Capítulo 33.

  Cinco meses y medio del viaje de Dominic:

El tan esperado regreso de Richard y Anne llegó, ambos entran con innumerables maletas a la sala del conde de Essex, quien los espera sentado con su copa y su tabaco en mano.

Juliet baja corriendo las escaleras para abrazar a su sobrino mientras Anne se mantiene a su lado fingiendo una sonrisa, mientras que por dentro está furiosa porque tendrán que quedarse semanas en la casa de su suegro, ya que la suya aún no está lista.

Anne abraza a la tía de su esposo para luego dirigirse los tres a la sala para saludar al conde como se debe.

—Y bien ¿Cómo estuvo el viaje? —pregunta Juliet mientras todos toman asiento.

—¡Maravilloso! —dice Anne con una sonrisa en los labios—. Richard es un excelente guía turístico, lástima que tuviéramos que regresar tan pronto.

—¡Tan pronto! Llevaban meses viajando, cuando una luna de miel no dura más de siete días —refuta el conde—, meses donde malgastar dinero fue su prioridad.

Richard lo mira mal, sin embargo se mantiene callado mientras su esposa les cuenta todo lo que visitaron y conocieron ignorando la mala cara de su suegro.

La charla se extiende casi hasta la hora del almuerzo. Caminan hacia el comedor principal donde los espera una comida especial por su llegada. Ya en la mesa cuando están en el postre, el conde suelta sin más las palabras que le ponen la piel de gallina a su nuera.

—Imagino que luego de tantos meses de disfrute y placer nos tienen una buena noticia, ¿No Richard?.. ¿El heredero ya está en camino?

Tanto Richard como su esposa se tensan sin saber que responder, ya que ambos acordaron que querían disfrutar de su matrimonio antes de pensar en ampliar la familia.

»¿Ninguno de los dos piensa responder? —pregunta el conde un poco irritado por su silencio.

—De hecho suegro —habla Anne con su voz suave que irrita al conde, sin embargo se mantiene callado—, mi esposo y yo hemos decidido esperar un poco más antes de pensar en hijos.

Anne mira a Richard quien le toma la mano sobre la mesa para apoyarla.

» Queremos esperar hasta nuestro primer aniversario, mientras nos adaptamos a nuestra nueva vida.

El conde no disimula su enojo y suelta la servilleta sobre el mantel con disgusto, se levanta y se va dejándolos en el comedor. Se encamina hacia su despacho, se encierra para que nadie lo moleste y se va a la licorera a servirse su trago de brandy.

—Sabía que esto iba a suceder, esta mujer lo manipula a su antojo —se dice molesto— y él muy idiota se deja enredar con un simple revolcón de cama.

—¡¿Se puede saber qué es lo que le molesta?! —pregunta Richard a su padre luego de haber interrumpido en el despacho sin tocar— ¿Hay algo de malo en querer disfrutar de mi esposa antes de tener un heredero?

—¡Te estás amansando Richard! —le grita furioso su padre—, ¡¿De cuando acá un Chapman se deja manipular por la entrepierna de una mujer?!

—¡No voy a permitir que me falte el respeto! —refuta— ¡Fue una decisión que tomamos entre los dos! Y a mí nadie me manipula.

—¡Lárgate de aquí! —le señala la puerta—, ¡Haz cambiado desde que conociste a esas dos!

—¡Eso es mentira! —el rostro de Richard se enrojece de rabia, mientras aprieta los puños—, ¡A mí nadie me manipula ni me gobierna!

—¡¿Ah no?!, entonces cómo se llama a qué a estas alturas siguieras de luna de miel, cuando sabias que te necesitaba aquí hace meses atrás —Richard no responde ya que en su tiempo se lo dijo a su esposa y ella le insistió para que siguieran de viaje—, y encima acordaron esperar para procrear un heredero.

—¡Sólo quiero disfrutar de mi mujer! —se exaspera.

—¡Sal de aquí que tengo cosas que hacer!

Richard sale sin más del despacho de su padre rumbo al comedor donde no encuentra a su esposa, sube a su habitación y tampoco está, extrañado sale al jardín donde la encuentra junto a su tía y esta le está dando instrucciones a Camile, quien sigue siendo la doncella de Anne.

Se acerca a Anne para darle un beso en la frente mientras una sonrisa se dibuja en sus labios y ella corresponde.

—Voy a darme una vuelta por los negocios y regreso al atardecer.

—No tardes, ya di órdenes para la cena —dice Anne rodeando a su esposo por la cintura—, mande a preparar tu plato favorito.

