Capítulo 💎15💎
—La encontramos en las cercanías del río Alcantara, estaba inconsciente y con fuertes heridas en sus piernas. —La monja de tercera edad comentaba angustiada.
—¿Ha dicho algo?
Ahí estaba ese señor, nuevamente. Mi mente estaba confundida por tanto sufrimiento. Las magulladuras en mi piel no laceraban como el dolor en mi corazón, deseaba morir.
—Nada aún, señor Allen. La niña está muy asustada, intuyo que presenció algo traumático.
Señor Allen, así era como se hacía llamar ese hombre que me visitaba por tercera vez. Con esa gabardina negra y su cabello recién cortado. Este convento era lo único que me protegía de los que me querían hacer daño, pero sé que necesitaba escapar de este lugar y hallar a mi hermana.
El señor Allen se acercó hasta quedar a mi altura:
—Sé que estás asustada, pequeña, pero aquí estoy para ayudarte. No pretendo hacerte ningún daño, con nosotros estás segura —hizo una pausa—, si me cuentas que te pasó, podré ayudarte.
Continué en silencio, quizás este hombre podría ayudarme a encontrar a mi hermana, o quizás, lo enviaron a matarme como lo hicieron con mis padres.
—De acuerdo, no te presionaré. Quiero que confíes en mí, cuando te sientas preparada podrás contarme lo que pasó. ¿Sabes? Tengo un hijo, un poco mayor que tú, su nombre es Liam, tal vez puedo traerlo algunas tardes para que juegues con él, ¿te apetece? —Lo miré fijamente, sin emitir ningún sonido o gesto corpóreo—. De acuerdo, tomaré eso como un sí.
Tres días después, me hallaba en el pequeño patio del convento. Mis heridas sanaban, ya podía sentir el flujo sanguíneo recorrer los dedos de mis pies. Aunque mi voz aún continuaba ausente.
—¿Eres tú la que no habla? —Un niño de cabello castaño estaba frente a mí—. ¿Qué pasa, los aliens te comieron la lengua?
¿A este niño no le enseñaron modales? ¿Qué maneras son esas de iniciar una conversación?
—Como odio a mi padre por obligarme hacer esto —recitó entre dientes tomando asiento junto a mí—. Es mejor para mí que no hables, así esto acabará cuanto antes. Mi nombre es Liam, y como sé que no hablas no me interesa saber el tuyo. Mi padre y esa monja deben estar por algún lado vigilándonos, así que te daré esto y nos libraremos del problema.
Me pasó una bolsa de regalo. Odiaba este niño caprichoso e insolente, su altanería me ponía de los nervios. Tomé el contenido de la bolsa y extraje de él una preciosa muñeca de cabello rubio.
—La muñeca fue idea de mi padre, yo no invertiría mi tiempo en regalarte una. —Lo observé hastiada—. ¿A qué esperas? Ya puedes gritar de la emoción, ¿no es lo que hacen las niñas cuando ven a una muñeca?
En un acto decidido, arranqué la cabeza de la muñeca y puse ambas partes en sus manos. Él me observó sorprendido, con cierto brillo en sus ojos.
—¿Así que eres ruda?
—Ratón —pronuncié por primera vez.
—¿Ah?
—Se dice los ratones te comieron la lengua, no los aliens.
—Así que hablas, que mal, me agradaba la idea de que fueras muda.
—Y a mí me agrada la idea de que te largues de aquí y lleves la muñeca a ese aliens tuyo que come lenguas, imbécil.
—Auch, eso dolió. —Se encogió de hombros, levantándose del banquillo—. Resérvate los insultos, mañana vendré a visitarte.
—Pensé que te caía mal.
—Y lo sigues haciendo, pequeña rubia.
<•••>
—¿Di Rossi? —Salté saliendo de mi trance.
—¿Sí?
—Debemos repasar el plan antes de marchar. —El comandante Nogueira me provocó un choque de realidad al extender el mapa sobre la rústica mesa, los demás se acercaron impetuosamente—. La lluvia de anoche obstruyó varios caminos que utilizaríamos como ruta. Mi equipo realizó una exploración esta mañana para determinar que trayectoria sería mejor tomar hasta el campamento de Los Alzados.
La selva podía ser verdaderamente molesta. Por más que estuviese acostumbrada a estos terrenos hostiles, jamás lidiaría con la horrorosa mezcla de lluvia y barro.
—¿El plan es llegar y atacar? —interrogó Donovan.
—Tenemos alguien adentro que nos dará la señal en el cambio de guardia —alegó Valeska—, nosotros los superamos en cantidad y tenemos a nuestro favor el factor sorpresa.
—Me parece una mala estrategia. —Donovan intervino—. Nos colaremos en un territorio que ellos dominan, ¿quién nos garantiza que el factor sorpresa esté de nuestro lado? ¿Acaso ellos no pueden también tener un informante aquí dentro como lo tienen ustedes en aquel campamento?
—¿Estás queriendo insinuar que hay traidores en mi equipo? —Nogueira alzó su voz.
