Capítulo 21.

   Eleanor.

      Al fin la encaré, no podía seguir quedándome callada. La odio tanto como odio a la falsa de su madre y a la mojigata de su hermana, pero Phillip, él es otra cosa, es tan parecido a su padre: fuerte, caballeroso, varonil, cualquier mujer desearía vivir rodeada por esos brazos en unas sábanas blancas.

   Tan sólo pensar en lo que hubiese pasado aquella noche si esa senil metiche no se hubiera atravesado en mi camino cuando iba a la alcoba de James antes de que él y Caroline se casaran meses después.

   Pero ahora voy a cobrármelas con su hijita, esa que creía que nadie la iba a descubrir, sin saber que lo hice desde la primera noche.

   «Esa noche hacía un calor infernal,  me levanté para abrir el ventanal de mi habitación y lo vi salir entre los árboles, me escondí en el marco de la ventana cubriéndome con las cortinas para no ser vista por él cuando trepaba por el ramal debajo del balcón de ella. Al  principio pensé en enfrentarlos apenas llegué a la puerta de su dormitorio, pero escuché asegurar el cerrojo desde adentro y acerqué mi oído a la madera para oírlos.

   Al principio solo escuchaba murmullos, pero luego de unos minutos los gemidos fueron traspasando la tabla de madera de la puerta. Por más que intentaron hacer silencio pude oirlos, pegué más el oído al tablón que me separaba de ellos para escuchar mejor y pude corroborar que eran sonidos sexuales .

   Los ruidos y gemidos de los amantes dentro de aquella habitación evitaban que me despegara de ahí, era como si mis pies se clavaran al suelo y no me permitieran moverme.

   El calor que desde hace años no experimentaba mi cuerpo, comenzó a despertar sensaciones ya dormidas desde la última vez que fui tocada por un hombre «Mi esposo». Podía sentir como se humedecía mi entrepierna al punto que tuve que posar mis manos sobre la puerta y cerrar mis ojos para aplacar las sensaciones que comenzaban a florecer de nuevo.

   Mientras más  escuchaba aquellos sonidos de placer traspasar el tablón de madera, más necesitada me sentía de ser dominada por un hombre. Inspiré profundamente y con toda mi fuerza de voluntad, despegué mis pies del suelo caminando a mi habitación, cerrando la puerta con cuidado para que nadie notara que habia salido.

Caminé hasta la cama y me acosté sobre las sábanas, cerré los ojos, mientras en mis oídos retumbaban aún los gemidos y gruñidos de los amantes a una puerta cerca de la mía. Una de mis manos viajó hacia mi pecho apretando con fuerza el pequeño montículo centrado en mis aureolas haciendome arquear la espalda.

   Mi otra mano fue a parar por debajo de mi camisón de dormir  acariciando mi vientre, descendí un poco más hasta apartar mi ropa intima llevándola a mi entrepierna sin que la otra abandonara mis senos. Con un dedo comencé a acariciar aquel botón lleno de nervios para saciar mis ganas.

   Fui acariciándolo con movimientos circulares, haciendo que mi cuerpo comenzara a reaccionar ante el estímulo. Mi corazón aceleraba su ritmo mientras yo entreabría la boca por la necesidad de llenar mis pulmones de aire. El movimiento de mis dedos sobre mi botón de nervios se fue intensificando hasta que sentí la necesidad de introducir uno de ellos  en mi. Entraba y salia con movimientos sincronizados asemejando el miembro de un hombre. Agregué un segundo dedo para tener la sensación de grosor del mismo. Iba y venia satisfaciendome a mi misma, hasta que una explosión me avasalló y todo mi cuerpo tembló de placer entre mis propios jadeos silenciosos. Luego de recomponerme unos minutos después, decidí pasar la noche en vela esperando descubrir la hora en qué se iría su amante».

