Capitulo 5.
James.
El día ha estado fuerte en el trabajo, varios empleados se han enfermado y no me queda más remedio que ayudar en la plantación. Hoy el calor es sofocante, a pesar de estar iniciando la primavera el sol está siendo inclemente con sus rayos.
Veo caminando en mi dirección a una de las empleadas de la casa, me informa que soy solicitado en el recibidor de forma urgente, me preocupo y voy camino a la casa a toda prisa, entro y me encuentro a mi esposa, a mi hija Katherine y al joven Chapman sentados. No estoy presentable, mis vestimentas no son las apropiadas para recibir visitas pero nadie me informó de que se trataba. Ofrezco disculpas por mi apariencia, me siento y pido un vaso con agua que bebo de un solo sorbo y recupero el aliento.
Estoy esperando que este joven comience a hablar, lo noto algo nervioso y pienso, «debe ser importante lo que ha venido a decirnos». Comienza a hablar y lo escucho sin decir nada, veo como toma aire para continuar su relato, entiendo a dónde quiere llegar este joven con sus palabras y siento mi cabeza latir.
Sus últimas palabras son como un puñal para mi pecho, quiere ser el novio de mi hija menor y no me lo esperaba tan pronto. Sé que ya se enteró de la invitación a la temporada de la corona y quiere asegurarse de que mi niña no tendrá la intención de ser cortejada por otros, es astuto lo reconozco, pero no podemos evitar que Katherine vaya. A pesar de que no estoy de acuerdo, es una invitación de la corona directamente y como presidente de la cámara del senado no puedo hacer ese desaire, por más que no me guste la idea y mucho menos que venga la tía de mi esposa a darme órdenes dentro de mi casa.
Lo veo y está confundido, ninguno de nosotros dice nada. Así que decido tomar la palabra como el jefe de la casa.
—Me sorprende su visita aquí hoy y más sorprendido estoy por lo que ha venido a decirnos —veo como se acomoda en el sillon—, pero me pregunto...¿Son buenas sus intenciones para con mi hija? —lo veo fijamente esperando que titubee, pero no lo hace.
—Lo son... Desde que la vi en la celebración de su cumpleaños quedé impactado por su belleza y sencillez y durante el tiempo que he venido a visitarla me di cuenta, que es ella la mujer que quiero en mi vida.
Suelta así sin más, veo como a mi hija se le cristalizan los ojos y giro a ver a mi esposa quien ya está sollozando.
Asiento con la cabeza y esta vez hablo dirigiéndome a mi hija:
—¿Es este el hombre que quieres para comenzar un noviazgo? —le pregunto, respira profundo antes de contestarme, pero afirma.
—Bien —le digo— ¿y todo esto nos lo dice ahora porque se enteró de la invitación a la corona cierto? —le pregunto al joven y veo como traga saliva.
—Debo ser sincero, mis intenciones siempre fueron llegar a Kent, visitarla y conocerla un poco más para luego pedirla como mi novia, pero al llegar a Sussex, mi padre me informó lo de la temporada y no quise desaprovechar la oportunidad.
—Ya veo...—Caroline me aprieta la mano preocupada por lo que voy a decir—... Bien, si mi hija no tiene objeción en ser su novia, no veo porque hemos de tenerla nosotros, ¿no es así querida? —Caroline asiente.
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Katherine.
No puedo estar más feliz mis padres han dado el permiso para que Lord Richard y yo seamos novios, tanta felicidad no me cabe en el pecho, él se acerca a mi, me toma de las manos y las besa, siento mi cuerpo temblar como una hoja cuando él me sonríe mostrándome su dentadura perfecta.
—Ya eres mi novia al fin —me dice muy alegre.
Sonrío ante sus palabras, pero esta se borra de inmediato al escuchar la voz de mi tía abuela Gertrude.
—Muy bonita la escena, pero la última palabra aún no está dicha —dice con su aire de prepotencia.
Mis padres y Richard se tensan ante lo que dice y mi cuerpo se hiela.
—Así hayan dado su consentimiento para que ellos sean novios, ella debe ir a la temporada de igual manera.
La rabia se apodera de mí y le respondo faltándole el respeto al contestarle.
—¡Es mi vida y mi decisión el aceptar ser su novia, no de nadie más!
Me mira seria ante mi afrenta, sin embargo no se inmuta y continúa.
—¡No conoces nada fuera de Kent! —me dice.
