Capítulo 40.
William:
Tener que pasar la noche aquí bajo el mismo techo que esa golfa no es algo que quiera en este momento. Afortunadamente se retiró hace un rato, pero dejó a su querido esposo aquí embriagándose como él perfecto idiota qué es.
Por el rabillo del ojo veo a su doncella que viene en mi dirección, roza su mano con la mía y coloca algo en mi palma que me hace cerrarla.
—Milady le envía esto —dice en un susurro—léalo, estaré esperando su respuesta.
Se va dejándome con el puño cerrado. Leo la nota después de acercarme un poco al ventanal sin que nadie lo note.
«Maldita desvergonzada» pienso después de guardar la nota en el bolsillo interno de mi saco. Disimuladamente la busco con la mirada y con la excusa de servirme un trago le respondo:
—Estaré ahí a la media noche.
Tomo un sorbo del trago que me serví y le pido a Phillip que me indique donde queda mi habitación.
Entro al dormitorio que me indicó la mucama que me trajo hasta aquí notando que mis cosas ya estaban en el armario guardadas. Pienso en cambiarme de ropa, pero eso la haría pensar que me prepare para verla y no es así.
Cinco minutos después tocan a la puerta y entra Simon como dueño de casa.
—¿Qué pasó allá abajo? —pregunta y ruedo los ojos.
—Nada—respondo quitándome el saco.
—Te vi, no te hagas el tonto conmigo —me reprende y sé que no se irá sin saberlo.
Tomo la nota del bolsillo de mi saco y se la entrego, la abre, la lee y fja los ojos en mi.
—¿No vas a ir, verdad? —me quedo callado y con eso ya sabe mi respuesta—¿Te volviste loco? Va a envolverte otra vez en sus garras.
—Sabes que está conversación se tiene que dar en algún momento, tú mismo me lo dijiste hace un rato —le recuerdo y niega con la cabeza.
—Si, pero no aquí en casa de tu futura esposa... ¡Vas a arruinarlo todo!
—Solo le diré lo que tengo que decir y me iré —insisto—, necesito estar seguro de que no le dirá nada a nadie.
—No lo hará, ella tiene mucho que perder —Simon tiene razón—. Si habla, pierde al esposo, el título, será la comidilla de todo la nobleza.
—Por eso debo asegurarme de que se mantendrá callada.
Espero dentro de la habitación que falten quince minutos para la hora pautada ignorando la mala cara de mi amigo. Salgo para irme despacio y con cuidado de que nadie me vea. Simon insistió en venir, pero esta vez no se lo permití y aquí estoy, caminando solo, rumbo a las caballerizas a encontrarme con la mujer que me vio la cara meses atrás.
El lugar está apartado de la casa, lo que me alegra, porque así podré gritarle a la cara el asco que me da sin que nadie me escuche. Atravieso la puerta principal que está medio abierta sospechando que ella ya está aquí.
Observo el lugar antes de dar otro paso y noto al fondo una tenue luz que ilumina una de las celdas donde descansan los caballos. Camino hacia allá escuchando como cruje el heno bajo mis pies. Una figura sale de entre las sombras y logro reconocerla.
Da varios pasos atrás cuando estoy cerca, para que la siga dentro de la celda que tiene poca iluminación y la ropa que trae me da una ligera sospecha de lo que quiere. Algo se remueve dentro de mí, mientras que yo me mantengo en mi sitio analizando toda esta situación desagradable.
—¿Vas a decirme porque me citaste aquí o debo irme? —pregunto cuando ella no aparta la vista de mi cara, cosa que me hace enojar mucho más.
—Tienes el cabello más largo —dice de la nada y mi confusión al escucharla es notoria en mi rostro.
—¿Me pediste que viniera para decirme que tengo el cabello más largo?, ¿Crees que tengo tiempo para estupideces?
Doy media vuelta para irme, pero su agarre en mi brazo me detiene y me aparto para que no me siga tocando.
—¡No me toques con tus sucias manos! —espeto con rabia y ella cruza los brazos ofendida.
—¿Sucias manos?, antes te volvía loco con solo tocarte una mano.
