el ceño al verla aún esperándola.

—Mi niña, necesito saber lo que sucedió —Katherine traga saliva—. No voy a poder vivir con esta incertidumbre que me está matando.

Los ojos de Ada se llenan de lágrimas al igual que los de Katherine al recordar el infierno vivido el día de ayer.

—Dime si te forzó... Te lo suplico.

Las lágrimas recorren las mejillas de Katherine apenas cierra los ojos recordando lo acontecido.

—No, no me forzó Ada... Se detuvo antes de hacerlo — Ada suelta un suspiro aliviada del peso que carga desde ayer ante la respuesta de Katherine—, pero no quiero volver a verlo en mí vida —Ada se queda helada en su sitio ante sus palabras y asiente con pesar—. Necesito que me ayudes a guardar mis cosas, me voy hoy mismo de esta casa.

—Mi niña —dice Ada para después abrazarla.

Ada va por Antoine para que la ayude con los baúles para ayudar a Katherine a guardar sus pertenencias y luego le ordena que tengan un coche listo en la puerta para ella.

Simon preocupado por no escuchar ningún ruido detrás de la puerta del despacho, toca varias veces llamando a su amigo, pero este no le contesta, William yace ebrio en el suelo estremeciéndose con las pesadillas que ahogan su mente.

Simon sube a ver a Katherine quien tiene un vestido en su mano para guardarlo en el baúl.

Simon se acerca a la habitación de Katherine, al ver los baúles y su ropa sobre la cama pregunta:

—¿Podemos hablar unos minutos? —pide y a pesar de que ella se niega, él insiste hasta que acepta—. Salgamos de aquí, no es de buen ver que estemos aquí aunque estemos en compañía.

Katherine acepta salir de la habitación y baja a la sala junto a Simon quien se ve cansado por la larga noche que pasó. El moreno invita a la dama a sentarse y él toma asiento en el sillón de enfrente.

—Se que no es de mi incumbencia y que puede que se puede tomar a mal lo que voy a preguntarte Katherine —habla Simon—, pero necesito saber ¿Que pasó?

Katherine se remueve inquieta en su asiento mientras se frota las manos sobre su regazo en la tela de su vestido.

»Por favor, necesito saberlo, mi amigo ayer estaba destrozado, fuera de sí —la voz se le entrecorta—, necesito saber qué sucedió para poder ayudarlo... Me suplicó que lo golpeara Katherine.

Los ojos de Katherine se abren sorprendida por las palabras de Simon y con titubeos pregunta:

—¿Y lo hiciste? ¿Lo golpeaste?

—Lo hice —responde con un nudo en la garganta—. De otra manera no estaría en paz... Anoche lo vi llorar como un niño, Katherine, tanto o más que cuando su padre murió.

Los ojos de Katherine se empañan con las lágrimas y comienza a contarle todo a Simon quien escucha atento a sus palabras.

—Se que no debí decirle lo que dije —dice ella—, pero eso no le da derecho a que hiciera lo que hizo.

—¿Logró su cometido? —traga grueso— Ada me contó que vio sangre en la sábana. Perdóname, sé que es imprudente de mi parte, pero necesito saberlo, para ayudarlos.

—No. —responde tajante— La mancha de sangre sobre la sábana es de la herida de mi mano —Simon respira aliviado ante su respuesta.

—¿Lo vas a abandonar?

—Nada me ata aquí Simon, no tenemos un matrimonio y lo de ayer fue la gota que derramó el vaso. No puedo continuar bajo el mismo techo de un hombre del que no sé cómo actuará la próxima vez, tal vez y en uno de sus arranques de ira logre su cometido y me destroce la vida.

—No lo hará —responde determinado—. Ya tocó fondo, lo conozco y sé que no hará nada en contra tuya.

—Nada ni nadie puede asegurarmelo y no quiero seguir aquí. Me iré y pediré la anulación de nuestro matrimonio. Alegaré cualquier cosa para que él no pierda el título que por derecho le corresponde, pero no deseo verlo de nuevo.

—Él te ama... Solo está inseguro con todo lo que pasó el día de su compromiso y el recuerdo de haber sido burlado aquella vez lo atormentan, no quiere volver a ser víctima de eso Katherine.

—¡Yo no soy aquella mujer! —alza la voz— ¡Ni sé quién es!

Simon se remueve en su asiento.

—Está bien, si está es tu decisión, hablaré con él para que se haga todo como digas.

Ambos se levantan de sus asientos cuando un grito desgarrador se escucha por el pasillo.

