Capítulo 31.
Dominic.
Llevo casi media botella de whisky en mi sistema, lo que hace que me sienta un poco mareado, veo a mi amigo y apenas ha tocado su trago.
—Bebe conmigo —le pido y niega con la cabeza.
—Alguno de los dos debe mantenerse cuerdo.
—Tienes razón como siempre —le digo y sonríe— ¡Consíguele una mujer a mi amigo, ya va siendo hora que se quite la cara de amargado.
Le digo y la mujer a mi lado empieza a reírse antes de levantarse y traer con ella a una morena de senos pequeños que se sienta al lado de Simon.
—Ella es Amarantha —la presenta—, tiene pocos meses aquí, pero es excelente en su trabajo guapo —la mujer detalla a Simon y este se remueve un poco incómodo en su silla.
La otra que está sentada a mi lado se acerca a mí para decirme al oído:
—¿Quieres ir a un lugar más privado? —pregunta acariciando mi muslo con una mano y con la otra toma mi mentón y me planta un corto beso en los labios.
La aparto y me limpio la boca con la mano mientras ella se echa para atrás ofendida.
—Estoy ebrio, pero no me gusta que me tomen a la fuerza.
Levanta las manos en señal de rendición y sonríe descaradamente.
—Me estuve conteniendo desde hace un buen rato y ya no pude más... Entonces ¿Quieres ir al privado conmigo, si o no?
Observo el lugar y pienso «tanto lujo, mesas de juegos, bar y música para disfrazar el burdel que tienen por club de caballeros»
—Voy a donde me lleves, esta noche vine a divertirme... Simon disfruta de tu compañía, nos vemos más tarde.
Tiro unos cuantos billetes sobre la mesa y subo escaleras arriba con la mujer, recorremos un largo pasillo con poca iluminación, de paredes empapeladas de un rojo intenso, vamos pasando por varias habitaciones que tienen unas pequeñas placas con nombres.
Voy tambaleándome un poco al recorrer el pasillo y nos detenemos en una puerta de madera que lleva por nombre Anastasia, me quedo observando la placa unos segundos y la mujer mete una llave en el cerrojo que saca de entre sus pechos.
—Anastasia es mi nombre.
Abre la puerta y me deja entrar primero para cerrar detrás de ella. Observo la habitación y no es nada simple, tiene una cama matrimonial con dosel, dos mesitas de noche, una a cada lado de la cama y un pequeño armario con látigos, fuetes y otras cosas más.
—Algunos caballeros tienen gustos extraños cariño —me dice y el mareo me hace sentar en la cama.
Ella se acerca a mí y coloca sus manos en mis hombros haciendo que caiga sobre el colchón, se sube sobre mí a horcajadas y comienza a besarme el cuello, sube a mi mejilla y toma mi cara para darme un beso en los labios.
La aparto levantándome de golpe ignorando el mareo que me ataca.
—Sin besos en la boca —ordeno y ella asiente.
—Bien —dice trayéndome de nuevo hacia ella, posando una mano sobre mi entrepierna acariciándome sobre el pantalón.
Mi mente vuela a los recuerdos de aquella mentirosa, cuando ella me frotaba con sus manos deseosa de que la embistiera con fuerza.
Sacudo mi cabeza apartando los recuerdos y me concentro en la mujer que tengo sentada sobre la cama con sus manos en mi bragueta.
Mi entrepierna comienza a tomar vida cuando la saca del pantalón y la acaricia con su mano de arriba a abajo, presionando su dedo pulgar en la punta haciendo que un escalofrío me recorra la espalda.
Mis pantalones caen a mis tobillos junto a mi ropa interior y con todo y el mareo que cargo puedo ver la lujuria en sus ojos.
—¿Qué quieres primero? —pregunta y siento su aliento cerca de la punta de mi miembro y gruño mientras me acaricia.
—Chúpala —le ordeno y una sonrisa pecaminosa le brilla en los labios.
Pasa la lengua por sus labios humedeciéndolos antes de cubrirme con su boca y puedo sentir el calor que envuelve su lengua en mi miembro.
La tomo del cabello tomando el ritmo follando su boca con fuerza. Veo cómo las lágrimas recorren sus mejillas y la embisto con más fuerza hasta que siento mi miembro chocar con la parte de atrás de su garganta.
