5- "No te enfades"
--No te ríes con nada, ¿cierto?
--No con chistes malos, eso es seguro.
--Dije algunos bastante buenos los últimos quince minutos -repuso Diego- te diré mi último chiste y más te vale reírte.
--Adelante -dije, completamente determinada a no reírme sin importar qué tan gracioso sea.
--¿Quién es el hombre más manso del mundo?
--¿Tú?
--No, es el hijo de Superman.
--¿Por qué?
--¡Porque es Supermancito!
Duré unos segundos en entenderlo, y luego, aunque no era tan gracioso, reí como tonta. Diego sonrió orgulloso de sí mismo.
--Sabía que te haría reír.
--Tú no inventaste el chiste.
--Ssh.
Caminar con Diego en las salidas resultó ser bastante agradable. El primer día él era un poco serio y yo actuaba con timidez, pero hoy que es el cuarto día ya hablamos con confianza.
Jamás pensé que alguien como Diego podría llegar a ser mi amigo. Siempre lo vi como uno de los más idiotas y mujeriegos del colegio, todos los días lo veía almorzando con una chica diferente. Pero ya me di cuenta de que no es tan malo como creía, en realidad, es bastante agradable.
Diego es el único chico que considero mi amigo, por lo tanto, es mi mejor amigo. Pero él no lo sabe.
--¿Sabes, Leah? Es lindo tener una nueva mejor amiga -dijo de pronto.
--Ajá, ¿ahora soy tu mejor amiga? -pregunté sin creerle.
--Sí... no tengo muchas amigas.
--Eso no es cierto -bufé, las amigas le sobran.
--Bueno suponiendo que las amigas con derechos no cuentan...
No sé si reír o vomitar.
Pensé en preguntarle por qué no consideraba estar en una relación formal en vez de estar con tantas chicas a la vez, pero si le decía eso iba a pensar que hablaba de mí, y eso no es cierto.
Miré al otro lado de la calle y ahí estaba la cafetería donde trabaja Spencer. Sonreí al recordarlo, mañana podré verlo de nuevo.
--¿Leah, por qué haces eso?
--¿Qué cosa?
--Todos los días ves la cafetería y sonríes.
--Ah, ¿en serio? No lo sé... -iba a decir que era porque me gustaba mucho el café, pero después Diego iba a pensar que estaba insinuando que quería ir a tomar café con él, lo cual tampoco era cierto. En teoría, cuando estoy con Diego tengo que ser cuidadosa con lo que digo porque me da miedo que piense que me gusta de nuevo. Sí, soy paranoica.
--Oye... ¿Me puedes esperar un segundo? Quiero ver algo -le dije- pero si te da pereza esperarme... eres libre de irte.
Él asintió. No sé si significa que me va a esperar o que se va a ir, pero me da igual.
Crucé la calle y caminé hasta la cafetería, no pienso ir a saludar a Spencer ni tampoco a ordenar un café, solo quiero ver si está ahí, así tal vez descubrir más de su horario de trabajo. Diablo, soy una acosadora.
Me asomé y ahí estaba, pero sentado junto a una chica, y para mi gran sorpresa esa chica era mi hermana Lucía.
No lo puede creer... ¡Estúpida Lucía!
Y estúpida yo, me sentí especial porque dibujó a pikachu en mi café. Estaba tan emocionada que no me detuve a pensar que talvez hacía eso con todas las chicas que llegaban ahí.
Cálmate Leah, no es para tanto...
Al final Diego sí me había esperado.
--¿Qué estabas haciendo? -preguntó.
--Nada interesante -dije tratando de ocultar mi decepción.
.-.-.
Llegué a casa antes que Lucía por razones obvias. Me senté en el sofá y me puse a revisar mi celular mientras esperaba a que ella llegara para ver el episodio de hoy, y también para preguntarle sobre Spencer, claro. Puede que lo de ellos haya sido solo casualidad de la vida o quién sabe.
Unos minutos después oí el portón abrirse y Lucía entró.
--¿Por qué tardaste tanto? -Pregunté, aunque ya sabía la razón.
--¡Me detuve en una cafetería y conocí a un chico muy lindo!
--Suena genial -dije sin emoción.
--Lo fue, no vas a creer lo que pasó ¡él vio mi reloj de snoopy y me lo dibujó en la espuma del café! -habló emocionada.
Ouch.
Ahora está oficialmente confirmada mi teoría de que hace eso con todos sus clientes, probablemente se aprovecha de las tontas como yo para que quieran volver a la cafetería. Excelente estrategia de negocio.
--Déjame adivinar, después se sentó a conversar contigo y además se llamaba Spencer.
--¿Cómo lo sabes? -preguntó sorprendida.
