Capítulo 50.

William:

Tuve demasiada paciencia con este imbécil, pero al escucharlo decir que no se iba de mi casa fue la gota que derramó el vaso. Lo agarré del saco y lo empujé tan fuerte que cayó al piso. Intentó levantarse y venirse contra mi, pero le di el primer golpe en la quijada reventándole la boca.

Los gritos de Katherine detrás de mí para que no lo lastime me irritan aún más llenándome de ira.

—¡¿Tanto te importa este imbécil?! —le grito a ella mientras recojo al idiota que me destrozó la vida por el cuello, haciéndolo levantar para propinarle otro golpe.

Ella corre fuera de la sala por ayuda rumbo a la cocina, cuando le doy otro golpe en el estómago dejándolo sin aire. Antoine se viene contra mí agarrándome por la espalda e inmovilizando mis brazos, lo que aprovecha Paul para encestarme un golpe en la cara rompiendo el labio inferior.

Katherine grita mientras las lágrimas corren por sus mejillas. «Le duele que lo lastime». Logro soltarme de Antoine y me voy contra él de nuevo, agarrándolo del saco y a empujones lo saco de mi casa cerrando la puerta de un portazo tan fuerte, que no me extrañaría que no vuelva a abrirse otra vez.

—¡Eres un bruto! ¡Un animal! —me grita Katherine mientras golpea mi pecho con sus puños entre sollozos.

Pruebo el sabor metálico de mi propia sangre ignorando sus comentarios, pero ella insiste en seguir insultándome, lo que me hace temblar de la rabia.

—¡No era necesario llegar a los golpes, él ya se iba!

La agarro por los brazos apretándole sin importarme si la lastimo o no, más me han lastimado ellos dos.

—¡¿Tanto te importa?! —le reclamo — ¡¿Tanto te duele que lo haya lastimado?! —grito tan fuerte que la siento temblar en mi agarre—, ¡¿Crees que pueden burlarse de mí en mi propia casa?!

—¡Nadie se estaba burlando de ti! ¡¿Por quién me tomas?!, ¡Soy una mujer decente!—espeta ella furiosa.

—¡Decente mis pelotas! —la bofetada que me da me voltea la cara y solo hace que mi labio partido sangre más.

Sonrío de medio lado lleno de ironía y me limpio la sangre con el dorso de la mano, cuando veo lo sorprendida que está por haberme abofeteado.

—Lo... ¡Lo siento, yo no quería! —se excusa, pero me vale un demonio su disculpa.

—¡Sal de mi vista, por favor! —le digo entre dientes.

—En verdad William, yo no quise abofetearte.

—Katherine, vete y déjame solo —repito porque no quiero perder el control con ella.

—William, por favor —insiste.

—¡Por un demonio Katherine, lárgate! —estallo sin poder aguantarme más a pesar de sentir una presión en el pecho por culpa de lo fuerte que le hablé.

Ella sale corriendo rumbo a las escaleras con lágrimas en los ojos.  El impulso de ir tras ella aparece para disculparme, pero mis piernas no se mueven y suelto el aire contenido en mis pulmones enojado conmigo mismo.

—¡Maldita sea!

———————————-
Katherine:

Cierro la puerta de mi habitación sin poder creer lo que acaba de suceder.

—¡Lo abofetee!.. ¡Dios mío!

Corro al baño a lavarme la cara, no quiero que Sophy me vea en este estado, aún no puedo creer que ni ella ni Ada hayan escuchado todo el barullo que se armó.

Voy a la mesita y con las manos temblorosas sirvo un poco de agua en un vaso para beberla, pero se me cae al suelo haciéndose añicos, me agacho a recoger los vidrios temblando y me corto la palma de la mano.

—¡Dios!

Corro de nuevo al baño para lavarme la herida y cubrirla con una toalla mientras deja de sangrar. Bajo a la cocina con la mano envuelta y le pregunto a una de las mujeres de servicio donde están los implementos y ella saca una pequeña caja del último cajón de la derecha.

Me siento para hacerme la cura y doy un respingo cuando escucho la voz de William a mi espalda.

—¿Qué te pasó? —pregunta cuando intento cubrirme la mano, pero me agarra con la suya y aunque ejerzo fuerza para que me suelte, es en vano, él es más fuerte que yo—. Pregunté que te pasó.

—Me corté —uso el mismo tono desinteresado de su voz.

