Capítulo 16.

Narrador omnisciente:

  Ya es jueves, el amanecer está llegando y el sol comienza a asomarse por la ventana de la habitación de Charlotte quien duerme desnuda abrazada en los brazos de Dominic.

   Dominic acaricia la suave piel de su espalda con movimientos circulares, tenerla desnuda para él es un sueño hecho realidad. Esta semana ha pasado casi todas las noches en su alcoba haciéndola suya una y otra vez.

   Intenta separarla de él, debe irse antes de que el sol ilumine todo y sea más difícil salir de ahí. Lentamente va sacando su brazo del torso desnudo de ella quien se remueve despertandose.

—Mmmm. ¿Que hora es? —le pregunta mientras él termina de levantarse de la cama para ponerse el pantalón.

—Ya casi amanece, debo irme.

   Charlotte se acomoda boca arriba y se envuelve en la sábana.

—¿Cuando regresarás?

—Aún no lo sé, el capitán nos dijo que íbamos a estar en altamar varios meses.

   Esta fue su última noche con ella por un largo tiempo.

   Ella se levanta poniendose de rodillas sobre el colchón.

—¡Meses!

—Ya te lo había dicho hace días.

—Pero... Es mucho tiempo.

   Dominic termina de vestirse y se acerca de nuevo a ella para darle un último beso antes de marcharse. Sus brazos envuelven su cuello dejando caer la sábana que la cubría exponiendo sus pechos desnudos.

   El deseo vuelve a recorrer su cuerpo al ver sus pezones erectos y debe hacerse de toda su fuerza de voluntad para no caer de nuevo sobre ella y hacerla suya otra vez. Le llena la cara de besos y a regañadientes se apartan. Dominic camina hacia el ventanal, sube la pierna sobre el barandal del balcón para descender, voltea a verla con una sonrisa en su rostro cuando ella le lanza un beso desde la distancia.

«Cuando regrese le pediré que sea mi esposa». Fue lo último que pensó antes de desaparecer entre los arbustos.

————————

   Llega a su casa para recoger sus cosas, el mayordomo le abre la puerta y él se sorprende al ver a su abuelo sentado en el sillón esperándolo.

—Hijo, debemos hablar.

—Ahora no, tengo el tiempo justo para tomar un baño e irme al puerto —dice Dominic mientras camina a su habitación y su abuelo viene detrás siguiéndolo.

—Sabes que tarde o temprano esta conversación se tiene que dar, ya no podemos retrasar más las cosas.

   Dominic respira hondo ya sabe a lo que viene todo esto, pero sigue pensando que habrá tiempo cuando regrese.

—Meses, estaré fuera meses y  luego de eso te presentaré a mi prometida.

—Entonces, ¿ya tienes a alguien en mente?

—En mente no, ya tengo novia, así que estate tranquilo, que pronto seré un hombre casado y todo se arreglará.

—Me alegro mucho por ti entonces.

   Su abuelo sonríe, desde hace tiempo lo está presionando para que siente cabeza por el honor de la familia, lo que ellos no sabían es que Dominic ya tiene a su compañera.

«Valió la pena la espera, Charlotte es la mujer indicada para mí»

—Necesito el anillo de compromiso de mi madre, espero que puedas hablar con ella para que me lo ceda.

   Su abuelo asiente ante la petición de su único nieto quien está terminando de arreglarse.

—Nos vemos pronto abuelo —dice Dominic abrazando a su abuelo quien ha sido su figura paterna desde que falleció su padre.

   Camina rumbo a la puerta y al abrirla encuentra a su amigo Simon con la mano en puño interrumpiendo su toque a la puerta.

—Vamos, ya es un poco tarde —le dice Simon.

   Suben al coche que los espera en la calle para ir al muelle.

   Simon y Dominic caminan por el muelle de madera mientras el olor del océano penetra las fosas nasales de este último y lo lleva a años atrás cuando recorría este mismo camino de niño con su madre para despedir a su padre cuando se iba.

