Capítulo 37.

Katherine:

La mañana está fresca, el sol está resplandeciente después de una noche lluviosa. Tomo un libro de mi librero personal y bajo para caminar por el jardín mientras leo mi historia de amor.

—¡Kate! —escucho a lo lejos— ¡Kate, la sombrilla!

Volteo y veo a Jazmin corriendo hacia mi junto a Sophy que trae la sombrilla y la abre sobre mi apenas se detiene a mi lado.

—¿Cómo se te ocurre salir sin protección?, te vas a tostar la piel —reclama y yo simplemente sonrío.

Hoy me desperté con muy buen ánimo, pero un poco ansiosa por eso decidí dar un paseo por el jardín a ver si así aplacaba mis nervios.

Me detengo unos instantes para escuchar el hermoso trinar de los pájaros y percibir la brisa fresca que acaricia mi rostro antes de que comience el frío invierno.

—¿Hoy no esperaste tus flores como todos los días? —pregunta Jazmin caminando de nuevo a mi lado.

—Estoy segura que llegarán en un rato más, la lluvia retrasa las encomiendas.

Siento que alguien me observa y giro mi cabeza hacia la casa fijándome en los ventanales, pero no veo a nadie.

—¿Pasa algo? —pregunta mi amiga mirando a donde veía yo antes.

—No, tuve la sensación de que alguien me observaba, pero, no me hagas caso, son ideas mías.

—Falta poco para que regrese el joven que te envía las cartas, ¿No es así?

—Si Sophy, solo unos cuantos días más y entonces lo conoceré.

Llevo una de mis manos a mi estómago tratando de calmar las mariposas que revolotean dentro de él.

—Tan solo pensarlo se me aceleran los latidos del corazón —digo y las tres nos reímos.

—Creo que ya te enamoraste.

—No, es sólo —pienso por un momento en todas las sensaciones que siento al recordar las palabras de las cartas—, emoción.

—Si, claro. Ahora le llaman emoción, al sonrojo que tienes en las mejillas, cuando piensas en él

Me encojo de hombros y siento mi cara arder por la vergüenza. Miro al cielo y por un momento escucho que llaman a Sophy.

—Te llama tu padre Kate —me dice al oído. Cierro el libro y se lo entrego para que lo lleve y mientras camino veo que no está solo.

Mamá está a su lado y cerca de ella está lord Christian junto a dos caballeros más. Mis pasos se hacen más lentos cuando detallo mejor al joven que está parado un poco más atrás.

Mi corazón se acelera, siento que quiere salirse por mi garganta y mis ojos se fijan en los suyos, con ese azul tan distinto al mío y lo reconozco.

«Es él. El joven de aquel altercado cuando fui a Londres».

Está vestido diferente, pero lo reconozco. Mis piernas parecen ramas débiles y mis manos tiemblan tanto que debo aferrarme a mi vestido para que no lo noten. Me detengo frente a mi padre con mis amigas de escudo detrás de mí.

Saludo a lord Christian y me quedo parada sin reaccionar. Mis ojos quieren dirigirse a su rostro, pero me mantengo firme mirando hacia el frente.

—Cariño —dice mi padre y me obligo a verlo—. Él es lord William Ferguson, nieto de lord Christian y Simon Argent, su amigo.

Giro el cuerpo para pararme frente a él. Es alto y cuando subo la cara, mis ojos se conectan con los de William avivando en mi pecho un calor que no había sentido jamás. «No puedo respirar». Siento como el rubor llega a mi rostro cuando toma mi mano llevándosela a los labios para besarla y me obligo a bajar la cabeza cuando me agacho para hacer mi reverencia delante de él y no note mi enrojecimiento.

Suelta mi mano y me obligo a dar dos pasos lejos de él para saludar al otro caballero a su lado. Noto que lord Simon está observando sobre mi hombro y miro sobre él para ver que es Jazmin quien está a mi espalda.

Dibujo una media sonrisa en mis labios al ver que ella también lo ve y sus mejillas están sonrojadas.

«Al parecer no soy sólo yo».

—El almuerzo está listo —, dice mi madre para que pasemos al comedor y los nervios vuelven a mi cuando William cruza su brazo para que lo tome.

«Siento que puedo derretirme en este momento».

Pasamos al comedor. Mi padre se sienta en la punta de la mesa como cabeza de la familia, a su lado está mi madre y yo me siento a su lado. Frente a mí se acomoda William, a su izquierda Simon, y lord Christian decide sentarse a mi derecha. Pocos minutos después se excusa Phillip sentándose en la otra punta de la mesa.