Siento como ahueca las mejillas para presionarme más dentro de ella y salgo de golpe cuando siento el escalofrío apretarme los testículos para evitar derramarme dentro de su boca.
Se levanta de la cama dando unos cuantos pasos para alejarse de mí y veo cómo lleva las manos a su espalda para deshacer el nudo que aprieta el corset que lleva puesto y deja caer la prenda junto a la falda mostrándose desnuda ante mis ojos.
Mi vista se fija en sus manos cuando las lleva a sus pechos magreándolos con necesidad absoluta. Se acerca de nuevo a la cama donde me acabo de sentar, colocándose de pie entre mis piernas y el mareo vuelve a tomarme, me voy contra ella agarrando con mis manos sus senos y estrujándolos haciendo que suelte un gemido lleno de placer.
Llevo uno de sus pechos a mi boca para chuparlo, mientras ella se apoya de mis hombros para no caer con la fuerza que ejerzo y cierra los ojos disfrutando del momento.
Baja una mano acariciándome y suelto un jadeo echando la cabeza hacia atrás, mientras me apoyo con las manos sobre el colchón.
Se agacha frente a mi y no le quito la vista de encima cuando la veo relamer sus labios antes de acercar mi miembro a su boca de nuevo, siento el calor de su aliento antes de que me lametee y cierro los ojos gustoso de las atenciones.
Llevo mis manos a su cabello mientras ella sube y baja su boca por mi falo, arremolinando su lengua en la punta de mi glande.
Disfruto de las atenciones que me da apesar del mareo de la embriaguez. La aparto y la hago subir a la cama.
Me subo sobre ella magreándole los pechos y dejándole marcas en el cuello. La escucho gemir y toco el botón de nervios que tiene entre las piernas. Siento como alcanza el primer orgasmo con mi toque e introduzco un dedo dentro de su canal haciéndola que arquee la espalda y cierre los ojos.
Abre más las piernas invitándome a que la penetre con mi miembro, pero le doy vuelta dejándola de espaldas a mi.
—Ponte en cuatro —le ordeno y le veo una sonrisa codiciosa cuando voltea a verme.
Se apoya de manos y rodillas abriendo más sus piernas dándome permiso para que la penetre echando su trasero hacia mí, pongo una mano en su cadera y con la otra llevo mi miembro hacia su entrada y sin un poco de delicadeza me adentro en ella con fuerza.
Suelta un pequeño grito y me detengo mientras se acostumbra a mi tamaño.
—Relájate —le digo y siento como toma aire.
Me muevo de afuera hacia adentro lentamente, mientras la agarro de las caderas con ambas manos, voy acelerando el ritmo mientras le bajo la cabeza hacia la almohada.
Voy entrando y saliendo con fuerza de ella, no soy tipo de andarme con delicadezas, con la única que tuve un poco de cuidado se burló de mí y se casó con otro. No voy a tener contemplaciones con ninguna mujer a partir de ahora, las usaré solo para mi placer.
—¡Dame más! —dice mientras gime y la complazco acelerando y metiéndome todo dentro de su canal.
Tengo que enredar mis brazos alrededor de su cintura al sentir como sus piernas comienzan a temblar y a debilitarse cuando el orgasmo la envuelve y me afano para llegar a mi clímax y derramarme dentro de ella.
Me quedo sobre su espalda mientras calmo mi respiración, salgo de ella levantándome de la cama y me acerco al cuenco con agua para lavarme y vestirme de nuevo.
—¿Ya te vas? —pregunta apenas me ve poniéndome la parte inferior de mi ropa.
—Hice lo que tenía que hacer, no tengo porqué quedarme —le digo fríamente y se levanta apoyada de sus rodillas cubriendo sus pechos con la sábana, haciéndome recordar a cierta mentirosa que un día hizo lo mismo.
Las ganas de vomitar suben a mi garganta de solo recordar aquella imagen y tomo la botella que está sobre la mesa y le doy un trago.
Termino de vestirme y saco mi billetera para dejarle unos cuantos billetes sobre la mesa antes de irme.
—¡Vuelve cuando quieras cariño, aquí te espero!
Grita antes de que cierre la puerta, el mareo en mi cabeza mermó por fortuna y bajo al salón en busca de Simon para irnos, pero no lo veo en la mesa donde estábamos.