   Su padre fue capitán de la marina naval de Escocía cuando Dominic era pequeño, luego decidió mudarse a Londres y continuar con su labor en barcos ingleses.

   Saludan a su capitán, suben al navío acomodándose en sus camarotes para emprender el viaje.

«Volveré pronto con una propuesta de matrimonio», se dijo a sí mismo viendo como desaparecía la ciudad a lo lejos.

————————

   El domingo llegó y en casa de los Kensington se espera a mediodía la visita de los Chapman. Anne, regresó a la hacienda la tarde del sábado para estar presente en el almuerzo familiar.

   Puntuales llegaron Richard, su padre y su tía quienes eran recibidos amenamente por los anfitriones.

   En la mesa Katherine se sentó frente a su novio y a su lado sentada está su hermana. Richard ve de una a otra disimuladamente sin poder evitar hacer comparaciones entre las dos.

   «Katherine es hermosa, tierna y dulce, Anne es fuego y pasión».

   Eso lo hace moverse incómodo en su asiento. El almuerzo terminó y ambos tórtolos deciden dar un paseo por el jardín en compañía de
Sophy, la chaperona de Katherine.

   Richard está tenso con la presencia de la doncella que los sigue varios pasos atrás, ya que en compañía de ella no puede besar a su novia como quiere.

—¿Tiene que seguirnos, es necesario? —Pregunta un poco molesto.

—Son órdenes de mis padres y no puedo desobedecerlos, pronto seré una dama comprometida y no podemos estar por allí solos dando de que hablar.

—Eso no les importó antes, ¿porque ahora se han vuelto tan estrictos?

—No voy a llevarles la contraria, ya pronto celebraremos el compromiso y luego nos casaremos, ya tendremos tiempo para besarnos.

   Lo que menos quiere Richard en estos momentos es besarla, desea con ansias algo más que un simple beso. Anne ha rondado su cabeza desde el almuerzo lo que lo tiene confundido.

   Por otro lado Paul se está aproximando a la mansión Kensington por el camino principal, aún no ha tenido tiempo de ver a su amada ya que su padre intencionalmente lo puso a trabajar en la siembra quitándole el tiempo para ir a verla.

—Es hoy —dijo determinado en ir y ver a Katherine—, debo saber que pretende el fulano Richard con ella, no puede ser cierto lo que escuché.

   Sin querer los rumores del noviazgo de Katherine con Lord Richard se corrieron entre la servidumbre y por ende entre los empleados de la plantación.

   Paul va furioso por el sendero y no muy lejos de él vienen paseando Richard y Katherine, el Lord se percata de la presencia del que él llama peón y sonríe maliciosamente, espera a que este esté un poco más cerca y se detiene en seco en el camino, Katherine hace lo mismo sin darse cuenta que su amigo está cerca.

   Richard se coloca de lado y voltea a su novia quedando frente a frente los dos, coloca sus manos sobre los hombros de ella y le dice:

—Hermosa, no puedo más, necesito besarte en este instante.

   Sin darle tiempo a reaccionar, llevó sus manos al rostro de ella y le estampó un beso en los labios. Katherine al principio se resistió por estar en compañía de su chaperona, pero Richard le abrió la boca introduciendo su  lengua dentro de ella y esto la hizo sucumbir ante el deseo que tiene por su amado correspondiendo también.

  Sophy solo agacho la cabeza y volteó hacia otro lado. Paul al ver semejante escena frente a él se detuvo intempestivamente no dando crédito a lo que sus ojos veían y se obligó con todas sus fuerzas a seguir su camino y enfrentarlos.

   Con cada paso que daba sentía  que su furia aumentaba y su corazón se quebraba.

«Cómo se atreve a profanar sus labios», eran las palabras que se repetía en su mente mientras llegaba a la pareja.

—¡Katherine! —Gritó Paul embravecido— ¡¿Qué significa esto?!