Quedan tres puestos vacíos en la mesa y mi padre amablemente invita a Jazmin para que nos acompañe. Apenada, se sienta al lado del amigo de lord William. Ella y yo nos miramos con una de esas miradas cómplices y creo que ambas notamos el sonrojo de la otra.

El intercambio de miradas entre él y yo en la mesa mientras almorzábamos era constante, como si nuestros ojos fueran dos imanes que querían juntarse, pero que por alguna extraña razón no lograban hacerlo. De vez en cuando sentía los ojos de todos sobre mí y puedo jurar que pasé toda la comida ruborizada.

Mi padre los invitó a un trago en la mesa del jardín y todos están ahora allí sentados hablando de anécdotas pasadas. No logro apartarme del ventanal de donde puedo verlos escondida tras las cortinas.

«¿Qué me pasa? Nunca tuve esta sensación con Richard». Mi mente comienza a recordar tiempo atrás cuando lo conocí, la sensación cálida de su mano entre la mía. La tibieza de sus labios y todo lo que me hacía sentir cuando estaba cerca. Sin embargo, con lord William, todo es tan distinto, no es tibieza, es fuego quemándome las venas.

Siento que alguien se posa detrás de mí y no me muevo al notar que mi madre mueve un poco las cortinas para ver que estoy observando.

—¿Es muy guapo no? —pregunta sin despegar la vista de la ventana y siento como el calor sube a mi rostro.

Asiento con la cabeza gacha para que no lo note e intento apartarme del ventanal, pero su voz detiene mi intención de huir.

—Cuando conocí a tu padre, yo era muy joven.

La miro y la escucho atentamente mientras ella sigue observando por la ventana.

»Tu padre conoció primero a Eleanor y siempre supe que ella estaba enamorada de él, pero yo también lo amaba. Cuando nos comprometimos fui egoísta en no pensar en el sufrimiento de mi prima, sin embargo, si yo decía que no a la propuesta de James, estaría sumida en la tristeza por haber perdido al amor de mi vida.

Su confesión hace que abra los ojos sorprendida.

»Por eso en parte entiendo a tu hermana y lo que hizo —hay un tono de melancolía en su voz que me truena en el pecho—. Quiero que tú seas feliz y no sigas aferrándote al pasado. Lord Christian es un buen hombre y estoy segura que educó muy bien a su nieto. Si deciden entablar una relación, estoy completamente segura que serán tan felices como tu padre y yo.

La veo voltearse hacia mí y posa sus manos sobre mis hombros.

»Quiero que te des la oportunidad de conocerlo y que él te conozca a ti, que sepa la maravillosa mujer que eres y de la que me siento orgullosa al igual que tu padre.

No puedo más contener las lágrimas y me aferro a su cintura en un abrazo fraternal y amoroso.

—Gracias mamá.

— Ahora, sigamos observándolos por la ventana. Y debemos hablar con Jazmin, pude notar cómo se puso al conocer a su amigo. Creo que le gustó.

Ambas reímos y concordamos en su teoría.

——————————
William.

   Estar sentado escuchando las anécdotas del par de hombres junto a mi ya me está dando dolor de cabeza. En vez de quedarme aquí, debería ir a conocer a cierta dama a la que al fin le vi el rostro. Tantas noches soñando con aquellos ojos azules que me enfrentaron aquel día en la calle y hoy cuando la vi, esa imagen borrosa se aclaró como si un rayo me hubiese esclarecido su imagen.

«Tiene carácter al menos, un punto a su favor».

   Echo la vista a un ventanal cercano al lugar donde estoy y veo una sombra que se oculta tras las cortinas. Inmediatamente puedo deducir de quien se trata y medio sonrío.

—¿Que ves? —pregunta Simon intentando voltear hacia donde veía, pero lo detengo para que ella no se dé cuenta que sé que está ahí.

—Nada.

   Intento poner atención de nuevo a la conversación, cuando mi abuelo me llama para que diga algo sobre mi último viaje y comienzo con mi relato olvidándome del ventanal.

   Puedo decir que pasamos más de dos horas en charlas hasta que mi abuelo al fin decide que es hora de irnos. Pasamos al recibidor donde esperamos que aparezcan las damas para despedirnos, no sin antes confirmar mi visita del día siguiente.

   Me despido de Katherine con un beso en el dorso de su mano la que puedo sentir que tiembla ante mi agarre y un pensamiento se cruza en mi cabeza.

