31-"Sorpresas"
N/a: ¡regresé!
Cómo mil años después.
¿Hola?
¿Hay alguien leyendo esto?
En caso de que haya... Les pido disculpas, entré a clases y necesité tiempo para adaptarme y ordenar mi vida. Me presionan DEMASIADO y hasta ahora tengo vacaciones...
Y Bueno ya, suficiente hablada.
Aquí les dejo el capítulo, espero de todo corazón que les guste.
__________________________________
--Oh –me quedé sin palabras, me tomó completamente por sorpresa- eso... eso es genial –dije unos segundos después.
--Sí –Diego asintió- ella es genial.
Bueno, supongo que las posibilidades de que yo le gustara a Diego acaban de reducirse a cero.
No es que esté decepcionada, pero... admito que me había emocionado la idea de gustarle a Diego, y no porque él me guste, yo estoy segura de que no me gusta -claro que no dejé de pensar en él en todo el fin de semana, pero solo era por mis dudas, y que pasaran Go Diego Go en el tele no ayudaba- el punto es, por un segundo de verdad creí que yo le gustaba y ahora me siento tonta por si quiera pensar que eso era posible.
--Mmm yo... me alegro por ti –dije.
--Gracias... Oye, ¿estás bien? -preguntó- no pareces muy contenta.
--¡Lo estoy! -exclamé- de verdad que sí, es solo que estoy algo estresada por el examen de mañana -inventé, aunque no es mentira.
--Sí... Te entiendo yo también estoy preocupado, ¿quieres que te lleve?
--No gracias, caminar me ayuda a desestrezarme.
--¿Segura? -asentí- está bien, nos vemos.
--Adiós -dije.
Sacudí la cabeza. Tengo que alegrarme de que Diego finalmente tenga novia de verdad, gustarle me habría ayudado a subir mi autoestima, pero no soy así de egoísta.
Me odio por haberme metido ideas absurdas a la cabeza. ¿Diego y yo? Eso jamás funcionaría. Las razones son muchas, pero justo ahora solo me viene a la mente que no me sentiría suficiente para él... Guapo, popular, jamás me consideraría a su altura, y me la pasaría pensando que me va a abandonar o cambiar por otra 24/7; lo mismo me sucedería con su mejor amigo.
.-.-.-.-.-.-.
--¿Estás lista? –me preguntó Austin justo antes del examen de química.
--¿Para reprobar de nuevo? No, no estoy lista.
Me encantaría decir que no estoy muriendo de estrés y nervios.
--¡Pero me dijiste que habías entendido todos los temas! ¿Mentiste para no preguntarme más?
--Obviamente te dije cada vez que no te entendía algo -afirmé-, ¿por qué piensas que no lo haría?
--Porque eres demasiado tímida -repuso.
¿Qué? ¿Yo?
--No soy tímida –protesté. Solo me pongo nerviosa a veces, y pensé que lo disimulaba a la perfección.
--Ajá.
--Admito que a veces me pone nerviosa hablar con las personas... pero eso no significa que sea tímida –aclaré- solo que soy... mmm nerviosa.
--Eso es ser tímida.
--No.
--Sí.
--Bueno, puede que talvez lo sea un poco –confesé- pero ¿y qué? ¿Cuál es tu problema con eso?
Me miró confundido: --Nunca dije que tuviera un problema.
--Bueno no, pero... Pero... Olvídalo, tienes razón.
--¡Leah! –fui interrumpida por mi amiga Mariela quien llegó dando brinquitos.
--¿Qué?
--Solo vengo a decirte que mañana saldremos a tomar un batido –anunció de repente.
--Ah... ¿Me estás preguntando u obligando?
Mariela puso los ojos en blanco. --¿Puedes sí o no?
--Supongo que sí.
--¡Genial! ¿Me prometes que no cancelarás?
--¿Por qué cancelaría? –pregunté confundida.
--Porque tú siempre cancelas.
La miré confundida, no recuerdo haber cancelado nada nunca, pero bueno, es Mariela la que está hablando, y ella está loca.
--¿Lo prometes? –insistió.
--Está bien, lo prometo.
--¡Perfecto! –Exclamó emocionada- Charlie también irá, por cierto.
--¿QUÉ?
--¡Adiós, y suerte en el examen! –Mariela volvió a su asiento al otro lado de la clase.
¿Charlie el demonio? ¡No quiero pasar tiempo con Charlie! ¿Por qué Mariela quiere que pase tiempo con Charlie? ¡¿Y por qué prometí que iría?! Debí saber que planeaba algo.
Qué más da, ahora debo concentrarme en el examen.
