Capítulo 💎3💎

Me abalancé sobre ella, sin dudarlo.

No permitiría que le ocurriese nada malo. Sin ella, la misión estaba perdida. La toqué, la rocé, mi cuerpo se amoldó de una manera impresionante, atraído por el deseo de proteger a una pieza clave en este partido de ajedrez.

Después de varias vueltas, caí sobre su anatomía.

Pero, ¿cómo podía mantener control sobre sus sentidos en una situación así?

No tembló, no gritó, su agarre a mi espalda era fuerte como una roca, firme y sin titubeos. Era como si estuviese acostumbrada al sonido de las balas, como si poseyera entrenamiento físico mental para mantener el temple.

Los disparos cesaron, y su mirada gris impactó en mi sistema ocular. Sus cejas pobladas se mantenían contraídas, analizando cada una mis facciones.

¿Su rostro era real?

Jamás había visto nada semejante. La perfección existía y su apellido era di Rossi.

Sus labios rojos e hidratados habitaban a centímetros de los míos. Por un momento, sentí la necesidad de alejarlos. Su poder embriagaba al más cuerdo de los hombres.

Los gritos de las personas cerca del emporio se agudizaron. Sentí pasos firmes corriendo hacia nosotros, con la urgencia requerida en estos casos.

—¡Aléjate de ella! —vociferaron.

Lo próximo que aprecié, fueron dos armas apuntando a mi cabeza. Alessia permanecía bajo mis músculos, sin moverse.

Uno de ellos, me apartó con fuerza y me estancó contra el suelo, empleando una técnica de inmovilización simulando a una llave de lucha. Me tomó desprevenido, con agilidad y determinación.

El otro se dirigió a Alessia, ayudándola a levantarla. Lo reconocí por lo informes que envió Smith. Era Bastian Stoica, ex militar originario de Rumanía. La sombra de di Rossi.

—Señora, ¿está bien? —pronunció preocupado.

Ella asintió sin palabra alguna, con su vista clavada en mí. Acomodó su cabello mientras controló su respiración, esa había sido la única señal de debilidad demostrada. Su porte era frío, elegante y seductor.

—¿Qué hacemos con él? —preguntó el rubio que me sostenía.

En esta posición era imposible contraatacar. Mis mejillas besaban el asfalto tibio, mi columna vertebral estaba reducida, era una posición incómoda.

Aun así, mi atención permanecía en la mujer más poderosa de Grecia.

—Lo llevaremos a interrogarlo —sentenció Bastian.

—Albanés, suéltalo. —Por primera vez oí su voz delicada, pero intimidante—. Él me ayudó.

El rubio, el cual deduje que era de Albania, me liberó sin emitir un solo sonido.

Me levanté sacudiendo mi chaqueta de cuero negro. Todo el ambiente se alteró notablemente, los vigilantes del edificio y trabajadores de la primera planta se movilizaron en segundos, contrariados por lo sucedido. La policía griega estaría por llegar.

Alessia percibió todo el alboroto, y se incomodó frunciendo su entrecejo.

—Vamos adentro. —Le comunicó a Bastian. Dio media vuelta para retirarse, pero se detuvo observándome—. Tú también vienes.

Fue su última orden antes de adentrarse al edificio, seguida por Stoica. El rubio albanés hizo una señal con la palma de la mano, indicando el camino.

—Ya oíste a la jefa —expresó. Su acento era marcado, como una mezcla de ambos idiomas.

Accedí, sin resistirme.

No quería levantar sospechas, esta gente era muy desconfiada. Todo parecía indicar, que alguien quería ver muerta a Alessia. Por suerte, detecté las armas y actué rápido.

El lugar continuaba intensificado por las emociones que otorga un suceso como este. Los murmullos, las miradas atónitas y los pulsos acelerados.

Los cuatros ingresamos a la impresionante edificación, pero lo hicimos por la entrada que proporcionaba el estacionamiento interno del emporio. A fin de cuentas, no me impresionó emplear este sitio en lugar del acceso principal.

Alessia evitaba la aglomeración del personal.

El aparcamiento se hallaba saturado de autos, en su mayoría de color negro. Fue imposible no apreciar la figura de esa mujer, su estilo al caminar, su contoneo de caderas, y la forma en que dominaba esos tacones de altura considerable.

Todo en ella era oscuro.

Fue la primera en abordar el ascensor, pero Bastian se detuvo para emitir una orden.

—Albanés, ustedes dos van después. Quiero que estés atento a cualquier movimiento raro. Los esperamos arriba.

