Capítulo 49.

   Narrador omnisciente:

   Después del enfrentamiento de Katherine con William anoche, ninguno de los dos bajó a desayunar esta mañana.

   Katherine se quedó dormida entre lágrimas y William se durmió en el frío suelo de su habitación.

   Ada le sube el desayuno a Katherine después de esperarlos a ambos por más de una hora en el comedor. Toca la puerta y al no escuchar la orden de entrada decirde bajar el pomo de la puerta para abrirla encontrándola cerrada.

   Deja la bandeja en la mesita del pasillo y baja a la cocina por el manojo de llaves que siempre guarda en el cajón de la izquierda cerca de la ventana.

   Sube de nuevo y va probando las llaves hasta dar con la correcta, cuando entra a la habitación ve a Katherine quien está saliendo del cuarto de baño con los ojos hinchados.

—Buenos días mi niña —dice Ada con la dulzura acostumbrada en su voz—. Te traje el desayuno.

   Deja la bandeja sobre la mesita del té esperando a que Katherine se siente en ella, pero se va de nuevo a acurrucarse entre las sábanas.

—Katherine debes alimentarte, desde ayer no comes.

—No tengo hambre Ada, puedes llevártelo.

—Mi niña —dice sentándose en el borde de la cama—. Lo de ayer... William estaba muy alterado y cuando está así no piensa lo que dice.

   Ada lleva su mano a la cabeza de Katherine para acariciarle el cabello.

—No lo tomes a pecho, estaba ebrio y enojado.

—Me detesta —su voz se entrecorta al repetir las palabras que William dijo anoche—. Y es mi culpa.

   Las lágrimas vuelven a los ojos de Katherine quien se aferra de nuevo a la almohada.

»Si le hubiese contado todo esa misma noche, nada de esto estaría sucediendo y ahora no me cree.

   La voz de Katherine se rompe en  llanto que hace que el corazón de Ada se oprima en su pecho.

—No sabías cómo iba a reaccionar mi niño, pero si debiste contárselo después, cuando las aguas estuvieran más calmadas, pero preferiste callar.

—Es mi culpa Ada lo sé, no me lo recuerdes.

—No voy a juzgarte ni preguntar por qué callaste, pero si hay algo que me preocupa.

   Dice Ada acariciando aún el cabello de Katherine.

—¿Qué quieres saber?

—¿Callaste por qué sientes algo por ese hombre?

   Katherine comienza a llorar más fuerte y Ada se preocupa por su reacción, pero ella comienza a negar con la cabeza mientras mantiene la cara contra la almohada.

—No, no siento más por él que el simple cariño de amigos —toma una respiración profunda para calmarse—, nunca le di esperanzas de nada entre nosotros, ni cuando me confesó que me amaba, cuando era novia de Richard.

—El esposo de tu hermana —afirma Ada— ¿Amas a William?

—Jamás he sentido por nadie lo que siento por William, ni cuando fui novia de Richard sentí algo así. Él en el poco tiempo que tuvimos para conocernos se metió dentro de mi alma, pero ahora es un completo extraño para mi.

—Él no es malo, sólo está dolido mi niña. William ya sufrió por un amor antes y le costó muchísimo volver a confiar.

—Y yo lo arruiné.

   La voz de Katherine se entrecorta de nuevo, pero Ada la consuela.

—No digas eso ni niña, esto es solo un mal entendido, ya verás que cuando se calmen las cosas, podrán hablar y arreglarlo todo —las palabras de Ada le dan una nueva esperanza a la pobre Katherine—. Ahora ve a la mesa y come que ya debe estar helado el desayuno.

   Katherine se levanta y sin mucho ánimo, se sienta a desayunar en compañía de Ada, quien se ha convertido en una persona importante para ella como su nana.

   Al saber que estuvo con William mientras creció le pide que le cuente sobre su infancia y esta encantada le cuenta anécdotas y travesuras que hacía desde pequeño.

   Por otro lado, en la habitación de William, las cortinas aún permanecen cerradas sin dejar que ni un solo rayo de sol penetre alejando todo en la oscuridad.

