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La subasta había terminado, todos mis cuadros se vendieron a un precio muy elevado para mi gusto pero bueno, no tengo derecho a replicar ante eso.

Vi como todos felicitaban a mi madre por su “regreso" y como admiraban su pasión y destreza en la "pintura."

Mi padre no que quitaba el ojo de encima, en todo momento tomaba mi hombro con fuerza ocasionando que algunas veces me quejara por el dolor. Mi madre en cambio no se dio cuenta de lo sucedido, pero sí me regañó fuerte por no haber valorado su trabajo en mi rostro, se encargó de recalcarme muchas veces lo horrible que me veía.

Me encontraba en mi habitación, la luz se encontraba apagada y la cortina cerrada, tenía miedo, tenía miedo de ver a mi padre.

Sé que me equivoqué, sé que lo desobedecí, pero en el fondo no me arrepiento, algo en mi interior me dice que no hice nada malo, pero igual ese pensamiento no elimina mi miedo.

¿Cuál será su castigo?

Veo como el delgado cuerpo de Samantha entra por la puerta, no le permito decir ni una sola palabra, simplemente me pongo de pie y me dirijo hacia el despacho, no es buen momento para hacer esperar a mi padre, para darle motivos para enojarse más.

Entro sin avisar al antiguo cuarto, mi padre se encontraba sentado en su gran silla de cuero, tenía las piernas cruzadas y sus dedos sobre sus cienes.

A pesar de que tuviera los ojos cerrados pude visualizar su enojo, tenía el ceño más fruncido de lo normal y su rostro se encontraba rojo. El miedo invade mi interior otra vez, nunca lo había visto así, es más, siempre trataba de hacer todo bien para no hacerlo enojar.

―¿Por qué lo hiciste? ―rompe el silencio en voz baja.

Trato de no moverme de mi sitio, siento que si hago cualquier movimiento despertaré a una bestia.

―Padre le juro por Dios que no hice nada malo ―susurro.

―¡Habla fuerte! ―Cierro los ojos con fuerza― ¿Qué hacías hablando con ese chico? ¿Quién era? ―habla despacio.

―Yo estaba en el columpio ―mis ojos se empezaron a llenar de lágrimas― él llegó y te juro que lo ignore al principio.

―¿Al principio? ―se pone de pie.

No puedo mentirle, será inútil.

―Luego me acerqué a él y hablamos un rato ―alzo la mirada, tiene las cejas casi juntas― padre te juro que nunca en la vida lo he visto antes.

―¿De qué hablaron? ¿Por qué llorabas? ―Me muerdo el labio inferior.

No puedo decirle, no puedo explicarle eso, piensa, piensa.

―Le dije que me sentía sola y quería hablar con alguien por primera vez ―se me escapa una lágrima―le dije que estaba cansada de vivir así.

Siento como toma mi rostro entre su mano y lo aprieta con fuerza.

―¡Eres una estúpida! Por eso tienes prohibido hablar, siempre haces idioteces.

―Padre lo siento, lo siento ―empiezo a suplicar.

―¡Cállate! ―Aprieta más fuerte su agarre―¡¿Y por qué demonios estabas fumando?! ―grita lo más fuerte que puede. Empiezo a temblar, nunca me había tratado así― ¿sabes lo que hubiera pasado si otra persona te hubiera visto? ¿Tienes idea de cómo dañarías la imagen de la familia?

―¿Cómo que fumó? ―la voz de mi madre se hace presente. Noto como mi padre palidece al escucharla.

―No cariño escuchaste mal ―me suelta y camina hacia mi madre― vuelve a tu habitación amor.

Mi madre me mira directamente, esto no es bueno, ella no debió enterarse.

Coloca su mano delicadamente sobre el hombro de mi padre mientras le dedica una tierna sonrisa― Sal Armando ―la voz de mi madre se escucha fría, su mirada no expresa nada.

