6
Me encontraba corriendo bajo la leve llovizna otoñal, a pesar de que caen pequeñas gotas de agua mi cabello se estaba empapado, Michael en cambio caminaba tranquilamente con un paraguas sobre si.
¿Dónde se a visto eso? Su trabajo es cuidarme ¿cómo es que me estoy mojando y él no?
Pensaba en regresar a reclamarle, pero el gran edifico escolar me esperaba con las puertas abiertas, además si me devolvía solo iba a ganar empaparme más, ya hablaré con él en la tarde.
Atravieso la gran puerta de metal corriendo hasta llegar al gran pasillo. Como venía de prisa no me di cuenta que la calle carecía de estudiantes, este viejo edificio se encontraba vacío, lo natural a estas horas.
Analepsis
Era una fría mañana, me había costado largos minutos levantarme, el clima era perfecto como para dormir hasta las 12 de la tarde.
Me encontraba en el comedor desayunando, aun no entendía porqué Samantha me había hecho madrugar tanto.
―Señorita debemos irnos ―comenta Michael desde la puerta.
―¿Qué? ―miro el reloj de la sala― Son las cinco y media apenas.
Eso lo explica todo, ese animal ordenó que me levantaran a esta hora. No me gusta creerme mejor que nadie, pero siento que ese tipo se está tomando muchas libertades que no le corresponden en lo absoluto.
―Hoy lloverá ―mete las manos dentro de sus bolsillos― no quiero mojarme.
Tan cínico "no quiero mojarme" ¿su traje fue bordado por la virgen María o qué?
―Tu prioridad soy yo, solo debes preocuparte por mi bien, no por si llueve o no.
―Usted también se mojara, es por el bien de su salud.
―Michael, entro dentro de tres horas ¿Qué haré tan temprano en el colegio?
Ver a Matías...
Bien, es un buen punto ir a verlo, pero él no debe estar tan desquiciado como Michael como para madrugar tanto.
―Ir a la biblioteca, según el pronóstico de la radio habrá una tormenta, es más favorable que llegue temprano a estudiar y así en la tarde venimos directo a la casa ―mira el reloj de su muñeca― el tiempo corre señorita.
Bueno, tiene un poco de sentido, no quiero pasar una tormenta fuera de mi casa y menos con Michael.
―Bien.
Cuanto me arrepiento de haber aceptado, todo se ve tan tétrico, las pinturas parecen rostros pidiendo auxilio y ese foco parpadeante tampoco me da buena espina.
¿Cómo un lugar tan bonito se puede tornar tan oscuro solo por la falta de gente? Son dudas que no me dejaran dormir por las noches.
Camino hacia el salón, deben haber toallas para secar mi cabello, además estoy mojando todo el suelo y alguien podría resbalarse.
¿Y si Matías llega temprano? Quedamos de encontrarnos en el auditorio...
¿Y si mejor voy al auditorio? Bueno allí no hay pinturas, además es más pequeño, es más conveniente esperar allí, cualquier lugar es mejor que este.
Bien, creo que es una miserable excusa, toda la noche me la pasé pensando en verlo hoy, es ridículo atribuirle mis ganas de ir al auditorio solo por miedo. Aunque viéndolo bien este sitio sí da muy mala espina.
Soy de las personas que prefiere estar en un cuarto pequeño con una muñeca que en un edificio completamente muerto, es lo más razonable ¿no? Si estoy con la muñeca sé que debo desconfiar solo de ella, pero estar sola en un edificio deja la posibilidad de tener más entes tétricos.
Empiezo a correr por el largo pasillo causando con mis pisadas un eco aterrador.
Entro al gran auditorio y me recuesto sobre la puerta tratando de tomar aire, la falta de ejercicio me está pasando factura, me despego de la puerta y doy un par de pasos analizando mi alrededor, la luz es tenue como de costumbre, sus paredes negras tampoco ayudan mucho en la iluminación ¿quién decora estos sitios? Volteo a ver hacia las escaleras y noto algo.
Una sombra.
No, no, no, me doy la vuelta dispuesta a salir pero me choco contra la puerta de metal ocasionando un fuerte estruendo. Veo como la sombra se pone de pie y se dirige hacia mí, estoy apunto de gritar pero esta cubre mi boca.
―Tranquila soy yo ―la voz de Matías llega hasta mí, tiene un abrigo negro con capucha, eso explica mucho― No pensé que vendrías tan temprano.
―¿Estás demente? ―alzo la voz― Casi me matas de un susto ―tomo mi pecho.
―Pero no moriste, además no puedes culparme de nada, entraste como un gato sigiloso, el muerto de un infarto pude haber sido yo.
Buen punto. Veo que está a punto de agregar algo al tema pero lo interrumpo, no deseo que se burle de mi boba reacción.
