Capítulo 20.
Richard.
La hacienda aparece frente a mis ojos y comienzo a ponerme nervioso. Nunca había llegado tan rápido a un lugar. Bajo del caballo y sigo el resto del camino a pie para darle descanso al lomo de mi pura sangre ya que está sediento por la sobrecarga de la carrera.
El gran portón de hierro se abre y lo cruzo preguntándole al primer peón que encuentro por la familia.
—Todos están en la casa —me responde.
«genial, el primer obstáculo para que mi hermosa me perdone» pienso.
Subo la escalinata hacia la puerta principal y doy dos toques a la aldaba para anunciar que he llegado. Mi corazón está acelerado, de antemano sé que no va a ser fácil que ella me perdone, pero voy a intentarlo hasta que lo haga, tengo aún un mes para hacerlo.
Josephine se sorprende al verme, los moretones en mi rostro son muy notorios. Paso al recibidor y me siento a la espera de Katherine impaciente, pero regresa la nana sin compañía lo que me pone más nervioso de lo que ya estoy.
—Lord Kensington lo espera en su despacho, puede acompañarme —me indica y mis manos comienzan a sudar.
Camino con ella por el pasillo y me señala una puerta doble de roble oscuro, le agradezco con la cabeza y me deja solo allí parado. Tomo aire antes de tocar y tomar el pomo para abrir con la voz de orden de adentro.
Entro y frente a mi sentado en la silla del escritorio está Lord Kensington muy serio viéndome, a su lado está Lady Caroline observando mi rostro lo que me apena, pero debo enfrentarlos, tarde o temprano tenía que hacerlo.
—Buenas tardes sus excelencias —les digo y me responden secamente. Lady Caroline apunta la silla frente a ella para que me siente, lo hago y espero a que sean ellos quienes hablen primero.
—Primero que nada Lord Chapman —habla el Duque—, quiero que sepa que me ha decepcionado su comportamiento del día de ayer. Pensé que usted era un caballero razonable y un ser pensante, pero sus actos de anoche dejaron en entredicho mis pensamientos.
Escucho atentamente el regaño sin decir una palabra, tienen razón en decirme tales cosas, no actúe de la mejor manera.
—Si ese joven no hubiese aparecido para auxiliar a mi hija, que hubiese sido usted capaz de hacer Milord, ¿Hurtar la virtud de mi hija a la fuerza? —dice lady Caroline.
—Ya tuviera un orificio entre ceja y ceja si se atreviera a tanto —habla Lord Kensington y trago grueso.
—Jamás lo haría, no soy un ser tan bajo —les digo apretando los puños sobre mis muslos—. Sé que no tengo excusa para lo que hice en la fiesta, pero estaba ebrio y no recuerdo la mitad de las cosas que dije o hice.
—Dígame Milord, está usted consciente de que si mi hija decide romper el compromiso un escándalo se cernirá sobre ambas familias y tanto la suya como la nuestra caerán en difamaciones —las palabras de Lady Caroline me aterran, romper el compromiso no es una opción para mi.
—Por mi parte ya ese compromiso esta anulado —miro a Lord Kensington preocupado por sus palabras y trato de enmendar mis errores.
—Les aseguro excelencias que eso no sucederá, si me permiten hablar con Katherine, pedirle perdón por todo y asegurarle que jamás volverá a suceder, el compromiso seguirá como lo planeado —soy firme ante mis palabras—. Si quieren alguna prueba de que soy totalmente sincero, renuncio a la dote que se me concederá al desposar a Katherine si es necesario.
—Vaya, ¿Está usted seguro de lo que dice? —me pregunta el Duque y asiento— Bien, veremos que dice nuestra hija, pero le advierto de una vez, si algo parecido vuelve a ocurrir, no me temblará la mano para darle un balazo.