—¡Pero ya no! —respiro para tratar de calmarme y decirle a lo que vine—. Solo vine a hablar contigo.
—¿Por qué? ¿Por qué nunca me dijiste quien eras en realidad? —frunce el ceño como si la víctima de todo esto hubiera sido ella.
—¡¿Eso habría cambiado las cosas?! —pregunto furioso. Ya volví a perder la paciencia.
—¡Claro que sí, yo te hubiese esperado! —dice frustada— ¡Yo hubiese peleado por ti! —me señala y su voz se quiebra e intenta abrazarme, pero la evito de nuevo.
—¡Hipócrita! —le grito y pme mira furiosa por el apelativo— !No me esperaste porque conseguiste a alguien que te puede dar el dinero que un simple marinero como yo no podía darte! ¡Tú solo quieres dinero y comodidades!
—¡No! —responde secándose las lagrimas—, pero no voy a negar que da status y ciertos privilegios... Si me hubieses dicho desde un principio todo, ¡No estuviéramos en esta situación ahora! —se hace la ofendida y no puedo creérmelo.
—¡Mentiste desde el primer momento con tu nombre!.. Charlotte —la palabra se desliza entre mis dientes.
—¡No me culpes a mí nada más! Tú lo hiciste primero... Dominic —me la devuelve.
—¡Lo hago para evitar a las mujeres arribistas como tú! ¿Cuál es tu excusa?
Doy unos cuantos pasos hacia ella. La punta de mis zapatos chocan con los de ella y debe subir el rostro para verme a la cara.
—Ninguna —baja la cara mirando al suelo cuando comienza a sollozar de nuevo cubriéndose la cara.
«No puedo seguir aguantando esto».
—Escúchame bien Charlotte... Anne, como sea que te llames.
—Mi nombre es Anne Charlotte.
—No me interesa. Vine hasta aquí porque quería decirte que lo mejor es que olvidemos lo que pasó entre nosotros y que lo mantengamos en secreto.
Alza la cara y pestañea rápidamente como si no entendiera lo que le digo.
»Estás casada, yo me voy a comprometer con tu hermana, lo mejor es que nadie sepa lo qué pasó entre nosotros tiempo atrás. Por la felicidad de los dos. ¿Entiendes?
Ella balbucea algo que no logro escuchar y mueve la cabeza negándose algo a sí misma.
—No puedo creerlo —susurra.
—¿Qué? ¿No me escuchaste? Dije que lo mejor era que lo olvi...
—¡Escuché bien la primera vez Dominic! —grita—. Y no, no estoy de acuerdo.
Vuelve a cruzar los brazos sobre su pecho, con la entrecejo fruncido desafiándome y eso hace que mi paciencia esté apunto de explotar.
«¡No me vas a arruinar la vida!»
—¿Qué dijiste? —La agarro de los antebrazos con fuerza, intentando mantener la paciencia en un nivel prudente— Y mi nombre es William, no Dominic.
—Dije que no estoy de acuerdo en que olvidemos lo que pasó —se zafa de mi agarre—. Porque yo no puedo hacerlo.
—Créeme que es lo mejor, para ti y para mi, no quiero que tu hermana se entere a futuro de eso.
—¡¿Así que lo haces por ella?! —pregunta furiosa—, ¡No puedo creer lo poco que te importó que te entregara mi virtud! —me da la espalda cuando veo que va a comenzar a llorar otra vez.
—¡¿Te vas a hacer la ofendida ahora?!, ¡Te recuerdo que yo no te puse un arma en la sien para que me abrieras las piernas!
Se gira mirándome con rabia volteándome la cara con el bofetón que me da. La miro con la furia saliendo por mis ojos y vuelvo a tomarla por los antebrazos y la pego contra la pared.
—¡En tu vida vuelvas a tocarme! ¿Me entendiste? —abre los ojos incrédula de lo que acabo de hacer y no puedo soltarla, mi cuerpo se niega a hacer lo que mi cerebro quiere.
De repente mi mente me juega una mala pasada, llevándome la recuerdo de aquella vez que la tuve abierta de piernas contra la pared de su habitación.