   Desde ese día la incertidumbre me carcomía, necesitaba saber quién era ese sujeto. Una mañana decidí seguirlo sin que se diera cuenta, lo vi llegar al muelle y entrar a un barco para darme cuenta de que era un marinete de quinta.

   Por más que quise saber su nombre nadie me lo dijo, menos esa pelele de Camile que estoy segura lo sabe todo ya que es su tapadera, pero ya que las cartas están echadas y sabe que lo sé todo, tomaré las riendas de su destino a mi conveniencia y haré pagar a su madre con la desdicha de su hija.

————
Desperté con buen ánimo esta mañana, entré a la cocina para ordenar la comida del día, es un alivio que ni mi tía ni Rose estén en casa, así soy yo la ama y señora y quien da las órdenes.

Desayuné sola. Anne no quiso salir de su habitación «veremos cuanto le dura su postura de malcriada». Viajé al pueblo por cosas que necesitaba comprar y estas me llevaron el resto de la mañana. Vuelvo a casa luego del mediodía. Ordeno que sirvan el almuerzo y vuelvo a comer sola, la princesa sigue sin salir de su auto-encierro.

Voy al despacho a continuar con mi trabajo de hace unas semanas, pero ahora puedo buscar con calma ya que "la sombra" no está.

Por más que busco en el despacho no encuentro nada, he revisado hasta detrás de los cuadros por si hay alguna caja fuerte, pero sigo sin hallar el maldito testamento que condenará mi vida.

Llamo a una de las muchachas de servicio para que arregle todo mientras continúo mi búsqueda , pero esta vez en su habitación.

«Si no esta aqui, debe estar ahí donde siempre está ella».

Subo y comienzo a rebuscar entre los cajones del buró primero, tratando de dejar todo como lo encontré ya que sólo Rose se encarga de la limpieza de esta habitación, es ella la que sabe donde va cada cosa y si encuentra algo fuera de lugar sospechará.

Busco hasta por debajo del colchón y no encuentro nada. Comienzo a desesperarme, preguntándome una y otra vez dónde lo habrá metido, pero termino desistiendo ya que no logro encontrar nada.

Salgo de esa habitación frustrada y molesta. «Necesito una copa de vino para calmarme» me digo. Voy a mitad de la escalera cuando unas voces provenientes del recibidor me ponen alerta.

Reconozco la voz de Anne, pero la del hombre que la acompaña no, «¡Es el marinete de quinta!». Comienzo a bajar de nuevo decidida a echarlo de la casa, pero lo que dice aquel sujeto y lo que suelta mi prima de repente me deja en mi sitio sin poder moverme.

Voy escaleras arriba de nuevo encerrándome en mi habitación.

—¡Vaya joyita que resultó ser mi primita! —me dije— ¡Bravo princesita acabas de darme la mejor idea para vengarme de tu madre!

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Anne.

Termino mi almuerzo en mi habitación, no quiero verle la cara a esa mujer. Aparenta ser una noble y bondadosa dama delante de todos y cuando tiene la oportunidad saca sus garras.

Voy al balcón y ver esos detestables barrotes me recuerdan lo estúpida que fui aquel día permitiéndole a Dominic que entrara y lo peor fue que no lo permití una vez, sino varias veces confiando en que nadie nos descubriría y mi falta de cuidado me ha condenado.

Me arreglo para salir a casa de Penny a ver si me distraigo un poco, pero una visita sorpresiva arruina mis planes.

—Milady, alguien quiere verla —me dice una de las mucamas mientras Camile termina con mi peinado.

—¿Quién es? Dile a quien quiera que sea, que no estoy.

—Lord Chapman Milady.

El pulso se me acelera tan sólo el escuchar su nombre, «¿Qué me pasa?». La razón me pide que niegue su visita, pero mi cuerpo me desobedece y va hacia el espejo para detallar mi vestimenta.

Bajo con el corazón agitado y lo veo de pie frente al ventanal dándome la espalda la cual detallo por unos instantes.

