Capítulo 42.

  Katherine:

Aún no puedo creer que Paul esté aquí, lo abrazo emocionada por tantos meses sin verlo. Está más guapo que antes, la ropa que trae lo hace ver diferente.

—¿Cuándo llegaste? —pregunto sin poder dar crédito a tenerlo frente a mi.

«Mi gran amigo».

—Llegue hace un par de horas —sus ojos brillan de felicidad.

—Ven, siéntate con nosotros a desayunar —le pido y se sienta a mi lado tomándome la mano como si temiera que huyera.

Caminamos a la sala luego de desayunar y me siento en el sillón cerca de él ansiosa escuchando lo que hizo en Suiza todo este tiempo.

—Y bien, ¿Cómo han estado las cosas por aquí? —pregunta y Phillip empieza a contarle lo sucedido en la hacienda y todo lo ocurrido durante su ausencia.

»Me alegra que hayas decidido dejar el convento —dice tomando mi mano—, no merecías dejarte morir ahí, no era tu destino.

—Si, yo también me alegro de volver a casa.

—¡Eres un ingrato Paul! —grita Jazmin entrando a la sala con los brazos puestos en la cintura—, ¡Cómo es posible que hayas llegado y no me mandes a llamar!

—Hola Jazmin, estoy muy bien ¿y tú?

Phillip y yo sonreímos cuando vemos que ambos se abrazan, pero nuestra reunión no dura mucho, ya que por la puerta principal están entrando las modistas para terminar los vestidos para la celebración de mañana.

—¡Cuánto alboroto hay en esta casa! —dice Paul al ver a las modistas pasar con los pedazos de tela.

—Mañana es un día muy especial —digo emocionada.

—Todos tus cumpleaños lo son Kate.

—Este será el mejor y te espero mañana puntual en el gran salón. Eres uno de mis invitados especiales —frunce el ceño al ver mi exagerada emoción.

—¿Hay algo de lo que no me he enterado? —pregunta he intento contarle sobre William, pero mamá nos interrumpe.

—Cariño, la modista te espera para terminar de entallar tu vestido.

—Ve, ya tendremos tiempo de hablar —dice y asiento yéndome con mi madre.

El resto del día se pasa volando, entallando el vestido, supervisando cada cosa de la decoración. Jamás en lo que tengo de vida, me había dedicado a que todo quede perfecto en mi cumpleaños, pero mañana es especial, se anunciará públicamente mi compromiso con William Ferguson, próximo duque de Edimburgo.

La sola idea causa que miles de mariposas revoloteen en mi estómago de lo ansiosa que estoy de que llegue mañana.

Ordeno y demando cosas que deben cambiar de lugar una y otra vez ya que en ningún sitio me parece apropiado.

—Te estás agobiando cariño —dice mamá al ver mi cara de frustración.

—Es que quiero que todo esté perfecto — me quejo cruzándome de brazos.

—Lo sé, pero debes dejar que ellos hagan su trabajo —me dice tomando mis brazos para que los descruce—. Anda, vete a descansar. Nos vemos a la hora de la cena.

Asiento y subo a mi habitación con ganas de tomar un largo baño. Sophy sube a prepararme la tina, con agua caliente, esencias aromáticas y burbujas. Me deja sola en el cuarto de baño para desvestirme y entrar al agua luego de haber recogido mi cabello.

Tomo la esponja y la unto de jabón para pasearla por todo mi cuerpo. Comienzo a pasarla por mis brazos, el cuello, desciendo por mi pecho que últimamente parece tener vida propia cada vez que pienso en William al igual que mi entrepierna que se acalora con el simple roce de sus dedos sobre mi piel.

Cierro los ojos después de haber esparcido el jabón por todo mi cuerpo disfrutando de la tibieza del agua mientras me relajo. Salgo del agua tomando mi bata de baño, después de secarme y voy por mi loción humectante para esparcirla por mi piel.

Me pongo el camisón para tomar una ligera siesta antes de la cena y me acuesto en la cama quedándome profundamente dormida. No se por cuantas horas duermo, pero cuando despierto ya la luz del sol se fue dando paso a la noche estrellada que ilumina el cielo.

Entro al comedor donde todos me esperan y mamá tiene una sonrisa en su rostro.

—Veo que dormiste muy bien, se te nota en la cara.

—Si. Lo hice... ¿Paul no comerá con nosotros? —pregunto al ver a Jazmin a mi lado en la
mesa.

