Capítulo 43.
William:
El te amo que sale de la boca de Katherine y sus ojos llorosos me están quemando por dentro. ¿Como una persona tan bella por fuera, puede estar tan podrida por dentro?
¿Dónde quedó aquella joven que escribía tan intensas cartas de amor? Todo fue una vil mentira, tanto ella como su hermana están cortadas con la misma tijera: Falsas, mentirosas, avariciosas, ansiosas de poder. Que seres tan repugnantes son las hermanas Kensington.
Siempre pensé que Anne era la mala, la oveja negra, pero estaba equivocado. Katherine es aún peor, con su cara de ángel, es el verdadero demonio disfrazado.
«¿Cómo no pude darme cuenta antes? ¡Dios que imbécil soy!».
Los invitados aplauden a nuestro alrededor. El choque de sus palmas comienza a aturdirme y de pronto siento unos brazos que rodean mi cintura que me queman como lava ardiente. Mi mayor deseo es apartarla, pero no puedo ser tan evidente y simplemente le rodeo los hombros sin darle algún sentimiento en el acto.
Alza su rostro para ver el mío y tengo que hacerme de todo mi autocontrol para fingir una sonrisa en mis labios. Suavemente la aparto de mí.
—¡Champagne para todos! —grito para que comiencen a repartir las copas.
Nuestras familias e invitados se acercan para felicitarnos y luego de un rato de abrazos y tendidas de manos me siento hastiado.
Simon se acerca a mí muy serio para felicitarme y no pierde el tiempo en advertirme:
—Cambia esa cara, harás que todos se den cuenta —susurra a mi oído y permanezco en silencio.
Suspiro hondo llenando mis pulmones de aire y llenarme de paciencia «ya faltan dos horas para terminar con este circo». Cambio mi expresión para el gusto de mi amigo y ya deje de molestar.
—Estoy orgulloso de ti hijo —dice mi abuelo cuando me rodea el hombro—. Ella te hará feliz, ya lo veraz.
«Qué lejos estás de la verdad abuelo».
Mi abuelo es otro iluso más que cayó en las redes de esta mentirosa que tengo al lado y deseo con el alma no tenerla más, pero la necesito para poder obtener el título que me será entregado en unos días.
—¡Música maestro! —grita su padre y lo maldigo por dentro porque no quiero volver a tocarla— ¡Este será el primer baile para los futuros esposos!
Con la ira aún a flor de piel, me siento obligado a estirar mi mano pidiendo la suya para llevarla al centro de la pista de baile. La pongo frente a mí tocando su espalda y el simple contacto de su piel contra la palma de mi mano me arde. La música suave comienza y empezamos el baile al ritmo que marcan los músicos.
Inconscientemente ella descansa su cabeza en mi pecho y siento como mi cuerpo se calienta por la rabia necesitando apartarla, pero este se niega a hacer cualquier movimiento para alejarla.
«Hasta mi propio cuerpo me traiciona».
Le doy un giro de 360° y cuando tengo su rostro frente al mío, me encuentro con la mirada con la que tantas veces soñé. Vuelvo a girarla y esta vez miro un poco más arriba para no perderme en el falso y mentiroso azul de sus ojos.
La música termina y la llevo fuera de la pista para que no empiecen a molestar con que bailemos otro vals. La dejo con sus amigas, tomo una copa del mesero y salgo al jardín por un poco de aire, el de adentro ya me está asfixiando.
Me alejo un poco de la música con un mar de pensamientos en mi cabeza, dudando de que si mis ojos vieron mal, si ella le correspondió, si él la tomó a la fuerza, pero si fuera el caso, ella hubiera forcejeado, me hubiese dado cuenta desde mi lugar, aunque estaba un poco lejos, pero por Dios ¡Lo hubiese notado!
Aprieto la copa deseando romperla, pero una mano acaricia mi hombro derecho haciéndome girar para verla y la bilis se me sube a la garganta cuando la reconozco.
—¿Qué quieres Anne, no deberías estar con tu marido?
—Eso no es de ahora William —dice y no entiendo nada—. Lo de mi hermana y el ranchero —mi cuerpo se tensa al oírla. «Entonces ella también los vio»— Ella siempre lo ha buscado, lo envuelve y luego lo suelta, ese es su juego.