—¡Eres una basura! —y el ruido del cristal rompiéndose dentro del despacho los pone alerta a los dos.

Simon y Katherine corren hasta la puerta del despacho cuando vuelven a escuchar como William destroza cosas dentro. La puerta de roble vibra y ambos dan un paso atrás.

Asustado Simon se va contra la puerta intentando abrirla con su hombro, pero no logra moverla.

—¡La puerta del jardín! —grita Katherine asustada— el ventanal del despacho, es una puerta.

Ambos corren alarmados hacia el jardín y le dan la vuelta hasta dar con el ventanal que da al despacho encontrándose con las cortinas cerradas.

—Hay que abrir la puerta, por ahí podemos entrar -dice ella, cuando Simon con un golpe de su codo logra romper uno de los cristales e introduce la mano para asirse del pomo de la puerta que cede apenas lo toca.

Abre la puerta desesperado sorprendiéndose con la imagen que encuentra adentro.

El despacho parece un campo de guerra, nada está en pie, los libros esparcidos por todo el lugar, el escritorio contra la puerta el sillón principal está volteado patas arriba al igual que la silla principal.

Los vidrios esparcidos por todo el suelo y las gotas de sangre alarman a las dos personas que están en el umbral de la puerta. El olor a alcohol le quema los ojos a Katherine, pero la imagen del hombre que yace en el suelo de rodillas en un rincón, con la frente pegada al suelo y las palmas de las manos ensangrentadas hacen que se forme un nudo en su estómago.

Los sollozos de William hacen que se le estremezca todo el cuerpo mientras Simon corre hacia su amigo.

—¡William! ¿Qué hiciste? —preocupado se quita el saco y cubre las manos de su amigo las cuales aún brotan sangre de sus heridas.

—¡No! —grita William— ¡Merezco que sangren! ¡La toque! ¡La lastimé! —grita sin percatarse de que ella está a unos cuantos pasos de él, con lágrimas en los ojos y la boca cubierta con sus manos ante tal escenario.

—¡Basta! —grita Simon para reprenderlo— ¡Ya basta de lastimarte! ¡Katherine ayúdame por favor!

William al oír su nombre levanta la cara y la ve. La vergüenza se apodera de su cuerpo y por instinto se va a gatas en contra de Katherine abrazándola por los tobillos.

—¡Perdóname! —suplica desde el suelo con el rostro pegado a las baldosas— ¡Perdóname, yo no quería!, ¡Soy un monstruo!

William levanta la cara hacia la de ella y a ambos les corren las lágrimas por las mejillas. Katherine permanece inerte en su sitio sin emitir ningún sonido, sin mover ni un solo músculo.

Él se aparta lleno de asco de sí mismo y se vuelve un ovillo dándole la espalda a ella. Simon la mira con ojos suplicantes, mientras que Katherine no puede creer en lo que se ha convertido el hombre del cual una vez se enamoró.

Antoine aparece detrás de ellos junto a Ada, quien no logra ahogar el grito desesperado.

—¡Mi niño! — ella intenta llegar a él, pero Simon la detiene negando con la cabeza.

Ada mira a Antoine quien permanece con la boca abierto por la sorpresa.

—Ve por algo para curarlo —susurra Katherine al ayudante de su marido y este corre lo más rápido que puede a la cocina haciéndose de todo lo que tiene a la mano.

Se lo entrega a Katherine quien a pasos nerviosos, lentamente se acerca a William y se agacha frente a él quien solloza cubriéndose la cara.

—Vete, por favor —pide él en un susurro casi inaudible, pero ella no se aparta.

Saca el pañuelo que tiene atado a la pulsera de su muñeca y cómo la primera vez que lo vio intenta ayudarlo con sus heridas sin decirle una sola palabra.

William permanece con la mirada en el suelo avergonzado, mientras deja que ella trate de sus heridas con compasión.

—Tiene heridas que deben ser suturadas Simon —dice ella con pesar en su voz—. Que Antoine vaya por el médico.

—No —refuta Simon—. Yo sé hacerlo, si mandamos por el médico, hará preguntas.

Katherine se mantiene en silencio hasta que termina de limpiar las heridas de William para después apartarse de él.

Antoine y Simon ayudan a William a levantarse del suelo y lo llevan a su habitación donde ya Ada le tiene el agua preparada en la tina para asearlo.

Entre Simon y Antoine lo limpian y lo recuestan sobre la cama ya vestido con el pantalón de pijama.

