11

Era una fría mañana de principios de invierno, la ventana se encontraba completamente empañada haciendo que la visibilidad hacia el exterior se me dificultara un poco. Toda la semana me la pasé en mi habitación, no me apetecía ver a nadie, solo recibía la visita de Samantha a horas específicas para recibir comida o asearme.

El dolor en mi cuerpo afectaba por completo mi movilidad, darme una ducha se convirtió en mi mayor suplicio así que decidí dejar de hacerlo, mi cabello se encontraba opaco, grasoso y creo que hasta con caspa.

Mi padre intentó hablar conmigo muchas veces pero me negué, él sabía lo que iba a pasar y aun así lo permitió. Pagó un gran soborno al hospital para que no llamaran a la policía por maltrato infantil, llegué allí desmayada con dos costillas y un brazo roto. Las enfermeras solo me miraban con lástima y mi padre nunca se apartó de mi lado. Pero no crean que era por amor a mí, no me dejaba sola porque temía que hablara con alguien y le confesara lo que en realidad pasó.

Quedé con moretones por todo mi cuerpo y un gran corte en la espalda, no recuerdo cuándo o con qué me corté pero tampoco deseo averiguarlo. No creo soportarlo.

Ya era lunes, había pasado una semana entera sin ir al colegio, debo ser sincera, no me di el tiempo de pensar en Matías, solo podía pensar una y otra vez en lo que pasó, recuerdo todo en cámara rápida y parece tan falso, me niego a creerlo pero alzo mi brazo izquierdo y el gran yeso blanco me dice lo contrario.

Mi madre es un monstruo.

Los odio.

El doctor dijo que debía tener más tiempo de descanso, pero en realidad no deseo estar bajo este techo, me siento asfixiada, asqueada, necesito huir. Aun me cuesta un poco caminar y utilizo una muleta, mi pierna quedó muy lastimada debido a las patadas que recibí, a pesar de la semana que pasó los moretones no se han borrado del todo.

No he sido capaz de mirarme al espejo, la inflamación bajó pero estoy casi segura que debo tener aruñadas, moretones y cortadas. Lo sé porque cada vez que intento hablar o hacer una mueca toda mi cara duele.

Salgo de mi habitación y empiezo a bajar las escaleras despacio, lo único que falta es que me caiga y termine de quebrarme algo. Cuando llego al final de esta camino hacia la cocina, sé que Samantha está allí por un olor a chocolate y tocino que llega hasta mí.

―Hola... ―susurro. Tenía días sin hablar, mi voz sale algo rasposa y grave.

―¿Señorita qué hace aquí? ―se acerca rápido― venga, vamos a su habitación.

Niego y ella me mira horrorizada― hoy iré al colegio.

El rostro de Samantha es un poema, niega lentamente y mira todo mi cuerpo.

―¿Se vistió usted sola? ―asiento― ¿se bañó, cepillo y peino también sola? ―vuelvo a asentir― ¿ya le aviso a su padre? ―niego.

No quiero verlo por ahora, aun no me siento preparada.

―Dile que hablaré con él cuando regrese ―abre los ojos exageradamente― ¿Qué pasa?

―¿Con quién hablarás cuando regreses? ―la gruesa voz de mi padre llega hasta mis oídos.

Me giro tan rápido como mi dolor me lo permite. Veo la corpulenta figura de mi padre apoyada contra la pared, tiene los brazos cruzados y su semblante se encuentra serio― Contigo ―mi voz sale más áspera de lo que pensé.

Ahora mismo lo único que puedo sentir hacia él es desprecio. Un odio fue carcomiendo mi interior dejando una simple cáscara vacía. Toda pizca de empatía que llegué a sentir hacia él o mi madre se disipó como charcos de agua en verano.

―El doctor dijo que no podías salir aun, físicamente te ves horrible ―frunce el ceño.

―¿Desde cuándo te preocupas por mí? A cierto, lo que te preocupa es que vean mis golpes, no si me lastimo ―volteo los ojos― iré al colegio, hablaremos cuando regrese.

―Iveth, tú no te mandas ―se acerca amenazante.