   Katherine se separa de Richard sorprendida, jamás imaginó que la fueran a sorprender y mucho menos que fuera Paul quien la viera.

—Paul... Déjame explicarte —intentó decir ella con voz temblorosa.

—Qué le vas a explicar a este peón hermosa —dijo Richard, mientras ella lo ve molesta por el término que usó para referirse a su amigo—, que se entere de una vez que tu y yo somos novios y que en menos de dos meses nos vamos a comprometer.

   Paul da un paso atrás sorprendido.

—¿Es cierto? —Pregunta él— ¿Es cierto lo que dice este idiota?

—Paul... Yo, iba a decírtelo —dijo ella dando un paso adelante para tomar la mano de su amigo.

   Paul no permite que lo toque, solo baja la cara y niega cabizbajo, ella hace un nuevo intento por tocarlo.

—No me toques —le dice con la voz entrecortada— yo, tenía esperanzas de que si yo me hacía con un nombre tal vez, así me aceptaras, pero ya veo que nunca voy a ser suficiente para ti.

—Nunca tendrías una oportunidad con Katherine —habla Richard echando más sal a la herida— no te compares con ella por que la ofendes, no eres más que un simple peón, entiéndelo de una vez.

—¡Basta Richard! —le reclamó a su novio con la voz entrecortada— ¡No le digas así!

   Paul se dio la vuelta decepcionado dejándolos solos.

   Katherine lo llamó varias veces, pero este nunca se detuvo, ella no pudo aguantar las lágrimas y comenzó a llorar por la reacción de su amigo. Richard la abrazó llevándola contra su pecho dejando que desahogara su pena mientras él se sentía feliz por lo que había sucedido.

«Al fin pude librarme de ese peón de quinta», pensó.

   Paul regresó a su casa, cerrando la puerta principal de un portazo, su padre estaba sentado en el recibidor, notó la sombra de su hijo y salió apresurado a su encuentro, pero este se encerró en su habitación, por más que insistió su padre para que le abriera este se negó.

   Paul aún no puede creer lo de Katherine, tiene el corazón hecho pedazos, su cerebro recuerda las palabras de ella:

   "—Paul... Yo, iba a decírtelo"

   Y las hirientes de Richard:

   " —Nunca tendrías una oportunidad con Katherine. No te compares con ella por que la ofendes, no eres más que un simple peón. ¡Entiéndelo de una vez!"

   Lleva sus manos al escritorio y barre con todo lo que está sobre el, tirándolo al suelo.

—¡Haga lo que haga por ser digno de ella, jamás lo seré!

   Cae de rodillas frente a su cama aferrándose a las sábanas tan fuerte que sus nudillos se tornan blancos, las lágrimas comienzan a rodar por su rostro sin poder evitarlo.

Siente como algo se desgarra desde lo más profundo de su ser, es un dolor tan asfixiante como el que sintió cuando su madre falleció.

   Su padre toca desesperado la puerta de la habitación de nuevo, pero su hijo le pide que lo deje solo. Preocupado va en busca de Phillip ya que es su único amigo.

—Mi lord, lamento molestarlo —dijo el padre de Paul a Phillip—, le ruego que me acompañe a mi casa, Paul llegó y se encerró en su habitación y no ha querido abrirme la puerta.

   La preocupación se hizo notar en su voz, ya Phillip sospechaba del asunto pues su hermana llegó a casa con los ojos enrojecidos alertando a todos en la mansion cuando corrió a su habitación. Fue Richard quien al final contó lo sucedido a la familia.

—Iré con usted, sé lo que necesita en estos momentos mi amigo.

   Ambos llegaron a casa de Paul y Phillip tocó la puerta de su habitación para que le permitiera la entrada.

—Paul, vamos amigo, abre la puerta y hablemos.

—¡Quiero estar solo!

—Hablemos, sé lo que pasó... Tu padre y yo estamos preocupados por ti.

—¡Déjenme solo maldita sea! —Gritó Paul con la voz entrecortada.

