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La noche puede ser nuestro mejor consuelo en algunas ocasiones. El anochecer es como ese calmante para el alma después de un pesado y tedioso día; Nos brinda descanso, paz.
Pero para todos no es así.
Hay personas que la noche le trae desgracias, pesadillas inimaginables. Los sumergen en un bucle de negatividad pura, que en algunas ocasiones los hace pensar en las ideas más extremistas que jamás creyeron que se les ocurriría algún día.
Como todo en la vida. Para unos puede ser una bendición, sin embargo, para otros puede ser una maldición. Nada es completamente bueno o malo para todos. Cada persona tiene un monstruo que puede alimentarse hasta de lo más impensable.
Yo estoy en un punto medio. Cuando cae el sol siento cierta melancolía al pensar que fue un día perdido, un día menos. Pero hay otros días como hoy en los que pienso que no es así, imagino que cada vez estoy más cerca de mi libertad, de mi felicidad.
No sé si es tonto que aun tenga estas esperanzas. Pero como dicen: “La esperanza es lo último que debe perderse.”
Me encuentro viendo a través de mi ventanal, los árboles mueven sus hojas lenta y sincronizadamente. Arrancando las más débiles y dejando otras supuestamente más fuertes, pero saben que caerán en poco tiempo, es el orden de las cosas. Unas deben irse para que venga algo mejor, algo hermoso.
Me pongo de pie para dirigirme hacia la cama. Se ve tan desarreglada como la dejé esta mañana.
Estoy a punto de acostarme, pero recuerdo algo, algo que había olvidado por completo.
El abrigo.
Busco entre las sábanas, pero no lo veo, miro debajo de la cama, pero no hay nada ¿acaso le salió piernas y se fue corriendo? Busco por toda mi habitación, pero no se encuentra por ninguna parte.
¿Qué le diré a Matías?
Matías...
Él me brindo su ayuda y yo le pago perdiendo sus cosas ¿qué clase de persona soy?
Salgo corriendo de mi habitación en busca de Samantha, estoy casi segura de que debe saber algo, no por nada es la encargada de todo lo que hay o no en está casa. Lleva un control excesivo del orden.
Bajo las escaleras tan rápido que mis pies se enredan uno con el otro ocasionando que pierda el equilibrio.
De inmediato cierro los ojos con fuerza esperando el dolor del impacto que nunca llega. Lo único que logro sentir son unos firmes brazos alrededor de mi frío cuerpo. Abro los ojos lentamente esperando encontrar a Michael fastidiado, pero la sorpresa me invade por completo cuando visualizo el espantado rostro de mi padre. Esa expresión de monótona amargues no está. Sus cejas se encuentran arqueadas a más no poder, sus ojos están muy abiertos y sus labios están entre abiertos dejando ver sus dientes apretados.
Me rescató...
― ¿Estás bien? ―se escucha preocupado, asustado. ¿En serio le preocupo, aunque sea un poco?
―Sí, lo siento es que perdí el equilibrio ―comento aun entre sus brazos, nunca pensé sentir este abrazo, aunque sea indirecto. Se siente tan cálido, acogedor, cuanto espere este momento. Este toque.
Me ayuda a ponerme correctamente en pie y se aleja un paso recobrando su compostura. Noto como vuelve a poner su habitual expresión seria― ¿Por qué corrías? Escuché tus pisadas hasta la sala, pensé que algo le había pasado a tu madre ―frunce el ceño molesto. Al parecer su actitud de superhéroe ya se fue a la basura.
―Lo siento padre, es que no encontraba el abrigo en mi habitación y venía a preguntarle a Samantha si lo había tomado ―bajo la mirada mientras juego con mis pies.
― ¿Cuál abrigo? ―¿cuál abr..? Oh no, ¿por qué le dije eso? Me mira completamente confundido, con una ceja alzada. Bueno es solo un abrigo ¿no? No puede ser un problema tan grande.
