Capítulo 17.

Una semana después, Anne retoma su asistencia a la penúltima fiesta de la temporada en Londres sin conseguir un pretendiente a su "altura".

Al día siguiente del festejo, Camile le hizo entrega de una carta de Dominic.

"Mi amada Charlotte, espero recibas esta nota muy pronto.
Volveré a Gran Bretaña pronto por un par de días, lastimosamente no podré ir a verte, ya que la pequeña embarcación en la que iré no atracará cerca de Londres.
Estoy deseoso de volver a verte, pero por motivos que ahora no puedo informarte no podré hacerlo.
Prometo compensarte el tiempo perdido a mi regreso.
Tuyo para siempre:
                      Dominic. "

Ella al leer la corta misiva que le entregó Camile la rompió en pedazos furiosa.

—¡¿Quién te entregó la carta?!

—Un sirviente de la mansión Wallace Milady.

—Termina de arreglarme —dijo molesta.

Tomó papel y pluma comenzando a escribir una corta nota, la selló con cera caliente donde estampó el sello familiar y se la entregó a su doncella.

—Que alguien lleve esta carta a la mansión Wallace, se la entregue a Penélope personalmente y que espere la respuesta.

—Cómo ordene Milady.

Camile salió de la habitación rumbo a la cocina dejando a Anne inquieta caminando de aquí para allá.

————————

Por otro lado, la salud de la tía abuela Gertrude se ha ido deteriorando rápidamente, lo que ha preocupado a Rose y a su médico de cabecera, quien la está revisando en estos momentos.

—Creo que es tiempo de aumentar las dosis de los medicamentos —indica el médico de cabecera—, su corazón se ha debilitado y no puede recibir emociones fuertes.

—Estaremos al pendiente doctor —respondió la doncella de Gertrude.

   Eleanor despidió al médico en la puerta y se encerró en el despacho rebuscando entre los documentos guardados en las gavetas.

—¿Dónde diablos los habrá metido?

Continua buscando sobre por sobre, papeles y más papeles, pero no haya lo que quiere y comienza a desesperarse.

—¿Milady, que está buscando? —pregunta Rose desde la puerta sorprendiendola.

—¡Acaso no te enseñaron a tocar la puerta antes de entrar! —la regaña.

—Disculpe Milady, pero si toque varias veces, como la vi entrar, pensé que necesitaría mi ayuda.

—Estoy buscando las hojas para enviarle un mensaje a Caroline para informarle sobre el estado de nuestra tía —miente.

Rose entra al despacho y le señala las hojas sobre la mesa, Eleanor finge no haberlas visto.

—Estoy nerviosa por eso no las vi.

—Me quedaré aquí mientras escribe, así no tendrá que mandarme a llamar.

—Gracias Rose, cómo siempre tu tan servicial y fiel a mi tía —dijo a modo de sarcasmo.

Eleanor aprieta la pluma intentando disimular su enojo. Termina de escribir, sella la carta con el sello familiar y se lo entrega esperando que salga del despacho, pero el ama de llaves y mano derecha de Gertrude es astuta y no la deja sola.

—¿Qué esperas que no vas a llevar la carta al mensajero? ¡Qué no ves que es urgente!

—Lo sé, pero si me dice que buscaba en realidad, podría ayudarla.

—Estaba buscando las hojas, que más podría estar buscando aquí. ¡Anda muévete que no hay tiempo que perder! —termina gritándole y Rose no tiene de otra que retirarse.

—¡¿Dónde habrá escondido ese maldito testamento?!

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Anne continúa encerrada en su habitación, Camile llega y le entrega un sobre que abre con afán, lo lee y sonríe.

—Quiero que alistes el vestido más llamativo que tengo para mañana.

—¿Saldremos mañana?

—Si, así que prepara el vestido y mañana quiero aromatizantes en mi baño —ordena.

—Sí Milady, como usted diga.

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El día siguiente Anne se levanta temprano y desayuna sola en el comedor, ya que Eleanor salió desde temprano.

Sube al segundo piso y toca la puerta de la habitación de su tía abuela. Es Rose quien le abre permitiéndole la entrada, Anne se acerca a su tía quien está sentada en el balcón tomando un poco de sol.