—Mi plato favorito eres tú —le dice al oído para que nadie más lo escuche.

—Entonces no tardes para que disfrutes tu platillo.

Richard llega al anochecer y luego de darse un baño baja junto a su esposa al comedor para cenar. La falta de lord Thomas en la mesa hace que la comida pase en completa tranquilidad.

Luego de la cena, Richard y su esposa se despiden de lady Juliet y suben a su habitación donde se encierran y dan rienda suelta a sus deseos carnales.

Los días siguientes en la casa de los Chapman pasan de la misma forma: Richard supervisando los negocios, Anne sin hacer nada y por las noches entregándole su cuerpo a su marido al que ahora no solo lo quiere por capricho, sino por algo más que aún no entiende. Sin embargo los recuerdos de Dominic de vez en cuando avasallan su mente.

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El día del cumpleaños de la tía Gertrude llegó, la servidumbre está de aquí para allá mientras preparan el festín que se hará esta noche en su honor, en tanto, su salud va de mal en peor, ya no puede subir a la segunda planta de la casa para dormir, por eso el duque mandó a acondicionar una habitación para ella en la planta baja de la cual sólo sale en ocasiones muy necesarias, como lo será la cena de hoy.

Anne llegó por la tarde junto a Richard, lady Juliet y lord Chapman a la hacienda donde fue recibida con mucho gozo de parte de sus padres y su hermano, sin embargo, este último saludo a su cuñado y a su padre un poco tenso por lo que sucedió con su hermana menor y el atrevimiento del conde de proponerle un compromiso con ella al duque.

Son muy pocos los convidados a la cena de esta noche y tras la familia Chapman llegan los demás a la hora pautada. El duque de Edimburgo hace acto de presencia entre los invitados al agasajo.

Tras la llegada del duque de Edimburgo, llegó lady Eleanor con un vestido vinotinto, mostrando sus atributos gracias al escote pronunciado que lleva en el pecho. Los ojos de lord Chapman viajan a su lugar y detalla todo de ella, sin dejar de mirarla, lleva la copa de brandy que le fue servida por uno de los empleados a sus labios sin dejar de observarla y esta le sonríe con picardía desde su lugar.

—Milord —le habla lord Ferguson al duque—, si no estás muy ocupado, desearía tener una conversación contigo en privado.

El duque acepta tendiendo su mano en dirección al pasillo donde se encuentra su despacho personal y tras dar varios pasos para perderse por él, una dulce voz los detiene y los hace voltear al mismo tiempo, uno de los hombres se alegra por la llegada de su hija, sin embargo, el otro, se queda en su sitio sorprendido de verla vestida de hábito.

—Lamento la tardanza —dice la novicia que entra al salón recibidor con la religiosa que siempre la acompaña cada vez que viene a visitar a sus padres.

—No importa —dice el duque acercándose para abrazarla—, lo importante es que ya estás aquí. Ve a tu cuarto y cámbiate, aún no es hora de la cena.

—Disculpe milord —interrumpe la religiosa—, creo que no es prudente que ella cambie el hábito, como es de su conocimiento, falta poco más de seis meses para que ella haga sus votos delante del altar y no es conveniente que continúe vistiendo sus ropas.

—Con el debido respeto que usted se merece, pero es mi casa y mi hija, y mientras esté bajo mi techo se cumplen mis reglas —suelta molesto—. Como lo dijo, faltan meses donde aún puede cambiar de parecer y hasta el último día, no dejaré de insistir —pone sus ojos sobre su hija y con dulzura le dice— ve a cambiarte, te esperaremos.

Katherine asiente ante la petición de su padre y bajo la mirada desaprobatoria de la religiosa sube las escaleras rumbo a su habitación, donde es acorralada por Jazmin y Sophy. Rápidamente toma un baño y se viste con uno de sus mejores vestidos para celebrar con su tía Gertrude en el comedor, donde todos se están disponiendo a dirigirse.

Anne entra del brazo de su esposo quien de vez en cuando le echa miradas a su cuñada que llega acompañada de su hermano, lord Chapman es acompañado por lady Juliet, los duques entran juntos, mientras que lord Ferguson lo hace con lady Eleanor. El resto de los invitados a la cena entran con sus respectivas parejas.

Unos minutos después de estar todos sentados en la mesa, llega la agasajada sentada en una silla de ruedas que es llevada por su mano derecha, Rose. Como es la homenajeada de la noche el duque le cede el puesto principal, sentándose en el otro extremo.

El brindis no se hace esperar y seguidamente se comienza a servir la cena. Los ojos del conde de Essex no se apartan de Katherine quien al notarlo se mueve incómoda en su silla.

