Capítulo 15.

Richard.

   «Necesito los servicios de una prostituta de inmediato». Ver a mi cuñada exponiendo sus atributos físicos frente a mí y el intenso olor que desprendía su cuerpo  acaloró mi ser, en estos momentos me siento sofocado y hambriento de probar las mieles de su sexo.

   Voy al burdel de siempre, pido un trago mientras busco a la morena de la última vez, pido una suite elegante para pasar el rato con ella, esta vez no la llevo a casa, no puedo arriesgarme a que alguien la vea salir y le vaya con el chisme a la familia de Katherine.

   Subo a la habitación de paredes rojas al igual que el cubrecama y el dosel, «demasiado rojo para mi gusto», pero no me importa, vengo a fornicar y matar las ganas que tengo. Me recuesto en la cama esperando a la ramera, cuando la veo entrar con una bandeja en su mano.

—Le traje el vino que solicitó Milord —me dice colocando la botella y las dos copas sobre la mesita— ¿Le sirvo una copa?

   Asiento con la cabeza y veo sus pechos cuando se inclina hacia adelante haciendo que mi miembro se tense de nuevo.

   Acerca la copa a mi boca y me hace beber un sorbo del líquido tinto.

—Desnúdate —le ordeno e inmediatamente comienza a desvestirse con una sonrisa en sus labios, mientras yo disfruto verla desde mi lugar—. Desvisteme y acuestate.

   Me quita toda la ropa mientras sus pupilas se agrandan de deseo al ver mi cuerpo y el miembro erecto. Relame sus labios deseosa de probarme. Sonrío al verla esperar mi orden, tomo la copa que tengo en mi mano y echo el líquido dulce amargo en mi torso para que ella lo saboree.

   Me ataca como una bestia feroz al darle el permiso de lamerme, hasta es egoísta porque no deja ninguna gota sobre mi torso. Baja hasta mi entrepierna y comienza a darme suaves besos que van nublando mi cordura, arqueo la espalda cuando con su boca cubre mi glande y comienza a chuparlo, rodea el tronco con una mano que va subiendo y bajando por todo mi falo.

   Siento el escalofrío en mi espalda baja que me indica que es momento de liberarme y la retiro de mi miembro antes de que suceda, se limpia los labios gustosa con su mano, me siento en el sillón que decora la habitación mientras froto mi virilidad. Ella se abre de piernas sobre mi, baja de golpe enterrándome entero dentro de ella cabalgándome como si fuera una amazona experta. Admiro sus senos como suben y bajan al compás de sus movimientos.

   Gime y grita sobre mi miembro mientras la embisto desde abajo apretando sus glúteos tan fuerte que dejo marcas en su piel, su sexo me aprieta, pero debo salir de ella para liberar mi esperma y no tener sorpresas más adelante con hijos bastardos, aunque tengo conocimiento de que esta clase de mujeres tienen brebajes anticonceptivos para evitar la concepción, de igual manera no quiero correr riesgos.

   Me marcho a casa para descansar luego del momento de placer. Llego a mi habitación y tomo un baño de agua fría a ver si así logro sacar de mi mente la imagen de mi cuñada, lo que se me hace imposible, a pesar de haber fornicado dos veces con aquella prostituta no bastó para eliminar de mi mente sus voluptuosos pechos.

—¡Debo concentrarme en mi novia! —me regaño a mi mismo—, debemos fijar la fecha de la boda lo antes posible, de lo contrario, no se que pueda suceder.

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   Katherine.

   Ha pasado un mes desde mi regreso a Kent. Mi madre y yo hemos estado organizando algunas cosas para la celebración de mi compromiso con Richard.

—¡Sólo faltan dos meses! —Le digo a mi madre emocionada.

—En unos días comenzarán a repartir las invitaciones... ¿Vendrá Richard este fin de semana? —Me pregunta mientras va punteando en su bordado.

—Sí, me envió una carta hace unos días confirmando su presencia.

Mi madre y yo nos miramos extrañadas después de escuchar un barullo que proviene del piso de abajo, Jazmin entra agitada, sin tocar a mi habitación y comienza  a decir emocionada:

—¡Llegaron!.. ¡Phillip y Paul llegaron!