—Yo puedo quedarme con mi señor, Milord —pide Antoine, pero Simon se niega.

—Me quedaré yo, tú busca a alguien de tu entera confianza y limpien el despacho.

—Como ordene.

Por la misma puerta que sale Antoine, entra Ada con los implementos para que Simon suture las heridas de William. Como marineros de alta mar, ellos se han adiestrado para casos extremos y heridas simples.

Mientras Simon asiste a William, Katherine regresa a su cuarto, le echa un vistazo a los baúles llenos de su ropa y objetos personales y no puede evitar que las lágrimas aparezcan en sus ojos al recordar los incidentes de hace unas horas.

Ada aparece en la habitación de ella con los ojos rojos de tanto llorar apesadumbrada notando que Ketherine sigue decidida a irse de la casa.

—Mi niña —toma un vestido que está sobre la cama y lo dobla colocándolo en el baúl con pesar—, no voy a pedirte que te quedes, porque tienes razones suficientes para querer abandonar a William, sin embargo, no me gustaría que te fueras, verlo en ese estado me duele en el alma.

—No puedo quedarme Ada, lo sabes —la respuesta de Katherine es firme lo que hace que Ada asienta y continúe ayudándola a guardar sus cosas.

—¿Puedes quedarte e irte mañana? — pide la anciana deteniendo a Katherine de su tarea—. Ya es un poco tarde para que tomes camino hasta la hacienda.

Katherine lo piensa por unos instantes.

—Solo me quedaré por esta noche Ada. Mañana temprano me iré.

—Y no te detendré mi niña... Gracias —Ada sonríe con una sonrisa agridulce en los labios—. Pediré que te preparen algo de comer.

Ada sale de la habitación rumbo a la cocina donde busca a una de las cocineras para que regrese a la casa y les prepare algo para comer.

Cuando sale para subir las escaleras rumbo el ala este, la pena de ver cómo Antoine y otro de los empleados de confianza llevan los muebles y cosas destrozadas fuera de la casa le forman un nudo en el estómago.

Entra a la habitación de William donde lo encuentra profundamente dormido y a Simon parado en el balcón . Se acerca a él y bajando la voz le comenta.

—Katherine ya tiene casi todas sus cosas guardadas para irse —avisa Ada.

—No la culpo —confiesa Simon—. William se portó como un verdadero animal, jamás lo había visto actuar de esa manera —confiesa.

—Le pedí que se quedara por esta noche. Se irá mañana por la mañana.

—Me preocupa lo que pueda hacer él, cuando se dé cuenta de que ella no está.

—También a mi, pero no podemos hacer nada para evitar que se vaya.

—————————

—¿Cómo está él? —pregunta Katherine apenas Ada entra en su habitación con el carrito de la
comida.

—Se quedó dormido. Simon logró suturar las heridas que tenía en sus manos.

Katherine asiente y se sienta a la mesa ante la insistencia de Ada para que pruebe un bocado a pesar de tener el estómago cerrado y sin apetito.

El anochecer llega y William se despierta con un fuerte dolor de cabeza. Incorporándose sobre la cama, observa a Simon quien está recostado en el sillón dormido y con un libro abierto sobre su pecho.

Camina al cuarto de baño cuando las náuseas aparecen y las arcadas lo hacen botar la bilis. Simon se detiene en el umbral de la puerta vigilando a su amigo, mientras él se va hacia el lavabo para lavarse los dientes y la cara.

Sale del baño abre el primer cajón del buró y saca papel y una pluma sentándose en la silla de la mesita de té, bajo la mirada vigilante de su amigo.

Termina de escribir y coloca en un sobre la carta entregándosela a Simon, quien mira extrañado el encargo al notar el nombre del destinatario.

—Envía a alguien para que lo entregue hoy mismo —ordena William con el rostro serio.

—Ya se está haciendo de noche, es mejor esperar a mañana.

—¡No! Que sea entregada hoy mismo, lo necesito para mañana apenas salga el sol.

—Como digas —responde Simon resignado— ¿No vas a preguntar cómo está ella?

—Se va a ir —responde tácitamente—, envía a alguien, necesito que esté listo antes de que ella se vaya.

Simon sale en busca de uno de los mensajeros enviándolo a la casa del destinatario del sobre. Viendo cómo se aleja el hombre en su caballo, no puede evitar decirse a él mismo.

—Sé lo que tramas William, pero no dejaré que pase.

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Hola espero que estén bien. Recuerden que este es sólo un borrador, por lo tanto pueden haber errores de escritura.

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❤️❤️❤️

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