―¿Qué haces tan temprano aquí? ―me siento sobre el suelo mojado― Demonios ―me pongo de pie inmediatamente ―Dios perdona mi vocabulario.
Siento una fuerte mirada sobre mí, giro mi rostro y veo a Matías mirándome con detenimiento ¿qué le pasa?
―Te ves bonita ―comenta de la nada― Así empapada te ves más bonita, pero es perjudicial para tu salud ―se quita el abrigo y me lo extiende― puedes secarte el cabello con esto.
¿Piensa que soy bonita? Nadie me lo había dicho antes, ni mi padre. Siento mis mejillas calientes ¿será que esto es lo que llaman sonrojarse? ¿Eso quiere decir que estoy enamorada Matías?
―No te preocupes Matías, mi cabello se secará solo ―me alejo de él y me siento sobre las escaleras, no quiero encararlo. Vuelvo a mirar todo a mi alrededor, todo se encuentra tan tranquilo. Cierro los ojos y escucho como las gotas de lluvia se intensifican sobre el techo.
―Bueno... ―se sienta a mi lado― ¿Por qué viniste tan temprano?
―Yo te había preguntado primero ―guardo silencio esperando su respuesta, al no recibir una decido hablar― Michael me dijo que habría una tormenta y que lo mejor era venir temprano ―me encojo de hombros― ¿por qué tú viniste temprano?
Noto que se tensa, a pesar de la tenue luz puedo detallarlo bien, está nervioso.
―Siempre que estoy emocionado por ver a alguien llego muchas horas antes ―se cubre el rostro― ¿patético no?
Siento como mi corazón se acelera ¿esto significa que estoy enamorada? Odio ese libro, por su culpa he estado cuestionándome mis sentimientos. Vuelo a decir, por eso odio los libros de romance, confunden a las personas
―¿Te emocionaba verme? ―vuelve a tensarse y sus mejillas adquieren un color carmesí― ¿Estás sonrojado?
Debo estar segura de eso, no puedo dar afirmaciones así por así, necesito entender si un rostro rojo significa sonrojamiento o enojo, también podría ser por el frío, este lugar está helado.
―¿Siempre eres tan directa? ―se rasca la nuca.
―Solo quiero resolver mis inquietudes, si te incomodo solo dímelo y dejo de preguntar.
Se queda en silencio unos segundos, noto sus gruesas cejas un poco fruncidas y sus labios entre abiertos.
―¡Ah merde! ―se agarra el cabello con fuerza― ¡Tu me rends nerveux.!
Oh por Dios, ¡habla francés! Siempre he querido aprenderlo pero soy muy perezosa como para tomarlo en serio ¿cómo era lo que aprendí? Rayos, creo que esta es la única vez que podría ponerlo en práctica y no lo recuerdo.
―¿Quoi? Désolé, je ne parle pas français ―sonrío. Lo recordé, por fin la clase de francés sirvió de algo, aunque solo aprendí a decir "lo siento, no hablo francés."
Matías empieza a reír fuerte, se ve lindo cuando ríe así, sus ojos se achinan mucho.
―No sabía que hablabas francés ―inquiero― es más, no sé muchas cosas de ti.
―Pregunta lo que desees y yo te responderé ―sonríe.
―Yo no sé qué preguntar, no soy buena socializando.
―¿En serio? ―finge sorpresa― pero si eres tan buena enojándote conmigo.
―Es tu culpa, haces cosas que no me gustan ―me cruzo de brazos.
―¿Sí? ¿Cómo qué? ―ladea la cabeza y se acerca a mí.
Trato de hablar pero no me salen las palabras, su cercanía afecta mis funciones cerebrales.
―No sé... ―suspiro.
―¿Qué te gusta a ti Iveth? ―se acerca más a mí― yo sí soy bueno socializando.
Nuestros rostros quedan muy cerca, mi corazón se encuentra latiendo como loco y las inseguridades se apoderan de mí, me debo ver horrible.
Me pongo de pie rompiendo el contacto visual.
―No puedo responderte algo que no sé.
Él se queda sentado sobre las escaleras con los ojos cerrados.
―¿Qué no sabes?
―Lo que me gusta.
―¿Cómo no vas a saberlo? ―alza una ceja.
―Sé que me gusta dibujar, pintar y comer papas fritas, pero todos aman las papitas ¿no?
―Yo las prefiero asadas.
Tiene una expresión burlona, sé que quiere que empiece a discutir pero no le daré el gusto.
―El punto es que no sé más nada de mí ―me rasco un ojo― Nunca he hecho más que eso.
Veo como Matías empieza a rascarse la nuca, no sabe qué decir, bueno yo en su lugar tampoco sabría responder.