   William aún permanece en el suelo cuando Antoine abre la puerta con cuidado y se espanta al verlo ahí con la misma ropa de ayer.

—¡Mi señor! —Antoine deja rápidamente la bandeja sobre la mesita de té y se agacha frente a William— Mi señor —lo sacude para que se despierte— ¿Se encuentra bien?

   William lanza un gemido y se agarra la cabeza al mismo tiempo que se sienta en el suelo.

—¿Qué?..  ¿Qué hago aquí? —pregunta William con la voz rasposa.

—Al parecer durmió en el suelo mi señor.

   Antoine lo toma del brazo para ayudarlo a levantar y llevarlo al cuarto de baño mientras William se tambalea en el camino.

—Le prepararé su baño —dice mientras William se lava la cara.

—Déjalo ya lo hago yo.

—¿Está seguro mi señor? Yo puedo hacerlo...

—¡Qué lo hago yo, demonios! —William lo interrumpe con un grito y Antoine deja todo a medias y se retira—. Tráeme algo para el dolor de cabeza por favor.

   Antoine asiente y sale del cuarto de baño dejando solo a William quien comienza a llenar la tina con agua fría y se adentra en ella hasta la cabeza.

   Ya vestido después del baño se acerca a la mesa y destapa la bandeja con el desayuno y arruga la boca como si no le apeteciera nada de lo que ve. Toma el vaso con jugo y bebe varios sorbos antes de dejarlo de nuevo sobre la mesita.

   Antoine entra de nuevo en la habitación con una taza de algún té de hierbas que preparó la cocinera.

—Se lo mandó la cocinera —William toma la taza entre sus manos y bebe el té a regañadientes.

—¡Puaj, sabe horrible! —dice y Antoine inconscientemente levanta una de las comisuras de sus labios formando una pequeña sonrisa— ¿Dónde está Ada?

—Con la señora, ella tampoco bajó a desayunar.

   William frunce el ceño ante las palabras de Antoine y ordena:

—Cuida de que no se salte el almuerzo. Voy a estar el resto del día afuera, así que dile a Ada que le prepare algo liviano.

—Cómo ordene mi señor.

   William sale de su habitación acomodándose el saco y baja las escaleras encontrándose a Simon en el camino.

—¡Vaya! Pensé que no ibas a bajar nunca, ya iba por ti.

—Vamos déjate de estupideces —lo corta William a lo que Simon rueda los ojos.

—Por lo que veo amanecimos de muy buen humor.

—¡Cállate y vámonos! —le espeta William y ambos caminan hacia la casa del nuevo capataz a reunirse con él y luego salen al pueblo.

   Mientras que en la nueva casa Ferguson-Kensington los ánimos están caldeados, en la casa Chapman-Ferguson, están esperando la confirmación del embarazo de Anne.

   El médico de cabecera se encuentra en la habitación de Anne y Richard junto a su asistente revisando el vientre de ella.

—Efectivamente Milady —dice el médico—. Está usted embarazada.

   Richard aplaude de alegría mientras se acerca a Anne para darle un beso en los labios, sin importarle la presencia del galeno y su asistente.

—¡Muchas gracias doctor! No sabe la inmensa noticia que me ha dado.

   El médico asiente sonriéndole a los futuros padres del heredero de la familia.

—De más está decirle que debe tener mucho cuidado ahora que está embarazada —advierte—, nada de esfuerzos ni movimientos bruscos.

—¿Movimientos bruscos? —pregunta extrañado Richard.

   El médico lo aparta de Anne y de su asistente unos cuantos metros y le susurra:

—Movimientos bruscos durante el coito Milord.

—Entiendo, seré cuidadoso.

   Richard estrecha la mano del galeno despidiéndose de él quedándose solo con Anne en su habitación.

—¿Qué te dijo el médico? —pregunta— No creas que no me di cuenta.

   Richard se carcajea y ayuda a Anne a levantarse de la cama.