—Eso lo veo, pero, ¿con qué?

—¡¿Acaso importa?!, me corté y ya.

William gruñe a mi lado y con fuerza abre la palma de mi mano dejándola descansar sobre la mesa de la cocina. Toma el frasco de antiséptico, moja una gasa y lo pasa sobre la herida.

Arde, pero trato de disimularlo lo más que puedo mordiendo mi labio inferior. Toma otro pedazo de gasa y cubre la herida. Mis ojos se desvían a su cara y la concentración que tiene en el cuidado de mi cortada me confunde.

«¿Cómo puede ser tan frío y amable al mismo tiempo?». Mi mente comienza a divagar hasta que su voz me saca de mis pensamientos.

—Trata de no mojar la venda, en un par de días deberías de estar mejor —dice y no respondo nada—. Para la próxima, ten más cuidado.

Aparto mi mano y con el mismo tono que usa para dirigirse a mí, le pregunto:

—¿Por qué?

—¿Por qué, qué? —se cruza de brazos después de correr a la cocinera de la cocina.

—¿Por qué haces esto William? —me irrita su aura de tranquilidad—. Por qué me ayudas si tanto me detestas. ¡Deja de fingir que te importo, si para ti soy una mísera cosa!

—No digas tonterías.

—¡¿Tonterías?! —no puedo contener la molestia— ¡Llamas tonterías a que hayas dicho abiertamente que me detestas!, ¡A que pienses que tenía algo que ver con Paul sin ser cierto!

William intenta irse, pero lo detengo.

»¡Quiero la anulación de esta farsa de matrimonio William! —voltea a verme y su cara me aterra, pero no voy a dar mi brazo a torcer— Dejemos de fingir que somos un matrimonio feliz y acabemos con esto de una buena vez.

—¡Jamás! —grita— ¡Jamás te dejaré el camino libre para que te vayas con él!

   Se da la vuelta y sale de la cocina mientras veo el arco de la entrada por donde salió. Me armo de valor y salgo detrás de él. «Esto tiene que acabarse»

   Lo busco de nuevo en la sala, pero sólo está Ivonne recogiendo los vidrios de los adornos que cayeron cuando William y Paul se pelearon.

—¿El señor dónde está? —le pregunto y creo que se hace la sorda porque no me responde— ¿Pregunté dónde está el señor, Ivonne? —alzo más la voz.

—Acaba de irse al despacho mi señora —respondió sin dejar de mirar los trozos de vidrio.

   Avergonzada y molesta por toda esta situación decido caminar hasta su despacho y no me molesto en tocar, abro de golpe la puerta encontrándolo con un vaso del líquido ámbar en sus labios con la mirada puesta en el jardín.

—¡No me dejes con la palabra en la boca William! —espeto y veo cómo blanquea los ojos—. ¡Estoy cansada de esto!, si alguien aquí debe reclamar soy yo. Te burlaste de mi fingiendo que me amabas, me dejaste sola la noche de bodas. Planeaste un trato el cual acepté sólo por no volver a casa de mis padres y que lord Chapman me reclamara.

   Enumero cada una de las cosas que ha hecho.

»Fingí cómo quedamos en casa del abuelo, pero el que dudes de mi decencia, no te lo voy a permitir.

—¿Qué quieres Katherine? —pregunta entre dientes mientras mantiene la mirada fija en el ventanal que da al jardín.

—Ya te dije lo que quería.

—No voy aceptar la anulación del matrimonio, eso no está en discusión —vuelve a beber el líquido ambarino.

—No voy a seguir siendo una esposa a medias William —bajo el tono de mi voz a ver si logro hacerlo entrar en razón—. No hay nada que nos ate, nuestro matrimonio no se ha consumado y puedes rehacer tu vida con alguien a quien sí ames de verdad.

   Mi voz se entrecorta en la última frase dándome cuenta de que en realidad nunca me amó. Duele reconocerlo, pero es la verdad.

—Anulas el matrimonio y yo volveré al convento, es lo mejor para los dos —intento reprimir las lágrimas, pero no puedo—. Puedes alegar que me negué a entregarme a ti y así mantendrás tu título de duque intacto y sin habladurías.

   —Hablarán de ti entonces —responde sin mirarme. Puedo notar desde mi lugar como se tensa su cuerpo, pero ya no puedo más.