   Phillip insistió un par de veces más, pero su amigo seguía negándose a abrirle.

—¡Aquí están! —Dijo el padre de Paul entregándole a Phillip un pequeño manojo de llaves—, no sabía donde las había guardado.

    Phillip abrió el cerrojo y entró a la habitación de su amigo cuidadosamente, encontrándose con un desastre adentro: libros, lámparas y sábanas en el suelo.

   Paul estaba sentado a los pies de la cama en el suelo con la cara entre sus rodillas, su amigo nunca lo había visto de esa manera, lo que lo preocupó.

—Paul, lamento....

—Lo escogió a él —lo interrumpió—, hice todo lo necesario para ser digno de ella y lo eligió a él.

   La voz de Paul sonaba entre triste y furiosa al mismo tiempo, repetía varias veces la misma frase, mientras cerraba sus manos en puños.

   Phillip se le acercó poniéndose a su altura colocando su mano sobre el hombro de él.

—Vamos, salgamos de aquí, necesitamos un trago entre amigos.

   Paul se negó a levantarse del suelo.  

—Hijo, por favor —dijo su padre desde el umbral de la puerta—, has lo que te dice tu amigo.

    Phillip continuó insistiendo hasta sacarlo de ese encierro. Descendieron las escaleras mientras su padre los veía subirse a un coche camino al pueblo.

—Sabia que ese amor por ella lo iba a lastimar —se decía a si mismo—, los ricos solo se juntan entre ellos y a pesar de que eres un buen hombre, nunca te verán digno de ella hijo mio.

   Phillip y Paul se adentraron a una taberna donde se sentaron en la primera mesa que encontraron a la vista.

—¿Buenas noches mi lores, desean algo de beber?

   Preguntó una chica pelirroja vestida con ropas no muy dignas de una dama ya que dejaba sus atributos a la vista de cualquiera.

—Una cerveza para mí —pidió Phillip.

—Tráeme una botella de lo más fuerte que tengas —ordenó Paul.

—Mal de amores por lo que veo —dijo la mujer acercándose a Paul para susurrarle algo al oído —, si quieres, yo puedo ayudarte a olvidarla, sólo debes pedir el servicio a la habitación y con gusto te atenderé.

   La chica deslizó su mano por el brazo de Paul antes de irse por su pedido.

—Sea lo que sea que estás pensando, no es buena idea —le dijo Phillip a Paul al ver que este fijo la mirada por donde se fue la mujer.

La mujer regresó con su pedido y Paul se empinó la botella dándose un largo trago, dejando que el líquido le quemara la garganta.

Ambos amigos llevaban un buen rato bebiendo, Phillip era el más consciente pues había venido para que su amigo se desahogara, aunque Katherine era su hermana, en estos momentos apoyaba al chico que creció junto a él y lo consideraba un hermano más.

A él también le había hecho ilusión que su mejor amigo y su hermana menor emparentaran, pero ella se decidió por Richard, caballero que también podría hacerla feliz, aunque hubiese querido que le diera la oportunidad a Paul.

—Quiero otra botella —ordenó Paul a la pelirroja, la cual asintió—, pero quiero el servicio a la habitación.

—Con gusto —respondió muy alegre la mujer—. Última puerta a la izquierda Milord, ya le llevo lo que ordenó.

Paul se levantó de la mesa y Phillip lo detiene agarrándolo del brazo.

—¿Estás seguro de lo que vas a hacer?

—Quiero arrancarla de aquí adentro —responde Paul, colocando la mano en el pecho—, necesito sacarme de golpe todo este amor que siento por ella, tanto luchar, tanto trabajar, esforzarme por ser mejor hombre para darle lo que ella se merece ¿Para que? Para que al final eligiera un "caballero de alta alcurnia"...

   —... Voy a descargar todo el peso que llevo adentro con esa mujer, hoy será el último día que llore por ella, porque no se merece que yo la ame como lo hago.

