19
Nos encontramos haciendo fila para subir a una de las cabinas del teleférico. Estoy muy emocionada, solo falta una persona para que nos toque a nosotros. Me he dado cuenta que solo suben de uno en uno o de dos en dos, pensé que tenía capacidad para más personas o quizás simplemente no han venido grupos de amigos.
Matías se la a pasado en silencio, mira a los alrededores con una sonrisa dibujada en sus labios, de vez en cuando siento como aprieta ligeramente nuestro agarre.
Debo admitir que lo único que me gusta de este viaje es estar con Matías, si él no estuviera aquí no hubiera hecho ni el intento para venir. Estar a solas con él, tomados de la mano sin miedo, abrazarnos o darle besos es una sensación increíble. No nos preocupamos por si nos ven los profesores o los estudiantes. Vamos, es el último día que nos veremos, sé que un futuro saldremos pero no será muy a menudo. Debemos disfrutar cada momento juntos.
Ya es nuestro turno para entrar en la cabina, el señor encargado nos hace muchas preguntas como si le tememos a las alturas o si somos claustrofóbicos. Yo no sé si tengo algun miedo pero hoy lo descubrire.
Ya en el interior un olor a menta invade mis fosas nasales. Todo se ve fantástico, tanto las paredes como el piso son transparentes, tiene dos asientos largos, uno al frente del otro, creo que caben unas seis personas aquí. He de admitir que da un poco de miedo, da la sensación de caer en cualquier momento. Mi miedo se intensifica más cuando cierran la puerta y todo se comienza a mover, una sensación de vacío inunda mi estómago ¿esto es normal?
―Tranquila besitos ―se sienta sobre uno de los asientos― todo estará bien ―palmea a su lado. Me da un poco de miedo caminar sobre este piso transparente ¿y si se rompe? Tomo fuerzas de donde no tengo y me dirijo hasta Matías sentándome de manera dramática y subiendo los pies sobre el asiento.
―Creo que fue una mala idea subir ―abrazo mis piernas con fuerza.
―Solo estaremos aquí una hora ―comenta divertido― si te conforta un poco cada movimiento de este aparato es más cercano al suelo, si cae será menor el impacto ―lo miro horrorizada ¿en verdad esto se puede caer?
―No es chistoso ―me encojo en mi asiento. Me planteo si fue buena idea venir, no estoy dispuesta a soportar esos chistes malos de Matías.
―Ya, ya ―me abraza― tanquila, mira el paisaje, es hermoso.
Obedezco, en verdad todo se ve lindo, el sol golpea mis ojos con fuerza pero no aparto la mirada. La altura nos permite apreciar el extenso bosque. Abajo de nosotros de encuentran unos chicos esquiando mientras esquivan árboles ¿Matías podrá hacer eso? Claro que sí.
―¿Ya habías subido antes a un teleférico? ―comento mientras sigo mirando a los chicos.
―Sí, mi madre nos llevó el año pasado a otro pueblo con sus hermanos, allí hay uno. Es mucho más alto que este y da más miedo ―sacude sus hombros― estaba oxidado y hacía ruidos raros cuando se movía.
Dios, si este estuviera en esas condiciones juro que me daría un infarto.
―¿Era lindo ese pueblo? ―pregunto con curiosidad.
―Hermoso, fuimos en primavera, todos los árboles estaban frondosos, habían grandes secciones llenas de flores. Recuerdo que Sara corrió entre ellas y se escondía para que la encontrara ―sonríe― Julia se la pasó en la cabaña, se encargó de hacer pasteles con mi tía ―me mira con ilusión― algun día te voy a llevar, te encantará.
Claro que me encantará, mientras esté con él cualquier lugar será lindo. Además estar rodeada de flores debe ser hermoso, haría muchos cuadros de ellas, también de Matías entre ellas y si está Sara también la pintaria.
―Me encantaría ir algun día ―sonríe― oye lo había olvidado ¿a Sara le gustó el dibujo?
―Le encantó ―sonríe ampliamente― me hizo sacar una foto de un marco para meter su dibujo, está muy agradecida y dice que cuando te vea se encargará de agradecerte como debe ser ― se encoge de hombros― ella es muy creativa, quién sabe lo qué hará.