«Hiciste un buen trabajo abuelo».

   Entramos al coche y apenas salimos de los terrenos de la hacienda del duque, mi abuelo no aguanta la curiosidad y decide preguntar de una vez:

—¿Que te pareció tu futura esposa hijo? —la pregunta le sale con cierta emoción en la voz.

—Es bonita —digo desinteresadamente.

—¿Bonita? —habla Simon. Siempre tiene algo que decir—, es hermosa, educada y amable por lo que pude notar —ruedo los ojos para no darle importancia a sus palabras— ¿Cómo puedes decir que es sólo, bonita?

   Mi abuelo nos ve sin decir nada.

—¿Y que quieres que diga? —me defiendo— Está bien, es hermosa, amable, educada, malhumorada y sensible.

   Veo a mi abuelo y está sonriendo.

»Puede ser terca y regañona.

—¿Cómo lo sabes? —inquiere mi abuelo.

—Porque ya la conocí antes, un día en un desfile del circo. Una gitana me hecho un polvo en los ojos para huir de mi y ella me ayudó después de darme un  buen regaño.

—Entonces ya la conocías desde antes de mi celebración —mi abuelo cruza los brazos en su pecho sin apartar la vista de mi.

—Si, lo que no entiendo es el porqué no se casó. Si estaba a punto de comprometerse con el imbecil aquel de tu fiesta de aniversario.

—Sólo sé que él se casó con su hermana y que Katherine fue la que decidió romper ese compromiso para unirse a la iglesia.

La confesión de mi abuelo me deja sorprendido.

—¿Monja? Ella parece de todo menos una religiosa.

Tiene rostro de ángel, si, pero su boca es pecaminosa e incita a cualquiera a pecar en ellos.

—Voy a acompañarte mañana cuando regreses a visitarla.

La voz de Simon me saca de mis pensamientos y se porque lo dice.

—No creas que no se porque lo dices. Te vi observando a la doncella a su lado.

—¡Queeeeeee! No, solo la mire como a todos los demás.

—si, claro.

Un par de horas después llegamos a casa y subo a mi habitación para refrescarme antes de la cena, pero Simon no se aparta de mí, es como vieja de pueblo sin nada que hacer, irrumpe en el dormitorio y se sienta sobre la cama acosandome con preguntas sobre mi impresión de Katherine.

—¡Ya basta Simon! Ya dije lo que tenia que decir sobre ella.

—Aja.

—Aún no la conozco bien, si acaso intercambiamos un par de palabras y ya, mañana seguiré conociéndola —Lo veo y sé que algo quiere decir porque está de alguna forma milagrosamente callado.

—Habla de una vez. Di que es lo que te inquieta —le suelto no me gusta que se ande con sandeces.

—¿Sigues pensando en seguir con tus planes? —callo— Ya la conociste, sabes que puedes llegar a enamorarte de ella.

—Te he dicho infinidad de veces que el amor no existe. ¿porque insistes en lo mismo?

Voy a mi armario para buscar algo más cómodo.

—Te vi hoy — se levanta y se acerca a mi—. Vi cómo la mirabas, no puedes decirme que no te causo nada, te conozco desde niños y estoy seguro de que te gustó.

—Me gusta como puede gustarme cualquier mujer para follar —le digo buscando entre los cajones mis calcetines, pero este detiene mi tarea cuando me jala por el brazo haciendo que lo vea.

—¡Estás mintiendo! Porque te empeñas en lo mismo, dices que ella es sensible, ¿no te causa remordimiento lastimarla?

—¡Ya basta con eso Simon! —alzo la voz cansado— ¡Ni siquiera hemos hablado de matrimonio y ya estás sacando conclusiones absurdas!

—Vas a casarte con ella, fue el trato que hiciste con tu abuelo —tensa la mandíbula molesto—, si sigues con eso, vas a hacerla sufrir.

—Será mi esposa te lo dije y tendrá su lugar como dueña y señora de la casa, pero de ahí a tener mi amor, eso no. No puedo dárselo porque no existe tal cosa.

—Sabes que —dice haciendo un gesto con sus brazos—, ya no me importa, pero algo sí te advierto, mientras yo esté la protegeré de cualquier cosa que la haga sufrir a tu lado.

—¿Me cambias por ella?

—No, sabes que eres como un hermano para mi, pero no voy a permitir que la hagas a un lado y ojalá y que te enamores perdidamente de ella y cuando te des cuenta, no sea demasiado tarde.