«Me hizo caso y está disfrutando de la mujer morena», pienso. Busco una mesa y me siento sin pedir nada de beber, solo me quedo ahí observando al montón de nobles imbéciles que viven de las apariencias.
Un movimiento unas mesas más allá de la mía llama mi atención. Un hombre maduro está intentando meter sus sucias manos dentro del vestido de la mujer que lo atiende y está se niega.
No me muevo de mi lugar, solo observo al hombre que se me hace conocido de algún lado, pero no recuerdo de donde.
Él sigue intentando tocarla, pero ella lo impide y le da una bofetada.
—¡Quién te crees que eres maldita ramera! —grita el hombre y le devuelve la bofetada a la mujer tan fuerte que la hace caer al suelo.
Me levanto de mi silla indignado por tal comportamiento y una mano se posa sobre mi hombro deteniéndome, para no acercarme al maldito y darle un escarmiento.
—Es el conde de Essex, no nos metamos en problemas hermano.
Volteo y veo a Simon negando lo obvio, no me importa quien sea. No puedo irme así nada más sin hacer nada al respecto, mi indignación crece al ver que nadie ayuda aquella mujer, por más que trabaje para el placer de los hombres es un ser humano.
Me acerco a ella y le tiendo la mano para ayudarla a levantar, observo su rostro y es casi una niña, tiene la mejilla colorada y el labio partido. La llevo a mi mesa y pido algo para limpiarle la herida.
Rápidamente traen las cosas para curarla y limpio con cuidado su labio mientras veo las lágrimas correr por sus mejillas.
—¿Cuántos años tienes? —pregunto—, ¿Qué haces trabajando en este lugar? —no responde, sólo llora.
—Ella no trabaja aquí, no sirviendo a la clientela al menos —responde la mujer con la que estuve hace un rato, detrás de mí.
—¿Entonces qué hacía sirviendo las mesas? —pregunta Simon.
—Tom —solloza—, me ordenó —otro sollozo—, que lo hiciera —dice la niña.
—¡Ese malnacido! —grita la mujer que follé molesta—, ¡Ya verá ese desgraciado, tu trabajo es limpiar las alcobas por las mañanas, aquí no tienes nada que hacer!
La mujer la toma del brazo con cuidado y la lleva a la parte de atrás del bar perdiéndose entre las botellas de licor.
—Vamos, ya es hora de irnos —mi amigo me jala del brazo.
Asiento y camino hacia la puerta junto a Simon mientras echo un último vistazo al lugar donde se perdieron las dos mujeres.
Entro a mi casa de madrugada y subo a mi habitación, apenas cierro la puerta me desvisto y busco sobre la silla el pantalón de pijama y me lanzo a la cama cansado.
———————————-
He pasado los últimos cuatro días, empinando botellas de licor hacia mi garganta y follando con la misma mujerzuela, olvidando la burla de aquella maldita mentirosa. No he vuelto al club, ahora la morena viene a mi casa, es mejor para mí y más privado.
He perdido la cuenta de cuántas veces me la he follado, no hemos salido de mi habitación en noventa y seis horas ni siquiera para comer, ya que Antoine trae el carrito y lo deja frente a la puerta para que lo reciba. «Comida y una botella de licor».
Tengo mucho alcohol en mi sistema, anoche fue una de las peores, «bebí demasiado». Mi cerebro comienza a divagar buscando imágenes pasadas. Veo aquellos ojos azules que me impactaron aquella vez que la gitana roció ese polvo maldito en mis ojos y luego aparece Katherine con la máscara puesta de la fiesta dándome cortos besos en el pecho y Dios se siente tan bien. Absorto en la sensación de aquella boca sobre mí, me dejo caer en la inconsciencia quedándome dormido.
No sé cuánto tiempo dormí, ya que de repente siento como las sábanas son jaladas hacia abajo dejando al descubierto mi cuerpo desnudo, intento recomponerme para reclamar a quien ha osado irrumpir en mi habitación sin tocar, pero el mareo me toma haciendo que mi cabeza caiga sobre la almohada.
Parpadeo varias veces para aclarar mi cerebro y la voz de un hombre furioso resuena en toda la habitación:
—¡Fuera de esta casa! —grita y siento cuando el colchón se mueve, veo hacia un lado encontrándome a la morena que está acostada junto a mi cubriéndose los senos.
Encuentro a mi abuelo de pie cerca de mí y con mi brazo izquierdo tomo la almohada y me cubro la entrepierna.