—Que debemos tener cuidado en el sexo, para no lastimar al bebé. 

   Anne lo ve sorprendida y luego asiente. Cuando Richard se va, ella llama a Camile para que la ayude con algo que ha estado rondando su cabeza desde la noche anterior.

   Toma papel y una pluma y comienza a escribir
una nota, sella el sobre y se lo entrega a Camile.

—Debes entregarle esto a William o a Simon —ordena.

—¿Pero y dónde los voy a encontrar?

—Pregunta en el pueblo cercano, ellos deben saber.  No creo que esté todo el día en su casa.

   Anne ve cómo Camile se va junto al cochero en busca de William o Simon para entregarle la carta que ella escribió.

—Espero lo encuentres rápido —susurra para sí misma.

   La noche anterior Anne no pudo dormir pensando en todo el mal que les ha hecho solo por sus caprichos.

—Mamá será una mejor persona para ti bebé —dice tocándose el vientre—. Haré lo que sea necesario para enmendar todo.

   Anne espera ansiosa la llegada de Camile desde el ventanal de su habitación, cuando ve que el coche se acerca a la entrada, con cuidado baja a recibirla esperando buenas noticias, pero la cara de Camile le dice que no logro encontrarlos.

—Intentaremos mañana de nuevo. 

—————————-

   En casa de William ya se está sirviendo el almuerzo, Ada busca a Katherine a su habitación obligándola a bajar y almorzar junto a ella en el comedor.

   Llenando sus pulmones de aire, entra al comedor encontrándolo vacío.

—William no está —le avisa Ada—. Tiene unas reuniones hoy hasta tarde.

   Katherine asiente y come junto a Ada. Después del almuerzo se acerca a la biblioteca y saca un nuevo libro para leerlo. Otra dedicatoria llama su atención.

"Para el hombre que me ha hecho sentir amada.

     Olivia Tate."

—¿Quién será esa Olivia? —la pregunta ronda en su cabeza por un rato hasta que escucha las voces de Simon y William en la entrada principal.

   Katherine cierra el libro de golpe colocándolo en su lugar y se para tras la puerta esperando que las voces se alejen del pasillo, pero da dos pasos atrás con el corazón en la garganta cuando escucha a William decir:

—Debo ir a la biblioteca, creo que vi uno de esos libros allí.

—¡No, no, no! —dice Katherine sin saber dónde esconderse.

   Resignada a verse con él en la biblioteca regresa al librero simulando buscar un libro cuando la puerta se abre. No voltea para saber quien es, traga la saliva que se le forma en la boca e hiperventila al escuchar la voz de William cerca de ella.

—¿Qué haces aquí? —pregunta él secamente.

—Vine por un libro, pero ya me voy.

   Katherine toma un libro al azar y camina hacia la puerta para irse sin verlo a la cara.

—Puedes quedarte, yo solo vine por un libro y me largo.

   William toma lo que vino a buscar y pasa cerca de ella deteniéndose a su lado, Katherine baja la cara mirando al suelo como si la cabeza le pesara.

—¿Tienes algún problema en el cuello acaso? —pregunta William haciendo que Katherine levante la cara para verlo, pero él tiene los ojos puestos en la puerta.

—¿Eh, no? —responde.

—Entonces no se porque andas con la cabeza gacha. La vergüenza te pesa ¿Tal vez?

   William toma el pomo de la puerta y sale dando un portazo que hace que ella se estremezca.

   Ella deja el libro donde lo saco y sale para enfrentar a su esposo de una vez por todas.

—¿Dónde está William? —pregunta molesta a Antoine.

—El señor acaba de irse, mi señora, dijo que no lo espere a cenar, llegará tarde.

—Gracias... Antoine, cuando llegue puede avisarme ¿Por favor?

—Si, Milady.

La tarde pasa y la noche llega sin rastro de William ni Simon por ningún lado. El día siguiente llega y ellos no se presentan en el comedor ni en el desayuno ni en el almuerzo.

