🧠2
―Señorita... señorita ―una dulce voz acaricia mis oídos llenándolos de energía. Poco a poco mis ojos se abren al sentir un leve movimiento en mi brazo derecho. Pero gracias a la luz mañanera los cierro casi de inmediato, es tan fuerte que me ocasiona un tedioso encandilamiento en las retinas.
La cálida luz matutina alumbra todo a su paso, dejando apreciar la amplitud de mi vacía habitación. He de admitir que ese vacío combina muy bien con los rayos amarillentos, me recuerda a esas habitaciones que salen en las revistas de inmobiliarias.
Enfoco a Samantha después de unos segundos. Esta se encuentra parada a un lado de la cama regalándome una pequeña sonrisa. Esa disimulada sonrisa me llena de bienestar cada mañana. Es la única prueba que tengo de que en verdad le importo a alguien.
―Señorita su desayuno está listo ―musita mientras esquiva mi mirada. Sé que en el fondo teme que le diga algo a mi papá y la despidan. Pero yo no soy así, el problema es que ella no lo sabe y tampoco deja que se lo explique.
―Me daré una ducha primero Samantha ―comento mientras empiezo a ponerme de pie. El suelo se encuentra helado, me entumece un poco las plantas de los pies, pero no me interesa, en el fondo me gusta esta sensación― ¿Me podrías responder algo antes? ―me giro un poco para encararla.
―Dígame señorita ―frunce un poco el ceño. Debe ser muy raro para ella que desee cruzar más de dos oraciones con ella.
Con los años empecé a perder el interés en socializar con ella, era inútil y algo tortuoso. Ser ignorada siempre genera cierto tipo de baja autoestima. Te hace creer que el problema eres tú cuando en realidad no es así, y a pesar que sé eso, sigo creyendo que el problema soy yo.
― ¿Mis padres me están esperando? ―pregunto con inocente ilusión.
―No señorita, su padre salió temprano y su madre se encuentra en su habitación.
No sé por qué pensé que hoy sería diferente, bueno, es
que aún tengo esperanzas de bajar por las escaleras y encontrarlos sentados a la mesa esperándome con una gran sonrisa ¿es mucho pedir una mañana así? Al parecer sí los es. El dinero no garantiza la felicidad, es más, es el causante de la desintegración de cualquier vinculo afectivo.
Preferiría ser pobre y recibir cariño que ser rica y estar vacía.
Busco mi uniforme en el armario y me dirijo hacia el baño.
Centro mi vista en el gran espejo húmedo, se encuentra así gracias al entumecedor frío matutino. Enfoco mi delgada silueta en él, me muy veo mal, mi cabello parece un nido de pájaros y mi cara cada vez muestra más señales de acné, es como si mi vida social pudiera empeorar aún más.
Decido lavarme mi corto cabello rizado. Así será más fácil peinarlo un poco.
Mi madre decidió cortarlo hace algunos meses. Según ella es de muy mal gusto verme con algún tipo de afro, lo cual es completamente irónico ya que tengo el cabello exactamente como ella y ella lo utiliza completamente suelto.
Ironías de la vida o mejor dicho “ironías de mi perfecta familia”.
Al terminar de darme la corta ducha me coloco mi aburrido uniforme escolar. Este consiste de una falda rosa pálido que me llega hasta las rodillas y una camisa blanca manga larga. Podemos utilizar los zapatos que deseemos así que opté por unas zapatillas negras algo desgastadas.
A veces quisiera asistir a alguna secundaria como las de Estados Unidos, solo para tener mi propio casillero y poder utilizar el atuendo que desee. Aunque conociendo a mi madre sé que me obligaría a usar vestidos que me lleguen hasta los tobillos (cosa que ha venido haciendo siempre que vamos a una actividad) de colores insípidos y con botas horribles. Ella impuso una regla: “Si no usas la ropa que te compro no tendrás nada nuevo”. Por eso es que actualmente todas mis prendas me quedan pequeñas o se ven muy desgastadas, me rehúso a vestirme tan exóticamente como ella quiere.