—¡Se equivoca, claro que conozco fuera de estas cuatro paredes! ¿Acaso cree que mis padres me tienen aquí prisionera?...¿No conoce usted las veces que hemos tenido que ir a celebraciones donde van jóvenes también?... Hasta ahora ninguno me ha hablado de amor.
—¡Esos jóvenes son nobles de poca monta! —alza la voz.
Mi padre intenta intervenir pero mi madre lo detiene, eso me indica que me da permiso para seguir defendiéndome.
—¡Los hijos de lores y vizcondes no son de poca monta!—increpo.
—No son tan importantes como los miembros de la corona, tu padre es un duque y representa a la cámara del senado, eso lo hace ser uno de los más importantes y puede llegar hacer algo más si una de ustedes se casa con alguien del principado...
—...Irás junto a tu hermana a la temporada y si conoces a alguien más tendrás la oportunidad de elegir, si quedarte con el hijo de un conde o quedarte con alguien de más alto cargo. ¡He dicho!.
No puedo creerlo la felicidad de hace un momento se esfuma, se me va como agua entre las manos. Richard me toma del rostro delante de mis padres, me ve directamente a los ojos y me dice:
—Si debes ir a esa temporada, irás —no creo lo que escucho de sus labios—, pero no lo harás sola, así deba pelear por ti con toda la corte real lo haré y demostraré que soy digno de tu amor.
Siento una enorme necesidad de abrazarlo en estos momentos y lo hago, no me importa lo que diga la tía abuela. Podrán venir mil príncipes y reyes a hablarme de amor, pero mi corazón ya tiene dueño y su nombre es Richard Chapman.
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Thomas.
Estoy en el despacho tomándome un trago esperando el regreso de mi hijo de la hacienda Kensington pensando en lo que estará haciendo él en este momento, «espero no esté haciendo ninguna estupidez, con lo impulsivo que es no me sorprendería» pienso, mientras enciendo un puro. Oigo pasos en el pasillo y me apresuro a llamarlo.
Se asoma en la puerta, lo invito a pasar y que tome asiento, viene un poco agitado, podría decir que algo molesto también, lo estudio con la mirada antes de hablarle, pero es él quien decide hablar primero.
—¡Estoy molesto no me mires así! —me dice reclamandome.
—¿Y bien, qué sucedió?
Richard comenzó a contarme todo desde su llegada a la hacienda hasta el penoso enfrentamiento con Lady Gertrude, esa anciana tiene más poder sobre esa familia que el propio Lord James, ella lo hace ver como un pelele delante de todos, pero eso me sirve para provocar un alzamiento en la cámara del senado en su contra, nadie querrá estar bajo el mandato de un marica que se deja mandar por una mujer que ni siquiera es su esposa.
—¡Entonces accediste a que la niñata fuera! —le digo molesto—, ¿Te das cuenta que pusiste en peligro tu futuro?.
Richard me mira sin entender mis palabras y reclama luego de caer en cuenta.
—¡No le pedí que fuera mi novia para asegurar un cargo en la cámara del senado padre, si no porque la amo!
Este hijo mío y su sentimentalismo, así no llegará nunca a ser nada más que un simple conde.
—No debiste permitirle ir a la temporada, ah ver, ¿contra quiénes crees que vas luchar por ella?, ¿te das cuenta del error que cometiste? —le reclamo y se queda callado.
Lo veo respirar agitado, está analizando todo en su cerebro antes de contestarme, lo conozco bien, es mí hijo y sé como actúa.
—Irá a la temporada y yo estaré ahí en cada celebración, no permitiré que otro hombre que no sea yo la toque, no dejaré que baile con nadie más que no sea yo, ¡ella es mía y así seguirá siendo!
—¡¿Crees que con eso vas a asegurarla?!, si algún miembro del principado la invita a bailar o decide hablarle de amor no podrás hacer nada, te equivocaste como siempre. —le digo y golpeo la mesa.
—¡Ella me ama a mí y si eso llegará a pasar, la dejaré libre para que sea feliz con quien ella decida!
Mi rabia crece al escucharlo, es tan débil como lo fue su madre al dejarse vencer por la enfermedad que la apartó de mi lado.
—¡No voy a permitir que eso suceda! —le grito.
—¡Ya basta padre! —me alza la voz, estoy sorprendido, la rabia me enceguece y le doy una bofetada que le rompe el labio.
Richard me mira con furia, pero no reacciona en contra mía por lo que acabo de hacerle, solo lleva el dorso de su mano a su boca y limpia la linea de sangre que sale de ella.