   Mi madre suelta todo lo que tiene entre las manos y sale apresuradamente de mi habitación, corro detrás de ella junto a Jazmin y cuando llego al final de las escaleras veo los baúles de mi hermano y a mi madre abrazándolo.

—¡Hijo mío regresaste! —Grita mamá

—¡Phillip! — Corro hacia él e imito a mi madre abrazándolo también— ¡Te extrañé!

—No tenia caso que siguiéramos allá, así que decidimos adelantar el regreso.

  Papá llega unos minutos después al enterarse del regreso de Philip, coloca sus manos en los hombros de mi hermano y le dice:

—¡Mi muchacho, espero que traigas buenas nuevas desde tan lejos!

—¡Todo salió excelente!

—Vamos al despacho y ahí me cuentas todo.

   Papá y Philip se encierran en el despacho a pesar de que mamá le pidió a mi padre que lo dejara descansar, sin embargo, mi hermano accedió gustoso a irse con él.

—¡Hay que hacer una cena especial para esta noche nana! —Dice mamá y Josephine asiente.

—¿Cordero para la cena? —Pregunta.

—Cordero para la cena, te ayudaré a prepararlo —dice mamá y se va junto a Josephine a la cocina, dejándonos a Jazmin y a mí solas en el salón.

—Regresaron Jazmin— le digo a mi amiga.

—Sí, Paul ya está en su casa —me dice y mi corazón se acelera al saber que voy a volver a ver a mi amigo, a pesar de que me confesó su amor por mí, él seguirá siendo mi mejor amigo.

—Debo ir a verlo.

—Debe estar con su padre, los vi antes de venir aquí.

   Salgo de la casa rumbo a la de Paul, pero lo veo a lo lejos en compañía de su padre y uno de los empleados de confianza.

     Me escondo detrás de un árbol para que no se den cuenta de mi presencia y se quedan los dos a mitad del sendero cuando el otro empleado se despide de ellos.

—¡Tengo propuestas de trabajo en Suiza padre! —Le dice emocionado.

—¿Y vas a aceptar?

—Tengo unos días para pensarlo antes de dar mi respuesta, si acepto seré un hombre rico muy pronto y me haré de un nombre padre.

—Hijo, ¿Aún la amas?

   Dejo de respirar al escuchar la pregunta que le hace su padre, mi corazón late en mi pecho desbocado esperando su respuesta y doy un paso atrás al escuchar lo que responde.

«Debo hablar con él».

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   Paul.

   Regreso a Kent con una propuesta muy buena de negocios. Lord Stevenson es una de las personas más influyentes de su país y le llamó mucho la atención el proyecto que Phillip y yo tenemos.

   Me propuso una sociedad si aceptamos su propuesta, lo único malo es que si acepto tendré que irme a vivir allá, ya que Philip no puede dejar Kent. Lo que significa que no la veré por mucho tiempo, es el precio que debo pagar si quiero llegar a ser una persona adinerada y digna de ella, tal como se lo dije a mi padre alguna vez.

—Hijo ¿Aún la amas? —Me pregunta y sé que no le gustará la respuesta.

—Me dijiste una vez que cuando uno ama de verdad, ese amor perdura la vida entera... Dime padre, ¿Aún amas a mamá a pesar de todos estos años?

   Él se me queda viendo unos instantes antes de responder:

—Como el primer día que la vi.

—Entonces, ya sabes mi respuesta.

—¡Hijo, pero Lord Chapman la pretende! ¡No pasará mucho tiempo para que ella lo acepte! —Me dice preocupado.

—Falta que ella regrese de la temporada, entonces sabré a ciencia cierta si ella lo ha aceptado o no.

   «Dios quiera que no se así»

—Ella está aquí hijo, regresó pocas semanas después de que se fue —lo miro atónito.

—¿Por qué regresó, acaso pasó algo? —Le pregunto preocupado.

—No lo sé, nadie a dicho nada desde su regreso.

—Necesito verla —intento irme, pero mi padre me detiene tomándome del brazo.

—Calmate, en estos momentos debe estar con su hermano, ya tendrás tiempo de hablar con ella, volvamos a casa, debes estar cansado por el viaje.

   Dejo de insistir en ir a la mansión a verla, mi padre tiene razón, debe estar ahora con Philip y poniéndose al día con él, pero de mañana no pasa que hable con ella. Necesito verla y darle un abrazo asi me vea como un amigo, sé que lograré ganarme su corazón algún día.