—Pero... ¿Qué haces aquí? —Pregunto molesto.
—¡He dicho que se vaya Milady! —Su voz vuelve a retumbar haciendo que me dé una punzada de dolor en la cabeza «resaca».
La mujerzuela termina de enrollarse la sábana en el cuerpo y corre al cuarto de baño, mientras mi abuelo permanece inmóvil mirándome sin decir una palabra.
—¿Qué haces en mi casa?, acaso no te enseñaron a tocar la puerta —no responde.
La puerta del cuarto de baño se abre y sale la morena vestida sin peinar. Mi abuelo toma unos cuantos billetes de su billetera y se los entrega.
—No vuelva a aparecerse por aquí
La morena deja la sábana sobre la cama y la agarro para envolverme en ella cubriendo mis partes para ir al cuarto de baño.
—¡¿Qué es todo esto hijo?! —se viene detrás de mí— ¡Está no es la educación que te hemos dado!
—Si viniste para reclamarme, es mejor que te vayas, no estoy de humor para aguantarte.
Cierro la puerta del cuarto de baño y hago mis necesidades, el dolor de cabeza y el mareo me juegan una mala pasada cuando salgo y veo las cortinas y el ventanal abierto dejando que la luz del sol me pegue en la cara.
—¡Este cuarto apesta! —reclama tirando mi chaqueta al suelo para poder sentarse en la silla.
—¿A qué viniste? —le pregunto mientras agarro una de las botellas que aún tiene licor y me la llevo a la boca.
—¡¿Pero qué diablos te pasa?! —reclama levantándose de la silla y arrebatándome la botella antes que llegue a mi boca haciendo que el líquido se derrame sobre mi pecho.
—No lo ves, emborrachándome.
Las venas de su frente sobresalen con lo molesto que está y trato de bajarle a mi enojo para que se calme, no quiero que le pase algo.
—Si tu prometida se entera, crees que estaría feliz con todo esto hijo, te desconozco.
El tono de decepción en su voz me hace sentir incómodo. Siempre he sido su orgullo, soy su único nieto y heredero.
—No tengo prometida abuelo.
Le digo lo más calmado que puedo y me ve sorprendido.
—¿Lo arruinaste? ¡¿Se enteró de esto y te dejó?!
Niego con la cabeza.
—Se casó con otro —aprieto los puños sobre mis muslos. Dije que no iba a sufrir por mujeres pero me hirió el orgullo aquella mentirosa—, mientras prometía esperarme y me llenaba de esperanza e ilusiones por volver, ella decidió casarse con otro.
—Sí rompió su promesa, entonces no te amaba como decía
Sus palabras se clavan dentro de mí pecho como un puñal, pero tiene razón, si se casó con otro fue porque realmente nunca me amó y sólo me usó para jugar como toda niña caprichosa criada entre lujos.
—¿Quién era?, ¿Cómo se llamaba? —pregunta aún sin darme la cara y niego con la cabeza.
—Eso ya no importa abuelo, ya no vale la pena buscar cosas del pasado.
—Hijo —me ve preocupado—, necesito que te cases para que puedas heredar todo lo que te corresponde... Yo, ya estoy viejo y no puedo mantener el título por mucho más tiempo.
—No hace falta que me lo recuerdes —le digo frunciendo el ceño.
Coloca su mano sobre mi hombro para darme algo de apoyo moral.
—Espero que esto —mira el desorden de mi habitación—, se acabe hoy y regreses a ser el mismo hombre de siempre... Descansa, terminaremos de hablar mañana.
Se va y echo la espalda atrás estrellándome contra el colchón cruzo los brazos sobre mis ojos tratando de aclarar mis pensamientos por un rato, cuando un leve toque me hace volver a la realidad.
—Pase.
Entra una de las muchachas de servicio con un carrito de limpieza y una bandeja con dos aspirinas y un vaso con agua.
—Se lo manda su abuelo —dice colocando la bandeja sobre la mesa de té.
—Gracias.
Tomo las aspirinas, el agua y camino hacia el balcón mientras ella asea la habitación. No sé cuánto tiempo permanezco afuera, pero cuando entro ya no apesta a alcohol y sexo.
Me doy un baño con agua fría para terminar de despertar mi cerebro y bajo a desayunar encontrándome a Simon leyendo las noticias en la sala.
