Capítulo 2x14: La sombra de la felicidad.

Capítulo 2x14: La sombra de la felicidad.

 

La soledad se admira y desea cuando no se sufre; pero la necesidad humana de compartir cosas es evidente. “Carmen Martín Gaite”

Había pasado una semana desde que todo volvió a cambiar en mi vida y aunque había intentando hacer lo que Marcos me dijo, concentrarme en mí y en mi música, todo aquel fin de semana estaba bien presente en mi mente. Era como si mi mente me odiase recordándome una y otra vez cada una de las palabras que le dije a Sam, o cada momento con Marcos en aquel cuarto de comida.

- ¡Anne! ¡Anne espabila! La mesa tres lleva esperando sus cervezas un buen rato. – me dijo la chica que había al otro lado de la barra anotando y preparando nuestros pedidos.

La chica era nueva, se le notaba porque aún era amable con los compañeros, apenas llevaba un par de semanas aquí y tan solo coincidíamos en unos pocos turnos, pero la verdad era que sabía muy poco de ella.

- Sí, gracias Peggy. – contesté llevándome las cervezas para la mesa tres.

De reojo veía como Edmun me miraba estudiando cada uno de mis movimientos, me había dado las vacaciones para que solucionara mis problemas, los cuales me hacían trabajar mucho más. Me pregunto que estará pensando ahora, ¿se arrepentirá de haberme dado esas vacaciones? La verdad es que se las podía haber metido por el…

- Anne, a mi despacho por favor. – dijo una vez dejé las cervezas en la mesa y pedí disculpas por mi tardanza.

Dejé la bandeja en la barra y eché una mirada de perrito apaleado a Peggy, la cual me sonrió para darme ánimos. Aunque la verdad no me preocupaba lo que Edmun tuviese que decirme, sabía que si me despedía, Jake no se molestaría si no le pagaba mi ridículo alquiler por su maravilloso piso.

Entré en el despacho y me senté en la silla que había al otro lado de su mesa, pensé que él se sentaría enfrente, pero en lugar de eso, se sentó a mi lado y me miró fijamente. Aunque Edmun era de pocas palabras, sabía cómo mirar a una chica hasta que esta empezaba a sentirse incómoda.

- ¿Te has aficionado a las charlas en el despacho? – dije con una sonrisa para romper el hielo.

El relajó su mirada y me sonrió, lo que era una buena señal, aunque aún no sabía para que.

- ¿Qué tal las vacaciones? ¿hiciste algo especial? – sus preguntas parecían querer llegar más lejos de lo que decían sus palabras.

- Sí, fuimos al campo en una excursión en grupo. – no sabía muy bien lo que quería que le contestase, pero si sabía la cantidad de información que él necesitaba saber.

- A… eso está muy bien. – dijo mientras se acomodaba en la silla. Eso me sorprendió, pues significaba que aún quería más información.  

- ¿Y tú? ¿hiciste algo interesante? – dije intentando desviar la conversación.

- Salí con la moto y poco más.

El silencio volvió a reinar el despacho y aunque ahora su mirada no era tan incómoda como antes, seguía poniéndome nerviosa esta situación.

Esperé el tiempo que se considera apropiado y un poco más, pero al final me harté del juego de miradas y le dije casi alzando la voz:

- ¿Por qué no me preguntas lo que quieres saber de una vez? Así podré volver al trabajo.

- ¿Solucionaste lo que tenías que solucionar? – vale, eso sí era ir al grano.

Sabía lo que me estaba preguntando, me dio las vacaciones para que arreglase lo que había roto en mi vida y aunque en ese momento no sabía muy bien que era lo que estaba roto, ahora si tenía más información que antes. La cuestión era, ¿Sam había sido mi problema inicial?

Antes de estas vacaciones, mi mente luchaba por no pensar en Marcos, eso había sido lo que había llevado a que mi jefe me diese las vacaciones. Pero ahora que eso ya no era un problema, me pregunto ¿Marcos siempre estuvo ahí y el problema de las últimas semanas había sido Sam? Es decir, ¿me engañaba diciéndome que pensar en Marcos estaba mal, cuando lo que sí estaba mal era seguir con Sam?