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   Katherine.

   Salgo de aquel lugar con mucho cuidado de no ser descubierta por ninguno de los dos. Camino lo más rápido que puedo, en mi mente se van repitiendo sus palabras dando a entender que aún siente algo por mí.

   Me apresuro a entrar sin ver a mi alrededor y tropiezo con un hombre mayor.

—¡Lo lamento! —digo y me fijo en la figura frente a mí— Milord.

—La culpa es mía Milady, a mi edad ya mis movimientos son muy lentos, debí apartarme más rápido al notar el apuro con el que venía —me sonríe y muero de vergüenza al darme cuenta en el estado que llegué al salón.

—La culpa fue totalmente mía Milord, no debí embestirlo de esa manera.

—¡Katherine estás aquí! —Dice mi madre— James vendrá en un instante Milord, por favor tome asiento. Tú y yo vamos a hablar señorita —me dice en voz baja sin que el caballero lo note. Ya fuera de la vista del Lord me reclama—  ¿Por qué saliste de casa sin llevar a alguien contigo?

—Solo fui a ver a Paul para saludarlo —me excuso.

—¿Sabes que de ahora en adelante no puedes salir sin chaperona?,  por más que aquí les hemos dado libertades a tú hermana y a ti, prontamente serás una dama comprometida y es de muy mal ver que andes sola, así sea en los terrenos de la hacienda.

—Lo lamento, no sabía qué debía guardar ciertas costumbres mamá —me disculpo apenada.

—Cariño —toma entre sus manos mi rostro— sé que es difícil tener que limitarse a comportarse como la sociedad lo indica, pero de ahora en adelante así debe ser, hasta para ir al jardín debes estar acompañada por Sophy, Jazmin o cualquier otra persona.

—Está bien, lo haré.

   Entramos de nuevo al salón recibidor y mi padre y Philip están sentados charlando amenamente con el caballero entrado en años. Mi madre y yo nos unimos al trío de caballeros oyendo algunas anécdotas de la infancia de mi padre.

—Disculpen mi descortesía —dice papá— Katherine, el caballero es Lord Christian Ferguson, Duque de Edimburgo.

—Un placer excelencia.

—Por favor Milady, sin tantos formalismos, soy un Duque como su padre —sonríe y lo imito. A pesar de lo mayor que se ve tiene un rostro muy jovial, cuando sonríe sus ojos azules brillan.

—¡Se quedará a la cena, hoy tenemos una muy especial por el regreso de mi primogénito! —insiste papá y Lord Ferguson acepta gustoso.

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   Nos sentamos todos a la mesa para cenar y el banquete en verdad se ve delicioso, mi madre fue la encargada de preparar el cordero personalmente.

—Esta exquisito querida —la elogia mi padre, mientras le da un beso en el torso de su mano.

—Lord Ferguson y mi padre, se conocieron en su juventud, sirvieron juntos en la milicia y de allí se hicieron grandes amigos —cuenta mi progenitor.

—Su abuelo era un excelente hombre, honrado, caballeroso, amable y fiel a su familia, su padre se parece mucho a él —afino mis oídos para continuar escuchando tan agradable historia de boca de Lord Ferguson—. Después de batallar en las fronteras, conocimos a una dama muy hermosa de la cual los dos nos enamoramos y entonces comenzamos con una guerra sentimental por ganarnos el corazón de aquella bella dama...

—... Cada tarde, le llevabamos poemas y obsequiabamos ramilletes de flores. Nunca dejamos su abuelo y yo nuestra amistad de lado, éramos caballeros y aceptariamos la decisión que ella tomará. Al fin llegó el tan ansiado día y uno de nosotros retrocedió al saber la respuesta de la hermosa dama.

   Quedo expectante para saber el desenlace de la historia.

—Se parece mucho a ella Lady Katherine —dice llevando la copa de vino a sus labios, mientras yo, abro los ojos sorprendida —. Su abuela fue una mujer muy hermosa e inteligente, a pesar de no tener un título nobiliario, se ganó el corazón en  aquel entonces de dos simples nobles caballeros, que ha su debido tiempo supieron ganarse los títulos que hoy ostentan nuestras familias.