―Me alegra tanto escuchar eso. Dile que si quiere otro con gusto lo hago ―levanto las cejas al recordar algo― ya hice tu dibujo ―me mira ilusionado― pero lo dejé en casa.
Frunce el ceño― ¿por qué?
―Te lo daré muy pronto ―recuerdo que la otra semana es su cumpleaños.
―Está bien ―muerde su labio inferior― ¿Iveth luego de aquí a dónde iremos?
No lo había pensado, ¿qué haremos?
―Ni idea ―me encojo de hombros― sabes, debo ir a la cabaña a arreglar unas cosas, si quieres puedes ir a la excursión ―me mira confundido― es que debo hablar con Samantha y sé que la conversación se alargará. Cuando termine la excursión vamos a esquiar.
Se acerca a mi rostro invadiendo mi espacio personal― ¿esquiaremos? ―asiento― será maravilloso, te prometo que no te arrepentirás, no te dejaré caer, ya verás que es muy fácil.
Ese plan no me gusta para nada, me sigue asustando la idea de quebrarme algo, pero si Matías es feliz con eso haré el intento.
Sinceramente debo pasar un momento a solas, necesito adaptarme ya que me está costando demasiado. Pensé que todo iba a ser felicidad al lado de Matías pero me da miedo estar aquí, quiero estar en mi casa o sentirme segura en un lugar.
Noto como Matías saca del bolsillo su celular, tiene unos cables que no había visto antes ¿para qué sirven? Mi celular no tiene esas cosas.
―¿Quieres escuchar música? ―lo miro confundida.
―Sí quiero pero ¿qué es esto? ―tomo los cables como si fuera oro puro.
―Son audífonos, sirven para escuchar música sin molestar a las personas que te rodean ―lo observo sorprendida.
―¿Cómo funciona? ¿Cuál es el mecanismo? ―veo como los desconecta de su celular.
―Simplemente haces esto ―lo vuelve a conectar― listo ―se coloca uno de esos "audífonos" en el oído ¿eso no hará daño? Veo como me extiende uno e imito lo que hizo.
―No se escucha nada ―frunzo el ceño.
―No he puesto la canción aun ―ríe.
De la nada escucho una melodía conocida, se escucha tan cercano que asusta, son interesantes los audífonos. Matías cierra los ojos mientras pasa su brazo sobre mis hombros, yo imito su gesto dejando que la letra me transporte a otro lugar.
La sensación de vacío y calor mezclado con música es perfecto.
...
Ya me encontraba dentro de la cabaña, estaba completamente sola, todos se encontraban divirtiéndose en sus actividades.
El olor a madera inunda el lugar, una agradable calefacción le otroga calor a mi cuero congelado, da ganas de acostarse a dormir. Tomo el celular entre mis manos, estaba apagado. Al encenderlo me encuentro con muchas llamadas pérdidas de Samantha y una de Michael. Rayos, debía contestar cada vez que me llamara, moriré.
Marco rápidamente el número de Michael, al segundo pitido responde― Michael disculpa, primero fuimos a desayunar y luego subí a un teleférico y dejé el celular en la cabaña ―empiezo a caminar de un lado al otro― te juro que no lo hice intencional, no sé cómo se me olvidó.
Un silencio es lo que me responde ¿qué pasa? ¿Estará muy molesto?
―Tranquila Iveth, hablé con tu profesora ―un suspiro de alivio se me escapa― pero la próxima vez que te llame quiero que me respondas, si no lo haces iré para allá y te llevaré a casa.
―Claro Michael, cargare el celular encima el resto del día, gracias por darme otra oportunidad.
―Llama a Samantha, me llenó el celular de llamadas y creo que está lloró de la preocupación ―ay no, que mala persona soy, pobrecita.
―Está bien Michael, ya la llamaré gracias ―sonrío al teléfono.
Cuelga.
Vaya modales señorito, no sabía que era así. Inmediatamente busco el número de Samantha, no puedo creer que olvidé llamarla, esto es malo.
