Capítulo 6
Tiempo presente
La reunión con su jefa, Shelley, por fortuna fue breve y agradable. Habló la mayor parte del tiempo y repasó los planes para ascender a Gemma en un año. Ella fingió interés, todavía conmocionada por la llamada anterior de la Guía Michelin, mientras en su mente formulaba el plan de acción que nada tenía que ver con Eatz.
En cuanto terminó la reunión, salió corriendo por la puerta con sus tacones de diseñador y llamó un taxi exasperada. El tráfico era peor de lo habitual, y no ayudaba que el conductor señalara a cada peatón cool que se cruzaba.
Por fin, el taxi se detuvo frente a un restaurante en cuyas ventanas se leía Perusing Port en letras rojas y negras. Después de pagar por el viaje, salió del coche y contempló lo que tenía delante.
«Cerrado por renovaciones», se leía en letras rojas en una pancarta blanca frente a la entrada. El exterior no estaba tan mal, aunque lucía un tanto extraño. Era una combinación entre un comedor de los años cincuenta y una panadería.
Sin embargo, el corazón de Gemma se desplomó cuando vio la letra azul que estaba en la vidriera. Era una B. Perusing Port había recibido una B en la última inspección municipal. Su respiración empezó a acelerarse, al borde de hiperventilarse.
«Dios mío, ¿por qué está sucediendo esto? Cálmate, Gem. Al menos no es una C. Podemos trabajar con una B, tenemos que hacerlo».
Gemma respiró hondo y avanzó haciendo sonar sus tacones hacia la puerta de cristal. Su respiración se desaceleró al darse cuenta de que la puerta no estaba cerrada. Apenas entró, vio muebles que estaban cubiertos de plástico y un espacio desordenado. Levantó la esquina de un plástico y vislumbró un asiento estilo cabina de color rojo oscuro. Un parloteo llenó sus oídos y miró en la dirección de donde procedían las voces.
—¿Hola? —dijo con la voz entrecortada.
Nadie respondió. Se acercó de puntillas a las voces y volvió a intentarlo subiendo la voz
»¿Hola? ¿Hay alguien aquí?
Las voces cesaron al instante y un joven, probablemente de unos veintitantos salió al comedor sorprendido. Llevaba el pelo castaño rizado y gafas.
—Hum, ¡hola! Disculpa, estamos cerrados por renovaciones.
—Lo sé, lo sé. Estoy buscando a Logan Gelson.
—Oh. Claro, iré a buscarlo. ¿Quién lo busca?
—Soy Gemma —respondió mientras se cruzaba de brazos.
El chico abrió grandes los ojos y la boca.
—¡Oh, Dios mío! Entonces, ¡es cierto! ¿Conoces a Logan? Todos pensamos que el artículo había sido una broma como parte de su táctica para levantarnos la moral. ¡Guau! No puedo esperar para decirle al resto.
Gemma respiró hondo y forzó una sonrisa.
—Sí. Todo es cierto.
—¡Genial! Y es cierto, realmente eres muy bella —dijo el chico con un brillo en los ojos, y en voz baja continuó—: Ese tonto es más inteligente de lo que pensaba.
—¡Oye! ¡Oí eso! —Una voz grave llenó el espacio y Gemma se encontró con el hombre que, sin darse cuenta, le había causado tanta frustración en las últimas veinticuatro horas.
—Oh, ¡hola, jefe! Ella es Gemma. Creo que ya se conocen —dijo sonriendo mientras ambos se miraban fijamente—. Bueno, dejaré que se pongan al día. Ha sido un placer conocerte, Gemma. Soy James, por cierto.
Gemma hizo un gesto con la cabeza hacia James, quien salió casi corriendo del comedor. Cuando cerró la puerta, oyó unas voces débiles que conversaban. Un par de cabezas desconocidas se asomaron por la puerta un instante antes de que Logan hablara.
—Entonces... —Logan estaba frente a Gemma, cruzado de brazos. Ella detectó un ligero olor a almizcle mezclado con aceite de oliva y romero—. Gracias de nuevo por escribir ese artículo. ¿Qué puedo hacer por ti?
Sin perder un segundo, Gemma se dispuso a explicar lo sucedido agitando las manos.
—Logan, todo esto no es más que un malentendido. Ese artículo no debió publicarse. Bueno, por lo menos no sobre tu restaurante. Todo fue un enorme, gigantesco error.
Logan abrió grande los ojos, soltó una risita y dijo:
—Sabía que algo andaba mal cuando leí sobre la tinta de calamar.
Ella dejó escapar una risa nerviosa y continuó:
—Por favor, me estoy volviendo loca. Necesito que escuches atentamente lo que diré. —Movió un poco sus pies y se tomó un instante antes de proponerle lo que había pensado toda la mañana—. Me gustaría trabajar contigo en esta renovación, como una especie consultora.
Por un momento, la habitación quedó tan silenciosa que bien se podría haber escuchado el sonido de un alfiler al caer. La tensión se rompió cuando Logan empezó a reír.