Escucharlo decir esas palabras hace que me sienta mucho más orgullosa de mis raíces, entiendo ahora la negación de la tía abuela Gertrude de no querer que mi madre se casara con mi padre.

Terminada la cena me despido gustosamente de Lord Ferguson, quien amablemente nos invitó a pasar un fin de semana en su casa de campo.

Subo a mi habitación, visto mi camisón y me siento frente al buró para escribirle una carta a mi amado, espero que la reciba antes de que regrese a Kent.

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    Richard.

    Faltan pocas horas para llegar a casa. Adelanté mi viaje un par de días para ver a mi novia antes de la comida del domingo. Estos viajes desde Londres siempre han sido tediosos, por fortuna mi coche tiene todas las comodidades necesarias para hacer menos tortuoso el camino.

   Llego a casa siendo recibido con un fuerte abrazo de mi tía quien se alegra al verme, pero la noto un poco desmejorada.

—¿Te has estado sintiendo bien? —Le pregunto un poco preocupado.

—Es un simple resfriado, nada de qué preocuparse sobrino. Te ves mucho más guapo —dice tomándome el rostro con ambas manos y alcanzo a ver un moretón en uno de sus brazos.

   La agarro del brazo y subo la manga de su vestido para detallar mejor el golpe.

—¡¿Qué es esto ?.. ¿Quién te ha hecho daño?!

   Se aparta de mí y baja su manga escondiendo el moretón.

—No es nada, tropecé con la puerta de mi habitación al salir de ella, sabes que soy muy torpe.

   Pongo en duda sus palabras que me suenan a simple excusa.

—Eso no parece el golpe de un tropiezo tía.

—¡Lo es! —Vuelve a insistir esta vez un poco molesta, pero sé que no le sacaré la verdad así que desisto de continuar investigando.

—¿Cómo han estado las cosas por acá? —Le pregunto para cambiar de tema.

Ella abre la boca para responder, pero se queda callada y noto como se tensa su cuerpo al escuchar la voz de mi padre.

—¡Ya era hora de que llegaras hijo! —dice él muy entusiasmado— ¡Mi primogénito, el único portador del legado Chapman!

   Me extraña que se comporte de esa manera, se viene contra mí abrazándome y huelo su aliento apestando a alcohol.

—¿Estás ebrio?, ¿desde cuándo bebes para llegar a este estado padre?

—Oh vamos hijo, estoy contento... ¿Acaso es pecado beber un poco más de la cuenta de vez en cuando?

   Mi padre siempre ha sido un hombre controlador con lo que bebe, siempre ha dicho que debemos estar en nuestros cinco sentidos, para no cometer equivocaciones, es por eso que ahora me sorprende verlo en tal estado.

—Vamos padre, te llevaré a tu habitación.

   Lo tomo del brazo para llevarlo escaleras arriba, pero se vuelve un energúmeno irreconocible al ver a mi tía que trata de ayudarme con él.

—¡Tú no me toques! —Le grita y le da un empujón.

—¡Padre, pero te has vuelto loco! —Le grito.

—¡Loco, jamás!, ¡no quiero que ella ponga una mano sobre mí! —Mi tía comienza a llorar.

—¡¿Pero qué demonios...?! —Veo a uno y a otro sin entender absolutamente nada— Estás ebrio, vamos para que te des un baño.

   Lo llevo escaleras arriba casi que a rastras metiéndolo en su habitación. Le pido a mi tía que llene la bañera con agua fría para bajarle la borrachera. Termina y le pido que salga para desvestirlo y meterlo en el agua, no es cortés que una dama y además soltera vea a un hombre desnudo.

   Lo obligo a entrar a la bañera y comienzo a rociar agua desde su cabeza. Él comienza a tiritar de frío, pero es la única manera que conozco para bajarle el nivel de alcohol.

   Lo dejo un buen rato en el agua y luego lo ayudo a salir, lo seco y visto con una pijama de mangas largas para que entre en calor.

   Lo llevo a su cama, se sienta y pongo en su boca una taza de café negro que trajo una de las sirvientas de la casa. Se niega a beber el líquido, pero lo obligo llevando por segunda vez la taza a sus labios.

   Bebe todo el contenido y lo acuesto. Comienza a balbucear palabras inentendibles y espero a su lado hasta que el sueño lo vence y se queda dormido.