—No me importa, ya lo hicieron una vez, que lo hagan de nuevo no será novedad.

—Quieres la anulación para irte con él, ¿No es cierto? —voltea a verme y sus ojos azules están oscuros— ¿Eso es lo quieres no es así? —Niego con la cabeza.

—Ya te dije que Paul para mi es solo un amigo, crecimos juntos y le tengo cariño. Es sólo eso.

—No puedo creerte. No después de lo que vi.

—¡Ya te dije que fue él quien me besó! —me exaspera que no me crea— ¡Lo único malo que hice fue ocultarlo y me arrepiento de haberlo hecho!

   Seco las lágrimas con el dorso de mi mano esperando alguna reacción suya, pero no se mueve.

»Si no pides la anulación tú, la solicitaré yo —suelto sin más duramente, así este rompiéndome en pedazos por dentro.

—No te atrevas Katherine —amenaza dando dos pasos hacia mi—. Ya te dije que eso no está en discusión.

   Nuestra conversación es interrumpida por Ada, quien me avisa que Sophy ya está instalada en su habitación y quiere verme. Asiento hacia ella fingiendo una sonrisa y salgo del despacho resignada a que no podré liberarme de este infierno.

   Subo a mi habitación para lavarme la cara y empolvarme un poco para que no note que he estado llorando.

   Paso el resto de la tarde con ella y solo bajamos a la hora de la cena donde comemos junto a Ada de nuevo, ya que Simon y William no están.

—Mi niño y Simon tuvieron una reunión de ultima hora en el pueblo, regresarán tarde.

   Le sonrío a Ada por inventarse una excusa para esta noche, pero me preocupa el no saber por cuánto tiempo podamos mantener la mentira, ya que Sophy vivirá con nosotros y en algún momento se dará cuenta de la farsa de matrimonio que mantenemos William y yo.

   Subimos al ala oeste de la casa y me despido de Sophy para que descanse en su habitación mientras espero a que ella cierre su puerta y meterme a la mía.

—Está mentira no durará mucho tiempo —le digo a Ada—, tarde o temprano se dará cuenta de que este no es un matrimonio feliz.

—Hablaré con William mañana temprano —dice tratando de calmar mis nervios.

—Le pedí a William la anulación de nuestro matrimonio, Ada —se paraliza con una mano en el pomo de la puerta cuando me escucha—. De nada vale mantener esta farsa por más tiempo.

—Mi niña —se acerca para darme un abrazo reconfortante y no sabía cuánto lo necesitaba.

—De nada vale mantener esta farsa que solo terminará destruyéndonos —una lágrima rebelde se escapa por mi mejilla.

—¿Y que te dijo William?

—Se niega a solicitar la anulación.

—Y hace bien mi niña —la miro atónita—. No me mires así, si te deja libre, lord Chapman vendrá a reclamarte.

—Me iría al convento —le digo y niega con la cabeza tomándome de los hombros.

—Ese hombre sería capaz de raptarte y llevarte con él si llega a saberlo —la sola idea me da escalofríos—. Descansa, mañana vendré por ti después de que Sophy allá salido de su habitación.

—Se dará cuenta en algún momento que dormimos en alas separadas Ada, es mejor decirle la verdad de una vez —me sincero—. De todos modos ya la servidumbre lo sabe.

—Como quieras mi niña. Ahora ve a descansar.

   Ada cierra la puerta y voy hacia el armario para sacar un camisón de dormir nuevo y veo el que me puse en la noche de bodas, la nostalgia me invade cuando lo tomo entre mis brazos llenándome de desesperanza ya que mi sueño de ser madre jamás sucederá.

   Vuelvo a dejarlo en su sitio y me cambio por el que había tomado primero. Camino al cuarto de baño para hacer mis necesidades y cambiarme. Me acuesto y apago la luz pensando en que habría pasado si le hubiese dicho la verdad desde un principio a William, pero ninguna de las opciones acaba bien en mi cabeza.

   No sé en qué momento me quedé dormida, pero el estruendo en el piso de abajo me despierta de un sobresalto. Salgo de la cama apresurada y tomo la bata de seda que me pongo de camino a la puerta mientras escucho el barullo de abajo.

   Me encuentro cara a cara con Sophy en el pasillo quien me ve y frunce el ceño. Decido pasar por alto su cara y nos acercamos al final del pasillo asomándonos por el barandal.