—Su padre le rogó para que cenara con él —responde papá—, Katherine cariño, creo que debes hablar con él y contarle sobre tu compromiso de mañana —comenta preocupado—, temo que aún no te haya olvidado.

—¡Papá! —reclama Phillip—, no creo que ese sea el caso, en Suiza, salía con una dama antes de que yo regresara, lo más probable es que ya la haya olvidado.

—Tienes razón, pero no está de más decírselo —reitera y asiento.

Después de la cena y que todos se hayan ido a dormir. Camino al gran salón a ver cómo quedó todo al final.

Paso la mano por una de las flores que dejan un aroma exquisito por todos lados y me pincho el dedo con la espina de una rosa. Llevo la gota de sangre a mi boca y por mi mente pasa aquel sueño de hace varias noches de mí andando sobre un camino de espinas. Mi cuerpo se estremece por el recuerdo y debo abrazarme a mi misma ante el escalofrío que me da.

Apago las luces y cierro el salón para subir de nuevo a mi habitación. Ponerme el camisón y acostarme a dormir.

Llega la mañana y aún no he abierto los ojos cuando escucho voces detrás de la puerta. Me estiro en la cama y luego mi habitación es invadida por tres de las personas más importantes de mi vida: Papá, mamá y Phillip.

—¡Feliz cumpleaños mi vida! —Grita mamá con un pequeño pastelito y una vela sobre él.

Me siento sobre la cama sonriendo cuando se acercan los tres a cantarme el cumpleaños y luego apago la vela antes de que me rodeen con sus abrazos.

—Gracias a todos —les digo.

Detrás de ellos vienen Sophy, Jazmin y mi nana Josephine con un delicioso desayuno que ponen en la mesa cerca del balcón para desayunar.

Recuerdo cuando el año pasado entraron con Anne y papá no estaba.

«Tanto ha cambiado en un año». Pienso, pero dejo todo atrás volviendo al presente y disfrutar del desayuno con mi familia.

  Me levanto de la mesa para ir al cuarto de baño a hacer mis cosas luego de que la mayoría se va y cuando salgo, encuentro una caja aterciopelada sobre mi buró.

Frunzo el ceño al no haber remitente y veo a mi madre quien alza los hombros sin saber quien lo trajo.

—Lo subió una de las muchachas, dijo que se lo entregaron en la puerta —dice mi madre.

Nerviosa tomo la caja entre mis manos y la abro para sorprenderme con la hermosa joya que hay dentro.

—Hay una nota —le digo cuando alzo el brazalete.

Dejo la caja de lado junto con el brazalete de diamantes y comienzo a desdoblarla.

"Feliz cumpleaños.

Este es el primero de muchos que le haré hasta que al fin logre tenerla entre mis brazos lady Katherine. Sueño todos los días con hacerla mía, sentir la suavidad de su piel en mis manos, será un privilegio del cual no voy a permitir cohibirme.

Esa joya no le hace justicia a tu belleza.

Serás mia Katherine.
                         Thomas Chapman"

Me paralizo al instante y comienzo a hiperventilar. Mi madre asustada se acerca a mi y me toma de los hombros acercándome a la silla para sentarme.

—Cariño, ¿Te sientes bien? Estás pálida —no respondo, mi cabeza está analizando las palabras de aquel ser tan asqueroso.

—¡Sophy trae agua! —escucho que grita mamá en la puerta, cuando ella llega ya tiene el vaso frente a mi —bebe cariño.

Acerca el vaso con agua a mis labios y logro beber un sorbo antes de extender la nota a mi madre para que la lea.

—¡Llévate eso de aquí Sophy! —demanda mamá rabiosa entregándole la caja con el brazalete— Ve por mi esposo.

Mamá toma mi rostro entre sus manos llamándome y las lágrimas comienzan a rodar por mis mejillas.

—Nunca va a dejarme en paz ¿Verdad? —digo entre sollozos y sin poder aguantar más cubro mi rostro con mis manos y suelto todo lo que contuve cuando leí aquella carta.

—Debes tranquilizarte mi vida —dice mamá llevándome contra su pecho para abrazarme—. Tu padre pondrá fin a esto.

Abrazo a mamá y me quedo entre sus brazos no sé por cuánto tiempo. Cuando escucho que papá entra a la habitación y aparta a mamá para abrazarme.