   Salgo de su habitación en busca de mi tía, necesito respuestas en estos momentos y es ella la única que puede darmelas.

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   Juliet.

   Me encierro en mi habitación después de llenar la bañera de Thomas con agua fría a ver si así se le baja la embriaguez. Él se ha vuelto un energúmeno, lleva varios días bebiendo, después de aquel fatídico día.

                    *Flash back*

¿Se puede saber que te pasa Juliet?, últimamente estás pálida y todo te da asco —me dice justo cuando hago el amago de devolver el estómago apenas veo el plato de carne con aderezo sobre la mesa.

   Me levanto repentinamente cuando las náuseas me atacan de nuevo y corro al cuarto de baño.

   Me arrodillo frente al retrete cuando llega una arcada que me hace soltar el contenido que tengo dentro de mi estómago. Luego de varias arcadas más y de haber vaciado todo, me levanto un poco mareada del suelo logrando asirme del lavamanos, lavo mi cara y me enjuago la boca.

   Alzo mi rostro para verme en el espejo y me asusto al ver a Thomas parado detrás de mí, mi cuerpo se tensa al sentirlo pegarse a mi espalda y acercarse a mi oído:

—Espero que no sea lo que estoy sospechando, porque te dije claramente que no quería hijos bastardos —me toma fuerte del brazo haciéndome girar quedándonos uno  frente al otro — mañana enviaré por el médico y ruegale a tu Dios que no estés preñada, porqué si es así, no sabes de lo que soy capaz.

   Me suelta con furia y se va dejándome sola. Vuelvo a girarme para verme de nuevo en el espejo y toco mi vientre, tengo más de tres semanas de retraso en mi período.

   Tan sólo la idea de estar en cinta de Thomas me aterra, sé de lo que es capaz si eso llegara a ser cierto. Voy a mi habitación y cierro la puerta con cerrojo, temo que entre a mitad de la noche y atente contra mí.

   A la mañana siguiente pido que traigan el desayuno a mi habitación, no quiero verle la cara y que me vuelvan las náuseas en su presencia.

   Desayuno el plato con frutas que cae muy bien en mi estómago. Me recuesto en mi cama y cierro los ojos. No sé en que momento me quedo dormida, pero despierto un poco alterada con el fuerte toque a mi puerta.

   Me levanto un poco atontada y en el umbral de la puerta está Thomas y un caballero con un maletín en mano.

—He traído al médico para que te revise a ver qué es lo que tienes.

   El médico y Thomas entran a mi habitación, este último se asegura de cerrar bien para que nadie interrumpa.

—Buenos días Milady —me dice el médico mientras saca algunas cosas de su maletín— El caballero me ha dicho que ha sentido náuseas, ¿Es cierto? —No quiero responder.

—¡Respóndele al médico lo que te pregunta! —Me amenaza y asiento con la cabeza.

—Aparte de las náuseas, ¿ha tenido otros síntomas, mareos, cansancio? —asiento— ¿Se ha retrasado su regla? —Me pregunta y el temor invade mi cuerpo, veo a Thomas quien está expectante a mi respuesta y le digo al médico:

—Tengo más de tres semanas de retraso doctor —le digo y Thomas se lleva las manos a la cara.

—Bien, recuestese y deje al descubierto su abdomen por favor, es sólo una revisión.

   Me indica y temblorosa hago lo que me ordena, saca de su maletín un pequeño cilindro de metal hueco en el centro y coloca una punta en mi vientre y la otra en su oído, se queda en silencio varios minutos que son eternos para mí, hasta que al fin retira el instrumento de mi vientre, bajo mi ropa para cubrirme y lo miro esperando su respuesta.

—Efectivamente Milady, está de encargo. ¡Felicidades! —Es la peor noticia que me ha podido dar en este preciso momento, veo a Thomas quien permanece sin expresión alguna en su rostro mirando hacia afuera por la ventana.

   El médico anota algunas indicaciones que debo seguir y se las entrega a Thomas, este se va con el médico no sin antes señalarme con su dedo acusador, haciendo que por mi cuerpo corra un escalofrío de terror.

—Un hijo —me digo en voz baja mientras llevo mis manos a mi vientre.