El primer pitido no suena bien cuando ya Sam contesta.
―Iveth Esmeralda Gutiérrez Córdoba ―su voz está irreconocible― ¿qué ocurre contigo? ¿Sabes lo preocupada que estaba? Fue peor cuando Michael me dijo que tampoco le respondías.
―Había olvidado el teléfono ―susurro.
―Te dije que me llamaras apenas llegaras, no lo hiciste. Pero espero que te estes portando bien ―endulza su voz.
Ella no puedo pasar más de 4 minutos enojada conmigo, es muy compresiva. Nos enfrascamos en una conversación extensa, me hizo muchas preguntas y apenas dejaba que contestara.
Cuando terminó la llamada me acosté sobre la cama, aun faltaba 15 minutos para que Matías regresara. Miro a mi alrededor y la incomodidad aparece otra vez. No pertenezco a este lugar, estoy de más. Quiero ir a casa, quiero estar en mi cama, en mi cuarto. Sin darme cuenta lágrimas empiezan a formarse en mis ojos.
―¿Qué ocurre? ―alzo la mirada asustada. Una chica castaña se encuentra asomada por la puerta.
―¿Quién eres? ―me pongo de pie pero ella se aleja.
―¿Estás bien? ―su dulce voz me calma. Trato de acercame pero se va corriendo ¿qué le ocurre? Salgo de la habitación pero no veo a nadie ¿estaré quedando loca? Camino un par de pasos pero es inútil, no hay nadie.
Entro otra vez a la habitación en busca de mi abrigo, creo que esperaré a Matías afuera.
...
―Entramos a una cueva, se veía fantástica Iveth, el guía dijo que allí realizaban exorcimos ―hace una mueca― fue tétrico pero divertido.
Mis oídos escuchan a Matías pero mi mente no analiza sus palabras. Sé que he visto a esa chica antes ¿pero de dónde?
―Iveth ―toca mi hombro.
―Sí Matías ―sonrío.
―¿Sí qué?
―¿Qué decías?
―¿Qué te ocurre? ―frunce el ceño. No debo darle motivos para preocuparse, además nada malo a pasado, debo dejar de pensar en esa chica.
―Nada Matías, dime ¿cuáles son mejores para mí? ―tomo dos tablas entre mis manos. Son absolutamente iguales pero una es morada y la otra es azul.
No encontramos en la tienda de esquí, mis ganas de esquiar son nulas pero Matías está muy emocionado por enseñarme.
―Las moradas ―me guiña un ojo― es el mejor color.
―Prefiero las azules ―guiño un ojo― combinan conmigo.
Empiezo a colocarmelas en los pies, es demasido incómodo, molesto, lo odio. Tomo un par de gafas que me extiende Matías poniéndomelos de mala gana.
Salimos del lugar con las tablas en los pies. Siento que en cualquier momento voy a caer y quebrarme algo.
―Mira Iveth, empezaremos por esa colinita ―señala una pequeña acumulación de nieve― simplemente debes deslizarte, sin miedo.
―¿Esas son tus enseñanzas? ―frunzo el ceño― ¿y si me caigo?
―Tranquila mira ―empieza a subir la montañita con una rapidez aterradora ¿en serio cree que haré eso? Veo como se desliza sobre esta con agilidad, una sonrisa decora sus labios mientras baja de esta. He de admitir que se ve divertido pero es peligroso. Se acerca hasta mí aun deslizándose ¿cómo hace eso?
―Te toca ―hace un gesto con el rostro.
―Sigue soñando ―trato de darme la vuelta pero no me lo permite.
―Vamos será divertido ―hace ojitos de cachorro― te ayudo.
Bien contra esos ojos no puedo, además subió al teleférico por mí, solo debo bajar esta tonta colina. Poco a poco comenzamos a subir, es ridículamente baja pero me cuesta demasiado dar cada paso.
―Bien, solo flexiona un poco las rodillas ―flexiona las suyas y lo imito― si quieres parar entierras los bastones en la nieve, con delicadeza.
―Okay ―no entendí pero ya quiero salir de esto.