Tiene apretados los puños, esta conteniéndose, lo sé, porque su respiración es agitada, pero eso a mi no me asusta si llega a venirse contra mí, puedo olvidar fácilmente que es mi hijo y arremeter de nuevo contra él.
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Juliet.
Me acerco a la puerta del despacho porque los gritos se escuchan por todo el pasillo central. Tuve que enviar a un par de muchachas a la cocina por estar escuchando lo que no deben.
Abro la puerta y lo primero que veo es a mi sobrino de pie frente a su padre quien estaba hecho una furia con los puños sobre el escritorio enfrentándose a su hijo.
Thomas se convirtió en un hombre violento y frío luego de la muerte de mi hermana. Decido intervenir para que esta situación que desconozco no pase a mayores.
—Richard, cariño, ¿qué sucede? ¿por qué los gritos? —pregunto mientras le veo el labio con un poco de sangre y me alarmo.
Richard me mira y no dice nada, es su padre quien comienza con el ataque.
—¡Pasa, que tú sobrino es un idiota que acaba de conseguir una novia y en menos de diez horas la dejó ir por su estupidez!
—¡No me hagas olvidar que eres mi padre, respetame!
Miro de uno a otro y comienzo a preocuparme, Thomas nunca le ha hablado así a Richard.
—¡Basta ustedes dos!, están haciendo un espectáculo para la servidumbre afuera... Richard salgamos de aquí, cuando estés más calmado hablaremos, sube a tu habitación por favor.
Le digo y lo llevo hacia la puerta y cierro detrás de mí para que no vuelva a entrar, me volteo y veo a Thomas quien se acerca a la licorera.
—¿Me puedes explicar por qué le hablaste de esa manera? ¿A qué se deben tus insultos hacia él?
—Ya te lo dije —se lleva el trago a la boca y bebe—, la niñata esa aceptó ser su novia y el muy estupido acaba de dejarle el camino libre a todos los hombres que participaran en la fulana temporada en Londres.
—¿No se que te preocupa?, si ella lo aceptó es porque lo ama, alguna razón debe haber para que ella no pueda dejar de ir.
Thomas me mira de forma extraña.
—¿Eres estupida tu también? ¡que no ves que mi hijo no tiene posibilidad alguna con algún príncipe o familiar real! ¡Si ella se desposa con alguien más, Richard perderá la oportunidad de llegar a ser alguien importante dentro de la cámara del senado y perderá la fortuna que viene con esa niñata!
—Si ella lo ama, eso no pasará, ¿acaso no pasó contigo y mi hermana?
—Eso fue distinto, ustedes nunca fueron invitadas a palacio, no son personas influyentes, tu familia fue una venida a menos que yo salve de la ruina en su momento.
—¡Eso no es cierto!—le digo alzando la voz.
—Lástima que tus padres fallecieron para que verifiques lo que te digo...
No puedo creer lo que me dice, mi familia no es una venida a menos, mi padre perdió su puesto en la cámara por razones políticas.
—Gracias a mi, tu familia tuvo una vida de lujos, de la que ahora disfrutas porque así me lo pidió tu hermana antes de fallecer... —bajo la cabeza «tiene razón»... Si no fuera por mí, en estos momentos estarías casada con un vejete maloliente —me hieren sus palabras, no quiero seguir escuchándolo así que, me doy la vuelta y abro la puerta para salir del despacho—, te espero esta noche en el lugar de siempre —me detengo al escucharlo— y no quiero que me hagas esperar —me habla tan dulce que parece que no acabamos de discutir.
Cierro la puerta apretando la manilla con fuerza, soy débil ante Thomas, sabe que tengo sentimientos hacia él desde que era joven y me manipula con eso. No debí caer ante sus encantos aquella noche semanas atrás de que mi hermana se puso tan mal, esa noche estaba tan vulnerable, tan abatido que quise consolarlo, pero eso nos llevó a un beso y no pude contener mis deseos de tenerlo, a partir de ese día me he convertido en su amante.
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La luna ya se encuentra en lo más alto del cielo, las luces de la casa ya están apagadas, tomo mi capa oscura para ponermela antes de bajar los escalones, cubro mi cabeza ocultando mi rostro como siempre y camino rumbo a la casita que está cerca de los límites de la hacienda.
Adentro hay una luz encendida, Thomas ya me espera, no me preocupo en tocar a la puerta ya él sabe quién se acerca al escuchar el crujir de las ramas bajo mis pies.