Vamos Iveth, piensa. Pon en practica lo que aprendiste con Matías.
―Mi abrigo padre ―empiezo a sonreír ocasionando que mi padre se confunde más― Estaba arreglando mis cosas para mañana, el clima está empezando a ser frío así que por eso buscaba mi abrigo.
¿Iveth? ¿Eres tú? Esas mentiras niña, mentir es pecado.
Someter a tu hija también lo es y mis padres no están arrepentidos.
Buen punto.
―¿Mañana? Querrás decir hoy. Iveth son las 2 de la mañana, no son horas para que estés despierta.
Se cruza de brazos― Insomnio ―me encojo de hombros, pero me arrepiento de inmediato― Lo siento…
―Más tarde hablas con Samantha, ve a dormir ―asiento y empiezo a subir las escaleras. Ojalá no haya tirado el abrigo de Matías... Matías ¡Matías!
―¡Padre! ―grito y él voltea a verme enojado― Lo siento, lo siento ―hago reverencias en modo de arrepentimiento.
―¿Qué pasa Iveth? ―pregunta ya cansado de tratar conmigo.
Este es mi momento. Hay muchas posibilidades de recibir una negativa, pero no pierdo nada intentando. Además, el que arriesga no gana, solo debo usar las palabras adecuadas y precisas.
―¿Puedo quedarme en el colegio luego que acaben las clases? ―rasco mi cabeza con nervios. Mi valentía disminuyó con cada palabra― Me quedaría estudiando en la biblioteca, es para lograr subir mis calificaciones.
Vuelvo a mentir con descaro.
¿Está será la única manera de conseguir lo que quiero? ¿Mentir es la solución a los problemas?
―Puedes pedirle cualquier libro que necesites a Michael, él los comprará ―aprieta el puente de su nariz con algo de fastidio.
Se rápida Iveth, antes de que salga la bestia aprovecha a la oveja.
―No padre, lo que pasa es que aquí no me concentro, no lo sé, me entretengo con todo ―frunce el ceño.
―Iveth, sabes que no quiero que hables con nadie.
Piensa, piensa…
―El lugar siempre está vacío, te lo juro padre ―me acerco un paso a él suplicando― Podrías decirle a Michael que me acompañe. Para que se dé cuenta que no miento.
Mira el suelo por unos segundos ocasionando que me muerda una uña estresada. Siento como si tuviera que cortar un cable para desactivar una bomba.
¿Será que lo está considerando?
―Podrás quedarte una hora Iveth, Michael estará contigo en todo momento ―me regala una mirada de “es todo lo que ofrezco. Tómalo o déjalo”. Mi respuesta está más que clara.
― ¡Claro padre, haré todo lo que me pidas! ―chillo emocionada. Me acerco a él para abrazarlo, pero pone su mano entre nosotros y niega.
Ahora mismo lo que menos me interesa es su rechazo. Todo será más sencillo después de esta autorización.
¡Debo decirle a Matías cuanto antes!
Corro hacía mi habitación a toda prisa y me tiro sobre la cama.
Empiezo a revolcarme como un gusano sobre esta por la felicidad. Nunca creí que funcionaría ¿en serio esto está pasando? ¿cómo haremos de ahora en adelante? ¿De qué hablaremos? ¿Qué debo hacer? ¿Qué hacen los amigos? Esperen… ¿Somos amigos?
La emoción invade todo mi cuerpo impidiendo que deje de moverme. No puedo dejar de pensar en las posibilidades que existen, tanto buenas como malas.
Con el pasar de los minutos y gracias al frío viento que entra por la ventana, poco a poco mis ojos comienzan a ceder. Aun así, mi mente sigue activa, pero me brinda más posibilidades a través de mis sueños, lindos y confortantes sueños.
...
Me despierto mucho antes de que Samantha llegue a mi habitación. Ya amaneció, el sol hoy brilla más que nunca, verlo así me hace creer que es verano, pero las hojas secas de los árboles me dicen lo contrario.