Volvemos al recibidor donde me dejan sólo y van a hablar con mi novia mientras espero impaciente a que Katherine aparezca por el marco de la entrada. Descanso los codos en mis rodillas y cubro mi rostro con mis manos pensando en los escenarios que pueden estar sucediendo en estos momentos. Una figura femenina se para frente a mí y alzo mi cara para ver quién es
—Es muy tarde para que andes de visita no crees querido cuñado.
Anne está parada frente a mí con uno de sus vestidos provocadores que hacen que tenga sensaciones por todo mi cuerpo. Los sueños con ella no han cesado y tenerla tan cerca alborota mis sentidos.
—Estoy esperando a tu hermana —le digo toscamente para que me deje sólo, pero se sienta en el sillón frente a mi.
—Te haré compañía mientras llega. Supe lo sucedido, espero que el otro hombre haya quedado peor que tú.
—No lo sé, no recuerdo muy bien lo sucedido.
—Si pides mi opinión, estoy de acuerdo contigo.
—¿De qué hablas? —le pregunto dudoso.
—Pues si es como dicen que sucedieron las cosas, tenías derecho en ponerte celoso —siembra la duda de nuevo en mí—. Si ella no hubiese aceptado bailar con aquel joven nada de eso estuviera interponiéndose ahora en su compromiso.
—Fui yo quien actuó de mala manera, la forcé a hacer algo que ella no quería, estaba celoso y no fui consciente a la hora de beber.
—Te costará mucho trabajo que te perdone, pero no es imposible —la miro con el entrecejo fruncido—, ella te ama y haría cualquier cosa por estar contigo. Mueve las fichas a tu favor, haz que piense que es su culpa y no tuya.
—¿De qué estás hablando?, ¡Claro que fue mi culpa!
—Ella no tiene porque saberlo, simplemente actúa como un novio dolido, que sea ella quien se ponga en tus zapatos, verás que te perdona.
—No lo creo, envío de vuelta las flores.
—Está molesta, pero te perdonará lo sé, te ama demasiado —se calla unos breves instantes—. Vi como ella se abalanzó hacia ti el día que entraron al bosque.
—¡Fuiste tú!
—Si, por eso te digo, haz las cosas como te indico, verás que se va a sentir culpable y te perdonará.
—No lo sé, es complicado, no me siento capaz de hacerle eso.
—Hazme caso, si ella es inteligente no romperá el noviazgo, no después de sentir los besos que le das —quedo sorprendido ante sus palabras—, si yo fuera ella, me quedaría contigo.
Nos quedamos unos minutos en silencio mirándonos a los ojos hasta que ambos somos interrumpidos por Katherine quien entra al recibidor con una mirada llena de frialdad, sólo me saluda cómo si fuera un invitado más, no se acerca a mí más de lo necesario y eso me golpea el pecho lleno de culpa.
—Me dijeron que quería hablar conmigo Milord.
—Así es, pero no me gusta que me trates de usted, me hace sentir como una piltrafa —me sincero.
—Es el único trato que voy a darle —está diferente, me mira distinto, fríamente.
—Está bien, acepto Katherine —tomo aire—. Se que mi comportamiento de ayer no tiene ninguna excusa, me porté como un verdadero patán, te humillé y lastimé, no debí hacerlo por ningún motivo y he venido aquí a ofrecerte mis más sinceras disculpas.
—Me humilló, lastimó, me forzó a besarlo a pesar de mis constantes negativas, sin embargo, usted prosiguió sin importarle mi dolor.
—Me avergüenzo de todo, ese de anoche no era realmente yo, ni siquiera recuerdo la mitad de lo que sucedió.
—Se fue a los golpes con alguien que simplemente llegó a socorrerme, haciendome pasar la peor de las vergüenzas delante de él y los demás que presenciaban tal espectáculo... ¿Cree que hay motivos para perdonarlo? —no cambia su postura hacia a mi, la veo a los ojos y no veo ese brillo que reluce cuando estamos juntos. «La perdi por idiota».
—Lo sé, sé que actué como un perfecto imbécil, no debí tratarte mal la primera vez que te acercaste a mi para explicarme tus razones y lo lamento. Estaba celoso, perdido, no debí hacer caso a las murmuraciones de los invitados que los veian bailar tan a gusto...