Paul apartó la mano de Phillip de su brazo, se limpió las lágrimas y subió tambaleante las escaleras camino hacia la habitación que le dijo la camarera.

Phillip, vio como su amigo se encaminaba a desahogar su pena y pidió una bebida más. Varios minutos después la pelirroja toma las escaleras con bandeja y botella en mano muy alegre.

«Esta noche será larga», pensó Phillip mientras caminaba a la barra para pedir una habitación para pasar la noche.

—¿Necesita alguna de las mujeres para que le haga compañía Milord? —preguntó el dependiente.

—La de siempre —respondió y el hombre se ausentó de su puesto dejándolo solo.

—Buenas noches guapo —dijo una mujer con una amplia sonrisa en sus labios—. Tiempo sin verte.

—Minerva —respondió él.

   Minerva es la tercera al mando de las mujerzuelas que trabajan en la taberna, es una morena, de ojos negros, voluptuosa y de labios carnosos. Es un poco mayor que Phillip.

—Vamos, hablemos y luego si quieres subimos a la habitación.

   Phillip conoció a la morena una noche que salió de la hacienda en busca de "consuelo", la encontró en un callejón golpeada y no pensó dos veces en ayudarla, la llevó a la taberna donde se encuentran ahora, pidiéndole al dueño que la ayudara, este así lo hizo dandole un techo, comida y trabajo.

   Él volvió al día siguiente encontrándola mucho mejor, ella le contó toda su historia y a partir de ese día se han hecho amigos. A pesar de que ella le ha insistido muchísimas veces para que tengan una noche de pasión para agradecerle todo lo que hizo por ella, este se niega, de ella solo quiere su compañía.

———————-
Paul espera a la mujer sentado en la orilla de la cama con la cabeza entre las manos, ni siquiera se dio cuenta cuando ella entró y colocó la bandeja sobre la pequeña mesa junto a la ventana.

La meretriz se acerca a él con mucho cuidado, ella sabe que hombres con penas de amor pueden descontrolarse y volverse violentos.

Lo toma suavemente de las manos y le sube el mentón para verlo y este se deja.

—Es una lástima que unos ojos tan hermosos como los suyos, estén derramando lágrimas por quien no lo merece —le dice tranquila detallando sus facciones.

Paul se tensa, pero no dice nada, ella lo lleva hasta el inicio de la cama y lo deja caer sobre el colchón con la espalda apoyada en el cabecero, camina hasta la mesita donde dejó la botella y sirve dos tragos.

—A su salud Milord —dijo cuando le entregó uno de los vasos a Paul quedándose con el otro tomándolo de un trago.

Le sirvió dos vasos más a Paul quien ya comenzaba a sentirse más mareado, la mujer se acercó a él y tomó sus manos para pasearlas por su cuerpo ya que este no tomaba la iniciativa. Aquel caballero adolorido le parecía muy apuesto y varonil.

Pasaba las manos de Paul por sus caderas las llevó hasta sus pechos y este instintivamente los apretó con fuerza sobre la tela haciendo que la mujer soltara un pequeño jadeo.

Ella comenzó a quitarle la camisa a Paul dejando al descubierto su pecho con un poco de vello, deslizó sus manos por sus pectorales detallando el torso un poco musculoso y descendiendo hasta la pretina del pantalón, llevó una mano un poco más abajo para comprobar la erección que comenzaba a formarse y sonrío pícaramente para después pegar sus labios a los del caballero quien le correspondió.

Los besos se tornaron más feroces, sus lenguas batallaban dentro de sus bocas para ver quien llevaba el control. La mujer toqueteaba el miembro de Paul sobre la tela sintiendo su dureza y este en un solo movimiento bajo la copa del corset de la mujer dejando sus senos expuestos a él.

Sus ojos se oscurecieron al ver los voluptuosos senos de ella y los tomó entre sus manos apretándolos con fuerza y pellizcando los pezones de esta quien jadeaba de deseo. Paul llevó uno a su boca, chupando y mordisqueando con tantas ganas que la mujer tuvo que aferrarse al cabello de él.

