Capítulo 8

Aquella noche fué suficiente para que ambos cayeran profundamente dormidos en el sillón abrazados.
Degel se había despertado en la madrugada al no sentir la presencia de Camus en la cama, desesperado se fué primero a la cocina, después a la sala y fue donde los encontró abrazados, estaban profundamente dormidos.
Prefirió no hacer ruido y nuevamente se regresó a su recámara, algo le decía que ellos dos eran algo más que solo simples amigos, pero si era así, Degel no tenía nada en contra de esa relación, desde que su hermano conoció a ese joven Aiacos, Camus tenía una razón más para vivir, pese a su problema de salud.

Cuando llegó el amanecer, Aiacos fué el primero en despertar, lo primero que vio cuando abrió los ojos, fué una cabellera esmeralda sobre su pecho.
No quería despertarlo porqué comenzó admirar la manera tierna en la que el galo dormía sobre de él.

Nuevamente cerró lo ojos para disimular que seguía durmiendo por si acaso Camus despertaba antes que él.
Disfrutó del calor corporal que emanaba su cuerpo.
Pero también se preocupaba por él y esa era otra cuestión, tendría que volver a la casa de Milo para bañarse y cambiarse de ropa para ir a su trabajo. Además de que Camus sabía que se quedaría solo en todo el día.
No quería que sucediera lo de ayer, que lo volvieran a seguir y sobre todo que esté en peligro.

Quizá sonaría loco aquella idea pero por nada del mundo lo dejaría a la deriva y aunque vaya en contra de sus principios que anteriormente se había formado sobre el amor después de sufrir... Tomaría la decisión de llevarse al joven galo a su trabajo diariamente para darle tranquilidad a Degel y pueda seguir trabajando sin problema.

Seguía sumido en sus pensamientos con los ojos cerrados, pero su momento se vio interrumpido cuando la voz de su hermano mayor lo hizo sobresaltar del sillón y esto a su vez despertando a Camus.

— Pero que buena noche pasaste Aiacos — Respondió Kardia tocando su hombro mientras disfrutaba ver las caras de asombro de Aiacos y de Camus.

— Kardia... Camus estaba durmiendo, por eso no lo desperté — Susurró Aiacos molesto mientras recogía aquella frazada que se había caído por el momento repentino.

— Ja, ja, ja. Está bien lo siento pero ya no te vi en la cama y pensé que te habías ido sin mi.

— No que va... Me salí porqué no me dejabas dormir — Contestó Aiacos riendo — Tus ronquidos como auto viejo interrumpen mis sueños.

— Era mi molestia porqué Degel se negó a dormirse conmigo — Dijo Kardia en un tono burlón al darse cuenta que Degel salía de la habitación de su hermano y justamente en ese momento lo alcanzó a tomar de la cintura, lo jaló y lo acercó a su cuerpo — Buenos días belleza.

Aiacos solo se le quedó mirando, era parte de su familia de eso no cabía duda. Milo era igual cuando eran adolescentes, claro que era muy detallado en sus trabajos pero siempre tenía el toque de ser coqueto frente a los demás.
Para no seguir interrumpiendo, tomó de la mano a Camus y se lo llevó a la cocina.

— Camus... ¿Que haces cuando estás solo aquí? — Cuestionó mientras cerraba la puerta de la cocina para que pudieran hablar sin que Kardia o Degel interrumpieran con sus coqueterías.

El galo se quedó con curiosidad al ver que Aiacos lo había llevado a la cocina y posteriormente cerró la puerta, estaban ellos dos solos.

— Bueno... a Degel no le gusta que salga si no está él, de hecho... — Camus abrió uno de los cajones de la cocina para sacar una libreta,  la abrió y le mostró a  Aiacos una hoja en específico donde estaban algunos números telefónicos — Degel me anotó aquí los números de los médicos, ó de emergencias también, por si en dado caso me llego a sentir mal para que vengan por mi, si no estuviera él para socorrerme.

— Esa es buena opción si estás en tu casa pero... Ayer nuevamente te seguían y yo no quiero que te pase algo  Camus — Susurró Aiacos en tono preocupado quitando algunos cabellos que tapaban su rostro.

— Por eso me siento una  carga para todos, me siento... Asfixiado, sin salida... yo  — Camus no terminó de hablar, fué interrumpido por Aiacos quien lo tomó del rostro con ambas manos.

— Camus, sé que apenas te conozco y tú a mi... Escucha bien, para mí jamás serás una carga y si es necesario te llevaré conmigo a mi trabajo para protegerte. Desde ese día que te conocí siento esa necesidad de cuidarte...

El joven galo no dejo que Aiacos terminara de hablar, con un poco de timidez le dio un beso en su mejilla, dejando a Aiacos muy nervioso ante ese bello acto.


Degel quien seguía forcejeando con Kardia pero por la ventana de la puerta de la cocina lo que pasaba con su hermano, sonrió al verlo tan cercano a Aiacos. Quizá algo nuevo comience para ellos.














Milo seguía muy entregado a su trabajo, estaba logrando que Saori se inclinara cada vez más en su pulcro desempeño.
Ese nuevo ayudante era un dolor de cabeza para él, porqué prefería hacer las cosas por su cuenta.

— Al menos temprano tengo tiempo para mi solo — Susurró Milo dando un sorbo a su vaso de café y recargándose a gusto en la silla giratoria.

Sus pensamientos se vieron interrumpidos por su ayudante quien llegaba temprano aprovechando la situación que los empleados de la oficina aún no llegaban.
De manera muy repentina se acercó al escritorio de Milo colocando sus manos en el mueble muy exaltado quedando frente a frente con el heleno.

— ¡Milo,  no sé que rayos se trae conmigo pero déjeme decirle que aunque usted me ponga trabas aquí, yo quiero seguir a su lado!

El heleno se sorprendió ante la actitud repentina de Hyoga. Y si, tenía razón, era un pasante de Contaduría como para que solo lo tuviera haciendo cosas sencillas como acomodar papeles y traerle cosas que  necesitara. Él quería aprender más, a eso había llegado ahí.

— Hyoga — Llamó Milo en un tono autoritario
— Me gusta trabajar solo, a todo esto...
¿Cuántos años tienes?

El joven rubio no sabía porqué Milo preguntaba todo esto, se quedó por unos momentos pensando — Tengo veintidós, hace poco los cumplí, pero no veo porqué pregunta eso.

— Porqué eres joven aún y no puedo dejarte responsabilidades mayores — Al decir esto se levantó de su silla pero Hyoga nuevamente se acercó más a él, lo había acorralado y de manera repentina acortó aún más la distancia entre ambos.

— Entonces estaré dispuesto para aprender todo... Quiero llegar a  ser tan bueno y eficiente como usted.

— Hyoga — Susurró Milo al darse cuenta que lo tenía prácticamente sobre de él, no negaba que a veces él mismo coqueteaba  con las demás personas, pero ese chico rubio... Esa mirada le recordaba a alguien... A su amigo Camus.

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