Capítulo 39.
Katherine:
Esta semana ha sido muy larga para mí. He extrañado a William cada día, a pesar de haber cumplido su promesa de enviarme flores y mensajes, me hace falta su presencia. Es extraña la manera en que el destino te cambia la vida en un abrir y cerrar de ojos.
Hace muchos meses atrás, estaba preparándome para un compromiso con el que creí era el amor de mi vida y de un momento a otro, todo se acabó dejándome hundida en un pozo del que me negaba a salir. Pasé de llorar todos los días, de enclaustrarme en un convento para evitar las habladurías de la nobleza, a la resignación muchos meses después. A pesar de que al principio me negaba a aceptarlo, Richard nunca me amó como profesaba y eso lo entendí estando encerrada en el convento.
No voy a mentir diciendo que lo he olvidado porque no lo he hecho, él será siempre mi primer amor, mi primer beso y el primer hombre al que le dije sinceramente un te amo.
Pero ya no lo amo como un hombre ama a una mujer, él siempre tendrá un rincón especial en mi corazón a pesar de haberme hecho tanto daño. Ahora lo que siento por Richard es cariño, es mi cuñado y en eso me he mentalizado en todo este tiempo.
William me ha hecho ver el amor de manera distinta, lo extraño todos los días. Cuando me encierro en mi habitación, releo sus cartas una y otra vez. Puedo jurar que me sé de memoria, cada palabra. Cada párrafo está enterrado dentro de mi pecho como las raíces de un árbol aferradas a la tierra en una noche de ventisca donde se niega a ser arrancado del suelo.
Ya estoy anhelando verlo mañana domingo en la cena por el cumpleaños de mi hermano.
Richard llegó esta mañana con mi hermana y su tía. Me dio pesar ver cómo se disculpaba con mi padre y conmigo por lo sucedido con el suyo, afortunadamente él también estaba en desacuerdo con su locura de querer desposarme.
Alguien toca la puerta de mi habitación y voy a abrirla encontrando a Anne del otro lado.
—¿Puedo pasar? —pregunta y asiento.
Ella y yo no estamos del todo bien, aún me cuesta un poco estar a su alrededor después de lo que me hizo, pero prefiero llevar las cosas en paz por mis padres y por Phillip, ya que para ellos ha de ser difícil toda esta situación entre ambas.
La dejo entrar y veo que trae una pequeña caja entre sus manos.
—Te traje esto de nuestro último viaje —tomo la caja que me extiende y la abro en su presencia.
El collar es hermoso, tiene un dije en forma de lágrima con una piedra preciosa azul que lo adorna.
—Gracias, pero no debiste haberte molestado.
—¿Puedo ponértelo? —pregunta dudosa de mi reacción, le doy la espalda y subo mi cabello para que me lo ponga.
Camino al espejo para ver cómo me queda y es realmente precioso. Anne se para detrás de mí detallando el collar y me dice:
—Quiero hacer las paces contigo —quedo sorprendida con sus palabras—, sé que te hice mucho daño, pero quiero que olvidemos lo que pasó.
—Ya no tiene caso hablar de eso, Anne. Sucedió hace mucho tiempo y ya lo entendí.
Me aparto del espejo y voy a la pequeña mesa de té fingiendo que arreglo los libros que tengo en ella.
—Lo sé, pero eso no me hace menos culpable. En verdad quiero hacer las paces contigo.
—Está bien, llevaremos las cosas en paz entre nosotras, pero no creas que el trato va a ser el mismo de antes porque tú te encargaste de romper lo que teníamos.
Soy sincera con ella, no quiero que crea que va a llegar con un regalo y que haré borrón y cuenta nueva. Puedo ver en sus ojos el tinte de tristeza, pero no voy a engañarla.
—Está bien, tal vez con el tiempo, volvamos a ser lo que éramos antes.
—Lo dudo, pero si quieres intentarlo, no voy a detenerte.