—¿Qué pasó? —pregunta preocupado y mamá le extiende la nota que lee— ¡Maldito bastardo! —la voz de papá está llena de furia y de un momento a otro lo tengo de rodillas frente a mí agarrándome el rostro—, escúchame bien cariño, ese desgraciado no va a hacerte nada, ¿Lo entiendes? Estás segura... Solo busca atormentarte.

Asiento analizando sus palabras.

—Necesito asearme —digo de la nada levantándome de la cama para ir al cuarto de baño.

Entro en la bañera y tomo la esponja untándola de jabón y restriego mi piel fuertemente hasta enrojecerla, recordando sus palabras "mi suave piel". Froto con un poco más de fuerza mis muslos, no sé porque lo hago, pero lo necesito.

—¡Dios! ¿Qué estoy haciendo? —digo espantada al verme. Salgo con la bata de baño puesta y veo el vestido del día sobre la cama.

—¡Feliz cumpleaños de nuevo! —grita Jazmin llevándome a sus brazos. Automáticamente la abrazo apartando el pensamiento de hace minutos atrás—. Vamos, vístete que hay mucho por hacer.

Tomo mi ropa interior y vuelvo al baño a vestirme analizando las palabras de la carta. Respiro hondo y decido no dejarme traumatizar por las palabras de la nota. «Solo lo hace para atormentarme», me repito hasta convencerme.

—Hoy es un gran día y no voy a dejar que nadie lo ensombrezca —me digo a mi misma frente al espejo del baño y salgo para que ella me ayude a ponerme el vestido.

—Ten, mi regalo —extiende un paquete frente a mi y lo abro enamorándome del chal que tomo entre mis manos—. Vi que te gustó la última vez que fuimos al pueblo y lo compré para ti.

—¡Gracias! —la abrazo con fuerza y me lo pongo de una vez mirándolo frente al espejo— ¡Es precioso!

Bajamos al salón donde veo sobre la mesa una infinidad de regalos. Decido acercarme, pero un intenso olor a rosas llena mis fosas nasales al ver que entra un joven con un enorme arreglo. Corro emocionada y con solo ver el sobre ya sé quién las envía.

—Que las lleven a mi habitación Sophy por favor —digo tomando el pequeño sobre que se esconde entre las rosas. Lo abro y saco la hoja que hace que mis piernas pierdan fuerzas de la emoción cuando leo sus hermosas palabras.

"Una rosa por cada beso que te daré hasta el día de nuestra boda", son las últimas palabras que se quedan en mi memoria y me sonrojo al recordar aquel beso en navidad bajo la nieve.

—¡Vaya! Quisiera saber que suspiras por el montón de regalos que estoy viendo —Anne habla detrás de mí sacándome de mi ensoñación— ¡Feliz cumpleaños hermanita!

Me abraza y correspondo a su abrazo y me aparto para recibir las felicitaciones de mi cuñado. Cuñado se siente extraño decirlo, pero es lo que es y no me afecta ni un ápice.

Ellos me entregan su regalo el cual agradezco y dejo junto al montón sobre la mesa de la sala.

La hora del almuerzo llega y nos sentamos todos en la mesa para disfrutar de la comida especial que mamá hizo junto a la nana para mí.

Richard tiene el ceño fruncido y sospecho que es por lo que papá lo llamó al despacho. Seguramente le dijo lo del regalo y la nota de su padre. Casi no prueba bocado a pesar de que Anne le insiste que coma.

Después del almuerzo voy al salón para darle un último vistazo a todo antes de que llegue la estilista para arreglarme. El perfume de papá llega como una ráfaga de viento a mi nariz. Volteo a verlo y Phillip viene con él.

—Cariño —llama mi padre—, creo que deberías hablar con Paul antes de esta noche, es tiempo de que lo sepa todo.

—Lo sé —asiento—, voy en seguida ¿Sabes dónde está, Phillip?

—No creo que sea necesario, estuvo saliendo con una dama en Suiza, lo más lógico es que ya te haya superado.

—Kate, habla con él —insiste papá —. Hace un rato estaba supervisando la nueva bodega.

Camino hacia el lugar donde dijo que lo vio la última vez, pero no lo hayo. Decido ir a su casa, sin embargo, mi caminar es detenido por los gritos de Sophy quien viene corriendo a mi sitio. Se para frente a mí con las manos puestas en las rodillas tomando un poco de aire.

—La... Estilista... —toma una bocanada de aire— Llegó.

Tomo su mano y caminamos con el paso acelerado hasta la casa y veo a la mujer que está sentada tomándose una taza de té.