--Creo que estoy lista –le dije a Austin.
--Cualquier cosa me haré a un lado y tú copias –susurró.
--¿Y arriesgarme a que me descubran? No lo creo.
-¡Ya vamos a comenzar!–gritó el profesor Lewis/padre de Austin- ¡Leah silencio!
--¡Sí señor! –respondí.
Estoy lista, estoy lista, estoy lista.
Me entregó el examen y escribí mi nombre con confianza. Luego leí la primera pregunta, sentí como se me ponían los ojos llorosos.
Ok, calma Leah, solo es una pregunta, solo es un punto menos.
Leí la siguiente pregunta y tampoco la entendí.
Ok, necesito calmarme, solo es un examen, solo es un examen... En el cual me tiene que ir muy bien porque reprobé el trimestre anterior. ¡Sin presiones!
.-.
--¿Cómo te fue? –Preguntó Austin- y no me digas que mal, porque eso es imposible.
Nada es imposible, amigo.
--Digamos que olvidé pequeños detalles y no entendí pequeños detalles –comenté- y son los pequeños detalles los que hacen que nos vaya mal en un exámen...-se me cortó la voz.
--¿Te fue mal? –preguntó sorprendido.
--¡No lo sé! –Exclamé- solo sé que estuvo muy difícil y solo me irá bien si la suerte está de mi lado.
Y no suele estarlo.
.-.-.-.-.-.
Luego de otro largo día en el colegio, y otra larga caminata solitaria lamentándome por el examen y extrañando a mi mejor amigo, finalmente estoy en mi casa.
Apenas llegué entré a mi cuarto y puse música a todo volumen.
--¡Bájale a esa basura, tengo que estudiar! –se quejó mi hermana Lucía.
--No es mi problema –le contesté, para fastidiarla.
Mientras Lucía comenzaba a gritarme, escuché a mi padre llegar.
--¡Niñas! –nos llamó papá desde el pasillo.
--¿Qué? –contestó Lucía.
--¿Quieren ir a cenar conmigo y Francella hoy? –preguntó papá.
--¿Otra vez? –se quejó mi hermana.
--Solo se los he pedido una vez -inquirió- y tú ni si quiera fuiste, ahora que lo recuerdo.
--Bueno esta vez tampoco iré, tengo que estudiar para mañana.
Mi padre suspiró.
--¿Tú sí puedes ir, Leah? –preguntó.
--Claro –dije, tratando de que no se notara que tenía cero ganas de ir.
--Genial, nos vamos en una hora.
Sí... genial, otra vez iré a cenar con mi padre y su novia, qué divertido.
.-.-.
Una hora y media después ya estábamos en el restaurante, Francella aún no había llegado.
--Ojalá Lucía hubiese venido también –dijo papá.
--Ya podrás presentarlas otro día –le dije.
--No es eso, es porque... tendré que decirle después.
--¿Decirle qué? –pregunté.
--Leah –su tono me causó cierto temor.
--¿Sí?
--Quiero que me digas qué opinas.
--¿Qué opino sobre qué? –pregunté confundida.
Papá sacó un anillo de su bolsa. Me quedé paralizada por unos segundos y con la boca abierta.
--Di algo –pidió- por favor.
--N-no lo puedo creer –tartamudeé- ¡¿es un anillo de compromiso?! ¡¿Vas a proponerle matrimonio?!
Él asintió.
--¡¿QUÉ?!
--No lo haré hoy –aclaró, lo cual me calmó un poco, solo un poco- y aún no lo he decidido del todo.
--Pues considerando que ya compraste el anillo, yo diría que ya lo decidiste del todo.
--¿Estás molesta?
--¡No! ¡Sí! ¡No sé! –exclamé confundida. No estoy segura de estar lista para que mi padre se case.
--Leah, ¿estás de acuerdo con esto, sí o no?
No estoy segura.
--Escucha, quiero que seas feliz y no tengo absolutamente nada contra Francella, pero... ¿no llevan muy poco tiempo junto? ¿Cuánto, dos meses?
--Seis en realidad.
--¿Y eso no te parece muy poco tiempo?
--No realmente, no estamos muy jóvenes y además estamos muy enamorados...
--El amor nos ciega –lo interrumpí.
--¿Y tú qué sabes del amor?
Nada.
--Que nos ciega –respondí.
Se armó un silencio incómodo.
Agh, ¿dónde está Lucía cuando se necesita? Ocupo el apoyo de mi hermana ahora. No sé qué pensar de todo esto, no creo estar lista para que mi padre se case.
--¿Estás molesta conmigo, verdad?