Suspira y pensando que ya se va, se sienta frente al buró y comienza a deslizar los dedos por las cosas que tengo allí.
—Mañana conoceremos a tu novio al fin —suelta y se que comenzará con el interrogatorio— ¿Cómo es? ¿Es guapo?
—Lo es —decidí responderle porque si no lo hago no me dejará en paz—. Es alto de cabello negro, caballeroso.
—¿Más guapo que Richard?
Y ahí está el primer puñal que lanza
»Lo siento, lo siento, no lo dije de mala intención.
—Si, mucho más guapo —respondo.
—Me alegro por ti de que hayas encontrado a alguien que quiera casarse contigo. Mi suegro es un ser vil y despiadado, no merecías sufrir bajo su brazo.
—¿Qué sabes de lord Chapman? —pregunto dejando pasar la indirecta que lanzó primero.
No dice mucho realmente, sé que algo oculta y por alguna razón lo hace, pero no me voy a poner a indagar sobre ese ser tan repulsivo, no me interesa saber nada de él. Solo quiero tenerlo a metros de mi.
—En fin lo que importa es que eres novia del futuro duque de Edimburgo, si se casan tendré que llamarte excelencia.
Lanza otro de sus puñales de manera amable, pero lo vuelvo a dejar pasar, no me interesa crear ningún conflicto entre nosotras.
—Solo cuando estemos delante de los nobles a modo de saludo deberás hacerlo. En casa no es necesario —mueve la cabeza asimilando lo que le digo y agrego—. Además es bueno que te vayas acostumbrando al título, ya que pronto papá le cederá el puesto a Phillip y tendrás que llamarlo así también.
Mi primera puñalada en su contra, no quería hacerlo, pero a veces es necesario darle un poco de su medicina.
—Es cierto —responde con una sonrisa en sus labios—. Bien, voy a dar un paseo con mi esposo, que ya debe de haber llegado y no le gusta que lo deje solo mucho tiempo. Nos vemos en la comida Kate.
Sale de mi habitación y vuelvo a colocar en su lugar el peine que tomó sin darme cuenta.
Su esposo, lo dice como si a mí me molestara, pero no, ya no me lastiman ni me hieren sus comentarios. Ahora tengo una nueva razón por la que suspirar y tiene nombre y apellido.
«William Ferguson».
——————————
Anne:
Cierro la puerta de la habitación de Kate cuando salgo y sus palabras me causan cierto escozor en el pecho. Sé que lo dijo en modo de lastimarme y tiene toda la razón de hacerlo, yo le arrebaté al amor de su vida y en el fondo de mi corazón no me arrepiento.
Richard es todo lo que yo deseaba en un hombre, atento, amoroso, detallista, sabe satisfacer a una mujer en la cama, aunque si he de ser sincera conmigo misma, la rudeza de Dominic a veces me hace falta, la forma en que me llenaba era inmediata, me hacía gemir desde la primera embestida que me daba. Aunque he logrado satisfacerme con mi esposo, solo alcanzo el máximo clímax cuando estoy sobre él y soy yo quien domina.
Le he pedido en varias ocasiones que acelere o sea un poco más fuerte y estoy consciente de que intenta complacerme, pero al poco rato se cansa y vuelve a lo mismo dejándome frustrada la mayor parte de las veces. Pero a pesar de eso, siento que he empezado a amarlo y sé que por mi cuenta debo hacer que él me complazca como yo quiero y deseo.
Cierro la puerta de mi habitación encontrándome con mi esposo recostado sobre la cama envuelto en la toalla de baño y con los ojos cerrados.
Detallo desde lejos su rostro, su pecho, la ve que se marca en sus caderas finalizando debajo de la toalla. Me acerco sigilosamente para no despertarlo y acaricio suavemente sus pectorales. Siento como se le eriza la piel cuando le doy suaves besos en el cuello e inclina un poco la cabeza dándome acceso. Bajo mi mano por su abdomen y tomo la punta de la tela que lo cubre apartándola de lo que deseo.