La copa entre mis manos se rompe y los cristales saltan por todos lados haciendo que ella dé un paso atrás.
—¿Qué estás diciendo? —le agarro fuertemente los brazos para que no huya.
—¡A Katherine siempre le ha gustado Paul!
—¡Mientes!
—¡No miento, puedes preguntárselo a cualquiera de los empleados de aquí! Te dirán lo mismo que yo —La suelto y le doy la espalda enojado—, siempre andan juntos sin compañía, una dama decente no hace eso.
—¿Te recuerdo cómo nos conocimos? —espeto— ¿No fuiste tú la que decidió montarse conmigo a un coche sin conocerme bien? No vengas a hablarme de decencia que no te queda.
—Ella es quien lo engatusa, se han visto a escondidas por las noches —habla y habla haciendo que mi furia y mi odio por ella crezcan cada vez más—. Sabrá Dios si continúa siendo doncella.
—¡Cállate la boca de una maldita vez! —le grito sin darle la cara. No quiero que me vea tan afectado.
—Ella es así, siempre le ha gustado la atención de los hombres. Allá tú si no quieres creerme,
Siento cuando se va y aprieto los puños hasta dejar mis nudillos blancos. La ira que tengo me hace encaminarme a la casa de aquel idiota para partirle la cara a golpes, pero a mitad del camino siento a Simon que corre desesperado a mi encuentro.
—¿Qué piensas hacer? —pregunta poniendo sus manos en mi pecho.
—¡Que no ves!, ¡Voy a buscar a ese maldito y le voy a romper la cara!
—¡¿Pero, estás loco?!, ni siquiera sabes donde vive... Lo que debes hacer es esperar y enfrentarla mañana, ¡Aclara las cosas con ella! Harás un escándalo que no te conviene.
—¡Ni siquiera es doncella! —le grito y da dos pasos atrás sin creer en mis palabras—, ¡La muy maldita se entregó a otro!.
—Eso no puede ser verdad —se niega a creer la realidad—, cómo podría pensar en pasar por alto, algo tan evidente... Te ibas a dar cuenta en la primera noche de bodas.
—No lo sé, tal vez pretendía hacer lo mismo que hizo la hermana con el otro idiota.
La cabeza vuelve a dolerme y siento como mi cuerpo comienza a debilitarse por la presión que cargo encima. Me acerco a uno de los bancos y me siento descansando los codos sobre mis muslos.
Tengo el estómago revuelto, las náuseas llegan hasta mi garganta y sin poder contenerlo más, devuelvo todo lo que comí.
—Te traeré un poco de agua —Simon corre al salón en busca de algo para beber, mientras trato de controlar este nuevo sentimiento que aflora ahora dentro de mi.
Apoyo la cabeza en el espaldar del banco y cierro los ojos a ver si así se me pasa el dolor de cabeza y la aflicción de mi pecho. Oigo pasos apresurados que vienen hacia mi y alguien se sienta a mi lado. Reconozco el aroma de su perfume y abro los ojos chocando con su mirada preocupada.
—¿Te sientes bien? —pregunta y vuelvo a cerrar los ojos —Toca mi frente y mi cuello para ver si tengo fiebre, pero mi cuerpo no arde por estar enfermo, arde de la desilusión y la decepción al saber todo lo que hasta hoy se me ocultó y que ahora me está matando por dentro—, debemos llevarte a una de las habitaciones para que descanses. Le pediré a mi padre que despida a todos apenas acabe todo.
Con la ayuda de Simon me sube a la habitación que condicionaron para mi, no discuto, solo me dejo llevar. Entramos y me acuesto sin fuerzas, me siento cansado, sin ánimos de apartarla de mi.
—Hay que quitarle la ropa y ponerle el pijama —dice cuando se agacha a quitarme los zapatos preocupada.
Simon se para frente a mí y me sienta para quitarme el saco, me siento como una marioneta entre hilos. Me quita la corbata, empieza a desabotonar mi camisa y con los ojos entrecerrados la veo notando el rubor que le sube al rostro cuando queda descubierto mi pecho.
—Iré por un poco de agua, mientras lo desvistes.