- Sí, todo solucionado. – dije intentando centrar mi mente en la conversación y no en el lío mental que tenía ahora mismo.

- Bien, pues entonces no hay más que decir. – dijo Edmun levantándose de la silla. – Puedes volver al trabajo.

Le di las gracias y salí del despacho casi corriendo, pues no quería que siguiese preguntándome más cosas que hacían que mi mente se volviese loca.

- ¿Y bien? ¿Te echó mucha bronca? – preguntó Peggy con falsa preocupación.

- ¡Uis sí! Espabila si no quieres que a ti también te la eche. – contesté para intentar conseguir que se esforzara más en su trabajo y cotilleara menos.

Me reí al ver lo rápido que captó el mensaje y yo seguí con mis mesas.

La noche avanzaba e intenté concentrarme solo y exclusivamente en mi trabajo, lo que ayudó a que las dudas de mi mente se mantuvieran en pausa, al menos hasta que acabase la jornada. Pero cuando estaban a punto de apagarse las luces y dar paso al grupo de Jazz, Edmun subió al escenario y dijo:

- Antes de que salgan nuestro grupo de Jazz, quisiera que recibieran con un fuerte aplauso a una de nuestras camareras, una excelente pianista que se prepara para entrar en la más prestigiosa academia de música de Nueva York. Por favor, un fuerte aplauso para Anne.

Las luces se apagaron y un único foco me apuntaba a la cabeza como si quisiera que confesara un delito. De repente alguien tiró de mí para atrás, tan solo era Peggy, la cual intentaba quitarme la bandeja que llevaba en la mano para que subiera al escenario. 

- Vamos Anne, todos te miran. – dijo insistiéndome tanto con sus palabras como con sus ojos.

Le di la bandeja y me dirigí hacia el pequeño escenario. El foco de luz me seguía allá donde fuera y una vez puse el pie en el escenario, la gente empezó a aplaudirme para infundirme ánimos.

- A ver si esto te anima. – me dijo Edmun al oído mientras me guiaba al asiento del piano.

En cuanto me senté, la canción que mi cuerpo necesitaba tocar, apareció en mi mente, mis dedos casi se movían solos y mi corazón latía al unísono del recuerdo de esa canción. De nuevo era una canción de Diego Valdivia, se llamaba “Llanto al piano” y el compositor la escribió como un recuerdo alegre de su madre, pues el ritmo y la música te incitaban a llorar y reír a la vez. Y aunque en este momento no era a mi madre a la que quería recordar, si necesitaba recordar esos momentos de mi juventud, cuando el mayor problema que tenía con los hombres, era saber si el chico que me gustaba se sentaría a mi lado en clase o jugaría conmigo en el recreo.

La sala entera dejó de aplaudir e incluso de hablar, todos me esperaban, todos me escuchaban, y sin demorarlo más, al fin dejé que mis dedos tocaran la canción que tanto deseaban tocar.

Fue magnífico, la gente me escuchaba e incluso se emocionaban con mi música y supe, como no lo había sabido nunca, que esta era mi verdadera felicidad.  

~ ~ ~ ~

Le había prometido a Anne darle algo de espacio para que se preparara su audición, pero hacía ya una semana que no sabía nada de ella y me estaba volviendo loco, tan loco, que mi mente no analizó la gravedad de la reunión que estaba a punto de mantener con James, hasta que fue demasiado tarde como para evitarla.

- La construcción de este edificio va como la seda Marcos. Estás haciendo un grandísimo trabajo y así lo están viendo los accionistas.

- Me alegro mucho que esté gustando. – dije con sinceridad y sin ni siquiera esperarme la bomba que estaba a punto de soltarme.