Sus palabras calan en mi cabeza como un martilleo constante.

»Te dejo solo, para que te refresques —camina hacia la puerta, toma el pomo y la abre, pero antes de salir me dice—. Te espero para cenar.

Cierra la puerta y lanzo la camisa que tenía en las manos al suelo con molestia.

—¡Maldita sea!

————————————-
Katherine.

  Dormir anoche me costó un poco, aún estaba ansiosa por todo lo que había sucedido el día anterior. Jamás imaginé que llegaría de sorpresa, lo esperaba algunos días después, pero verlo ayer me confirmó que si siento algo por él y que es recíproco.

   Sus miradas me lo dijeron, aunque estoy consciente de que debo ir poco a poco y no entusiasmarme mucho, pues aún no hemos hablado de amor, aunque en sus cartas si me lo ha dicho.

   Sin embargo la última que llegó, tenía algo diferente, como si no fuera él mismo quien la escribiera, pero sus palabras, esas palabras que estaban escritas ahí, fueron las que más me llegaron al alma.

—¿Qué vestido te vas a poner hoy?

   Sophy entra y abre el armario en busca de los vestidos más cálidos pues el día amaneció un poco frío, el invierno está a la vuelta de la esquina y con la llegada de este, está próximo mi cumpleaños.

   Jazmin entra un poco callada a mi habitación, cosa que es extraña en ella que suele hablar hasta por los codos. La veo caminar y dejarse caer sobre el pequeño sillón que tengo cerca de la cama.

—¿Pasa algo?

   Le pregunto observando su reflejo a través del espejo. Veo cómo toma una gran bocanada de aire y luego lo suelta de golpe como si quisiera quitarse un gran peso de encima.

—¿Sabes si Lord Ferguson vendrá hoy a visitarte?

   Pregunta mientras se mira las manos sobre su regazo y volteo a verla con una sonrisa en mis labios.

—Pues... Dijo que vendría, si.

   Ella levanta la cara y balbucea antes de volver a preguntar.

—¿Vendrá su amigo con él?

   Y ahí está todo lo que a ella le carcomía la cabeza, alzo los hombros y luego me voy contra ella sentándome sobre su regazo emocionada.

—¡Te gusta lord Simon! —grito emocionada y salto de su regazo, tomo sus manos arrastrándola para que se ponga de pie y giramos como si fuéramos par de niñas pequeñas.

   Caemos de espaldas a la cama, cruzamos miradas y nos reímos a carcajadas. Sophy nos reprende con los brazos cruzados y con mucha razón, pues hace poco que tendió las sábanas. Me disculpo con ella apenada y corro al cuarto de baño para asearme.

   Tomo mi loción corporal y la esparzo por mi cuerpo antes de ponerme mi ropa interior y el vestido que dejo Sophy sobre el perchero del baño. A pesar de lo que viví en casa de la tía Gertrude cuando me presenté en mi primera temporada, aún me avergüenza que me vean desnuda.

   Jazmin peina mis cabellos mientras me perfumo. Arreglo la falda de mi vestido y bajamos las tres camino al comedor. Miro al recibidor por si hay algún ramo de flores como en todos estos días y lo hay, con la diferencia de que este no trae una carta, solo una simple tarjeta que dice:

"Fue un agradable honor conocerla al fin lady Katherine. Lamento que las flores no le hagan justicia a tanta belleza... W.F."

«Jesús». Llevo la tarjeta a mi pecho y los latidos de mi corazón se aceleran sin poder contenerlos.

   Siento la mano de mamá sobre mi hombro y giro la cabeza a un lado para verla sonriente como siempre al observar el ramo de flores.

—Ese joven realmente te quiere hija —un torbellino de sensaciones se mueven dentro de mi estómago y asiento un poco nerviosa—. Vamos, tu padre y tu hermano nos esperan para desayunar.

   La mañana pasa en un abrir y cerrar de ojos. Apenas terminamos de almorzar quise ir a ayudar al viñedo, pero mi padre se negó a que los ayudara. Me siento con mamá a tomar un poco de té helado en el jardín y una duda se cruza por mi cabeza.

—Mamá, ¿puedo hacerte una pregunta?

—Claro cariño, ¿Qué sucede?

—¿De dónde sacó papá el dinero para poder arreglar el desastre que causó el incendio, si todas las tierras le fueron robadas?