—Llegué temprano, para aprovechar y echar un ojo al salón y tener con qué alardear después con mis amigas —suelta sin ningún tipo de vergüenza y sonrío.

—Voy a preparar tú baño —dice Sophy y sube escaleras arriba.

Luego del baño de esencias y espuma, pongo la pierna sobre el borde de la tina para apoyarme y empezar a untar mi loción corporal. «Mi suave piel», la palabras vuelven a mi mente y sacudo mi cabeza echando los recuerdos atrás.

Salgo envuelta en la bata de baño y me siento frente al espejo donde la estilista comienza a hacer su magia sobre mi rostro y cabello. Esparzo perfume por mi cuello, detrás de mis orejas. Entre mis pechos y en mis muñecas antes de colocarme el vestido rojo sangre que está sobre mi cama. Recibo ayuda de Sophy mientras que Jazmin está terminando de arreglarse con la mujer y me veo en el espejo.

—¡Estás preciosa Kate! —dice Sophy mirando mi reflejo a través del espejo de cuerpo entero. Jazmin asiente cuando se para detrás de mí.

—Quiero que arregle a Sophy, por favor —le digo a la estilista mientras que mi doncella me mira sorprendida—, eres mi dama de compañía y mereces estar en el salón como una invitada más—sus ojos comienzan a nublarse—, toma cualquier vestido de mi armario, el que más te guste no importa... Es tuyo.

Corre a abrazarme y le devuelvo el gesto. Va al armario y saca uno de las colecciones pasadas y niego con la cabeza. Me acerco y saco un vestido gris plomo con incrustaciones brillantes y se lo entrego.

—Es nuevo y este se te verá hermoso con esos ojos tan lindos que tienes.

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Ya todo está listo y es hora de bajar al salon. Los nervios me hacen temblar con cada paso que doy por el pasillo y al pararme en la cima de la escalera, veo los ojos azules más hermosos que he visto en mi vida. Mis labios se extienden en una gran sonrisa cuando voy descendiendo y él sube tres escalones para esperarme.

Instintivamente subo los ojos sobre su cabeza y el rostro de Richard aparece en mi campo de visión, cuando me doy cuenta que tiene la mirada fija en mi. Vuelvo al azul intenso de William quien extiende su mano para tomar la mia y la besa con tanto amor, que siento que puedo derretirme en este preciso momento.

   Entro al salón de la mano del hombre del que me he enamorado en tan poco tiempo. Simon viene con Jazmin y Sophy unos pasos más atrás. Todos nos aplauden y las copas de champaña no se hacen esperar, cuando nos las entregan para brindar por mi cumpleaños.

—Estas preciosa amor —su voz expresa todo el amor que siente por mi al igual que yo por él.

—Y tu muy guapo.

   El hermano de Penelope Wallace, Claus, se nos acerca a saludar y le presento a mis damas de compañía. Una sonrisa se dibuja en mis labios cuando noto que el caballero pelirrojo no aparta los ojos de Sophy. Me acerco a William y él baja la cabeza para que yo pueda susurrarle:

—Creo que hay amor a la vista —frunce el ceño, mirando a todos lados y cuando se da cuenta sonríe junto a mi.

—Se te está haciendo costumbre lo de ser cupido —dice dándome un beso en la mano y no puedo evitar carcajearme con su ocurrencia.

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   William:

   Vamos con tiempo de sobra. Presioné a mi madre para que estuviera lista una hora antes de la salida habitual porque no quiero que suceda un imprevisto como el que ocurrió en el cumpleaños de Phillip.

   Llegamos justo en el tiempo que estipulé y veo cómo van llegando los invitados. Estoy nervioso, las manos me sudan exageradamente y mi pecho parece un torbellino con las sensaciones que siento. La corbata me aprieta, el saco me incomoda.

«Dios jamás me sentí así en mi vida», pienso. Mi madre está a mi lado saludando a todo el que llega y me aprieta la mano al verme la frente cristalizada.

—Estamos en  invierno, no debería estar haciendo tanto calor —le susurro y ella se ríe .

—Estás nervioso, es normal que te sientas así.

  Suspiro tratando de calmar los nervios, pero es imposible. Aún no he visto a mi novia y la espera me está impacientando.

—Mi niña ya baja —avisa su nana y siento como mi corazón se acelera, temo tener un infarto fulminante justo ahora.

   La espero a los pies de la escalera y la figura de Katherine se detiene en la cima. «Dios parece un ángel». Me sonríe e imito el gesto pareciendo un verdadero tonto.