Suelto todo. Ella escucha sin decir ninguna palabra.
—... La gota que derramó el vaso la puso el Duque de Edimburgo diciendo que no se molestaria en llamarte nieta y para mí fue un golpe bajo, me sentí dolido, frustado y más al verte de brazos de aquel... Hombre, te senti tan cómoda con él que todo dentro de mí se derrumbó.
Siento como mi garganta se cierra y se entrecortan las palabras.
—Lamento tanto, haberte hecho pasar tan mal trago anoche, pero sólo deseo que te pongas en mis zapatos unos instantes y pienses como hubieses reaccionado al verme con otra y donde mi mirada se centre en ella olvidandome del mundo.
Sus brazos se tenzan al escucharme, «creo que di en el clavo», pero sigue sin decir nada más.
—Como crees que me sentí al verte entre sus brazos, cuando tu mirada conectó con la de él. Te olvidaste de que yo existía.
—Eso no fue así —dice tajante—, si me hubiese dejado explicarle desde un inicio, nada de esto estuviera sucediendo, su maltrato de anoche no tiene justificación alguna, jamás le di motivos para que dudara de mi amor hacia usted.
—Lo sé y ahora lo entiendo, pero ayer estaba ebrio y los comentarios de los demás hicieron que mi cerebro me jugara una mala pasada.
—Si tan solo me hubiese escuchado.
—Ya no puedo volver el tiempo atrás para resarcir lo hecho, pero estoy aquí ahora intentando ser el novio del que te enamoraste y luchar por tu amor y de que me perdones.
—Rompa una copa —me dice fríamente—, e intente pegar sus pedazos de nuevo a ver si la copa se sigue viendo igual.
—Se que dañe esto por ser un idiota, pero no veo que sea motivo de acabar con todo a un mes de nuestro compromiso —le hablo al borde de la desesperación ya que ella no cambia su postura hacia mí— ¡Por Dios, si tan sólo te pusieras en mi lugar me entenderías!
—Póngase usted en el mío un breve instante y entienda cómo me sentía yo.
—Veo que no vas a cambiar de parecer y me rindo —le digo cansado de intentar salvar lo nuestro—, ya no voy a insistir más tú perdón...
—...Me hubiese gustado oír de tus labios un te perdono, pero veo que mi lucha es en vano. Katherine, yo te amo con todo mi ser, pero no rogaré tu amor si ya no sientes nada por mi... Me doy por vencido, deseo de todo corazón que logres ser feliz así no sea conmigo —hago una reverencia frente a ella—. Milady, con permiso.
Le digo sin más haciendo que cambie su postura y me mire de otra forma. Me giro dandole la espalda para dirigirme a la puerta y su voz me detiene en seco.
—¡Espera! —sonrío internamente—, Entiendo que no todo es tu culpa, yo, colaboré para que te sintieras así, pero no lo hice adrede, simplemente lo hice por educación y no hacerle un desaire al Duque.
Volteo a verla y tiene los ojos brillosos.
—Lo sé hermosa, pero fui yo quien te lastimó y no tengo excusa para eso —me acerco a ella y tomo su rostro entre mis manos—te amo y si me das una segunda oportunidad, te prometo que nunca más derramarás una lágrima de tristeza por mi culpa.
—Me lastimaste —me dice y pego mi frente a la suya cerrando mis ojos.
—Estoy consciente de ello y me siento como una basura... Entonces, ¿me perdonas?
—Sólo si prometes tenerme la confianza suficiente y nunca dudar del amor que te tengo.
—Prometo no volver a dudar de tu amor hacia mí, cómo espero que tampoco dudes del mío.
«Lo logré ». Logré que me perdonara. La abrazo con fuerza y le doy un efusivo beso en los labios el cual la sonroja de inmediato.
—Te amo —le digo.
—Hay algo más que debes hacer.
—Todo lo que quieras.