—¿Cómo amaneció hoy tia abuela? —Pregunta.

—Aún no voy a morirme, si es lo que quieres saber —le dice toscamente.

—Nunca he deseado su muerte ni la de nadie —le responde de la misma manera.

—Últimamente las personas sólo vienen aquí por las mañanas esperando que al abrir esa puerta me encuentren tirada en esa cama y tiesa como una estatua.

Rose sólo mueve la cabeza negando las palabras de su señora, mientras que Anne se le acerca con discreción.

—Nadie quiere su muerte tía.

—Dilo por ti, no por todos, en esta casa hay personas que quieren verme tres metros bajo tierra desde hace rato, ¿no es así Rose?

—Milady, no diga eso, aquí todos la quieren.

—¡Mientes! —dice alterada— Sabes que no es cierto lo que dices —Anne mira de una a otra sin entender nada—, sabes que en el fondo ella me odia y me odiará siempre.

El dolor la hace sucumbir dejando mostrar su pena delante de su sobrina nieta.

—Milady —interrumpe Rose—, su corazón.

—Ella nunca me perdonará —un dejo de tristeza se escucha en su voz, el arrepentimiento por haber obligado a su sobrina a casarse con un hombre al que nunca amó, la está martirizando—. Ayúdame a llegar a la cama.

—Como usted ordene Milady.

Anne dejó a las dos mujeres en la habitación con la duda de saber de quien hablaba su tía.

«¿Quién la odia tanto?»

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Por la tarde Anne llega con su doncella a la mansión Wallace, dentro la recibe su amiga Penélope con un grupo de amigos, incluyendo a Richard quien no despega los ojos de su cuñada.

Su vestido blanco floreado, de mangas a tres cuartos y bajo escote en el pecho la hace lucir apetecible ante los ojos masculinos de los invitados, quienes no han dejado de decirle algunos cumplidos.

Richard por alguna razón no puede apartar la vista de ella. La forma en que Anne lleva la taza de té a sus labios y los saborea, le hace sentir un cosquilleo en su pelvis.

Ella lo nota y no le incomoda para nada, siempre ha sido una mujer coqueta provocadora de hombres. A diferencia de su hermana que siempre ha sido más inocente y delicada.

—Buenas tardes Anne —la saluda Richard acercándose—. Tan hermosa como siempre.

—Un hombre a punto de comprometerse no debería hacer ese tipo de comentarios —respondió, fijando sus ojos verdes en él— y mucho menos a su cuñada.

—La belleza hay que admirarla y tú eres una mujer hermosa, no lo voy a negar.

—Basta, harás que me sonroje.

Richard se acerca un poco más a ella para decirle algo al oído.

—Si el sonrojo te hace ver más hermosa de lo que eres, con gusto lo haría todos los días.

Anne de pronto sintió como su cuerpo se calentaba, al escuchar la voz de su cuñado tan cerca de su oído, sin entender porque comenzaba a sentirse de esa manera.

—¿Interrumpo algo? —Preguntó Penélope

—Las dejo para que conversen...Señoritas, con permiso.

   Richard las deja solas, pero Penny mira a su amiga con desconfianza.

—¿Qué hacías con él a solas?

—Charlabamos nada más, no sabía que mi cuñado fuera tan interesante —suelta fijando la vista en dirección a Richard quien conversa con unos amigos.

—Es el novio de tu hermana, no es de buen ver que andes charlando con él a solas —le reclama su amiga—. ¿Qué pretendes, seducirlo?, ¿debo recordarte la promesa que le hiciste a Dominic?

—¡No estoy seduciendo a nadie! —afirma— Sólo me divertía con mi cuñado. Y no, no he olvidado la promesa de esperarlo.

—Bien, por qué él te ama, además ya entre ustedes hubo... —Se acerca más a Anne y le susurra— Intimidad.

   Anne se endereza en su lugar, nadie sabía sobre su secreto, toma con fuerza el brazo de su amiga y la hace agacharse a su altura.

—¡¿Quién te dijo esa mentira?! —preguntó desde su asiento— ¿Quién osa levantar esas calumnias en mi contra?

