Capítulo 1x01: La ciudad que nunca duerme.
Capítulo 1x01: La ciudad que nunca duerme.
El JFK, el aeropuerto que más sale en las películas de Hollywood, el que te lleva de lleno a la ciudad que nunca duerme, a donde todo es tan grande que eres capaz de sentirte una hormiga y a la vez saber que estás en casa. Nueva York era mágico y me encantaba la magia.
Sam y yo habíamos compartido algunas fotografías para saber reconocernos, puesto que habíamos hecho un trato, intenté no fijarme en su atractivo rostro ni en su cuerpo trabajado. Pero con la información que hoy poseo, os puedo decir que él intentó lo mismo que yo cuando le mandé mi fotografía.
Pero esto nos valió para reconocernos en el aeropuerto, aún así, él llevó una pancarta que decía: ¡¡BIENVENIDA ANNE!! Y si ya era difícil no fijarte en él con una fotografía delante, cuando ese cuerpo de metro ochenta, moreno, de ojos verdes y con todos los músculos formados, se te pone delante, no pude hacer otra cosa que abrazarlo para que no viese como se me caía la baba.
- Bienvenida Anne. – dijo en mi oído.- No sabes el tiempo que llevo esperando esto.
Las primeras lágrimas de esa tarde empezaron a caer de manera descontrolada. Solo podía admitírselo a él, pero lo había pasado realmente mal hasta la subida de ese avión. Mi madre no aceptaba ese viaje y supongo que era normal, para ella debía ser duro despegarse de su única hija, pero necesitaba hacerlo. Y mi padre ni siquiera lo supo hasta que me presenté en la puerta de su nuevo hogar para despedirme, días antes de la partida eso sí…
Lo bueno de mi viaje lo supe en el momento. Antes de poner un pie fuera del avión, mi cabeza iba de los engaños de mi ex a mi locura con Sam y mi nueva vida. Pero sobretodo me machaba con la infidelidad. Pero en cuanto abracé a Sam, mis penas y mis engaños desaparecieron de mi mente.
Y el verme aquí, en Nueva York y junto con la persona que lo ha significado todo para mí en los últimos meses, lo hacía todo sumamente feliz y las lágrimas no podían dejar de salir de mis ojos.
- Gracias por todo tu apoyo. – fue lo único que conseguí decir.
Estuvimos un buen rato así, abrazados y disfrutando el hecho de no tener kilómetros de distancia y una pantalla de ordenador delante. Quien diga que la comunicación por chat es mejor que la verbal o personal, es que no sintieron lo que sentí yo cuando le abracé, era llegar a casa, a mi alma, él era mi apoyo y mi amigo, el había sido quien me había ayudado a hacerlo todo posible.
- Tengo una sorpresa para ti en la casa. – me dijo cuando nos subimos a uno de esos típicos taxis amarillos, los cuales debo añadir que están locos, pensé que me mataban por el camino.
- No hacía falta que hicieras nada más, ya has hecho bastante. – dije sintiéndome culpable por abusar de su hospitalidad.
- Deja eso ya. Tú solo espera a llegar a tu cuarto. – intenté no pensar en ello y me encentré en otro problema que debía lidiar.
Del plan, lo único que me tiraba para atrás era el hecho de compartir piso. Sabía que con Sam no iba a tener problemas, pero Marcos era un completo desconocido para mí, ni siquiera sabía nada de él ni si quería que yo fuera a vivir a su casa.
La casa fue otra de las razones por las que acepté esta locura. Según me había contado Sam, la casa era de tres dormitorios y uno lo usaban como trastero, el mío. También tenían dos cuartos de baño y muy gentilmente, ellos me habían cedido uno para mi sola alegando un cliché sobre las mujeres y lo que tardaban en arreglarse. Por eso lo de Marcos me ponía algo nerviosa, ellos habían perdido con el trato y aunque yo me quedaba con la habitación pequeña, a ellos les obligaba a usar un baño para los dos.
- Dime que Marcos sabe que voy. – dije algo asustada.
- Lo sabe, pero no esperes que esté muy receptivo. – eso no me tranquilizó en absoluto.
La casa era de Sam, él era el que ganaba dinero por los tres. Su gran puesto como director de “noseque” sección de Infinity, le hacía ganar mucho dinero, tanto…que nos iba a mantener a Marcos y a mí, y todavía le quedaba para sus gastos. Por eso pienso que mi estancia en esa casa había sido por obligación de Sam y no por un mutuo acuerdo de los dos.
- Me odia, ¿verdad? – dije haciendo un puchero.
Él se rió de mí y me obligó a abrazarle. El taxista nos miraba por el espejo retrovisor esperando un poco más de acción, quizás unos besos y unas caricias subidas de tono, pero se quedaría con las ganas… Su amistad me importaba más que cualquier otra cosa en el mundo y no la echaría a perder por un calentón.
- Tus gestos son tal y como me había imaginado. – dijo mientras seguía riéndose de mi puchero.
- Me alegro divertirte. Pero prométeme algo. – dije mientras me ponía de rodillas en el asiento y le miraba con urgencia. - ¿Me defenderás si Marcos se enfada conmigo?
- ¿Por qué se iba a enfadar contigo? No veo como podría… - no quise contestar a eso, podía ser muy molesta si me lo proponía – Está bien, prometo defenderte.