―No te preocupes, no debes responderme, con que me escuches soy feliz.
―Lo siento Iveth, yo hago tantas cosas que me parecen "normales" pero sé que para ti sería una aventura descubrirlas.
Tiene razón en eso, me enoja escuchar al alguien decir que está "aburrido" cuando tiene el mundo a sus pies, a nadie le deseo mi vida, no tiene nada positivo, pues mimada no me tienen, y con libertad de expresión menos.
―¿Dónde aprendiste francés? ―cambio de tema, no quiero desanimarme al frente de él. Noto como su expresión se transforma de burlona a una seria, nunca lo había visto así.
―Mi padre es francés ―responde molesto― mi madre nos enseñó francés desde pequeños para que pudiéramos hablar con los abuelos.
―¿Tu mamá también es francesa? ―pregunto ilusionada.
―No, es de aquí ―empieza a morder sus uñas― también sé hablar Inglés.
Y yo que apenas sé español, Matías es sorprendente, me gusta.
―Eso es fascinante, ¿entonces has ido a Francia? ―niega― ¿Entonces cómo hablabas con tus abuelos?
―Por teléfono ―se encoge de hombros― y yo casi no hablaba con ellos, mis hermanas eran las que se encargaban de eso ―comenta fastidiado.
―¡No sabía que tenías hermanas! ―chillo y él me mira sorprendido― Siempre quise hermanos.
―Tengo dos hermanas ―su semblante cambia abruptamente, ahora se ve más relajado― una tiene nueve años, es un sol de niña, se llama Sara ―se pone de pie― la otra tiene diecisiete y se llama Julia ―frunce el ceño― ella es fastidiosa, me odia, bueno a veces es mutuo, pero con Sara es muy distinto, muchas veces me he vestido de princesa para jugar con ella ―empieza a reír― hasta dejo que me pinte las uñas ―extiende la mano y noto sus uñas de color marrón.
―Pensé que a los chicos no les gustaba hacer ese tipo de cosas ―tomo su mano y miro de cerca el esmalte, mi madre nunca me ha permitido pintarme las uñas.
―Y-yo... ―carraspea― si es por mi hermanita dejo hasta que me pinte el cabello de rosado ―toma mi mano y la acaricia― con tal de verla sonriendo haría lo que fuera.
Su toque causa escalofríos en mi interior, el alza la mirada y se enfoca en mis ojos, veo como sonríe y yo lo imito, no puedo evitarlo. Entrelaza nuestras manos y nos dirigimos hacia las escaleras otra vez.
Nos envolvemos en un silencio cómodo, siento como acaricia el dorso de mi mano con su pulgar.
―¿Tus padres te quieren? ―rompo el silencio de la nada. No sé porqué pregunté eso, bueno, tampoco me arrepiento, quisiera entender cómo funciona el amor entre padres e hijos.
Veo que él agacha el rostro unos segundos, supongo que analizando su respuesta.
―Sé que mi madre me ama, me lo demuestra cada día, me llena de besos, abrazos, me regaña y hace cosas que me hacen feliz ―una tierna sonrisa adorna su rostro pero la borra de inmediato― en cambio mi papá... casi nunca lo veo, se la pasa haciendo viajes de negocios, casi ni hablo con él ―frunce el ceño.
Entiendo perfectamente eso, los negocios son una creación maligna, arruinan las familias. Por eso no quiero dedicarme a eso, sé que es mi deber pero no quiero.
―Entiendo, ¿qué se siente que tu mamá te quiera? ―ladeo la cabeza.
―No lo había pensado ―Cierra los ojos― Pues... se siente bonito, cuando siento que quedo sin energías un abrazo de mi madre me recarga, sentir su cariño es tan beautiful, no lo sé, no tengo palabras para explicarlo Iveth.
Siento un nudo en mi garganta, en verdad quisiera sentir eso por parte de mi madre, recibir aunque sea un abrazo de ella sería el mejor regalo de todos. Creo que Matías nota mi triste expresión porque coloca su mano en mi mejilla y frunce el ceño.
―¿Tienes frío? ―niego― estás temblando.
Miro mi mano y en efecto estoy temblando, como si mi cerebro reaccionase manda a todas mis extremidades una oleada a frío, todo es culpa de Michael.
―Deberíamos salir Iveth, vamos a la cafetería debe estar tibio allí.
―No quiero ―niego repetidas veces. Me siento tan cómoda aquí, no quiero dejar esto atrás, no quiero dejar pasar este momento a su lado.
―¿Por qué no? ―su semblante se ve muy preocupado.
―No quiero alejarme de ti ―la oleada de calor invade mi rostro― me gusta estar contigo.
Veo como asiente y se acerca a mí.