—Oh Mi Lord —decía mientras su respiración se aceleraba.

Juntaron de nuevo sus bocas en un ir y venir de sus lenguas. La pelirroja acostó a su amante de turno completamente sobre la cama, soltó los botones del pantalón de Paul dejando al descubierto su miembro el cual ella detallada humedeciendo sus labios imaginando lo que podría hacer en ese preciso momento teniéndolo ahí dispuesto para ella.

Se levantó y se paró frente a él, llevando sus manos atrás para aflojar sus ropas dejándolas caer al suelo. Paul se incorporó sobre sus codos, detallando el cuerpo desnudo de aquella prostituta, en un breve instante cerró los ojos llevando su cabeza hacia atrás anhelando que quien estuviera frente a él, fuera otra.

Ella se sentó a horcajadas sobre él y fue descendiendo con suaves y húmedos besos por el torso del hombre que yacía sobre su cama, llevó las manos de él de nuevo a sus senos sintiendo el calor de aquellas grandes manos que a pesar de eso no llegaban a cubrirlos en su totalidad.

Comenzó un movimiento de vaivén sobre el miembro de Paul, el que no pudo controlarse más y llevó sus manos a los glúteos de la mujer apretándolos tan fuerte, que las marcas de sus dedos no se hicieron esperar para marcarse.

Paul llevó una de sus manos al sexo humedo de aquella prostituta sintiendo la humedad que ya empapaba su entrepierna, no fue nada delicado al subir un poco las caderas de ella y de una estocada introducirse dentro de ella con movimientos fuertes y certeros.

La pelirroja gemía sin ningún tipo de vergüenza haciendo que esto encendiera más el deseo del hombre ebrio que la penetraba desde abajo. Los espasmos de ella llegaron a los pocos segundos que Paul se enterró del todo sintiendo el primer orgasmo.

El cuerpo sudoroso por el placer culposo de Paul, comenzó a sentir la corriente que se deslizaba por su espalda, en un movimiento colocó a la meretriz debajo de él y comenzó a embestirla con más fuerza y rabia cuando los recuerdos de Katherine siendo besada por Richard lo traicionaron.

—Katherine —la nombraba con dolor al penetrar a la mujer.

Ella disfrutaba el sexo que Paul le estaba brindando, dejaba marcas con sus uñas en la espalda y torso de él, nunca antes se habia sentido tan absorta y tan plena en su trabajo.

Los hombres con quien había estado antes eran toscos y solo la trataban con un trozo de carne. Paul a pesar de que la embestía con fuerza, no la maltrataba, ni la golpeaba como los otros caballeros de la alta sociedad, él le acariciaba el rostro y la besaba, como si de un ser divino se tratara.

Paul repetía el nombre de la mujer que amaba entre jadeos y gruñidos. Subió una pierna de la mujer a su hombro introduciendo su miembro totalmente en ella y un segundo orgasmo la tomó haciendo que su cuerpo temblara, con una cuantas estocadas más él sintió la llegada de su derrame y se alejó de ella para no vaciarse en su interior.

Se desplomó al lado de ella jadeando tratando de controlar su respiración, cerró los ojos y colocó el antebrazo sobre ellos sintiendo el mareo por el alcohol.

A los pocos minutos el sueño lo venció quedándose con la mujer el resto de la noche.

La luz del día traspasaba las finas cortinas de aquella habitación que emanaba el olor del sexo por todos sus rincones, ya que Paul y la pelirroja fornicaron dos veces más hasta alcanzada la madrugada. Él se levantó un poco atontado aún y con una fuerte resaca, busco su pantalón entre las ropas tiradas en el suelo, se lo puso y camino al baño para lavarse la cara, al detallar su pecho en el espejo, notó los arañazos y marcas que dejó la mujer que aún duerme entre las sábanas grises.