Me analizó severamente antes de ingresar al espacio metalizado. Según la información, Bastian había estado durante años al servicio de Alessia. Se desconocía cómo se conocieron. Él solo seguía órdenes de ella, su lealtad era sorprendente.

—Entendido, señor —dictaminó el rubio.

No era extraño que Bastian lo llamase por su nacionalidad, era costumbre militar emplear seudónimos, apellidos o cualquier otro rasgo distintivo.

Antes de que las puertas se unieran, esa mirada gris me observó profundamente. No pude evitar sentir un escalofrío. Parecía un ángel negro, de esos que sabes que son peligrosos, pero que no puedes evitar mirar.

Un minuto después, el ascensor regresó. El trayecto duró lo necesario. En cuestiones de segundos, ya estábamos en la cúspide del edificio.

Este lugar era un prodigio de la arquitectura moderna. Simulaba a un hotel de lujo de Dubái. Las alfombras, las cortinas, cada adorno y cada cuadro, emanaban un aura portentosa.

Pero debido a su vínculo con Black Diamond, estos lujos estaban manchados con sangre.

Caminamos hasta quedar frente a una puerta de madera, de varios metros cuadrados. Alessia levantó una pequeña tapa de cristal enclavada en la pared, colocó su rostro cerca de ella y varios segundos después desapareció su seguro.

Era un escáner de iris.

Ella ingresó a la zona restringida, la cual probablemente era su despacho. La seguimos tras la indicación de Bastian.

Al instante, una voz femenina hizo repercusión por todo el mayúsculo espacio.

:Buenos días, señora Alessia. Bienvenida al emporio.

El rubio de mi derecha se asustó, tomando una posición defensiva. Bastian y Alessia se observaron, cuestionando al albanés.

No pude evitar reír internamente.

—Albanés, es el sistema de asistencia —anunció Alessia. Juro que la vi sonreír ligeramente, o quizás fue un falso reflejo.

El rubio tomó su posición original acomodando su corbata, mientras carraspeaba su garganta.

Las cortinas comenzaron a ascender automáticamente, otorgando una hermosa perspectiva de la ciudad. Las luces se regularon con una iluminación adecuada, y el aire acondicionado se mantuvo con una temperatura fresca.

:Hoy es lunes, 30 de mayo de 2022. Tesalia posee una agradable temperatura de 19°C. El cielo está parcialmente nublado, y no se pronostica lluvias para el día de hoy. Detecto la presencia de cuatro personas en la sala, ¿es correcto? Espero confirmación.

—Correcto, Leila.

Informó Alessia tomando como asiento la silla presidencial. Con un sistema de seguridad así, era imposible esconderse en un rincón de esta gigante sala.

:Confirmado. Le deseo un excelente día.

La voz computarizada se desvaneció, otorgando un silencio sepulcral. A partir de ahora, debía evaluar cada una de mis palabras.

—Señora, no entiendo que hago aquí —pronuncié por primera vez.

—Es mejor que te sientes.

Me señaló los asientos característicos color negro, los cuales permanecían al lado opuesto de su escritorio. Miré hacia atrás, vi a Bastian y al albanés posicionarse a los laterales de la puerta, simulando a dos estatuas de presentación. La tensión en el ambiente era electrizante.

Descansé en el asiento, mientras su mirada fría color gris me detallaba.

—Perdona el trato descortés de mi empleado —enfatizó haciendo alusión al rubio que me neutralizó—, espero que entiendas que estaba haciendo su trabajo.

—Lo entiendo, no se preocupe.

Con un gesto etéreo, colocó el dorso de su mano cerca del rostro, mostrando los diamantes de varios quilates que adornaban su anillo.

—¿Cuál es tu nombre?

—Roy..., Roy Donovan.

La agencia anuló de la base de datos todos mis antecedentes, usar mi verdadero nombre no suponía un problema.

—Señor Donovan, ¿cómo supo que me iban a atacar? Recuerdo haber escuchado su alerta antes de los disparos.

Me acomodé relajando mis músculos, la rigidez no proyectaba seguridad.

—Ese auto iba a una velocidad aproximada de 15km/h, algo bastante raro tomando en cuenta que era el único vehículo en movimiento sobre la calle, eso captó mi atención. Lo próximo que vi fueron dos Glock G19 de 9mm apuntándole, y mi instinto me hizo abalanzarme hacia usted.

Alessia miró en dirección a Bastian. Necesitaba sorpréndeles.

—Vaya, señor Donovan —pronunció asombrada—. Es un excelente observador. Además, ¿sabe de armas?

—Es parte de mi trabajo.

Atraje su atención.

—¿Qué trabajo implica el conocimiento sobre armas, señor Donovan? ¿Es usted policía?