   Katherine da un recorrido por los terrenos de la casa para calmar la rabia en contra de William que tuvo ayer, cuando ve a un grupo de niños jugando. Sonríe al ver lo inocentes que son persiguiéndose unos a otros.

   Cuando uno de los más pequeños cae, ella se acerca rápidamente y nota que una de sus rodillas está lastimada. Con cuidado lo carga en sus brazos y lo lleva a la cocina de la casa para limpiarle la herida.

—Necesito los medicamentos —pide Katherine a Ivonne que es la que está en la cocina. Esta con un mal gesto se los entrega.

—Al señor no le va a gustar que traiga aquí a los hijos de los empleados —suelta Ivonne cruzándose de brazos.

—Yo soy la señora de esta casa y aquí puede entrar todo el que yo quiera —espeta Katherine levantando la barbilla.

   Saca el antiséptico y algunas gasas para limpiarle la rodilla al niño quien ya comienza a calmar un poco el llanto.

»¿Cómo te llamas? —pregunta para desviar la atención del niño de lo que ella está haciendo.

—Tom, pero todos me dicen Tommy.

—Bien Tommy, ¿Cuantos años tienes? —pregunta mientras comienza a soplar la herida del niño cuando él arruga la cara por el ardor.

—Siete.

—¿Con quién vives Tommy?

—Con mis abuelitos.

—¿Y tus padres? —pregunta Katherine casi terminando con la herida.

—Papá se fue antes de que yo naciera y mamá murió cuando me tuvo.

   Katherine aprieta con fuerza el frasco que tiene en las manos al escuchar la pérdida de sus padres.

—Bien, ya está limpia tu herida, te acompañaré hasta tu casa, ¿Está bien? —el niño asiente y ella lo toma de la mano para acompañarlo hasta los terrenos donde se encuentran unas casas muy pequeñas y con las pinturas desgastadas.

—Es aquella —señala Tommy muy alegre, mientras camina con Katherine.

   De repente, Katherine se sobresalta al encontrarse con el hombre con la cicatriz y el parche en el ojo.

—Buenas tardes Milady —saluda Brunell— Soy Conrad Spencer, el nuevo capataz.

—Buenas tardes —responde Katherine desviando la mirada del rostro del hombre—. Es un placer... Voy a acompañar al niño hasta su casa. Con permiso.

   Katherine se aleja rápidamente del capataz con Tommy, mientras que un escalofrío le hiela la sangre. Deja a Tommy en la puerta y cuando intenta tocar, una anciana sale de dentro de la casa.

—¡Niño travieso! ¿Dónde andabas? —lo reprende la mujer.

—Lo siento, es mi culpa, el niño se cayó y se raspó la rodilla, lo llevé a la casa para curarlo.

—¿A la casa grande? —pregunta la anciana sorprendida— El nuevo capataz nos prohibió pisar los terrenos de la casa de los patrones.

   El ceño de Katherine se frunce con extrañeza.

—¿Por qué diría eso?

—Dijo que eran órdenes del nuevo patrón.

—¿Órdenes de William? —pregunta Katherine dudando de las palabras de la anciana, pero ella y Tommy lo confirman—. Hablaré con él, no se preocupe.

   Katherine se despide de Tommy y de su abuela y camina de nuevo hacia la casa con las palabras de la anciana en la cabeza. Comienza a acelerar el paso cuando nota de nuevo a Brunell quien no le aparta la vista de encima.

   Ya dentro de la casa, se une a Ada en la cocina para ayudarle a preparar la cena, sin embargo, la mala cara de Ivonne está presente de nuevo al verla.

—Voy a refrescarme antes de la cena —dice Katherine soltando el cuchillo que tenía entre sus manos.

—Ivonne te ayudará con el baño —dice Ada e Ivonne niega.

—El señor me dio estrictas órdenes de sólo ayudar en la cocina y en la limpieza de la casa, Ada. 

—Déjalo Ada, yo puedo hacerlo por mi cuenta. Avísame cuando esté lista la cena.

  Katherine sale de la cocina y Ada no tarda en regañar a Ivonne.