—¡Cálmense los dos! —grité—. Nogueira, Donovan no está insinuando nada. Solo está valorando todas las posibilidades. Y tú, Donovan, es mejor que te calmes, el campamento de Nogueira es de mi total confianza.
—Señora, este plan no me gusta, tiene muchas fisuras.
—¿Qué sugieres, que deje mi diamante en manos de Los Alzados? ¿Crees que viajé hasta aquí porque esto es un juego, o quieres que te recuerdes por qué estás tú aquí? Es mejor que te tranquilices y no tientes a mi paciencia, Donovan.
Lo admito, me fascinaba someterlo. Esto era una guerra por la supremacía, en juego que solo entendíamos él y yo.
—Mi deber aquí es protegerla, no responderé por más nadie, solo por usted. Le prometí que le traería su diamante y eso haré, pero no la arriesgaré con un plan que tiene puntos débiles, es mejor que usted se quede aquí.
Roy Donovan, en ocasiones me pregunto si podrás resistir lo que se avecina.
—Ya lo orden está dada, partiremos todos al atardecer —dicté dándole las espalda.
•••
Las horas habían transcurrido velozmente, llevamos minutos andando, con el leve sonido del chapoteo de las botas militares sobre el lodo. Un asco, en el mayor sentido de la palabra. Todos estaban concentrados en sus caminares, lo que facilitó que Bastian se acercara un poco a mí:
—No sé por qué siento que estás disfrutando esto más de lo planeado.
—No sé a qué te refieres, Stoica.
Rió medianamente:
—Lo sé, siempre te gustaron los juegos de poder. Te excita tener el control sobre el americano.
—¿Ahora eres psicoanalista? Pensé que eso era trabajo de Kai.
—Nos llevarás a la ruina, Alessia.
Me detuve observando sus pupilas.
—¿Ya no soy señora?
—Estás jugando con fuego, y ambos sabemos que no eres pirómana, señora.
—Metete en tus asuntos.
Extendió su mano y me ofreció una pequeña piedra azul:
—Que no se rompa la tradición, zafiro.
Zafiro...
Guardé la gema en mi bolsillo derecho, viendo como Bastian se alejaba en el camino. Donovan volteó a verme, con el justo tiempo para que no viese lo que oculté en el bolsillo de mi pantalón. Continué caminando hasta pasar por su lado.
—¿Es manía suya levantarse sin dar los buenos días?
—Dormí con usted, Donovan, no es necesario tanto formalismo.
Me susurró cercanamente:
—Recuerde que estoy aquí para que esa frase tome el verdadero sentido que tiene.
—Nunca habían llegado tan lejos solo por acostarse conmigo, ¿robar un diamante? ¿Debo sentirme afortunada?
—Nunca habían llegado tan lejos solo por probar mi lealtad, ¿hacerme robar un diamante? ¿Debo sentirme afortunado?
—Procure llegar vivo hasta la noche, Donovan. Sería una lástima deberle algo a un muerto.
Abrió su boca para objetar, pero el comandante Nogueira hizo una señal de aviso. Habíamos llegado al lugar señalado, nos ocultamos detrás de los arbustos, cada uno empuñando sus armas. Valeska observó a través de los binoculares, recorriendo el terreno. Junto a los hombres de Nogueira superábamos a los quince integrantes.
Donovan, Bastian y el albanés solo seguían mis órdenes, dispuesto a atacar en cualquier momento. Avanzamos hasta el campamento, pero algo andaba mal, estaba desierto. Ni la más mínima señal de nadie.
—Esto no me gusta —pronunció Donovan antes de escuchar unos disparos.
El caos comenzó y decenas de insurrectos armados nos emboscaron emergiendo de los alrededores, de forma escurridiza. Varios tiros al aire sucedieron hasta tener un arma sobre mi cabeza.
—¡Bajen las armas o la mato! —Era un hombre de complexión fuerte, me tenía acorralada contra su pecho.
—¡Señora! —vociferó Bastian.
Donovan abrió los ojos como platos hasta maldecir, sé que estaba molesto. El plan no era de su agrado desde un principio.
—¡Calma, bajaremos las armas. No le hagas daño! —intermedió Nogueira.
—Déjala libre, yo tomaré su posición —propuso Roy bajando su arma hasta el suelo.
Mi opresor rió sarcásticamente:
—Parece que esta perra vale mucho. ¿No creen, muchachos?
Los Alzados rieron. Mi equipo estaba sometido, sin poder contraatacar.
—Más perra será tu madre, hijo de puta —pronuncié logrando enfurecerlo.
—Vaya, parece que la hembra tiene carácter. Le encantarás al jefe.
Me guió a la fuerza, intenté zafarme, pero recibí un puñetazo en mi mejilla. Cabrón.
—¡No la toques, cabrón de mierda! —Donovan forcejeaba contra el que lo tenía sometido, mientras a los otros los ataron de manos.
—Camina adentro, hija de puta —colocó el gatillo contra mi sien—, traigan al muñequito defensor también.
Roy y yo fuimos trasladados hasta el interior de la carpa principal. Un hombre uniformado aguardaba por nosotros, con una sonrisa maliciosa en su rostro.