   Una sonrisa se dibuja en mi rostro al repetir aquellas palabras. Lo que  siempre desee ahora crece dentro de mí y es mío, de repente el miedo vuelve a invadirme por las consecuencias que esto puede traer.

———————-
   Thomas.

    Recibir aquella noticia del médico no me alegra para nada, le advertí millones de veces a Juliet que no quería sorpresas, no quería hijos bastardos.

   Me encierro el resto del día en el despacho bebiendo, no soy persona de beber más de la cuenta, es necesario mantenerse en sus cinco sentidos ante cualquier cosa que pueda suceder, sin embargo esta noticia me sobrepasa y no sé que hacer en estos momentos.

   Bebo dos botellas de Jhonnie Walker, el mejor whisky escocés de la época. Mi  cabeza comienza a dar vueltas evitando que me levante para irme a mi habitación, así que como puedo me recuesto en el sillón y paso la noche allí

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   Juliet.

   Al día siguiente, luego de pasar la noche pensando en la manera de huir de aquí sin que Thomas se dé cuenta me levanto. Camino a la cocina y le entrego una carta a mi mucama para que salga inmediatamente a entregarla a su destinatario. «Esta misma noche huiré de aquí».

   Paso el resto del día de nuevo encerrada en mi habitación, esperando que llegue la noche y las luces de la casa estén apagadas indicando que todos estén en sus respectivas habitaciones durmiendo.

   Llega la noche, solo espero que todo esté en silencio, tomo una pequeña maleta que arreglé y escondí debajo de la cama y salgo de mi habitación con mucha cautela de no hacer ruido.

   Me acerco a las escaleras para descender cuando la presencia de Thomas me toma por sorpresa.

—¡¿A donde crees que vas?!, ¡¿Pensabas huir con mi hijo en tu vientre?!

   Palidezco ante él, siento mis piernas aflojarse como una hoja, haciendo que mi estabilidad tambalee cuando lo veo subir escaleras arriba. Me toma del brazo fuertemente haciéndome reaccionar aparatándome del barandal.

—¡Déjame ir, te juro que no le diré a nadie que es tuyo!

—¡Mientes, te dije infinidades de veces que no quería hijos bastardos! Y qué haces, ¡Vas y te embarazas! —Me grita.

—¡Suéltame por favor! —Le ruego intentando safarme de su agarre— ¡Te juro que nadie lo sabrá, diré que es hijo de un pueblerino, nadie lo asemejará contigo! Déjame ir y te prometo que no me verás más el rostro.

—¡¿Y qué le diré a Richard cuando pregunte por ti?! ¡¿Crees que soy tan estupido para dejarte ir con un hijo mío en tu vientre?!

   Comienzo a forcejear más fuerte, soltando la maleta que traigo en la mano, él afirma su agarre en mi brazo haciéndome retorcer del dolor.

  Me lleva hasta la orilla del primer escalón, puedo ver como se dibuja una sonrisa de satisfacción en su rostro, volteo a ver el fin de las escaleras y regreso mi vista a su cara.

—¡No serías capaz de matarme o a tu propio hijo! —Le grito mientras intento por enésima vez zafarme, pero es inútil. Thomas me suelta de repente haciendo que pierda el equilibrio y ruedo por las escaleras.

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   Thomas.

   La idea que me pasa por la cabeza no es ni tan descabellada, hacerla rodar por las escaleras puede ayudarme a que pierda al bastardo ese que lleva en su vientre y así librarme de ese peso. La cara de terror con la que me ve en estos momentos me llena de satisfacción, nunca he sentido nada por ella, ni lo sentiré jamás por ninguna otra mujer. Mis sentimientos se fueron junto con ella el día que murió.

   Juliet hace un último intento por zafarse de mi agarre, pero la suelto de golpe empujando solo un poco haciéndola perder el equilibrio y que ruede por las escaleras.

   La veo dar vueltas por los escalones y detenerse a mitad de las escaleras inconsciente. Comienzo a gritar disimulando estar asustado, hasta que llega el personal de servicio sorprendiendose de tal escena.

   Tomo a Juliet en mis brazos y la llevo a su habitación, la acuesto sobre la cama y grito para que vayan por el médico. Hora y media después llega el galeno y lo dejo con ella para que la examine y me de la buena noticia que tanto estoy ansioso de escuchar.