Bajo las crujientes escaleras dirigiéndome hacia la cocina. En cuanto llego una mezcla de exquisitos olores inundan mis fosas nasales. Van desde chocolate caliente hasta panqueques recién hechos. Noto como el delgado cuerpo de Samantha se encuentra dándome la espalda ya que está lavando unos platos.
― ¿Qué delicia has preparado para mí hoy Samantha? ―pregunto juntando ambas manos y frotándolas con rapidez.
―Le he preparado chocolate caliente con malvaviscos en el interior y unos sándwiches de jamón ―se seca las manos para tomar mi plato y comienza a llevarlo hacia al comedor.
Yo la sigo en silencio antes de replicar―Samantha, sabes que no me gusta comer aquí sola, déjame acompañarte en la cocina.
Intento hacer la expresión más miserable, pero ella solo evita fijarse en mí.
―Lo siento señorita, prefiero evitar problemas ―susurra en un hilo de voz― Debe apurarse o se le hará tarde.
Veo como se da la vuelta y se va sin mirar atrás.
Pensé que hoy tendría compasión de mí, aunque sé que es un caso perdido. Al parecer siempre tengo la mala costumbre de tener esperanzas en todo.
Pero sinceramente en cierta manera la comprendo, mis padres tratan a los trabajadores de aquí muy mal, y si toman ciertas confianzas los despiden sin compasión.
Pero igual por otra parte me duele mucho que no se compadezca ni un poco de mí. Ella cada día me ha visto desayunar, almorzar y cenar sola, ¿eso no le causa cierta pena? Hasta a yo siento lastima por mí.
Dejo el desayuno intacto sobre la mesa y me retiro con rapidez.
Ya hasta se me fue el apetito.
Tomo mi pesada mochila color lila y salgo de casa.
El delicado viento acaricia mi rostro y mi piel no puede evitar erizarse ante la sensación, sentí como si hubieran pasado siglos desde la última vez que salí y eso que solo fueron dos semanas de vacaciones.
Hoy tengo la sensación que será un buen día, es un leve presentimiento y espero con todo mi corazón que se vuelva realidad.
Me dirijo solitariamente hacia el colegio. Mis padres me permitieron esa ligera confianza después de que les rogué por semanas, pero sé que Michael me sigue. Sé que mis padres nunca confiaran en mí.
Michael es unos de los hombres de confianza mi padre, en mi caso es mi guardaespaldas "espía", pero es muy malo escondiéndose de mí o tal vez ni lo intenta. En el fondo debe odiar seguirme, lo sé.
Miro a mi alrededor de manera distraída. Contemplo a unos pequeños niños corriendo con sus grandes mochilas en dirección a la escuela, tienen las mejillas rojas y ríen mucho entre ellos. También visualizo a varias chicas de mi edad en pequeños grupos hablando y riéndose de lo que supongo alguna estupidez.
Estos años de soledad me han servido para mejorar mi habilidad analizadora. Me fijo en pequeños detalles que creo, nadie con una vida social activa o mínimamente feliz notaría.
Un claro ejemplo de eso es un grupo de chicas que van hablando al otro lado de la calle, son 4 muchachas, dos están conversando animadamente mientras que la otra revisa su celular. La cuarta chica está atrás escuchando de lejos y tratando de incluirse en la conversación sin éxito.
Eso me dice que tal vez solo estén con ella por lástima o ella trata de encajar como dé lugar, también podría ser la amiga rica y para mantener apariencias la aceptan entre ellas solo "para quedar bien ante los demás". Sea como sea es triste, pero sinceramente creo que yo también haría lo mismo.
Llego a mi prestigiosa secundaria, tan antigua como mi hogar.
Este viejo edificio cuenta con tres plantas, abajo están los estudiantes de primero y segundo, en la segunda planta están los de tercero y cuarto y en la tercera planta están los de quinto y sexto. Yo aún estoy en la planta baja y me salvo de subir las extensas y odiosas escaleras.