—¿Sientes eso William? —pregunta suavemente luego de unos instantes acariciando mi abdomen con sus manos y mi mente se queda en blanco—, ¿Sientes como nuestros cuerpos tiemblan ante la cercanía del otro?
Parpadeo varias veces al darme cuenta de lo que quiere, pero no voy a caer en su juego de manipulación. Eso ya no funciona conmigo.
»Vamos William no te resistas —intenta llegar a la pretina de mi pantalón.
«¡Ya fue suficiente!»
Aprieto más mi agarre y ella se queja de dolor. No me gusta ser violento con las mujeres, pero su descaro me saca de mis casillas.
—¡Deja de decir estupideces y concéntrate en lo que dije! —Grito, mientras forcejea para que la suelte y lo hago— ¡Solo quiero que demos nuestra palabra de que lo que tuvimos nunca se sabrá! Me aparto de ella y se viene contra mí rodeándome con sus brazos por la cintura.
—¡Por favor discúlpame! No quise abofetearte.
Mantengo mis manos a ambos lados de mi cuerpo, no quiero tocarla.
»Si me hubieses dicho la verdad desde un principio, no me hubiese visto obligada a casarme con Richard.
No puedo creer el grado de desfachatez de ella.
»Eleanor te descubrió un día bajando por mi balcón y se dió cuenta que teníamos amoríos. Ella me amenazó, dijo que si no me casaba con él, le iba a contar todo a mis padres.
—¡¿Y es que acaso no pensaste en tu hermana?! ¿No te removió la conciencia saber que podías herirla y a mi?
—¡Ella me tendió una trampa! —su voz se entrecorta—, nos dio algún tipo de brebaje para dormirnos, luego nos desnudó y metió en la cama, arregló todo para que Richard pensara que él había sido el primero.
—No te creo, vele a otro con tus mentiras.
—¡No estoy mintiendo! —solloza de nuevo y me agarra la cara entre sus manos—. Si hubiese sabido todo desde el principio, habría huido y esperado en algún otro lugar, pero tampoco me escribiste, no sabía nada de ti.
Las lágrimas le lavan la cara.
—¡Claro que te escribí! ¡Cada maldita semana lo hice, pero nunca recibí respuesta de tu parte!
—Nunca las recibí o Eleanor nunca me las entregó... Pero no importa, ahora estamos aquí y ya sabemos la verdad. Podemos... Podemos irnos lejos los dos.
—¡¿Pero, te has vuelto loca?! —intento zafarme de su agarre en mi cintura, pero es imposible, tiene los dedos entrecruzados a mi espalda lo que dificulta soltarme.
—Por favor, escapémonos, vámonos de aquí, hoy mismo... Podemos ser felices al fin.
Mi cuerpo se paraliza ante sus palabras. Mi mente no me da en estos momentos para analizar lo que está diciendo.
Sus manos viajan a mis hombros, sus labios rozan mi cuello dejando cortos besos y de repente reacciono con la sensación de asco que toma mi cuerpo. La aparto con fuerza y le grito:
—¡En tu maldita vida vuelvas a tocarme!
—¡Sabes que aún me quieres Dominic! —insiste—, lo acabo de sentir, tu cuerpo me extraña, aún te estremeces ante mis besos.
La veo llevar sus manos hacia el cinto del albornoz que carga, lo desata y lo abre, mostrándose desnuda ante mi cuando lo deja deslizarse por sus hombros hasta caer al suelo.
»Sabes que lo quieres tanto como yo... Richard no me satisface como tú —da dos pasos hacia mi—. Mi cuerpo te pide a gritos —se acerca aún más y ya no hay distancia que nos separe.
—Anne—le advierto con las manos pegadas a mi cuerpo. Rodea mi cuello con sus brazos y sus pechos desnudos se pegan contra mi pecho.
—Hazme tuya y huyamos de aquí. Tú no quieres a mi hermana, ella nunca te hará temblar como yo.
Se pone de puntillas a centímetros mis labios, puedo sentir su aliento sobre el mío, cierro los ojos y cuando intenta besarme la aparto de golpe.
—¡Me das asco! ¡Eres una golfa de la peor calaña!