―¿Qué harás? ¿Me golpearas también? ―alzo la mirada.

Mi padre cambia su semblante, una expresión de horror inunda su rostro para luego empezar a negar lentamente. Así que tiene algo de conciencia el hombre. Me da la espalda retirándose del lugar.

―Adiós Samantha ―me acomodo mi muleta, esto será muy complicado.

―¿No va a desayunar? ―niego suavemente y empiezo a "caminar."

Al salir de casa veo el auto blanco de mi padre estacionado afuera ¿va a salir? Noto como Michael baja de este y abre la puerta del copiloto.

―¿Qué haces? ―lo miro confundida.

―Su padre dijo que la llevara en el coche.

Iba a protestar pero cambié de idea, no es muy cómodo andar coja, con una muleta y un brazo enyesado, mi situación no es la mejor. Me subo al coche y literal en un minuto llegamos, la distancia es ridículamente corta pero en estas circunstancias iba a ser un suplicio.

Me bajo como puedo y empiezo a caminar hacia el colegio. Muchos recuerdos me golpean el cerebro con fuerza, pero hay uno que prevalece más que otro.

Matías.

Quiero verlo, estando aquí las ganas de verlo aumentaron automáticamente, como si solo necesitara un empujoncito para caer al vacío.

Empiezo a caminar despacio hacia el auditorio, necesito sentirlo cerca, recordar lindos momentos, sé que debo hablar con él pero no sé lo que diré ¿lo siento? Es lo más conveniente, explicarle mi pequeño error. Pero me siento sin fuerzas para eso, lo único que quiero hacer es llorar en silencio entre sus brazos.

Entro al gran auditorio, está exactamente igual como hace una semana, bueno no es como si en una semana iban a remodelar todo, camino un poco más dirigiéndome hacia las escaleras.

Aquí ocurrieron tantas cosas, tantos sentimientos nuevos se hicieron presentes, aquí fue el inicio y a la vez el final, pero no creo que un fin permanente, pienso que todo en la vida tiene solución a excepción de la muerte.

Escucho como alguien cierra la puerta y me alarmo de inmediato, me giro dispuesta a dar una explicación pero quedo en shock. El rostro de Matías se hace presente y todos esos sentimientos irreconocibles vuelven a aparecer como un rayo.

Se queda unos segundos viendo mi rostro, su mirada baja hacia mi brazo enyesado y la muleta.

―Iveth... ―se acerca a pasos lentos― Oh mon Dieu ―coloca su mano sobre sus labios y empieza a negar― ¿Qué te pasó?

Siento un nudo en mi garganta, no creí que lo vería tan pronto, no estaba preparada para enfrentarlo. Mis ojos empiezan a llenarse de lágrimas mientras comienzo a sentir un intenso dolor en el pecho.

Tomo fuerzas de donde no tengo y comienzo a caminar lo más rápido que puedo hacia él. Él imita mi reacción dando largas zancadas, sus ojos se ven vidriosos.
Nos paramos frente a frente, se ve tan desconcertado, sorprendido, su mano viaja hacia mi mejilla y la acaricia. Ese simple toque fue como una señal verde para que mis lágrimas empezaran a correr rápidamente unas tras otras.

Él intenta secar mis mejillas pero es inútil, las guardé mucho tiempo en mi interior y suplicaban por ser libres. Me mira preocupado, no sabe qué hacer, yo coloco mi brazo sano sobre su cintura y él entiende la señal ya que inmediatamente me envuelve en ese cálido abrazo que tanto esperé, tantos años estuve esperando este toque, esta sensación de protección, de seguridad.

Siento como mis piernas flaquean, no quiero caer así que me aferro más a él. Comienzo a llorar en silencio, sé que él también llora porque siento su pecho subir y bajar con rapidez escuchando leves suspiros que escapan de sus labios. Mi llanto se intensifica más, recuerdo cada golpe, cada insulto, cada mirada. Creí que moriría allí. Me siento aliviada de tener a Matías aquí, no me hace sentir tan sola, miserable, creo que había olvidado los sentimientos que me causaba.