Hago un leve sonido con la garganta para que se voltee y mis ojos se encuentran con ese tono grisáceo de los suyos.

Me sonríe, pero no siento su sonrisa cien por ciento sincera.

—Buenas tardes Anne.

—Buenas tardes. ¿Qué te trae por aquí? —le pregunto al tiempo que lo invito a sentarse y pido que nos traigan algo de tomar.

—Tenemos que hablar de lo que pasó el otro día —me mira serio y comienzo a sentirme incómoda—. Quiero pedirte una disculpa, en ningún momento quise faltarte el respeto... No sé cómo pasó.

Se queda callado ante la presencia de Camile que nos trae refrigerios.

—Quiero decirte que nunca fue mi intención propasarme contigo, es que...

—No tienes porqué disculparte —lo interrumpo—, no pasó nada, todo está olvidado —miento.

—Eso me alivia un poco, estaba preocupado, pensé que tal vez tú le dirías algo a...

—¿Mi hermana? —vuelvo a interrumpir— y quedar como una desleal ante ella, eso jamás.

—Yo... Amo a Katherine —escucharlo decir esas palabras, hacen que se me forme un nudo en el estómago—. Y por ningún motivo quisiera que dudara de lo que siento por ella.

—Entiendo y te puedo asegurar que de mi boca no saldrá ni una palabra de lo sucedido.

—Besarnos fue una tontería —me dice y mi estómago se comprime aún llenándome de rabia—, un impulso nada más que no puede volver a suceder.

«Así que un impulso».

—Ten la plena seguridad de que nadie se enterará de eso... --le digo con cierta molestia-- Además porqué tanto escándalo por un simple beso.

—Que nunca debió de suceder —me confirma.

—Pero sucedió y ya, no hay vuelta atrás y ni tú ni yo le diremos nada a ella.

—Eso me deja más tranquilo, en verdad me costó mucho que me perdonara para que ahora tiremos todo por la borda.

—¿Tiremos? —sus palabras me molestan— !Que no se te olvide que fuiste tú quien me besó!

—!Beso al que correspondiste! —me responde.

—Tampoco me apartaste. Si fue sólo a eso que viniste, pues ya está aclarado el asunto, puedes quedarte tranquilo. El beso nunca pasó y esta conversación tampoco.

Se me queda viendo unos breves instantes e intenta decir algo más, pero lo corto.

—Si me disculpas, antes de que llegaras iba de salida y ya se me hizo tarde.

—Claro, no hay nada más de que hablar. Lamento haber venido a quitarte tu tiempo.

Sale y lo veo entrar en su coche y hago lo mismo junto a Camile yendo a casa de Penny. En el camino voy pensando en sus palabras, «amo a Katherine, besarnos fue una tontería».

—¡Idiota! —digo en voz alta.

—¿Pasa algo Milady? —pregunta Camile.

—Nada, estaba pensando en voz alta.

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   Katherine.

—Necesito ir al pueblo mamá, debo comprar más hilos para mi bordado.

—Puedes decirle a una de las muchachas de servicio para que te haga el mandado.

—Prefiero hacerlo yo —le digo— Estoy bordando unos pañuelos para Richard.

—Y quieres ponerle todo tu amor ¿Es eso? —dice y me sonrojo a la vez que asiento con la cabeza— Entonces puedes ir, recuerda llevar contigo a Sophy.

   Voy en busca de Sophy al sembradío. Hoy  está ayudando al servicio de la casa con los refrigerios para los trabajadores ya que es un día de mucho calor.

   Me encuentro en el camino con Phillip y detrás de él está Paul quien me ve y luego desvía la mirada hacia otro lado. Me duele que se haya roto nuestra amistad, lo extraño mucho, las caminatas por el jardín, las veces que de pequeños íbamos todos y nos bañábamos en la cascada. Él fue quien me enseñó a nadar y a montar a caballo y vernos ahora tan distantes me forma un nudo en la garganta.