La pobre Gertrude se retiró a su habitación después de haber sido cortado el pastel en su honor, aunque los invitados decidieron continuar con la velada entre charlas y bebidas en el salón donde fueron llevados después de la cena.

Todos charlan amenamente, incluyendo a Katherine quien no se ha despegado de su hermano en lo que va de noche. Incómoda se remueve en su lugar, al ver que su hermana la observa de vez en cuando sobre su hombro y acaricia la espalda de su marido con la mano izquierda donde el anillo de bodas decora su dedo anular.

Katherine le da la espalda disimuladamente para dejar de observarlos, pero su hermana tiene otro plan en mente, sin más, Anne se acerca al oído de su esposo para susurrarle algo y este asiente con una sonrisa en sus labios.

Richard le ofrece el antebrazo a su esposa y lo toma para retirarse del círculo donde tenían una charla, mientras se dirigen al otro extremo del salón para saludar y recibir las respectivas felicitaciones por su matrimonio.

Katherine sonríe por el chiste sin gracia que cuenta uno de sus primos lejanos junto a su hermano, quien no se ha despegado de su pequeña hermana. La sonrisa que había segundos atrás en sus labios se borra y sus hombros se tensan al escuchar la voz.

—Buenas noches —dice Richard a espaldas de Katherine quien se queda inmóvil en su lugar.

—Hermanita, no había tenido el gusto de saludarte.

La voz de su hermana suena casi cerca de su oído y a Katherine no le queda otra opción más que voltearse para verlos a ambos frente a ella.

Toma aire y como puede finge una sonrisa delante de ellos y los saluda. Anne la abraza y ella no corresponde quedándose estática en su lugar debido a lo sorprendida que está ante el gesto de su hermana, quien la suelta segundos después dándole paso a su esposo para que la salude con un dulce beso en el torso de su mano.

—¿Cómo estás? —le pregunta su ahora cuñado y ella retira su mano de la de él con poco disimulo delante de las personas que los rodean.

—Muy bien, gracias por preguntar —responde ella secamente—, si me disculpan, voy a retirarme, el viaje desde el convento ha sido largo y estoy un poco cansada.

—¿Te retiras tan pronto? Pero si acabamos de llegar —dice Anne, pero su hermana no le presta atención y se dirige a la salida.

   Su intención de huida se viene abajo cuando  lord Chapman se le atraviesa antes de llegar a la puerta.

—Milady —el estómago de Katherine se revuelve tan solo de escuchar la voz del conde.

—Milord.

   Él busca su mano para besar su dorso y a ella no le queda de otra más que colocar la suya sobre la de él ya que dejarlo con la mano extendida se toma como ofensa ante la alta sociedad.

   Katherine siente como su cuerpo se estremece incómodamente por dentro, al sentir el pequeño roce de los dientes del conde sobre su mano. Ella intenta retirarla de su agarre, pero él la aprieta y luego la suelta dejando un suave beso sobre esta.

   La mirada del conde le causa repulsión, sin embargo intenta contener la compostura y evita darle una bofetada por atrevido, aún así, no pierde la oportunidad de enfrentarlo.

—Es usted un atrevido —reclama sin dejar de ver alrededor buscando la mirada de su hermano o de su padre, pero ambos están ocupados charlando—, la próxima vez, absténgase de saludarme porque a pesar de ser una dama, no me va a temblar la mano para abofetearlo.

   La sonrisa que tenía el conde en sus labios se borra ante las palabras de Katherine y este endurece la mandíbula molesto, pese a ello logra disimular su enojo ante ella.

— Lamento si fui atrevido lady Katherine, pero es que usted es muy hermosa y me tiene embelezado con su belleza y nada me haría más feliz si aceptara mi propuesta de matrimonio.

—Tanto mi padre como yo, ya le hemos dicho en reiteradas ocasiones de que eso no va a suceder, además en pocos meses consagraré mi vida al servicio de Dios.

—No pierdo la esperanza de que su padre consienta un matrimonio entre ambos milady, es mejor que se haga a la idea.

   Su voz suena amenazante, lo que hace que Katherine tense los hombros y frunza el ceño ante sus palabras.

—Mi padre jamás accederá a arreglar un matrimonio entre usted y yo Milord.

   Lord Chapman da un paso mas cerca de Katherine quien tiene que alzar el rostro para verlo a la cara, a pesar de estar incómoda ante su cercanía, no se lo demuestra.

—Ya veremos Milady.