Suelto todos los improperios que quería decirle desde que llegué a este lugar.
—¡Eres la peor de las mujeres! —da un paso atrás con los ojos abiertos—, ¡¿Cómo puedes pedirme que huya contigo?!, ¡¿Donde está el respeto que debes tenerle a tu marido?! —lleva las manos a sus oídos, cree que con eso dejará de escuchar lo que le digo— ¡Eres una prostituta de las que se vende al mejor postor!
Me agacho recojo su albornoz y se lo lanzo a la cara.
»¡¿Crees que porque te desnudes frente a mi te voy a follar?! ¡Te equivocaste! —suelto todo cuanto tengo atorado en el pecho—. Cuando yo quiero una follada, voy y busco el lugar más exclusivo y pago por la mejor. ¡Yo no me conformo con rameras baratas como tú!
Otro bofetón me golpea la mejilla y pierdo el control. La agarro por los brazos y la lanzo al suelo con rudeza.
»¡Te advertí que no volvieras a tocarme!, ¡Y anda vístete y vete a buscar a tu marido para que te folle si estás tan urgida!
Me doy la vuelta para irme y antes de que cruce el portón grita:
—¡Katherine nunca te va a satisfacer como yo! —grita llena de rabia—, ¡Jamás te hará sentir todo lo que te hice sentir yo! —escucho sus pasos detrás de mí, pero no me detengo— ¡Ella es una mojigata de la que te aburrirás rápidamente y cuando vengas a buscarme no estaré para ti.
Me volteo y le grito:
—¡Katherine es mucho más mujer que tú! Y jamás, escúchame bien, ¡Jamás me aburriré de ella, porque es la mujer que amo!, ¡Y de tu parte corre de que te mantengas callada!
—¡Le diré todo entonces!
Me giro para acercarme a ella y volver a repetírselo.
—¡A mi no me amenaces, porque sabes que puedes perder más que yo! —suelto mi último cartucho y la dejo ahí.
Retomo mi camino con ella a metros detrás de mí. Y para que la noche termine de estropearse, tropiezo en el camino con Jazmin la dama de compañía de mi novia.
«Maldita sea»
Ya no hay escapatoria, todo se sabrá esta noche o mañana por la mañana, porque no hay manera de ocultar lo que hago aquí a estas horas y con Anne envuelta en un albornoz detrás de mí.
——————————
Narrador omnisciente:
Por orden de su abuela Jazmin camina hacia el cobertizo que está fuera de la casa grande, junto a uno de los empleados para guardar algunos de los utensilios usados en la cena de Phillip.
—¿Mi abuela no podía esperar hasta mañana para guardar esto? —se queja llevando una pequeña caja en brazos.
—No refunfuñes, que el salón debe quedar limpio esta noche, hay invitados y necesitan el lugar para el desayuno.
Resopla cansada, ha sido un día largo y por lo que puede ver, una noche también.
A pocos metros de ella vislumbra la figura masculina de alguien, entrecierra los ojos extrañada cuando está a poca distancia de ella., lo reconoce.
—Lord Ferguson ¿Que hace por aquí a estas horas?
El hombre palidece al percatarse de la presencia de la mujer. Titubea un poco sin saber qué responder y se tensa al ver que ella observa sobre el hombro de él sabiendo que ha visto a la dama en albornoz que se escabulle a un lado de la casa.
—¿Anne? —susurra, pero no tan bajo porque lord William logra escucharla.
Por instinto él voltea al lugar donde Jazmin tenía la vista, pero no ve a nadie. Jazmin carraspea para llamar la atención del caballero frente a ella y sin más él decide mentir.
—No podía dormir y decidí dar un paseo, eso a veces hace que logre conciliar el sueño.
—¿Y usted va por ahí, vestido así para dormir?
William detalla su ropa y vuelve a mentir.
—No me pareció decente andar por ahí en pijama y bata de dormir, en una casa que no es la mía.
—Mmm, tiene lógica su punto Milord, pero despreocúpese que aquí, no todos los protocolos se cumplen. Como ya se ha dado cuenta los Kensington son una familia sencilla.