Samantha entra a mi habitación minutos después regalándome una mirada asombrada. Le gané por primera vez y me sorprende ya que en teoría solo dormí cinco horas.
―Buenos días señorita ―saluda con voz amable, como es habitual en ella.
―Buenos días Samantita ¿cómo amaneciste? ―sonrío ampliamente.
Asiente con rapidez― Bien señorita ―baja la mirada y se gira.
― !ESPERA! ―grito causando que ella dé un respingo por el susto― Lo siento ―empiezo a reír con inocencia― quería preguntarte si tomaste un abrigo que estaba aquí, sobre mi cama ―palmeo el colchón.
Selo piensa un momento― Sí señorita, lo lavé, debe de estar en la secadora ―un suspiro de alivio sale por mis labios― ¿De quién es? ―pregunta curiosa. Ella sabe cuales son todas mis pertenecías y también sabe que nunca me compran cosas nuevas. ¿Qué hago?
Siempre quise tener una conversación con ella, abrirle mi corazón o solo contarnos historias inventadas, pero justo ahora que necesito discreción quiere ser curiosa, ironías de la vida.
―Es mío Samantha ―me mira con una ceja alzada incrédula ¿es enserio Iveth?― digo, no es mío, me confundí ―rasco mi nuca con desesperación bajo su mirada expectante― Es que sin querer tiré jugo sobre un compañero y me ofrecí a limpiar su abrigo, lo que pasó fue que olvidé hacerlo, sabes como soy ―la miro y esta asiente comprensiva― y lo dejé sobre mi cama, gracias por lavarlo ―le regalo una sonrisa. Gracias Matías, tus excusas son las mejores.
―Bien señorita, en un rato se lo traigo.
Asiento y me pongo de pie dispuesta a ir al baño.
Voy a confiar en que no le dirá nada a mi padre. Igual no hice nada malo, no me vi sospechosa ¿o sí? Dios perdón por tantas mentiras, pero sabes que no son para hacer el mal.
Son mentiras blancas.
...
Las papas fritas son lo mejor de lo mejor, deberían ser la comida típica de este pueblo, ser alabadas por su exquisito sabor y su grasienta sazón, hacerle altares y.… bien, creo que exagere con mi amor hacia las papas fritas, pero no lo puedo evitar ¿quién no las ama?
Termino de desayunar con rapidez y tomo mi pesada mochila para encaminarme hacia la salida. Hoy estoy yendo más temprano que nunca al colegio, pero no crean que es por amor a este. No. Lo hago porque necesito hablar con Matías lo antes posible.
Ojalá se le ocurra ir temprano también.
―Señorita aquí tiene ―la voz de Samantha aparece de la nada haciéndome girar. Cuando lo hago la visualizo sonriéndome mientras de extiende el abrigo.
No escuche sus pasos cuando se acercaba, estoy muy despistada hoy. Lo digo porque hace unos minutos cuando me aseaba le eche acondicionador a mi cepillo de dientes pensando que era pasta dental.
Esto nunca me había pasado antes. Es como una emoción que no me permite concentrarme bien en nada. Es muy rara esta sensación, pero me gusta.
Hago una pequeña reverencia― Muchas gracias Samantha, Dios te bendiga ―tomo el abrigo con delicadeza entre mi mano y me dirijo hacia la puerta para salir.
Ya debo irme.
Como es de costumbre en estas épocas, la suave y fría brisa otoñal acaricia mi piel desnuda ocasionando que se erice al instante. Me encanta esta sensación.
Veo a Michael parado con rectitud en la entrada con su habitual vestimenta negra y lentes oscuros. Me causa algo de gracia ya que puede estar lloviendo y él no se quita esos feos lentes. A veces pienso que es ridículo, pero ¿Quién soy yo para juzgar? cada quien con sus gustos.
Paso por su lado a pasos rápidos para evitar alguna conversación con él. En cierta medida su presencia me intimida, aunque no quiera aceptarlo.