Lentamente camino por el largo pasillo de madera, este se encuentra perfectamente pulido, respeto al conserje por eso, sé que no debe ser fácil. Las paredes son de color rosa pálido como nuestras faldas; pequeñas pinturas y fotografías hechas por estudiantes adornan casi por completo las paredes. Siento que eso le da un toque distinto a esta planta, la extrañaré cuando deba ir a la segunda.
En este piso todo lo creado por estudiantes se coloca en las paredes, bueno si es una escultura de arcilla o porcelana lo exhiben en los salones o biblioteca.
Varias pinturas mías están aquí, por no decir que todas, mi madre no me deja conservarlas en casa y las que he podido llevar ella las toma. Nunca he sabido para qué lo hace, aunque en mi mente siempre llegado a la conclusión que las tira a la basura.
Llego a mi salón de clases, apenas coloco un pie dentro todos quedan en silencio, un silencio incómodo y pesado.
―Buenos días ―sonrío para aligerar el ambiente, pero nadie me responde, todos vuelven a sus conversaciones, aunque escucho a uno que otro susurrando cosas sobre mí con descaro.
Me dirijo despacio hacia mi verde escritorio. En todos los salones hay un escritorio para dos estudiantes, así es más fácil para realizar los trabajos grupales y esas cosas.
Yo antes tenía un compañero de escritorio, Tob, él era como un chico malo, bueno, literalmente era un chico malo, golpeaba a otros estudiantes y se dedicaba a hacerle la vida imposible a los nuevos. Pero, aunque no lo crean él me trataba bien, bueno en lo que cabe, cuando yo no alzaba a escribir todo del pizarrón él me prestaba sus notas para copiar o cuando no entendía alguna clase él me la explicaba sin que yo lo pidiera, pero nuestra comunicación solo era en el aula y para esos acontecimientos que rara vez ocurrían.
Una vez traté de hablarle durante el receso, pero me ignoró olímpicamente y solo gané ser el centro de atención de chismes como “A Iveth le gusta los chicos malos” o “Tob solo atrae a puras raras”. Así que para evitar problemas no lo intenté más.
La cosa es que hace unos meses lo expulsaron, los padres de los niños abusados se reunieron y pidieron su expulsión definitiva. Me dolió cuando no lo volví a ver, lo consideré mi primer amigo.
Sí, sé que es ridículo, pero para mí fue muy relevante en mi vida social.
Saco una página de mi maleta dispuesta a matar el aburrimiento. Aun es algo temprano, así que me tendré tiempo para dibujar algo decente.
Empiezo a deslizar el pequeño lápiz contra el papel.
Trato de dibujar a los pequeños niños que vi corriendo cuando venía hacia acá. Quiero explorar cuán buena tengo mi memoria, pero debo admitir que se me hace un poco difícil.
― ¿Qué dibujas? ―una voz varonil interrumpe mi concentración― ¿Son aguates? ―hace un ruido con su boca como si pensara seriamente en lo que ve.
Alzo la mirada lentamente y quedo en shock cuando lo enfoco.
Nunca en mi vida había visto a ese chico y tan lindo menos.
¿Será nuevo? ¿De intercambio? ¿Qué debo decir? No he tenido una conversación normal con alguien en días, meses, ya no lo sé.
―Papel ―suelto sin pensar. ¿Papel? ¿Qué estoy diciendo?
Frunce las cejas divertido― Eso no parece un papel, creo que mi idea de aguacates es más acertada ―sonríe y siento que voy a morir ahora mismo.
¡Es la conversación más larga que he tenido!
Bien Iveth, piensa bien lo que dirás, no puedes arruinar esta conversación, con suerte él no sabe las reglas así que aprovecha antes de que se entere. Es egoísta pero no me importa.
―Disculpa, em... ―alzo la mirada una vez más. Noto como me está mirando fijamente aun sonriente― estoy dibujando a unos niños que vi en la calle ―muevo el lápiz sobre el papel con nervios.
― ¿Sabes dibujar personas? ―asiento. Abre un poco los labios con sorpresa― Entonces podrías dibujarme a mí ―lo dice más para él mismo.
Me regala otra sonrisa la cual hace que mi cara se sienta caliente ¿será fiebre? Pero si no me siento con resfriado. Qué raro.