—¡Ella es la señora de la casa! —advierte— Y a la primera que vuelvas a tratarla como si no fuera nadie, te vas... ¿Entendido?

  Ivonne asiente a regañadientes mientras continúa cortando las verduras.

   Katherine y Ada cenaron solas y luego subieron a la habitación de ella, mientras se cambiaba por el camisón de dormir recordó lo sucedido hoy por la tarde.

—Ada. ¿Alguna vez escuchaste a William prohibirle a los empleados de las tierras no pisar los terrenos de la casa? —Ada la mira con extrañeza y niega con la cabeza.

—¿Por qué él haría tal cosa? —pregunta.

—El nuevo capataz les dijo a los empleados que William les tenía prohibido pisarlos... ¿Lo haz visto al menos?

—¿Lo conociste mi niña? —ella asiente—. Te impresionó, ¿No es cierto?

—Si, pero no es su rostro lo que me causa escalofríos. Hay algo en ese hombre que no me gusta.

—Bueno, yo solo lo he visto un par de veces y Antoine dice que es muy educado —responde Ada cerrando las cortinas de la habitación de Katherine—. Hasta mañana mi niña, que duermas bien.

   Ada deja sola a Katherine quien se va a la cama sin poder dormir. Cambia de posición de un lado a otro sin pegar un ojo. Enciende la lámpara de la mesita de noche y observa hacia la pared donde se fija en la hora.

—Medianoche.

   Suelta un largo suspiro mientras se levanta de la cama, camina hacia el borde de esta mientras toma el albornoz de su camisón y se lo pone. Abre la puerta de su habitación y camina por el pasillo en dirección a las escaleras.

   Con mucho cuidado de no hacer ruido abre la puerta principal, baja los escalones de la entrada y comienza a caminar por el jardín. El frío de la noche la golpea erizando su piel, sin embargo, continúa con su caminata bajo la luz de la luna.

   Después de varios metros andados sumida en sus pensamientos, no se da cuenta de que está en el lado este de la casa donde en la segunda planta aún se mantiene una luz encendida en una de las habitaciones y la figura de un hombre va de aquí para allá.

   William lee con atención el documento en su mano mientras Simon cabecea por el sueño.

—Ya vámonos a dormir —dice William dejando el documento en la mesita de té de su habitación—. Mañana seguimos con esto.

   Simon estira el cuerpo y con un largo bostezo camina hacia el ventanal de la habitación y frunce el ceño.

—Sé que estoy medio dormido, pero creo que hay alguien caminando en el jardín —dice y William ve el reloj en su bolsillo.

—¿A estas horas? —pregunta extrañado. Se para al lado de su amigo agudizando la vista y su cuerpo se tensa al reconocer a la figura femenina que camina sola— ¿Pero qué demonios hace esa mujer caminando sola a estas horas?

   William sale de su habitación molesto y tras saltarse varios escalones sale de la casa en busca de Katherine.

«Está mujer se volvió loca» piensa mientras se acerca a ella y nota que solo trae el albornoz de seda para cubrirla. Camina detrás de ella sin que Katherine lo note y de repente dice:

—¿Qué haces aquí a estas horas y sola? —Katherine da un respingo del susto y voltea a verlo con la mano en el pecho.

—¡Dios que susto me has dado! —dice percatándose de la molestia de William al verlo con los brazos cruzados y la mandíbula apretada—. No podía dormir.

—No podías dormir y decidiste dar un paseo sola por el jardín pasada la medianoche.

—Siempre lo hacía en la hacienda. No le veo nada malo.

   Una brisa fría comienza a cruzar el aire haciendo que Katherine se estremezca y William nota por encima del albornoz como se endurecen los pequeños botones de los pechos de su esposa haciéndolo gruñir.

   Sin pensarlo mucho se quita el saco, da varios pasos hacia Katherine poniéndolo sobre sus hombros. El dulce aroma familiar de ella lo golpea y su sangre bombea a lugares indebidos cuando él detalla que no trae brasier.