—Pensé que habías muerto haya arriba hermano —se burla
—Piérdete Simon.
—Come, que debemos ir al muelle, el capitán nos mandó a llamar.
Junto mis cejas extrañado por lo que dijo y terminando el desayuno nos vamos al muelle.
—¡Otro viaje de meses! —se queja mi amigo a mi lado luego de dejar al capitán en el muelle.
—Si no quieres ir, quédate con Claus
—Y privarte de mi hermosa presencia... Jamás.
—¡Cállate entonces! —espeto y se ríe a carcajadas.
—Vayamos a tomar un trago antes de la cena.
Asiento y lo sigo entrando a un bar cercano al muelle. La mañana y toda la tarde se nos fue hablando con el capitán y cuando salimos ya eran las seis de la tarde.
El trago que íbamos a beber se hizo en dos botellas y para cuando llegamos a casa, yo ya estaba dando tumbos entre las paredes. «Debo parar de hacer esto»
———————————-
Los golpes en mi puerta me despiertan, comienzo a sentir un leve dolor de cabeza por él exceso de alcohol de anoche y entra Antoine con una bandeja con el desayuno y un par de pastillas.
—Buenos días mi señor —dice depositando la bandeja en la mesita que da a la ventana—, llegó muy tarde anoche, coma y arreglese, su abuelo lo espera abajo.
—¿Qué hora es? —pregunto levantándome y acomodando la erección matutina.
—9:30 señor.
—¡Demonios es tarde!
—Su abuelo tiene media hora esperándolo y me pidió que le subiera el desayuno.
Tomo el jugo y las pastillas y las llevo a mi boca.
—Dile que en diez minutos estoy abajo.
—¿Pero señor, el desayuno? —pregunta mientras entro al cuarto de baño a vaciar mi vejiga.
—Lo dejaré para después —Antonie se queda parado frente a mí como esperando la orden para irse— ¿Vas a ver cómo me la sacudo?
—Lo siento señor —dice avergonzado y se va.
Lavo mis dientes y mi cara antes de ponerme la bata que Antoine dejó sobre la cama que hace juego con mi pijama, ato el cinturón a mi cadera y bajo al recibidor donde no encuentro a mi abuelo por ninguna parte.
—Está en el patio trasero —me avisa Simon llevándose una tostada a la boca en pleno pasillo.
—¿Que no te enseñaron que hay un comedor en esta casa? —le digo y niega con la cabeza sonriente.
—Estoy curioso de saber a que ha venido tu abuelo, así que me quedaré por ahí a escucharlo.
—Eres un chismoso.
Camino al patio dejando a mi amigo detrás de una de las columnas, niego con la cabeza al verlo y recordar que a pesar de ser el más serio de los dos, es el que más parece vieja de pueblo pendiente de la vida ajena, pero no me importa, si me hubiese dicho que quería estar presente en la conversación se lo hubiera permitido, con él no tengo secretos.
—Abuelo. Buenos días
Saca su reloj de bolsillo y observa la hora antes de abrazarme.
—Cinco minutos tarde hijo.
—Nunca he sido puntual, lo sabes —me defiendo
—¿Tuviste tiempo de pensar anoche?
Va directo al grano.
—No —soy sincero.
—Entonces, ¿Qué piensas hacer? La próxima temporada comienza pronto, ahí debes encontrar una esposa, si no lo haces arreglaré un matrimonio para ti —amenaza.
El ambiente entre ambos comienza a calentarse
—¡No! —alzó un poco la voz—, no quiero que me escojas una esposa, además necesito tiempo para olvidarme de aquella zorra mentirosa.
—¡No quiero que te expreses así de las mujeres! —me reprende—, haya pasado lo que haya pasado no puedes dirigirte así de una dama, eres un noble y debes actuar a la altura del título.
—Cómo digas —le digo cansado de lo mismo—, pero ahora no quiero pensar en matrimonios, hay un barco que zarpa dentro de unos días y quiero ir antes de amarrarme a tierra firme.
—¿Cuánto tiempo durará ese viaje? —pregunta de forma sospechosa.
—Mucho, así que trata de mantenerte con vida mientras regreso, porque no tendré como comunicarme contigo ni con mi madre.
—¡No te queda mucho tiempo! —reclama—, tengo una dama en mente que podría ser perfecta para ti.