Llevo mi mano a su miembro ya listo para mi y lo acaricio. Desvío la mirada a su rostro y veo cómo toma aire por la boca. Voy dándole atención sin decir una palabra. Llevo la otra mano bajo mi vestido y voy bajando como puedo mi ropa interior para sentarme sobre mi marido a horcajadas.
Sus manos viajan a mis pechos que magrea con fiereza, mientras yo me muevo sobre su pelvis dándome placer. Lo beso en los labios y dejo que su lengua encuentre la mía donde bailan deseosas la una por la otra. Magrea mis glúteos y con mi mano lo pongo en mi entrada deslizándome hacia abajo de golpe.
Un gemido sale de su boca y yo comienzo a moverme cabalgandolo como me gusta. Sus manos no se quedan quietas, tocan mi cuerpo como si fuera su placer favorito.
Arriba, abajo y en círculos me muevo sobre su miembro hasta que siento que libero el intenso orgasmo que me consume. Sigo embistiendo hasta que él logra el suyo y me aparta dejando mi espalda contra la cama mientras se sube sobre mi.
—Niña traviesa —me dice con esa sonrisa que me encanta en sus labios para luego llevar su boca a la mía en un efusivo beso.
La mañana del domingo comienza con el bullicio de las cocineras, quienes golpean los cucharones, ollas y tapas de la cocina en el recibidor para felicitar a mi hermano. Es costumbre de ellas hacer este tipo de alboroto desde que tengo uso de razón para él y le encanta.
Salgo de mi habitación junto a Richard somnoliento envuelta en el albornoz encima de mi camisón y en el pasillo me encuentro con mi hermana que viene vestida igual que yo. Richard tropieza con ella y por instinto la toma de la cintura.
Veo cómo la detalla e inmediatamente Kate se aparta de él como si le quemara las manos. Frunzo el ceño mientras algo hormiguea en mi pecho "Celos", devuelvo mis pasos y tomo a mi esposo de la mano haciendo que bajemos juntos a la primera planta.
—¡Feliz cumpleaños! —gritamos todos al unísono.
La cara de Phillip es de felicidad plena. Aprovecho que todos están distraídos felicitándolo y agarro a Richard del brazo y lo traigo más cerca de mi.
—¿Tenías que tomarla de la cintura? —le reclamo y me ve como si tuviera un tercer ojo en la frente.
—Mi amor, solo fue por instinto, chocamos y automáticamente la agarré y ya. No pasa nada —toma mi rostro con sus manos y deposita un tierno beso en mis labios—. Celosa.
De reojo busco dónde está mi hermana y veo que nos está mirando, sin dudarlo lo agarro por la camisa del pijama y le doy un beso para nada decoroso.
—¿Y eso porque fue? —pregunta sonriente cuando lo suelto y lo ignoro volviendo a la celebración de mi hermano.
Le doy un abrazo a Phillip, cuando Kate lo suelta y la veo subir las escaleras, busco a Richard quien está con Juliet y respiro tranquila. Nunca antes me había sentido así tan insegura. Mi esposo me ha demostrado millones de veces que me ama, no puedo dudar de él por un simple tropiezo.
Subimos a la habitación para prepararnos para el desayuno familiar y bajamos para compartir con los demás el resto del día.
Comienza a ponerse el sol y escucho desde arriba a mi madre dando órdenes. Muevo la cabeza de una lado a otro recordando todo lo que le gusta a mi madre este tipo de alborotos.
Me siento frente al espejo esperando que Camile comience a peinarme cuando veo que Richard va camino a la puerta.
—¿A dónde vas? —pregunto.
—Bajaré a ofrecerme por si necesitan ayuda. Cuando estés lista vendré por ti.
Asiento y me concentro en el trabajo que está haciendo mi doncella en mi cabello. Hoy quiero verme espectacularmente hermosa, ya que tendremos invitados especiales. Me intriga conocer al famoso futuro duque de Edimburgo y porque no supe de él antes.