—Alguien te reconoció cuando fuiste a la zona vieja y te vieron entrar a casa de la anciana que buscan las prostitutas que trabajan en los burdeles.

—¡Mientes! nunca he ido por esos lados.

   Anne trata de defenderse, pero no hay vuelta atrás, alguien la reconoció ese día y la siguió.

   Ella se levanta y disimuladamente arrastra a su amiga dentro de la casa donde nadie pueda oirlas.

—¡¿Quién te dijo esa calumnia sobre mí?! Necesito saber quien anda poniendo mi nombre en boca de todos.

   Penélope se endereza, retando a su amiga.

—No son calumnias, quién te vió te reconoció a pesar de llevar harapos de criada.

   Anne abre los ojos sorprendida.

—¿Quien me vió?, ¡Habla de una vez!

—No puedo decírtelo, di mi palabra de no ponerlo en evidencia —mintió.

—¡Eres mi mejor amiga Penny, debes decírmelo! —Anne le exigía a Penélope, pero esta se negaba a soltar el nombre de quien la había visto— Está bien, no me lo digas, eso dice mucho de ti y de quién eres en realidad, prefieres defender a otra persona que a mí, que conozco tus secretos.

—No dirás los míos y yo no diré los tuyos, estamos a mano.

—Bien, entonces no tengo nada más que hacer aquí. Voy a despedirme de todos.

   Anne dejó a su amiga y salió al jardín a despedirse de todos, excusándose con una fuerte jaqueca.

   Penélope la acompañó hasta la entrada y vió como esta subía a su coche con su chaperona.

—Nunca voy a decirte que fui yo quien te vió aquel día Anne —dijo tan bajo que ni el mayordomo que estaba en la puerta pudo oírla.

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   Anne pasó todo el camino a casa callada, nerviosa, pensando en quién podría haberla visto, si el rumor se corría, pondría el apellido de su familia por el suelo, su virtud se vería en entredicho y la tildarían de libertina.

   Llegó a casa con ganas de subir directamente a su habitación, pero Eleanor la llamó al recibidor.

—¿De dónde vienes, qué llegas tan alterada?

—De la mansión Wallace, tuve una pequeña discusión con mi amiga, es todo.

—La cena está por ser servida ¿Me acompañarás a la mesa? —preguntó y Anne negó con la cabeza— Bien, recuerda cerrar muy bien el ventanal de tu habitación, no vayas a ser que se cuele por tu ventana algún intruso

   Anne se detuvo helada a los pies de la escalera al escuchar a Eleanor decirle eso. Llenó de aire sus pulmones y volteó a ver a la prima de su madre.

—¿Por qué habría de colarse alguien por el ventanal?

—No lo sé, dímelo tú —Eleanor le sonrió y la dejó allí parada, encaminandose al comedor—. Por lo visto esta noche la cena me sabrá a gloria.

   Anne dio un portazo cuando se encerró en su habitación, estaba nerviosa, histérica, nada el día de hoy le había salido bien. Primero lo de Penélope, ahora lo de Eleanor.

—¿Qué tanto sabe ella?, ¿Lo habrá visto alguna vez? —se preguntaba mientras caminaba de aquí para allá.

   Rose la interrumpió de sus pensamientos cuando tocó a su puerta, entregandole un mensaje familiar. Rompió el pequeño sello y comenzó a leerla.

—¡No estoy para fiestas de disfraces en estos momentos Rose!

—Es el cumpleaños del mejor amigo de su difunto abuelo Milady, sería una descortesía no asistir si su familia irá.

—¿Tengo alguna otra salida? No quiero estar rodeada de vejetes rabo verde.

—No puede negarse a asistir.

—Ya pensaré en algo, puedes retirarte Rose.

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   Los días siguientes, Anne y Richard se encontraban en una que otra reunión que hacían los nobles de la alta sociedad.

   Ambos iban entrando en confianza. La atracción del uno por el otro crecía también.

   Richard en un par de ocasiones acompañó a su cuñada a casa y aprovechaban para dar un paseo por el parque a la vista de todos sin importarles mucho el qué dirán.