   Subo no sé cuantos escalones para llegar a ella de una vez y tomo su mano para besarla. Está helada, pero lo ignoro ayudándola a bajar el resto de la escalera.

   Entro con ella al salón seguido de Simon con Jazmin y más atrás Sophy quien hoy luce muy bien. Todos aplauden y de la nada llegan las copas de champaña. Tomo una extendiéndosela para que la tome y agarro la otra para el brindis por su cumpleaños.

   El tintineo de las copas suena al unísono chocando unas con otras cuando todos dicen ¡Salud! No puedo evitar decirle lo hermosa que se ve la noche de hoy y el sonrojo le sube al rostro combinando con el color de su vestido.

   Claus se acerca a saludar y de repente Katherine hace que baje la cabeza para decirme algo al oído:

—Creo que hay amor a la vista —y busco por todos lados a que se refiere y sonrío al ver cómo mi amigo no aparta la vista de Sophy.

—Se te está haciendo costumbre lo de ser cupido —y no puede evitar la carcajada después que beso su mano,  haciéndome reír a mi tambien.

   Nos toca abrir el primer baile a ella y a mi. Juntos caminamos al centro de la pista. Tomo su mano derecha alzándola, apretándola sobre la mia y pongo mi otra mano en su espalda descubierta.

   La palma de mi mano cosquillea deseosa de recorrer la suavidad de su piel. Siento como se estremece cuando subo mi pulgar inconscientemente acariciándola. «¡Dios, se siente tan bien!».

   La música comienza y automáticamente damos pasos de un lado a otro sin dejar de mirarnos. Me pierdo en el azul de sus ojos olvidándome de todos a nuestro alrededor. Solo estamos ella, yo y la música de fondo.

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Katherine:

Me pierdo en su mirada. Siento que no hay nadie más a nuestro alrededor y mi corazón late desbocado cuando veo mi reflejo en sus pupilas.

«¿Se puede amar tanto a alguien en tan poco tiempo?», mi mente comienza a imaginar miles de escenas nuestras juntos después de la boda y siento que mantengo una sonrisa permanente en mis labios.

La música termina y nos mantenemos bailando concentrados el uno en el otro, hasta que los aplausos nos hacen salir de nuestra burbuja.

Estoy tan feliz que no quepo en mi cuerpo. Siento que nada ni nadie puede arrebatarme esto ahora.

A lo lejos veo a Paul que me observa con una copa en la mano. El día de ayer no pude hablar con él y hoy en la mañana no lo vi y tampoco me ha felicitado. Aprovecho que William es llamado por uno de sus conocidos y me acerco a mi amigo.

—Hola —saludo con una sonrisa en los labios— ¿No piensas felicitarme? —le pregunto sonriente, pero se mantiene serio.

—¿Por qué debo felicitarte Katherine? ¿Por tu cumpleaños o por tu compromiso? —tensa la mandíbula y porque me llama por mi nombre completo, sé que está molesto.

—Lo lamento —me excuso—, sé que debí decírtelo antes, pero es que no tuve...

La conversación queda a medias, cuando mi padre me llama para presentarme a alguien.

»Hablamos luego ¿Si? —me excuso.

—Como quieras —con algo de culpa me alejo y veo cómo toma otra copa en sus manos.

La conversación se alarga y por el rabillo del ojo veo que Paul sale al jardín tambaleándose un poco. Decido seguirlo para contarle todo de una vez, pero antes, le aviso a Sophy para que esté al pendiente por si William pregunta por mi.

Lo encuentro sentado en uno de los bancos. Tiene los codos apoyados en sus muslos y el rostro cubierto con sus manos. Me acerco y levanta la cara al notar mi presencia a pasos de él.

—¿Qué quieres Katherine? —dice secamente y me siento a su lado—, no deberías estar aquí, a tu noviecito tal vez no le guste.

Niego con la cabeza.

—Quiero contarte cómo sucedió todo Paul. Eres mi mejor amigo y te quiero —tomo su mano y la pongo entre las mías en mi regazo—. No quiero que estés molesto conmigo.

No dice nada. Pongo una mano en su quijada subiendo su rostro para poder verlo a la cara y noto que tiene los ojos enrojecidos. Con mucho cuidado comienzo a contarle todo desde el comienzo y a medida que voy hablando siento como tensa los músculos de su cuerpo y aprieta mi mano en mi regazo.