—Espera —dice Simon para que se detenga—, no puedo levantarlo yo solo, necesito que me ayudes—, sé lo que él intenta hacer.
—Llamaré a alguno de los hombres para que te ayude —toma el pomo de la puerta para abrirla y sale de la habitación.
—¿Si te das cuenta lo sonrojada que estaba? —me pregunta—, ¿Crees que una mujer que ya estuvo con otro hombre se pone así? Eso no se finge hermano.
Asiento sin ánimos de nada, cómo puedo me levanto a quitarme el resto de la ropa y me pongo el pijama para acostarme, cuando la puerta se abre de nuevo dando paso a mi madre y a mi abuelo.
—Cariño ¿Estás bien? —pregunta preocupada al verme pálido—, habrá sido la presión del compromiso, desde temprano estabas extraño.
—Solo necesito descansar —le digo para tranquilizarla. Katherine entra con una bandeja en las manos y la coloca en la mesita junto a la cama.
—No tiene fiebre al menos —dice poniendo su mano en mi frente—, voy a pedirle a Sophy que se quede conmigo para cuidarte esta noche.
—No se preocupen —habla Simon—, yo me quedaré. Ustedes vayan a descansar.
Por más que insistieron Katherine y mi madre, Simon no dio el brazo a torcer y él se queda conmigo.
Al sentir que la puerta se cierra Simon se sienta a mi lado y coloca su mano sobre mi hombro.
—Vamos hermano, suéltalo todo. Aquí estoy.
Todos los sentimientos encontrados dentro de mi pecho por todo lo acontecido, salen a flote, pero sin fuerzas para golpear algo, cubro mis ojos con uno de mis brazos e inmediatamente siento el sabor salado que baja por mi garganta y sin poder evitarlo una lágrima se me escapa.
Simon no me abandona. No me apena que me vea llorando como un niño.
—Tienes que hablar con ella William, no puedes dejar que las cosas queden así —niego con la cabeza.
—Lo que vi, es lo que vi. Nada va a cambiar eso —le digo cansado.
—Te estás equivocando hermano —insiste en negar las cosas—. Hablaré mañana con Jazmin, ella debe saber lo que sucedió.
—¡No le vas a preguntar nada! —exijo—, pasado mañana nos iremos a Edimburgo hasta el día antes de la boda.
—Entonces, ¿Estás decidido a no decirle nada?
—Si.
«Yo padeceré, pero tú lo harás a mi lado Katherine».
—————————————
Katherine:
Por más vueltas que doy en la cama, no logro conciliar el sueño. Mi cabeza está hecha un lío de tanto pensar que pudo haber hecho que William se descompensara de esa manera, aunque Joan me dijo que era producto de los nervios, sé que hay algo más.
Él estaba frío y distante a la hora de proponerme matrimonio, casi no me miró ni me besó en los labios luego de ponerme el anillo y luego del vals desapareció.
Por otro lado, está lo del comportamiento de Paul, jamás le di alas para provocar su reacción. Pensé que ya se había olvidado de mí con aquella mujer, pero que equivocada estaba y ahora por no decirle nada antes, discutimos y nuestra amistad se rompió.
Sin poder pegar un ojo, me levanto de la cama y me pongo la bata de dormir para cubrir el camisón y salgo de mi habitación hacia la de William. Camino sigilosamente para que nadie me sienta en el pasillo y me paro en su puerta.
Toco con cuidado dos veces y viendo que nadie me responde entro a ver cómo está. Encuentro a Simon dormido en el sillón y William descansa en la cama. Me acerco y me siento en el borde para tocar su frente de nuevo corroborando que no tenga fiebre.
Me quedo unos instantes detallando su rostro y de repente se mueve y abre los ojos, sorprendido de verme.
—¿Qué haces aquí? —pregunta en voz baja y su tono se siente extraño.
—Vine a ver cómo seguías.
—Estoy bien, puedes irte a dormir, no es correcto que estés en el cuarto de un hombre de noche.
—No he podido dormir, estoy preocupada por ti —le digo y cierra los ojos tomando una bocanada de aire.
—Vete a dormir Katherine, no quiero que tengamos problemas con nadie por tu imprudencia.