Cuanto extrañé a este chico, no hemos convivido mucho pero tengo algo seguro, se ha convertido en una persona especial para mí.

―Lo siento ―digo entre lágrimas― lo siento mucho.

Él me presiona más contra su cuerpo― perdóname a mí, fui un imbécil ―hunde su rostro en mi cabello― te extrañe tanto Iveth ―su voz sale rota.

―Yo también te extrañe ―acomodo mi rostro sobre su hombro― te extrañé demasiado.

Nos quedamos unos minutos así, en silencio, simplemente escuchando los sollozos del otro.
Siento como Matías afloja un poco su agarre y mueve su rostro sobre mi cabello.

―Extrañaba tu cabello, es tan suave ―deshace el abrazo y toma mi rostro― ¿Qué pasó? ―limpia mis mejillas con sus pulgares.

Niego, sé que se refiere a mis golpes, pero no estoy lista para hablar del tema y siento que primero debo hablarlo con mi padre, pero sí hay un tema que quiero hablar con él― Matías, siento lo que te dije, en verdad no pensé en mis palabras y te lastime.

Quiero arreglar todo de raíz, no quiero dejar ni un cabo suelto, no quiero problemas o seguir sintiéndome tan miserable.

―El único culpable soy yo Iveth, yo no debí tratarte como lo hice, no lo mereces ―su rostro está rojo y sus ojos también, tiene las mejillas húmedas así que se las limpio.

―¿Por qué no quisiste hablar conmigo? ―inquiero. Creo que de toda la situación esa fue la que más me molestó.

―Estaba cegado por el dolor, no quería escucharte ―baja la mirada― lo siento mucho.

―¿Qué te dolió? ―necesito escucharlo de sus labios.

Suspira― la idea de pensar que solo querías que esto durara hasta que finalizarán las clases, eso me dolió ―me mira fijamente― yo no quiero alejarme de ti.

Una extraña sensación se esparce por mi estómago otorgándome nerviosismo ¿qué es esto?

―Matías, yo tampoco me quiero alejar de ti ―ahora soy yo la que baja la mirada― pero la idea de querer verte durante la vacaciones y no poder hacerlo me invadió el cerebro ―vuelvo a mirar su rostro, se ve sorprendido― pero te prometo que eso no ocurrirá.

Me mira asustado― ¿qué no ocurrirá? ―pregunta dudoso.

―No vernos ―intenta decir algo pero coloco mi dedo sobre sus labios― no te preocupes por eso.

El timbre suena, me siento tan cómoda con él que no quiero irme, extrañe tanto su presencia, su voz, no quiero volver a fingir que no lo conozco.

―Matías no quiero ir clases hoy ―susurro.

Se queda viendo mi rostro unos largos segundos mientras acaricia mi mejilla.

―¿Nos vamos? ―acaricia mi cabello y asiento― ¿y si tu padre se entera?

Ahora mismo mi padre es lo que menos me interesa.

―Él no sabrá, por favor vámonos ―suplico. Su rostro se ve preocupado pero un leve brillo adorna su mirada.

―Vamos.

Matías.

Tomo la mochila de Iveth y sostengo su mano con fuerza. En realidad no sé a dónde iremos o las explicaciones que daremos para salir, pero no me importa en lo absoluto.

El corazón se me partió al verla, su hermoso rostro tenía pequeñas cicatrices y leves moretones. Verla con el brazo enyesado y una muleta fue lo peor. Su mirada se veía tan rota, como si el dolor físico fuera lo mínimo que le doliera.

Quise preguntarle, insistirle por una respuesta, pero escucharla llorar fue mi respuesta, no debía obligarla a decir algo que no quería, a recordar ese horrible momento.

Estamos llegando a la entrada del colegio pero ella para en seco, su mirada está ida y empieza a negar.

―Matías, mejor vamos a la biblioteca ―se escucha nerviosa.

―¿Qué ocurre? ―toco su mejilla con delicadeza, no quiero lastimarla.

―No creo que pueda caminar más ―cierra los ojos unos segundos― me duele mucho la pierna ―hace una mueca y coloca su mano sobre su costado.