   Me sorprendo al ver a Simon y a William abrazados por los hombros, uno al lado del otro cantando canciones de marineros, mientras se tambalean de un lado a otro.

   Antoine y Ada salen apresurados para ayudarlos mientras yo permanezco arriba en la baranda junto a Sophy quien me ve con extrañeza ante mi reacción.

—¿Nos va a bajar a ayudar a tu marido? —pregunta y no se que responder.

   Automáticamente bajo y ayudo a Antoine con William parándome a su espalda para que no me vea y quiera apartarme.

   Simon viene apoyado por Ada. Él está mejor que mi esposo quien nos cuesta llevarlo a su habitación.

   William pelea con Antoine cuando este intenta recostarlo sobre la cama, pero luego de tanta insistencia logra hacer que se siente. Voy a ayudarlo con los zapatos y las medias cuando la voz de Sophy me hace voltear a verla.

—Deben acostarlo de lado, puede vomitar y ahogarse con su propio vómito.

   Asiento a su lugar donde está parada en el marco de la puerta de brazos cruzados.

«Está molesta», es el primer pensamiento que llega a mi mente al verla en esa posición, pero ahora no es tiempo de preocuparme por eso. Termino de quitarle las medias y me paro frente a William para quitarle el saco y la camisa.

   Desabrocho los primeros botones de la camisa cuando la mano de William me detiene y me paralizo sabiendo que me saldrá con una de sus pataletas enfrente de Sophy, pero no lo hace, solo fija sus ojos en los míos y luego me suelta, sigo con mi tarea hasta que deslizo la tela por sus hombros.

   El roce de mis manos sobre sus hombros hace que se le erice la piel y un cosquilleo se  enciende en mi bajo vientre. Detallo su torso bien definido. El vello fino que cubre su pecho me invita a que pase mi mano por él, pero la primera arcada que suelta William hace que me aparte antes de que ensucie el suelo con el fluido de su estómago.

   William se levanta de golpe y corre tambaleante al cuarto de baño para devolver el resto. Se abraza al inodoro mientras las arcadas lo invaden de nuevo y tomo una pequeña toalla para humedecerla y colocársela en la nuca cuando termina de devolver el estómago. Camina al lavabo para enjuagarse los dientes y lo ayudo sin que reclame para llevarlo de nuevo a la cama.

   Antoine termina de limpiar el suelo y siento a William en la cama bajo la mirada enojada de Sophy quien no se ha molestado en ayudarnos ni una sola vez.

—Debes quitarle el pantalón Katherine y acostarlo de lado, puede volver a vomitar —dice y el rubor se sube a mi cara.

   Nunca he visto a un hombre desnudo. La vez que intentamos Anne y yo quitarle la ropa a Phillip nos regañó y no nos permitió ayudarlo.

   Mis manos tiemblan al llevarlas al botón de su pantalón temiendo que en algún momento él comience con sus groserías y malos tratos hacia mi, pero me sorprende que solo se concentre en mi cara y no diga nada. Termino de desabrochar el pantalón y voy por la cremallera que me cuesta bajar por el bulto debajo de ella. Tomo aire por la boca nerviosa cuando termino de bajarla.

   Antoine se ofrece a terminar mi trabajo, pero la voz de Sophy lo detiene:

—Deje que ella lo haga, no debe ser la primera vez que lo ve desnudo.

   El hombre de compañía de William se retira de mi lado y yo como puedo lo acuesto sobre la cama para quitarle el pantalón.

»Los dejó solos Katherine —suelta Sophy de la nada—, no necesito ver a tu esposo desnudo. Buenas noches.

—Buenas noches —respondo.

   Apenas Sophy se va, Antoine vuelve a acercarse a mí para ayudarme con su pantalón y la vista no puede ser más apetecida para mi. El calor sube a mi rostro. El cuello me pica y mi bajo vientre se enfría al ver la marcada "v" que se dibuja desde sus caderas.

—Puedo quedarme con mi señor Milady, usted váyase a descansar.

   Asiento sin poder quitar la mirada de su torso desnudo, el pecho abultado por el esfuerzo físico y los abdominales bien definidos. El vello no me impide detallar lo maravillosamente perfecto que luce, parece haber sido esculpido por alguna deidad y las palmas me pican por recorrer cada centímetro de él.

