Capitulo 45.

   William:

—Lord William Sebastian Ferguson Hansen —dice el cardenal—. Acepta usted por esposa a lady Katherine Kensington Willson, para amarla, respetarla. Cuidarla en la salud y en la enfermedad, en la riqueza y en la pobreza? ¿Promete serle fiel y no caer en la tentación de la carne hasta que la muerte los separe?

   Me quedo callado por un breve instante donde todos los recuerdos vividos con ella pasan por mi mente: la primera vez que la vi, sus hechizantes ojos, su exquisito aroma, ¡Dios, nuestro primer beso!, su cuerpo tembloroso pegado al mío. Y luego el maldito recuerdo de verla entre los brazos de aquel imbécil que se atrevió a profanar los labios que por derecho solo me pertenecían a mi.

   «¡No!»... Es lo que desearía responder, pero algo se remueve dentro de mí cuando siento sus manos temblar sobre las mías y sus ojos expectantes fijos en los míos.  Veo cómo entreabre los labios, esa boca que me haría caer una y otra vez para poseerla si no hubiese visto lo que vi esa maldita noche.

   El ardor en mi pecho cobra vida de nuevo y debo hacerla pagar por su traición «Si yo no soy feliz, ella tampoco lo será», suena egoísta lo sé, pero a este punto ya nada me importa, tengo un título que heredar y mantener y casarme con ella me servirá ya que en documentos ya soy un duque, pero ante la nobleza sigo en el ojo del huracán  buscando que caiga en algún momento para quitarme lo que por derecho me pertenece.

—¡Acepto! —digo fuerte y claro para que todos en la catedral lo escuchen y no haya dudas de que al fin a este soltero le pusieron los grilletes.

   Katherine suspira aliviada ante mi respuesta y le doy una sonrisa bien fingida para que no se preocupe. Yo no soy el otro idiota que la dejó por la hermana haciendo que su nombre fuera la burla de la nobleza hace muchos meses atrás.

—Lady Katherine Kensington Willson —lo escucho decir—. Acepta usted por esposo a lord  William Sebastian Ferguson Hansen, para amarlo, respetarlo. Cuidarlo en la salud y en la enfermedad, en la riqueza y en la pobreza? ¿Promete serle fiel y no caer en la tentación de la carne hasta que la muerte los separe?

«¿Amarme, respetarme, serme fiel y no caer en la tentación? Preguntas estupidas a una persona que ya faltó a todo eso»

   Ella sonríe y no se lo piensa al responder:

—¡Acepto! —lo dice en el mismo tono que yo lo hice y un lado de mi boca se levanta en una sonrisa.

   «Acabas de sentenciarte a una vida miserable».

—Por favor, los anillos —el pequeño niño trae el cojín donde están atados nuestras alianzas y las bendice—. El señor bendiga estos anillos que van a entregarse el uno al otro en señal de su amor y su fidelidad.

—¡Amén! —respondemos ambos y me pide que toma la alianza de ella repitiendo después de él:

—Yo, William Sebastián Ferguson Hansen —repito después de él deslizando la alianza en su dedo anular con cada palabra que digo—. Te tomo a ti, Katherine Kensington Willson como mi esposa y te entrego este anillo como muestra de mi amor y mi fidelidad hacia ti —las palabras me queman el pecho y la garganta cuando la veo y no contiene las lágrimas—. Prometo serte fiel, amarte y respetarte todos los días de mi vida.

   Es el turno de ella y algo se comprime en mi estómago cuando la escucho y su voz me suena sincera.

—Yo, Katherine Kensington Willson —la voz se le entrecorta—. Te tomo a ti William Sebastian Ferguson Hansen como mi esposo y te entrego este anillo como muestra de mi amor y mi fidelidad hacia ti —las lágrimas corren como mares por sus mejillas y cada vez que desliza la alianza en mi dedo siento que me arde—. Prometo serte fiel, amarte y respetarte «Más viles mentiras». Todos los días de mi vida.

   Tomo su mano y la llevo a mis labios dejándole un corto beso sintiéndola suspirar con mi toque.