―Podría ―respondo distraídamente mientras trato de acomodar un inquieto mechón de cabello tras mi oreja― ¿La quieres de perfil o frontal? ―humedezco mis labios.
¿Por qué estoy tan nerviosa?
― ¿En serio me vas a dibujar? Yo solo lo decía en broma.
Rayos, no debí atar cabos así. Qué pena.
―Oh... ―es lo único que alcanzo a decir ya que acaba de llegar la profesora de matemáticas. Me siento tan avergonzada.
El chico se sienta a mi lado y coloca su mochila sobre el escritorio, justo entre nosotros.
Aunque nuestra conversación tuvo un horrible final me agradó, ha sido el primer compañero de clases que ha intentado hablar conmigo en verdad.
Pero creo que no busca una amistad conmigo ya que ahora mismo se encuentra hablando con otra chica a su lado. Bueno, no podía esperar más. Socialmente soy un asco.
Aunque tengo curiosidad sobre su proveniencia.
Si fuera un estudiante de aquí sabría mi historia y no me hubiera hablado, esto afirma más mi teoría de que viene de intercambio. Pero de dónde, debe ser de otro pueblo ya que este es el único instituto del lugar.
―Joven Matías, preste atención ―regaña la profesora desde el pizarrón.
Con que se llama Matías.
Sigo analizándolo con descaro, no me parece conocido en realidad ¿lo he visto antes? Lo dudo ¿Qué hará aquí? Bueno obviamente estudiar ¿por qué se sentó a mi lado? Miro mi alrededor y no hay puestos vacíos, bueno eso me lo explica.
Esperen… ¿Cómo la profesora sabía su nombre si en mi mente él es de intercambio? Pudo haber sido por la lista de asistencia, pero lo regañó con mucha confianza, como si estuviera acostumbrada. Además, no lo mandó a presentarse.
―Matías... ―toco su brazo con un dedo. Este me voltea a ver curioso― ¿Por qué estás aquí? ―bien Iveth, mala elección de palabras― Digo, nunca te he visto antes ―susurro apenada.
―Era del salón de al lado, tuve un problema con una chica y me cambiaron aquí ―sonríe y vuelve a mirar hacia al frente.
¿Eso quiere decir que sabe quién soy? ¿Si es así por qué me habló? ¿Querrá ser mi amigo entonces?
Intento volver a hablarle, pero me abstengo, lo menos que quiero hacer es incomodarlo, tal vez solo fue cortés o curioso conmigo.
Fijo mi mirada en la profesora de matemáticas. No pienso inquirir más en el castaño.
...
El receso llega y con eso mi inspiración, tengo 30 minutos para dejar volar mi creatividad dibujando todo a mi alrededor. Lo tomé como hábito, cada vez que todos salen a almorzar yo me quedo en el salón dibujando todo, desde las pequeñas tizas hasta los pañuelos sobre los pupitres. Es una buena manera de pasar el tiempo, aunque a decir verdad ahora mismo siento mucha hambre.
Bueno, si voy a la cafetería en 15 minutos, tendré tiempo suficiente para dibujar algo decente, aunque si no dibujo un día no moriré, bueno quizás sí del aburrimiento, pero mejor morir del aburrimiento que de hambre.
Veo como Matías entra al salón sin procesar mi presencia, llega a nuestro escritorio y de inmediato me pongo de pie para salir. Paso a su lado dispuesta a ignorarlo, me da vergüenza volverlo a encarar.
―Oye... ―susurra con algo de desconcierto.
Me volteo curiosa y noto como se queda viendo fijamente mi asiento. Su rostro se tiñe de rojo después de unos segundos. Dirijo mi vista hacia es dirección también logrando visualizar como una mancha carmín adorna el asiento.
Oh no.
Esto era lo último que me faltaba.
Vuelvo a ver a Matías con pánico y este me mira de una forma que no logro entender.
Como puedo cubro la falda con mis manos y salgo corriendo al baño ¿por qué hoy? ¿Por qué aquí? Las personas me miran raro, pero me ignoran ¿Qué haré ahora? Me encierro en el primer cubículo que veo y me quito la falda como si tuviera piojos. Noto como una gran mancha roja arruina la tela.