—Ya te dije que no quiero que arregles ningún matrimonio para mí. Si he de casarme lo haré con quien yo quiera.
—Está bien, que sea de tu elección entonces, pero que sea pronto, ya tienes la edad suficiente y quiero ver crecer a mis bisnietos mientras me queda vida.
—¿Necesitas más herederos para continuar con el linaje, es eso lo que te preocupa?
—No —mueve la cabeza—, no mentiré en decirte que necesito que nuestro linaje continue, pero quiero que seas feliz, que encuentres una buena esposa que te dé hijos para que puedas enseñarles lo que te enseñó tu padre —mi pecho se aprieta al escucharlo con la voz quebrada—, no me importa el título sino el apellido hijo.
—Entonces... Si no consigo una esposa, lo harás tú ¿No es cierto?
—Es tu elección hijo, lo acabas de dejar claro —palmea mi hombro antes de irse—, espero que vayas a ver a tu madre para despedirte.
—Mañana por la mañana, iré a despedirme.
—Piénsalo bien muchacho, piensa bien todo lo que te he dicho.
—Ya tendré tiempo para eso abuelo.
Me deja en el pequeño patio y lo veo caminar apoyado de su bastón, cuando pasa por las columnas, mira hacia un lado y murmura algo que no logro escuchar, pero sale Simon detrás de una de ellas y lo veo asentir en su dirección.
Mi amigo camina a mi lugar y se para a mi lado.
—¿Todo bien? —pregunta
—No lo sé. ¿Lo oíste todo no es cierto? —asiente—, ¿Qué te dijo mi abuelo?
—Que cuidará de ti. ¿En verdad vamos a hacer ese viaje? —pregunta.
—Si.
—Pasarán muchos meses antes de regresar aquí, lo sabes y después debes tomar una decisión.
—Lo sé, como también sé que mi abuelo hará todo lo posible para arreglar un matrimonio con la mujer que escogió para mí.
—¿Y vas a aceptar? ¿No vas a insistir en casarte con quién ames?
—El amor no existe Simon, solo te hace débil, mírame, tantos meses enamorado de una mujer, para que al final se burlara de mí y me viera la cara de idiota.
—No todas son como Charlotte hermano.
Me burlo de su comentario.
—No volveré a sentir nada por ninguna otra mujer, si he de casarme, lo haré, pero que no espere ni una pizca de mi cariño porque no lo tendrá.
—Hermano, no puedes hablar así, cuando te cases necesitarás herederos.
—Para follar, no hace falta estar enamorado, mi querido amigo.
—No hables desde el dolor y el rencor, lo que te hizo esa mujer, no tienen porqué pagarlo las otras.
Reclama y a mí la verdad me da igual lo que diga, acabo de tomar una decisión y ya no hay vuelta atrás, tomaré a la mujer que mi abuelo ha escogido para mi como esposa, pero que no espere nada de amor, ni cariño por mí parte, será mi mujer solo para darme los herederos que necesito.
—Tomaré a la mujer que ha escogido mi abuelo para mí, será mi esposa, tendrá a mis hijos, no le faltará nada. Vivirá bien.
—Le faltará el amor, el cariño y el respeto de su esposo —vuelve a replicar y pongo mis ojos en blanco ante el fastidio.
—En la nobleza la mayoría de los matrimonios son arreglados, no todos se casan por amor, así que ella ya debe saberlo. Y no hablemos más del asunto que ya me aburre, más bien, vayamos a comer y prepárate, que hoy iremos al club, quiero divertirme mientras pueda.
—————————-
Arreglo el saco frente al espejo antes de bajar y entrar al coche que me llevará a casa de mi abuelo para despedirme de mi madre, Simon ya está dentro esperándome.
—¿No cambiaste de idea verdad? —pregunta y niego con la cabeza.
Cierro los ojos cansado a ver si logro dormir algo durante el trayecto. Ayer pasamos la tarde-noche en el burdel disfrazado de club de caballeros, me embriagué y me fui a una de las habitaciones a follar con una danesa.
La mujer se puso insistente al principio con eso de querer besarme, pero la aparté, no quiero que nadie toque mi boca, no hay ningún tipo de sentimiento para posar mis labios sobre ellas, esto se trata de sexo nada más, de descargarme como lo hace cualquier hombre necesitado de desaforar las ganas que surgen en la entrepierna y que hay que liberar.