—Debes disculparte con el Duque —me suelta de repente y un nudo se forma en mi estómago de desagrado, pero le muestro que mis intenciones son buenas.
—Lo haré, apenas llegue a casa escribiré una nota de disculpa.
——————
El resto del día lo ocupo con mí novia. Paseamos por el jardín siendo vigilados por Sophy, aunque me molesta debo seguir los lineamientos de sus padres no me voy a arriesgar a otro enfrentamiento con el Duque.
En tres días debo volver a Londres antes de radicarme definitivamente en Essex, necesito encontrar un buen lugar para que vivamos Katherine y yo luego de que nos casemos.
Me tropiezo con mi cuñada en el portón principal cuando voy de salida y no puedo evitar admirar lo bella que está con ese vestido azul cielo y la sombrilla que la protege del sol de estos días.
Sus labios carnosos se llevan la atención de mis ojos y una vez más regresan a mi memoria aquellos sueños húmedos nocturnos con ella que no han cesado ni una sola noche. Carraspea frente a mi apartándome de mis pensamientos.
—¿De paseo? –le pregunto y sonríe.
—Si, me he mal acostumbrado a los paseos por la tarde. Lástima que mi acompañante esté por comprometerse, porque era muy grata su compañía.
—Pues si quieres, podemos dar un paseo por aquí, digo, para no perder la costumbre –le propongo y sonríe mostrando su blanca y perfecta dentadura.
Le ofrezco mi brazo y lo toma, tomo el camino que da al jardín, pero se niega a ir por ahí, lo que me hace mirarla con extrañeza.
—Por ahí podría vernos alguien y no quiero problemas —me dice y tiene razón, así que dejo que sea ella quien decida por dónde ir.
Noto que toma un camino rodeando el portón que nos lleva al bosque. Una de las doncellas nos sigue de cerca cuidándonos de malos entendidos. Seguimos por un sendero de tierra un poco descuidado, ya que los arbustos que indican el camino, no tienen el mismo cuidado que el que tomé una vez con Katherine, este es más "solitario".
Nos adentramos un poco más por el sendero. La copa de los árboles cubren parcialmente la entrada de la luz del sol dejándonos en varios tramos del camino en sombras.
—-¿Por qué nos has traído hasta aquí? —le pregunto un poco desconfiado.
—Quería felicitarte por haber logrado que mi hermana te perdonara.
—Me costó un poco, pero en parte fue gracias a ti.
—¿A mi? —me pregunta con su tono de voz suave y sensual.
—Si, mientras ella se negaba a perdonarme, recordé tus palabras e hice uso de ellas.
—Me alegra que me tengas presente —lleva su mano sobre mi pecho y mi corazón se acelera cuando cruzamos nuestras miradas.
—Es difícil no hacerlo siendo una dama tan hermosa —le suelto sin pensar en nada más.
—Cuidado —me advierte—. Para ti no debe haber mujer más hermosa que mi hermanita, aunque no puedo negar que si, soy más hermosa que ella.
El aroma de su perfume se desliza dentro de mis fosas nasales dejando un leve cosquilleo en mi cuerpo.
—Ahora estás en deuda conmigo.
—¡Vaya!, no pensé que el consejo me costaría dinero.
—No quiero tu dinero —me dice y la miro confundido—, pero si puedes pagarme de otra manera —susurra a mi oído y se aleja.
—Si no quieres mi dinero, ¿de que otra manera puedo pagarte?
—Cuando era pequeña, solía esconderme aquí cuando le hacía travesuras a mis hermanos —me cuenta cambiando de conversación —, mis padres me buscaban por todos lados y yo me sentaba allá—me señala una gran piedra con musgo, al parecer tiene mucho tiempo así—. No pasaban muchas horas para que me encontraran y me hicieran regresar a casa castigada.
Caminamos hasta la gran roca, desde aquí se puede apreciar una parte de la laguna que provee de agua a la hacienda.
—El suelo está un poco resbaloso —me advierte, pero su advertencia llega demasiado tarde, mis zapatos se deslizan y caigo sentado al suelo.