   Mamá abre la boca para responder, pero nana nos interrumpe anunciando la llegada de Lord William y su amigo. Otro estallido de emociones se arremolinan en mi pecho al escuchar su nombre y me levanto inmediatamente de la silla y empiezo a acomodarme el vestido.

—¿Me veo bien? —pregunto nerviosa a mamá y asiente mientras sonríe.

—Hermosa como siempre. Vamos te acompaño para saludarlos y nana por favor, dile a Jazmin que venga, creo que estará feliz de saber que alguien vino de acompañante.

   Mi Nana sonríe y se va en busca de Jazmin mientras que con mi madre camino al recibidor donde está él, con un traje azul de tres piezas hecho a la medida.

   Se levanta del sillón apenas nota mi presencia y saluda a mi madre primero como es la costumbre y luego se acerca a hacer lo mismo conmigo. Una corriente eléctrica corre por mi brazo derecho cuando siento sus labios chocar contra el dorso de mi mano y empieza a cosquillearme el cuerpo, centrándose todo en un solo lugar.

   Sensaciones nuevas me avasallan y no sé cómo lidiar con ellas.

—Jazmin vendrá en un momento —avisa mi madre luego de que mi nana le dijera, haciéndonos tomar asiento—, el día está un poco frío afuera para salir a caminar, sin embargo pueden hacerlo en plena libertad si gustan. Enviaré a Sophy para que los acompañe.

   El paseo por el jardín no se hizo esperar y los cinco comenzamos nuestro recorrido: Lord William y yo adelante, unos pasos más atrás van mi amiga con lord Simon y un poco más a distancia Sophy como chaperona.

—Veo que recibió las flores esta mañana.. ¿Le gustaron? Esta vez las elegí yo.

   Dudo unos instantes en responder, pero recuerdo las palabras de mi madre.

—¿Acaso las otras no las escogió usted?

   Creo que no esperaba que esa fuera mi respuesta porque veo cómo frunce el ceño.

—Quiero decir que estas las escogí personalmente para usted.

   Asiento con la cabeza y no sé de dónde sale la piedra con la que tropiezo y me voy hacia adelante perdiendo el equilibrio. Cierro los ojos a la espera del golpe, pero sus manos me agarran por la cintura y no sé en qué momento me gira, pero cuando me doy cuenta tengo el pecho pegado al suyo .

   Siento como mi sangre burbujea y se va todo el calor hacia mi zona íntima con tan solo sentir su aliento cerca de mi rostro.

—¿Está bien?

El rubor se me sube a la cara y avergonzada asiento.

—Sí, gracias. ¡Dios qué vergüenza! —digo cubriéndome la cara con mis manos.

—Porque se avergüenza, yo estoy feliz por la piedra que la hizo tropezar —lo miro extrañada—, si no hubiese sido así, no hubiese podido rodearla con mis brazos como lo quería desde que la vi.

   Ya no sé el color que tengo en mi rostro, pero estoy completamente segura que rojo no es.

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   William:

«¿De dónde vinieron esas palabras?»,

   Pero era lo que quería desde que llegué a visitarla. Rodearla con mis brazos, sentir el calor que emana su cuerpo cerca del mío. Es como si mi ser necesita protegerla de algo o alguien. «¿Será de mí mismo?».

   Aprovecho que la tengo pegada a mi cuerpo para poder detallar su rostro. Su piel de porcelana que incita a ser tocada, sus ojos que son reflejo de su alma y de lo que siente porque sabe que la observo y veo cómo sus pupilas se dilatan. Sus labios, infierno donde cualquiera gustoso se quemaría y su olor corporal, fragancia en la que pudiera perderme día y noche.

—¿Estás bien? —pregunta la amiga que le hace compañía a Simon preocupada y ella se aparta de mí, gruño dentro de mí ante su alejamiento, pero no puedo dejarla pegada a mi, no sería correcto.

   Veo cómo ella asiente muy sonrojada  y continuamos el paseo por el jardín, donde me enseña cada rincón mientras charlamos para conocernos. 

   La tarde comienza a caer y Simon y yo tenemos que regresar a casa. Me despido de su familia y de ella asegurándole que mañana temprano regresaré para visitarla de nuevo.

   Entramos en el coche y a mitad del camino a casa cierro los ojos recordando lo vivido hace una hora atrás. El recuerdo me carcome cuando a mi mente regresa la traición de Charlotte y siento como arrugo mi frente. Y las palabras que me he repetido hasta el cansancio comienzan a repetirse en mi cabeza:

«El amor no existe, el amor no existe».