—Está bien, pero por cualquier cosa que necesites puedes llamarme —asiente y voy a acercarme para darle un beso en los labios, pero agarra mi cara con sus manos llevando su boca a mi frente.
—Vete a descansar —salgo de la habitación y me encierro en la mia echándome a la cama de nuevo.
Al día siguiente lo primero que hago apenas me levanto y me aseo es correr a su habitación para saber de su estado de salud, encontrándome con la sorpresa de que no está y todo ha sido ordenado.
Bajo a la sala y tampoco lo veo, preocupada por saber si algo sucedió durante la noche, vuelvo arriba a la habitación de Joan y él está ahí sentado junto a la ventana mientras su madre prepara su maleta.
—Buenos días —saludo a ambos y Joan me responde con una sonrisa mientras William se mantiene serio— ¿Cómo amaneciste? —le pregunto tomando su mano.
—Estoy mejor, gracias por preguntar, ¿Pudiste dormir algo anoche? Te ves cansada.
—Si, luego de saber que estabas bien, pude lograr dormir.
La curiosidad me gana cuando veo a Joan arreglar su maleta, ojeo la habitación y la de William está cerca de la puerta.
—¿Ya se van? —pregunto y la madre de mi novio es quien me responde.
—Si cariño, William debe viajar a Edimburgo, por razones del título.
—¿Cuándo volverás?
—Creo que nos veremos solo hasta el día de la boda —doy un paso atrás.
—¡Pero si para eso faltan meses!
—Lo sé, pero son documentos que necesitamos entregar para que los firmen, de lo contrario, no podré tomar posesión de lo que me pertenece.
—¡Voy a extrañarte muchísimo! —le digo resignada.
Lo abrazo por la cintura y pongo mi oído en su pecho escuchando los latidos de su corazón, cuando siento que acaricia mi cabello mientras suelto un suspiro.
—Después de arreglar lo de la transferencia del título, tengo que ver los arreglos de la casa donde vamos a vivir.
—Puedo hacerlo yo si quieres. Eso me encantaría —le digo ilusionada, pero niega con la cabeza.
—No, tendrías que viajar muchas veces y no es necesario, solo compraré la propiedad, ya luego si quieres cambiar algo lo haces y ya.
Resignada lo suelto para que bajemos cuando vienen por las maletas a la habitación donde durmió Joan.
Después del desayuno vamos todos a la entrada para despedirlos. William se acerca a mí para darme un beso en la frente y lo abrazo con fuerza delante de todos.
—Ve preparando lo de la boda —me dice dulcemente al oído.
—¿Me escribirás?
—No sé si tenga tiempo, pero le diré a mi abuelo que te envíe las flores.
—Está bien —respondo con tristeza.
Mis padres y yo nos quedamos en la puerta principal y no entramos hasta que el coche se pierde por el sendero.
Decidida a hablar con Paul, salgo por la cocina con rumbo al viñedo, pensando que a estas horas ya debe estar trabajando. Camino y veo a los empleados de mi padre cargando trozos de madera en sus hombros, mientras los más pequeños juegan en la nieve sólida que hay en el suelo.
Camino hasta la nueva construcción de las bodegas y pregunto por él, pero nadie lo ha visto, decidida me enrumbo hasta su casa y en el trayecto me encuentro a Phillip quien me detiene.
—¿Qué estás haciendo por estos rumbos Kate?
Decido contarle todo lo que sucedió anoche y como lo supuse se molesta.
—¡Le voy a romper la cara! —dice antes de ponerse en marcha a casa de Paul.
—¡Espera, no cometas una locura! Estaba ebrio, quizás ahora esté arrepentido.
—¡Arrepentido o no, no tenia porque tomarte a la fuerza!
—Perderás tu amistad con él, por favor, piensa las cosas bien —le pido.
—Es mi amigo si, crecimos juntos, pero no por el cariño que le tengo voy a permitir que haga lo que hizo. Solo le voy a dar un escarmiento.
Camino detrás de él con los nervios de punta, hasta que nos detenemos en la puerta de su casa. Phillip toca varias veces y la puerta se abre dejando ver a un Paul ojeroso y ebrio aún.
Phillip lo toma de la camisa y se adentra a la fuerza dentro de la casa arrastrándolo con él hasta lanzarlo al sillón de la sala.