Me recosté más tranquila en el asiento, no sabía nada sobre Marcos salvo que era arquitecto y que le era difícil encontrar trabajo de lo suyo, así que mientras lo hacía trabajaba en un bar de copas por la noche.
El taxi entró por uno de los muchos puentes que tiene la ciudad y dejé de mirar a Sam para contemplar la grandiosidad de Nueva York. Hasta los edificios más bajos eran enormes, mi boca se abría hasta el suelo y mi sonrisa se posó en mi rostro. No me lo podía creer, estaba en Nueva York, podré desayunar cruasanes en Tiffany, podré pasear por Central Park y visitar algún musical de Broadway.
Lo mejor de esta ciudad era que desde que llegabas, te sentías como en casa. Sus calles son una cuadricula perfecta, lo que hacía imposible perderse. Todo te sonaba de haberlo visto, es como si ya hubieses estado aquí.
- Para que te acuerdes, - me dijo Sam sacándome de mi ensoñación. – vivimos en la sexta avenida con la calle cincuenta y cuatro.
Yo volví a mi ventana, cruzábamos calles y calles, atravesábamos las avenidas tan rápido que apenas podía ver nada. Sam se acercó a mi lado y con el dedo, me iba diciendo que era cada cosa. Habíamos hablado mucho sobre este momento, sobre que me enseñaría la ciudad y los lugares que a él más le gustaban, y no fue hasta hace un mes que lo vi posible.
El taxi paró de golpe y Sam sacó un fajo de billetes verdes para pagar al conductor. Le pagó más de lo que marcaba el taxímetro, ya que aquí la propina era obligatoria. Había hecho mis deberes acerca de la ciudad, no quería parecer más extranjera de lo que ya lo parecía y el idioma no iba a ser un problema. Hablaba inglés perfectamente, pero tanto Sam que era de Valencia y Marcos que era de Barcelona hablaban castellano, así que solo necesitaba mi inglés para fuera de casa.
El edificio era gigantesco, un toldo indicaba la puerta de entrada y un hombre, vestido con un traje gris y botones dorados nos abrió la puerta mientras decía:
- Buenos días señor Gómez, veo que tenemos nueva inquilina en el edificio. – eso último lo dijo mientras se fijaba en las cuatro maletas que había traído de equipaje.
- Carl, esta es Anne y vivirá en mi piso hasta nueva orden. – dijo Sam con su perfecto inglés sin nada de acento extranjero.
El tal Carl me cogió las maletas y nos acompañó dentro del portal el cual era una sala de unos cuarenta metros cuadrados, con una zona de buzones para el correo, un recibidor donde supuse que a veces se encontraría Carl, unas escaleras a un lado y el ascensor al otro. Entramos en este último y Sam dio a la planta dieciocho, el último piso.
“¿Dieciocho? ¡Guau! Será como vivir en el cielo. – recuerdo que pensé.”
El ascensor nos dejó en el recibidor de una planta donde solo había una puerta, Sam despidió a Carl entregándole, discretamente, un billete de agradecimiento.
- Bienvenida a tu nuevo hogar. – me dijo con una sonrisa mientras abría la puerta del apartamento.
Mi boca no podía estar más abierta, el piso era todo diáfano, un enorme sofá en el centro era lo que marcaba la separación de la zona de relax a la de comer. La cocina se separaba del resto por una encimera (comúnmente llamado barra americana), todo era de tonos grises y blancos, lo que le daba un aspecto de limpieza absoluta.
- ¿Te gusta? – dijo impaciente Sam tras varios minutos de silencio.
- No, - hice una pausa teatral en el que él me miraba algo asustado y dije: - ¡Me encanta!
Suspiró de alegría y cogió mi mano para empezar a tirar. Le seguí a rastras por la casa, en la zona de derecha había una puerta que daba a un amplio pasillo y este tenía cinco puertas que supuse que serían los dos baños y las tres habitaciones. Cada habitación estaba marcada con la inicial de la persona que habitaba en ella, la S y la M eran metálicas y básicas, pero la A era de color lila y tenía dibujada una mariposa amarilla.
Abrí la puerta sin miedo, deseaba ver la habitación más que nada en el mundo y cuando lo hice, más lágrimas empezaron a caer por mi rostro. Sam había hecho un buen trabajo con la decoración, había acertado en cada detalle, en la cama de cabecero negro, en los cuadros con fotografías de pianistas famosos y de compositores de Jazz… También había una mesa escritorio para poder dejar mi ordenador portátil y lo más importante de todo, lo que me hizo caer de rodillas a un metro sobre él y derramar más y más lágrimas, mi regalo, un teclado eléctrico profesional con grabación…
- ¡Oh Sam! – fue lo único que fui capaz de decir antes de tirarme a sus brazos y llenarle de lágrimas el polo.
- No sabía que lloraras tanto. – me dijo con una carcajada.
- Y no lo hago, pero es que estoy llena de emociones.
Alguien carraspeó desde el pasillo y nos separamos de un salto, como si estuviésemos haciendo algo malo. Un hombre de unos veinticinco años, pelo castaño y ojos color canela, nos miraba desde el umbral de la puerta de “mi habitación”. Mis nervios se dispararon al entender de quien se trataba, era Marcos y era igual o más atractivo que Sam, iba a ser insoportable vivir aquí.
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Más o menos se ve por donde va la cosa, no...jajaja!!
Dedicación especial a mi solete!! espero que te guste :D :D
Espero que les guste y ya saben...voten y comenten :D :D
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