II
Al recuperar la visión, descubrí pasmada que ya no estaba en la cabaña sino en un bosque de árboles muertos y en casi una repleta oscuridad sino fuese por la brillante luna plateada que me iluminaba. Al frente mío se alzaba una enorme edificación similar a una abadía de varios siglos de antiguedad,
Empecé a oír el sonido de la música, provenía del interior del edificio. No podía distinguir que tipo de música era, pero parecía música clásica.
Después de aquella teletransportación, pues eso había sido, estaba confundida así que en aquel momento pensé que alucinaba o que quizá soñaba. Por eso, no tuve problema en adentrarme al edificio.
Al hacerlo, una pálida mujer de brillantes labios carmín que vestía elegantemente apareció de la nada y me pidió mi invitación con un gesto. Afortunadamente la había traído conmigo; la entrada sobresalía del bolsillo de la campera que llevaba puesta. Se la entregué rápidamente y me permitió pasar. No sin antes dedicarme una extraña mirada que no me dió muy buena espina.
Pero ella no era lo más extraño que me iba a encontrar...
Para empezar, las ventanas del salón tenían pintadas imágenes de índole religiosa, una de ellas se veía la batalla de San Jorge contra el dragón y otra de Lucifer contra los arcángeles aunque con una variante aquí los heroes perdían.
Todo este ambiente de época medieval se entremezclaba con objetos medianamente más actuales como los focos que formaban parte del candelabro araña, parlantes y una tarima que tenía un micrófono.
Sin embargo, fueron los invitados los que se robaron mi atención. No eran humanos. Eran seres que sólo pensaba existían en libros de fantasía. Pues, parecían haber salido de la mente de alguno de los hermanos Grimm o de algún otro escritor del género con mente retorcida.
Entre los invitados había enormes lagartijas de hasta dos metros de altura danzando paradas en dos patas. Sirenas, pero no sirenas como las de Disney sino como las de los mitos griegos: aladas y con patas de ave en lugar de la famosa cola. Algunas tenían rostros bellos pero otras lucían como ancianos pero con filosos colmillos sobresaliendole de la boca. Conversaban con otras mujeres, bellas también pero no tardé en descubrir que tampoco eran humanas, al ver como traían un vaso con un líquido verdoso hacia su mano con solo un pase mágico. Las voces agudas y las chillonas carcajadas que ambas criaturas soltaban que me hacían sentir como si mi gato arañara mis oídos por dentro también ayudaron.
Había también seres pálidos como la mujer que me había recibido. Hombres, mujeres. Ellos vestidos con smoking y ellas con vestidos muy reveladores. Algunos bailaban una danza muy lenta, casi hipnotizante, otros tratando de conversar con los demás invitados, uno de ellos tenía una copa en la mano conteniendo un líquido sanguinolento. A todos les sobresalían unos enormes colmillos. Vampiros.
Los únicos seres que lucían humanos eran algunos hombres que aparentaban tener cuarenta o más. No había nada extraño en ellos. Pensé en acercarmeles y hablarles pero no me atreví. No estaba segura de qué eran.
Traté de convencerme que eran disfraces, de que todo debía ser algún montaje pero la forma en que me helaba la sangre al verlos no ayudaba.
«No. Esas criaturas no existen» No dejaba de repetirme, mientras observaba boquiabierta aquel circo de terror que tenía frente a mi.
No funcionaba.
—No perteneces aquí. ¿Verdad?
Me giré rápidamente, era uno de ellos. De aquellos que lucían normales. Asentí tímidamente.
—Pobre muchacha —negó con la cabeza mostrándose algo compungido—. Adónde has ido a parar. Esta no es una fiesta para humanos. Yo que tú me iría antes de que Brandan se dé cuenta de que estas aqui.
—¿Brandan?
Inquirí pero luego supe quién era. Lo recordaba bien.
—Es el anfitrión. Y no tendrá piedad cuando te vea.
—Pero está aquí. Acaso...
—Acertaste. No soy humano. Soy un hombre lobo. Mejor vete antes de que…
Él calló. Un hombre de piel rojiza y ojos amarillentos que tenía grandes cuernos enroscados que le sobresalían de las sienes, había subido a la tarima y tomado el micrófono.
—Tengo el honor de presentar al anfitrión de este año, de la gran celebración anual de la inmortalidad ¡Mister Brandan!
—Tarde —murmuró el hombre lobo—. Suerte —agregó antes de irse.
Intenté detenerlo pero me ignoró. Quedé otra vez sola, pensando cómo hacer para huir.
Mientras tanto, en la tarima, con pasos lerdos y ayuda de un bastón, un hombre apareció. El famoso Brandan, el que me había enviado la invitación, el anfitrión. No lucía amenazante, pero sí muy tétrico, su cabello prácticamente se había ido quedandole solo unos cuantos mechones plateados y tenía el rostro marchito. Sus ojos eran de un tono rojo sanguinolento y nos miraba a todos con el ceño fruncido y de manera tan amenazante que atemorizaba a más de uno allí.