   Sacudo la cabeza apartando los pensamientos pecaminosos de mi cerebro y le pido a Antoine que me avise cualquier cosa que suceda. Salgo de la habitación de William encontrándome a Ada que sale de la de Simon.

—Simon ya se acostó. ¿Cómo está William? —pregunta.

—Está dormido, devolvió el estómago y tuvimos que quitarle la ropa —solo recordar lo que viví momentos atrás enciende mi rostro de nuevo. Ada debe notarlo porque sonríe.

—Bien, vamos a descansar ahora.

   Subo al ala oeste encerrándome de nuevo en mi habitación y apoyada contra la puerta no puedo evitar colocar la mano sobre mi vientre cuando recuerdo la imagen tan perfecta de mí esposo. 

   Camino al cuarto de baño para echarme agua en el rostro y en la nuca antes de acostarme sobre la cama.

—Mañana tendré que hablar con Sophy y decirle toda la verdad.

   Apago la lámpara de la mesita y cierro los ojos intentando volver a dormir.

——————

Me despierto cansada y las marcas oscuras debajo de mis ojos, no ayudan a que pueda disimular la mala noche que pasé. Salgo del cuarto de baño envuelta en el albornoz y Ada deja entrar los rayos del sol por la ventana después de haber corrido las cortinas.

—Buenos días mi niña —saluda sonriente como siempre, en cambio yo, la saludo si un ápice de emoción—. William se levantó muy temprano y ya salió con Simon a los terrenos, me pidió que limpiara tu herida.

—Ya lo hice yo apenas terminé de asearme Ada, gracias. Entonces seremos sólo nosotras tres en la mesa de nuevo —digo cuando me acerco al espejo para peinarme.

—Tal vez nos acompañen en el almuerzo —dice tratando de animarme.

—Voy a insistirle a William con la anulación de nuestro matrimonio Ada.

—¿Estás segura? —Ada me mira con incertidumbre.

—De nada nos sirve mantener un matrimonio solo por apariencias —mi voz se entrecorta—. Mi hermana está de encargo y Joan y mi madre están deseosas de que les dé nietos, ¿Cómo voy a darles un nieto?, si William y yo nunca hemos tenido intimidad.

—Mi niña —se lanza a abrazarme cuando las lágrimas comienzan a aparecer en mis ojos—. Solo dale tiempo, aún está dolido por que le ocultaste lo de aquel joven.

—¿Tiempo?, él jamás va a creer en mi Ada. No importa cuantas veces le diga que no tuve nada que ver, hasta Paul se lo dijo y no le creyó y ya sabes cómo terminó todo.

—Para él no es fácil confiar en las personas, si ves, son muy pocos sus amigos.

—Solo conozco a Simon y a Claus —le digo secándome las lágrimas.

—Porque son sus verdaderos amigos —confiesa—, el resto son simples conocidos. Anda, termínate de arreglar mientras veo si Sophy ya terminó para hacerla bajar antes de que lo hagas y se dé cuenta que duermen en alas diferentes de la casa tú y William.

—Ya lo sabe, me vio salir ayer de aquí cuando William y Simon llegaron.

—Podemos inventarle cualquier excusa para eso... No te preocupes. Termínate de arreglar y nos vemos en un rato.

La veo salir de mi habitación y voy al cuarto de baño a lavarme el rostro de nuevo. Me visto y me maquillo un poco para cubrir las bolsas debajo de mis ojos.

Cuando bajo al comedor me encuentro con Sophy ya sentada junto a Ada. La primera me observa como si me escudriñara luego de que la saludo y la segunda, solo me sonríe.

—William y Simon no nos acompañarán a desayunar hoy —digo lo que Ada me contó hace un rato, para que piense que vi a mi esposo esta mañana—, seguramente vendrán para el almuerzo.

Le sonrío a Sophy quien me sonríe de vuelta y comenzamos a comer. Después del desayuno la invito a pasear conmigo por el jardín para que podamos hablar en privado y así confesarle la verdad de lo que sucede entre William y yo.

—¿Dormiste bien? —le pregunto sin saber cómo abordar el tema.

—Si, a pesar del barullo y de la sorpresa de verte salir de una habitación y llevar a tu marido a otra dormí bien —abrazo mi cintura con ambos brazos cómo protegiéndome a mí misma—. ¿Hay algo que quieras decirme Kate?