—Voy al pueblo de compras —le digo a mi hermano— ¿Has visto a Sophy? Necesito que me acompañe.

—Nosotros vamos al pueblo, si quieres puedes venir con nosotros —me dice. Veo de él a Paul y noto que este también ve a Phillip.

—Mejor me voy por mi lado, no quiero incomodar a nadie —aviso y trato de irme en busca de mi doncella, pero unas palabras detienen mi paso.

—No incomodas —me dice Paul después de tanto tiempo y eso me alegra—. Es una tontería llevar dos coches y cuatro caballos cuando vamos al mismo lugar.

   Veo a mi hermano quien sonríe y él tiene razón.

—Buscaré a Sophy y los veo en la entrada.

—Yo la busco —dice Phillip y se va dejándonos solos.

Phillip se aleja y mi corazón comienza a latir acelerado, llevaba tiempo que no me sentía de esta manera. Ambos nos quedamos en silencio unos minutos viendo el camino por el cual se fue mi hermano, es como si estuviéramos cerca, pero al mismo tiempo separados por un muro Paul y yo.

—Creo que deberíamos ir camino a la entrada mientras llegan —Paul rompe el hielo entre nosotros—. Hace mucho calor y puedes quemarte la piel, veo que no traes protección.

   Veo mis manos y noto que no traje mi sombrilla, asiento y comenzamos a caminar rumbo a la entrada principal de la casa sin decir nada más.

—Perdóname —me dice y me detengo—. Actúe como un verdadero idiota contigo. Tomaste una decisión y yo debí...

—Paul —lo interrumpo—. Yo no quería lastimarte, te quiero lo sabes y cualquier mujer se sentiría halagada por que la cortejaras. Eres un hombre guapo, decente, trabajador y de buenos sentimientos, pero.

—No me amas —noto pena en su voz y bajo la cabeza sin decir nada más—. Lo entiendo y lo acepto — toma mi rostro entre sus manos y lo alza encontrándome con aquellos ojos castaños que me observan con pesar—. Kathe yo te amo y eso no va a cambiar nunca y si me duele que hayas elegido a otro, pero más me duele haber estropeado todo lo que teníamos antes.

   Mis ojos comienzan a humedecerse y una lágrima rebelde desciende por mi mejilla haciendo que él la limpie con su pulgar.

—Perdóname por ser tan bruto contigo, hable desde el dolor y no medí mis palabras. Jamás debí tratarte de esa manera, yo...Lo siento.

   Pega su frente a la mía y por instinto ambos cerramos los ojos. Por un instante siento como puedo respirar su aliento. Mi corazón se acelera. Este es el Paul que quiero, el amigo y confidente de siempre, con el que me siento segura.

   Un carraspeo detrás de nosotros nos hace volver a nuestras posturas separándonos de golpe.

—Creo que vamos a tener que ir al pueblo nosotros dos Sophy —dice Phillip y ambos sonríen—. Por lo que veo ya hay reconciliación por aquí —nos abraza a los dos—. Por fin tengo a mi amigo y a mi hermana favorita juntos otra vez.

   Llegamos al pueblo y el alboroto por la llegada del circo es notoria. Los bombos y trompetas resuenan por las calles empedradas. Los payasos, los malabaristas en su mono-ciclo y una que otra bailarina van haciendo su acto.

   Los niños y adultos están absortos viendo el espectáculo, me detengo unos breves instantes al ver una joven de cabellera negra ondulada con una pandereta en la mano la cual se me hace conocida, pero no recuerdo de donde.

   Lo mismo me pasó con William, el nieto de Lord Ferguson, sus ojos azules van y vienen a mi mente a cada nada .

   Siento que alguien me toma del brazo.

—Vamos no te separes de nosotros —Paul me saca de la muchedumbre.

   Asiento y nos separamos en un punto del camino, Sophy y yo para ir a la tienda y ellos sabrá Dios a donde.