   El conde dibuja una sonrisa de medio lado en su rostro y extiende su mano para despedirse de Katherine, ella no le corresponde y él toma su mano a la fuerza plantándole un beso, intenta apartarla, pero el conde le da un apretón que le lastima los nudillos y luego la suelta sutilmente con la voz masculina que lo interrumpe sin apartar la vista de los ojos azules que lo observan con repulsión.

—¿Estás bien jovencita? —pregunta el duque de Edimburgo a Katherine y asiente sin apartar los ojos en dirección a lord Thomas—. Así que novicia ¿Eh?

—Si.

   Responde dejando de ver en dirección donde se perdió el conde.

—¿Desde cuándo?, porque hasta donde supe te ibas a casar con el que ahora es esposo de tu hermana.

   El duque entrecierra los ojos al ver la tensión de Katherine y ella se excusa ante él diciéndole que está cansada y debe dejar el salón. El caballero no insiste más y la deja irse no sin antes convencerse de que debe averiguar muchas cosas.

   Al día siguiente, como es costumbre en la hacienda Kensington, los amigos más allegados duermen en la casa luego de una celebración.  Temprano en la mañana lord Chapman no pierde tiempo y sigue a la religiosa que sirve de chaperona a Katherine cuando viene a casa de sus padres hasta la pequeña capilla que tienen en la hacienda.

   Él espera a que la religiosa se arrodille en el suelo frente al altar principal a rezar, oculto entre las columnas, mira a todos lados para verificar que nadie esté en los alrededores y se acerca a la mujer para enfrentarla.

—Les pagué para que hicieran un trabajo y hasta el día de hoy no he visto resultado alguno.

   La religiosa se tensa en su lugar apretando sus manos mientras reza.

—La madre superiora ha hecho de todo para que desista, pero no lo ha hecho Milord —responde con cierto nerviosismo en su voz—, quizás si es sincera su vocación.

—Sea sincera o no, me importa un demonio, tenemos un trato y lo van a cumplir, o prefieren que sus familiares dejen de recibir la ayuda que les brindo.

—¡No blasfeme en la casa del señor, milord! —susurra.

—He hecho mi parte para presionar a su padre, espero que ustedes cumplan la suya o absténganse a las consecuencias.

   El conde se levanta y sale de la capilla. La religiosa al sentirse sola echa su cabeza hacia adelante apoyando la frente en el suelo y solloza muerta del miedo de las represalias de lord Chapman. 

   Lord Chapman regresa a la casa malhumorado y luego del desayuno sale de la hacienda rumbo al pueblo donde entra a una bodega a la espera de las personas que mandó a llamar.

   Dos horas después los dos gendarmes que estuvieron en su casa días atrás se apersonan en la bodega.

—Todo listo Milord, las pruebas fueron plantadas donde usted nos informó —dice uno de ellos—, ahora solo nos falta la orden para actuar en contra del duque.

—Bien, entonces hagan que todo valga la pena y no me hagan perder el tiempo.

   Apenas los dos gendarmes salieron, llegó Brunell para recibir sus nuevas órdenes.

—Quiero que mantengas vigilada la hacienda Kensington desde ya —ordena y saca un fajo de billetes de la solapa de su traje para entregárselo a Brunell—, consigue algo inflamable, varios litros, lo vas a necesitar cuando te dé la orden.

   Lord Chapman regresa a la hacienda por la tarde luego del almuerzo. Como todos los domingos Katherine se prepara en su cuarto para irse al convento, cuando los gritos de Rose se escuchan en la primera planta.

—¡Ha fallecido! —grita para que todos la escuchen y todos salen de donde están al escucharla—, ¡Lady Gertrude ha fallecido!

   Lady Caroline cubre su boca con sus manos sin poder creer lo que él ama de llaves de su tía dice y sale corriendo detrás de su esposo al cuarto de la mujer que la crio desde que era una niña.

   Katherine y los demás llegan a la habitación de lady Gertrude encontrando su cuerpo inerte en el suelo boca abajo.

   Las lágrimas de Katherine no tardan en aparecer y se lanza a los brazos de su madre quien yace de rodillas frente al cuerpo de su tía.

   Lord James y Phillip intentan apartarlas, pero ambas se aferran al cuerpo de la pobre anciana fallecida. Anne tarda un poco más en aparecer y viéndose tan sorprendida como su hermana y su madre se acerca también.

   Lady Eleanor se mantiene de pie cerca de su prima sin gesto alguno, solo mantiene los puños apretados a ambos lados de su cuerpo.

—Enviaré por el médico y las autoridades— informa Richard al ver que los demás siguen atónitos ante la sorpresiva muerte.