   Por otro lado, en Kent, Katherine contaba los días para la celebración de su compromiso con su novio. En varias ocasiones donde se reunía con las damas de sociedad hablaba de lo maravilloso que era su futuro prometido y lo mucho que se amaban.

   Tan sólo nombrar a Richard le brillaban los ojos llenos de ilusión. Varias veces se imaginó ir de su mano por la plaza del pueblo siendo la envidia de muchas.

   Lastimosamente la amistad que sostenía durante años con Paul se quebró, ya no eran los mismos amigos de antes. Eran obligados a saludarse cuando se encontraban en el mismo círculo social, ya que Phillip lo invitaba cada vez que podía a acompañarlo.

    El silencio entre ambos era incómodo y a la vez doloroso, pero ninguno de los dos daba su brazo a torcer para recuperar su amistad.

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   Las invitaciones para el compromiso fueron enviadas por los lacayos de la hacienda a la alta sociedad. Era el evento del año. Al fin se casaría una Kensington la que daría el primer heredero a Lord Chapman quién desde ya saboreaba la fortuna que vendría con su nueva nuera, sin embargo, algo le preocupaba y era el entusiasmo de su hijo por la cuñada, no podía permitir que su apellido fuera el motivo de los chismes de la sociedad londinense.

   Varias veces enfrentó a su hijo advirtiéndole de las consecuencias de su comportamiento, pero este alegaba que solo afianzaba su amistad con su cuñada, negándose a ver lo que tenía frente a sus ojos y era que comenzaba a interesarse por Anne.

  Algunas noches Richard se despertaba sobresaltado con los sueños indecorosos que tenía, donde veía a Anne desnuda debajo de él.

   Al despertarse notaba como su miembro estaba erguido y dolía por la falta de sexo, lo que lo obligaba a masturbarse con pensamientos de culpa por traicionar a su novia, satisfaciendose con otra en su mente.

   Eran largas noches donde bajaba su calza de dormir y pasaba su mano de arriba a abajo sobre su falo acariciándose suavemente al inicio, trayendo a su mente los pechos voluptuosos de su cuñada imaginando cómo sería morderlos y chuparlos con ardiente deseo, acelerando el ritmo, trayendo a su mente las imágenes de sus sueños viendo a Anne cabalgandolo.

   Mordía su labio inferior y apretaba más su miembro acelerando el
movimiento hasta sentir como sus fluidos se derramaban sobre su mano. El sentimiento de culpa lo abordaba cada vez que realizaba aquel acto tan bochornoso. Para un hombre sexualmente activo como lo era él realizar tal cosa era sinónimo de debilidad, ya que tenía a cuanta mujer deseaba en el momento que lo quisiera.

   El descargarse en su mano pensando en otra que no fuera su novia lo carcomía por dentro.

   «¿Por qué pienso tanto en Anne y no en mi futura prometida?», eran preguntas que se hacía luego del acto, sin darse una respuesta lógica, negándose a ver la realidad y era, que se estaba enamorando de su cuñada.

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Días antes de la celebración del cumpleaños del Duque de Edimburgo Lord Christian Richardson, Anne llegó a la hacienda donde encontró a su madre y a su hermana como locas, con muestras de telas y encajes regados por todo el recibidor.

—¿Qué es toda esta locura? preguntó.

Su hermana se abalanza sobre ella emocionada.

—¡Estamos escogiendo la tela de mi vestido para el compromiso!

Anne sintió como un puñal le atravesara el pecho, en menos de un mes su hermana se comprometería con Richard, quien sin querer se había convertido en alguien importante para ella. Aunque aún pensaba en Dominic, pero ya no era lo mismo.

Él le había escrito diciendo que volvería por un par de días y ya no supo más nada de Dominic.

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Tres días después. Richard regresa a casa de su padre, teniendo una acalorada discusión con él por los acontecimientos de Londres. El rumor de la amistad tan cercana que sostiene con su cuñada se ha ido regando llegando a pueblos vecinos.

—¡Que digan lo que quieran!, ¡Es puro cotilleo lo que hace la gente, nunca he dado pie para que duden de mi amor por Katherine! —se defiende de las acusaciones de su padre.