—Lo he notado, sin embargo, no me pareció prudente... Ahora si me disculpan, regresaré a mi habitación. Que descansen.
—Claro, como si pudiera —responde Jazmin resignada a que es lo que menos hará esta noche.
Continúa su camino y echa un ojo por donde vio a la hermana de su amiga irse.
«¿Qué hacía ella a estas horas aquí, sola y vestida así?» —la pregunta ronda su cabeza y de un momento a otro se da cuenta de algo.
«Lord William caminando a estas horas, Anne en albornoz sola y ambos en la misma dirección... No debo estar loca», mueve la cabeza sacudiendo los pensamientos que se le cruzan por la mente.
—¡Apresúrate mujer que no vamos a estar aquí toda la noche! —la reprende el hombre que la acompaña y salen del cobertizo de nuevo rumbo a la casa.
Por otro lado William llega a su habitación donde aún se encuentra Simon recostado en la cama sin poder dormir a la espera de su amigo.
Maldice varias veces frotándose la cara preocupado.
—Hermano, ¿Que pasó? —pregunta Simon preocupado al ver el estado en que llegó su amigo.
—Se arruinó —Simon lo ve sin entender lo que quiere decir—. Todo se arruinó.
Simon lo trae hasta el borde de la cama donde lo hace sentar y este comienza a contarle a su amigo todo lo ocurrido.
—¡Te dije que no fueras, demonios! —reclama a su amigo quien se mantiene sentado, con los codos apoyados sobre sus muslos y con las manos en la cara.
—Lo sé y ahora me arrepiento de hacerlo.
La preocupación de William es tanta que desesperado se levanta de golpe e intenta salir de su habitación, pero Simon lo detiene.
—¡¿Qué démonos vas a hacer?!
—¡Debo hablar con ella!
—¿De quién estás hablando?
—Con Jazmin, decirle que no sabía que ella andaba por ahí o contarle la verdad y hacerla jurar que no le dirá nada a Katherine.
La voz de desesperación de William hace que Simon lo devuelva a la cama.
—Estás loco si crees que voy a dejarte salir para que cometas esa locura. ¿Si te estás escuchando? Jazmin es su dama de compañía, es su fiel amiga, no va a guardarle el secreto a un aparecido y traicionar a quien creció junto a ella.
—¡Entonces habla tú con ella! —Dice nervioso agarrando a su amigo por los brazos desesperado— Ella te gusta, tú le gustas, Jazmin puede hacerte caso, dile alguna mentira, ¡Sálvame el pellejo!
Simon suspira cansado y asiente a su amigo.
—Mañana hablaré con ella antes de que suba a ayudar a Katherine, no te preocupes y ya descansa, que bien que lo necesitas.
—Gracias hermano, te debo una.
—¿Una? Ya perdí la cuenta de todas las que me debes —ambos ríen— Espero que cuando me cobre, no olvides todo lo que he hecho por ti...Dios, tengo que obligarme a ver a cierta morenaza mañana.
—Claro, convéncete de que no te gusta.
—No me gusta, me fascina esa mujer.
A la mañana siguiente Simon se levanta muy temprano para hablar con Jazmin antes de que suba a ayudar a Katherine, pero no la encuentra por ningún lado. Apenado decide preguntarle a Sophy por ella y lo que le dice, hace que se hiele en su sitio.
—Jazmin durmió en la habitación de la niña Katherine Milord.
«Mierda».
—Muchas gracias.
Corre a la habitación de William y entra sin tocar la puerta encontrándolo de pie junto a la ventana. Las bolsas oscuras debajo de sus ojos da indicios de que no pegó un ojo en toda la noche preocupado.
—¿Qué pasó? ¿Hablaste con ella? —pregunta volteándose al notar su presencia y este niega con la cabeza haciéndolo sentar de golpe.
—Durmió con ella.
—Estoy perdido —dice llevándose las manos a la cara. Simon se le acerca y coloca su mano sobre el hombro de él ofreciéndole consuelo.
—Tienes que arreglarte para enfrentar lo que se viene hermano. Voy a estar aquí para apoyarte, tal vez entre los dos podamos convencerla de que fuiste una víctima y que sólo fuiste a hablar con ella para aclarar las cosas.