   Katherine baja la cabeza afectada ante su cercanía y sin más, pregunta sabiendo que la detesta:

—¿Por qué haces esto? —su voz suena casi como un susurro.

—Porque hace frío y no quiero que pesques un resfriado —dice secamente.

—Eso no debería de importarte si me detestas —la voz de ella se entrecorta cuando William vuelve a soltar otro gruñido.

—Prometí cuidarte, además tus pezones erguidos me quitan la concentración.

   Katherine abre la boca formando una o y se cubre más con el saco cuando empieza a sentir como el calor le sube a la cara.

»La próxima vez, trae algo más que te cubra —Katherine asiente avergonzada y da varios pasos en dirección a la casa, cuando William la detiene—.  ¿No vas a seguir con tu paseo? ¿Ya te dio sueño?

   Katherine lo mira extrañada.

—¿O es por mí que no quieres seguir?

—Pensé que te molestaba que estuviera aquí —responde ella y él niega con la cabeza.

—Puedo acompañarte si quieres.

   Katherine se asombra ante las palabras de su esposo, pero asiente hacia él y comienzan a caminar por el jardín, bajo la mirada sonriente de Simon que los observa por la ventana de la habitación de William.

—Hoy conocí al capataz —Habla Katherine buscando un tema de conversación ya que él silencio la inquieta.

—Es un poco aterrador ¿No es cierto? —pregunta él y ella asiente.

—También conocí a uno de los niños que viven aquí y a su abuela... Por cierto la anciana me dijo algo que me puso a dudar —dice y se cubre la boca por su imprudencia, pero William lo nota.

—¿Qué cosa te dijo? —pregunta, pero ella se queda callada— ¿Qué dijo la anciana Katherine?

—Que tú habías dado la orden para que ninguno de los empleados pisara terrenos de la casa.

—Nunca di tal orden.

—¿En serio? —pregunta ella deteniendo el paso para verlo a la cara mientras él mantiene la mirada fija al frente.

—¿Por qué haría eso? —sus ojos se cruzan con los de ella unos breves instantes, pero luego, Katherine baja la vista haciendo que el pecho de William se oprima—. Katherine, se que no estamos en los mejores términos, pero me gustaría llevar las cosas por la paz.

   Katherine levanta la cara y vuelve a mirarlo a los ojos incrédula de sus palabras.

»Lamento lo que dije ayer. 

—Yo... Yo siento mucho no decirte nada de lo de Paul —su voz tiembla—. Tenía miedo de cómo podrías reaccionar y no quería que pensaras mal de mi.

—No hablemos más de esto por favor —William clava sus uñas en su puños—. Seguiremos como hasta ahora, fingiendo ser una pareja feliz ante los demás, pero deberíamos llevarnos mejor ¿Que dices?

   Katherine asiente a pesar de que el pecho le duela ante las palabras de William.

»Volvamos a la casa, ya está enfriando un poco más —William posa la mano sobre la espalda baja de Katherine dirigiéndose hacia la casa— Buenas noches Katherine.

—Buenas noches William.

   Ambos se despiden en la escalera principal y se van cada uno hacia el ala donde están sus habitaciones.

—¡¿Qué?! —pregunta William a Simon quien tiene una sonrisa en su rostro apenas llega a su habitación.

—¿Haciendo las paces? —pregunta en tono burlón a lo que William gruñe.

—Es mejor llevar las cosas en paz entre los dos —dice y su amigo asiente—. ¡Y ya vete a dormir!

   William saca a Simon a empujones de su habitación mientras este se carcajea feliz por el paso que ha dado su amigo.

Mientras las luces de la casa grande se apagan, Brunell cierra la puerta de la pequeña casa en los terrenos Ferguson-Kensington, después de haber estado observando a Katherine caminar por el jardín hasta que William se acercó a ella.

   Una mujer lo espera semidesnuda sobre el sillón de la pequeña sala.

—Por lo que pude ver los patrones no se llevan bien —dice mientras se acerca a la mujer y magrea sus pechos.

—No duermen juntos —confiesa la mujer y Brunell detiene su atención de los pechos de ella.