—¡Más te vale que así sea Richard! —Le advierte— Más te vale.

Richard pide un caballo para llegar más rápido a la hacienda, ya le urge ver a su amada y así, de una vez por todas acabar con la duda que lo carcome desde hace un par de semanas.

Al llegar a la hacienda encuentra el mismo escenario que Anne encontró, telas y encajes por doquier, pero esta vez una modista francesa está tomando las medidas de Katherine quien está parada sobre un pequeño taburete.

Richard la observa detenidamente, el brillo de los ojos de su amada denota una felicidad inmensa. Ella sonríe al percatarse de su presencia.

—¿Qué es todo este alboroto? —pregunta Richard a su novia cuando ella se baja del taburete.

—Estoy eligiendo la tela con la que harán mi vestido para nuestro compromiso —dice tan emocionada que él se acerca, toma sus manos y las besa—, quiero que llegue pronto ese día...¿Tú no?

Richard se queda callado unos breves instantes al notar la presencia de su cuñada en el lugar, sus miradas se cruzan un par de segundos, pero él vuelve la vista a Katherine cuando ella le repite la pregunta.

—¡Claro hermosa —vuelve a besar su mano—, estoy impaciente porque llegue el día... ¿Podemos dar un paseo?

La pregunta de Richard la tomó por sorpresa, el tono de su voz no era el de siempre, sin embargo ella asintió. Quiso llamar a su chaperona, pero él se negó pidiendo tiempo a solas, a pesar de las advertencias de su madre y la insistencia de su novio, aceptó.

—Gracias, necesitaba estar contigo a solas —le dijo mientras caminaban por el jardín—. Katherine.

—¿Si?

—¿Me amas?

La pregunta tomó por sorpresa a Katherine, como podía su novio dudar de sus sentimientos faltando semanas para su compromiso.

—Claro que te amo. ¿Acaso lo dudas?

—No, por supuesto que no, es que... Ya no pasamos tiempo a solas y yo necesito tenerte entre mis brazos —Richard la tomó por los hombros—, por favor hermosa, vayamos a un lugar donde nadie nos vea.

Katherine al principio se resistió, pero Richard le tomó el rostro y la besó convenciéndola. Ambos caminaron a las afueras del jardín, para adentrarse en el bosque que da a la laguna.

Pero ellos no contaban con que alguien los vería y los siguiera desde lejos.

Al llegar a un pequeño claro no muy lejos de la laguna. Richard detuvo el paso.

—¿Pasa algo? —preguntó Katherine.

—¿Me amas hermosa? —volvió a preguntar Richard parándose frente a ella.

Katherine dudó para responder, no entendía porque su novio volvía a hacerle la misma pregunta de nuevo.

—¡Claro que te amo! No tienes porqué dudar de mis palabras Richard.

—No lo dudo, pero necesito que me lo demuestres. Quiero que me des una prueba de tu amor por mí.

Katherine da un paso atrás sin entender a que se refiere.

—No estoy entendiendo, acaso no te basta con que te diga que te amo.

—Necesito acciones Katherine —le dijo, pero ella seguía sin entender, nadie le había explicado jamás lo de la prueba de amor.

Katherine colocó sus manos en el rostro de su amado y mirándolo a los ojos repitió aquellas palabras que no se cansaba de repetirle.

—¡Te amo Richard!

Llevó sus labios y los posó sobre los de él dándole un beso. Richard no desperdició el momento y abrió sus labios introduciendo dentro de su boca su lengua, buscando saborear la de ella. La tomó de la cintura acercándola más a su cuerpo, mientras llevaba la espalda de Katherine contra el tronco del árbol que tenía detrás.

El beso se hizo más intenso. Katherine comenzó a sentir un frío helado llegar a su estómago, el abdomen bajo de Richard se pegó más a su pelvis haciendo que su corazón se acelerara.

Richard descendió su boca hasta el cuello de ella dejando cortos besos en él. Katherine sentía como el frío helado de su estómago desaparecía y comenzaba revolotearle, se estaba dejando llevar por los suaves y tiernos besos que le daba su amado. Llevo sus manos alrededor del cuello de él, haciéndolo volver a sus labios con besos más profundos y necesitados.