Bastian carraspeó su garganta en señal de impaciencia.

—Soy guardaespaldas.

—¿Guardaespaldas? —replicó recelada—. ¿Y qué hace un guardaespaldas a metros de mi emporio a las 8 de la mañana?

Alessia era una mujer inteligente, cuestionaba y analizaba todo.

—Vine a visitar a un familiar.

Y ahora era cuando se complicaba más el juego, cada fragmento debía acoplarse a la perfección.

—Un familiar de usted, ¿aquí en mi empresa? —irguió su espalda a la defensiva—. No le entiendo, explíquese mejor.

El carácter italiano afloró de inmediato.

—Estaba cerca del emporio porque pretendía visitar a una persona que trabaja aquí. Selena Michaelson, es mi hermana.

Mejor dicho, agente Selena Michaelson, perteneciente a la central de Washington. Smith decidió infiltrarla meses atrás. Hasta ahora, había facilitado gran parte de la información sobre el caso, ella sería la excusa ideal para mi presencia aquí.

—Selena Michaelson, ¿mi secretaria? —asentí—. No sabía que tuviese un hermano, pero acláreme algo..., usted es de apellido Donovan y Selena es Michaelson.

La desconfianza en un mundo como este te libraba de muchos problemas, y parecía ser que Alessia di Rossi tenía bien clara esa frase.

—Selena y yo somos hermanos por parte de nuestra madre. Llegué de Los Estados Unidos hace poco, hacía tiempo que no nos veíamos. No pude esperar, y vine a visitarla.

Todo detalle falso estaba fríamente calculado. La agente Michaelson y yo solo éramos compañeros de trabajo, aunque a partir de ahora actuaríamos como familiares.

Alessia guardó unos segundos de silencio, era una mujer impredecible. Sus gestos corporales eran difíciles de descifrar. No sabía si había confiado en la historia.

Segundos después, presionó un botón proveniente de un sofisticado teléfono.

—:Selena, necesito que vengas a mi oficina.

:Enseguida, señora.

Por supuesto, llamó a la agente Michaelson.

Minutos después, Selena cruzó el umbral de la puerta solicitando permiso. Cuando se percató de mi presencia, templó sus rasgos faciales.

:Señora Alessia, detecto una nueva presencia en la sala, ¿es correcto? Espero confirmación.

¿O través el sistema?

La voz computarizada le advertía cada vez que alguien entraba a la sala. Su sistema de audio provenía de forma generalizada. Maldije internamente. Iba a ser complicado entrar sin ser detectado.

—Correcto, Leila.

Probablemente, Leila estaba programada para recibir órdenes solo de la voz de Alessia.

:Confirmado.

—¿Roy? —Selena se abalanzó sobre mí en un cálido abrazo—. ¿Qué haces en la oficina de la señora Alessia?

Cuando iba a responder, Selena continuó al mando de la conversación.

—Señora, ¿está usted bien? Oí comentarios sobre los disp...

—Todo está bien, Selena. —Alessia la interrumpió cortante—. No sabía que tenías un hermano.

—Señora, es que no veía a Roy desde hace años. Por eso, usted no sabía de su existencia.

La voz de Selena era directa y firme, tal y como la recordaba.

—Entiendo —musitó Alessia—. Imagino que tendrán mucho de qué hablar, después años. Puedes retirarte, Selena.

Suspiré satisfactoriamente, todo iba saliendo de acuerdo al plan. Selena salió de la sala, sin poder evitarlo.

—Me alegro que todo se haya aclarado, me retiro.

Volteé pero Bastian y el albanés cerraron mi paso. Giré sobre mi propio eje, y observé expectante a la italiana.

—Aún no termino con usted, señor Donovan. —Se levantó de su asiento y caminó lentamente hasta mí—. Quiero agradecerle por lo que hizo.

Me ofreció su mano en señal de buena cortesía, la tomé sin dudarlo. Su piel era tersa y delicada, como un algodón. Nuestros ojos se fijaron mutuamente por fracciones de segundos.

—Lo hubiese hecho por cualquier persona. —Le respondí, sin titubeos.

Ella sonrió repentinamente, retirando su mano de la mía. Como si el contacto quemara.

—Es usted muy valiente, señor Donovan. Si algún día necesita algo, cuente conmigo.

Bingo.

Quedé frente a Alessia di Rossi. La misteriosa conexión con Black Diamond, la reina de joyas, la italiana de ojos grises.

Instintivamente, miré hacia su escritorio. El cartel refinado y cristalizado con la palabra CEO me otorgó la señal.

La primera parte del plan estaba cumplida.

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