—¿Por qué él y no yo Katherine? —pregunta y siento el dolor en su voz— ¿Por qué si yo siempre te he amado, nunca volteaste a verme a mi primero?

—Paul —acaricio su mejilla y le hablo con dulzura, tal como la vez que nos despedimos en el convento—, me hubiese encantado haberme enamorado de ti, pero no mandamos en nuestro corazón.

Quita su mano de entre las mías molesto.

—¿Es por que no estoy a tu altura no es cierto? —se levanta dándome la espalda e inmediatamente me levanto parándome frente a él.

—Sabes que eso nunca me ha importado, pero siempre te he visto como un amigo, un hermano.

—¡Pero no lo soy Katherine! —grita y me sorprende su actitud— ¡Siempre hay alguien antes que yo! Primero el principito y ahora este otro.

—No hables así, tú eres especial para mi, lo sabes.

—¡No, no lo sé! —de un momento a otro cambia su expresión corporal y me toma de los brazos con fuerza— ¡Por favor no te comprometas con él, quédate conmigo, yo te amo! Nunca dejé de hacerlo —confiesa y me petrifico en mi sitio— Nadie te va a amar como yo.

Aprieta tan fuerte mis brazos que empieza a dolerme e intento zafarme, pero su agarre no me lo permite.

—Paul —le hablo con calma—, por favor suéltame, me estás lastimando —niega con la cabeza gacha y puedo ver como las lágrimas caen por sus mejillas. Se queda inmóvil y en cuestión de segundos, su mano va a mi nuca y choca sus labios contra los míos.

Pongo mis manos en su pecho para apartarme de él, pero su otra mano rodea mi cintura y en un instante comienzo a tenerle miedo al hombre en el que tanto confié. Forcejeo con todo lo qué tengo y le muerdo el labio tan fuerte que puedo sentir el sabor metálico de su sangre en mi boca.

Me suelta llevándose la mano a la boca y lo abofeteo tan fuerte que le volteo la cara a un lado.

—¡Te volviste loco! —le grito— ¡Jamás vuelvas a hacer algo así en tu vida! —la rabia me consume— ¡Entiéndelo de una vez!.. ¡Yo amo a William y me voy a comprometer con él esta noche!

—¡Cállate! —gritar cuando se tambalea— ¡No lo repitas!

—¡Lo repetiré tantas veces como sea necesario para que lo entiendas!.. ¡Tu eres mi amigo nada más, a él lo amo!

Camino con la rabia hirviendo en mis venas. Las manos me tiemblan y limpio mi boca con el dorso de mi mano. «¡¿Qué es lo que acaba de suceder?!»

Entro al salón y sin ver a nadie, busco a Jazmin para que me acompañe y desahogarme. Le cuento todo y se enfurece conmigo por haber ido tras él y me da el sermón de mi vida. Aún estoy aturdida por lo que pasó.

—Debo contárselo a William —le digo a mi amiga.

—¡Estas loca! Si se entera capaz y va tras él y una de las noches más felices de tu vida, se convierte en tragedia.

—Debo hacerlo Jazmin, no podré estar tranquila si no le cuento... Él entenderá que no fue mi culpa —mis ojos se nublan y debo parpadear varias veces para espantar las lágrimas que amenazan con salir, pero el temblor de mi cuerpo no puedo contenerlo.

Jazmin me abraza consolandome. Sophy aparece en el pasillo diciéndome que William me está buscando. Respiro profundo varias veces para calmarme. De pronto, doy un respingo con el roce sobre mi hombro y cuando volteo lo veo.

—¿Está todo bien? —pregunta cuando Sophy y Jazmin se van y tengo la necesidad de contarle todo en este preciso instante, pero está serio y decido callarme asintiendo con la cabeza.

—Si, es que tantas emociones me aturden un poco.

—Vamos, vayamos al salón que pueden pensar mal de nosotros por estar aquí solos.

Le doy mi mano cuando me ofrece la suya y volvemos al salón. Nerviosa me paro junto a él en medio de nuestras familias y papá comienza a dar un pequeño discurso para después cederle la oportunidad a Lord Christian.

De un momento a otro, William golpea varias veces la copa de champaña para llamar la atención de todos, toma mi mano y me lleva al centro de la pista de baile. Se para frente a mí y comienza a decirme las palabras que para mí son las más hermosas que le he podido escuchar alguna vez.