   Horas después, se da la fatal noticia del fallecimiento de la excelentísima dama de sociedad lady Gertrude.

   Las puertas de metal que protegen la hacienda Kensington amanecen con un enorme listón negro en señal del luto que embarga a la familia. Familiares y amigos van llegando a darles el pésame. Como la fallecida es tía de Katherine, se le concedió en el convento una semana de licencia donde puede permanecer junto a su familia mientras pasan el duelo.

   El féretro es llevado a la pequeña capilla de la propiedad rodeada por enormes arreglos florales y velas encendidas. Los familiares más allegados permanecen a su lado mientras reciben las palabras de condolencias de quienes llegan a darle el último adiós a tan distinguida dama de sociedad.

   Lord James, se mantiene al lado de su esposa, Anne con a su marido, Phillip rodea con su brazo a quien fue la mano derecha y confidente de lady Gertrude, Rose, mientras que la hija menor de los duques está siendo abrazada por su mejor amiga.

   Lord Thomas intenta acercarse a Katherine, a quien dejó de última a la hora de dar el pésame para tener la oportunidad de consolarla. Sin embargo, no contó con la astucia de Lord Christian quien se acerca primero y permanece a su lado sin quitarle los ojos de encima al conde.

   El arzobispo llega a dar sus palabras de aliento a la familia antes de comenzar con la sagrada misa en nombre de la difunta. Acabada la hora santa, el féretro de la excelentísima dama es llevado en brazos hasta el mausoleo familiar.

   La placa de mármol pulido cae sobre el montículo de tierra donde fue enterrado el ataúd y lady Caroline se niega a abandonar el mausoleo. Eleanor se mantiene un poco alejada sin derramar una lágrima por la mujer que la crió como una hija.

   La tristeza que abarca cada rincón de la mansión le da paso a la noche y al amanecer del día siguiente donde a tempranas horas de la mañana el abogado de la difunta llega a leer el testamento de su cliente haciendo su última voluntad.

   Lady Eleanor debe irse a Suiza como lo estipuló su tía, los demás bienes quedaron repartidos en partes iguales entre sus tres sobrinos nietos: Phillip, Anne y Katherine. Las joyas pertenecientes a la familia fueron divididas entre lady Caroline y lady Eleanor.

   La tarde llega y con ella un grupo de gendarmes se apersona en la mansión trayendo una orden para revisar cada rincón de la hacienda en busca de pruebas en contra de lord James, las cuales fueron encontradas en su oficina dentro de la plantación de uvas.

   Bajo la cara atónita de todos y los sollozos de su esposa e hijas, lord James sale esposado de la hacienda como un vil delincuente y encerrado en uno de los calabozos de la comisaría.

   Phillip sale de la hacienda desesperado hacia Londres para solicitar la ayuda del Rey ante el penoso caso de su padre y con las mujeres indefensas en la casa, al caer la noche se desata el infierno.

   Las llamas comienzan a esparcirse  por toda la plantación de uvas y las bodegas. Los empleados intentan apagar el fuego que consume todo a su paso rápidamente. Richard, Lord Chapman e incluso Katherine, su madre y Anne corren a ayudar con los baldes de agua.

—¡Saquen a los niños de las casas! —grita Katherine desesperada— mientras llena uno de los baldes.

   Sin embargo, todo esfuerzo es en vano, ya que las llamas han destruido todo a su paso.

   Cuando el sol comienza a salir, la imagen por  la destrucción del fuego es catastrófica, las casas de los empleados, las bodegas y todo el viñedo se ha convertido en cenizas.

   El llanto, la impotencia y la tristeza rodea el lugar. Lo que antes era una zona hermosa y próspera, ahora es un montón de cenizas y madera consumida por el fuego.

   Phillip no puede creer lo que ven sus ojos,  apenas cruza el portón de la entrada, corre desesperado a la mansión que afortunadamente no fue consumida por las llamas al igual que la casa del padre de Paul.

   Lady Caroline le cuenta todo lo sucedido sin poder creerlo aún, sin embargo las malas noticias continúan, ya que al ser apresado su padre y con pruebas que lo inculpan, el Rey no puede hacer nada al respecto y lord James debe esperar encarcelado su sentencia.

⭐️⭐️⭐️⭐️⭐️⭐️⭐️⭐️⭐️⭐️⭐️

   Hola a todos!
   Espero que hayan pasado una muy feliz navidad, rodeados de sus seres queridos. Recuerden que este es un borrador y que por lo tanto puede que hayan algunos errores ortográficos.

   Espero les guste el capítulo y recuerden darle a la estrellita. Nos leemos pronto.

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