- Por eso te quieren dar un proyecto para ti solo. Por supuesto el salario será muchísimo más alto, podrás incluso comprarte esos terrenos que has estado viendo. – Le miré extrañado, pues aunque si era cierto que había estado mirando algunos terrenos por la costa, ni siquiera me había parado a pensar en comprarlos de verdad. – Bueno, trabajo a tu lado y no es difícil ver tu pantalla de ordenador. – dijo intentando disculparse por su indiscreción.  

Sí, desde que volvimos de la casa de Jake, y al intentar evitar ir a ver a Anne e incumplir el acuerdo al que habíamos llegado, me había obsesionado un poco con esa casa en la playa, esa que nos imaginamos los dos junto aquel lago. Era como si necesitase hacerla realidad, como si necesitase dársela a ella.

- Ve al grano James. – dije intentando descifrar donde estaba la pega de todo lo que me estaba ofreciendo.

- Es en San Francisco.

Al principio mi cerebro no pareció captar el significado tan importante de esas dos palabras, San Francisco, al otro lado del país, casi la ciudad más alejada de Nueva York y por lo tanto, de Anne. ¿De qué serviría hacerle la casa si ella nunca podrá disfrutarla?

¿Qué iba hacer? Estaba claro que podía vivir sin este trabajo, ¿pero vivir sin Anne? Eso se me hacía mucho más difícil. Aunque claro, esta era la oportunidad que estaba esperando, aunque no lo hiciese con esta empresa, podría pasarme con cualquier otra. Entonces de que estábamos hablando, ¿de renunciar a mi sueño de ser arquitecto?

- Ya sé que aquí tienes tu historia. – me dijo al imaginarse el hilo de mis pensamientos. – Y también sé que deberías pensártelo muy a fondo. Pero intenta que tu elección sea la correcta, intenta no decidirlo solo porque ella tiene su sueño aquí, porque tú también tienes el tuyo.

- ¿Hasta cuando tengo para contestar? – fue lo único que necesitaba saber para poder largarme de este despacho.

- Tres días. Pero no hará falta que te vayas hasta dentro de dos semanas, si no quieres. Les dije que tenías cosas aquí pendientes y ellos te dieron esas dos semanas para solucionarlo.

Si decía que sí, tan solo tenía dos semanas para disfrutar de Anne, ese era el tiempo que James me había concedido. Pero eran dos semanas en las que ella debería estar concentrada en su audición y no en mí, ya que más o menos, la fecha de su audición coincidía con el plazo.

- Me voy a dar una vuelta. – dije sin mirarle a la cara mientras me levantaba de la silla y salía de aquel lugar.

Sabía perfectamente donde necesitaba ir y aunque esto iba a ir en contra de nuestro acuerdo, no me importaba, necesitaba verla.

Durante el viaje en taxi, mi mente era un mar de dudas y sentimientos, ni siquiera podía sentirme eufórico por la oportunidad de mi vida, ya que el sentimiento de culpa lo albergaba todo. Pero en cuanto entré en aquel local y la vi ahí, sentada a un piano y disfrutando como solo lo hacía cuando tocaba, mi mente y mis dudas se despejaron. Era ella a la que iba a elegir, ella siempre estará ahí.  

~ ~ ~ ~

La gente me aplaudió con efusividad y mi cara se encendió como si fuese un tomate, aunque una parte de mí, se emocionó al recibir sus buenas críticas.

Bajé del escenario y todo eran buenas palabras, “perfecto” “maravilloso” “me hiciste llorar de verdad”… pero entonces todo pareció quedarse en un completo silencio, como si le hubiese dado al “mute” del volumen y aunque veía sus bocas moverse, en mi cerebro no entraba otra cosa que no fuera esa imagen, la de un chico de pelo castaño y algo rizado cayendo por su frente, con esos ojos puestos en mí y esa sonrisa con la que soñaba toda niña.

Le había necesitado durante toda esta dura semana y ahora estaba aquí, por lo que no pude hacer otra cosa que correr hacia él y saltar a sus labios nada más llegar. Sabía que teníamos un trato, pero no me importó y por la forma en la que él me acogió, tampoco le importó.