—¡Qué honor! Alessia di Rossi en mi humilde morada, ¿a qué debo el honor?
—Sebastián Hidalgo, ¿es así como tratas a tus invitados?
Nos arrodillaron a Donovan y a mí, él observó mi mejilla y apretó sus labios como señal de impotencia.
—Perdone usted, reina de diamantes. Debí traer el colchón de plumas egipcias para su majestad.
—¿Díganos que quiere? —intercedió Donovan—. Pero déjenla a ella afuera.
—¿Tu guardaespaldas, supongo?
—¿Qué quieres, Hidalgo? —objeté.
—No, ¿qué quieres tú, di Rossi? ¿Mi diamante?
—Negociemos el diamante, Hidalgo. Unas manos como las tuyas no merecen tocar algo tan caro.
—¿Ni en una situación así se te quita lo altanera? —Tomó de mi cabello y apuntó el arma contra mi mejilla.
—¡Suéltala, maldito!
Hidalgo me empujó, listo para disparar. En un acto impredecible, Donovan se colocó frente a mí, bloqueando el arma.
—Donovan, ¿qué haces?
—No dejaré que la maten —musitó contra mis labios.
Nunca conocerás totalmente a una persona, Alessia. Nunca lo olvides.
Quedé anonadada en una fracción de segundo, procesando emociones, hasta que un sonrisa brotó de mí, confundiéndolo. Me alejé de él hasta posicionarme frente al arma que me apuntaba. Hidalgo me cuestionó severamente hasta bajarla.
—Buen trabajo, Sebastián.
—Estamos para servirle, señora Alessia.
—¿Cómo? —La voz de Roy estaba confundida, mi actuación había sido estelar—. ¿Qué está pasando?
Bastian ingresó hasta colocarse a un lado del interior. Anduve hasta el hombre que me golpeó, decididamente le propiné un puñetazo, rompiendo su labio. Él ni se inmutó, bajó la mirada como un fiel soldado.
—Te dije que no me golpearas en la cara —enfaticé.
—Los siento, señora Alessia. Era para hacerlo más creíble.
—Alessia, ¿qué está pasando aquí? —Su tonalidad de voz nuevamente confusa.
—Roy Donovan, frente a ti tienes a la líder de Los Alzados, yo.
Sus facciones se contorsionaron, con ese entrecejo fruncido como lo recordaba. Cada expresión de Roy era singularmente atrayente.
—¿De qué estás hablando, Alessia? ¿Cómo que tú eres la líder de toda esta gente? ¿A qué juegas? ¿Y el diamante?
—Descansando tranquilamente en mi caja de seguridad.
—¿Todo estaba planeado? ¿Montaste todo esto para qué si ya tenías el diamante?
—Necesitaba saber si eras capaz de hacerlo, Donovan. Necesitaba confiar en ti.
—Eres una sádica, Alessia. ¿Disfrutaste todo esto?
—Sí —admití—, aunque aún puedo disfrutarlo más. ¡Tráiganlo!
Los hombres acataron mis órdenes trayendo el rostro ensangrentado del albanés, hasta tirarlo en el suelo entre quejidos.
—Tenía la sospecha de que el albanés me estaba traicionando. Así mataba dos pájaros de un tiro, me demostrabas tú lealtad y confirmaba su traición. La lluvia no bloqueó la antigua ruta. El albanés le informó a Los Alzados el nuevo camino que tomaríamos, él sabía que nos emboscarían.
La traición procederá de donde menos lo imagines, Alessia.
—Ahora te toca a ti, Roy Donovan —sentencié otorgándole un arma—. Mata al albanés.
Su respiración se entrecortó dubitativamente.
—¿Qué?
—Viniste aquí para demostrarme tu lealtad. Un tiro certero en el pecho y recuperas mi confianza.
—No soy un asesino, Alessia.
Sonreí diabólicamente:
—Eso o nada, Roy.
Sus pupilas desaparecieron entre sus párpados. Le había puesto contra la espada y la pared. Noté una lucha interna que recorría su cuerpo. Tomó el arma y apuntó, abrió sus ojos tragando en seco.
—Por favor, señora, no lo haga. N-No me maten, por favor, tengo familia. Haré lo que usted quiera, pero no dejen que me maten.
Al escuchar la palabra familia, Roy me observó cuestionante.
—Hazlo, Donovan.
Un grito emergió de su garganta para luego disparar, un tiro certero en el pecho como le había indicado. Soltó el arma al suelo, tocando su cabello. Roy estaba conmocionado.
Reí junto al cuerpo sin vida del albanés.
—Te dije que cuando terminaras esta misión ibas hacer cosas políticamente incorrectas ante la ley.
—Estás enferma, Alessia di Rossi.
—Bienvenido a mi mundo, Roy Donovan.
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N/A: Notita rápida.
Los mejores deseos para este 2023. Que sea un año de prosperidad para todos. Espero haber generado un poco de intriga.
Prometo actualizar pronto ❤️
Un abrazo fuerte,
Dani
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