No me doy tiempo de mirar hacia los alrededores. Estoy tan sumida en mi objetivo que ni siquiera logro oír los autos pasando o las risas de los niños. Es como si todos mis sentidos estuvieran puestos solamente en el gran edificio de tres plantas.
Quiero debo llegar pronto.
Siento como alguien toma mi brazo con firmeza haciendo que me gire con brusquedad presa del pánico.
¿Será un violador? ¿Un psicópata? ¿Un secuestrador?
Al notar el rojizo cabello de Michael me tranquilizo por completo.
― ¡¿QUÉ TE PASA?! ¿¿ESTÁS DESQUICIADO O QUÉ?! ―grito enojada. No hago ni el mínimo intento para controlar mis modales.
¿A quién se le ocurre tomar a una chica así de la nada? No debo ser experta en humanos para saber que esto normal no es.
―¿Por qué la prisa? ―inquiere con voz ronca mientras se quita los lentes despacio permitiéndome ver sus perturbadores ojos grises. En el pasado los había visto, pero solo en dos ocasiones. Como dije, él nunca se quita esos lentes, y ahora que lo pienso es mejor así. Sin ellos da más miedo que de costumbre.
―Debo terminar una tarea urgente ―me zafo de su agarre. En teoría sí debo hacer una tarea que olvidé por estar pensando en Matías.
―¿Por qué llevas ese abrigo? ―señala con su dedo mi pecho haciendo que me encoja en mi lugar.
―Lo devolveré a su sitio ―susurro mirando su pecho.
Toma mi mentón haciendo que alce la mirada por inercia― Iveth no soy estúpido ¿estás hablando con alguien no? ―ladea el rostro.
Frunzo el ceño ante sus palabras. Él no es nadie para hablarme así, mi padre es el único que puede usar ese tono tan dominante.
― ¿Quién te crees para hablarme así? Tú y yo no somos iguales Michael. Ten más respeto si no quieres perder tu trabajo ―alzo la barbilla con orgullo. Nunca me ha gustado usar mi posición para humillar a alguien, pero no sé qué hacer, siento que me descubrió y ni siquiera pude hablar otra vez con Matías.
―Iveth... ―mira hacia los lados como si buscara a alguien, para luego empujarme dentro de un callejón ¿Qué se supone que quiere hacerme?― Tu padre me dijo que te quedarás más tiempo en la secundaria, y me pidió que no te quitara el ojo de encima cuando estuvieras en la biblioteca ―¿a dónde quiere llegar con eso?― Me pareció muy curioso que justamente ayer te vi con un abrigo de chico y ahora te den más ganas de estudiar ¿no lo crees? ―se agacha a mi altura― Puedes confiar en mí Iveth ―susurra con voz suave.
¿Qué le pasa? Él le dirá a mi padre, no soy tonta, no puedo confiar en él ¿querrá algo a cambio? Pero no tengo nada.
Debo proteger a Matías.
Ladeo el rostro― ¿Mi padre te mandó a interrogarme? ―niega.
―Solo es curiosidad ―se endereza y mete sus manos dentro de sus bolsillos.
― ¿Por qué debería confiar en ti? ―analizo su rostro con detenimiento. No parece tener apiste de malas intenciones, pero no puedo creerle.
―He estado esperando durante 13 años a que te revelaras, no me cuesta nada apoyarte en tu causa ―¿qué?
― ¿Por qué quieres ayudarme? ―coloca ambas manos sobre mis hombros ocasionando que me sobresalte por la sorpresa.
―Tu vida no es normal, tu desarrollo no ha sido normal, no entiendo la postura de tus padres, pero pienso que mereces vivir con normalidad ¿no crees eso? ―asiento― entonces dime todo ¿ese abrigo de quién es?
―De objetos perdidos, ya te lo había dicho ―sentencio.
―Dime la verdad ―aprieta su agarre empezando a hacerme daño.