Me fundí en su beso como tan solo me sucedía con él y aunque era raro, mis ojos derramaron lágrimas de emoción por tenerle aquí, al fin.

- Hola – me dijo cuando por fin pude soltar sus labios.

- Hola, ¿Quién eres? – dije de broma mientras volvía a darle otro beso.

El empezó a reírse y a besarme a la vez, y si no fuera porque alguien carraspeó a mi espalda, no hubiese dejado nunca de besarle así.

- ¿Sabes que aún te queda una hora para que termine tu jornada, verdad? – dijo Edmun mientras miraba a Marcos de arriba abajo, analizándolo bien.

- Ehh… sí, lo siento. – le dije mientras me separaba de Marcos. – Marcos, ¿por qué no te sientas y disfrutas del concierto? Tan solo será una hora.

- Está bien, una hora, podré hacerlo. – dijo guiñándome un ojo y sentándose en la mesa libre más cercana.

Y sí, se puede decir que fue la hora más larga de toda mi existencia. Le serví una copa y volví al trabajo, el cual se complicaba al tener las luces apagadas debido al concierto de Jazz que empezaba. Pero al final y tras mucho mirar el reloj, la hora pasó y tras cambiarme de ropa en los vestuarios, ya era toda libre para besar a Marcos tanto como quisiera.

- Bien, soy toda tuya. – dije nada más llegar a su mesa.

Entonces me percaté que no solo se había bebido la copa que yo le había servido, sino que había un par de vasos más vacíos. Aún así, cuando levantó la vista y me miró, no vi ni rasgos de alcohol en sus ojos, como si no le hubiesen hecho efecto.

- Eso promete y mucho. – dijo con una sonrisa picara.

- Bien, pues marchémonos de aquí.

Salimos del bar cogidos de la mano y con cada caricia suya, mi corazón palpitaba de entusiasmo. Aunque la parte más ceniza de mí, no paraba de pensar en las copas vacías de su mesa, ¿por qué beber tanto? ¿acaso estaba nervioso por verme? ¿o era por algo más?

- Tu casa está cerca, ¿verdad?

Y de repente mi mente pensó en otra cosa, o más bien, en otra noche, cuando tras cinco meses sin vernos, Sam vino al bar para hacer las paces y acabamos en mi casa.

- Mejor vayamos a tu hotel. – dije rápidamente, lo que le hizo mirarme extrañado. – No está muy presentable, que digamos.

Se volvió a reír de mi comentario y a mí me alegraba que se lo hubiese tomado con buen humor.

- Esta bien, pues al hotel.

Nos subimos al taxi y tras darle el nombre del hotel, no pude esperar más para lanzarme de nuevo a sus labios con necesidad y deseo. Y al peligro de parecer desesperada, él parecía igual de necesitado que yo, tanto, que al final el taxista nos tuvo que gritar para decirnos que ya habíamos llegado a nuestro destino.

Subimos al ascensor y seguimos igual que en el taxi y no fue hasta que entramos en la habitación, cuando me paré a pensar en todo. ¿Por qué había venido hoy? ¿por qué justo hoy? Se suponía que teníamos un trato, trato que él había impuesto.

- ¿Cuándo vas a explicarme esto? – dije entre beso y beso.

- Verás, cuando dos personas se quieren y desean pasar tiempo juntas…

- Eso no imbécil. – dije entre risas mientras le quitaba la chaqueta que llevaba puesta y le desabrochaba la corbata. Me gustaba más cuando tan solo llevaba camisetas, mucho menos ropa que quitar… - Me refiero a lo de romper tu trato. No me quejo, solo tengo curiosidad.

Él empezó a desabrochar los botones de mi camisa mientras me acariciaba por debajo de la falda.

- No aguantaba más. Me estaba volviendo loco. – dijo mientras sus besos acariciaban mi cuello.