—En una hora nos vemos en el coche —me dice mi hermano—. Una hora Kate —me advierte y asiento.

   Entramos a la tienda y veo maravillada hacia todos lados: hilos, broches, telas, tejidos, hay un sin fin de cosas que elegir y qué comprar, pero Sophy me saca de mi ensoñación.

—Los hilos Milady —me dice mientras me lleva al lugar—, si compra rápido tendremos tiempo de ver un poco del espectáculo.

   Asiento y elijo lo más rápido que puedo lo que necesito. Le pago a la dependienta y salimos a la calle de nuevo. La gitana con pandereta va casi al final de la algarabía junto a un niño de más o menos seis años. Moreno de cabello largo negro atado a una cola, lleva el torso desnudo como todos los demás gitanos.

   El niño me ve y se acerca a mí. Me sonríe y lo hago también como respuesta, me toma de la mano llevándome con él mientras Sophy me agarra de la otra para que me quede con ella.

   Sigo al niño por la calle, mientras observo que no soy la única a la que toman y confío sin dejar de ver a Sophy quien sigue mi camino por la acera preocupada.

   Camino con ellos entre música, aplausos y sonrisas, pero debo regresar con mi doncella. Suelto al niño de la mano y me encamino al encuentro con Sophy cuando la gitana de cabello ondulado me toma de la mano.

—Adivino tu pasado, presente y tu futuro.

   Me asusta e intento soltarme, pero me toma con más fuerza abriendo los ojos sorprendida.

—¡Eres tú! —la miro sin entender nada— ¡Claro que eres tú la que me salvó de ir a prisión.

—¡No se de que me hablas! —intento soltarme y esta vez lo logro. Me doy la vuelta para irme, pero habla de nuevo y detengo el paso.

—Aquel caballero me acusó de haberle robado su reloj y tú me defendiste.

—Lo recuerdo.

—Nunca te di la gracias como debía.

—Solo hice lo que tenía que hacer —le digo he intento irme, pero me toma de nuevo de la mano mientras Sophy llega a mi lado.

—Déjame agradecerte con lo que sé, déjame leer tu futuro.

   Al principio dudo, pero veo en sus ojos cierta sinceridad y acepto. Extiendo mi palma derecha y la coloco sobre su mano. La cubre con un pañuelo rojo, susurra un par de palabras en un idioma que no conozco y luego la descubre.

—Un gran acontecimiento está por llegar a tu vida.

—Mi compromiso —le digo— ¿Cómo lo supiste?

—Shhh, veo lágrimas, muchas lágrimas por una traición —mi corazón se acelera.

—¿Una traición, de quien?

—Tienes una decisión que tomar más adelante que hará cambiar tu destino... Te veo vestida de blanco.

—Si pronto me voy a casar —le digo emocionada.

—No es ahora —frunzo el ceño sin entender—. Vendrán muchas lágrimas de dolor antes.

—¡Mientes! —intento quitar mi mano molesta, pero no la suelta.

—Habrá otro hombre en tu vida que te traerá tormentas.

—No entiendo de qué hablas... No sé a qué hombre te refieres.

—Él vendrá con penas en el alma al igual que tú y ambos tendrán la tarea de sanarse.

—Milady —interrumpe Sophy—, se nos ha hecho tarde.

—Este hombre ya entró a tu vida sin darte cuenta.

—¡Deja en paz a mi hermana!—le dice Philip tomando mi mano separándome de la gitana—, ¡Largo charlatana, puras mentiras dices para sacarle dinero a la gente! —nos alejamos de ella y la escucho gritar

—¡Mentiras y engaños te rodean!, tienes que tener cuidado con una mujer de cabello oscuro.

   Las palabras de aquella gitana retumban en mi cabeza mientras avanzamos hacia el coche.

—¡Te di una hora Kate y pasó hora y media! —Phillip me regaña— Y ya quita esa cara, sea lo que sea que te dijo esa mujer, son puras mentiras. Los gitanos son embaucadores por nacimiento.