—¡Este matrimonio ha sido sellado con las alianzas como símbolo de su amor y fidelidad! —habla el cura mirando a los invitados—. ¡Si  alguien tiene algún impedimento en contra de que Lord Ferguson y lady Kensington se unan en matrimonio, que hable ahora o calle para siempre!

   El cardenal mira en dirección a todos los invitados, mientras que mi cuerpo comienza a tensarse y miro por el rabillo del ojo a ver si alguien se levanta para impedir nuestro matrimonio. Las manos de Katherine aprietan las mías y creo que lo hace inconscientemente «¿Estará esperando que aquel imbécil interrumpa la boda?»

—¡Lo que Dios nuestro señor ha unido, que no lo separe el hombre! —dice el Cardenal tan alto que puedo jurar que lo escuchan hasta el último banquillo de la catedral—. Lord William Sebastian Ferguson Hansen —lleva su vista de mí hacia ella—. Lady Katherine Kensington Willson. ¡En el nombre De Dios todopoderoso, yo los declaro marido y mujer! Puede besar a la novia.

   Apenas suelta las palabras, me acerco más a Katherine quien tiene los ojos brillosos por las lágrimas, pongo mis manos sobre sus mejillas y poco a poco voy acercando mi rostro al suyo.

  Siento su aliento acariciar mi cara cuando cierra los ojos esperando el beso en los labios que sellará nuestra unión matrimonial, pero ese beso nunca llegará, porque mi boca choca contra su frente.

   Pego mi frente a la suya al sentir bajo mis labios como la frunce sin gustarle mi gesto, pero me importa un demonio, me he jurado a mí mismo no volver a tocar sus labios profanados por otro con los míos.

—Ahora eres mia Katherine —le digo y al mismo tiempo que me escucha dibuja una sonrisa en su boca.

—Lo soy desde que te conocí —el hoyo negro en mi estómago crece al oírla mentirme.

   Los aplausos de los invitados hacen que nos separemos y nos giremos para darles la cara sonriéndole a todos.

   Tomo el brazo de Katherine cruzándolo con el mío y bajamos los escalones que separan el altar del pasillo central. Caminamos hasta la entrada principal donde nos recibe el intenso sol del mediodía y el sin fin de invitados que nos abrazan. Las puertas del coche nupcial son abiertas y la ayudo para que suba primero para hacerlo yo después a su lado.

   La celebración esta vez no será en la hacienda Kensington, si no en el gran salón donde mi abuelo celebró su último cumpleaños el cual fue decorado bajo las órdenes de mi esposa, su madre y la mía.

—¡Demos la bienvenida a lord y lady Ferguson, futuros duques de Edimburgo! —anuncia el hombre vestido con el traje que representa a la servidumbre real: pantalones a media pierna, pantimedias, peluca blanca y el característico bastón.

   Todos aplauden y brindan por nuestro matrimonio y me decido por darle a mi esposa su noche de felicidad para que la disfrute como se lo merece. Ya que será la última.

—————————————-
   Katherine:

   No quepo dentro de mí de tanta felicidad. Al fin me casé con el hombre que amo. Vamos en el
coche rumbo al gran salón donde se celebrará la fiesta de nuestra boda. Aún no me lo puedo creer. Admiro la alianza puesta en mi dedo y observo la de él y me parece mentira que este día al fin haya llegado, después de tanto tiempo anhelandolo.

—¿Estás feliz? —me pregunta y con una sonrisa en mis rostro asiento y lleva mi mano a su boca para dejar un tierno beso en ella.

—Ya somos formalmente marido y mujer ¿Puedes creerlo? —digo emocionada.

—Claro que lo creo —responde— ¿Porque lo dudas, acaso no querías casarte conmigo?

—¡Oh, por supuesto que sí, era lo que más ansiaba en el mundo! Pero si soy sincera, cuando el cardenal preguntó si alguien se oponía a nuestra unión, sentí miedo de que el padre de Richard apareciera y lo arruinara todo.

   Toma mi rostro entre sus manos y mirándome a los ojos me dice:

—¡Nadie va a apartarte de mi! ¿Lo entiendes? Ni él ni nadie, ahora eres mía.

