Capítulo 1x06: Hay cosas que lo complican todo. (Part. 2)

Capítulo 1x06: Hay cosas que lo complican todo. (Part. 2)

¿Saben ese momento en el que tu mente está tan llena de pensamientos que no te das cuenta de que has llegado a casa hasta que te topas con la puerta? Pues eso fue lo que me pasó a mí ese día, la actitud de Sam y el porqué de ella llenaron tanto mi mente, que ni recuerdo como cogí el metro, me bajé de él y anduve las tres calles que había que andar hasta el portal de casa. Así que no pude prepararme para toparme con Marcos nada más abrir la puerta.

- Ya era hora. – dijo nada más verme llegar.

Entonces me fijé en una pequeña maleta que había en la entrada y en él ya vestido y arreglado para salir.

- No sabía que habíamos quedado. – contesté de manera sarcástica.

Intenté no pensar mucho en esto, fui directa a mi cuarto a preparar la maleta y a cambiarme de ropa por una más cómoda y a la vez elegante, todo un reto… Y sobretodo no pensar en lo que me quedaba por pasar, no pensar en un viaje de autobús de dos horas aproximadamente y sentada al lado de mi peor pesadilla.

Al final elegí un vestido azul oscuro entallado en la parte de arriba, pero con una falda con vuelo hasta algo más arriba de la rodilla. Me puse unas medias ya que estaba entrando el otoño y hacía frío y unas botas altas con poco tacón. Supe que estaba bien en cuanto salí y Marcos parpadeó dos veces al verme.

No le entendía, me confundía y a la vez me enfadaba, ¿cómo podía mirarme así y a la vez odiarme de esta manera? Y sobretodo, ¿por qué me odiaba tanto? ¿acaso no había demostrado mis buenas intenciones para con Sam? ¿qué tenía que hacer para que me respetara un poco? Tampoco pedía que le cayese bien, solo que me respetara y dejara de mirarme con odio.

- Ya estoy lista. – dije en apenas un susurro.

Me había entrado el bajón. Tenía que ir al viaje, con Marcos de acompañante y con Sam que estaba más raro que nunca. No quería ir a los Hamptons…

- ¿Y si nos quedamos? – me preguntó Marcos leyéndome el pensamiento.

Por un momento sonreí ante esa genial idea, pero se lo habíamos prometido a Sam, para mi era un viaje de trabajo prácticamente y debía ir.

- Tú podías haberte librado. – le recriminé.

Él era el culpable de parte de nuestros problemas, si le hubiese dicho no a Sam, ninguno de los dos estaríamos lamentando el tener que ir juntos e intentar fingir que nos llevábamos bien.

- ¿Y dejarte sola con mi amigo para que puedas sacar tus armas? Ni en broma… - dijo con mucho desprecio.

- ¿Cómo he de decirte que no quiero nada con Sam? Solo somos amigos y no me aprovecho de él más de lo que lo haces tú y yo no te reprocho nada. – y me quedé bien a gusto después de estas palabras.

No contestó, ni que se atreviera hacerlo. Sabía que llevaba razón y que ambos estábamos en iguales circunstancias, la única diferencia es que yo era nueva y que estaba aquí en contra de su voluntad. Bien, pues me dan igual las voluntades de Marcos, pienso pasar un buen fin de semana y si no es con Sam, pues ya me divertiré con Sussan y su marido, al que por cierto conoceré en unas horas.

Y tras esa especie de revelación ante mis sentimientos, piqué algo de comer, recogí un poco la casa y nos marchamos hacia Walt Street. Todo en un absoluto, impresionante y agradable silencio.

Llegamos allí y Sussan ya estaba junto con un hombre alto, algo canoso y con unas agradables arrugas en los ojos, señal de que reía mucho. Parecía mayor que ella y la verdad es que nunca le había pedido información sobre su marido, solo sabía que se llamaba Ted y que le encantaba la música Jazz (dato que salió cuando le conté que tocaba el piano)

- Ted, esta es Anne. – dijo nada  más llegar junto a ella.

Ted me dio un caluroso abrazo y me sorprendí, aquí los dos besos no se estilaban y si se hacían presentaciones, se daba un apretón de manos y listo.

- Ted, Suss, este es Marcos, mi compañero de piso. – me negaba a presentarle como mi amigo.

Al principio me asusté, pensé que Marcos diría algo sarcástico o grosero, pero en lugar de eso se comportó como una persona normal e incluso agradable. Yo no dejaba de mirarle muy sorprendida, charlaba con todos y hasta sonreía, cosa que yo solo le había visto hacer en muy pocas ocasiones.

Cuando se me pasó el efecto que el nuevo Marcos estaba causando en mí, me puse a buscar a Sam casi con desesperación. Había tomado una decisión, como tenía tendencia a ser exagerada, esperaría a ver como se comportaba conmigo en un ambiente más relajado y luego ya decidiría en consecuencia. Si volvía a ser mi Sam, pues disfrutaría de la velada con su compañía y la del nuevo y mejorado Marcos. Si no, pues le cogería por banda y hablaría con él hasta que me contara que le pasaba.

