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Nunca pensé que me iba a gustar la lluvia. Antes creía que las gotas de lluvia eran lágrimas de ángeles, lágrimas de personas, en fin, lágrimas. Me causaba cierta melancolía ver el día triste, sentía que todo lloraba a mi alrededor, que esas "lagrimas" contagiaban todo lo que tocaban.

¿Muy deprimente no?

Pero el día de hoy a sido la excepción.
Estar con Matías en el auditorio ha sido lo más divertido que he pasado en toda mi vida, hemos hablando de pequeñas cosas, pero gracias a eso he aprendido más de él.
Hoy veo la lluvia como un símbolo, un símbolo de comienzo, como símbolo de unión.

Matías me contó más cosa sobre sus hermanas y muy poco sobre padre, cuando lo oía hablar de él me daba cuenta que el tema lo afectaba un poco y decidí no interrogarlo, es más, no interrogaba nada de lo que decía.
Él es de esas personas que cuando se sienten cómodas con un tema hablan de más, así que solo dejo que diga todo lo que quiera decir, total, para mí su voz es música para mis oídos.

―¿Iveth cómo te fue en la biblioteca ayer? ―Comenta mientras toma un poco de soda.

Hace como 30 minutos creo Matías había ido a la cafetería a comprar "provisiones" según él. Trajo muchas cosas que no había visto antes, pero mis favoritas fueron unos triángulos naranjas llamados "Doritos". No sé cómo viví toda mi vida sin ellos.

Volviendo al tema de la biblioteca, sinceramente ya lo había olvidado. Ya no lo veía necesario, pasé toda la noche pensando sobre ese asunto y solo lo veía como un riesgo de más, así que lo dejé completamente descartado. El auditorio es un mejor "centro de encuentro."

―Debo admitir que bien, fui al segundo piso y encontré una computadora ―alza una ceja― nunca había visto una antes.

Abre los ojos exageradamente y deja un dorito a medio camino. Me estiro hacia él y se lo arrebato.

―¡Ey! ―frunce el ceño.

―Si lo hubieras querido te lo hubieras comido ―empiezo a masticarlo como si en mi casa nunca me hubieran enseñado modales.

Voltea los ojos pero de inmediato hace un expresión confundida― ¿Cómo que nunca habías visto una computadora? ―toma unos cinco doritos y los mete en su boca.

―Mi padre no me permite tener una ―me encojo de hombros.

Vuelve a mirarme en shock― ¿cómo haces para escuchar música?

―Discos de vinilo ―le arrebato la bolsa de doritos.

Su cara es un poema, ¿es muy raro que no sepa usar o no tenga una computadora?
Para ser sincera no soy amante a la música, así que no me afecta no tener acceso a ella.

―¿Tienes un celular?

―Nop ―bebo un poco de soda― nunca salgo de casa, solo lo hago para venir aquí y me acompaña Michael así que no hay necesidad de tener uno.

Sinceramente nunca he visto necesario tener uno, nunca tuve con quién hablar, aunque ahora es un poco distinto.
Veo como saca algo de su bolsillo y me lo extiende, es un pequeño aparato.

―¿Sabes usar uno? ―tomo el pequeño aparato, tiene una pequeña pantalla y botones.

―Solo inserto un número telefónico ¿no? ―frunzo el ceño.

―Sí... pero puedes poner alarma, escuchar música, escribir mensajes y jugar ―lo miro con sorpresa, no sabía que se podía hacer todo eso allí ― también tiene calendario y... ―me arrebata el aparato y lo alza a la altura de mi rostro― toma fotos ―una Iveth despeinada, con mejillas cubiertas de doritos y expresión extraña se muestra en la pequeña pantalla.

―¡Borra eso! ―chillo mientras trato de arrebatarle el teléfono, él solo ríe y guarda el aparato.

―Las fotos despistadas son las mejores, igual te ves hermosa ―me regala una sonrisa.

―No es justo, tú tienes una foto y yo no ―hago un puchero― no me hables ―le doy la espalda. Sé que es una actitud de niña pequeña, pero con él me nace hacer drama.

―¿Quieres un celular? ―me giro de inmediato.

¿Un celular? No podría aceptarlo, mi padre me mataría, además ¿de dónde sacaría dinero? Aunque es interesante el aparato.

―No creo que sea buena idea... ―comento dudosa.

―Mi hermana tiene muchos que no usa, podría regalarte uno, así podríamos hablar siempre ―baja la mirada.