Matías me vio en esta situación tan vergonzosa, pero él es lo que menos me interesa ahora.
Creo que voy a morir ¿cómo hago?
No puedo salir así, sería la burla del instituto. Además, ahora que lo pienso, Matías podría contarlo y todos se reirán ¿él lo estará haciendo en este momento? Sin darme cuenta espesas lagrimas inundan mi rostro.
Para empeorar mi situación, en mi mochila no cargaba ni una toallita sanitaria, apenas era la tercera vez que me venía y no estaba acostumbrada a esto.
Quisiera que la tierra me trague y me bote muy lejos, no quiero ver a nadie, a estas alturas medio colegio lo debe saber ¿por qué soy tan patética? ¿Este día podría empeorar?
No sé cuánto tiempo pasa, pero sigo llorando sin control dentro del pequeño cubículo.
Escucho como alguien abre la puerta y que me cubro los labios, no quiero que nadie sepa que estoy aquí. No estoy preparada psicológicamente aún.
― ¿Iveth? ¿Estás aquí? ―la dulce voz de Matías llega a mí ¿qué hace aquí? ― ¿Iveth?
― ¿Qué quieres? ―mi voz sale rota, no sé lo que desea, pero no quiero verlo ahora mismo― Vete.
―Vengo a ayudarte ―veo sus pies al otro lado de la puerta.
Noto que se agacha y mete su mano abajo de la puerta, veo como una toallita sanitaria se posa en el medio de su mano.
La vergüenza se desboca en todo mi ser, pero la gratitud es más grande. Tomo la toallita con rapidez mientras lo escucho hablar.
―Lo siento por demorar tanto, tuve que ir a la enfermería a buscarla y la mujer me pidió muchas explicaciones ―detengo todo movimiento.
― ¿Qué le dijiste? ―mi voz sale temblorosa.
Me aterra que alguien lo haya escuchado y en este momento esté difundiendo “la nueva noticia”.
―La verdad ―abro los ojos exageradamente― Pero tranquila, no dije tu nombre, solo dije que una chica se manchó ―asiento agradecida, pero me doy cuenta que no me está viendo, que tonta soy― Mi hermana es unos años mayor que yo y muchas veces me toco ayudarla en estas situaciones ―veo como juega con sus pies.
Termino de limpiarme y protegerme, pero noto otro obstáculo más, mi falda.
―Me siento muy avergonzada Matías ―empiezo a llorar de nuevo― Aun no sé qué hacer, mi falda está arruinada ―mi voz sale temblorosa gracias al llanto.
―No llores, puedo prestarte mi abrigo y te lo amarras en la cintura ¿te parece?
Un calor se esparce por mi pecho de la emoción, pero no puedo permitirlo, hace mucho frío y tal vez él lo necesite.
―No tienes que hacer eso Matías, puedes decirle a una profesora o algo.
Mentira, las profesoras no harían nada por mí. Serían capaces de hacerme caminar por todo el instituto así.
―Iveth mi solución es más sencilla ―se escucha incómodo― No me gustaría tener esa conversación de nuevo con un adulto ―se queda en silencio por unos segundos― Voy a salón y vuelvo pronto.
Escucho como sus pasos se alejan y la puerta se cierra. Abro la puerta de cubículo con cautela, asomo mi cabeza notando como en efecto hay nadie, por primera vez me siento feliz de estar sola.
Camino hasta el lavamanos y trato de limpiar la mancha, por suerte me coloqué un pantalón corto que también se manchó, pero ayudó a que mi falda no se arruinara tanto.
Escucho como vuelven a abrir la puerta y el rostro de Matías se hace presente, coloco la falda sobre mi entrepierna tratando de ocultar algo que cubre perfectamente el pantalón, pero aun así lo hice por reflejo. Matías se cubre los ojos rápidamente mientras me extiende un abrigo negro y lo tomo.
―Lo siento, creí que estarías en el cubículo ―le tiembla la voz― T-te esp-peraré afuera ―sale como un rayo con su rostro completamente rojo. Me miro al espejo y estoy igual de roja que él, esto cada vez es más vergonzoso.