Sí, incluso esos seres extraños parecían temerle.
En silencio, caminó hasta el costado izquierdo de la tarima. Allí observé perpleja que había cuatro personas inconscientes -dos mujeres y dos hombres- encadenados de manos y pies a las paredes. No necesitó llave, jaló a una de las mujeres, la más joven, y las cadenas se rompieron como si fuesen hechas del hilo más delgado.
Acto seguido, clavó sus colmillos en el cuello de la muchacha y comenzó a succionar su sangre con frenesí, incluso parecía que había succionado su esencia pues de aquella joven solo quedó un blanco cascarón vacío.
Me estremecí al pensar en que los siguientes serían los que estaban aún encadenados o incluso yo.
En aquel escenario, mientras tanto, el vampiro comenzó a cambiar… su rostro recupero elasticidad, el cabello le creció y comenzó a teñirse de negro oscuro y su espalda se enderezó hasta que yo no necesitó el bastón, que de inmediato se colgó en el brazo izquierdo como un adorno más. Ahora se veía como un hombre de apenas treinta años. No quedaba rastro del anciano, excepto por aquellos ojos y que aún tenía manchada la boca de sangre.
Entonces, se acercó al micrófono con un paso más seguro y audaz, casi elegante.
—Sean bienvenidos a la “Celebración de la inmortalidad” —exclamó y fue aplaudido por los invitados—. Mi casa es su casa. Espero no les haya molestado que tomara un aperitivo. Necesitaba fuerza para del evento principal. Después de todo aún nos quedan más —clavó sus ojos en mí y me sonrió de manera maliciosa.
Me quedé congelada ¿en qué momento me había visto?
Quise huir. Pero mis piernas no respondían. No, no era sólo el miedo que me recorría. Había algo más, era como si hubiera perdido el control de mi cuerpo.
—En fin, disfruten de la noche. —agregó viendo a sus invitados, luego bajó de la tarima y caminó en dirección mía.
Me quedé allí, esperándolo.
—Buenas noches, señorita —me saludó, dándome un beso en la mano—. Soy Brandan, el anfitrión de esta fiesta.
Volvió a clavar sus ojos en mí. Una sensación rara me invadió, me atraía. Aquel ser que me resultaba repulsivo, me atraía.
Todo desde sus ojos grises hasta su modelado cuerpo. En pocos instantes me había vuelto su esclava. Pase toda la mayor parte de la celebración con él. Bailamos pese a que jamás lo había hecho y en otras circunstancias jamás me hubiera atrevido.
Luego Brandan me habló de sus viajes. De todo un nuevo mundo. Todo lo escuchaba maravillada. Y cuando sentía que recuperaba el control de mí, bastaba con que clavara sus ojos grises en mi para que volviera a ser dócil otra vez.
Todo parecía seguro así hasta que el demonio de piel roja se subió al escenario nuevamente.
—Llego el momento señores, hoy renovaremos nuestra inmortalidad.
—No te preocupes no serás parte del sacrificio —me dijo al oido Brandan—. Tengo mejores para tí.
Llevó sus colmillos hasta mi cuello y yo dócilmente dejé que lo hiciese, aunque me decía que no debía. Trate de resistirme pero fue por poco tiempo
—Dejala. Viene conmigo —dijo alguien. Yo aún seguía en brazos del anfitrión y sus colmillos se detuvieron a escasos centímetros de mi cuello.
—Es mi presa. Me pertenece —replicó, alzando la cabeza.
Entonces oí un ligero chasquido de dedos. Por un momento se me nubló la vista, pero la recuperé rápidamente al igual que el control de mi. Observé al ser que me sujetaba de la cintura. Al ver sus ojos noté que ya no eran más grises y habían vuelto a ser del tono sanguinolento que recordaba. Había sido hipnotizada. De inmediato, traté de separarme de él. Sin éxito.
Observé a quien me había liberado del trance. No lo podía creer. Era Bruno. Aunque lucía distinto. Vestía una especie de saco rojo con bordados en dorado, su cabello rubio estaba muy desordenado y sus ojos azules eran ahora del mismo tono que del vampiro.
—Ah... pero si es Andrik. Como siempre arruinando la fiesta.
«¿Andrik?»
—Busca tus propias víctimas, Andrik —gruñó el vampiro a mi lado, sujetando con tanta fuerza mi brazo que solté un gemido.
—Ya te he dicho que viene conmigo.
—Pues ya nos pertenece a nosotros ¿no es así? —dijo
Todas las demás criaturas vitorearon en favor del vampiro.
—Será una de mis víctimas.
—Fue un error. Era mi invitación. Déjala ir.
—Creo que sé cómo arreglar esto.
Y antes de que pudiera Bruno o Andrik, mejor dicho, pudiese dar una respuesta el vampiro había lanzado un golpe certero haciendo que éste choque dolorosamente contra la pared.
—Oh esto se va a poner interesante —oí que dijo uno de los brujos—. Estos chupasangre sí que saben dar un buen espectáculo.
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