—No va a creerme, no después de lo que le hizo el otro idiota —dice resignado—, pero de igual manera debo darle la cara ¿no?
Simon asiente cabizbajo, sabe que lo que le espera a su mejor amigo no es nada fácil de afrontar.
———————————
Katherine se estira sobre la cama cuando escucha el toque en la puerta de Sophy antes de entrar. Observa a su lado y nota que Jazmin sigue dormida.
—No hagamos ruido —le pide a su doncella—. Llegó muy tarde anoche y quiero que descanse un poco más.
Sophy asiente y comienza a preparar el baño para su dama.
—¿William ya salió de su habitación? —pregunta cuando se para debajo de la puerta del cuarto de baño a ver a Sophy.
—No lo vi esta mañana, pero muy temprano vi a su amigo y preguntó por Jazmin.
—¿Quién preguntó por mi? —habla ella estirándose debajo de las sábanas.
—¡Jazmin! Pensé que seguías dormida.
—Tengo un reloj biológico que me hace despertar todos los días a la misma hora —responde levantándose de la cama— ¿Quién preguntó por mi Sophy?
—El joven Simon —al parecer le urgía verte esta mañana —Jazmin sonríe.
— Debo ir a arreglarme entonces, no quiero que me vea en estas fachas —dice antes de salir corriendo fuera de la habitación de su amiga.
Jazmin corre a su habitación para vestirse y arreglarse para el día que apenas comienza. Apenas termina entra en la cocina a ofrecerse a ayudar a su abuela, pero está se niega y ella contenta camina por la casa a ver si encuentra al joven moreno que la buscaba, pero sin conseguirlo.
Regresa por el pasillo rumbo a la habitación de Katherine cuando ve a Anne quien sale del brazo de su esposo y recuerda haberla visto ayer en el jardín sola. La duda vuelve apoderarse de su cerebro.
«¿Lord William y Anne se conocerán?»
Entra en la habitación de su amiga y toma el cepillo de la mano de Sophy para peinar a Katherine, mientras la duda da vueltas en su cabeza.
—¿Alguna vez Lord William te dijo que conocía a Anne de algún lado?
Katherine la ve por el reflejo del espejo extrañada y pregunta:
—No, el día de la fiesta de lord Christian, ella enfermó y mamá se quedó con ella. ¿Por qué lo preguntas?
Jazmin duda en responder, pero no puede ocultarle nada a su mejor amiga.
—Anoche cuando estaba guardando algunas cosas en el cobertizo, me encontré a tu novio deambulando por el jardín cerca de la casa.
—¿A esa hora? —preguntó extrañada— ¿Qué hacía ahí?
—Dijo que no podía dormir, pero lo que me extrañó, fue que a esa hora aún tenía la ropa de la cena... Y que... Metros detrás de él estaba Anne en albornoz.
La cara de Katherine cambió de color inmediatamente.
—¿Los viste juntos? —pregunta temerosa de que se repita la historia al igual que con Richard.
—No, pero, es extraño. Anne nunca deambula por la hacienda, eso lo haces tú y con lo sofisticada que es, dudo mucho que vaya vestida así por el jardín.
Katherine se levanta de su asiento y comienza a caminar de un lado a otro inquieta.
—¿William reaccionó sorprendido cuando te lo topaste en el camino?
—No.
—¿Inquieto, nervioso, algo que te pueda dar indicios de que estaban juntos?
Jazmin niega con la cabeza.
—No, cuando notó que estaba viendo detrás de él inmediatamente se volteó, si hubiese estado con ella, pues, habría evitado que yo la notase ¿No? —dice, pero en el fondo la duda la inquieta.
«¿Y si estaban juntos?»
—Claro. Tienes razón —dice más tranquila—. Bajemos, no hagamos esperar a los invitados.
Katherine sale de su habitación junto a Jazmin y Sophy camino al salón. Es tarde y deben apresurarse. Al pisar el primer escalón para iniciar su descenso por las escaleras, ve que pasan Simon y William rumbo a donde será el desayuno.