Gemma entrecerró los ojos hacia el hombre que tenía delante, que hizo una pausa en su ataque de risa para decir:
—Estás bromeando, ¿verdad?
—No, por favor, estoy hablando cien por ciento en serio. Me gustaría ayudar a guiar esta renovación —dijo parándose más derecha, a la espera de que Logan se diera cuenta de la gravedad de la situación.
Él tomó aire y dijo con media sonrisa:
—Escucha, aprecio que hayas venido hasta aquí. Sé que solo ofreces tu ayuda para que las reformas cumplan con los estándares que expones en tu artículo. Bueno, descansa tranquila tu dulce cabecita que aquí tenemos grandes planes en marcha y no tienes de qué preocuparte. Gracias por pasar, aprecio todo lo que has hecho por nosotros. Que tengas un buen día. —Se dio media vuelta y comenzó a dirigirse hacia la cocina.
«¿Eso es todo? Idiota, no te desharás de mí tan fácilmente», pensó ella.
Gemma lo siguió deprisa hacia la parte de atrás. En cuanto le pisó los talones, Logan suspiró. Cuando entraron por la puerta batiente, vio a cuatro adultos dispersarse como adolescentes sorprendidos por la policía en una fiesta ilegal. Todos se dirigieron en distintas direcciones y al único que reconoció fue a James, quien le mostró una gran sonrisa mientras hacía como que buscaba algo en un estante.
—¿Acaso les pago a todos por sentarse a escuchar a escondidas conversaciones ajenas? ¡Vuelvan a trabajar! —dijo Logan mirando a su alrededor y sacudiendo la cabeza.
«Lo siento, chef» y «sí, chef» respondieron los empleados mientras buscaban algo que hacer. Tras darse cuenta de que Gemma lo seguía, Logan la condujo a un pequeño y desordenado despacho en la trastienda y cerró la puerta.
—Escucha, lo diré de nuevo: no hay nada con lo que nos puedas ayudar aquí. Como ves, tengo un equipo lo suficientemente competente que podrá ayudar a darle la vuelta a esta situación. —Se sentó detrás de su escritorio.
—¡Lo sé! Por favor, Logan. ¡Estoy desesperada! Gemma se inclinó hacia él y puso las manos sobre su escritorio.
Él se rascó la barba incipiente de las mejillas y con un tono serio dijo:
—La respuesta es no.
Gemma frunció el ceño y alzando la voz le expresó:
—¿Qué diablos? ¡Escribí un artículo increíble para ti y ni siquiera me dejas ayudar!
—Escucha, te lo agradezco, no me malinterpretes, pero estás hablando de cambiar mi restaurante por algo completamente diferente. Apuesto que el lugar sobre el que escribiste es un sitio engreído que está haciendo furor y del que han escrito un millón de veces.
La sangre de Gemma le empezó a hervir y podía sentir el calor que irradiaba de su cuerpo.
—No, no es así. De hecho, nunca antes se había hecho una reseña de ese lugar y los dueños eran las personas más dulces del mundo. ¡No imbéciles como tú!
Logan se levantó de la silla y le dio la vuelta a su escritorio para mirar directamente a Gemma.
—Entonces será mejor que no trabajes con imbéciles. No sería una buena experiencia. Además, todo esto parece ser un problema que es solo tuyo. —Se cruzó de brazos y levantó las cejas esperando su reacción.
«¡Este presumido, arrogante, idiota!», pensó ella.
—Bien, ¿qué harás cuando reabras el lugar y la gente descubra que las cosas no son como lo que leyeron?
—Lo serán...
—Cuando descubran que no tienes un sumiller, por ejemplo. Todos se decepcionarán y quizás hasta dejarán una mala reseña. Lo más probable es que te dejen muchas de esas y antes de que te des cuenta, nadie llamará para reservar. —Gemma ladeó la cabeza y se cruzó de brazos, imitando la postura de Logan.
—¿Y qué? ¿Me obligarás a contratar un sumiller y a ofrecer platos extravagantes que mis clientes odiarán?
—¡No, el cambio no tiene que ser tan drástico! Podemos hacer pequeñas cosas e ir refinándolas en el proceso. Tengo buen ojo para eso por ser crítica gastronómica. Sería un muy buen activo para ti. —Gemma se acercó más, haciendo que la respiración de Logan se acelere.
Su mirada era tan intensa que la hacía temblar un poco. En ese momento, ambos estaban a solo cinco centímetros el uno del otro. Ella miró sus labios durante un instante. Fue tan breve que se preguntó si él se había dado cuenta. Cuando la acalorada mirada de él volvió a encontrarse con la de ella, se preguntó si iba a recibir una bofetada en la cara o un apasionado beso sobre el escritorio que tenían al lado. La idea le hizo dar un brinco en el estómago.
«¿Qué? ¿Por qué pensé en eso?».
Logan se inclinó aún más hacia ella y Gemma respiró entrecortadamente. Quizás sería la segunda opción. Sin embargo, en un instante, le quedó muy claro lo que pasaría cuando Logan susurró:
—Lárgate de aquí.
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