Me deslizo por la colina, la sensación es aterradoramente agradable, el viento acaricia mi rostro suavemente. Por un segundo dejo de flexionar las rodillas, juro que solo fue por un segundo y no sé cómo pero pierdo el equilibro. Como resultado termino cayendo en cámara lenta rodando sobre la nieve. Vaya fake.
―Vamos de pie, inténtalo otra vez ―me toma de la mano ayudándome a pararme, no quiero hacerlo de nuevo, lo odio.
Tres horas y media después.
―Esto es lo más divertido de todo el mundo―grito mientras me deslizo colina abajo. Matías se encuentra a una distancia de mí esquivando los pinos que se interponen en su camino.
Nunca pensé que lograría hacer esto, el miedo abandonó mi cuerpo hace horas, después de la décima caída aprendí la lección. Actualmente todavía me caigo pero puedo mantener un equilibrio decente.
Matías resultó un fantástico profesor, la paciencia podría considerarse su segundo nombre
―Te dije que seria divertido ―se sienta sobre la nieve― me siento orgulloso de ti ―estira su mano hacia mí, la tomo mientras me siento a su lado.
Nos quedamos en un silencio cómodo, vemos como los otros chicos siguen esquiando y haciendo una que otra pirueta.
―¿Iremos a ver la competencia? ―pregunto mientras me recuesto sobre su hombro.
Matías se queda en silencio unos segundos― Iveth... ―muerde su labio inferior― ¿te ha gustado el día de hoy? ―me dedica una mirada interrogativa.
―Me ha encantado ―sonrío― nunca pensé que aprendería a esquiar, montaría en un teleférico o usaría unos "audífonos" ―me incorporo un poco para besar su mejilla― muchas gracias Matías.
Él me mira sonriente, un ligero rubor adorna sus mejillas, noto como mechones de su cabello se posan ligeramente sobre su frente. Toma mis manos entre las suyas y habla― Gracias a ti por estar conmigo ―se acerca lentamente depositando un suave beso sobre mi frente― ¿Iveth quieres tener una cita conmigo?
¿Qué? No logro procesar nada. Me besó ¿no lo soñé? Sus delgados labios acariciaron mi piel fría y fue la mejor sensación del mundo. Pero ¿una cita? ¿Esta no es una?
―Emm... ―miro a mi alrededor apenada― ¿una cita?
―Es que tengo algo que decirte ―aprieta nuestro agarre.
―Dimelo ahora entonces ―ladeo la cabeza.
―Aquí no ―baja la mirada― quiero llevarte a un lugar.
¿Un lugar? Pero él conoce lo mismo que yo ¿dónde será?¿en el teleférico? ¿Qué me querrá decir? No entiendo nada.
―¿Qué lugar?
―Es una sopresa ―vuelve a morder su labio inferior― ¿aceptas?
¿Acepto? Pero no sé a dónde iremos ¿y si alguien se da cuenta?
―Está bien―respondo con desconfianza. Una sonrisa decora sus labios.
―Juro que no te arrepentirás ―se pone de pie levantándome en el proceso― te gustará, lo prometo.
―¿A qué hora es? ―pregunto nerviosa― me da miedo que algun profesor se entere.
―Nadie se dará cuenta, te lo juro ―vuelve a tomar mis manos― a las 1:00am.
Debe ser una broma― ¿Estás demente? Matías eso es una locura ―me agacho para empezar a quitarme las tablas de los pies― todo estará cerrado ¿qué se supone que haremos?
Él imita mi acción quitándose sus tablas de los pies. Él debe estar demente, es una completa locura, podríamos perdernos.
―Iveth ¿confías en mí? ―alza una ceja.
―Sí, pero una cosa es confiar y la otra es no pensar. De la confianza a la manipulación hay una línea muy delgada ―achino los ojos.
―Iveth por favor ―me mira suplicante― confía en mí, no será muy lejos y lo que debo decirte es muy importante.
Dios iluminame― Debo pensarlo ―comienzo a caminar hacia las cabañas.
―Si cambias de idea te estaré esperando por allá ―señala a un grupo de chicos que están regresando de su excursión.