   El sentido de protección que ejerce sobre mi cuándo me abraza me tranquiliza, sé que a su lado estaré bien.

   Llegamos al gran salón y él me ayuda a bajar del coche y entrelaza nuestros brazos hasta llegar a la entrada. El hombre con el bastón anuncia nuestra llegada y golpea tres veces el suelo.

—¡Demos la bienvenida a lord y lady Ferguson, futuros duques de Edimburgo!

   Todos aplauden y levantan sus copas en nuestra dirección en señal de felicidad para nuestro matrimonio. Uno de los meseros nos entrega nuestras copas y brindamos junto a nuestras familias.

   Los músicos comienzan a prepararse para dar inicio al vals que abrirá la noche: Voces de primavera de Johann Strauss.  La  pista de baile queda solo para William y para mi mientras nos colocamos frente a frente, recordando las normas de un baile tan importante: Espalda recta, hombros atrás, la mirada fija en el caballero, pisar con las puntas de los pies, no con los talones y dejar que tu pareja te guíe.

   William rodea mi cintura con su mano izquierda cuando mis pulsaciones comienzan a acelerarse. Mi mano derecha va a su hombro y descanso la otra sobre su mano derecha.

   Nos balanceamos dentro de nuestro propio cuadro imaginario un par de veces, para después comenzar a adueñarnos de toda la pista mientras danzamos imaginándome que volamos sobre una nube de algodón, porque así me siento cada vez que me tiene entre sus brazos cálidos y protectores.

   Mi padre toca el hombro de William para que yo pueda bailar con él y este me entrega su mano, mientras que él baila con mi madre. El Danubio azul de Johan Strauss suena al fondo y noto como se le nublan los ojos a papá.

—¿Estás feliz cariño? — pregunta y asiento contenta—, te diré lo mismo que le dije a tú hermana, si algún día no te hace feliz, siempre puedes volver a casa.

—Lo sé, tú siempre me protegerás... Te amo mucho papá —Nos saltamos el protocolo de baile, cuando pego mi oído a su pecho para oír sus latidos. Es algo que se ha vuelto costumbre solo con las personas que amo.

   Siento los ojos de William puestos en mí y lo miro viendo que tiene el ceño un poco fruncido, le sonrío para que note que no pasa nada e inmediatamente cambia la rigidez de su rostro a una más relajada.

   Mi padre me gira y bailamos por la pista de baile hasta extender mi mano en dirección a lord Christian quien me recibe con una reverencia antes de tomarla.

—Ahora puedes llamarme abuelo hija —me dice y sus ojos se iluminan cuando le digo que sería un gran honor para mí hacerlo.

   Bailamos a su ritmo por lo de su pierna, afortunadamente el vals de Strauss sigue sonando. Miro al frente y Joan está tan feliz de bailar con su hijo al igual que yo de verlos. William adora a su familia y haría cualquier cosa por ellos.

   La música cambia de ritmo cuando comienza a sonar: Air de Johan Sebastian Bach, tomo la mano de Phillip para bailar la mitad de la canción y luego soy tomada por la de Richard. Cuando él rodea mi cintura, recuerdo la primera vez que bailé con él en mi única temporada, donde la difunta tía Gertrude nos descubrió. Su porte elegante y la manera suave de tomar mi mano aquel día aún sorprendida de verlo ahí. Una sonrisa se dibuja en mi rostro y siento que también lo recuerda porque se acerca un poco más para hablarme al oído de una forma decente.

—Fue uno de nuestros primeros bailes Katherine. ¿lo recuerdas? —asiento—. Estabas tan hermosa ese día como lo estás hoy. Dios como nos ha cambiado la vida, estos hubiésemos sido nosotros dos si yo... —corta la conversación y decido seguirla.

—Si no te hubieras enamorado de mi hermana... No lo digo en forma de reproche Richard, sé que con ella eres feliz y me alegro por ello.

   Asiente y después de eso no seguimos hablando mientras bailamos. La música termina y me acompaña hasta dónde está William y me entrega su mano. Noto un poco tensa su postura cuando suelta a mi hermana, pero luego se relaja cuando caminamos hacia nuestra mesa.