Mi respuesta queda en el aire cuando veo a Tommy que corre hacia nosotras gritándome.

—¡Mi señora!.. ¡Mi señora! —grita y me toma de la mano arrastrándome con él con lágrimas en los ojos.

—¡¿Qué pasa Tommy?! —pregunto preocupada.

—Mi abu, el capataz, nos botó de la casita.

—¡Ve por Antoine Sophy! —le ordeno— ¡Que busque a William!

Corro junto a Tommy quien no me ha soltado la mano y cuando llegamos a la casita veo todas sus cosas afuera. Sus abuelos están abrazados con lágrimas en los ojos. Mientras escucho como se rompen cosas dentro de la casa.

—¿Qué está sucediendo? —pregunto preocupada cuando me acerco a los ancianos.

—El capataz —dice la mujer entre sollozos—, nos sacó de la casa porque ya no trabajamos.

—¡Pero... Pero cómo van a trabajar a su edad! —mi cuerpo se llena de rabia y entro a la casa a detener esta injusticia.

»¡Deténgase ya! —les grito a los dos hombres que están dentro de la pequeña casa destrozando lo poco que queda.

Los dos hombres se burlan de mi presencia y hacen caso omiso a mi orden.

—Salga de aquí Milady, tenemos una orden que cumplir.

Me acerco a uno de ellos y le arranco de la mano la pequeña jarra de porcelana que intentaba lanzar al suelo.

—¡Largo de aquí! —grito con más fuerza, pero uno de ellos me toma fuertemente del brazo y me saca a rastras de la casita de los abuelos de Tommy.

Por más que intento zafarme de su agarre, no puedo y cuando llegamos a la entrada me lanza hacia afuera, intento mantener el equilibrio, pero inútilmente caigo al suelo de rodillas lastimándome.

Tommy y sus abuelos vienen a ayudarme y cómo puedo me levanto a pesar del intenso dolor y agarro al hombre del brazo para detenerlo y evitar que vuelva a entrar.

Cuando el hombre se voltea, levanta la mano y solo puedo proteger mi cara cuando veo su mano venir hacia mi, pero el golpe no llega porque cuando abro los ojos, el imponente cuerpo de William está sobre él tomándolo por el cuello.

—¡Intenta una vez más levantarle la mano a mi esposa y te mueres! —grita William al hombre quien ya tiene el pómulo amoratado.

Doy dos pasos atrás sorprendida de la furia que veo en sus ojos hacia el hombre.

—¡Patrón! —dice nervioso el abusivo—. No... No sabíamos que era la patrona.

—¡Sea mi esposa o no, nada te da derecho a maltratar a una dama! —grita William sin soltar al hombre—¡¿Quién ordenó esto?!

—Fue... Fue el capataz patrón.

—Nadie se va de mis tierras sin que yo lo autorice...¡¿Entendido?!

—Sí patrón —responden los dos hombres.

—Ahora recojan todo lo de estos ancianos y regresenlo a la casa y más les vale dejar todo limpio —advierte William a los hombres quienes comienzan a meter todo de nuevo a la casa—. Cuando terminen quiero que le digan al capataz que vaya a mi despacho.

William se acerca a mi y su mirada rígida cambia por completo a una de preocupación, me toma de los hombros y me mira a la cara, su simple toque me eriza la piel, su porte imponente, su mirada fija me seca la garganta.

—¿Estás bien? —pregunta preocupado—, ¿Te hicieron daño?

Niego con la cabeza e intento apartarme de su agarre cuando Tommy me abraza por la cintura.

—¡Esos hombres son malos! —rompieron mis juguetes.

Me agacho a su altura para secarle las lágrimas que ruedan por sus mejillas.

—No te preocupes, nosotros te compraremos más —le digo y miro a William quien se cruza de brazos. Frunzo el ceño en su dirección y luego vuelvo la vista a Tommy—, te compraremos muchos juguetes a ti y a los demás niños.

Dejamos a Tommy junto a sus abuelos y comenzamos a caminar rumbo a la casa. William se acerca a su caballo y lo monta, mientras que yo sigo mi camino a pie sin ver en su dirección.

—No debiste enfrentarte sola a esos hombres —me reprende y me cruzo de brazos indignada ante sus palabras.

—¿Y qué querías que hiciera?, no podía permitir esa injusticia.