Se apresura en bajar para alcanzarlos, pero cuando llega, ya están todos sentados. Ella entra junto a Jazmin y se acomodan en los dos últimos lugares que quedan. Uno a la izquierda de Simon, que ocupa su amiga y el otro, al lado de Richard ya que el que está justo a la derecha de William, lo ocupa su hermana.
Un poco incómoda por la situación, se ve obligada a ocupar el puesto y detalla bien los lugares a la mesa. Su padre como siempre en la punta de la mesa, su madre del lado derecho de su papá. Phillip a su izquierda.
Anne siempre ha ocupado el asiento al lado de su madre, sin embargo hoy, ha cambiado su puesto acostumbrado sentándose entre Richard y William, no dejando otro espacio vacío que el de compañía de lady Caroline.
William se mueve molesto en su lugar viendo de vez en cuando a su amigo quien le adivina el pensamiento al pelinegro, quiere levantarse y cambiar de lugar, pero Simon lo mira con disimulo moviendo la cabeza evitando que haga una tontería.
Por otro lado, Jazmin no es nada tonta y los ve a ambos haciéndose señales y sin más, se levanta y dice:
—Lord William, podría disculparme. Pero ¿Podría cambiar de lugar conmigo?
La cara de molestia de Anne no es para nada disimulada.
—Pero qué es esta falta de respeto hacia los invitados Jazmin. —la reprende, pero ella nunca ha sido una mujer capaz de controlar su lengua.
—Con el permiso excelencias —dice—, pero si podemos observar la distribución de las personas que estamos sentados, está mal, porque lord William es el novio de Kate y deberían sentarse uno junto al otro ¿No es así?
Anne la fulmina con la mirada y lord Christian secunda en concordancia ante la lógica de Jazmin.
—La dama tiene razón, así que si a nadie le molesta, deberíamos cambiar de lugares.
Los cuatro se levantan quedando Anne junto a su madre y a la misma vez entre ella y Richard, ubicando a Kate al lado de William.
Terminado el desayuno. Lord James decide dar un paseo con los caballeros por las hectáreas de terreno que no fueron arrasadas por el fuego tiempo atrás, dejando a las mujeres en el jardín charlando.
—Compermiso —se excusa Anne entrando a la casa buscando a Camile a quien encuentra limpiando el polvo de la habitación que Anne comparte con su marido.
Saca un papel de la mesita de noche y escribe una nota.
—Dominic está con mi padre, entrégale esto que necesito hablar con él.
—Se llama William Milady, será difícil que él la vea con tanta gente junta.
—¡Cállate y haz lo que te digo! Y ten cuidado de que nadie te descubra.
Camile suelta el plumero que sostenía, guarda en el pequeño bolsillo de su delantal la nota y sale rumbo a los terrenos en búsqueda de William.
Ella se detiene unos cuantos metros lejos de ellos, pero aún visible, disimuladamente se agacha como si estuviera recogiendo algo y cuando los caballeros están cerca de ella, tropieza su mano con la de él extendiéndole la nota.
—Compermiso, necesito ir al baño ¿Habrá alguno cerca? —pregunta William con la nota arrugada en el puño.
Simon lo ve con el ceño fruncido, porque ya se imagina a qué vino la mano derecha de Anne hasta acá. William camina hacia las bodegas que están en construcción y en un rincón abre la mano y lee la nota.
"Necesitamos hablar. Te veo en una hora. Camile te guiará a nuestro lugar de encuentro. Invéntate una excusa para zafarte de mi padre".
—¡Maldita sea! —dice entre dientes, sale de las bodegas y busca a Camile , cuando la encuentra detrás de una de las paredes recién construidas—. Dile a tu señora, que no tengo nada que hablar con ella, lo que quería sé lo dije anoche y que por su bien, se olvide de lo que pasó. Y no lo volveré a repetir.
Camile se va con la respuesta que no le gustará a su señora, pero William está decidido y no dará su brazo a torcer.
Cuando Camile llega al encuentro con Anne y le da la respuesta de William como se suponía, se enfurece. Se agarra de las sábanas de la cama y las lanza al suelo ahogando un grito con la almohada.
—¡No los dejaré ser felices, con él no!
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