Capítulo 25
— Entonces...
Susurró Camus con la mirada perdida en el cielo azul, ambos se encontraban recostados sobre el pasto del jardín trasero de la casa de Aiacos.
— Tan solo deseo tu felicidad... Debo admitir que a raíz de que conociste a mi hermano, él cambió mucho. Solía ser distante, frío, casi no socializaba como ahora.
Las palabras de Milo las decía con un gran nudo en la garganta, por más que intentaba sincerarse con Camus lo que intentaba confesarle le dolía muy en el fondo.
— Aquel chico con el que llegaste se ve muy animado Milo. Me gusta la mirada tierna y serena que pone cuando te ve — Halagó Camus cerrando sus párpados llevándose su mano a su vientre.
Milo sonrió de lado, movió un poco su cabeza con dirección a la ventana de la cocina y notó que Hyoga y Aiacos platicaban sin problema alguno.
— Se pierden muchas cosas de la vida cuando las personas se desviven por sus trabajos. Damos todo por ellos cuando dejamos de lado a las personas más importantes de nuestras vidas... Sólo deseo tu felicidad Camus. Pocas veces logré verte sonreír como ahora — Milo se acercó al joven de cabellos esmeraldas y retiró aquellos cabellos que cubrían su rostro.
— No me engañas Milo, sé que le diste dinero a Aiacos para pagar parte de la cirugía ¿Porqué no me avisaste? — Susurró Camus un poco molesto mirando a Milo con descontento.
— Le dije que no te avisara.
— No lo hizo.
— Le pedí que no te lo dijera porqué no lo creí conveniente.
Camus nuevamente dirigió su mirada al cielo, no le gustaba que le ocultaran las cosas ni mucho menos los detalles que hicieron por él. Se sentía en deuda con Aiacos, con Milo, con Degel... Hasta con Kardia.
Todos estuvieron ahí para él.
— Siento que les debo mucho por lo que hicieron, si no hubiera sido por cada uno de ustedes yo...
— ¿Tú?
En ese momento Camus dejó escapar unas ligeras lágrimas que recorrían su rostro.
— Cuando me dieron mal mi diagnostico por la falta de dinero para mis estudios... Quería acabar con todo lo relacionado con mi vida. Aquella vez — Hizo una pausa para pensar mejor lo que estaba por decirle.
— Sigue...
— Estaba dispuesto a hablar contigo pero conocí a tu hermano. Lo abracé creyendo que eras tú... Vaya casualidad del destino.
Limpiándose las lágrimas de su rostro y dejó escapar una pequeña risa, Milo se acercó para verlo a los ojos.
— Creo que el destino te puso a la persona correcta en tu vida Camus... Me alegra mucho que haya sido Aiacos el indicado para estar a tu lado.
Milo tomó la mano de Camus y lo ayudó a levantarse del jardín.
El joven galo le devolvió un gesto de agradecimiento.
— Aiacos ama el color violeta, sé que si tienes una pequeña niña le pondrá Violate. Conozco lo suficiente a mi hermano como para no deducirlo.
— Si me dijo lo mismo por los ojos de Degel.
Milo colocó su mano sobre el vientre de Camus, no quería decirle que él hubiera querido ser el afortunado en estar a lado del galo pero... En esta vida su amor ahora era para alguien más.
Sólo era cuestión de mirar a la persona correcta y ya lo había hecho.
Hyoga le ha tenido una paciencia enorme y ahora solo era cuestión de que los dos se dieran la oportunidad de descubrir aquel sentimiento.
— Por cierto Camus, en el auto traigo alimentos para hacer un asado aquí en el jardín de mi hermano... Vamos adentro — Milo tomó del brazo al galo y lo llevó hasta la cocina donde los esperaban Hyoga y Aiacos.
— Vaya yo pensé que los dos se dormirían en el jardín — Se quejó Aiacos cruzando los brazos.
— No que va; además deberías de agradecerme que traje para la comida de hoy. Así que andando Aiacos deja de estarme cuidado y ayúdame a bajar las cosas del auto.
Entre jalones y empujones Milo se llevó a su hermano hasta la entrada de su casa para bajar los alimentos y bebidas que llevaba.
— ¿Por fin compraste un auto? — Cuestionó Aiacos a Milo.
— ¿Así digamos mío? No, este auto es de la señorita Saori... Aunque ella salió de viaje y ahora le estoy dando uso.
Aiacos comenzó a reírse, su hermano no cambiaba, solo les faltaba Kardia junto con Degel y la familia ahora si estaría completa.
En el transcurso de la tarde, Aiacos había sacado el asador que tenía guardado, Milo se había encargado de preparar la carne mientras que Hyoga terminaba de poner las bebidas sobre la mesa.
El joven rubio no le permitió hacer esfuerzo a Camus y ahora el joven galo se sentía como un total inútil.
No lo dejaban hacer algo, ni siquiera el más mínimo esfuerzo.
— ¿Se van a casar? — Cuestionó asombrado Milo abriendo otra lata de cerveza.
— ¡Justo en eso estaba Milo... Nos vamos a casar! Estaba en la mejor parte — Exclamó Aiacos colocando su brazo sobre los hombros de su hermano mientras le daba otro trago a su cerveza.
Hyoga se llevó una mano al rostro, todavía ni comían y el alcohol comenzaba a subir en ellos.
Camus alzó una ceja de tan solo ver a los dos hermanos alegres abrazados y diciendo entre ellos mismos incoherencias.
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