Ella se acerca a mi preocupada, pero la risa no me deja ponerme en pie.
—Lo lamento —me dice apenada—, no debimos venir aquí.
—No te preocupes, no pasó nada —-levanto su rostro para que me mire y así se tranquilice, pero el solo fijarme en sus hermosos ojos verdes hacen estragos en mi ser.
La miro hipnotizado y ella está igual que yo, sin reaccionar. Las ganas de besarla me inundan el cuerpo al verla entreabrir su boca para decir algo y sin pensar en arrepentimientos tomo su rostro con ambas manos y cubro sus labios con los míos dándole un beso eufórico y cargado de ganas.
Nadie nos ve ya que Anne le ordenó a la chaperona que se mantuviera muy alejada apenas cruzamos el camino de tierra, ella coloca sus manos sobre las mías correspondiendo al beso. Me adentro en su boca para saborear su interior y es toda una delicia. Mi cuerpo comienza a enviar señales a mi entrepierna que comienza a endurecerse.
«Quiero más, necesito más de ella». Llevo mi mano a su nuca e intento llevarla hacia atrás para acostarla, pero de un momento a otro reacciona apartandome de ella y viendome con asombro me grita:
—¡Esto no puede ser!, ¡No está bien, eres el prometido de mi hermana!
Y es ahí cuando reacciono y me doy cuenta de la locura que acabo de cometer.
———————
Anne.
—¡Me besó! ¡Richard, el novio perfecto e intachable me besó! —pensé que esto nunca sucedería.
Sigo sin poder dar crédito a lo que sucedido. Me tomó por sorpresa totalmente que se abalanzara contra mí de esa manera.
Toco mis labios aún hinchados y cierro los ojos recordando aquel momento y vuelve mi pecho a acelerarse.
—¡Marie! —llamo a una de las mucamas—, prepárame la bañera —le ordeno.
Me asomo al balcón mientras espero que coloquen el agua caliente para darme una baño y por debajo de mi ventanal veo caminando a mi hermana que debe de regresar de casa de su amiguita la hija de la cocinera. No se que me pasa, pero siento un vacío en el estómago al verla tan sonriente.
Me paro frente al espejo para que Marie me ayude a desvestir y veo las manchas verdes del musgo en mi vestido.
—¡Tiralo a la basura! —le ordeno.
—Pero se puede lavar. Yo puedo hacerlo y lo dejaré como nuevo...Mi abuela me...
—¡Que lo tires te dije! Y hay de ti si te lo quedas —le advierto.
Termino de desnudarme y entro a la bañera para relajarme un poco, pero inconscientemente llevo un dedo a mis labios y lo rozo de un lado a otro con suavidad.
No soy una persona que sufra de remordimientos de conciencia y debo ser sincera conmigo misma, desde hace un tiempo desee que esto pasara. Estoy consciente que muchas veces coquetee con él para probarme que no le soy del todo indiferente y hoy lo comprobé.
Yo lo provoqué llevándolo a ese lugar abandonado del bosque. Aunque no estaba en mis planes que fuera hoy, salió perfecto. Lo malo es que tal vez ahora, él ha de sentirse culpable.
—————-
Richard.
Llego a casa casi tan rápido como me fui, dejo a mi caballo abandonado en la entrada para que lo lleven al establo por agua y limpien sus patas.
Entro a la casa dando largas zancadas furioso, cómo es posible que haya cedido a mis deseos, traicionando de esta manera a la mujer que hace unas horas fui a pedirle perdón.
La puerta de mi habitación hace un estruendo cuando la cierro y me quito la corbata que traigo molesto conmigo mismo.
Alguien toca a mi puerta y en verdad no tengo ánimos de ser molestado y mucho menos por mi padre, ya tuve suficiente por el día de hoy, pero la persona interesada insiste tocando y no me queda más remedio que abrir predispuesto a escuchar los reclamos de mi progenitor.