—¡¿Qué mierda hiciste ayer Paul?! —espeta muy molesto aún con sus manos sobre la camisa de él mientras intento apartarlo.
—Lo siento —veo cómo se le llenan los ojos de lágrimas—, lo siento Katherine. No quise hacerlo.
Oírlo llorar como un niño me rompe el corazón y hago que mi hermano afloje su agarre.
»No debí hacerlo... Pero yo te he amado toda la vida y me duele que ni voltees a verme. ¡Dios que hice! —se lleva las manos a la cara para cubrirse—. Lo siento tanto.
Sin pensarlo me siento a su lado y lo abrazo dejándolo que llore sobre mi hombro.
—Perdóname tú a mí por no habértelo dicho antes. Sabes que te quiero y nunca quise hacerte daño.
Mis ojos se nublan con pesar y esto se hubiera evitado si hubiese podido hablar con él desde que llegó.
Phillip lo toma del brazo apartándolo de mí y lo lleva escaleras arriba.
—Es hora de darte un baño Paul y duermas un poco —le dice mientras ayuda a su amigo a subir entre tambaleos—. Vete a casa Kate, yo me encargo.
Entro a la casa y al salir de la cocina me encuentro en el pasillo a Anne quien viene sonriente.
—A ver mujer ingrata, muéstrame ese anillo —pide y le extiendo mi mano para que lo vea— Muy bonito.
Es lo único que dice antes de entrar a la sala y subo a mi habitación donde paso el resto del día pensando en lo de anoche.
————————-
Tres días han pasado desde el compromiso y sólo he recibido las flores sin ninguna nota. Extraño leer aunque sea un corto mensaje de William, pero recuerdo que dijo que estaría muy ocupado y me resigno solo a oler el delicioso aroma de ellas.
Salgo al jardín para un paseo matutino y me encuentro con Richard que viene desde el sendero del viñedo. Él y mi hermana se han quedado el resto de la semana para que Richard pueda ayudar a mi padre y a Phillip.
—Buenos días Katherine —me saluda y lo hago de vuelta. Paso a un lado de él cuando de un momento a otro carraspea y me detengo—. Quería hablar contigo desde que llegué, pero no había encontrado la oportunidad. ¿Podemos hablar?
Pienso unos breves instantes el hecho de estar sola aquí en el jardín con el marido de mi hermana y lo incómodo que podría llegar a ser, pero asiento, camino adelante para que me siga y me siento en el banco más cercano a la casa para que cualquiera nos pueda ver desde alguna ventana.
—Bien, ¿De que quieres que hablemos? —pregunto y suspira cuando se sienta a mi lado.
—Quería pedirte una disculpa por todos los malos ratos que te ha hecho pasar mi padre. No se que le sucede, él nunca manifestó interés alguno en ti y ahora... Lo desconozco.
Inconscientemente tomo su mano y la traigo a mi regazo, notando que él no la retira.
—Tu no eres culpable de las cosas que él hace Richard, no tienes porqué disculparte por algo que no causaste —aprieta el agarre en mi mano.
—Lo sé, pero no puedo evitar sentirme culpable, si yo... —Se calla— Si nos hubiésemos casado esto no estaría sucediendo. Él no estuviera acosándote ahora.
—Richard —lo llamo para que me mire ya que ha permanecido con la mirada puesta en nuestras manos—, lo que tuvimos en el pasado fue muy hermoso, pero es sólo eso pasado. Ahora estás felizmente casado con mi hermana y se aman. Además, papá dijo que se encargaría de todo, no tienes porque preocuparte.
Asiente con la cabeza y le doy una sonrisa que me devuelve y luego me dice algo que me deja sorprendida.
—William, es muy afortunado de tenerte —asiento sonriéndole de nuevo— ¿Puedo darte un abrazo?
—No creo que sea prudente.
—Por favor, sólo uno, igual ya somos familias, nadie puede pensar mal de nosotros... ¿Qué dices, un abrazo? —insiste y al final acepto cuando se levanta y abre los brazos hacia mi.
