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Hola, soy  Iveth, tengo 13 años y esta es mi historia.

No creo que sea interesante, pero deseo que alguien me escuche, me gustaría encontrar a alguien que me comprenda por fin.

Me encuentro parada con la frente recargada contra el frío cristal de la ventana de mi habitación.

Centro mi vista en el cielo, perdiéndome en su hermoso color celeste claro, tan claro que parece blanco.

Me encanta la sensación que me brinda verlo,me hacer sentir más viva, me llena de ciertas esperanzas...

Para algunos el cielo significa un nuevo día, para otros es un día menos y para unos más no es nada, simplemente es algo que pasa inadvertido.

Yo no sé qué pensar a veces, podría considerarlo un día más. Al contemplar el amanecer inundando mi habitación con colores que tanto me gustan me hace sentir que me brinda una oportunidad para hacer cosas nuevas; para empezar alguna actividad o solo leer un  libro distinto.

Sin embargo, hay veces que no puedo evitar pensar que es un día menos, que el día de mi muerte se acerca y no viví nada, no tuve una mascota, no fui al cine o a una feria.
Me dolería tanto despedirme de este mundo sin antes haber hecho "alguna actividad normal". No quiero pensar que mi fin se basaría en la monotonía que conozco a la perfección.

Dejo de ver el hermoso cielo cubierto de esponjosas nubes blancas y enfoco mi vista en mi habitación, específicamente en un retrato familiar donde nos vemos tan felices, o así se supone que nos debemos ver.

A veces me cuesta entender a los adultos. Durante mi corta existencia todo mi entorno a sido una completa mentira, una total falacia que desearía desenmascarar.

Siempre nos encontramos simulando ser la familia perfecta, que vive en el barrio perfecto, con problemas perfectos. Sé que los problemas perfectos no existen, en si la perfección nadie la a alcanzado, solo nuestro Señor. Pero mi familia lo simula muy bien y el pueblo lo cree, cree ciegamente en lo que ven y no analizan el trasfondo de nada o fingen no notarlo.

No se dan cuenta de que cada vez mi madre está más delgada y exhausta, tampoco notan las dobles intensiones en las palabras de mi padre, y mucho menos reparan en mí, nadie me observa, nadie nota lo miserable que soy.

Sin familia, sin amigos, sin mascotas.

A pesar de que tengo a mis padres con vida y sé que debería estar agradecida no lo estoy, me han brindado un techo, alimento, vestuario, el regalo de la vida. Pero no me han dado lo más importante.

Amor

Ese sentimiento nunca se ha hecho presente en mi vida.  No sé lo que se siente ser amada, menos entiendo lo que significa "amar a alguien", la relación con mis padres es tan mala hasta tal punto que me cuesta mirar directamente los ojos de mi progenitor. No soy capaz de sobrellevarle la mirada sin sentir un dolor en mi pecho.

Rechazo

Muchas veces me he interrogado sobre eso.

¿Debo amar a mis padres?

¿Lo debo hacer por obligación?
Que me hayan dado la vida no significa que les deba algo.

¿Cómo sentir amor hacia alguien que no conoces?
Porque puedo asegurar que no los conozco, cuando los veo siento que observo a dos extraños en vez de a mis progenitores.

Claro, si tengo la oportunidad de verlos.

Extrañas veces convivimos, estoy acostumbrada a pasar sola la mayor parte del tiempo, pareciera que se olvidan que tienen una hija.

Cuando vienen a casa están muy ocupados en sus asuntos, asuntos que no me interesan, pero sé que dentro de unos años esos pasarán a ser mi prioridad, se convertirán en mis responsabilidades, en mis problemas, y tal vez entonces eso que tanto odio se convierta en mi razón de vivir.

Y no quiero que eso pase, pero no vale la pena pensar en eso ahora.

En pocas palabras no les intereso, bueno, por ahora, sé que en unos años vendrán a "orientarme" sobre lo que debo hacer con mi vida o mejor dicho, cómo regalar mi alma a sus empresas.

Porque yo Iveth Esmeralda, soy la única heredera de todos los negocios y dinero de mis padres.

Esos malditos negocios me han robado tanto, desde que tengo uso de razón dedican el  98% de su tiempo en viajes y ese tipo de asuntos que no me interesan. Pero no crean que el otro 2% me lo dedican a mí, no pueden estar más alejados de la realidad. Ese pequeño 2% se centra en cenas, celebraciones, brindis, almuerzos, reuniones...