Mi cuerpo tiembla de la emoción y las lágrimas comienzan a rodar por mis mejillas cuando dice las palabras que tanto quise escuchar desde que empezó la velada, apartando toda angustia que sentía en el pecho por culpa de Paul.

—Katherine Kensington Willson. ¿Me harías el honor de ser mi esposa para toda la vida? — y es justo ahí cuando las lágrimas no dejan de correr por mi rostro.

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William:

Llevo rato buscando a Katherine entre los invitados y no la veo, solo me queda buscar en el jardín. Salgo y empiezo a caminar por el camino de tierra hasta llegar donde están los bancos para sentarse y la veo ahí con un hombre. La rabia comienza a subirme por los pies hasta llegar a mi cabeza. Doy varios pasos más para acercarme y saber quien es, pero la luz del farol no me deja ver al susodicho en cuestión hasta un poco después, que él mueve la cabeza y ya se de quien se trata. «Están demasiado cerca para mi gusto».

De repente veo cómo el hombre la toma de los brazos y luego lleva su mano a su nuca y la besa. Mi cuerpo se hiela en el acto incrédulo de lo que ven mis ojos. Intento caminar para enfrentarlos, pero mis pies no se mueven, parece que estuvieran anclados al suelo.

La ira consume todo mi ser, ya no puedo continuar viendo esto. Obligo a mis pies a moverse devolviéndome por donde vine.

—Si piensa que va a burlarse de mí está muy equivocada —Me digo a mi mismo.

Con unas cuantas zancadas llego a la puerta que da al gran salón, mi ira debe notarse en mi rostro porque apenas Simon me ve corre hacia mí y me detiene llevándome lejos de los invitados.

Me arrastra y yo solo dejo que me lleve hasta que nos detenemos en un lugar lleno de árboles.

—¿Se puede saber que te pasa? ¿Por qué estás furioso?

Permanezco callado agitado aún por la furia que me está quemando la sangre.

—Háblame, no es normal que estés en ese estado —noto su preocupación y sólo digo:

—Necesito salir de aquí, ¡Debo largarme de esta mierda! —grito.

Simon me mira sin entender nada.

—Hermano, no puedes irte, aún no le has dado el anillo.

—¡Y no se lo voy a dar! —espeto.

—¡Que!.. —dice sorprendido—Pero acaso te volviste loco, ¡¿Estas burlándote de mí?!

—¡¿Burlándome de ti?! ¡De mi es de quien se han burlado en la cara de nuevo! —exploto lleno de ira.

Simon me mira como si tuviera un tercer ojo en la frente.

»¡Si, de nuevo! Acabo de ver a la distinguida, honorable y bondadosa Katherine Kensington besándose con un hombre.

Me burlo de mí mismo, de mi propia estupidez de volver a confiar en una mujer y creer que en verdad el maldito amor existe.

—¡Se veían tan románticos, besándose bajo la luz de un farol! —digo con sarcasmo, mientras Simon aún no se lo cree.

—¡Mientes, ella no haría eso, ella te ama!

—¡Me ama una mierda! —grito exasperado— ¡Es una maldita mentirosa igual que la hermana! Hermana que al menos tiene distinción porque me cambió por un conde. En cambio está lo hizo con un plebeyo.

—¡No!, esto debe ser un error quizás viste mal.

—¡VI MAL UNA MIERDA! —grito tan fuerte que él da un paso atras— ¡¿Que no escuchas lo que te digo?! estaba besándose con un hombre.

Él solo recordarlo me revuelve el estómago dándome náuseas.

»¡Me voy de aquí! No quiero seguir siendo la burla y el bufón de nadie.

Intento irme, pero Simon vuelve a tomarme del brazo para detenerme y con fuerza lo empujo lejos de mi.

—Tiene que haber una explicación para esto. Ella... Ella no pudo haberte engañado, no pudo engañarnos a todos.

—Pues es muy buena actriz he de confesar —me burlo con el dolor de la traición taladrándome el pecho.

«Maldita sea otra vez burlado como un pelele».

Me apoyo en el tronco de un árbol con las manos intentando calmar mi respiración ya que la ira me consume, pero no puedo. La cabeza me palpita, el pecho me duele.

—Hermano se que es duro lo que te diré y estoy contigo siempre, pero estamos aquí por tu compromiso ya todos lo saben, no puedes solo irte y dejarlos a todos así.

—No me importa —digo apretando los puños con ganas de golpear el tronco debajo de mis manos.