Me levanto envolviendo mis brazos a su cintura y siento los suyos sobre mis hombros. Es un abrazo cálido, afectuoso, no siento nada más que eso y me alegra porque sé que lo he olvidado de un todo.
—¿Se puede saber qué está pasando aquí? —la voz de Anne hace que retire los brazos del cuerpo de Richard rápidamente, mientras él se toma su tiempo para apartarme.
—Le estaba pidiendo disculpas a Katherine por lo de mi padre —le dice con una sonrisa en los labios y ella frunce el ceño.
—Bien, ¿pero no hacía falta el abrazo o si? —dice con los brazos cruzados y él se carcajea caminando para pararse frente a ella y tomarla por la cintura atrayéndola hacia él.
—¿Celosa?
—No, ella no es competencia para mí —suelta sin medir las consecuencias de sus palabras haciendo que Richard cambie el semblante alegre que tenía a molesto.
—Sabes que me molesta cuando hablas así Anne —la reprende y ella rueda los ojos yéndose a la casa y él se va detrás de ella.
Me quedo en el jardín tomando un poco de aire fresco a la espera que ellos ya no estén en la sala y entro subiendo a mi habitación.
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A la mañana siguiente llega la modista con las muestras de las telas para mi vestido de novia. Bajo a la sala encontrando un nuevo ramo de flores sin ninguna carta. Sin embargo no me entristece ya que la cantidad de muestras de tela desvía mis pensamientos y me hace ilusión el hermoso vestido que ella diseñará para mi.
Me siento con mamá y la modista quien comienza a mostrarme todo lo que trajo: lamé, rasos de seda, encajes, tul y demás telas brillantes. Una más bonita que la otra sin poder decidir en una sola.
—¿Eligiendo la tela para tu vestido? —pregunta Anne con cierta molestia entrando a la sala— Espero que esta vez sí sea el último.
—¡Anne! —llama mamá para reprenderla — Es suficiente, no sé qué te tiene tan molesta, pero esas no son formas —veo cómo suelta el aire y se sienta junto a nosotras observando las distintas texturas de las telas.
—¿Te casarás en primavera no es así? —asiento—, entonces deberías descartar estas telas de aquí —señala las que tiene la modista en las manos—, son vaporosas y te darán mucho calor.
Asiento dándole la razón y luego de casi una hora ya tengo escogida la tela de mi vestido. Me levanto subiendo al pequeño taburete donde la modista comienza a tomar mis medidas para el nuevo diseño el cual mi hermana comienza a pedir que tenga un escote pronunciado en el frente y me niego, comenzando una pequeña disputa entre ella y yo donde termina dándose por vencida.
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El domingo llega y por la tarde despedimos a Richard y a mi hermana que ya deben ir de regreso a su casa. Pasan más días y se cumple un mes desde que William se fue y en la mañana temprano tenemos a Joan de visita junto a lord Christian quien se encierra con papá en el despacho mientras nosotras tomamos algo en el jardín techado.
—La iglesia ya está reservada —dice mi futura suegra—, las invitaciones están listas a ser entregadas tal cual las pediste —saca una de su bolso y me la entrega quedando maravillada por la sutileza de la escritura y el diseño.
—Está preciosa —digo y mi madre concuerda a mi lado.
—Las flores, ¿Tienes alguna en especial para ese día?
—Si, ya lo encargamos —dice mi madre.
—¡Entonces, está todo listo! —dice Joan emocionada—, Espera, el ajuar de la noche de bodas ¿Ya lo tienes?
Un calor me sube de los pies hasta la cabeza, de solo pensar en esa noche donde seré la mujer de William al fin. Niego con la cabeza y Joan suspira.
—Lo encargaré para que lo traigan de Italia. Hace un año conocí a una modista que trae telas de allá y son muy delicadas y suaves.
—William, ¿Cómo está? —pregunto y ella me mira.
—Tengo algo para ti, lo había olvidado.
Saca de su bolso un sobre y me lo entrega, sonrío al ver el remitente y lo pongo contra mi pecho bajo las miradas de mamá y Joan.
—Ha estado muy ocupado, pero pronto lo tendremos aquí de nuevo.
Subo a mi habitación y me acomodo en el alféizar de la ventana rompiendo el sobre con mucho cuidado para no dañar la carta que hay dentro.