¿Y yo? Pues... tengo salud.

Cuanto amaría haber tenido esa típica Nana que cuida a la hija de sus jefes con amor, que la aconseja, seca sus lágrimas y la hace reír mientras la acuna antes de ir a dormir.

En mi mundo esa "Nana" nunca existió, mis padres no dejaban que me juntara con los "empleados" lo decían de una manera tan despectiva que me enojaba, me enojaba el hecho de no poder hablar con nadie.

También amaría poder vivir esa historia tipo "me vi obligada a hablar con los hijos de los amigos de mis padres que son unos creídos" hasta eso deseo, aunque sea un amigo creído. Mientras me hablara no habría problemas con su personalidad, soportaría lo que fuera.

Me sorprende que aun tenga la capacidad de hablar cuando se me es permitido, y sinceramente después de años de intentos fallidos de socialización me acostumbré.

Me acostumbré a este silencio ensordecedor, me acostumbré a este sentimiento de soledad Infinito.

Solo me queda apreciar por la ventana los colores del cielo, ver como las delicadas hojas marchitas son movidas por el suave viento otoñal, observar desde la distancia grupos de chicos riendo de algo absurdo, grupos de niños jugando o simplemente personas solitarias caminando.

Quisiera ser ellos, cambiar de cuerpos aunque sea una vez en mi vida ¿es mucho pedir?.

A veces me siento como una princesa, una princesa inocente encerrada en un horrible castillo con muros llenos de púas y dragones resguardando la entrada.
Sería una buena excusa para lograr entender porqué nadie me salva.

Nadie escucha mis gritos de auxilio.

Quisiera ser libre.

―Señorita Iveth, su padre la espera en el despacho ―La voz de Samantha, la persona más “cercana” que tengo interrumpe mis pensamientos desde el marco de la puerta.

―¡Ya te he dicho que solo me llames Iveth! ―musito sin moverme de mi lugar. Veo como la anciana sólo niega con el semblante triste y se retira.

Quisiera entender qué gana mi papá con esto ¿qué quiere de mí? ¿Por qué infundir el miedo a todos lo que intentan brindarme un bien?

Analizo todo a mi alrededor tratando de ganar tiempo, no lo quiero ver, no quiero equivocarme ante él.

Veo las paredes desgastadas, como si tuvieran años de no ser pintadas, pero no es así, mi madre se encarga de la decoración de toda la casa, y siempre utiliza colores neutros o muy opacos, otorgando ese toque miserable y desgastado a todo.

Deslizo mis dedos por una de las cuatro paredes que me otorgan privacidad, están vacías, aburridas. Bueno, no todas, hay una excepción. La que está al frente de mí es adornada por el gran retrato de "la familia", todos sonrientes y “unidos".

Mi madre no me permite pegar posters, calcomanías, ni siquiera mis propias pinturas, dice que solo arruinaría las paredes si coloco algo allí.

El escritorio de madera blanco se encuentra pulcro, todo perfectamente ordenado por Samantha. Hay desde cuadernos hasta los pinceles que tanto me costó conseguir; mi librero se encuentra repleto de libros de historia, geografía, matemáticas y uno que otro de comedia que tomé de la biblioteca del instituto, son los que más me gustan, relatan la vida de una manera tan chistosa y me ayudan a no perder la fe de tener algo así algún día.

Por último miro mi cama con sábanas blancas, se encuentra completamente desarreglada, pero me gusta así, siento que es lo único que puedo tener a mi estilo en este cuarto. Debajo de esta se encuentran todos mis lienzos en blanco que tomo de la clase de arte.

Creo que si ocurriera un incendio lo único que sacaría serian los libros de comedia porque no son míos, debo devolverlos pronto.

―Disculpe señorita, su padre la está esperando ―nuevamente Samantha insiste. Sé que debo darme prisa pero no quiero, me da miedo, pero más miedo me dará el regaño de mi padre por desobedecerlo.

Contra toda mi voluntad salgo de la habitación, no sin antes dedicarle una mirada suplicante a Samantha, pero ella me vuelve a ignorar con pena y se retira.

No quiero encararlo, no por ahora.
Pero no me conviene hacerlo esperar, todo será peor si atraso las cosas.

Bajo las escaleras despacio, escuchando como cruje la vieja madera ante mis pasos tembloroso. Tanto dinero tiene mi padre y no puede mandar a arreglar esto, por lo que veo no solo me descuidan a mí.

