Capítulo 22

La cirugía había sido un éxito, Aiacos solo esperaba que le dieran la orden de poder entrar a la sala de recuperación donde se encontraba su bello copito aún con la anestesia que mantenía sedado su cuerpo.

Querido hermano, Camus ya salió de la cirugía y todo ha salido perfecto. De no ser por tu gran ayuda esto no se hubiera logrado.

Fue el mensaje de texto que Aiacos redactó y después se lo envió a su hermano sin embargo este no le contestó.
Eso se le había hecho muy extraño, nuevamente guardó su celular a su bolsillo con la idea que quizá se encontraba demasiado ocupado.

— Puede pasar a ver a su paciente.

Cuando Aiacos escuchó la voz de una de las enfermeras dejó a Kardia y a Degel en la sala de espera.
Era la noticia que esperaba oír, se le había hecho eterno no saber nada de su pareja.
Con pasos firmes se acercó para que le dieran indicaciones.

Le dieron la ubicación, se adentró por algunos largos pasillos blancos, a su paso se podía encontrar con varios de los médicos y el personal del hospital.
Al llegar a la habitación que le mencionaron, tomó un poco de aire, recargó sus palmas en la puerta y abrió lentamente para no importunar la recuperación de su pareja.

— Aiacos — Susurró Camus al verlo entrar, aún se sentía muy débil y sobre todo la anestesia había pasado, por lo cual el dolor de la herida que le quedó en su pecho del lado izquierdo comenzaba a doler.

— No hagas esfuerzo Camus, debes descansar.

Aiacos se acercó para poder acomodar la almohada y las sábanas que lo cubrían, como si de un niño pequeño se tratara y aunque no lo fuera, él quería hacer lo posible por que Camus estuviera cómodo.
Después se acercó a su rostro y dejó un pequeño beso en su frente.

— Siento que ahora... Todo estará bien, gracias.

— No necesitas agradecer, fue un placer ayudarte. Ahora solo nos queda seguir teniendo una vida próspera de ahora en adelante Camus.

Aiacos tomó la mano de su pareja y entrelazó sus dedos, con la mano derecha no podía hacerlo, ya que a Camus le suministraban suero vía intravenosa.

— Más bien eres como mi ángel de la guarda, llegaste a mi para convertir mi soledad en días alegres.

— Tu hiciste lo mismo, jamás me imaginé en mi vida tener solo ojos para alguien más, eres una de las cosas buenas que la vida me ha dado. Lo mejor de todo esto fue coincidir en esta vida contigo Camus.

Ambos se miraban fijamente, Aiacos estaba por acercarse para darle un beso a su pareja sin embargo la llegada de Kardia y de Degel interrumpieron ese momento entre ellos dos.

— Sentimos llegar así Aiacos pero... Degel estaba preocupado por su hermano — Kardia lo señaló justo al momento de abrir la puerta, Degel corrió para poder abrazar con delicadeza a su hermano menor.

No le quedó otra opción a Aiacos más que hacerse a un lado para darles un poco de tiempo a los dos hermanos. Así como él estaba sumamente preocupado por Camus, era evidente que Degel también lo estuviera.

— Todo salió bien después de todo — Respondió Kardia colocando su mano sobre el hombro de su hermano mientras observaban a sus parejas platicar con gran emoción.

— Ahora solo me resta esperar a que Milo regrese y nuevamente iré a mi casa — Contestó Aiacos mientras salía de la habitación y le hizo una seña a su hermano para que lo siguiera mientras les daban un poco de privacidad.

— ¿Y que harás con Camus?

Aiacos tomó asiento en una de las bancas del pasillo y Kardia se sentó justamente a su lado para que pudieran seguir hablando.

— Quiero que se vaya conmigo, ahora que seremos una familia no puedo dejarlo solo... ¿Y tú? ¿Te quedarás en casa de Milo?

— Degel y yo hemos hablado de este tema desde que ustedes dos son pareja. Se sentía triste porqué sabía que si los dos lograban ir más allá que solo una relación de noviazgo, te llevarías a su único hermano. Por lo tanto me quedaré a su lado.

Más tranquilos, ambos recargaron sus  cabezas en la pared.

— Solo estoy esperando que den de alta a Camus y comenzaré a proponerle la idea de irnos a mi casa. También quiero planear algo para poder pedir su mano.

— Si haces despedida de soltero, ten por seguro que puedo ayudarte a planearlo — Respondió Kardia en un tono de burla, jamás perdía su esencia de humor ante cualquier situación.

— Mientras no se te ocurra llevarme a ver mujeres sin ropa bailando todo esta bien. Mi amor le pertenece a mi Camus.

—Le quitas lo divertido a la vida Aiacos... Mejor me llevaré a Milo — Se quejó con malicia — Por cierto ¿Ya le avisaste?

— Le mandé mensaje pero no me contestó.

Kardia alzó una ceja incrédulo porqué pensaba que al tratarse sobre noticias de la persona que también quería, por interés estaría al pendiente pero no fue así.
Sacó su celular de su bolsillo y comenzó a revisar en la aplicación de mensajería instantánea la hora en la que se había conectado, sin embargo ya tenía algunas horas que no lo hacía.

— Es muy tarde para que siga trabajando.

— Más bien debe estar cansado y quizá esté durmiendo, ya son las once de la noche — Contestó Aiacos mirando la hora en su reloj de mano.



Pero ni uno de los dos hermanos Samaras sabía que Milo se había quedado profundamente dormido en el mismo lecho con aquel joven de cabellos rubios.
Había sido muy agotador ayudarlo a recoger y levantar las cosas de su casa.
En la situación que se encontraba el joven Hyoga era imposible que pudiera atenderse solo.

Sin embargo la llegada repentina de Milo a su pequeño hogar le había caído como del cielo porqué ni por si mismo se podía  valer para preparar sus alimentos.

Y Milo hizo lo que jamás de imaginó, ni lo que hacía en su casa.

Le ayudó a su joven asistente a limpiar y de paso le preparó la cena que ambos disfrutaron sin problema alguno.

Después de una larga jornada de trabajo, sumando a ello la visita a la casa de Hyoga; Milo Samaras se quedó profundamente dormido justamente a lado de Hyoga después de ese pesado día.

Ni tuvo tiempo de escuchar las notificaciones de los mensajes de Aiacos ni mucho menos las insistentes llamadas de Kardia.
Él solo quería descansar ya y lo estaba haciendo... 

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