Pero a pesar de que yo tenía mi plan, Sam no aparecía por ningún lado y un mal presentimiento empezó a posarse en mi estomago.

- No está. – me dijo Marcos al oído para que nadie lo oyera. – Me ha escrito diciendo que se va en la limusina con el jefe, que nos vería allí.

Intenté darle la menos importancia posible, pero la sensación de que algo malo iba a pasar se acrecentaba según nos acercábamos a la playa. Al menos Sussan se había sentado en los asientos de delante de nosotros y me iba entreteniendo un poco. Hasta que Lydia, la chica que vino esta mañana para avisarnos que el jefe bajaba, apareció en la conversación.

- Suss, creo que nos reiremos cuando le presentemos a Anne el soltero de oro. – dijo esta con un tono de burla.

- ¿Quién es el soltero de oro? – preguntó Marcos algo sorprendido.

Yo las miré a todas con suplica, esperaba que entendieran las señales y dejaran el tema como estaba. Pero Lydia parecía más cortita de entendederas que el resto y abrió su enorme bocaza.

- Samuel Gómez. Pero no te pongas celoso, él no sale con gente del trabajo. – dijo pensando que Marcos y yo estábamos juntos.

Empecé a encogerme en el asiento en el mismo momento en que noté la mirada penetrante de Marcos sobre mí. No me atrevía a mirarle, apenas levantaba la vista del suelo por miedo a sus represarías. Si ya pensaba mal de mí antes, ahora que parecía que todas las mujeres habíamos hecho una confabulación para presentarme a Sam, ¿qué pensará?

Nadie se percató de nuestro momento gracias a las enormes casas que empezaban a aparecer por las ventanas del autobús. Al final me atreví a levantar la vista hacia Marcos, dispuesta a tener una y mil discusiones por lo mismo. Pero en lugar de eso, este me miraba algo sorprendido y con mucha curiosidad.

- Nadie sabe que eres su amiga, ¿verdad? – preguntó pasados unos minutos de extrañas miradas.

- No. – contesté casi en un susurro.

- ¿Por qué no? Te abriría muchas puertas.

Estaba confuso y podía notarlo en sus ojos, sus cejas estaban demasiado juntas y su expresión era menos dura de lo normal, como más natural. Eso me sorprendió, pensaba que su estado normal era de un constante enfado, pero al parecer eso no era así y solo era constante cuando me miraba a mí.

- No…no quería parecer la enchufada. Pero eso ya lo sabías, lo hablamos el primer día, ¿recuerdas? – dije ahora yo más confundida que él.

Ambos se rieron de mí al desear que nadie supiese como conseguí el trabajo, así que no entendía a que venía tanto asombro.

- Ya, pero de eso han pasado ya dos semanas. – hice un movimiento con los hombros en señal de que no tenía respuesta para eso y él, aunque siguió mirándome con asombro, dejó el tema.

Las casas que se veían por las ventanas era increíbles, todas grandes y con piscinas, con lujosos coches aparcados en los garajes y con todos los setos bien cortados. Pero según nos acercábamos a la playa, esas primeras casas dejaron de parecerme grandes al lado de los palacios que se veían en plena orilla.

El autobús paró frente a uno de esos lujosos palacios, solo que este parecía el palacio de verano de algún rico de ciudad, cansado de ver contaminación y grandes edificios, para pasar a vistas panorámicas de toda la playa gracias a los amplios ventanales de la casa. Todas las paredes de esta eran de un pulcro blanco y toda la decoración estaba ambientada en el mar. Era la casa de verano que toda niña deseaba tener, esa que solo salía en las películas y con la que soñabas cada vez que tus padres te decían que os ibais de vacaciones a la costa.

- Es…es hermosa. – dije una vez que bajamos del autobús, solo que el único que me escuchó fue Marcos.

- Es perfecta. – contestó él.

Le miré con la boca abierta, ¿él había dicho que es perfecta? La verdad es que lo era, pero me sorprendía que le gustara tanto como a mí. Aunque en realidad lo que más me sorprendía es que tuviésemos otra cosa en común, si ya me sorprendió lo de que tocara el violín, el que coincidiéramos también en esto me dejaba descolocada. Cierto era que él es arquitecto de profesión y que quizás lo que para él era perfecto, no lo era de la misma manera que para mí.

Entramos en el recibidor exquisitamente decorado y una mujer con pinta entre azafata de vuelos y camarera, nos fue guiando a nuestras respectivas habitaciones.

La habitación era bastante grande, la cama ocupaba casi todo el espacio debido a sus dimensiones y un pequeño sofá junto a un tocador de época, todo en tonos blancos y grises.

- Dormirás en el sofá. – dije sin dar otra opción.

- Ya, seguro que sí. – dijo mientras se tiraba encima de la cama y me miraba con una sonrisa petulante.