Salió del baño, buscó el resto de su ropa, se vistió, tomó su cartera y dejó unos cuantos billetes sobre la mesita al lado de la cama, se acercó a la mujer y depositó un suave beso sobre su mejilla.

—Gracias por la noche —le susurró al oído, la mujer se removió en las sábanas sin abrir los ojos, ya que él la había dejado exhausta.

   Paul abrió la puerta saliendo al pasillo donde encontró sentado a Phillip quien lo esperaba para irse.

—¿Satisfecho? —preguntó Phillip con un poco de molestia.

   Paul no dijo nada, solo pasó de largo saliendo del lugar siendo seguido por su amigo.

———————-
   Mientras tanto en  la hacienda Kensington, se reúnen en la entrada principal para despedir a Anne que regresa a Londres junto con Richard y su padre que tiene pendientes que resolver allá.

   Anne sube al coche de la familia Chapman, adentro están Thomas y su hijo quien no aparta la vista de la dama que irá sentada frente a él durante todo el trayecto.

   Thomas  ha notado el gesto varias veces lo que hace que se sienta incómodo pensando que es lo que pasa por la cabeza de su hijo, siendo novio de la hermana.

   No es que el caballero se preocupe mucho por quien despose su hijo, lo que teme es perder la fortuna que viene acompañada con lady Kensington, si el idiota de Richard mete la pata.

   Thomas sabe que si Richard rompe su compromiso por desposar a la otra, el escándalo lo perjudicará enormemente en sus intenciones de aspirar a un cargo mayor en la cámara de los lores, ya que su máximo sueño además de ser el hombre más poderoso de Kent y hacerse con un ducado, es el de despojar a James de su puesto como presidente.

   En el trayecto el padre de Richard intenta entablar una conversación con Anne tratando de sacarle información sobre su padre, pero la dama no es nada tonta, ya que evade la conversación cada vez que puede.

Después de varias horas, dejan a Anne en su destino y ambos caballeros continúan el suyo.

Llegan a la casa donde vive Richard y su padre no espera para enfrentar a su hijo.

—¡¿Se puede saber qué diablos te sucede?!

—No se de que me hablas padre.

—No te hagas el imbécil, que muy bien noté las miradas que le dabas a tu cuñada desde el almuerzo de ayer.

—Insisto en que no sé de qué hablas —Richard intenta zafarse de la conversación yéndose a su habitación, pero su padre lo toma del brazo.

—¡No voy a permitir que eches todo por la borda jovencito! Estás moviéndote entre arenas movedizas y no voy a permitir que me hundas.

—Te he dicho infinidades de veces que la fortuna de Katherine no me interesa —le recuerda Richard a su padre—, y si, Anne me atrae, pero amo a Katherine y es con ella con quien me voy a casar, no te preocupes —suelta molesto y se va.

—¡Lo que vi hoy me dice lo contrario hijo! —le grita Thomas—, ¡cuando uno ama no tiene ojos para otra persona y tú ya los fijaste en otro lado!..

—... ¡Dónde está mi brandy! ¡Acaso nadie ha notado mi presencia en esta casa!

Uno de los sirvientes se acerca a Thomas con una copa y se la entrega.

—Qué sea la última vez que tenga yo que gritar ordenando lo que ya se tiene que tener servido y en mis manos.

—Lo lamento Mi lord.

—Quiero que envíes a alguien por Burnell, necesito que esté aquí antes de la cena.

El sirviente asiente y se marcha.

—Ya veré qué esconde Lady Anne, porque el porte de blanca paloma, sólo se lo cree mi hijo.

————————
Richard entra a su habitación caminando de aquí para allá inquieto, las palabras de su padre lo han incomodado.

—¡Maldita sea, será que sólo piensa en dinero! ¡Que estupido fui, cómo voy a decirle que me atrae mi cuñada!

Se quita el saco que lleva puesto y desabotona su camisa dejando su pecho expuesto. Camina al baño y alguien toca la puerta de su habitación.

—Adelante.