—¡Si vienes a insistir con lo de las flores ya no hace falta! —grito antes de abrir la puerta, pero callo repentinamente al ver que no es mi padre si no mi tía.
—No vengo a insistirte en nada —me dice suavemente como siempre me habla—, vengo a saber si arreglaste las cosas con Katherine.
—Si —le digo y se alegra por mí—, pero, la embarré de nuevo —me tiro de espaldas a la cama con la camisa abierta y las manos sobre mis ojos.
Ella se sienta mi lado y coloca su mano sobre mi hombro.
—A ver, ¿cómo está eso de que la embarraste?
No quiero decirlo, pero ella es como mi madre, es quien ha visto por mi desde que mamá murió.
—No sé cómo sucedieron las cosas, pero... —suspiro tomando fuerzas—... Besé a mi cuñada.
Siento como la zona de la cama donde estaba sentada se alza en señal de que se levantó de golpe.
—¡¿Cómo que besaste a tu cuñada?!
Dejo de cubrir mis ojos y me incorporo sobre la cama. Ella escucha atenta y sin interrumpirme lo que le cuento y acuna mi rostro con sus manos.
—¿Te gusta Anne? ¿Ella correspondió a tu beso? —me pregunta y no sé qué responderle, porqué ni yo mismo sé lo que siento.
—No lo sé y si me correspondió con la misma intensidad, pero luego se arrepintió y salio corriendo—me sincero.
—Hijo, si no estás seguro de lo que sientes por Katherine, lo mejor es que rompas ese compromiso antes de que sea tarde.
—¡No! —me levanto exaltado de la cama— ¡Jamás rompería mi compromiso con ella, me pertenece!
Mi tía me ve con asombro y se acerca a mí con cautela.
—Richard...¿Acaso tu y ella? —niego con la cabeza.
—No, una vez lo intenté, pero ella se negó.
Me da vergüenza contarle estas cosas a ella, pero es con la única que puedo desahogarme.
—Cariño, piensa muy bien y aclara tus sentimientos pronto, porque si sigues así, no sólo tú saldrás perjudicado en todo esto.
—¡Crees que no lo sé! —camino deteniéndome frente a la ventana— ¿Y si Anne se lo cuenta a su hermana, que voy a hacer tía? Me costó mucho convencerla de que me perdonara.
—Debes hablar con Anne entonces, aún queda una celebración para dar por culminada la temporada, aprovecha y habla con ella.
—No se si vendrá.
—Vendrá —dice muy segura—. Hay un invitado especial de parte de la reina y esta es su penúltima oportunidad de conseguir marido.
—Entonces, partiré mañana temprano a Londres y enviaré a alguien a vigilar la residencia de Lady Gertrude para que me informe apenas la vean cruzar el umbral de esa casa.
Estoy decidido a hablar con ella antes de que hable, si es que ya no lo hizo.
—————-
Anne.
El resto del día lo pasé encerrada en mi habitación, allí cené y tomé la decisión de marcharme mañana temprano para la celebración de la última fiesta de la temporada que tendrá un invitado muy especial y no puedo perder la oportunidad de presentarme ya que si en esta última reunión no encuentro marido, tendré que tomar otra medida, pues no seré catalogada como solterona y esperar que mis padres me encuentren un vejete como esposo.
——————-
La noche pasa rápido y ya estoy terminando de arreglarme para subir al coche que me llevará de vuelta a Londres.
Me despido de mi familia con un nudo en la garganta cuando Katherine me abraza y me da sus buenos deseos para conseguir marido. «si ella supiera», pero preferí quedarme callada, porque esto me perjudica tanto a mí como a Richard y no quiero quedar cómo una golfa delante de todos si se llegasen a enterar que yo lo lleve al bosque y ordené a la chaperona quedarse atrás.
Su silencio me costó unas cuantas libras, pero lo hará porque es una de esas mucamas que les gusta el dinero. Ella ha intentado meterse entre las sábanas de algunos de los peones mejores pagados de mi padre, pero no ha tenido éxito.
