2
Después de unas horas, me encontraba en una cafetería sentada junto a Lily, estábamos decidiendo qué ordenar.
— ¿Todavía tienen tarta de mora? — preguntó Lily dirigiéndose al mesero.
El mesero negó levemente mientras sostenía una pequeña libreta. Lily volvió a mirar el menú con una mueca de disgusto.
— Entonces, deme un batido de fresa — ordenó ella.
— ¿A mi me podría traer un expresso? — pregunté y el mesero asintió —. Gracias.
El mesero anotó los pedidos en la libreta y se retiró. Miré a Lily, quien me miraba fijamente.
— Alicette... — dijo ella.
— Por favor, sólo hoy — rogué.
— Alicette, no puedes consumir café — continuó ella —. No podrás descansar bien, te hace daño.
— No exageres Lily — hablé —. Duermo perfectamente y me siento bien.
En ese momento, el mesero nos trajo los pedidos. Le entregó a Lily su batido y me dió mi café. Cada una pagó su pedido para que después el mesero se retirase en silencio. Lily tomó un sorbo del batido mientras me miraba de manera seria.
— Alice, sabes que me preocupas — habló ella —. Aparte, el médico dijo que dejaras la cafeína un tiempo para evitar efectos secundarios.
— Lily, mírame — hice que me mirara de la cintura hacia arriba —. Estoy bien, un café después de tantos días no me hará daño.
— No digas que no te advertí — soltó.
Lily volteó los ojos claramente molesta y siguió disfrutando de su batido, bufé y me dispuse a sujetar la pequeña taza de café. Pero cuando estaba apunto de tocarla, la mano se desvío a tocar la mesa.
— ¿Qué rayos...? — murmuré.
De nueva cuenta, traté de sujetar la tacita. Pero nuevamente la mano se desvió, esta vez hacia el borde de la mesa. Lily me observaba en silencio con la mirada extrañada.
— ¿Hay algo de malo en el expresso? — preguntó Lily soltando el batido.
— No — hablé confundida —. No puedo agarrar la taza.
— Ignora lo que te dije — habló ella —. Anda, tómala. Pero después tendrás que tomar mucha agua.
Traté de sujetar la tacita con la otra mano, pero ésta se desvió a debajo de la mesa rápidamente. Ambas nos sobresaltamos, Lily se acercó hasta sujetar la tacita dedicandome una mirada molesta.
— Alicette, si me planeas asustar, no es gracioso — continuó —. Ten.
Lily me entregó la taza, la sujete con rapidez y la acerqué a mi pecho sujetandola con ambas manos. Lily me hizo un ademán desesperado.
— Gracias — hablé.
Acerqué el expresso a mis labios y de repente, mis manos se tensaron y empezaron a sacudirse sin control.
— ¡Alice, tranquila! — exclamó Lily asustada.
— ¡No puedo! — exclamé de la misma forma.
Las manos se detuvieron un breve momento para después arrojar bruscamente la taza contra el suelo, provocando que ésta se rompa y el expresso se derrame. Miré hacia allí asustada, después miré a Lily quien tenía una expresión mezclada de susto e impresión. De repente una mesera se acercó rápidamente a mi.
— ¿Se encuentra bien señorita? — preguntó y asentí —. No se preocupe por la rotura, pueden irse si gustan.
— Gracias, muy amable — habló Lily reaccionando.
Lily me tomó del brazo y salimos del local. Ella soltó un suspiro y me miró.
— ¿Qué pasó ahí? — preguntó ella —. Si no lo querías, no hacía falta que hicieras éso.
— ¡Sí lo quería! — respondí.
— ¿Entonces por qué hiciste éso? — preguntó nuevamente.
— ¡No fuí yo! — respondí asustada —. Algo hizo que no me tomara el expresso, pero te aseguro que no he sido yo.
Nos miramos en silencio unos segundos para tratar de razonar y tranquilizarnos.
— Si no fuiste tú — habló ella —. Entonces, ¿quién o qué fue?
— No lo sé... — solté.
Lily me tomó de la espalda y me guió al Toyota. Nos subimos y arrancó, nos dirigimos en silencio hacia mi hogar. Al llegar, me despedí de Lily, bajé del auto y me adentré en mi hogar.
(...)
— Buenas tardes, Alicette.
— Buenas tardes, doctor.
Después de comentarle a mi madre sobre mi experiencia en la cafetería, me llevó con el doctor para que pudiera hacerme un chequeo. El doctor se tomó el tiempo para darme el chequeo, mientras lo hacía, iba anotando en una hoja. Siguiente a éso, se sentó en su escritorio.
— No veo nada malo — habló dirigiéndose a mi —. Estás bien en cuestión de salud.
— Pero — habló mi madre —. ¿Qué le pasó entonces?
— Probablemente lo que ella tiene son espasmos nerviosos — el doctor comenzó a anotar en una ficha médica —. ¿Has consumido cafeína, Alicette?
— Honestamente no, doctor — respondí.
— Mm, ¿has hecho algún ejercicio físico? — siguió preguntando.
— No, doctor.
Terminó de anotar y le entregó la ficha a mi madre, la cual, comenzó a leerla.
— Te voy a recomendar estos medicamentos antiinflamatorios y que hagas ejercicio unos días a la semana — habló él —. Si ves que los espasmos persisten, es recomendable que vayas con un psicólogo para que pueda analizarte. Aunque no lo creas nuestras preocupaciones afectan en nuestro sistema nervioso.
— Muchas gracias, doctor — habló mi madre levantándose de su asiento.
— Gracias — la imité.
Salimos del consultorio y nos acercamos a comprar los medicamentos. En lo que esperábamos, mi madre llamó a mi abuela, la cual cuidaba de mis hermanos mientras veníamos a consulta. Después ella me miró y me acarició el cabello.
— No tengas miedo, mi amor — habló —. Dios hizo que algo se manifestara en ti para que evitaras consumir la cafeína.
— ¿Tú crees? — pregunté.
— Es un hecho — afirmó —. A veces, Dios hace cosas y permite otras para evitarnos un mal.
Le sonreí y ella me devolvió la sonrisa. Nos entregaron los medicamentos y nos encaminamos a el hogar de mi abuela. De repente, escuché que alguien me habló.
«¡Alice!»
Miré hacia atrás, no había nadie. Mi madre me miró.
— ¿Qué pasa? — preguntó.
— Escuché... Que un chico me llamó — respondí confundida.
Mi madre miró hacia atrás y después me tomó de la espalda.
— Estás asustada, vamos a orar en el camino — habló —. ¿Hay algo que te preocupa o te tiene confundida?
Miré a mi madre, negué levemente y seguimos nuestro camino. Volteé por última vez hacia atrás para confirmar que no hubiera nadie y comencé a caminar.
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