Con un poco de tiempo logré minimizar la mancha, pero ahora la tela estaba mojada. Miro mi alrededor y me ilumino, creo que nunca había usado tanto el cerebro como hoy. Me dirijo al secador de manos y coloco la tela mojada en este, el ruido de la máquina llena todo el sitio y poco a poco noto como la marca de agua disminuye, repito el proceso dos veces más y veo que secó satisfactoriamente.
Me quito el pantalón corto y lo tiro al bote de basura, no quiero que vaya a manchar más la falda.
Me coloco la falda y me amarro el abrigo a mi cintura, tal como me dijo Matías. Perfecto, es como si nada me hubiera pasado, aunque mis ojos enrojecidos me delatan un poco.
Ahora viene lo complicado, encarar a Matías, quizás ya se haya cansado de esperar y se fue al salón. Ojalá haya hecho eso.
Al abrir la puerta del baño lo encuentro a un lado recostado contra la pared, cuando ve que salgo me regala una sonrisa tímida.
―¿Todo bien? ―asiento con la mirada abajo, que vergüenza― Tranquila, todo está bien ―vuelvo a asentir― sabes, este favor no será gratis.
Alzo la mirada. Era obvio que esto no lo hacia por buena voluntad, se tomó muchas vergüenzas por mí. Claro que no seria gratis. Ingenua Iveth.
―¿Quieres dinero? Le puedo dec-
―No, no, no ―interrumpe― nunca hago un favor por dinero, estaba bromeando Iveth.
Alzo las cejas asombrada. Esto no me lo vi venir― ¿Entonces no quieres nada? ―niega, pero luego se queda pensativo.
―Ya sé ―me mira extraño y sonríe― Te lo diré cuando acabe el día.
―Pero falta mucho ―me quejo. No me gustan los misterios.
―La paciencia es una virtud del hombre.
―Pero soy mujer.
―Aplica para ambos sexos.
Se encoje de hombros y empezamos a caminar. Nunca pensé que iba a pasar por el día más vergonzoso de mi vida, pero tampoco pensé que hablaría con alguna persona y menos que fuera bueno conmigo.
Matías fue como mi angelito hoy, me siento tan agradecida con él.
―Gracias ―susurro tímida.
― ¿Gracias de qué? Hoy no ha pasado nada ―sonríe ampliamente y coloca su mano sobre mi hombro.
Oh Dios, creo que moriré, este pequeño tacto es tan nuevo ¿debería hacer algo? ¿Poner mi mano sobre su hombro también?
Llegamos al salón de clases y todos nos miran raro, ya el receso había pasado y la profesora de ciencias escribía algo sobre el pizarrón.
Hice que Matías se retrasara, me siento mal por eso, apenas es su primer día aquí.
―¿Por qué llegan tarde ―se aproxima la profesora con mirada severa. ¿Debo decirle? ¿Qué más podría decir? Pero la clase nos está viendo y pueden escucharnos, no quiero que se enteren.
―Discúlpenos señorita Karen, es que sin querer tiré jugo sobre Iveth y estábamos tratando de limpiar el desastre ―mira todo mi cuerpo.
―¿Cómo pasó eso? ―pregunta con expresión incrédula.
―Ella estaba dibujando en nuestro escritorio y me senté a su lado colocando el jugo entre nosotros. Llegó un momento de curiosidad y me acerqué a ver lo que hacía y con el codo tiré el vaso sobre su falda ―me mira y yo asiento con nervios― por eso tiene el abrigo en su cintura, su falda quedó muy manchada ―La profesora nos mira con una ceja alzada.
―Profe yo vi a Matías limpiando el asiento de Iveth.
―Yo lo vi cuando vino a buscar el abrigo.
Comentan dos chicas mirando a Matías, sé que lo hicieron por él, si fuera solo por mí me ignorarían.
―Bueno pasen, pero que no se vuelva a repetir ―Asentimos y nos dirigimos a nuestros asientos como soldados.
―Eso fue intenso ―Comenta Matías secándose sudor invisible.