Llego a eso del mediodía a Londres, el cielo grisáceo me recibe, tal parece que habrá tormenta. Entro a la casa y me encuentro con Eleanor que va de salida y me sonríe, algo que se me hace extraño porque casi nunca lo hace.
—¡Bienvenida a casa querida!, últimamente esta residencia se ha mantenido muy callada y en verdad extrañaba los ruidos extraños en tu habitación.
Sonríe de forma macabra mientras como puedo disimulo lo helada que estoy ante sus palabras, «algo sabe estoy segura».
Subo a mi habitación y Charlotte aparece para arreglar las cosas que traje. Me cambio y voy a ver cómo sigue la tía Gertrude encontrándome con la sorpresa de que se va a la hacienda.
—No quiero dejarte aquí sola con Eleanor, pero el médico insiste en que el aire del campo me hará bien —me habla tomando respiraciones cortas—. Quiero que vayas a la última reunión, esperes una semana por si algún pretendiente aparece y si no, regresas de inmediato a Kent.
—Así lo haré tía.
Paso el resto del día en la segunda planta de la casa encerrada en mi habitación, pregunto a Camile si no hay algún correo para mi y niega lo que me enfurece.
No dormí casi en toda la noche pensando en Dominic, Tal parece que sólo quiso calentar su cama y matar sus ganas conmigo y me dejó.
——————
Al día siguiente despido a mi tía desde el umbral de la puerta quien ya se marcha rumbo a la hacienda, pero antes de entrar a la casa después de ver el coche partir, la figura de un hombre con gabardina oscura y sombrero llama mi atención. No logro verle el rostro pero siento que ya lo he visto en algún lado.
La curiosidad me mata y bajo un par de escalones para acercarme, pero por la calle pasa un coche que me quita la visibilidad del lugar y cuando puedo verlo de nuevo, ya no está.
Camino al comedor y me encuentro allí a Eleanor que ya está desayunando, me siento frente a ella quien toma un cuchillo y comienza a untar de mermelada una tostada.
—Tenemos la casa sola para nosotras, ya puedes hacer todo el barullo que desees en tu habitación sin que nadie te descubra.
Sus comentarios ya me tienen harta así que de una vez por todas la encaro.
—¡Si vas a decirme algo, dilo de una vez y como es! ¡Deja tu sarcasmo! —la enfrenté, ya está cansándome.
—¡Vaya la princesita tiene agallas! —apoya los codos sobre la mesa y cruza sus manos por debajo de su mentón—. ¿Tienes algo que decir querida prima?
—¡Habla de una vez, que no entiendo a qué te refieres! —De pronto, se relaja en su puesto y vuelve a comer.
—No te pongas nerviosa, sólo estoy jugando contigo —dice burlándose de mí y suelto la servilleta sobre la mesa.
—Iré a la residencia de los Wallace.
—Ve con Dios.
Paso la tarde en casa de Penny quien aún está un poco molesta conmigo, por lo del encuentro en su casa la última vez. Ella tampoco ha recibido noticias de Dominic y todo indica que mis sospechas son ciertas "solo fui cama para él".
Regreso a casa luego del té en casa de mi amiga junto a Camile. Eleanor está en el recibidor ¿bordando?, jamás la he visto en tareas tan simples como esa, ella es más de ordenar e imponer, no de esa clase de mujer.
Paso de ella ignorándola y subo a mi habitación. Le pido a mi mucama que abra el ventanal para que entre un poco de aire fresco y mi sorpresa fue tal al ver que el balcón estaba sellado con barrotes de lado a lado.
Me sentí encarcelada. Llena de rabia bajo al recibidor para encarar de una vez por todas a Eleanor quien en los últimos días se ha vuelto una piedra en el zapato con sus frases llenas de sarcasmo.
—¡¿Qué significa eso en mi habitación Eleanor?! Acaso ahora vivo en una cárcel, para tener mi balcón lleno de fierros.
Suelta el bordado a un lado de ella suavemente y se levanta parándose frente a mí.