   Me siento y veo a mi alrededor a todos felices y esta es la boda que siempre soñé. Solo que él protagonista es otro, uno al que ciegamente ya le entregué mi alma y mi corazón y esta noche también tendrá mi cuerpo.

   La fiesta para nosotros termina, cuando William me dice al oído que ya es hora de irnos. Mis piernas comienzan a temblar y mi corazón a acelerarse porque de antemano sé lo que eso significa.

   Me despido de mis padres, de lord Christian, Joan y cuando voy a abrazar a mi hermana me pide unos minutos a solas. Veo a William que tensa los hombros y pongo mi mano sobre la suya.

—Son solo unos minutos —le digo y se niega a soltarme.

—Solo voy a darle a mi hermanita unos consejos para su primera noche cuñado —suelta Anne—. No es que me vaya a llevar a la novia a China.

   William suelta mi mano y Anne y yo caminamos a uno de los pasillos fuera del salón.  Al regresar de nuevo al lado de mi esposo, estoy más nerviosa que antes, él frunce el ceño cuando me ve y trago la saliva inexistente de mi boca. Le doy un último abrazo a mi familia y camino junto a él hasta entrar al coche que nos llevará a la casa, donde consumaremos nuestro matrimonio.

—¿Pasó algo? Estás muy pálida.

—Nada —trato de tranquilizarlo y a la vez a mi también—, solo estoy nerviosa.

—¿Por esta noche? —pregunta sin apartar los ojos de mi.

—Si... No se que debo hacer —me sincero, no quiero creer en lo que me dijo Anne, mamá me hablo de algo diferente—. He leído cosas y mi madre me dijo otras, pero Anne...

   Me quedo callada, no quiero que crea que soy una total tonta.

—¿Anne que? —pregunta y aprieta mi mano sobre mi regazo.

—Solo, olvídalo. Estoy nerviosa.

—No tienes porque estarlo. No te preocupes por esta noche —lleva mi cuerpo al suyo y puedo oír los latidos de su corazón retumbando en mi oído. El sonido me calma y cierro los ojos mientras vamos camino a nuestra casa.

   La luna de miel será sorpresa. William no me quiso decir nada al respecto el día que tocamos el tema, así que lo dejé pasar para que me sorprendiera. Siento sus labios en mi coronilla y caigo en cuenta de que ya no nos movemos.

—Llegamos —dice y el cochero abre su puerta para que él venga a mi lado y me ayude a bajar.

   La casa no es muy grande por fuera. Entramos y el ambiente es acogedor aunque un poco sobrio para mi gusto, a decir verdad.

—Pensé que tu madre iba a hacerse cargo de la decoración de nuestra casa —le digo y se echa a reír.

—Está no será nuestra casa —lo miro extrañada—, aquí vivo desde que dejé a mi abuelo y a mi madre. Pasaremos la noche aquí. 

   William llama a una empleada un poco mayor y ella aparece en lo alto de las escaleras, se parece un poco a  mi nana Josephine, solo que su piel es clara.

—¡Llegaron! —dice muy contenta y lo abraza— ¡Juré que iba a morir sin ver a este muchacho con una alianza en su mano! Mi nombre es Ada, soy la encargada de la casa y casi nana de tu esposo.

—Es un placer conocerla Ada.

—¡Oh vamos, no tienes que ser formal conmigo! Para ti solo soy Ada —me abraza como si me conociera de años y le devuelvo el gesto, en verdad es muy cariñosa.

—Ven, vamos a prepararte. La bañera ya está en su punto.

   Subo con ella hasta la segunda planta y volteo a ver a William mientras subimos las escaleras. Entramos a una habitación donde alcanzo a ver una cama doble con dosel, un buró sencillo y un ventanal que da a algún lado.

   Aprovecho que Ada entra al cuarto de baño, para echar un ojo por el cristal y abajo se puede ver un jardín iluminado por faroles.

—El agua está en su punto, las esencias ya están esparcidas y tú humectante está junto al camisón que usarás.

   Camino al cuarto de baño y echo un ojo adentro, toco el camisón blanco que Joan mandó a diseñar para esta noche y es hermoso, aunque un poco revelador por su transparencia. Lleva el
pecho con encaje del mismo color y unas finas cintas para atarlo sobre mis hombros.