―No cariño, estoy hablando con Iveth, ya ella entendió ¿verdad cariño? ―me dedica una mirada suplicante y yo asiento torpemente.

―Solo tendremos una charla madre e hija, Armando sal ―mi padre toma su brazo con fuerza.

―Cariño... ―mi madre le dedica una mirada extraña, mi padre niega varias veces pero sale del despacho.

¿Por qué se fue?

¿Por qué me va a dejar sola con ella?

El doctor dio claras instrucciones de que no lo permitiera. Analizo el rostro de mi madre, sus facciones están endurecidas y sus manos forman un perfecto puño.

―Así que fumaste ―cierra la puerta y se acerca lentamente a mí― y también hablaste con alguien.

¿Cómo se enteró? Hasta donde sé mi padre no le dijo nada.

―¿Cómo se ent... ―no puedo terminar la frase ya que una fuerte bofetada llega a mí. Nunca me había golpeado tan fuerte.

―¡Eres una estúpida! ―vuelve a abofetearme― una imbécil ―se abalanza sobre mí para luego empezar a golpearme el rostro, trato de colocar mis manos sobre este en un torpe intento de menguar los golpes pero no logro tener éxito. Siento como toma mi cabello entre sus dedos y me estampa contra el suelo con fuerza.

Todo se vuelve negro por unos segundos, mi cerebro no alcanza a procesar todo lo que está sucediendo, estoy tan aturdida con el primer golpe que no me doy cuenta de los otros. Solo alcanzo de ver el rostro de mi madre enloquecido sobre mí con una pequeña sonrisa adornando sus labios.

―Madr... ―trato de hablar pero estampa un golpe contra mis labios, el sabor metálico inunda mis papilas gustativas.

―Te hubieras muerto, te odio maldita ―se levanta y trato de ponerme de pie, debo huir― ¿A dónde crees que vas? ―me toma de los brazos y me estampa sobre el escritorio, todos los papeles y adornos de mi padre caen al suelo quebrándose.

―Para ―suplico entre lágrimas ¿por qué me hace esto? Me toma el brazo izquierdo y lo jalonea con rabia, siento como si algo se zafara y suelto un grito― madre por favor ―chillo desesperada.

Esta toma mi brazo herido y lo jala una vez más pero esta vez para tirarme al suelo.

―Ruega ―habla con autoridad. No tengo fuerzas para moverme pero trato de obedecer, me coloco de rodillas y miro su rostro, tiene pequeñas salpicaduras de sangre en su mejilla.

―Madre te lo ruego, para ―mi cuerpo está temblando completamente, ya las lágrimas no salen, estoy seca.

―Patética ―patea mi estómago con fuerza haciendo que caiga otra vez al suelo― débil ―patea mi brazo herido, ya no tengo fuerzas para gritar― inútil ―vuelve a patear mi estómago― Cuanto quisiera que te murieras ―se agacha a mi altura y toma mi cabello, sé que me va a estampar otra vez contra el suelo.

Abro un poco los ojos y veo todo borroso, mis párpados se encuentran hinchados otorgándome poca visibilidad. A lo lejos alcanzo a escuchar la voz de mi padre entrando alarmado, muevo un poco mi rostro logrando ver su silueta.

Así que vino. Se compadeció de mí.

Luego, todo se vuelve negro.

Desconocida.
07 de diciembre del 2006.

La pequeña caminaba por los largos pasillos de su escuela, se encontraba feliz, animada. A pesar del frío entumecedor sentía calidez en su pecho.

Al llegar a su salón de clases se acercó a donde su nuevo amigo. Un pequeño niño rubio de ojos verdes, era muy animado y cariñoso, estaba muy feliz de tener una mejor amiga tan bonita como la pequeña niña.

―¡Hola! ―se pone de pie y abraza a la pequeña― pensé que no ibas a venir, me sentía solito ―hace un puchero.