   Llego a casa con intenciones de subir a mi habitación para refrescarme y acostarme a dormir, el apetito se me quitó de tanto pensar en cosas del pasado que ya no tienen ninguna relevancia en mi vida, pero que siguen hiriendo.

   Pongo un pie en el primer escalón cuando Antoine me detiene:

—Su abuelo lo solicita en el despacho señor —miro al techo tratando de obtener paciencia y respiro hondo.

—Está bien, gracias. Puedes prepararme la bañera, dejar mi ropa de dormir sobre la cama y la bata de baño. Por favor.

—Sí señor. Con permiso.

   Camino al despacho, toco dos veces la puerta y entro.

—¿Me mandaste llamar?

—Si, quería saber cómo te fue.

   Relato lo ocurrido el día de hoy durante mi visita y me levanto para retirarme cuando pregunta:

—¿Le enviaras flores mañana?

—No, está vez se las llevaré yo mismo.

   Subo y abro la puerta de mi habitación cansado. Me desvisto y me meto en la bañera para relajar mis músculos. Apoyo la cabeza en la orilla, cierro los ojos y a mi cerebro llega la imagen de ella cuando la tome de la cintura, estábamos tan cerca que pude sentir su aliento sobre mi. Su boca tan provocadora, su pecho rozando el mío.

   Rozó mi pecho desnudo con mi mano y lo acaricio recordando el galope de mi corazón en ese momento. Mi sangre fluye hacia un solo sitio cuando imagino sus labios sobre mí y no puedo evitar que mi miembro se endurezca por el simple pensamiento de tener su boca en sitios innombrables para una dama.

   No soy hombre de auto complacerme, cuando he tenido la necesidad siempre busco a alguna mujer para satisfacer mis ansias, pero ahora no entiendo que me pasa que ni de saciarme con otra que no sea ella tengo ganas.

«¿Qué me pasa?»

   Sin más bajo mi mano, la aprieto alrededor de mi falo y me complazco imaginando que es ella quien lo hace. Gimo una que otra vez mientras acelero la intensidad de mis movimientos hasta que logro mi liberación.

«¡Maldición

   Salgo de la bañera malhumorado, porque esto se me está yendo de las manos. Vine con un propósito, pero luego de leer sus cartas y conocerla todo se está desmoronando y no sé si en verdad deseo faltar a la promesa que un día me hice y entregarme a ella en cuerpo y alma.

———————————-

   Katherine:

   Despierto de madrugada sudorosa por el sueño que tuve. Toco mi pecho acelerado con los latidos galopantes tan fuertes que puedo sentirlos en mis oídos.

   Jamás había tenido un sueño así en mi vida.

"Soñé que estaba en una playa de arena blanca de noche, mi cuerpo estaba cubierto solo con el camisón de dormir. De pronto el cuerpo de un hombre se posó tras mi espalda y con una mano rodeaba mi cintura. Bajó sus labios a mi cuello depositando suaves besos en él. De un momento a otro,  me vi acostada entre sábanas de seda con el hombre a oscuras sobre mí y cuando acercó su rostro para besarme... Lo vi, aquellos orbes azules intensos que consumían mi ser y yo deseosa de fundirme en ellos".

   Toco mi garganta sedienta y por instinto llevo las manos a mi pecho sintiendo la dureza de mis pezones. Mi zona íntima emana calor y no se que estoy viviendo, pero la sensación es placentera.

   Al día siguiente despierto entrada la mañana, sin querer levantarme de la cama, por más que intenté regresar a dormir y volver a aquel sueño no volvió.

   Me levanto a regañadientes y camino al cuarto de baño para asearme. Salgo envuelta en el albornoz de seda que uso después de bañarme. Sophy toca a la puerta antes de entrar y dejar mi vestido sobre la cama.

—¿De qué color son las flores hoy? —pregunto, porque he recibido de todos los colores menos rojas.

—Hoy no han traído ninguna.

   Extrañada término de arreglarme y bajo a cerciorarme de que hayan llegado, pero no hay nada en la mesita redonda cercana a la ventana.

   Desayuno en la cocina para que no tengan que molestarse a mover las cosas y el sonido de la aldaba me pone alerta. Escucho a mi nana dar los buenos días y la voz que se escucha me acelera el pulso.

   Camino apresurada al recibidor y lo veo allí de pie con un hermoso ramo de rosas rojas.

«Rojo: Pasión y lujuria».

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