La habitación también tenía su propio baño y entré en él junto con mi maleta. Necesitaba asearme un poco, desquitarme del corto pero intenso viaje y sobretodo, dejar de ver a Marcos. Su actitud me despistaba cada vez más y para colmo la sensación de querer volver a ver a Sam se posó en mi estomago en forma de nervios.  

Aún quedaban horas para cenar y me apetecía ir a dar un paseo por la playa antes, así que no me vestí de gala.

- ¡Marcos! - dije bien alto para que me oyera sin necesidad de salir de lo que ahora era mi fortaleza.

Pero dado su naturaleza estúpida, este no podía hacer otra cosa que entrar en el baño sin llamar, suerte que solo estaba de pie y mirándome en el espejo, sino le mato.

- Dime princesita. – dijo con sarcasmo y con una sonrisa maliciosa en la cara.

- Voy a ir a pasear por la playa. – le iba a pedir que se viniera, pero ya no tenía muy claro que quisiera su compañía.

- Y… ¿quieres mi permiso? – dijo él mientras hacia una cruz con los dedos – Tienes mi bendición.

Salí del baño y de la habitación, no podía más con su trastorno de personalidad y la verdad, no tenía muchas ganas de aguantarlo, solo quería encontrar a Sam y hablar con él, que me guiara como había hecho en momentos más difíciles y que, ahora que podíamos, estuviese a mi lado.

Ni siquiera me enteré de que Marcos me seguía hasta que salí al jardín trasero de la casa, el cual estaba perfectamente cuidado, con fuentes, piscinas, jacuzzis y de más pijadas… y me encontré con Sam.

No supe muy bien porqué pasó, pero las piernas me fallaron al ver como Sam besaba el cuello de una morena recién salida de una revista de moda. Marcos me sujetó fuertemente por el brazo y me atrajo hasta él para que no cayera.

Levanté la mirada para agradecerle el que me cogiera, pero me quedé petrificada al ver el odio en sus ojos, ese que hasta ahora me había echado a mí pero que en este momento iba dirigido hacia su mejor amigo.

No quise saber nada más, ni de uno ni de otro, salí casi corriendo hacia la playa dispuesta a dar ese paseo que tanto me había apetecido en la habitación. Solo que no iba sola, me acompañaban un sin fin de preguntas como: ¿Qué demonios me había pasado? ¿Por qué he actuado así? ¿Por qué mi corazón parecía haberse detenido? ¿Por qué Marcos miraba así a Sam? ¿Por qué Marcos me había mirado con tanta curiosidad en el autobús? ¿Qué pensaría Marcos después de esto? ¿Por qué me importaba lo que pensara Marcos?…

Y mientras yo me iba con mis preguntas a otra parte, Marcos siguió con su mirada envenenada hacia Sam hasta que este se fijó en él.

- Marcos, al fin has llegado. – dijo Sam demasiado contento, señal de llevar una copa o quizás dos – Te presento a… ¿Sheila? – la morena aceptó con la cabeza y se agarró del trasero de Sam.

- Sam, ¿podemos hablar, en privado? – le dijo Marcos sin relajar la mirada. Ambos se fueron a un rincón del jardín, escondidos entre una estatua y lo suficientemente lejos para que nadie los oyera hablar. - ¿Qué narices estás haciendo?

- Pues obvio, demostrarte lo poco que me importa Anne. – contestó Sam con una enorme sonrisa.

Marcos vio que había bebido, pero no lo suficiente como para considerarse que estaba borracho, eso quiere decir que sabía perfectamente lo que hacía y que lo había hecho apropósito.

- ¿Dónde está Anne? Quiero presentarle a Sheila, se que le gustará. – dijo Sam mientras buscaba entre los invitados que empezaban a hacer su aparición en el jardín.

- Te ha visto con ella y no ha querido interrumpir. – dijo Marcos de manera seca y cortante. El rostro de Sam cambió por completo, la sonrisa se le borró de la cara y ahora buscaba a su amiga con más ganas. – Creo que es mejor que no se la presentes y que dejes de beber ya.

Y con esas palabras, Marcos salió en busca de Anne y dejó a su amigo con los sentimientos confusos. Él sabía que no había hecho nada malo, pero la sensación que tenía en su interior era de todo lo contrario y a pesar de que no tenía pensado separarse de Sheila, no podía dejar de pensar en que cara habría puesto Anne al verle con ella.

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Ains!! pobre Anne...con lo bien que había empezado la historia y cada vez va más cuesta abajo...

Necesito que me digan que les parece la manera en la que está contada la historia, si se lían al leerla por cambiar de primera persona a pasado y luego a narrador...es para intentar ir mejorando!!

Capítulo dedicado a Karinaacato, por llevar conmigo mucho tiempo y apoyarme en cada cosa que me da por hacer...jajajaja!! Gracias!!

Espero que os haya gustado y que me digan su opinión. No se olviden de votar y comentar, se valora mucho!! Besossss!!! :D :D

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