—Te importan tu madre y tu abuelo y ellos serán él hazme reír si no entregas ese anillo hoy —dice mientras intenta quitar mis manos del tronco del árbol—... Por una vez en la vida haz las cosas bien, comprométete y mañana con más calma hablas con ella y aclaras lo que pasó.

—Solo dices estupideces Simon —digo apretando los dientes.

—No son estupideces, haz lo que te digo y mañana la encaras, le dices lo que viste y ella tendrá que confesarte lo que pasó.

—¡No soy la burla de nadie Simon, no soy un pelele ni un cornudo! —espeto lleno de rabia y frustración.

Posa su mano sobre mi hombro.

—Lo sé, como también estoy seguro de que esto es un error.

Cierro los ojos apretando los puños en el árbol tratando de calmar mi ira, pensando en sus palabras y en mi familia.

«Dios jamás pensé que doliera tanto».

Rato después logro ralentizar mi respiración y el dolor de cabeza empieza a esfumarse después de tanto pensar. Me paro erguido, acomodo mi traje y miro a mi hermano con una decisión tomada.

—Vamos, ya sé lo que tengo que hacer —le digo y me mira confundido.

Entro de nuevo al salón y vuelvo como idiota a buscar a la traicionera de Katherine. Le pregunto a su dama de compañía y me dice que va buscarla, pero cuando ella sale, Anne me comenta que se fue por el pasillo. Camino con pasos firmes y la veo sentada temblando. Mi primer pensamiento fue agarrarla del brazo y arrástrala por el salón y decir todo lo que vi, desenmascararla delante de todos, pero mi orgullo quedaría de nuevo por el piso y es algo que no voy a permitirme. No de nuevo.

Me acerco por su espalda, pongo mi mano sobre su hombro y se asusta apartándose de golpe. Veo su cara y tiene los ojos nublados, "culpa, dolor por el hombre que besaba". Con todo mi autocontrol me acerco a su rostro y paso mis pulgares por sus mejillas cuando una lágrima se le escapa "asco es lo que das"

—¿Está todo bien?

Ella se lo piensa un par de segundos y siente con la cabeza.

—Si, es sólo que tantas emociones me aturden un poco.

«Maldita mentirosa».

—Vamos, vayamos al salón que pueden pensar mal de nosotros por estar aquí solos

Extiendo mi mano para que la tome y su toque me repugna, pero debo actuar como un perfecto actor, como ella.

Volvemos al salón y luego de los discursos por parte de la familia, golpeo suavemente la copa entre mis manos para llamar la atención de todos. Tomo a Katherine de la mano y la llevo al centro de la pista de baile y nos detenemos ahí uno frente al otro.

De repente sus ojos azules ya no me gustan, ya no siento nada más que repulsión al verlos, pero me lleno de paciencia y comienzo a hablar:

—Hoy es un día muy especial, es el aniversario de mi novia, la mujer que me complementa —miento—. Una dama, amorosa, sencilla, dulce, fiel, sincera y leal —lanzo el primer golpe con palabras para que le hieran como me hirió a mi.

»Tras varios meses de cortejarla y de que me diera su autorización para ser su novio, creo ha llegado la hora de realizar el siguiente paso —vuelvo a verla a los ojos y lo primero que se me viene a la mente es arrancárselos.

«Actúas mejor que tu hermana».

—Por eso quería hacer esto en un día tan especial y que ni ella ni nadie pudiera olvidarlo «porque yo jamás lo olvidaré», y que mejor ocasión que la de hoy.

Saco la pequeña caja de terciopelo de mi bolsillo y con la ira contenida me arrodillo ante el ser más despreciable que he conocido en la vida.

—Katherine Kensington Willson. ¿Me harías el honor de ser mi esposa, para toda la vida?

«Di que no, di que no», ruego por dentro así quede en ridículo delante de todos.

Veo cómo las lágrimas corren por sus mejillas y ruego al cielo que me escuche. Ya no me importa quedar en ridículo, como minutos antes pensé.

—¡Si, acepto ser tu esposa para toda la vida!

«Maldita sea, te di la oportunidad para que retrocedieras, pero acabas de firmar tu sentencia a una vida de infierno».

Tomo el anillo y lo deslizo en su dedo anular. Cierra los ojos cuando tomo su rostro esperando el beso en los labios que nunca llega. No besaré la boca donde otro tocó antes. Le beso la frente y suelta un suspiro antes de decirme las malditas palabras que me queman por dentro.

—¡Te amo William... Mucho!

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