--Pues... fui a esa cafetería el sábado y él hizo exactamente lo mismo conmigo, yo llevaba mi suéter de pikachu, él lo dibujó en mi café y luego hablamos como diez minutos. Me sentí especial pero ya veo que hace eso con todos sus clientes.
Lucía arrojó su mochila frustrada.
--Agh, te entiendo Leah, ojalá lo atropelle un camión.
--Talvez solo trata de ser amable con sus clientes -dije riendo.
--Ajá claro, ¿a ti también te dio su número?
Cada vez me siento menos especial.
--¡¿Te dio su número?! A mí no me dio nada.
--Bueno pero es que yo se lo pedí -Lucía sacó una servilleta de su bolsillo y me la entregó- aquí está su número, él es todo tuyo.
--Quédatelo -le dije- no lo quiero.
--Leah, lo defendiste y te quejaste porque no te dio su número, lo que significa que lo quieres.
--Yo no, eso no es lo que...
--De acuerdo, en ese caso -Lucía tomó la servilleta y la arrojó al basurero. Casi sentí el impulso de detenerla, pero no, a mí no me sirve.
.-.-.-.-.-.-.-.-.-.
Al día siguiente estaba en clase de matemáticas pensando en la luna cuando de repente la profesora me llamó.
--¡Leah! Pasa a la pizarra a resolver el primer ejercicio.
¿Qué? ¿Cuál ejercicio? ¿Por qué yo?
Mis ojos se abrieron como platos al ver las ecuaciones en la pizarra.
¡¿Cómo rayos se resuelve eso?!
--Mariela. ¿Cómo hago eso? -Le pregunté a mi amiga antes de ir.
--Acaban de explicarlo, primero tienes que...
--Ahora, Leah -ordenó la profesora. Suspiré y me levanté del asiento, me dio una tiza y me dirigí a la pizarra. Ni idea de qué hacer- estamos esperando
--N-n-no sé cómo resolverlo -dije.
La profesora suspiró. --¿Y por qué no dijiste que no entendías?
¿Porque me distraje un segundo y me perdí? ¿Porque me da cosa preguntar?
--No lo sé -murmuré.
--Chicos -por suerte me interrumpió- si no entienden tienen que decirme -se quejó- ve a sentarte, Leah.
Asentí y regresé a mi asiento. Unos segundos después me di vuelta para decirle algo a Mariela.
--Qué vergüen... -me corté al ver que no era ella- usted no es Mariela.
--Mmm no, no lo soy -dijo Austin- cambiamos de asiento.
Estúpida Mariela. ¿Cómo pudo aceptar cambiar de lugar con Austin? Me di vuelta de nuevo procurando ignorarlo.
--Leah -me llamó.
¿Me llamó? ¿Me está hablando? ¿A mí?
--¿Si?
--Eres muy callada -dijo- ¿por qué no hablas?
Imbécil, ¿para qué me pregunta eso? ¿Qué espera que le responda? ¿Que las palabras no son lo mío? ¿Que porque no soy buena para socializar? Cualquiera sabe que preguntarle a alguien callado el porqué lo es, no es agradable para esa persona, ¡es sentido común!
--Sí hablo -dije sin volverme.
--No conmigo.
--Eso no significa que no hable.
--No hablas con muchas personas -observó.
¡Talvez porque no tengo tantos amigos como tú!
No sé si estoy siendo muy histérica pero siento bastante enojo hacia él en este momento. Las pocas veces que he hablado con Austin ha sido con la mayor timidez del mundo por miedo a no agradarle, pero justo ahora eso no podría importarme menos.
--No es asunto tuyo con quien hable y con quien no -repuse.
--No te enfades -dijo con calma- solo decía.
¿Y qué ibas a ganar diciendo eso exactamente? Agh, ya estoy harta.
--¿Leah? -habló nuevamente. Lo ignoré y él siguió llamándome hasta que la profesora lo regañó. Finalmente cuando la profesora se fue Austin se levantó para colocarse al frente mío.
--¿Acaso te ofendí o algo? -preguntó- porque no era mi intención.
--¿Cuál era tu intención, entonces?
--Nada, yo solo quería saber sobre ti.
Lo miré completamente confundida. Hay algo raro aquí, nunca le había interesado saber sobre mí.
--Lo siento -dijo, miré con atención sus ojos verdes intentando decifrar si estaba molestándome o no.
--Ya olvídalo -suspiré.
--¿Eso significa que me perdonas?
--Sí sí, como sea.
Él asintió y se fue para cambiar de asiento con Mariela de nuevo.
Estoy 90% segura de que no le agrado a Austin ahora, seguro debe pensar que soy una amargada histérica, ¿y saben qué? Talvez lo soy, entonces qué se aguante.