Esa maldita mujer me destrozó por dentro, no la lloré, solo descargué la ira que me hizo sentir, destrozando el mobiliario del despacho, ahogué la pena en alcohol y descargué la rabia con las mujeres que me he follado estos últimos días, tiempo suficiente para pasar la página y seguir con mi vida tal cual ya está planeada.
Camino al jardín donde veo a mi madre cuidar del rosal al que siempre le ha dedicado su tiempo luego de la muerte de mi padre.
—No hay rosa más bella que tu mamá —le digo haciéndola voltear a verme—, estas flores se ven marchitas ante tu belleza.
—Siempre tan galante —me dedica una sonrisa antes de abrazarme—, supe lo de tu novia... Lamento tanto lo sucedido, pero ya llegará otra que te llene y te dé el valor y el respeto que mereces.
—Si claro, como sea... Vine a despedirme.
—¿Te vas?, pero si acabas de llegar de viaje.
—Es un viaje que me dejará buenos lucros, además este será el último que haga, ya después debo casarme y ya no volveré a esta vida
—Lo dices como si fuera una carga.
—Lo es, sabes que el mar ha sido mi vida.
—Pero te espera otra mucho más maravillosa —Acuna mi rostro entre sus manos y me ve con sus ojos llenos de esperanza, que hace que mi estómago se retuerza—, te espera una vida dentro de un matrimonio feliz y con hijos a los cuales les enseñarás todo lo que sabes.
El nudo en mi estómago se aprieta.
—La felicidad te espera mi amor.
—Debo ir a hablar con el abuelo —corto su discurso amablemente dándole un casto beso en la frente—, ¿El abuelo está?
—En su despacho. ¿Te quedarás a almorzar? —asiento con una sonrisa hacia mi madre.
Camino a la casa y entro cruzando por el pasillo en busca del despacho, encuentro la puerta cerrada y toco antes de abrir.
—¿Se puede?
—Claro hijo.
Entro del todo y veo a Simon muy a gusto en el despacho viendo el mapa naval que está pegado en la pared.
—Es una relíquia —dice emocionado y me burlo de la cara que pone.
—Simon, puedes dejarnos solos, por favor —dice mi abuelo y él asiente, pero lo detengo.
—Lo que vengo a decirte ya él lo sabe, no hace falta que se vaya.
—Bien, entonces siéntate a su lado Simon.
Espero a que mi amigo se siente y mi abuelo apoya los codos sobre el escritorio de roble macizo colocando sus manos debajo de su barbilla.
—Y bien, ¿Qué decisión tomaste? —pregunta.
—El viaje durará un poco más de ocho meses, así que en vista de que no llegaré a la próxima temporada he decidido que seas tú quien arregle mi matrimonio.
Simon niega con la cabeza decepcionado de la decisión que tomé.
—Pero tengo condiciones —advierto y mi abuelo se acomoda sobre su silla—. No quiero dormir con ella, solo cumplirá con su deber de esposa cuando yo lo decida, mientras estemos solos será una persona más para mí y solo desempeñaremos el papel de esposos delante de los demás.
Veo cómo mi abuelo comienza a arrugar su frente.
—No quiero que se inmiscuya en mis asuntos, que se ocupe de la casa y nada más, no quiero ser controlado las veinticuatro horas del día. Acatará mis órdenes al pie de la letra.
—Y quieres que se mueva, coma y duerma cuando tú lo decidas —suelta Simon con sarcasmo.
—Es eso o nada abuelo.
Veo cómo se levanta y se para firme detrás del escritorio, es tan alto como yo y debo subir solo un poco mi cara para poder verlo a los ojos, tan azules como los míos y los de mi difunto padre.
—Tienes ocho meses para regresar, cuando lo hagas tendrás a una dama con quien desposarte, la amarás y honrarás como tu esposa y madre de tus futuros hijos.
—Eso no sucederá —afirmo.
—Te veré arrastrado por ella hijo —afirma y Simon ríe a mi lado.
—¿Qué? —dice cuando la rabia me hace ver a su lado—, lo dijo tu abuelo, no yo.
Tocan a la puerta y el ama de llaves anuncia que está listo el almuerzo. Al terminar de comer me despido de las dos personas más importantes de mi vida y me voy a casa a arreglar todo para mi viaje.
«Ocho meses, tan sólo ocho meses para que mi vida se convierta en un infierno».
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