La pequeña niña no sabia cómo hablar con el niño, simplemente seguía el consejo de su señor, ser linda y siempre sonreír, pero hacer eso siempre la aburría, detestaba fingir.

―¿Qué haces? ―ve la mesa llena de colores y hojas― ¿estás dibujando?

El tierno niño se sonroja y asiente― ¿Quieres ver mi dibujo? ―no deja que la niña responda cuando ya le extiende un papel pequeño. Tenía a un niño y una niña dibujados, estaban agarrados de la mano dentro de un gran corazón rojo― somos tú y yo ¿te gusta? ―sus mejillas se tiñen más rojas.

A la pequeña niña le gustó el dibujo, pero se imaginaba a su señor agarrando su mano― está muy bonito ―le devuelve el papel.

El pequeño niño sonríe ampliamente, sabía que le iba a gustar el dibujo. La pequeña niña quería ir a la iglesia, solo se sentía cómoda allí, no le gustaba estar rodeada de otros niños.

―Jeremy ¿iremos a la iglesia hoy? ―pregunta la pequeña.

El pequeño baja la mirada― Me da miedo, la maestra no nos dará permiso para ir ―nota como el rostro de la pequeña se llena de tristeza ― pero si quieres... podemos escaparnos ―agarra el hombro de su amiga― no te pongas triste, iremos ―le ragala una sonrisa.

La pequeña niña asiente animada, tal y como dijo su señor, una mirada triste soluciona todo.

Los dos niños salieron del salón de clases a escondidas, el pequeño Jeremy sostenía con fuerza la mano de la pequeña― ¿por qué quieres ir a la iglesia? ―pregunta el rubio, él no podía entender la insistencia de la pequeña en ir.

―Allí está mi amigo, él nos dará dulces y jugará con nosotros, es muy divertido ―sonríe la pequeña― pero no puedes decirle a nadie ―su semblante se pone serio― ni a tu mamá.

―¿Por qué no puedo? ―pregunta confundido.

―Si lo haces no te hablaré más ―frunce el ceño.

El niño empieza a negar y promete no decirle a nadie.

Cuando logran salir de la escuela sin ser vistos el frío los golpea con fuerza, el pequeño Jeremy comienza a temblar y la dulce pequeña tambien, por suerte la iglesia estaba muy cerca.

Al llegar a las puertas de esta entran de inmediato, el frío los estaba cogelando. Ya allí la pequeña se dirige a "su cuarto de sanación" allí ya se encontraba su señor esperando.

―Ya lo traje señor ―Baja la cabeza― está sentado sobre una de las bancas.

El señor extiende una gran sonrisa y asiente― espero que este esté más dispuesto a ser sanado ―Comenta con malicia.

―Él es tonto, no le dará problemas ―Escupe la pequeña, ella en el fondo odiaba al pequeño.

―Dile que venga y déjanos solos ―La pequeña asiente

La pequeña invita a Jeremy a entrar al pequeño cuarto, al principio este se niega, no quería estar solo con un desconocido, pero la pequeña le aseguró que todo iba a estar muy bien.

La pequeña niña comenzó a caminar por toda la iglesia, se estaban demorando mucho, más de lo normal y ella ya quería verlo. Escucha unos sollozos, ella se gira inmediatamente haciendo que la cara de Jeremy se haga presente, tiene el rostro rojo y la ropa desarreglada.

―Ven pequeña ―invita el señor― vamos a jugar los tres.

El pequeño niño empieza a negar y llorar con más fuerza, la pequeña niña corre hacia él― Deja de llorar ―regaña― eres un miedoso ―El niño no para de temblar, tiene miedo, no sabe qué le pasó a la niña dulce que conoció, su amiga― No puedes decirle a nadie o arderas en las llamas de infierno ―sentencia la pequeña.

El señor no oculta su sonrisa de satisfacción, la niña le iba a ser muy útil y él niño era muy cooperativo.

El mal ya se apoderó de ella.

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