―Lo juro Michael ―sonrío ignorando el dolor que me está causando― Y gracias por ofrecerte a ayudarme, pero estoy bien, me acostumbré a esta vida y no pienso perjudicar a nadie con mis actos, créeme ―suelto un suspiro y salgo del callejón desasiéndome de su agarre― Por tu culpa se me hizo tarde, no lograré hacer mi tarea a tiempo Michael ―finjo molestia.
―Señorita lo siento, creí que necesitaría de mi ayuda ―suelta automático.
―Michael, mi vida es la pintura ¿sabías que por mis malas calificaciones me quitaron lo único que sé y me gusta hacer? No quiero perderlo definitivamente. No necesito relaciones sociales, como dice mi padre "eso vuelve a uno débil."
El pelirrojo me mira sorprendido, sé que no se esperaba esa respuesta. Vuelvo mi vista al frente y empiezo a caminar más despacio.
Había dicho que desarrollé algunas habilidades analizadoras, bueno. Michael ha trabajado con mi padre desde que empezó con sus negocios, digamos unos 25 años. Es su hombre de confianza y fiel protector de la familia ¿creen que él tiraría eso a la basura para ayudarme? Además, se tomó muchas confianzas al hablarme y fue grosero, eso quiere decir que no tenía la mínima intensión de empatizar conmigo, quería intimidarme para que le contara todo. Cuando se dio cuenta que su método no estaba funcionando decidió recurrir a mis "problemas sociales" creyó que por mi soledad iba a abrirme con él cuando perfectamente él ha sido quien le dice a mi padre cada movimiento "extraño" que hago. En esa casa no se puede confiar en nadie, hay ojos por todas partes.
Llego a la secundaria y lo primero que veo es a Matías parado en la entrada. Cuando se da cuenta de mi presencia hace un movimiento con la cabeza invitándome a que lo siga. Una sonrisa no puede evitar formarse en mis labios, no pensé que me esperaría, es un lindo gesto.
Empezamos a caminar con una distancia prudente entre nosotros. Noto como varias personas lo saludan por el camino e intentan formar largas charlas, pero él se aleja con sutileza ¿es tan conocido así?
Veo como gira en un pasillo y luego entra al auditorio ¿qué se supone que haremos allí? Mi confusión escala a niveles superiores cuando entro al lugar y no veo a nadie dentro ¿Mire mal? ¿Habrá entrado a otro lugar? Me giro dispuesta a buscarlo, pero lo encuentro frente a mí sonriendo con exageración. Cubro mis labios ante el susto dando un paso hacia atrás ¿cómo apareció allí de la nada?
―No lo hagas más ―tomo mi pecho con fuerza. Creo que ese es el juego de hoy "matemos a Iveth de un infarto."
―Lo siento ―empieza a reír con descaro― es que el ambiente lo ameritaba ―Lo miro con seriedad. No me causa gracia estas clases de bromas― Ya, ya, no lo volveré a hacer.
Lo miro mal― También amanecí muy bien, gracias por preguntar ―ironizo de mala manera.
―Oye, en mi defensa no me diste tiempo de saludar ―camina hasta quedar a mi lado.
―Habrías tenido tiempo de sobra si no me hubieras asustado ―gira los ojos. Ahora él se hace el ofendido― ¿Para qué me trajiste aquí? ―me cruzo de brazos presionando el abrigo contra mi pecho.
―¿Hablar? ―hace un gesto de "dah" ocasionando que me enoje más― ¿Qué te ocurre? ¿Por qué tan agresiva hoy?
―Nada ―tomo el abrigo y lo presiono sobre su pecho con fuerza― Me voy al salón.
Me giro indignada dispuesta a irme, pero este toma mi mano con firmeza impidiendo que me aleje un paso siquiera.
Su mano es tan suave y calentita, como malvaviscos dentro una taza de chocolate tibia. Me otorga cierta especie de escalofrío y conforte extraño ¿así se sentirá el tacto humano siempre?