El cielo estrellado está libre de cualquier nube gris que amenace la lluvia.
—¿Llegó el coche de mi cuñado, Camile? —le pregunto arreglando mi vestido mientras ella ojea en el balcón.
—No Milady.
Veo el reloj colgado en la pared y ya es tarde.
—Quizás no viene —digo.
Richard abre la puerta y me detalla de arriba a abajo notando el escote pronunciado de mi vestido color uva con lentejuelas brillantes.
—¿Estás lista?
—Si.
Bajamos y entramos juntos al salón donde se dará la cena especial para mi hermano. Ya todos están reunidos aquí. Mi familia, Juliet, primos cercanos por parte de mi padre. Observo por todo el lugar y no veo ningún rostro desconocido. Me acerco a saludar y charlar un poco con la familia que no veo desde mi matrimonio.
Un mesero me ofrece una copa y la tomo en mi mano bebiendo pequeños sorbos mientras continúa la charla. A metros de mí, veo a Katherine un poco inquieta y me acerco a ella.
—¿Ya es un poco tarde, no crees? —pregunto y ella echa un vistazo a la hora del reloj.
—Tal vez se atrasó. El camino a veces se complica con la lluvia.
Noto el nerviosismo en su voz.
—Pero no ha llovido estos días. ¿Estás segura que confirmó su asistencia?
—¡Por supuesto que sí! —responde enojada y se va dónde están papá y mamá.
Vuelvo al rincón donde está Richard y tomo otra copa que me ofrecen. La champaña está en su punto y la saboreo en mi lengua.
Entre tanto escándalo alguien habla pero no detallo lo que dicen, hasta que una voz familiar me congela en mi lugar.
—Lamentamos la tardanza, una de las ruedas del coche sufrió un percance en el camino.
«¡No puede ser, esa voz!».
Siento como si me faltara el aire de repente,mi sangre cae a mis pies plantándome en mi sitio.
«Esa voz, reconozco esa voz cerca de mi».
Mis hombros se tensan, mi quijada se aprieta y debo armarme de valor para voltearme rogando al cielo que me esté equivocando por el tiempo que tengo que no lo escucho.
Cuando subo la vista, me paralizo y doy un paso atrás con los ojos abiertos.
—Dominic, es Dominic—digo susurrando sin reconocer mi voz.
De repente todo se vuelve oscuro, mis piernas flaquean y Richard debe sostenerme de la cintura para no caer. Cuando veo sus ojos azules fijarse en mí. Inconscientemente dejo caer la copa al suelo haciendo un desastre de vidrios rotos y líquido esparcido por el mármol.
—¿Mi amor estás bien? —la cara y la voz de preocupación de Richard hace que fije la vista en él y asiento sin poder creer lo que mis ojos vieron hace un instante.
Vuelvo mi vista a donde lo vi «Esto tiene que ser una alucinación», repite mi cerebro, pero no lo es, lo tengo frente a mí tomado de la mano de mi hermana.
—Creo que alguien ya está de encargo —oigo que alguien dice y sin pensarlo mucho salgo casi corriendo del salón hacia mi habitación donde me encierro con Camile.
—¡¿Lo viste, dime que lo viste?! —le digo agarrándola por los brazos temblando por la sorpresa.
Camile asiente y debo sentarme en la cama ya que mis piernas flaquean. Camile corre a servirme un vaso con agua que me acerca y lo bebo de un trago.
—¡¿Qué hace aquí, cómo llegó aquí?!
—Lo presentaron como el futuro duque de Edimburgo Milady
«Duque de Edimburgo», mi cerebro repite las palabras varias veces.
—¡Esto debe ser una broma! —me niego a aceptar que perdí la oportunidad de ser más—, él es un simple marinero. ¡No puede ser!
Tomo varias bocanadas de aire para tratar de tranquilizarme cuando tocan a la puerta y Camile abre dejando entrar a Richard quien se arrodilla frente a mí preocupado.