   Sigo callada todo el camino hasta que nos montamos en el coche camino a casa. Veo por la ventana y saliendo del pueblo alcanzo a ver la enorme carpa del circo junto a varios toldos que la rodean.

   «Debo volver, necesito saber más».

   Entramos a la casa y encuentro a mi madre que va rumbo a la cocina.

—Voy a ordenar que nos sirvan la merienda en la terraza.

—No voy a merendar —le digo y camino hacia las escaleras para subir a mi habitación.

—Déjala está molesta, una gitana embaucadora la estuvo molestando —dice mi hermano—. Buscaré a papá.

   Llego a mi habitación y le pido a Sophy que vaya por Jazmin. Espero por ambas unos cuantos minutos. Cuando entran las dos las hago sentar. Le cuento a Jazmin lo sucedido en el pueblo y frunce el ceño sin poder creerlo.

—Debemos ir mañana en busca de esa gitana —les digo y mi amiga se levanta de golpe.

—¡Te has vuelto loca! —grita— Phillip tiene razón, son puras mentiras las que te dijo.

—¡No! —digo irritada—¡Ella dijo cosas que son verdad! Y necesito saber más.

—Es una locura lo que piensas hacer. ¡Apoyame Sophy! —Jazmin mira a mi doncella quien prefiere no abrir la boca—. Ahg, son tal para cual ambas.

—Tienes hasta mañana al mediodía para inventarte una excusa para salir de la casa --le advierto a mi amiga.

  Jazmin sale molesta de mi habitación mientras que Sophy solo asiente con la cabeza y se va.

  
—————————

   No dormí nada durante la noche, las palabras de aquella joven gitana revoloteaban en mi cabeza. Me levanto y voy a darme el baño del día. Unto mi cuerpo con mi crema corporal hecha hace una semana, su olor es exquisito y penetrante, tanto así que apenas Jazmin cruza la puerta de mi habitación inspira gustosa el aroma.

—Algún día debes hacer una para mí —me dice y se sienta a la orilla de la cama y le sonrío.

—¿Ya pensaste en algo? —le pregunto ansiosa esperando una respuesta afirmativa.

—Si, saldremos después del almuerzo y espero no arrepentirme de acompañarte en esta locura.

    Después del almuerzo nos encaminamos las tres al pueblo dentro del coche de las compras para no llamar la atención cuando lleguemos al circo.

—Tu excusa fue ir a la iglesia, ¿En serio, no se te ocurrió una mejor idea? —le digo y levanta los hombros.

—Pues no —se excusa—. tengo semanas sin confesarme y mi abuela lo sabe, así que aproveché y con esta sumo otra mentira más para el confesionario.

—Estamos llegando Milady —dice el cochero.

   Abro las cortinas y se detiene justo frente a la escalinata de la iglesia.

—Nos vamos a demorar, puede ir por una merienda si lo desea —le ordeno para que se vaya y no nos descubra en la mentira, pero se niega a moverse de su sitio, lo que nos hace tomar un plan B.

   Entramos a la iglesia con cautela de que el sacerdote no nos oiga, buscamos la puerta trasera para salir por allí, pongo la mano en el pomo y al girarla la voz de una de las religiosas nos detiene.

Las tres giramos al mismo tiempo nerviosas.

—¿Visitan la casa del señor o van a escabullirse? —nos pregunta cruzada de brazos.

—En realidad madre, estábamos buscando al párroco —salgo al paso y jalo a Jazmin hacia adelante—. Mi amiga quiere confesarse.

   Jazmin abre tanto los ojos que parece que fueran a salir de sus órbitas.

—Ehhh, si, si, quiero confesarme madre.

—En ese caso, siganme.

—¡No! —alzo la voz, pero me retracto al instante— La única que viene al confesionario es ella, nosotras sólo la trajimos ya que no quería venir... La esperaremos aquí.