--¿Por qué cambiaste de campo con Austin? -le pregunté/reclamé a Mariela apenas regresó.
--Para que pudieran conversar ustedes dos, ya sabes, conocerse.
--¿Le dijiste algo? -pregunté preocupada-. Llevo dos años siendo su compañera de clase y nunca había tratado de entablar una conversación conmigo, algo hiciste -concluí.
--No... Bueno, admito que cambié de lugar con él para que conversaran ustedes dos, pero...
--¿Pero qué...? -La incité a continuar- ¿le pediste que me hablara o algo así?
--Solo le pregunté si podíamos cambiar por el resto de la lección porque necesitaba hacer algo y Austin aceptó -suspiré aliviada- y luego talvez le haya dicho algo así como "tú y Leah deberían conversar más".
--¡¿Mariela, te volviste loca?! Eso pudo darle pistas de que me gustaba.
--Solo fue un empujoncito...
--¿Por qué querías que conversáramos?
--Pues Karina me pidió que la ayudara con la promesa que te hizo.
--¿Te lo contó?
Ella asintió.
--¿Y por qué Austin? -pregunté.
--Pues es mi amigo, y además te gusta desde hace mucho -susurró para que solo yo oyera.
--Es un idiota, y te dije que ya no me gusta.
--No es tan malo -se encogió de hombros- y Leah para tu información uno no supera a alguien de la noche a la mañana.
--Yo no soy tú.
--Lo que digas -Mariela puso los ojos en blanco.
.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.
El sábado llegó rápido... No, ¡qué va! La semana estuvo larguísima. Pero el punto es que ya hoy es sábado y me he levantado a las 6:30a.m para ir a la cafetería.
¿Por qué despertarme a las 6:30? La respuesta es simple, a estas horas el lugar está vacío.
Y sí, iré a pesar de que todo apunta a que solo fue lindo conmigo por estrategia de negocio.
Luego de una fría caminata llegué a la cafetería y me senté en el mismo lugar que en la semana pasada. Hoy el lugar no estaba del todo vacío, había un hombre anciano al cual Spencer estaba atendiendo cuando yo entré, por lo tanto no me atendió él si no una señora.
Ok... hubiera preferido que fuera Spencer el que me tomara la orden.
Pero no importa, también vine por el café, no solo por él. Que por cierto aún no estoy segura si me recuerda o le importo si quiera.
Vi que le entregaban a Spencer una taza de café que sé que es la mía, aparté la mirada e intenté actuar natural. Spencer llegó a mi mesa y sonrió ligeramente sin mostrar los dientes.
--Aquí está su café, señorita.
--Gracias.
Me dijo señorita, ¿eso significa que no me recuerda? Estoy considerando seriamente preguntarle si se acuerda de mi nombre, solo por curiosidad, ¿qué puedo perder? Si hago el ridículo nada más no volveré y listo.
No me quiero rendir tan fácil con él.
--Oye, Spencer -lo llamé.
--¿Sí?
--¿Me recuerdas?
Él hizo una cara pensativa.
--¿Debería? -preguntó.
Ouch. No era la respuesta que esperaba.
--No, no, solo decía, vine aquí el sábado pasado a la misma hora.
¡Y conversamos unos diez minutos!
--¡Eres la de la blusa de pikachu!
--¡Sí! -no pude evitar emocionarme, sí, creo que soy patética.
--Te recuerdo, lo siento es que no te reconocí, ¿cómo te llamabas?
--Leah -fruncí el ceño.
--Oh sí, lo siento -dijo avergonzado.
--Está bien -dije decepcionada.
--En serio, no soy muy bueno para recordar nombres, o rostros... pero es un gusto verte de nuevo, Leah -me sonrió y luego dio un par de pasos en dirección a la cocina antes de regresarse de nuevo-. Espero que puedas volver el otro sábado, o cualquier otro día que empiece con la letra "m" -agregó guiñándome el ojo, y ahora sí caminó a la cocina.
¿Acaba de darme su horario de trabajo?
¡Acaba de darme su horario de trabajo!
¿O no era eso?
Claro que tenía que ser eso, es lo único que tiene sentido. Aunque estuvo aquí el jueves, ese día lo vi con Lucía, y jueves no empieza con "m"...
No sé que tan distraída estaba, pero de alguna forma se me cayó la estúpida taza de café y se quebró apenas tocó el suelo derramando lo poco que quedaba en ella.
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¡Hola!
Aquí el capítulo largo que les prometí. Espero que les haya gustado.
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Pídanme dedicaciones, si no les gusta comentar pueden pedírmela por mensaje privado ;) Nos leemos el viernes ¡Qué tengan una linda tarde/noche/madrugada! Yo estaré haciendo mil trabajos extra clase :'(
-Jull
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