¿Hablar con él siempre? No es tan mala esa idea, si lo uso en mi cuarto y lo escondo podría funcionar.

―¿Tu hermana no se molestaría? ―juego con mis dedos

―Ni cuenta se va a dar, ella se irá a la universidad pronto así que creo que no le dará importancia al tema.

Bueno... mientras la chica no se moleste no veo problemas, además no estaría mal tener una alarma y calendario en mi bolsillo.

Concentro mi vista en Matías, aun no puedo creer que un chico tan maravilloso gasta su tiempo conmigo, es como si fuera un sueño, además es lindo. Sus labios se encuentran rojos por el frío, su piel está tan pálida que parece un vampiro ¿será un vampiro? No, no lo creo.

―Está bien ―bajo la mirada― pero se lo devolveré cuando acabe el año.

Frunce el ceño― ¿Por qué? ¿Cómo hablaremos durante las vacaciones? ―se acerca a mí. No pensé que quisiera hablar conmigo en las vacaciones. Creo que no sería bueno para él, en algún punto querrá que salgamos o vernos y no podré hacerlo, además me afectaria demasiado estar en esa situación. Así es como se acaban las amistades ¿no? Eso pasó en un libro que leí.

―Pensé que solo hablaríamos en el colegio, no tiene sentido hacerlo durante las vacaciones ―su expresión confundida poco a poco cambia a una decepcionada. Veo como se pone de pie y toma su mochila.

―Entiendo ―baja la mirada― esta vez yo me adelantaré al salón.

¿Qué le pasa? Veo como llega hasta la puerta y sale.

No entiendo.

Tomo mi mochila y guardo todas las frituras que compró, debo entender esto ¿hice algo mal?
Salgo del auditorio y me encuentro con el pasillo lleno de estudiantes ¿ya son las 8?

Me paro de puntillas tratando de encontrar a Matías pero no lo logro. Me dirijo lo más rápido que puedo al salón, siento que mi pecho se encoge y me comienza a doler, mis ojos empiezan a picar también ¿qué es esto? Llego al salón pero no lo veo ¿dónde está? Estoy dispuesta a girarme para buscarlo pero alguien me detiene.

―Señorita Gutiérrez ―la profesora de filosofía toma mi hombro― ya va a empezar la clase ―hace un gesto con los ojos y la obedezco. Me dirijo a mi asiento a pasos lentos y por primera vez me siento muy sola en el ¿dónde está Matías?

La clase transcurre lenta para mi concepto, cada cinco minutos esperaba la entrada de Matías pero nunca ocurría, varias veces la profesora me llamó la atención por no contestarle las preguntas, pero para ser sincera eso era lo que menos me importaba en ese momento.
La clase terminó y automáticamente comenzaba la siguiente, veo como el profesor de geografía entra y Matías viene detrás de él, una sonrisa escapa de mis labios, pensé que le había pasado algo.

―¿Dónde estabas? ―cometo cuando llega a nuestro escritorio. Me quedo confundida cuando no recibo respuesta― ¿Matías? ―vuelve a ignorarme.

Toco su hombro pero no me mira, sigo insistiendo hasta que me voltea a ver furioso, algo llama mi atención, tiene los ojos rojos.

―¿Qué te pasó? ―susurro y trato de tocar su rostro.

―Ce n'est pas intéressé ―susurra entre dientes.

―Matías no te entiendo ―rasca su nuca con desesperación y vuelve a ignorarme.

El dolor en mi pecho se intensifica más, nunca esperé esto de él, ¿qué hice mal? ¿Le cuesta tanto hablar?
Me paso toda la clase viendo su rostro, intenté llamarlo de nuevo pero no sirvió de nada.

Así pasaron dos clases más, yo hablando y él ignorándome. Al llegar la hora del receso tomé su brazo evitando que se fuera.

―¿Matías qué pasó? ―Me dedica una mirada triste y se zafa de mi agarre. Veo como se dirige hacia un grupo de chicos y salen del salón.

El día transcurrió así, no intenté hablarle de nuevo, no quería lastimar más mi corazón, tal vez recibió una mala noticia y no me quiere decir.

Llego a mi casa y me tiro sobre mi cama, no comí, solo me dediqué a pensar en Matías.
¿Por qué las personas se guardan las cosas?
Quise pedirle consejo a alguien pero no tenía a quién, maldita vida.