—Bien, entonces acompáñeme a la sacristía.

   Jazmin voltea a vernos mientras camina con la madre superiora y mueve la boca para decir algo que no logro entender. Sophy y yo esperamos a que entren por el pasillo y vamos a la puerta de nuevo, muevo el pomo y salimos apresuradas rumbo a nuestro destino.

   En los terrenos donde se encuentra la carpa de circo hay varias personas cargando cosas de aquí para allá. Hombres halando a un elefante y varios personajes practicando sus actos, quedo absorta  viendo todo aquello nunca antes visto.

   Me acerco a un grupo de niños sin saber que decirles, porque no sé el nombre de la gitana, pero logro reconocer al niño de ayer.

—Hola, ¿me recuerdas? —me ve y sonríe mientras asiente con la cabeza—, necesito ver a la gitana de ayer. ¿Puedes llevarme con ella?

   Me toma de la mano y lo sigo hacia la parte de atrás de la gran carpa. Sophy va unos pasos detrás de mí.

   De este lado, hay varias tiendas armadas con telas, detallo todo con cautela, a pesar de no sentir miedo, debo andar con cuidado, algunos gitanos son de mala reputación y los que encuentro por el camino me miran de forma extraña. 

   Miro hacia un lado mientras camino guiada por el pequeño y me distraigo con un grupo de niños quienes están jugando con una pelota y tropiezo con un hombre fornido que lleva el torso desnudo.

—Lo siento —me disculpo con voz baja mientras él me observa desconfiado.

—Ravi —le habla al niño—. ¿Qué haces con esta manclayí (princesa) aquí? Este no es lugar para ella.

   El hombre le reclama al niño y este baja la cabeza entristecido.

—¡Hala! Sácala de aquí

   El niño se gira y me ve con los ojos brillosos y me atrevo a hablarle a aquel hombre que me causa un poco de miedo.

—Le pedí al niño que me llevara con una gitana que conocí ayer. No hace falta que lo trate tan mal —el hombre me ve y levanta una ceja mientras se cruza de brazos.

   No le bajo la mirada, me aterra su porte de hombre rudo con el cabello negro largo atado a una coleta, pero no me voy a dejar intimidar por él. Sophy se queda junto a mí para darme su apoyo.

—Las gitanas no hacen espectáculos privados. Así que tome a su sombra y váyase por donde vino.

—¡Oiga un poco más de respeto! —le reclamo—. Ella no es mi sombra, es mi doncella, además no hace falta que hable de esa manera, solo quiero hablar con la gitana, es todo y no me moveré de aquí sin verla

   Me planto en mi sitio cruzada de brazos al igual que él, que aún me mira con el entrecejo fruncido. Sophy me toma por un brazo para que nos retiremos, pero me niego a moverme del lugar, vine por algo y no me voy a ir sin conseguirlo. 

—Ravi, sácalas de aquí o las mando a sacar —le advierte al niño, quien me mira con pena.

—La llevaré a la salida.

   El niño toma mi mano y con mucho cariño acaricio su rostro.

—Dije que no me movería de aquí sin antes hablar con la gitana que vine a buscar —digo mirando al hombre ceñudo y este resopla.

—Hablé por las buenas, pero no me deja opción —se viene contra mi y me toma con fuerza del brazo para llevarme a rastras.

    Abro los ojos aterrada  cuando comienza a llevarme casi a rastras, Sophy lo golpea por la espalda para que me suelte y escucho el llanto y los gritos del niño.

—¡Suélteme! ¡Le exijo que me suelte inmediatamente! —intento zafarme del agarre que ejerce en mi brazo, pero él es mucho más fuerte que yo, por más que intento no moverme del sitio me lleva a rastras.

Hago uso de mis fuerzas y le doy un pisotón al hombre del cual se queja del dolor.

—¡¿Qué está sucediendo aquí? —dijo la voz de un hombre a mi espalda.

«¿En que nuevo lio me metí?»

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