—Pensé que te ibas a dar cuenta hasta mañana de la sorpresita.
—¡Déjate de idioteces y habla de una vez!
—En verdad quieres que hable primita, ¿Quieres que diga todo lo que sé de una buena vez?
Su rostro cambia y su mirada se vuelve oscura, como si un ser maligno se hubiese apoderado de ella.
—Yo mande a colocar esa reja en tu balcón para que así ese marinerete de pacotilla que te visita por las noches no vuelva a subir.
Palidezco, lo sabía, sabía que ella ocultaba algo.
—No sé de qué estás hablando —niego.
—Vas a negarme en mi propia cara que un hombre te ha visitado todas las noches por dos semanas —se acerca a mí— vas a negarme que ese hombre entra casi a medianoche y se va antes de que amanezca.
Vuelvo a negar.
—¡No me creas tan tonta primita, lo he visto y he oído tus gemidos por las madrugadas!, el olor a sexo de tu habitación se aspira apenas abres la puerta.
—¡¿Y eso a ti que te importa?! —hablo ya no hay vuelta atrás, me ha descubierto— ¡No es tu problema lo que haga o deje de hacer!
—¿Qué dirían tus padres si se enteran? Agradece que fui yo la que te descubrió y no tía Gertrude.
—¡No me importa lo que digas!
—Mira que venir a enredarte con un marinerete de quinta. Al menos lo hubieras hecho con un caballero de abolengo.
—¡Callate! —le grito y me toma fuertemente del brazo.
—Deberías de estar agradecida conmigo por no soltar la lengua —aprieta un poco más fuerte haciéndome arrugar el entrecejo del dolor—. Harás todo lo que te diga de ahora en adelante si no quieres que suelte la lengua.
—¿Y si me niego que?
—Divulgaré todo lo que sé y la honorabilidad de tu apellido y la tuya misma caerá y rodará por los suelos.
—¡No te atrevas a hacer eso, te lo advierto! —la amenazo.
—¡No me amenaces que aqui la única que tiene que perder eres tú!
Me suelta y me deja ahí en el recibidor mientras yo froto mi brazo preocupada por su amenaza.
Corro escaleras arriba y me encierro en mi habitación, con la desesperación a flor de piel. Barro con todo lo que hay en la cómoda, perfumes, peines, polvos, todo cae al suelo haciendo un estruendo de vidrios rotos.
—¡Milady! —grita Camile al ver el desastre.
—¡Déjame sola! —le grito, pero no se va, sólo se agacha a recoger el desastre.
—¡Desgraciada mujer, tiene ojos por todos lados! —alzo la voz hablando para mi misma.
—¿La descubrió cierto? —veo a Camile— Dígame, ¿Se enteró del marinero que la visitaba por las noches cierto?
La tomo fuertemente del brazo.
—¿Cómo lo sabes? ¡Habla!
Me mira con miedo.
—Yo... Lo descubrí una mañana cuando iba por la leche y lo vi bajar por el balcón con la camisa a medio poner.
—¡¿Quién más lo vió?! ¡Habla!, ¿Quién más lo vió? —ejerzo más presión sobre su brazo hasta que veo mis nudillos ponerse blancos.
—¡Sólo yo! —grita mientras se retuerce del dolor y la suelto— Pero Lady Eleanor lleva días haciendo preguntas entre la servidumbre.
—¿Desde cuándo?
—Desde que usted se fue a la hacienda a visitar a sus padres... Ella estuvo haciéndome preguntas, pero siempre le dije que no sabía nada.
—Limpia eso y lárgate. Quiero estar sola
—Milady, sabe que le soy fiel, nunca la traicionaría.
Camile termina de limpiar el desastre que hice y vuelvo al balcón agarrandome de las rejas sintiéndome impotente.
—Todo estaba tan bien hace unos días, ¿cómo puede cambiar todo de la noche a la mañana?
La pregunta salió de mi boca por si sola sin poder darme yo misma una respuesta.
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