Richard estaba urgido, su miembro comenzaba a endurecerse, quería más de su amada, debía aprovechar ese momento a solas para hacerla suya de una vez, no deseaba esperar al matrimonio, añoraba introducirse en ella en ese justo momento. Así como lo había deseado en sueños anteriores antes de que Anne nublara sus pensamientos.

Cómo pudo él logró hacerse de una de las manos que Katherine tenía rodeando su cuello y la quiso llevar hasta su entrepierna para que ella sintiera su dureza, pero el sonido de una rama al quebrarse los puso a ambos en alerta.

Katherine apartó a Richard de ella asustada, pero él se mantuvo alerta viendo hacia donde había escuchado el ruido a ver si descubría al causante de entorpecer su momento.

—¿Quién anda ahí?.. ¡Salga de una vez! —gritó, pero nadie salió.

—Creo que debemos ir a casa, ya se está haciendo tarde —le pidió Katherine con las mejillas sonrojadas.

—Quedémonos, tal vez fue sólo una liebre.

—No, mejor nos vamos, si mi madre ya notó mi ausencia debe estar buscándome y no quiero ganarme un regaño.

—Hablaré con ella, es mi culpa, por favor hermosa, no nos quedemos así.

Katherine no entendía lo que quería decir con esas palabras, la tomó de nuevo para besarla, pero ella se negó, haciéndolo enojar.

—Entonces no me amas tanto cómo dices... Vamos antes de que tú madre comience a buscarte.

Richard comenzó a caminar adelantándose a ella por unos cuantos pasos. Katherine tuvo que acelerar el paso para poder alcanzarlo y tomarlo de un brazo para que se detuviera.

—Richard por favor detente, no te enojes.

—No lo entiendes.

—Ya pronto nos comprometeremos y luego podremos darnos todos los besos que quieras cuando nos casemos, dormiremos juntos, yo te abrazaré por las noches, pero no te enojes.

En ese momento Richard recordó que Katherine no sabía nada sobre la vida marital de una pareja. Respiró profundo para drenar la rabia que sentía y le dio un tierno beso en los labios.

—Tienes razón, ya tendremos tiempo para abrazarnos.

Volvieron a la casa, Katherine se ganó un regaño de su madre por salir sin chaperona, pero Richard se echó toda la culpa recibiendo él también el llamado de atención.

Mientras Richard se despedía de su amada en la puerta, Anne estaba hecha una furia en su habitación.

—¡Inocente, inocente un cuerno!

—¿De quién habla Milady? —preguntó una de las mucamas.

—Todos la creen una blanca paloma y mirala.

—¿Pero de quien habla? —vuelve a preguntar la empleada.

—¡Cómo se atreve a engañarnos a todos así!

La furia la carcomía por dentro.

—¡Tan pura y virginal! Y... ¡Besa a su novio como una vil ramera!

—Habla como si estuviera celosa Milady.

Anne desvió la mirada hacia la mucama haciendo que esta se callara en el instante.

—¡Largo!, ¡vete de aquí, no te necesito!

La doncella obedeció dejándola sola en su habitación.

—¿Celosa yo? ¡Bah, tonterías! —pero si estaba celosa de su hermana.

Anne regresaba a casa luego de un paseo por el jardín, estaba cansada de escuchar a su hermana hablar del compromiso, mientras que ella aún esperaba noticias de Dominic, cuando vio a Richard con Katherine adentrarse al bosque sin su chaperona. Decidió seguirlos a una distancia prudente para que no notaran su presencia. Vio la escena donde su hermana es quien besa a su novio y este la tomó por la cintura.

En ese preciso momento sintió celos de su hermana al ser besada tan dulcemente por Richard y sin poder evitarlo comparó aquel comportamiento con el de Dominic quien la mayoría de las veces la besaba con verdadera euforia.

Se quedó allí viendo como Richard se pegaba a su hermana, su cuerpo comenzaba a tener sensaciones y deseos. Sus fluidos comenzaron a aparecer humedeciendo su enagua al ver como él le besaba el cuello, vió las intenciones de su cuñado al tomar la mano de Katherine para llevarla a su entrepierna.