La noche pasó y el día llegó, intenté hablar de nuevo con el castaño pero era inútil, se la pasaba todo el tiempo con sus amigos y no se molestaba ni en mirarme de forma rápida.

Así transcurrió el resto de ña semana, intentaba hablarle pero no obtenía respuesta, al parecer todo lo que pasó en el auditorio no le interesó, él jugó con mis sentimientos, tal vez solo hablaba conmigo porque sentía lastima de "la chica solitaria" y ya se aburrió se fingir.

Supongo que este es mi destino.

La soledad.

Comienzo a dar vueltas sobre la cama mientras lloro en silencio. Es cierto lo que dice mi padre, tener relaciones sociales solo te vuelve blando, miserable.

...

Desconocida.
02 de septiembre de 2006.

―Cariño ―el joven padre toca el cabello de su pequeña― ¿Quieres ir al parque conmigo?

A la pequeña niña se le iluminó la mirada, nunca había ido a un parque, siempre escuchaba a sus compañeros de salón hablar de ello y ella no entendía a lo que se referían.

―¿Irá el señor Emiliano? ―pregunta mientras escribe algo en un papel.

―No cariño, solo iremos tú y yo ―sonríe el padre― quiero jugar contigo.

La niña para de escribir abruptamente, a ella solo le gusta jugar con su señor― No quiero ir.

―¿Por qué no mi niña? Pensé que querías jugar en los columpios.

―Si el señor Emiliano no va yo no quiero ir ―se encoge de hombros.

El padre mira asombrado a su hija, no puede creer que su hija prefiere ir con un religioso que con él.

―¿Por qué quieres que él esté allí? ―vuelve a acariciar el cabello de la pequeña.

La pequeña niña sabía que debía hablar con cuidado, si decía algo mal su señor podría ir al infierno y ella no quería eso.

―Me gusta estar con él ―afirma más el lapiz sobre el papel.

El padre se alarma al escuchar eso, la voz de la pequeña se escuchó temblorosa.

―¿Qué hacen cuando están juntos? ―inquiere dudoso, no quiere pensar mal del señor.

―Me habla sobre la Biblia y me ayuda a aprenderla toda ―sonríe ampliamente― cuando digo los versículos bien me da premios.

―¿Qué premios? ―el padre no ha visto nada nuevo en la niña.

―Una vez me dio chocolates ―sonríe más― pero casi siempre le pido que me deje visitarlo otra vez.

―¿Te gusta estar con él? ―la pequeña niña asiente frenéticamente.

El padre se rinde, al parecer su pequeña hija ve más como padre a otro hombre.
Mira lo que la pequeña escribe sobre el papel y queda confundido. Son muchos signos, no puede decir que son garabatos porque tienen una forma muy precisa.

―¿Qué es eso pequeña? ¿Dibujos? ―la pequeña niña niega y frunce el ceño.

―Hebreo ―el padre no puede evitar abrir los ojos por la sorpresa.

―¿Quién te enseñó hebreo? ¿Desde cuándo lo sabes?

―El señor Emiliano, desde que tengo memoria me enseña cosas.

―¿Y qué escribiste pequeña?

La pequeña niña solo sonríe y eleva sus hombros. El padre confundido mira el papel con detenimiento pero por motivos obvios no le encuentra significado.

―¿Papi puedo ir a la iglesia hoy? ―lo ojos de la pequeña brillan de ilusión.

―¿No quieres quedarte conmigo? Mañana debo irme de viaje y no nos veremos en mucho tiempo ―en realidad solo serán tres días pero quiere ver cuánto le afecta a la niña.

―Prefiero ir a la iglesia a orar para que te vaya bien ―le sonríe y se pone de pie― ¿Vamos?

El título de padre no te vuelve uno.

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Capítulo corto, espero que les haya gustado. No actualicé ayer porque no había editado el capítulo.

Debo admitir que me siento emocionada, estoy escribiendo ya casi el final de la historia, aunque he tenido unos problemas de inspiración pero nada que la música no arregle.

Quiero agradecer a esas personitas que me leen cada vez que actualizo, antes eran 4 y ahora son 11 y me llena de emoción saber que les gusta mi historia. Su apoyo es el motor que me impulsa a seguir actualizando :3 en serio los amo.

Si les gustó el capítulo no olviden votar o/y comentar, me gusta mucho leer comentarios😊

Sin más que decir, nos vemos mañana cerebritos!💋♥️🧠

Au revoir.

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