―¿Quieres que te cargue? ―no creo que pese tanto, además se ve pálida, tengo miedo que se desmaye.

―Puedo caminar ―me regala una sonrisa― quita esa cara, estoy bien.

Asiento y empezamos a caminar otra vez hacia el colegio. La brisa mueve su esponjoso cabello, su labio inferior tiembla un poco y se encuentra algo partido.

¿Qué te hicieron?

Los pasillos se encuentran completamente vacíos, todos deben estar en su respectiva clase, eso nos facilita todo, nadie se dará cuenta de nuestra presencia.

Llegamos a la biblioteca, su olor a viejo inunda mis fosas nasales, veo como Iveth cierra los ojos unos segundos.

―Sabes, aquí vinimos el primer día que nos conocimos ―mira todo con una sonrisa― pensé que eras de las personas a las que no les gusta leer.

Una sonrisa se escapa de mis labios ante el recuerdo, yo pensaba que ella no iba a ver el papelito y temía que no apareciera.

Paso mi brazo sobre sus hombros guiándola hasta el sillón. Su expresión es relajada, muy relajada, parece que no estuviera en este mundo. A pesar de todo se ve linda, se ve hermosa.

―Iveth ¿qué pasó? ―necesito saberlo. Ella frunce el ceño y comienza a negar.

―Debo hablar con mi padre antes ―me dedica una mirada suplicante, sé que no debo insistir pero necesito saber.

―Iveth... ―vuelve a negar y sus ojos se llenan de lágrimas.

Soy un idiota, no quiero que llore, me duele cuando lo hace. Pongo mi vista al frente acelerando un poco mis pasos hasta llegar al sillón.

Nos envolvemos en un silencio, quiero decirle tantas cosas pero no sé por dónde empezar. Ella se encuentra sentada en una postura medio extraña, pareciera como si está conteniendo la respiración.

―¿Dejaron muchas tareas? ―rompe el silencio. ¿En serio quiere hablar de eso?

―Algo así, pero nada que no podamos recuperar.

―¿Podamos? ―me mira confundida.

―Yo te ayudaré ―le regalo una sonrisa. Es solo una excusa para pasar tiempo con ella, en realidad no han dejado muchas cosas.

―Creo que eres el mejor estudiante de la clase ¿o me equivoco?

―No lo sé, pero debo mantener un promedio alto ―frunce los labios.

―¿Por qué? ¿Eres becado?

―Simplemente me gusta hacer todo bien ―me encojo de hombros.

No me gusta el rumbo de esta conversación, no quiero hablar con ella de esto, se irá cuando se enteré, lo sé, me abandonará.

―¿Por qué? En algún punto te vas a equivocar o caer.

―Espero no hacerlo ―la imagen de Sara llega a mi mente.

―Las cosas perfectas no existen.

Mis ojos empiezan a picar― Lo sé.

―¿Qué te ocurre?

―Nada ―no quiero que me pase otra vez, no en frente de Iveth.

―¿Por qué te gusta hacer todo bien? ―la imagen de mi papá llega hasta mí.

―Iveth no quiero hablar de eso ―mi latidos empiezan a acelerarse― cambiemos de tema.

Frunce el ceño pero no insiste más. No me siento preparado.

―Dijiste que había una computadora aquí ¿no? ―ella asiente.

―En el segundo piso.

―¿Quieres que te enseñe a usarla? ―abre los ojos ilusionada.

―¿En serio? ¿Qué se hace en una computadora? ―trata de cruzar las piernas pero no lo logra.

―Yo la uso para buscar canciones y hacer tareas ―frunzo el ceño― ¿cómo tú haces tareas?

―¿Libros? Pensé que todos los usaban ―trata de alzar una ceja pero falla en el intento.

―Yo no podría, solo leo libros que me gusten.

―¿Qué género te gusta?

―Romance ―alzo los hombros.

―¿Solo ese? ¿Por qué? A mí no me gusta.

―Cuando era pequeño mi madre me leía historias de ese tipo, me gusta ver como las relaciones evolucionan hasta formar algo hermoso. Quiero tener algo así algún día.