El cuello era como kriptonita hacia mi poder de concentración y una vez lo tocó, perdí el control de la conversación e incluso de mi cuerpo. Fue como volver a aquella noche en los Hamptons, solo que con la diferencia de que ahora sabía que me amaba y que yo le amaba a él. Sus besos, sus caricias e incluso el acto en sí, olía a amor por todos lados, un amor como el que nunca había experimentado. Un amor que hacía que no me importasen los motivos por los que estaba aquí, siempre y cuando no dejara de acariciarme y de besarme.

Al final y tras una gran e intensa actividad sexual, no pude evitar quedarme dormida entre sus brazos y no fue hasta que el sol  me golpeó en los ojos, cuando me desperté.

- Buenos días amor. – dijo Marcos, al cual seguía agarrada y él contemplándome con dulzura. – Ni siquiera tengo palabras para describir lo hermoso que queda el sol en tu rostro al dormir. De hecho, estoy terriblemente enfadado porque despertaras.

- ¿A sí? Vaya… ¿Crees que puedo hacer algo para remediarlo? – dije besándole por su torso desnudo, subiendo por su cuello y llegando hasta sus labios.

- Estás perdonada. – dijo con un suspiro.

Pero justo cuando estaba a punto de apartar sus sabanas y seguir por donde lo dejamos anoche, alguien llamó a la puerta de la habitación. Empezaba a arrepentirme de no haber ido a mi casa.

- Servicio de habitaciones.

- A sí, he pedido que trajeran el desayuno. – dijo buscando unos pantalones para abrir la puerta de una forma algo más presentable, aunque a mi sin pantalones también me convencía.

En cuanto Marcos apareció con la bandeja, una oleada de olores inundó mi nariz haciendo que mi estomago rugiera, el sexo daba hambre. Así que ambos devoramos el desayuno casi sin hablar y cuando casi nos lo acabamos todo, Marcos me miró de esa forma que solo él sabía hacer, de esa que hacía que todo mi ser se derritiera por él y dijo:

- Está claro que puedo conformarme con esto toda la vida. – pero aunque sonreía, aunque lo había dicho con todo su corazón y sabía que podría ser verdad, yo pude ver la sombra que encarnaba esa frase.

Él siguió con su café como si no hubiese dicho nada, pero a mí el estomago de repente empezó a hacerme otra clase de ruidos, unos que no indicaban nada bueno.

- ¿Qué… qué has querido decir con esa frase? – dije casi tartamudeando por miedo a la respuesta.

Y entonces fue cuando él cayó en lo que había dicho y comprendió la forma en que yo lo había interpretado.

- Pues eso, que no me importa renunciar a cualquier cosa por vivir más despertares como este, por vivir contigo toda la vida. - dijo con algo de temor en su voz, temor por mí, no por él, pues seguía dando la sensación de que creía cada palabra que decía.

Pero entonces yo sí que acabé de comprender sus palabras, había tenido que renunciar a algo por mí, solo me quedaba saber a qué.

Me levanté y empecé a vestirme. Mientras tanto, Marcos tan solo podía mirarme danzar por la habitación, con mirada extrañada, como si no comprendiese lo que me pasaba. Pero estaba muy claro, por eso lo de las copas de anoche, por eso vino y rompió su trato.

- ¿Por qué no paras ya Anne y me dices que está pasando aquí? – dijo al fin mientras me cogía de la muñeca y me acercaba a él.

Pero yo aún no podía hablar, aún mi mente debía pensar más sobre todo esto. ¿Y si anoche vino a dejarme y no pudo? Claro, como iba a poder si nada más verle, yo me lancé a sus labios como si mi vida dependiera de ello, cual necia y estúpida he resultado ser.

- Venga, dímelo ya Marcos. – dije soltándome de su agarré y mirándole con algo de agresividad, la poca agresividad con la que podía mirarle a él.

- No entiendo nada.

- Dime porqué viniste anoche al bar. Dime porqué rompiste el trato. Dime a qué has tenido que renunciar.