«No voy a permitir que esto pase», se dijo, miró a ambos lados y tomó una rama que estaba justo al lado de su pie izquierdo, la quebró y salió corriendo para no ser descubierta por los novios evitando ser descubierta. 

———————-

   Richard llegó a la casa de su padre no sin antes pasar al pueblo y entrar a la taberna para solicitar el servicio de una de las prostitutas para descargar sus deseos carnales, que gracias a la interrupción de no sabe qué o quién, no pudo conseguir con su novia logrando así hacerla suya de una vez y demostrarse a sí mismo que aún la ama y la desea como el primer día. Pero todo fue en vano porque mientras embestía ferozmente a la meretriz, los recuerdos de los sueños húmedos con Anne lo traicionaron dejándolo mas confundido.

   Al pasar por el pasillo principal notó la puerta del despacho de su padre cerrada lo que le dio indicios de que estaba adentro. Tomó el pomo de la puerta para abrirla y escuchó voces provenientes del lugar. desistió de entrar y dejó a su padre en su reunión.

—La dama no se ha visto con nadie más que con sus amistades Milord —le informa el hombre con la horrible cicatriz en el rostro—, sale de su casa, se encuentra con varias de sus amigas, pasa la tarde con ellas y luego se retira con su chaperona.

—¿Sólo con ellas la has visto? ¿No ha tenido comportamientos sospechosos?

   El hombre se remueve en su asiento.

—No, pero varias veces la he visto en compañía de un joven.

   Thomas apoya los codos en el escritorio esperando que le diga el nombre y así quitarle la venda de los ojos a su hijo de una vez por todas.

—Un joven... ¿Sabes quien es? —el hombre asiente con la cabeza— ¡Dame su nombre de una vez!

—Es su hijo Milord —Thomas aprieta los puños sobre el escritorio—, los he visto en más de una ocasión pasear por el parque y luego la acompaña hasta su casa.

—Ese imbécil lo va a arruinar todo por pensar con la bragueta.

   Recuesta la espalda de la silla, esperando más información.

—De lo otro, ¿Qué averiguaste?

—Además de las tierras en Kent, posee otras tantas en Surrey, Dorset y Essex, estás últimas han estado abandonadas por más de diez años.

—Bien, entonces comenzaremos por esas tierras, debemos hacerlo sin levantar sospechas —le ordena— Ahora vete antes de que mi hijo regrese y te vea aquí, con ese aspecto tuyo, no dudará en saber que eres un maleante.

—Está bien, pero antes quiero mi paga por el servicio.

   Thomas abre un cajón del escritorio y saca un pequeño saco de tela y se lo lanza a las manos.

—Ahí está la mitad de tu paga, la otra la recibirás cuando acabes el trabajo.

   El hombre guarda la pequeña bolsa de tela en el chaleco que trae y sale del despacho ojeando para los lados cerciorándose que nadie de la familia lo vea.

   Juliet iba a descender las escaleras, pero se detuvo al escuchar la puerta del despacho abrirse, detiene el paso y se esconde tras la pared sin dejar de ver hacia abajo, se fija en aquel hombre que sale mirando de un lado a otro. La cicatriz que cruza su rostro la inquieta.

   «Ese rostro, ya lo he visto antes», pensó antes de regresar a su habitación, tratando de hacer memoria donde lo había visto.

   Un rato después bajó a la cocina e hizo algunas preguntas a la servidumbre, nadie quiso decirle nada.

   Cenaron los tres en el comedor y aprovechando que una de las mucamas más antiguas llevaba de cenar al abuelo de Richard, la siguió y se encerró con ella en la habitación del anciano.

—¿Quién era ese hombre? —preguntó a la criada, quien se puso nerviosa.

—No sé de quién me habla Milady.

—No te hagas, el hombre de la cicatriz horrible.

   La criada no quería decir nada, pero ante la insistencia de Juliet, tuvo que responderle.

—Trabaja para el señor, siempre entra por la cocina y sale por ahí.

—¿Sabes qué trabajos le hace?

   La mujer niega y Juliet deja de preguntar.

   «¿Qué negocios puede tener Thomas con gente con ese aspecto?».

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