Siento mi rostro caliente ocasionándome un nerviosismo sorpresivo ¿Qué me pasa? Alzo la mirada hacia el chico castaño que me sostiene. Noto como su rostro se encuentra teñido de rojo por completo ¿está enojado conmigo?
Sus labios tienen cierto tipo de temblor― ¿Q-que.. ―suspira profundamente mientras cierra los ojos y los vuelve a abrir― ¿qué te ocurre Iveth? No quiero que te vayas ¿hice algo mal? Disculpa por asustarte, prometo no volver a hacerlo ― hace una mueca con los labios ocasionando que sobresalga más su labio inferior.
Parpadeo despacio tratando de procesar sus palabras. Por un extraño motivo su voz ocasionó que mi corazón se acelerara nublando más mis pensamientos confusos.
―Lo siento Matías ―logro decir mientras suelto nuestro extraño agarre. Al hacerlo la sensación de su mano arropando la mía sigue allí, pero con leves toques de frialdad― tuve una clase de discusión con Michael y me desquité contigo ―la culpabilidad me invade. Es la única persona que me habla y la trato mal, ya veo porque es mejor que no hable con nadie, soy mala persona.
―Olvidemos esto ¿sí? ―propone de manera suave. Asiento como respuesta― Comencemos de nuevo ―Veo como sale de auditorio y vuelve a entrar― Buenos días señorita Iveth ¿cómo está? ―hace una reverencia igual que un caballero.
Sonrío― Buenos días joven Matías, me encuentro bien ¿y usted? ―levanto los lados de mi falda mientras imito su reverencia. Ambos empezamos a reír como bobos. Veo como cubre su boca escondiendo su sonrisa ¿será por vergüenza?
―Te tengo buenas noticias ―me mira curioso― Bueno no sé si son tan buenas ―juego con mis dedos.
―¿Qué pasó? ¿Iremos al parque? ―sonríe aún más con ilusión.
―No, eso no, es mucho pedir ―hace un puchero― hablé con mi padre anoche y me permitió quedarme 1 hora en la biblioteca ―abre los ojos exageradamente y se cubre los labios con la mano― pero... Michael debe vigilarme.
Me alegra mucho poder quedarme un tiempo más aquí. Independientemente de poder ver a Matías o no, esta es mi oportunidad de ser algo libre, es como si avanzara un par de pasos entre un camino espinado sin hacerme daño.
―¿Quién es Michael? Antes me dijiste que discutiste con él, pero no lo conozco ―ladea la cabeza confuso.
Volteo los ojos por impulso― Pensé que me ibas a preguntar sobre lo de la biblioteca.
Asiente muchas veces― Claro que sí, tengo muchas preguntas sobre eso. Pero no sé a quién me enfrento y si ese tal Michael te puso de mal humor debe ser alguien pesado.
―Es mi guardaespaldas ―tomo el puente de mi nariz con fuerza― quiso indagar sobre el dueño del abrigo.
Arquea sus cejas hacia abajo― ¿Te cause problemas? ―baja la mirada― lo siento, tú me dijiste que le dijera a la profesora y no quise, te juro que si hubiera sabido las consecuencias te habría hecho caso, discúlpame en serio ―su expresión es de culpabilidad absoluta. No puedo dejar que piense así.
―Tranquilo ―coloco mi mano sobre su hombro― fuiste muy bueno conmigo y fue lindo el gesto del abrigo, me ayudaste demasiado, no debes de sentirte mal ―sonrío amable― además lo persuadí, creo que no tocará el tema otra vez.
Eso espero con todo mi corazón. Olvidé gran parte de mi mentira y podría arruinar todo si le doy un dato mal.
― ¿Y qué haremos Iveth? Si estará en la biblioteca no podremos hablar.
Esperaba esa pregunta.
―Tengo un plan ―me mira curioso― iré algunos días sola para preparar el terreno. Estudiaré de verdad hasta que se sienta confiado con mi comportamiento. Luego tú empezarás a ir unos minutos antes de que yo llegue y te esconderás, pero no será seguido, hablaremos algunos días ¿te parece? ―frunce el ceño― me tomó toda la noche idear ese plan, siento que puede funcionar.