—Ada. ¿Y la ropa interior? —pregunto al no verla junto al camisón.

—Está noche no la necesitas —dice cuando se asoma a la puerta y me sonríe al ver mi sonrojo—. Te ayudaré con el vestido.

   Se para a mi espalda y desabotona la innumerable fila de botones de raso hasta dejarla descubierta.

—Te dejo para que te asees y lo esperes en la habitación. La casa estará sola para ustedes esta noche. Vendré mañana con el desayuno.

   Cierra la puerta cuando se va y vuelvo a mirar todo a mi alrededor. «En verdad esto está sucediendo», mi mente comienza a analizar todo. Nerviosa me desnudo y entro a la bañera humedeciendo sólo mi cuerpo. Me lavo y salgo para esparcir mi humectante recién hecho por mi hace unos días y me coloco el camisón. Cruzo la puerta hacia la habitación y me acerco a la cama para tocar el cubrecama y las sábanas «seda».

   Siento el corazón a mil por hora cuando comienzan a pasar los minutos y él no llega. Apago el interruptor de la luz dejando solo la pequeña lámpara encendida. Me da vergüenza que me vea tan desnuda con tanta iluminación. Me espanto yo misma al verme en el espejo como todo lo que se transparenta debajo del camisón.

   Pasa una hora y me impaciento al ver que no entra. Pongo el oído en la puerta a ver si escucho sus pasos, pero todo está en silencio. Extrañada tomo el pomo para abrirlo y salir, pero recuerdo que estoy casi desnuda y me alejo sentándome sobre la cama  apoyando mi torso en el espaldar.

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   El sonido de los pájaros en la baranda del balcón hace que abra los ojos y parpadeo varias veces antes de darme cuenta de que me quedé dormida. No sé en qué momento rodé mi cuerpo hacia abajo, pero debo jalar el camisón hacia abajo para cubrirme ya que tengo mis caderas descubiertas.

   Me levanto dándome cuenta que estoy sola en la habitación «No vino anoche», camino al cuarto de baño para hacer mis necesidades y abro el armario dándome cuenta que solo están mis cosas guardadas ahí. Extrañada tomo un vestido de los más sencillos, me arreglo frente al espejo y bajo a buscarlo, sin conocer nada voy abriendo las pocas puertas que me encuentro hasta toparme en el camino con Ada quien viene con una bandeja con el desayuno.

—Buenos días —me saluda y le respondo.

—¿William, dónde está? —pregunto y deja la bandeja que trae sobre una mesita.

—Lo lamento mi niña  —dice y mi corazón comienza a galopar incontrolablemente—. Mi niño salió de viaje.

—¡¿Qué?! ¿Cómo que salió de viaje? ¡Pero si nos casamos ayer! —La ira, la tristeza, la confusión están haciendo estragos en mi pecho en estos momentos sin entender nada.

—Me lo dijo anoche cuando te dejé sola en la habitación —no me lo creo—. Cuando baje tenía una pequeña maleta en la mano y me pidió que no te dijera nada hasta hoy.

—¿Cuándo volverá, dejó algo dicho? —pregunto con los brazos cruzados y ella niega con la cabeza.

—No, pero deberías desayunar, desde ayer no comes.

—No tengo hambre.

   Con la rabia saliendo por mis poros subo a la habitación y busco mejor en el armario y confirmo que sólo está la ropa de la pequeña maleta que había preparado para estos días de mi luna de miel.

   Salgo y comienzo a abrir las otras puertas del pasillo y en una habitación veo en el armario ropa que le he visto a Simon confirmando que es su dormitorio.

   Bajo de nuevo en busca de Ada y entro a la cocina encontrándola allí sentada escogiendo algunos granos.

—¿Porque la ropa de William no está por ningún lado?

   Ella me observa con pesar y eso hace que la tristeza me invada al instante.

—La ropa de William no está en la casa. Él se llevó lo que quedaba anoche con él.

—Volveré a casa de mis padres. No me quedaré aquí sin él y mucho menos sin una explicación de lo que sucede.