―Te dije que usaras el abrigo ―toma mi cabello y empieza a peinarlo con sus manos, lo hace de una manera tan delicada que no jala ni un mechón― ¿Tienes alguna cinta? ¿Moño? ―busco en mi maleta y le extiendo uno― debería ir a buscar una toalla, podrías resfriarte― empieza a atar mi cabello― pero tengo una solución ―comienza a sacudir mi corto cabello, pequeña gotas caen sobre rostro pero no le interesa.
Se sienta a mi lado y me cubre con su abrigo dejando su brazo sobre mis hombros, se siente tan calentito, tan cómodo.
―También me gusta estar contigo Iveth.
Siento un alivio en mi interior al escuchar esas palabras, es como sin el frío dejase mi cuerpo y mi sangre empezara a hervir otorgándome comodidad.
―Matías... ―susurro.
―¿Dime? ―Acaricia mi mejilla con su pulgar.
―¿Qué habías dicho en francés?
Se tensa ligeramente pero suelta un leve suspiro, su cálida respiración acaricia mi mejilla.
―Dije que me pones nervioso ―ríe un poco― me pongo muy nervioso a tu lado y no puedo hablar con normalidad. Una sonrisa adorna mis labios.
―Estaba muy emocionado por verte Iveth ―comienza a susurrar― y sí, me sonrojo cuando estoy contigo ―toma mi mano― los latidos de mi corazón se aceleran cuando te veo ¿también te pasa a ti? ―asiento lentamente― entonces estamos bien.
Empieza a acariciar mi cabello y cierro los ojos.
No sé lo que siento hacia él, tampoco quiero darle nombre, me siento cómoda a su lado y creo que eso es lo importante.
...
Desconocida.
15 de marzo de 2006.
Era una cálida mañana de verano, la linda niña se encontraba en la escuela, se sentía muy emocionada ya que al final del día el señor la iba a ir a buscar. Tenía las mejillas rosadas por el calor y una fina capa de sudor cubría su rostro.
Era la hora del receso, la pequeña niña se encontraba en la parte más solitaria de la escuela sentada sobre el cesped haciendo figuras de papel con ayuda de unas tijeras.
―¿Quieres jugar? ―pregunta una pequeña niña enrulada.
―No quiero ensuciarme ―frunce el ceño.
Quería estar muy bonita para cuando el señor la vaya a buscar.
―Vamos a jugar con muñecas, no te vas a ensuciar.
―No me gustan las muñecas.
La pequeña niña enrulada se cansó de insistir, gira su pequeño cuerpo y se va hacia donde están sus amigas jugando.
Al llegar a su destino la enrulada empieza a secretear con sus amigas.
―Ella es rara ―comenta la enrulada.
―Su cabello es muy feo ―dice la pelirroja.
―Sus ojos son muy grandes ―la morena toma sus párpados con los dedos y los abre exageradamente.
Todas empiezan a reír mientras ven a la pequeña niña
―No la miren, quizás nos convierta en piedra ―ríe la pelirroja.
―O nos golpeará con sus grandes manos ―se burla la enrulada.
La morena empieza a reír mientras mira fijamente a la pequeña niña, no satisfecha con sus burlas le hace una mueca y empieza a reír más fuerte.
La pequeña se encuentraba molesta, escuchó cada palabra que dijeron las niñas. Toma las tijeras con fuerzas mientras se pone de pie. Comienza a caminar lentamente hacia el grupo de niñas.
―¿Vienes a jugar con nosotras? ―pregunta la enrulada con inocencia.
―Te puedo prestar mis muñecas ―sugiere la pelirroja.
―Si quieres te doy de mis papitas ―invita la morena extendiendo la pequeña bolsa.
Hipócritas.
La pequeña niña le arrebata el paquete y lo tira al suelo.
―¿Qué te pasa? ―inquiere la enrulada.
―Que la sangre de Cristo libere sus pecados.
Y con eso se lanza sobre la pequeña enrulada cortando su cabello, la pelirroja empieza a chillar y la morena intenta apartarlas.
La pequeña niña toma los restos de cabello y a la fuerza los mete en la boca de la enrulada, toma la cabeza de esta y la estrella contra el suelo. El rostro de terror de la pelirroja satisface a la pequeña niña, quiere ver esa expresión otra vez.
Le dedica una mirada fría a la pelirroja y esta palidece, una calidez se expande por todo el pecho de la pequeña niña y la impulsa para abalanzarse sobre la pelirroja. Con las pequeñas tijeras hace pequeños cortes profundos en el lindo rostro de la niña.
La morena aterrada ante la escena sale corriendo para llamar a la maestra.
―Solo Dios puede perdonar sus pecados ―sonríe― pero yo no soy Dios.
La fina línea entre el bien y el mal se a roto.
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