―¿No te parece mejor hablar todas las mañanas aquí? Durante el receso también podemos, bueno, eso creo, si quieres ―se rasca la nuca nervioso.
No le gustó mi plan perfecto.
―Entonces vendremos muy temprano, aunque me da miedo levantar sospechas ―estrujo mi rostro entre mis manos― Esto puede salir muy mal, Michael no me dio buena espina Matías, no quiero meterte en problema ¿y si alguien le dice que nos vemos?
Si un profesor o alguien nos cacha aquí hasta aquí llegamos. No sé de qué es capaz mi padre y tampoco pretendo averiguarlo.
―Iveth tranquila, sé que de alguna forma lo solucionaremos, lo importante es que ahora estamos hablando ¿no?
Asiento. Tiene razón.
Observo fijamente su rostro, varios lunares decoran su mejilla derecha. Sus cejas son muy pobladas, más que las mías y el contorno de su rostro es casi simétrico. ¿Qué gana conmigo?
Doy un paso hacia él, debo preguntarle― Oye y ¿por qué estás tomando tantos riesgos por mí? ―en realidad me ilusiona mucho, se esfuerza para ser mi amigo y parece sincero. No creo que quiera algo de mí.
―Pues... ―empieza a reír bajito y rascarse la nuca ¿qué le pasa?― Me caes muy bien y quisiera ser tu amigo, es por eso, sí ―evita mi mirada, su rostro está completamente rojo ¿tendrá calor? ¿lo enojó mi pregunta?
―Yo también quiero ser tu amiga, me emociona mucho. Sabes, nunca he tenido un amigo ¿qué hacen los amigos? ―irrumpo en su espacio personal con descaro.
―Em... ―da un paso atrás y se cubre el rostro― no lo sé, tampoco es como si tuviera muchos amigos ―sigue evitando mi mirada― supongo que salen, hablan de su vida y ríen.
Muerdo mi labio inferior con tristeza mientras un dolor se expande por mi pecho.
―Entonces no podemos ser amigos ―me mira de inmediato― Yo no puedo salir contigo ―bajo el rostro.
Lo de la amistad es difícil e imposible, no puedo llenar esos zapatos.
Siento como toma mi mentón con delicadeza y lo alza― No seas tontita, que nuestra amistad no sea una típica no significa que no resulte, lo importante es que queramos estar jun... ―suelta mi mentón de inmediato y da otro paso hacia atrás― Lo importante es que nos llevemos bien. Oye como que ya es tarde ¿vamos a clases no? Sal tú primero y en un rato yo iré ―lo miro confundida― es para no levantar sospechas.
―Gracias por todo esto ―le regalo una sonrisa.
Asiente y salgo del auditorio a pasos rápidos.
Cuando llego al salón de clases noto como todos me miran de una manera extraña. Escucho a un grupo de chicas secreteándose mientras me miran con descaro.
¿Qué tengo de raro?
Llego a mi asiento y me pongo a dibujar en silencio bajo las pesadas miradas.
La sensación de tener a Matías cerca fue extraña, abrumadora. Coloco la mano sobre mi pecho cerrando los ojos. Los latidos de mi corazón se encuentran acelerados ¿qué es esto? ¿Es por Matías? Claro, debe ser por la emoción de sus palabras.
Él quiere ser mi amigo, en verdad quiere tenerme cerca.
No estoy maldita como llegue a pensar una vez gracias a mi madre.
Gracias por ponerlo en mi camino Dios. Gracias por regalarme un poco de felicidad.
Minutos después veo como llega Matías apresurado. Me dedica una mirada rápida y sonríe engrande. Se va hacia un grupo de chicos y comienzan a hablar animadamente. De vez en cuando me lanza miradas fugaces que hacen que mi corazón se acelere una vez más.