Camino despacio por el largo pasillo, diversos retratos familiares llenan las paredes, un fuerte olor a húmedo llega hasta mis fosas nasales haciéndome fruncir el ceño. Alzo la mirada notando una acumulación de moho entre el techo y dos paredes.

Asco me causa.

Llego a mi destino más rápido de lo que pensé. Me asusta lo que pueda pasar pero sin pensarlo más toco dos veces la vieja puerta de madera.

―Pase ―la fuerte voz de mi padre se hace presente al instante.

Sin mediar más entro al despacho, las viejas bisagras sueltan un fuerte chirrido causando que se me erice la piel. Todo aquí es viejo y anticuado.

―Padre... ―me anuncio en voz baja.

―¿Por qué tardaste tanto? ―inquiere molesto mientras revisa unos documentos― Sabes que estoy muy ocupado, si te pido venir hazlo inmediatamente ―sigue ojeando los papeles. Se ve tan cansado y amargado, me hace pensar que si come un limón no haría mueca alguna ante la acidez, ya que así es su rostro normalmente.

―Lo siento padre, estaba haciendo una pintura ―miento como es de costumbre. ¿Cómo podría decirle la verdad? Solo ganaría ser encerrada una vez más.

―Sabes que no me gusta que pierdas el tiempo en esas ridiculeces, siempre que lo haces acabas así... ―toma un papel y me lo extiende.

―¿Qué es esto? ― pregunto tontamente. Cuando leo su contenido palidezco al instante.

―Soy yo quien hace las preguntas aquí ―replicó― Explícame esas calificaciones Iveth, yo no estoy pagando ese instituto para que mi hija salga como una completa ignorante ¿qué ocurre?.

Analizo mi respuesta con detenimiento. De nada me sirve mentirle sobre esto, no hay falacia que lo logre convencer, ni yo misma puedo idear algo medianamente creíble.

―Padre, es que no me gusta ese instituto ―susurro despacio. Quizás esta vez intente escucharme o trate de ponerse en mis zapatos― Las chicas no me hablan y lo profesores me mi- ―Alza la mano mandándome a callar al instante. Fallé como siempre ante él. Solo a mí se me ocurre pensar que podría hacerle cambiar de parecer.

―Solo son excusas, lo único que debes hacer es estudiar, no hacer vida social. Además di estrictas instrucciones para que te traten con el debido respeto que mereces.

Empiezo a negar con desespero― Padre, solo estás logrando que nadie se me acerque ¿de qué sirve tanto respeto? ―inquiero. Ya estoy harta de esto, todos deciden por mí, no tengo pensamiento o voz propia.

―Debes tener algo claro Iveth, en la vida siempre vas a estar sola, las relaciones sociales solo hacen que te vuelvas blanda, si te vuelves blanda el mundo te absorberá de un solo tirón. Simplemente te protejo.

Mis ojos se cristalizan ante la impotencia― Esto no es vida padre, desde que tengo uso de razón no me permites tener amigos, soy una niña apenas, quiero ir al parque, al cine o simplemente comer un helado con alguien.

Cierra los ojos en busca de paciencia― Iveth por favor, si quieres hacer alguna actividad extracurricular háblame de equitación, tenis o golf. Algo de provecho.

Intento cuestionar pero nuevamente levanta la mano sin permitirme siquiera pronunciar palabra. Hace un ademán para que me retire, pero antes de que lo haga pronuncia la oración más dolorosa que no esperaba oír. 

―Le di a Samantha instrucciones para decomisar todos tus lienzos y pinturas. Si no subes esas calificaciones no podrás pintar más, quizás así se te pasa esa ridícula idea de ser artista.

Siento un fuerte dolor en mi pecho, dolor que ocasiona que mi cabeza se caliente y más lágrimas caigan por mis mejilla.

―¡No padre, es lo único que tengo! ―Chillo con desespero en vano.

―¡Ya hablé Iveth! Estás castigada ―musita con voz fuerte.

Salgo del despacho dando un fuerte portazo en el proceso. No me interesa su reacción. Sabía que me castigaría por mis calificaciones, pero no creía que fuera capaz de tanto.

Corro hasta mi habitación y cierro la puerta con seguro, no voy a dejar que me quiten lo único que me hace feliz.

Busco rápidamente mis pinceles pero no los encuentro, reviso debajo de la cama en busca de mis lienzos pero tampoco están.