—Lo lamento mi niña, pero dejó órdenes de no dejarte salir.

   El impacto me cae como una tonelada de cemento sobre la cabeza. Doy varios pasos atrás sin poder creer lo que mis oídos escuchan.

—¡Repítelo! —le exijo— ¡Repite lo que acabas de decir!

—William dejó órdenes de no dejarte salir de la propiedad. Lo lamento, pero sólo puedes salir al jardín.

—¡Pero qué tontería es esta! ¡Soy su esposa no su prisionera!

   Salgo por la puerta principal y bajo los cortos escalones atravesando el jardín hasta el muro que da a la calle y un par de hombres me detienen en el camino.

—¡Apártense! —exijo, pero ninguno se mueve.

—Mil perdones mi lady, pero el señor nos dio órdenes de no dejarla salir.

   La rabia de consume e intento apartarlos a la fuerza, pero son mucho más altos que yo y más fuertes. Dando zancadas vuelvo a la casa encontrándome a Ada en las escaleras.

—Espera a que llegue, tal vez haya alguna explicación para esto.

—Si como sea, de igual forma no puedo hacer más nada que esperarlo.

   Subo a la habitación y vuelvo a ver todo una vez más, antes de que las lágrimas se acumulen en mis ojos y la tristeza se apodere de mi cuerpo.

   Me lanzo a la cama para llorar desconsoladamente sin entender nada de lo que está sucediendo. No sé en qué momento me quedé dormida, pero cuando despierto ya la luz del día no está y la fría noche se cuela por el ventanal. Ada toca a la puerta informando que la cena ya está lista y bajo al comedor solo porque mi estómago me lo exige.

   Sin mucho ánimo ceno y vuelvo a la habitación donde veo en el suelo el camisón que con mucho ilusión y nervios me puse anoche para mi noche de bodas. Lo tomo entre mis manos y los sollozos no se hacen esperar una vez más.

   Cuando ya no me quedan lágrimas que derramar, voy al armario y busco un camisón para dormír. En esto se ha basado mi vida en la primera semana de matrimonio que llevo: me levanto, me aseo, bajo a desayunar, paseo por el jardín un rato, almuerzo, recorro el camino bajo la mirada de los guardias, ceno y vuelvo a mi habitación esperando a que un día William decida entrar por esa puerta y darme una muy buena explicación.

   Han pasado dos semanas desde nuestro matrimonio y aún no hay rastros de William por ninguna parte, ni una flor, ni una nota que diga que está vivo o dónde está. Ayudo a Ada en la cocina para no volverme loca con tanto silencio en esta casa y luego de la comida voy al despacho y saco un libro de la extensa biblioteca que tiene.

   En esto últimos días es lo que hago, ayudar en el aseo de la casa, aunque Ada al pricipio siempre me regañaba, pero no le prestaba atención,  ya hasta se ha acostumbrado. Preparamos las comidas juntas y comemos ambas en el comedor. Luego tomo un libro de la biblioteca y salgo al jardín para leerlo hasta que el aire fresco cala en mis huesos y decido entrar a la casa. Cenamos y vuelvo a mi habitación para descansar hasta el otro día. Una rutina diaria y aburrida ya que no cuento ni con la compañía de Sophy.

   Hoy me levanté con el ánimo por el suelo, mis pensamientos van y vienen en torno a la actitud de William, siempre fue un hombre amoroso y atento conmigo y ahora. Ahora no sé qué pensar de todo esto. Recorro la casa de arriba a abajo en busca de algo que me lleve a entender porque hizo lo que hizo y solo me confirma lo que ya suponía desde hace algunos días.

«Todo fue una vil trampa para ascender en su título y encerrarme en esta jaula de oro».

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William:

Ya casi se cumple un mes de mi matrimonio con ella. Me he mantenido encerrado en la casa que compré antes de casarnos, encerrado en mis pensamientos.

Simon abre la puerta con unas bolsas de comida en sus manos. Aún sigue molesto conmigo por la actitud que tomé luego de dejarla en casa, no me habla ni me determina en lo absoluto. Solo vino después que le envíe la nota con uno de los cocheros que me trajeron aquí.