Necesito una ducha con agua caliente, una buena cena y sentarme a analizar todo.
Siento algo vibrar en mi bolsillo, saco mi celular y el nombre de "Michael" se hace presente ¿será una señal divina?
....
Desconocida.
2011
La joven se encontraba caminando por el parque, su hermana le había insisto una y otra vez en ir a un lugar llamado "arcade" no sabía y tampoco le interesaba descubrir lo que era. El lugar quedaba ridículamente cerca, el problema era el ardiente sol que quemaba el rostro de la joven. Ella odiaba las quemaduras por sol.
―Vamos, te encantará ―sonríe la castaña.
―Aun no puedo creer que hago esto ―chasquea la lengua― eres mayor que yo ¿no deberías preocuparte por maquillaje y esas cosas? ―comenta con fastidio.
―No seas aguafiestas, te la pasas metida en ese bosque, además yo siempre te acompaño en tus... ―mira hacia los lados― en tus juegos.
―Yo no te pido que me aconpañes ―alza los hombros.
La castaña la ignora olímpicamente mientras apresura sus pasos. Ella no sabe cómo soporta a esa chica, varias veces a intentado hacerle algo, aunque sea cortarle el cabello pero no puede, algo se lo impide.
―Llegamos.
Unas puertas de cristal se hacen presentes, la castaña es la primera entrar mientras su hermana la sigue con fastido. Paredes pintadas de púrpura fuerte y grandes círculos blancos le otorgan un toque interesante al sitio. La luz es tenue lo que hace sobresalir las luces neones de los distintos juegos. La castaña empieza a correr de un lado al otro jalando a su hermana en el proceso. Ella intenta contagiarse de su alegría pero no puede, no le llama la atención nada.
―Jueguemos en este ―señala una mesita de fútbol.
―No ―sentencia mientra empieza a caminar dejando a su hermana atrás, comienza a recorrer el lugar en busca de algo interesante. Pasa por una sección donde hay unas armas, eso sí logra captar su atención. En la pequeña pantalla aparecen unas clases de personas, pero su piel es gris y le hace falta trozos de carne, es extraño. Está apunto de tomar el arma pero algo la detiene.
―Mamá Julia desordenó mi ropa ―se gira notando a un castaño, el chico tiene el cabello exageradamente largo para su gusto.
―Mamá no le creas ―Una chica castaña aparece, esa chica le parece conocida, esa voz...
Una chica castaña más grande que ella se encontraba sobre su señor besándolo y moviéndose sobre este.
La niña sintió un odio que nunca había sentido antes, esa chica no era digna, esa chica no era suficiente, esa chica debía morir. Tomó con fuerzas unas tijeras que estaban sobre el escritorio acercándose silenciosamente hasta la pareja, rozó la afilada tijera sobre el cuello de la chica. Esta alarmada se puso de pie y el señor frunció el ceño.
―¿Qué te pasa? ―Grita el hombre. La niña se asustó, nunca le había gritado.
La castaña pasó su mano sobre su cuello, un ligero líquido carmesí cubrió su mano ―¿qué es esto? ―Comenta la castaña tomando otra vez su cuello.
El hombre se acerca a la chica para examinarla― No es profundo ―la chica cierra los ojos aliviada.
Es ella.
Esa es la chica que se atrevió a tocar a su señor. La joven se acerca lo suficiente, trata de disimular un poco, no quiere ser reconocida. Observa como el chico y esa chica discuten, se acerca un poco más logrando visualizar una delgada marca en su cuello.
Sí es ella.
Se acerca de manera apresurada, quiere gorpearla, hacer cada cosa que no pudo años atrás por ser más pequeña. Ahora todo es distinto. La madre de los chicos mira a la joven con cautela. Esta detiene sus pasos abruptamente, pero no se detiene por voluntad propia, se detiene porque alguien la toma del brazo.
―Vamonos ―susurra su hermana― venir fue una mala idea.
La joven jalonea pero no logra soltarse del agarre, mira a la chica con odio, algun día se encargará de ella. Encontrará una forma de hacerla sufrir.
La joven sonríe― nos veremos pronto Julia.
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