—¿Por qué no habías dicho nada? —la mujer lleva la mano de Brunell de nuevo a su pecho y lo besa en los labios.

—Porque no lo creí importante —besa el cuello del hombre.

—Es información importante para mi jefe —besa el cuello de la mujer llevando una de sus manos a la entrepierna de ella y al sentir lo húmeda que está, se levanta y baja sus pantalones para entrar en ella.

—¿Quiero al duque para mí? —dice mientras Brunell la embiste.

—No va a durar mucho, el jefe tiene planes para él —Brunell embiste con más fuerza, hasta que ambos consiguen su liberación—. Vete no quiero que alguien te descubra aquí.

   La mujer vuelve a vestirse y tras darle un beso en los labios se va oculta entre la oscuridad de la fría noche. Brunell se para frente a la ventana con un puro en la boca y mientras suelta la nube de humo se dice a sí mismo:

—Así que no duermen juntos, podría divertirme con ella antes de entregársela al jefe.

———————
La mañana siguiente Katherine y William se encuentran en el comedor para desayunar junto a Ada y Simon quien aún mantiene la sonrisa en el rostro.

—Mañana llegará Sophy a la casa —informa William y al ver el brillo en los ojos de Katherine sonríe.

—Gracias por traerla.

—Es tu dama de compañía.

Tras la noticia del desayuno Katherine pasó todo el día ansiosa de que llegara el día siguiente para volver a ver a Sophy y pasar sus días con ella, a pesar de pasar ratos amenos con Ada, era con su dama con quien se sentía mucho más cómoda.

La mañana del día siguiente llegó bajo la soledad del comedor. Simon y William salieron muy temprano y no comieron junto a Katherine y Ada.

A media mañana caminando por el pasillo del ala oeste, Katherine escucha un ruido proveniente de la entrada. Acelera el paso para averiguar de qué se trata y los baúles cerca de la escalera la emocionan tanto que bajan casi corriendo.

El rostro de Sophy aparece en la puerta principal y Katherine suelta el libro que llevaba entre las manos para abrazar a su amiga.

—¡Que gusto que ya estés aquí! —se abrazan con fuerza mientras una lágrima se le escapa por la mejilla— ¡Ada, que alguien venga para ayudar a subir los baúles!

Grita llena de emoción mientras arrastra a su amiga a la sala para que se siente junto a ella.

La figura masculina que entra minutos detrás de ellas, hace que la felicidad del cuerpo de Katherine se drene de golpe.

—Paul, ¿Qué haces aquí?

—Tenía que ir a la ciudad así que aprovechando el viaje, traje a Sophy hasta tu casa —Paul al ver lo pálida que está Katherine le pregunta— ¿Estás bien?

Katherine sacude la cabeza cuando Ada entra a la sala en busca de Sophy para llevarla a su habitación.

—Puedo ir con ustedes —sugiere Katherine, pero Ada se niega.

—Atiende a la visita —dice Ada sin saber que Paul es el causante de todo el embrollo entre su esposo y ella.

—¿Cómo estás? —pregunta Paul y Katherine se sienta de golpe en el sillón de nuevo poniendo cierta distancia entre ella y él.

—Muy bien Paul... Perdón por ser grosera, pero, creo que deberías irte.

—Lo sé, sólo quería saber cómo estabas.

—Estoy bien y ahora más feliz por tener a Sophy conmigo... Paul, lo siento, pero debes irte ahora.

El tono nervioso de Katherine hace sospechar a Paul y darle a entender que algo sucede.

—Kate, ¿Pasa algo? ¿Tu esposo no te deja tener visitas acaso?

Mientras Paul habla con Katherine en la sala. William camina junto a Simon por los terrenos que serán habilitados para la siembra. A unos cuantos metros de ellos visualizan a Brunell quien regaña a uno de los empleados.

—¡Dije que necesitaba esto listo en media hora y ya ha pasado una! —grita a todo pulmón Brunell mientras que William se para a su espalda.