Pongo la mano en la manilla de la puerta y presiono hacia abajo para que esta se abra, me paro en el umbral y veo que está sentado en el sillón con un puro en su mano, respiro profundo después de cerrarla detrás de mí.
—Cinco minutos tarde —me dice guardando el reloj en su chaleco.
—Lo siento, tuve que esperar que apagaran todas las luces para poder salir sin que alguien me viera —le digo mientras me quito la capa que traigo colgándola a un lado de la puerta.
Se queda callado y asiente con la cabeza, sus ojos quedan fijos en mí detallando la bata que traigo puesta.
—Sírveme un coñac —me ordena y voy a la licorera a servirlo.
Me acerco a él y le extiendo la copa para que la tome y no lo hace, lo veo un poco confundida y dibuja en su rostro una sonrisa maliciosa que hace que frunza el ceño y apriete los labios.
—Quiero que tu me la des —me ordena, llevo la copa a su boca y la aparta—, quiero probarla de tu boca —termina diciendo y eso enciende todo mi cuerpo.
No sé porqué hago lo que me pide, pero llevo la copa a mis labios y bebo un sorbo, siento como mi lengua se calienta por el coñac, acerco mi rostro al suyo, él comienza a besarme con besos cortos, mientras yo aún mantengo el líquido dentro de mi boca. Su lengua me pide acceso y se lo concedo permitiendo que el líquido pase hasta su garganta.
Me toma de la cintura y me sienta a horcajadas sobre él sin romper el beso, su lengua arrastra todo el sabor que pudo haber quedado dentro de mi boca.
—Dame más —me pide y vuelvo a tomar otro sorbo y repite lo anterior. Aferra una de sus manos en mi nuca, mientras que la otra va acariciando uno de mis muslos.
Mi entrepierna se calienta y humedece con el roce de su mano, mi respiración se está tornando algo torpe y él lo nota, siento sobre mi boca cuando sonríe de medio lado. Sus manos se posan en un instante sobre mi pecho y deshace el lazo de la bata que traigo dejando mis pechos desnudos frente a él.
Veo como su mirada se oscurece disfrutando de la vista y la dureza que siento entre mis piernas crece un poco más. Lleva su boca a uno de mis pechos, lame y succiona como un poseso mientras que una mano aprieta y pellizca uno de mis pezones, la otra baja hasta mi entrepierna para acariciar mi botón de placer.
Debo aferrarme a sus hombros para no caerme, estoy disfrutando de sus besos y caricias. Thomas baja un poco más su mano e introduce un dedo dentro de mí haciéndome soltar un gemido, mi humedad va en aumento mientras él entra y sale. Mete un segundo dedo e inmediatamente llevo una mano a su entrepierna, saco el miembro endurecido de su pantalón, lo acaricio de arriba hacia abajo y escucho un gruñido de satisfacción de su garganta. Nuestras respiraciones se aceleran, el deseo por tenerlo dentro de mí crece y sin más llevo su miembro a mi entrada y lo introduzco de golpe.
Thomas echa su cabeza hacia atrás disfrutando mientras yo cabalgo sobre él con movimientos suaves al principio, él aprieta sus manos sobre mis glúteos queriendo llevar el ritmo y se lo permito, estoy demasiado excitada para llevarle la contraria, lleva su boca a mis pechos, lame y succiona como quiere, mientras aumenta la velocidad de sus embestidas.
Llevo su boca a la mía y gimo sobre sus labios mientras lo escucho decir palabras obscenas. Mi cuerpo tiembla al llegar a su punto más alto de satisfacción, debo aferrarme más fuerte a sus hombros, giro el rostro para que no note mis lágrimas cuando en el momento que él explota suelta el nombre de mi hermana de sus labios.
«Nunca la va a olvidar, vive aferrado a su recuerdo y no se da cuenta lo que eso me lástima».
Me levanto de su regazo y enlazo la bata que traigo puesta, solo eso es lo que cubre mi cuerpo, ya que como sé a lo que vengo, no me molesto nunca en ponerme ropa interior, voy hacia donde deje mi capa y saco del bolsillo el pequeño frasco que siempre debo traer cada vez que Thomas me pide que hagamos el amor, ya que siempre me ha dejado claro que no quiere hijos bastardos, me dirijo al baño y me lo tomo, me aseo y lavo mi rostro. Respiro varias bocanadas de aire antes de salir hacia donde esta Thomas aún sentado.
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