—Mi amor, ¿Estás bien? —no logro articular palabra, solo asiento—, me dejaste preocupado, todos abajo piensan que estás embarazada.
Niego con la cabeza.
—Solo —titubeo—, solo fue el calor —miento.
—Debemos bajar, todos nos esperan para la cena.
No quiero bajar, no quiero verlo, seguramente dirá algo que me ponga en evidencia.
—No quiero bajar.
—Pero acabas de decir que estás bien. No puedes hacerle ese desaire al novio de Katherine.
Bebo otro vaso con agua y debo fingir que todo está bien para que Richard no sospeche. Camino al cuarto de baño para refrescarme y frente al espejo me repito mentalmente:
«Novio de Katherine. Duque de Edimburgo». Agarro mi cabeza sin poder creerlo todavía. Tomo varias bocanadas de aire frente al espejo y vuelvo a salir.
Me hago del brazo de mi esposo y aún con piernas temblorosas atravesamos las puertas de cristal que dan paso al salón principal. Papá me llama y me acerco a él para pararme frente a él hombre al que le rompí la promesa de esperarlo.
——————————
William:
Llegamos retrasados a la hacienda Kensington gracias a que una de las ruedas del coche se dobló a causa de una piedra en el camino. Tuvimos que bajarnos mientras el cochero cambiaba la rueda para seguir nuestro camino.
—Katherine debe estar preocupada —dice Simon y no digo nada solo miro por la ventana deseando llegar pronto.
Cruzamos las rejas negras de la entrada y el coche se detiene frente a la puerta principal, un hombre de traje negro nos abre y nos indica el camino hacia donde todos nos esperan.
Odio llegar retrasado a algún lugar, porque eso significa que debemos saludar a todos y no me siento cómodo con ello.
Cruzo la puerta de cristal y camino en dirección a mi novia desesperado para disculparme por llegar tarde. Saludo a sus padres y a ella y comienzo a contarle lo sucedido. Cuando veo por encima de ella a una mujer que se gira y la veo.
«¿Que maldito juego del destino es este?», mi pulso se acelera y mi cuerpo se tensa al reconocer a la maldita que me dejó tirado para casarse con otro.
—¿William qué sucede? —pregunta Katherine, pero no puedo contestarle, la furia me envuelve y no aparto los ojos de ella.
Deja caer la copa que revienta en el suelo haciendo que todos giren a verla y reconozco al imbécil que iba a casarse con Katherine agarrándola por la cintura.
Uno de los invitados dice a mi lado:
—Creo que alguien ya está de encargo.
Luego, ella sale corriendo huyendo hacia la puerta de cristal.
Por un momento pienso en salir detrás de Charlotte y enfrentarla, pero la mujer a mi lado no se merece que le haga tal desaire.
—Lo siento, creí ver a un amigo, pero me equivoqué —miento al ver su cara de desconcierto.
El mesero trae las copas con champaña y agarro una para beberla de un solo sorbo. Tomo otra entre mis manos mientras mi cerebro asimila lo que acaba de pasar.
—Creo que tu hermana está de encargo.
Oigo decir a lady Caroline feliz por la noticia.
«Su hermana... Maldita sea que esto no puede ser verdad».
El imbécil se acerca a nosotros excusándose porque va a buscar a su esposa y veo a mi novia quien lo sigue con la mirada. Estoy abrumado por lo que acaba de pasar sin embargo, no puedo evitar sentirme inseguro por la mirada de ella sobre él.
—Ven, te presentaré al resto de mi familia mientras sabemos algo de Anne.
«¿Anne? ¿Quién demonios es Anne?».
Katherine me presenta a unos primos por parte de su padre y por un momento logro distraerme de lo sucedido con Charlotte, hasta que volvemos al lugar donde están sus padres y ella aparece parándose frente a mí cuando el duque la llama.
—William, ella es mi hija mayor Anne.
«Su hija», palabras que se meten en mi cabeza.