—Lo siento, no medí bien él tiempo —se excusa el empleado.

—La pérdida de tiempo será descontada de tu salario —espeta.

—¡Aquí nadie descontará nada de nadie, Spencer! —advierte William detrás de Brunell quien se yergue ante la presencia de su patrón.

—¡Patrón! —suelta el empleado frente a Brunell sorprendido.

—¿Qué es lo que está sucediendo aquí? —pregunta Simon a lo que Brunell frunce el ceño.

—¡Es este empleado! —reclama— ¡Le di la orden de tener la zanja lista en media hora y ya lleva una y no he visto ni la mitad del trabajo hecho!

—La tierra está endurecida patrón —defiende el empleado—. Hay que removerla poco a poco.

William observa el trabajo del empleado y ve de él a Brunell.

—Busque a alguien que lo ayude —ordena—. Acompáñeme Spencer.

Brunell se aparta unos cuantos metros junto a Simon y a William quien lo reprende por su proceder.

—Si usted sabía que la tierra estaba endurecida, ¿Por qué envió a un solo hombre a hacer el trabajo de dos? —pregunta con los brazos cruzados.

—Tengo a los otros empleados haciendo otra tareas Milord.

—¿Y cómo está eso de que según yo prohibí a los empleados pisar las tierras pertenecientes a la casa? Nunca di tal orden, Spencer.

—La orden la di yo Milord.

—¿Bajo mi nombre, sin consultarme primero?

—Sí Milord, pero si dejamos que estos empleados pisen los terrenos de la casa grande, husmearán por todos los rincones y no es correcto. En un futuro tendremos que contratar personal por temporadas y hay muchos bandidos que se mezclan para robar.

—Tiene razón, pero para la próxima, consulte conmigo primero y en cuanto a la zanja, busque a más hombres para que ayuden.

Brunell asiente tragándose la rabia de verse descubierto por William. Simon y él lo dejan solo y se encaminan a la casa al ver que se acerca la hora del almuerzo.

—Voy a quedarme un rato más por aquí en los terrenos Hermano, comeré algo después —avisa Simon y él asiente caminando solo hacia la casa.

Cuando William ya está cerca de la casa, reconoce el coche parado frente a la entrada principal.

«Sophy debió de haber llegado ya».

Sube los escalones hasta la puerta principal encontrando a Antoine que justo abre y lo saluda.

—Mi señor, buenas tardes.

Katherine al escuchar la voz de Antoine comienza a temblar y a empujones trata de sacar a Paul de la sala para que se vaya.

—¡Vete Paul! —lo empuja, pero él la mira extrañado— Por favor Paul, si William te encuentra aquí se va a molestar.

—Katherine, ¿Qué pasa? —pregunta al verla tan asustada— ¿Acaso tu esposo no te permite tener visitas?

«¡No!» —responde su cerebro.

—¡No, si las visitas son tuyas! —la voz de William resuena por toda la sala, haciendo que Katherine se congele en su sitio muerta de miedo— ¿Que hace este en mi casa?

Pregunta William lleno de rabia y con la mirada fría hacia Katherine.

—E... Él trajo a Sophy, pero ya se va.

Paul mira de Katherine a William sin entender nada y de repente dice:

—¿Esto es por el beso que le di? —pregunta.

Katherine debe dar un paso atrás para no caerse mientras la mirada inyectada de furia de William se clava en Paul.

—Lo lamento Milord, pero ese día estaba ebrio y no sabía lo que hacía.

—Paul, guarda silencio por favor —advierte Katherine temblando de miedo—. Ya trajiste a Sophy, ahora vete.

—¡No voy a irme viéndote así Kate! —William aguarda reteniendo toda su paciencia para no irse en su contra y molerlo a golpes—. No tuviste nada que ver, yo soy el único culpable Milord.

—¡Lárgate de mi casa inmediatamente o no respondo! —dice William entre dientes.

—¡No voy a irme sin aclarar esto!

Y estas son las últimas palabras que Paul dice antes de que William pierda la compostura y se abalance contra él.

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