—Sólo tiene varios hematomas y un golpe en la cabeza, afortunadamente sólo rodó unos cuantos escalones, si hubiera caído hasta el final, en estos momentos tal vez estaría muerta —me informa.

—¿Y el bebé, murió? —Le pregunto ansioso.

—Tiene latidos en su vientre, tendrá que guardar reposo absoluto, la veré en unos días a ver como sigue.

   La noticia de que aún sigue con vida ese bastardo me desanima y me irrita al mismo tiempo, pero no pierdo las esperanzas de que ese engendro no nazca.

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   Juliet.

   Abro los ojos, poco a poco, siento mi cuerpo muy adolorido. Veo de un lado a otro tratando de ubicar dónde me encuentro y reconozco mi habitación.

—Al fin despiertas, ya era hora —volteo hacia mi izquierda y veo a Thomas sentado al pie del balcón con un puro en sus labios.

—¿Qué me pasó?

—¿No lo recuerdas?, te caíste por las escaleras, es que eres tan inutil —me dice y voy recordando todo lo vívido. «No me caí, me lanzaste», pienso, pero no me atrevo a decírselo de frente.

   Llevo mis manos automáticamente a mi vientre y él nota mi gesto, se levanta del sillón y se me acerca.

—Aún late el corazón de ese bastardo dentro de ti —me dice soltando el humo del puro en mi rostro— ¡Pídele a tu Dios para que no nazca, porque si ese embarazo sigue su curso, te encerraré por el tiempo que sea necesario y apenas nazca lo daré en adopción y no lo verás jamás!

   Me aterrorizo por sus palabras, e intento levantarme apenas se va, pero todo mi cuerpo me duele, haciendo que desista de la idea de hacerlo.

Vuelvo a quedarme dormida y cuando abro de nuevo los ojos ya la oscuridad se asoma por el ventanal de mí habitación.

   Intento levantarme por segunda vez y sigo sin poder.

   Paso en cama unos cuatro días encerrada dentro de las cuatro paredes recuperando fuerzas, todavía no descarto la idea de huir de aquí.

   Llega el quinto día y algunos moretones aún siguen apareciendo, me levanto para asomarme al balcón y respirar un poco de aire para llenar mis pulmones y siento un líquido recorrer mi entrepierna. Corro al baño y subo mi camisón encontrándome con la dantesca escena.

   Por mis piernas corre el líquido carmesí y comienzo a sentir un fuerte dolor en mi vientre. Grito de dolor y minutos después entra Thomas con una de las mucamas. Él me toma entre sus brazos y cubre de mi cintura para abajo con una toalla para que la mujer de servicio no note lo que sucede.

—¡Manda a alguien por el médico, ya! —Le ordena y sale a toda carrera de mi habitación.

   Me acuesta en la cama cubriéndome con el edredón, comienza a caminar de aquí para allá inquieto, nunca lo he visto de tal manera, pero mi dolor es tal que mi sentido se nubla de vez en cuando. Siento como si algo se desgarrara dentro de mí y grito sin poder evitarlo. Las lágrimas comienzan a rodar por mis mejillas al pensar que estoy perdiendo a mí hijo.

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   Thomas.

   No puedo describir el sentimiento que me embarga en estos momentos, verla allí en el baño con sangre entre sus piernas me espantó, la cubro con una toalla de baño para que nadie vea lo que sucede y la acuesto sobre su cama cubriéndola con el edredón.

   Camino de un lado a otro, con un sentimiento extraño en mi pecho «angustia». La veo de reojo sin que lo note cuando llora apretando los labios por el dolor que la envuelve. Llega el médico al fin luego de una hora de espera.

—¡Todos afuera! —Grito ordenándole a la servidumbre chismosa que se marche, quedándonos sólos el médico y yo con ella.

   El saca su aparato cilíndrico y lo coloca sobre su vientre, se queda en silencio unos segundos que me inquietan y luego coloca el aparato en otro punto de ella y vuelve el silencio.

   El médico se gira para verme y niega con la cabeza:

—No hay latidos —Juliet grita desgarradoramente ante las palabras del médico y las lágrimas comienzan a correr por sus mejillas.