Tomando todo mi autocontrol para no gritarle delante de todos lo golfa que es, extiendo mi mano para tomar la suya y darle un beso en el dorso, cosa que no sucede porque no pienso volver a poner mis labios sobre esa piel podrida.
Sin que nadie se dé cuenta finjo besarla mientras siento el temblor de su mano sobre la mía cuando se inclina frente a mi.
La suelto y me quedo ahí charlando con ellos para no darle a entender la rabia que me consume por dentro el tenerla frente a mi y no poder decirle todas las cosas que quiero.
Simon permanece a mi lado y nota la tensión que hay entre los dos y como siempre busca un tema de conversación que evite una contienda.
—Espero que hagas feliz a Katherine William, ella se lo merece —suelta de la nada el imbécil de Richard alzando su copa frente a mi.
—Si, solo un tonto no se daría cuenta de la maravillosa mujer que es —respondo y ante los dos le doy un beso en la mejilla, con ganas de besarle la boca delante de ellos, pero no es prudente entre tanta gente.
—¡La cena está lista! —anuncia uno de los meseros y todos nos sentamos a cenar.
Mi abuelo y mi madre se sientan junto a los duques y otros familiares, dejándonos a Katherine y a mi junto a Phillip y frente a nosotros a Anne con Richard y su tía. Simon se sienta en la esquina entre Anne y mi novia.
«Vaya cena de mierda».
A pesar de tener un nudo en el estómago me obligo a comer un poco sintiendo el peso de su mirada en mi.
«Descarada».
La cena termina y los hombres salen al jardín a fumar y a beber sus digestivos mientras las mujeres permanecen adentro.
Jalo a Simon más lejos de los demás para poder hablar con él sin que nadie nos escuche y confesarle lo que me ha estado inquietando toda la velada.
—¿Qué pasa? —pregunta.
—¡Todavía lo preguntas!, ¡¿acaso no la reconociste?!
—¡Claro que la reconocí! Vaya suerte la tuya ser el futuro cuñado de la que fue tu novia. Eso si es tener mala suerte hermano —lo veo sin poder creer lo que me está diciendo.
—¿Te das cuenta de lo que acabas de decir?
—Por supuesto que me doy cuenta, no soy idiota, pero no podemos hacer nada. Tú ya no puedes hacer nada.
—¡Es su maldita hermana! —cierro mis puños sobre su saco y lentamente toma mis muñecas haciéndome soltarlo.
—Si, lo sé, pero ya no hay vuelta atrás y debes continuar con lo que está destinado.
—No creo poder seguir con esto —me sincero.
—¿Pero de qué mierda estás hablando?
—No puedo casarme con ella... No puedo sabiendo que Charlotte... Anne o como malditamente se llame es su hermana.
—¡¿Si te estás oyendo?! —Ahora es él quien me tiene agarrado por el saco con las manos echas puños— ¡¿Vas a lanzar tu felicidad por la borda, porque ella es su hermana?! ¿Te has vuelto loco acaso?
—Esto se sabrá, hoy o mañana o en años, se va a saber... No voy a poder controlarme todo el tiempo cada vez que la vea... Algún día no me resistiré y le diré delante de todos lo golfa que es.
—Escúchame bien idiota... Vas a ir adentro y vas a continuar tu vida como ya la tenías planeada... Cuando sea el momento y el lugar adecuado hablaras con Anne y jurarán nunca decir nada de lo que pasó.
Me río en su cara.
—¿Crees que es fácil para mí dejar pasar la burla que me hizo? Entonces no me conoces.
—Entonces dejarás a Katherine siendo de nuevo la burla de todos... ¿Crees que ella merece que le hagas eso después de que se abrió a ti, te confesó todo por lo que pasó? ¿Piensas que puede soportar otra humillación como esa?
Recuerdo sus palabras, cada una de las que me dijo, las pocas lágrimas que derramó por culpa de ambos y algo se aprieta en mi pecho.
—No lo merece —confieso.