Una muchacha de servicio muy joven entra y se sonroja al verlo, él lo nota y endereza la espalda.

—La cocinera quiere saber si desea almorzar ahora —pregunta sin levantar la cara.

—¿Cómo te llamas y cuando llegaste?

—Me llamo Nora Milord, soy la nieta del portero.

Richard camina dandole la vuelta a la chica detallandola.

—¿Que edad tienes?

—Hace unos días cumplí dieciseis Milord.

—Eres muy joven para estar trabajando, ¿quien te contrató? —Pregunta, pero ya sabe la respuesta.

—Su padre Milord, mi abuelo le envió una carta y Lord Thomas autorizó mi entrada a esta casa. ¿Quiere que prepare su baño?

—No, dile a Douglas que venga y lo haga él por favor y tomaré el almuerzo aquí.

Nora hizo un gesto con la cabeza y se retiró en busca del mayordomo.

—«¿Qué tramas padre trayendo aquí a esta niña?»—Habló para él mismo.

—————————
Horas después del almuerzo Burnell llegó a la casa Chapman. Thomas pasó la tarde en el despacho arreglando varios asuntos con su contador.

—Sus números están casi en rojo Milord.

—¡¿Cómo que en rojo?! —Espeta furioso— ¡¡¿Donde está el dinero recaudado de las tierras foráneas, me has estado robando?!

—¡Por supuesto que no! —alza la voz el contador molesto—. Recuerde que esas tierras son de su hijo y por ende usted no puede tomar ganancia de ellas.

Thomas estrella las manos sobre el escritorio y se yergue sobre el contador.

—¡Esas tierras las manejo yo hasta que él se despose!, soy yo quien cuida de su patrimonio, así que toma esas ganancias y sumalas a donde tengas que sumarlas.

El contador se pone de pie tomando sus cuadernos para disponerse a salir del despacho.

—Ya sabes que si sueltas la lengua, me encargaré de hundirte por ladrón —lo amenaza y este detiene su camino a la puerta apretando con fuerza sus cuadernos.

Un leve toque merma la tensión en el despacho, el contador se adelanta a cruzar la puerta apenas la abren del otro lado.

—Milord, el señor Brunell lo espera en el recibidor —anuncia Douglas.

—Hazlo pasar y que nadie nos moleste, si mi hijo pregunta por mí, dile que estoy ocupado y no quiero ser molestado.

—Cómo ordene Milord.

Brunell entra al despacho con una sonrisa de medio lado. Tiene un aire misterioso, tiene la edad de Thomas, lleva el cabello muy corto, casi rapado al igual que su barba y la ropa que trae no lo hace ver de buen aspecto pero lo más terrorífico es la cicatriz que le marca el rostro desde la frente hasta la mandíbula pasando cerca de su ojo derecho que cubre con un parche.

—Buenas tardes Lord Thomas —saluda Brunell.

—Kraken. (Kraken es el nombre por el cuál es conocido Brunell en el bajo mundo, donde maleantes, luchadores callejeros, espías y asesinos se pasean y hacen de las suyas sin que nadie los detenga)— Necesito tus servicios.

—Siempre que haya buena paga, cuente conmigo.

—Te pagaré siempre y cuando la información que me entregues valga la pena —Thomas saca una hoja de la gaveta del escritorio— Quiero que investigues a estas dos personas —le entrega el papel—, quiero saber con quién anda la joven y que hace, pon a alguien a vigilarla sin que se dé cuenta.

—Está bien y que hago con él otro?

—Investiga cuales son los bienes que tiene fuera de Sussex.

—¿Puedo preguntar para qué necesita esa información?

—¡Eso no te incumbe! —Espeta— Traeme la información y ya.

Brunell salió de la casa por la puerta de atrás para evitar que Richard lo viera. Mientras, Thomas bebía una copa asomado en el ventanal de su despacho.

«Poco a poco voy a conseguir mi venganza y no descansaré hasta verte hundido en la miseria James».

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