   El galeno le abre las piernas indicando algo que no logro escuchar, mis sentidos están bloqueados. Al principio ella se niega, pero accede después ante las consecuencias que esto le puede traer más adelante. Él comienza a hacer no sé que cosa debajo de las sábanas que cubren a  Juliet de la cintura a sus rodillas. No logro ver nada, no tengo el valor de mirar el pequeño trozo de tela que coloca debajo de sus caderas, sólo detallo en el suelo un pequeño montón de trapos blancos que extrae de sus extremidades inferiores llenas del liquido carmesí.

   Ver tanta sangre me causa impresión y salgo al balcón con una extraña sensación en el pecho.

«Era un bastardo, era un bastardo», es lo único que mi mente repite una y otra vez mientras miro al jardín.

   El médico abandona la habitación dejando el hedor a sangre impregnado en mis fosas nasales. Juliet está dormida, pero su cuerpo aún tiene los estragos de los sollozos. Llamo a la mujer de servicio en la cual más confío para que venga a asear el desastre de lo sucedido.

—Elimina este olor nauseabundo de aquí —ordeno—, quema las sábanas y que nadie las vea... Está de más decir que no quiero chismes.

—Mi boca está sellada Milord.

   Recoge todo del suelo haciendo un bulto y sale de la habitación, me acerco a Juliet e inconscientemente llevo mi mano a su frente apartando de ella un mechón de su cabello. Está pálida y algo fría, pero su pecho sube y baja.

—Fue mejor así, ya lo entenderás más adelante —le susurro aunque sé que no me escucha.

   Salgo de la habitación y me encierro en mi despacho, camino hacia la licorera, destapo una botella de brandy y la llevo directamente a mi boca, bebiendo un largo trago calentando mi garganta cuando baja.

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   Juliet.

   Pasan los días y aún no supero lo sucedido. Esta mañana decidí bajar a desayunar al comedor a pesar de aún tener moretones y un poco de dolor, pero ya estoy cansada de este encierro y ya es hora de continuar con mi vida, deprimirme no hará volver el tiempo atrás. Debo llevar mi pena en silencio como siempre para que él no lo note y comience a decir que soy una persona débil.

   A mitad del desayuno llega el mayordomo con una carta para mí. La abro con extrañeza pues no suelo recibir nada de nadie.

   Comienzo a leer la carta y Thomas la arrebata de mis manos, impidiendo que continúe leyendo. Frunce el ceño al ver el destinatario.

—Lord Christian Richardson, Duque de Edimburgo —lee al principio de la carta.

   Continúa con los ojos fijos en el papel y al final lo arruga con rabia.

—¡Con que el Duque de Edimburgo no! —Reclama—¡¿Dime, cuantas veces te ha escrito ese vejete?!, ese es acaso tú amante y padre del engendro ese que querías encasquetarme.

—¡No sé de qué hablas! —Trato de defenderme de sus ofensas, pero es inútil— ¡Claro que era tuyo!, sólo a ti me he entregado, a nadie más.

Bajo la voz para que la servidumbre no nos escuche.

—¡Eres una perdida y además mentirosa! ¡En tu vida vuelvas a tocarme!

—¡Me estás ofendiendo!

—¡Por Dios! Sólo digo la verdad, por eso fue que no fuiste a la cabaña esa noche, antes de saber de tu bastardo —barre con una mano lo que está sobre la mesa tirándolo todo al suelo— ¡No quiero verte!

—Estas equivocado... Cálmate por el amor de Dios.

Intento tomar su mano, pero la aparta de la mía. Se levanta de la mesa furioso y sale a encerrarse en su despacho, no sin antes gritarle al personal de servicio:

—¡Quiero botellas de whisky en la licorera, ya!

   El resto de la mañana no supe de él, sólo lo volví a ver cuando estaba con mi sobrino en medio de la sala.

                  *Fin del flash back*

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En primer lugar, quiero pedirles una disculpa por estar ausente tanto tiempo, estuve ocupada releyendo algunas historias y soy de las personas de que cuando empieza no para.

Este capítulo es el más largo que he escrito, como lo vieron es un flash back de lo que sucedió con Thomas y Juliet días antes de que regresara Richard a Sussex.

Espero que lo hayan disfrutado.

Recuerden que esta historia es un borrador y que por lo tanto podría tener algunos errores, que más adelante se editarán.

Se les quiere y ya saben, cliquen sobre la estrellita y recomienden la historia.

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