—Aquí tienes para que llenes tu alacena —dice camino a la puerta para irse.

—Vaya la ley del hielo caducó al fin —suelto y nota el sarcasmo en mi voz volteándose acercándose a mi.

—¿Crees que mereces un mejor trato William? —me enfrenta— ¿Crees que actuaste de la mejor manera con ella? ¡Eres un perfecto imbécil, solo haces estupidez tras estupidez!

—No tuve opción —defiendo y me mira como si tuviera un tercer ojo en la frente.

—¡Que mierda William! ¡¿No tuviste opción?! ¡Claro que la tuviste, enfrentarla desde el principio como te lo dijimos tú abuelo y yo! —grita molesto— ¡Pero tú orgullo puede más que cualquier cosa y preferiste humillarla dejándola sola sin explicación alguna! ¡Además de dejarla encarcelada!

—¡No está encarcelada!

—¡¿Ah no?! ¿Y cómo llamas a la orden que diste de no dejarla salir?

—Está segura, ahí lord Chapman no puede llegar a ella.

—¡Estaba segura contigo a su lado como su esposo!

—¡No puedo tenerla cerca entiéndelo! —espeto.

—¡Ah no! ¡¿Y por qué?! —pierdo la paciencia y digo las palabras que todo este tiempo negué a pronunciar.

—¡POR QUÉ LA AMO Y SI LA TENGO CERCA MI CUERPO ME TRAICIONA! —«Dios lo dije»— ¡Crees que es fácil para mí tenerla a unos pasos y no querer lanzarla a la cama y hacerla mía!

—¡Entonces hazlo y acaba con esto de una vez!

—No puedo —cubro mi cara con mis manos—. Tengo miedo.

Simon me toma de los hombros y se acerca a mí.

—¿Miedo de que?

—De saber que no fui el primero.

—¡Por Dios hermano, aún dudas de que sea doncella! —no digo nada más y suelta el aire con cierta molestia—, ya eso quedó demostrado hace mucho William, claro que lo es. Te miraba con vergüenza no con placer, lo sabes, tú también te diste cuenta. No pierdas la oportunidad de ser feliz con ella.

—Lo pensaré.

—Me quedaré aquí esta noche y pediré a Antoine que prepare tus cosas. Mañana nos iremos para que hables con tu esposa.

—¡No!

—¡Si! Y no hay manera de que cambie de parecer. Así que mañana temprano nos iremos.

Antoine sube a mi habitación y recoge todas mis pertenencias dejando solo la ropa que usaré mañana antes de irnos. Simon es más terco que yo a veces y no hay manera de hacerlo cambiar de opinión. Sin embargo, en algo tiene razón y es que en algún momento debo enfrentarme a mi esposa y eso será mañana.

El coche se detiene frente a la propiedad y dos de los guardias que contrate abren el portón para dejarnos pasar. Nos detenemos en la entrada y Ada nos abre la puerta.

—Espero que tengas una muy buena excusa para hacer lo que hiciste —me regaña.

—¿Dónde está? —pregunto sin decirle nada más. No es a ella a quien le debo explicaciones.

—Está en la biblioteca. Últimamente es ahí donde pasa más tiempo.

—Bien... Antoine lleva esto a la habitación de Simon, ahí me quedaré.

—¡¿No dormirás con tu esposa?! —pregunta y ya me fastidia su intromisión.

—No tengo porque darte explicaciones —tajo el asunto y empiezo a caminar para subir a mi nueva habitación, cuando la puerta del despacho se abre y me encuentro con ella cara a cara.

El pulso se me acelera, la sangre fluye depositándose en un solo lugar cuando la veo con ese vestido que deja sus pechos apetitosos casi a la vista. Me mira congelada en su sitio sin poder creer que estoy frente a ela y yo solo puedo decir:

—Buenos días.

⭐️⭐️⭐️⭐️⭐️⭐️⭐️⭐️

Hola a todos, espero les haya gustado el capítulo. Recuerden que este es sólo un borrador y puede contener errores.

No olviden dejar su ⭐️ y comentar. Me gusta leer lo que piensan de los personajes.

Se les quiere.










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