―Muchas gracias, lo siento yo me quedé en blanco ―juego con mis dedos.
―Tranquila, esto de las excusas se me da bien, si llegas a tener un problema solo me dices y le encontraremos una solución ―Sonríe ampliamente dejando ver sus dientes chuecos, a pesar de eso no deja de verse lindo, su sonrisa es contagiosa y hace que lo imite por inercia.
Es el mejor chico que he conocido en mi vida, mi corazón se encuentra acelerado, pero supongo que es por el estrés de la conversación con la profesora, creo que Matías y yo podríamos llegar a ser muy buenos amigos.
...
Desconocida
22 de julio de 2005
Era una fría mañana de otoño. La estación ya estaba llegando a su fin y pequeños copos de nieve se hacían presente con delicadeza.
Los niños se encontraban en sus hogares jugando, hablando con sus padres o simplemente tomando una taza de chocolate para calentar sus cuerpos.
Todos los niños disfrutaban de su inocencia mientras poco a poco una niña se iba corrompiendo.
―El Señor es mi pastor; nada me faltará;
En lugares delicados pastos... pastos ―La niña voltea a ver al señor con duda.
―Me hará descansar ―toma la regla y golpea los glúteos de la pequeña― Es la quinta vez mi niña ―extiende su mano hacia la pequeña con autoridad― Ven.
La pequeña obedece sin rechistar y toma la mano del señor.
De un tirón este la jala haciendo que quede acostada sobre sus piernas.
―Mira cómo estás ―alza el vestido de la pequeña dejando al descubierto sus desnudos glúteos rojizos. Ante la imagen el hombre lame sus labios con lujuria― ¿Te duele?
La pequeña niña asiente despacio, no le gustaba quejarse ya que temía hacerlo enojar.
El señor empieza a masajearla mientras una erección comienza a hacerse presente en su entrepierna.
―Mi niña... ―Gime con ojos entrecerrados.
―¿Diga? ―Pregunta con inocencia la pequeña pensando que la llamaba.
―¿Quieres jugar a algo? ―Baja a la pequeña para evitar venirse tan pronto. Empieza a desabrochar su pantalón con rapidez.
―¿A qué? ―Sonríe la pequeña contenta, ya le había empezado a gustar sus juegos.
―Te preguntaré un versículo de la Biblia, si me respondes mal te daré un castigo ―Baja su pantalón quedando en ropa interior.
La pequeña niña asiente entusiasmada.
―Juan capítulo 3 versículo 1.
La niña se queda pensando unos segundos― "Queridos mío, no se fíen de cualquier inspiración. Examinen los espíritus para ver si vienen de Dios, porque andan por el mundo muchos falsos profetas" ―el señor sonríe ante la ironía de la palabra divina.
―Muy bien mi pequeña ―acaricia su rostro― ¿Quieres algún premio?
―Quiero venir más seguido a aprender con usted ―sonríe con sus mejillas enrojecidas ante la confesión.
―Entonces hablaré con tus padres pequeña ―Besa sus labios con delicadeza introduciendo un poco su lengua para acariciar la de la pequeña― Pero sabes que no debes decirles nada.
Lame sus labios como su señor le dijo que hiciera después de cada beso― Si les digo lo mandarían al infierno y ese lugar es muy feo ―responde automática― y usted es muy bueno.
―Así es pequeña ―acaricia su rostro― ¿Quieres seguir jugando? ―Empieza a masajear su miembro.
―¡Sí! ―se arrodilla frente al señor mientras chupa su dedo como un bebé. Al final eso es la pequeña, una bebé aún.
El alma de los niños es tan maleable como el hierro ante el calor.
♡♡♡♡♡♡♡♡♡♡♡♡♡♡♡♡♡♡♡♡♡♡♡♡♡♡
Capítulo dooos, espero que les haya gustado y gracias por llegar hasta aquí.
Debo admitir que me causa un poco mal escribir sobre la desconocida :(
Los quiero un montón en serio
¿Tienen opiniones? ¿Preguntas?
Déjalas aquí
Hasta mañana cerebritos🧠💋
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top