--Estoy molesta porque no me lo dijiste antes, es decir ¡ya hasta conseguiste el anillo! Eso significa que llevas tiempo pensándolo, pero no nos lo mencionaste una sola vez.
--Tienes razón, debí mencionarlo antes pero no tenía idea cómo.
--Así que se te ocurrió que después de comprar el anillo solo tendrías que mostrárnoslo y listo, ¿ya estaríamos obligadas a aceptarlo? ¡Pues no! Aunque ahora que lo pienso realmente no necesitas que yo y Lucía estemos de acuerdo... Gracias por preguntar igual.
--Te dije que quiero tu opinión, y también la de ella.
--Bueno yo solo diré que quiero que seas feliz, pero... deberías pensarlo un poco más, talvez dentro de unos tres años –sugerí- o mejor aún, cinco.
Papá rio.
--¿Qué significa la risa?
--Espera ahí viene Francella, seguiremos hablando de esto más tarde. Ahora actúa natural.
--Hola –saludó al llegar, nosotros saludamos de vuelta- espero no haber llegado tarde –dijo.
Nah, ¡solo como diez minutos!
--Para nada, yo llegué antes –dijo papá- ¿y tu hijo? –preguntó.
--Oh, no pudo venir.
Esperen, ¿qué? ¡¿Tiene un hijo?!
¿Esto significa que si se casan además de tener que vivir con ella tendría que vivir con su hijo también? No, no. Ojalá su hijo ya sea adulto y no viva con ella, quiero preguntarle qué edad tiene, pero no sé cómo hacerlo sin que parezca extraño.
--¿Es unos años menor que Leah, verdad? –preguntó mi padre. Se lo agradecí en mi mente y miré a Francella esperando que dijera que no.
--Sí, me parece que sí.
Rayos, bueno este sería un buen momento para preguntarle qué edad tiene exactamente, pero me da vergüenza. ¿Por qué tengo que ser tan nerviosa?
A ver, ella dijo que era unos años menor que yo, ¿qué edad puede ser? ¿14? ¿15?
Puede ser que solo se casen sin vivir juntos, aunque lo dudo, o pude ser que terminen o ella no quiera casarse, ¿quién sabe?
.-.
Al rato comenzaron a hablar de política y economía, y como yo no entiendo nada que tenga que ver con esos temas, al poco tiempo quedé fuera de la conversación. Este rato al menos me ha servido para a darme cuenta de que Francella definitivamente es la mujer perfecta para mi padre, y eso me alegra por él, talvez no deba ser tan cerrada con la idea de que se casen.
A los veinte minutos de ya haber acabado la comida, yo ya estaba al borde de morir de aburrimiento. Así que para no pedirle a papá que nos fuéramos en frente de Francella, opté por enviarle un mensaje.
Por alguna razón mi padre tiene la rara costumbre de leer los mensajes en voz alta si el que se lo envió está cerca, así que fui precavida:
Yo: NO LEAS ESTO EN VOZ ALTA /9:04p.m/
Por favor, estoy harta, ¿podemos irnos ahora? /9:04p.m/
Inmediatamente sonó el celular de papá. --Discúlpame un segundo –dijo mientras sacaba su teléfono- por favor, estoy harta –leyó- ¿podemos irnos ahora? No leas esto en voz alta.
Rayos, los vio en el orden equivocado.
Miré hacia Francella avergonzada. –Lo siento yo... no hablaba de que estaba harta de ti, si no que más bien... ya sabes, sus temas de conversación me aburrieron un poquito y entonces...
--Entiendo, no te preocupes –dijo con un tono dulce.
--De acuerdo –dijo mi padre- pediré la cuenta.
Y así es como arruinas una cena.
.-.-.-.
Durante el camino a casa la conversación entre ellos fue más interesante, por lo que pude incluirme y no me aburrí.
--¿Tienes llaves? –preguntó mi padre cuando llegamos a casa.
--Sí –contesté mientras levantaba la alfombra para sacarlas.
Francella, que nos acompañaba para conocer a Lucía, se rio, mi padre por otra parte, me miró molesto.
--¡¿No se te ha ocurrido que es un poco peligroso dejar las llave ahí?! No vuelvas a hacerlo.
--Está bien, está bien -dije y abrí la puerta, apenas nos adentramos a la casa lo primero que vimos fue a mi hermana en el sofá besándose con alguien. Noté como la expresión de mi padre cambiaba mientras ella no había notado nuestra presencia.
--¡LUCÍA! –gritó furioso.
--¡Papá! –se sobresaltó- yo...
--¿Mamá? -preguntó el chico.
--¡¿DIEGO?! –gritamos yo y Francella al mismo tiempo.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top