Fueron más rápidos que yo.

Gruesas lágrimas salen de mis ojos, su salado sabor llega hasta mis labios recordándome cuán miserable soy.

Me quitó lo único que podía definirme como alguien o hacerme notar en la sociedad. La única manera que tenía para gritar auxilio, pedir ayuda con desespero por medio de colores alegres distorsionados. Me fue arrebatado con rapidez y no pude oponer resistencia.

―Odio ese instituto, odio esta casa, odio este pueblo ―lloriqueo mientras golpeo mi almohada con fuerzas. Es lo único que puedo hacer.

Me recuesto sobre la cama mirando hacia el techo, su color marrón abarca todo mi campo de visión, sin vida, sin optimismo, simplemente una estructura marrón que me cubre del sol y la lluvia.

¿Cómo sería vivir en la naturaleza?

Debe ser hermoso levantarse cada día con el sol, comer  y jugar con los pequeños animalitos.

Seria tan feliz.

Algunas veces desearía ser una flor, una delicada flor amarilla. Solo tener que preocuparme por tomar sol y recibir agua, viviendo para ser hermosa y libre.

No me voy a dar por vencida.

No ahora.

Me limpio las lágrimas del rostro y me pongo de pie. Mi padre me quitó mis lienzos, pero olvidó que una simple hoja de papel y un fiel lápiz H2 son más que suficientes. No puedo dejarme someter, si lo hago perderé lo que me queda de identidad y solo me volveré una marioneta más.

Me siento sobre el frío suelo de madera y empiezo a dibujar. Suaves trazos adornan el delgado papel blanco, leves sombras le dan forma y volumen a mi pequeña creación.

No sé cuánto tiempo pasé dibujando, pero el resultado me gusta.

Una hermosa flor gris.

A pesar de la ausencia de color no deja de ser una flor hermosa, me transmite la sensación de estar viva.

Tan viva como yo.
...

Desconocida
29 de diciembre de 2004.

Yo siempre te cuidaré.

Esas cuatros palabras permanecían guardadas en el pequeño corazón de la niña, su papi la defendería del monstruo, fue una promesa y su padre nunca rompe una.

Era una fría tarde de invierno, los árboles yacían secos a los alrededores, pequeños cúmulos de nieve cubrían secciones del patio ya marchito.

Se acercaba año nuevo, un nuevo comienzo para algunos, más de lo mismo para otros.

En casa de la niña todos se encontraban muy animados, algunos aun cantaban villancicos mientras otros jugaban con los niños pequeños y se lanzaban bolas de nieve.

La pequeña no disfrutaba esta época del año, es más, no entendía lo que significaba, no comprendía cómo todos eran felices a su alrededor y ella no.

Ella sufría de miedo, ansiedad, incertidumbre constante, pero le asustaba hablar de aquello con alguien, Él le decía que nadie le creería y ella obedecía ¿cómo iba retarlo? Ella era muy pequeña y él muy grande, nadie le iba a hacer caso, él se encargó de hacerla memorizar eso muy bien.

Su madre le había colocado un hermoso vestido rojo, un rojo tan oscuro que fácilmente podría ser confundido con marrón. Su hermoso cabello estaba decorado con unas pequeñas astas de venado simulando ser un reno de Santa Claus, se veía simplemente adorable.

―Mami no quiero ir ―comenta la pequeña mientras toma la mano de su madre.

―Vamos cariño, vas a poder jugar con los otros niños.

La niña decidió no insistir más, sabía que no iba a servir de nada, sus padres la oían pero no la escuchaban. Era exactamente como decía Él, nadie le creería.

Al llegar a la sala donde se encontraban todos los invitados lo vio, vio al monstruo que la aterrorizaba por las noches, a la bestia que le arrebataba sus sueños poco a poco y la hacía mojar la cama.

Él la miró y le regaló una dulce sonrisa, cualquiera pensaría que es una sonrisa amigable, pero la niña lo veía de otra forma, sabía que esa sonrisa significaba algo malo para ella.

―Oh mi dulce niña ―el señor la abraza con fuerzas mientras olfatea su cabello con disimulo― Cada día estás más linda.

La niña no encontraba su voz, quería pedirle ayuda a su madre pero no podía, quería salir corriendo pero sabía que la atraparían.

―Contesta cariño ―la madre toca su hombro con disimulo.

―Gracias señor Emiliano ―susurra la pequeña aterrada.