Saco la hoja y suspiro cuando empiezo a leer sus palabras. Atraigo la carta a mi pecho emocionada por lo que acabo de leer y busco mi pequeño diario donde comienzo a escribir.
Las semanas se pasan volando, la nieve comienza a derretirse y el pasto verde comienza a aparecer por todo el jardín. Estoy junto a Sophy y a Jazmin frente a mi armario eligiendo los vestidos que meteré en el baúl que llevaré a mi nuevo hogar cuando me case.
Siento los sollozos de mi mejor amiga detrás de mí quien está sentada en el borde de mi cama.
—Te voy a extrañar muchísimo —dice secándose las lágrimas con el pañuelo. Me acerco a ella y me siento a su lado colocando su mano sobre mi regazo.
—Siempre puedes ir a visitarme y quedarte semanas si quieres.
—¿No se molestará William? —pregunta y niego con la cabeza.
—No lo creo, además eres la novia de su mejor amigo.
—Es cierto —noto como sus ojos se iluminan—, así no estarás sola.
—Hey, yo estaré con ella —se queja Sophy desde el armario.
—¡No es lo mismo! —protesta Jazmin y debo intervenir para que no sigan.
Entro al armario de nuevo en busca de los vestidos, cuando el toque en mi puerta vuelve hacerme salir, abro la puerta y encuentro a mi madre con una bandeja en sus manos. Dejo que pase y la coloque sobre la pequeña mesa frente al balcón y le pide a mis amigas que nos dejen solas.
Sirve un poco de té helado en los vasos y un pedazo de tarta para cada una. Se sienta y me indica con su mano que haga lo mismo. Me siento frente a ella tomando el cubierto para picar un trozo del pastel y me llevo a la boca degustando el sabor tan exquisito.
—Tu favorito —dice y pruebo otro bocado.
La noto nerviosa, se que algo importante quiere decirme, pero no le salen las palabras de la boca. Humedece sus labios con su lengua e inmediatamente lleva el vaso con té a su boca bebiendo un largo trago.
—Debi tener esta conversación con tu hermana antes, así no estaría tan nerviosa al hablarlo contigo —no sé de qué quiere hablarme, pero pongo mi mano sobre la suya para intentar tranquilizarla—. Falta poco para que seas una mujer casada y hay cosas que debes saber.
Caigo en cuenta de que quiere hablarme y me sonrojo de la vergüenza, jamás pensé que tendría esta conversación con ella.
—Mamá, ya sé algunas cosas, creo que no es necesario hablar de esto —le digo con vergüenza, pero ella niega.
—Si que debemos hablarlo cariño —toma una bocanada de aire y lo suelta de golpe—. La primera vez para una mujer es la más importante, ahí le entregarás tu pureza y doncellez a tú marido. Él debe tratarte como una princesa mi amor, tiene que ser cuidadoso para no lastimarte tanto.
—¿Lastimarme? —comienzo a sentirme nerviosa.
—La doncellez es una capa fina, que cuando se rompe duele y te hace sangrar un poco. Luego de eso tu cuerpo se adapta a tú marido.
—Entiendo, eso ya lo sabía.
—Cariño, en el matrimonio no todo es felicidad, hay altos y bajos y a pesar de que siempre la mujer ha sido sumisa ante su marido, quiero que tú tengas voz y voto dentro de tu relación. Cuando algo te moleste házselo saber y nunca se vayan a la cama enojados.
—William me habló de esto alguna vez, no te preocupes —intento tranquilizarla.
—Quiero que seas tan feliz como lo hemos sido tu padre y yo Katherine y si algún día ves que no funciona y haz agotado todas tus herramientas, te esperaremos aquí con los brazos abiertos tu padre y yo... ¿De acuerdo?
—De acuerdo, pero no te preocupes, William me ama tanto como yo a él y no habrá necesidad de volver a casa.
—Te amo cariño.
—Yo te amo más mamá —me voy contra sus brazos y la paz que siento no sé igual con ningún otro abrazo. Aspiro su perfume a lavanda y cierro los ojos cuando pongo mi oído en su pecho para escuchar los latidos de su corazón.
—No te aflijas tanto mamá. Seré feliz con el hombre que amo.
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