Y entonces vi la verdad en su rostro. Fue como si al decírselo en voz alta, toda la cordura que parecía haber perdido por nuestro encuentro, volviese a él y lo convirtiese en un mar de dudas.

- Aún a nada. – dijo casi en un susurro y con pesar. – Anoche me dieron un ascenso, el proyecto de la construcción de un edificio solo para mí, sin ser el ayudante de nadie.

- Pero… eso es fantástico. Ese es tu sueño.

- En San Francisco.

- ¡Oh! – fue lo único que pude decir, pues esas tres palabras llegaron a mí como si fuese un millón de cuchilladas en mi corazón.

Entonces él se levantó y me abrazó con todas sus fuerzas mientras decía:

- Pero no importa, renunciaré, tú eres lo que quiero Anne.

Me apreté más a él, casi deseando tenerle así para siempre, aunque todo mi cuerpo sabía que este tan solo estaba siendo otro adiós, un adiós que me iba a suponer muchas lágrimas y sufrimiento.

- No harás tal cosa. – dije al cabo de unos minutos de un llanto silencioso en su hombro. – Ese es tu sueño Marcos y debes luchar por él.

- Pero yo quiero luchar por ti.

- No, porque de elegirme a mí, siempre pensarás en mí como la chica que amargó tu futuro, como la chica que cortó tus alas y te impidió volar. Y yo, yo simplemente no puedo ser esa chica.

- Pero te amo. – dijo con lágrimas en los ojos.

- Y yo. – dije intentando reprimir el llanto que parecía venir a mí con necesidad. – Tú nunca me harías a mí tal cosa y no puedes esperar que yo lo permita, no amándote.

Volvimos a abrazarnos, esta vez como un abrazo de consuelo. Pero yo ya no aguantaba más este dolor, ¿cómo podía hacerme esto la vida? ¿acaso me merecía tanto sufrimiento?

- Tan solo prométeme una cosa. – le dije apartándome de él por última vez. – No desaparezcas como la última vez, escribe de vez en cuando.

Porque aunque sabía que esas palabras martirizarían mis días, también sabía que las iba a necesitar.

Y ni siquiera pudo contestar, tan solo movió la cabeza de forma afirmativa y yo le dediqué mi última sonrisa antes de salir corriendo de aquella habitación.

Era mi fin con Marcos, el fin de una historia que ni siquiera había empezado y a pesar de eso, dolía más que ninguna otra. Porque aunque tan solo hacía una semana había negado amarle, todo el mundo sabía que tan solo me engañaba a mí misma, pues amaba a Marcos desde la vuelta del viaje a los Hamptos.

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Ya... lo sé... pero no desesperen, esto no ha acabado aún... jajajajaja!! llevo dos llantinas seguidas con esta historia, me dolió mucho lo de Sam, pero lo de Marcos...uufff!! creo que Anne es una desgraciadita jajajaja!! en fin, como he dicho, no desesperen, esto no terminó aún :D

Este mensaje va para todos aquellos que me habéis preguntado ¿este es el final? ¿ya no habrá más capítulos? bien, no os preocupéis, cuando termine la historia, lo haré con la palabra FIN y en mayúsculas, para que no haya duda. Mientras tanto, aún hay esperanza... la historia tiene este nombre por algo... ;))

Como ya he dicho en algún capítulo, el autor de esta canción que sale al principio, está empezando como yo y como muchos de vosotros que sé que escribís, por lo que si os gustó la canción, vayan a Youtube y busquen a Diego Valdivia y pulsen en "me gusta", eso ayuda y anima mucho a seguir...

Capi dedicado aaa.... Maria Pastel, por todo el apoyo que siempre me das... no me creo que no te haya dedicado un capi aún, no tengo perdón jajajaja!! pero este para ti :D

Y ya saben, voten si les gustó y comenten lo que quieran. ¡¡¡¡ FELIZ 2014 a TODOS !!!! y gracias por las más de 200.000 lecturas :D :D estoy muuuy feliz :D

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