—¡Ese hombre casi te golpea Katherine!, si no llego para impedirlo, ahora estarías... —Cierra los ojos y toma aire profundamente—. Te llevo a la casa —dice bajándose de su caballo a mi lado.

—No gracias, puedo caminar — sigo caminando hacia el camino que da a la casa y escucho gruñir a William justo detrás de mí.

—Llegarás más rápido si te llevo —niego de nuevo y luego de lanzar un bufido se monta en su caballo de nuevo—. Cómo quieras.

Fuetea el lomo del corcel negro que monta y se va dejando una nube de polvo en el aire.

—¡Idiota! —grito, pero estoy segura que no alcanzó a oírme y sigo mi camino.

   Las pequeñas piedras del suelo se incrustan en la suela de mis zapatos de tacón bajo lastimando las plantas de mis pies, por un instante pienso en caminar descalza, pero el intenso sol quema el suelo bajo de mi.

«No recordaba este camino tan largo».

   Desabrocho el corset quitándomelo por encima de la cabeza quedándome solo con la camisilla de tirantes para calmar el calor sofocante y me hago un rollete en lo alto de la cabeza con mi cabello que ha comenzado a pegarse en mi cuello.

   Doy unos cuantos pasos bajo el intenso sol, cuando escucho el galope del caballo que viene hacia mi. Pongo la mano en mi frente para proteger mis ojos  de los rayos solares y la imponente figura de William sobre su corcel me paraliza.

   Los cascos del caballo se detienen frente a mi y mi intento por desviar al hermoso animal de pelo negro azabache quedan a medias, cuando sin mediar palabra William se baja y tomándome sorpresivamente por los muslos me sube al caballo.

—¡Eres un bruto! —le grito acomodándome en el lomo del animal.

—Aja —responde.

   William sube acomodándose detrás de mí pegando su pecho a mi espalda, pasa sus fuertes brazos a los lados de los míos tomando las riendas del caballo y golpea con sus pies las costillas del animal quien inmediatamente comienza a moverse.

   La piel se me eriza y siento cómo se endurecen mis pezones al sentir el aliento de William cerca de mi cuello.

Al llegar a las escaleras de la entrada, detiene al caballo y baja primero de él, intento bajarme sola, pero sus fuertes manos me toman por debajo de los brazos y debo apoyar mis manos sobre sus hombros para no caer. El roce de su pecho contra el mío hace que se forme un nudo en mi garganta y cuando toco el suelo no me suelta.

   Puedo sentir su delicioso aliento sobre mi rostro de lo cerca que estamos el uno del otro y las cosquillas en mi bajo vientre aparecen poniéndome nerviosa. Tengo la sensación de que mi entrepierna se humedece asustándome un poco de este sube y baja de emociones que empiezo a sentir cuando estamos a poca distancia.

   William no aparta sus ojos de los míos y el cosquilleo que tenía en mi vientre desciende un poco más y puedo jurar que siento la humedad sobre mi ropa interior.

   La voz de Simon en la entrada hace que William se aparte de mi dejándome necesitada del calor que emana su cuerpo. Lleno mis pulmones de aire para calmar mi cuerpo del sin fin de emociones que este hombre me hace sentir.

   Subo los escalones hasta la puerta principal y entro hasta la sala encontrándome a Sophy parada frente al ventanal con una carta entre sus manos. Suspira cuando se la lleva al pecho y voltea con lágrimas en los ojos para verme.

—Debo volver a casa —me avisa y la abrazo cuando me acerco a ella con profundo pesar—. Mi madrina está muy enferma y el médico dice que no tardará mucho en fallecer. Debo ir con ella.

   La voz se le quiebra cuando rodea mi cintura con sus brazos y yo solo puedo sostenerla mientras llora. Le ordeno a una de las muchachas de servicio que la ayuden a empacar y le pido a Ada que llame a uno de los cocheros para que tengan el coche listo para irse en dos horas.

   Pasadas las dos horas me estoy despidiendo de mi dama de compañía en las escaleras de la entrada. Saco una pequeña bolsa de uno de mis bolsillos y se la entrego.

—Para lo que necesites —avergonzada recibe la bolsa con dinero y le doy un último abrazo antes de que suba al coche.

   La tristeza y la soledad me envuelven al ver que me he vuelto a quedar tan sola como al principio.

—Solo te quedaste treinta horas —me digo a mi misma viendo cómo desaparece el coche en el
camino.

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