El señor sonríe ampliamente y besa su mejilla. La niña sin entender sus emociones sintió ganas de vomitar ante ese toque, también sintió ganas de orinar pero aguantó, no quería arruinar su vestido.

...

La fiesta transcurrió tranquilamente, la niña pudo sentirse protegida entre sus padres y trataba de no ver al señor a pesar que este dirigía las oraciones y era el que más hablaba.

Dieron las 12 y todos empezaban a retirarse, la pequeña niña sentía sueño pero trataba de aguantar.

―La niña está muy cansada y ustedes aún deben continuar asistiendo a los invitados. Si me lo permiten podría llevar a la pequeña a su habitación para que descanse ―comenta el señor en un tono tan amable que hasta los mismos Ángeles alabarían su actuar, la niña de inmediato se alarmó, no quería estar sola con él.

―¿Harías eso Emiliano? Muchas gracias, nosotros debemos seguir despidiendo a los invitados ―habla la madre con una sonrisa de agradecimiento puro.

―Mami no tengo sueño, mira ―con sus deditos abrió sus párpados lo más que pudo, pero su madre se limito a sonreír mientras besaba su pequeña frente y le decía al oído:

Ten dulces sueños mi niña.

―Dios te bendiga querida ―comenta el hombre  sonriendo mientras la toma de la mano de la pequeña para hacerla caminar a su lado.

La niña quería escapar pero no podía, él sujetaba con firmeza su frágil muñeca sin causarle marcas para no llamar la atención.

Los padres no sabían que acto tan negligente estaban cometiendo. Los hijos son un valioso tesoro que no debe confiarse a cualquiera, pero al parecer nunca entendieron eso.

Ambos llegaron a la habitación, lejos del bullicio de la fiesta.

La niña en silencio toma uno de sus peluches mientras religiosamente se saca los zapatitos, piensa en si debe colocarse su pijama o no. Acaricia las ropas nuevas con manos temblorosas, aquella presencia la intimida demasiado, así que decide subir a la cama aún con el hermoso vestido puesto, cuando él se fuera ella se cambiaría.

―Mi pequeña niña ―susurra el señor al oído de la pequeña― ¿Por qué no querías venir conmigo? ¿Quieres un castigo?.

―No por favor ―suplica con miedo.

―Me han dicho que has sido una niña mala, a Dios no le gusta eso ―empieza a acariciar la pierna de la pequeña.

―Me he portado bien, por favor no me castigue.

El hombre humedece sus labios divertido. Finge una expresión seria y temerosa para poder convencer a la pequeña de su "inocente" mentira.

―He hablado con Dios y me ha dicho que has hecho cosas malas, te mandará al infierno.

La pequeña niña cubre sus labios mientras espesas lágrimas empiezan a formarse en sus ojos.

―No quiero ir al infierno ―lloriquea con pánico.

―Entonces acepta el castigo ―introduce sus dedos debajo de la ropa interior de la pequeña.

La niña empezó a llorar en silencio, no quería pasar por eso de nuevo, pero inocentemente creía en las palabras del sujeto.

Temía ir al infierno, Él le había dicho que era un lugar horrible a donde iban los niños desobedientes. Ella trataba de portarse lo mejor posible, pero Él siempre encontraba una mala acción y la castigaba.

Allí en su habitación, encerrada con el máximo representante  religioso del pueblo, su lindo vestido rojo oscuro sirvió para camuflar la vil escena del delito.

La pequeña niña pataleó y suplicó todo lo que pudo, pero eso solo ocasionó que el castigo fuera más fuerte e implacable.

Lo único que le quedaba era llorar.

Un alma corrupta puede ensuciar a una inocente de maneras inimaginables, nunca nadie podría imaginar en lo que esa pequeña niña se convirtió para desquitar su desesperación.

Su padre no cumplió lo que dijo, nunca la protegió.

Una bella flor se marchitó, y allí creció hiedra mala, hiedra que se hacía pasar por pasto, por un pasto verde y puro.

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(Estoy editando los capítulos, si ven "🧠" es porque los edité)

Por fin me atreví a publicar este primer capítulo, sinceramente lo tengo en word desde hace semanas o meses. Espero que les haya gustado, amaría que votaran y comentaran, eso me anima un montón.

¿Tienen preguntas?
Déjalas por aquí

Gracias por la oportunidad cerebritos, no leemos pronto🧠💋

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