Esto de la amistad es extraño.
...
Desconocida
05 de abril del 2005.
Los padres de la pequeña se encontraban preocupados, asustados, desesperados. Su única hija les causaba temor, no podían estar con ella más de 10 minutos porque se sentían amenazados.
La pequeña niña hablaba sola.
La pequeña niña tenía una colección de aves muertas debajo de su cama.
La pequeña niña sonreía todo el tiempo.
La pequeña niña estaba desquiciada.
―¿Crees que puedas hacer algo? ―Comenta el padre preocupado con grandes apistes de esperanza.
―Es nuestra bebé ―lloriquea la madre desconsolada.
―Créame, eso es cosa del señor de las tinieblas, yo puedo ayudarlos ―Voltea a ver a la niña y sonríe maliciosamente con disimulo― Y ayudarla. La pequeña puede ser salvada.
El señor no le temía, sabía que la pequeña le tenía miedo y ver a sus padres desesperados fue como un regalo divino, una invitación al pecado…
―Lo mejor será que me la lleve a la parroquia ―sentencia mirando al padre.
―Pero Emiliano, no te puedo dar así a mi hija, es mi bebé ―el padre toma la mano de su esposa― Querida podemos llevarla a un psicólogo, ir a la ciudad ―el hombre por fin había abierto los ojos.
―Los psicólogos solo nos sacarán dinero ―suelta la mano de su marido― lo mejor es que se vaya a la iglesia, no hay nada mejor que ayuda divina ―Emiliano sonríe ante la escena.
La pequeña solo los mira asustada desde una esquina, ella no quiere ir con él.
―Entiende mujer, es nuestra hija ―alza la voz. Se acerca al oído de su mujer y susurra― ¿Cómo la vamos a dejar con un hombre?
La furia invade a la mujer. No puede creer que su marido desconfíe del señor Emiliano, el señor más religioso de todo el pueblo. Es un ridiculez― No seas ridículo ―grita― ¿Cuándo se la llevará? ―Mira al señor.
La pequeña niña se acerca corriendo y toma la mano de su madre con rapidez.
―Por favor no, prometo que no lo volveré a hacer, no me dejes ir con él ―suplica. El padre mira atento a su pequeña, él no está de acuerdo con la situación.
―Ya lo prometiste muchas veces mi amor, es hora que te ayuden ―toma su mejilla.
La niña enojada e indignada muerde la mano de su madre. La muerde tan fuerte que rompe la piel y su boca se llena de sangre.
―¡Ayúdenme! ―Empieza a gritar la mujer, el padre toma a la pequeña y trata de quitarla, pero es imposible, el rencor de la pequeña es más grande.
―¡Déjala! ―habla el señor con voz fuerte y firme, sabe que la pequeña lo obedecerá.
La pequeña suelta a su madre y se esconde tras su padre.
―¡Esa niña está endemoniada! ―Grita la madre espantada.
―¡No hablas así de nuestra hija! ―Grita el padre y abraza a su pequeña.
―¿No viste lo que hizo? ―Toma su mano con fuerza― irá a curarse por Dios, deja que la niña se purifique y vuelva con nosotros sana.
El padre mira a su pequeña temblando entre sus brazos, no quiere dejarla ir, Mira a su esposa y esta se toma la mano con fuerza, un charco de sangre se empieza a formar en el suelo. Mira otra vez a su pequeña, detalla sus mejillas y mentón ensangrentados. Poco a poco empieza a cambiar de opinión.
El señor solo mira todo desde la distancia, sonríe de vez en cuando e imagina todas las cosas que hará con la pequeña.
―Es por tu bien cariño ―Acaricia a la pequeña mientras se les escapa unas lágrimas― te veremos pronto mi niña ―la abraza por unos minutos.
Esa misma noche la pequeña se fue con su peor pesadilla, pero nunca pensó que su pesadilla se volvería su salvación.
Los niños no elijen a sus padres, los padres decepcionan a sus hijos.
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