—Entonces, hazme caso y continúa con tu vida como estaba planeada. Te comprometes con Katherine el día de su cumpleaños y apenas comience la primavera te casas o antes, como sea. De todas formas ya está casada y no vivirán bajo el mismo techo.
—Tienes razón. Ella no merece que deje de vivir mi felicidad al lado de la mujer que amo. Total, ella fue la que perdió, no yo.
—Así se habla hermano... Ahora vamos por un trago, que lo necesito.
—————————
Anne:
Salgo del salón aprovechando que los hombres están en el jardín fumando y llevo a Camile conmigo hasta el despacho de mi padre. Abro el cajón, saco una hoja de papel y agarro una pluma de encima del escritorio y empiezo a escribir.
—Necesito hablar con él, cuando veas que es momento, entrégale esta nota.
Le entrego el papel y lo esconde entre sus pechos. Salimos al pasillo para regresar al salón y el cuerpo frente a mi me hace retroceder.
—¿Pasa algo, te sientes bien? Estás pálida.
—No Jazmin todo está bien.
—Dicen que estás embarazada... ¿Es cierto?
—No y si lo estuviera no es de tu incumbencia. Con permiso.
Sigo mi camino hacia el salón y veo que los hombres vienen entrando y noto que él viene en compañía de Simon. Hago señas a Camile con los ojos para que esté pendiente de entregárselo.
Como es costumbre en casa, cuando hay alguna celebración parte de los invitados se quedan en la mansión en las habitaciones de huéspedes. Así que Dominic debe quedarse esta noche.
Subo a mi habitación luego de acabado el festejo del cumpleaños de Phillip y visto mi camisón acostándome en la cama a la espera de Richard, quien llega minutos después tambaleándose.
Se quita la ropa y camina al cuarto de baño, me levanto para ayudarlo a vestir y acostarlo en la cama.
—¿En qué momento bebiste tanto? —le pregunto cubriéndolo con las sábanas.
—Después de la cena bebí unos tragos con uno de tus primos —habla con la voz atropellada.
—Duérmete.
Me acuesto a su lado a esperar que su respiración sea acompasada para cerciorarme de que está dormido y no despertará hasta mañana. Salgo con cuidado hasta llegar a la habitación de Camile, toco la puerta, ella abre e inmediatamente entro para preguntarle:
—¿Se la entregaste?
—Si, como usted no me dijo nada, espere a que la leyera para que me diera una respuesta
—¿Y qué te dijo?
—Que la esperaría donde usted lo citó después de la medianoche.
«Media noche», miro el reloj y solo faltan treinta minutos. Debo apresurarme si quiero llegar antes que él.
Sin hacer nada de ruido camino hasta la cocina y salgo por la puerta de atrás hacia las caballerizas. Elegí ese lugar porque es el más apartado de la casa y podemos hablar sin que nadie nos escuche. A esta hora no hay nadie rondando el lugar.
Llego y enciendo una lámpara de esas antiguas para no molestar el descanso de los caballos y me acomodo sobre una pila de heno donde previamente coloque una de las fundas que protegen sus lomos.
Espero unos cuantos minutos. Estoy ansiosa, pero necesito verlo, necesitamos hablar y aclarar las cosas. No puede pensar mal de mi.
Escucho pisadas que vienen de la entrada y medio cubro la lámpara y asomo un poco la cabeza con el corazón en la boca para ver quien es.
«Es él, aún tiene la ropa de la cena». Acomodo el camisón en mis pechos y salgo para que me vea y venga hacia donde estoy. Doy unos cuantos pasos hacia atrás y me sigue entrando a la celda donde estaba sentada antes.
Me paro frente a él y alzo la cara para detallar mejor su rostro. Lleva el cabello más largo y la barba tiene el mismo largo de cuando lo conocí.
—¿Vas a decirme porque me citaste aquí o debo irme?
Suena molesto y no es para menos, falté a mi promesa y seguramente decidió casarse con mi hermana para hacerme pagar por lo que le hice.
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