Me observa en silencio, analiza mis ojos descaradamente, frunce el ceño un par de veces y niega. Noto como intenta ponerse de pie pero falla. ¿Le dolerá mucho la pierna? ¿Debería llevarla a la enfermería?

―¿Qué te gusta hacer Matías? Además de leer ―inquiere mientras la ayudo a ponerse de pie.

―Me gusta escuchar música y escribir poemas ―sonrío orgulloso.

El rostro de Iveth se ilumina, ella se emociona con facilidad― ¿escribes poemas? ¿Podrías decirme alguno?

La única persona que a escuchado mis poemas a sido Sara, no sé si son buenos, no quisiera decirle algo horrible.

―¿Estás segura? ―me rasco la nuca.

―Claro ―sonríe mientras empieza a subir el primer escalón.

¿Cuál debería decirle? ¿Y si improviso? No, seria peor.

―Este se llama "Bucle."

Oh mariposa libre y bella,
Cuan maravillosa como el sol,
Vuela tan alto, vuela mi reina,
Dejando atrás a su flor.

La flor ante su ausencia pierde su brillo,
La flor ante su ausencia siente dolor,
La flor poco a poco pierde sus hojas,
La flor poco a poco se marchitó.

Luego vuelve la mariposa,
Tan alegre como si nada pasó,
Ve a su amada flor marchita,
Emprende su vuelo y se marchó.

Pequeñas abejas aparecieron,
Llenando de amor a la flor,
Poco a poco regresó a la vida,
Y la vil mariposa volvió.

Siento mis mejillas húmedas, Iveth me mira de forma extraña. No creí que lloraría ¿por qué escogí ese?

―¿En quién te inspiraste? ―comienza a limpiar mis mejillas.

―En mi familia.

Asiente y sigue subiendo los escalones poco a poco.
A veces me cuesta entenderla, es como si no intentara indagar mucho, su curiosidad es limitada o se controla bien. Pero agradezco que no haya insistido ¿yo debería hacer lo mismo? ¿No insistir en sus asuntos? Creo que es lo más prudente. Empezaré a hacer eso, no puedo pedirle algo que no le puedo ofrecer.

Analizo el rostro de Iveth, sé que le cuesta demasiado subir estos escalones, hace muecas cada pequeño movimiento.
Al llegar hasta el segundo piso lo analizo, todo se ve más acogedor. Logro visualizar la computadora, parece nueva ¿por qué nunca la vi antes? Bueno a decir verdad nunca había estado aquí.

Le cedo la silla a Iveth y esta cae como una roca, parece aliviada de estar sentada, la admiro, yo no sé lo que haría en su situación.

Empiezo a prender la computadora e Iveth mira cada movimiento atenta, como memorizando cada paso. Su cara se ilumina de celeste por el brillo de la pantalla, ella abre sus ojos sorprendida.

―¿Qué haremos? ―empieza a mover la cabeza de un lado al otro, me recuerda a Sara cuando tenía 6 años.

―Te enseñaré algo maravilloso llamado Youtube.

―¿Qué es Youtube? ―frunce el ceño.

―Allí puedes ver videos de todo tipo, escuchar música y ese tipo de cosas, como una televisión pero tú escoges lo que ves.

―En mi casa no hay televisión ―responde como si fuera lo más obvio del mundo.

Paro todo movimiento ¿qué clase de padres tiene? ¿Cómo que no tiene televisión? Estamos en pleno 2012.

―¿Nunca viste cómicas? ¿Películas? ―empieza a negar.

Debo enseñarle muchas cosas, sé que quedará encantada.

―Bien, primero te enseñaré mi canción favorita ―empiezo a escribir el nombre― Está en inglés pero tiene subtítulos ―asiente de forma rápida. Ella ve todo con fascinación, es tierna.

La melodía llena el pequeño piso, le bajo un poco el volumen solo para que ambos podamos escuchar, la voz de Maroon 5 llega a mis odios e inmediatamente volteo a ver a Iveth, esta ladea la cabeza mientras comienza a leer, hace diferentes expresiones cada 30 segundos.

Cuanto me gusta esta chica.

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