Capítulo 💎13💎
Su olor...
Nunca imaginé que resultara tan sencillo reconocer a alguien por su olor, ese aroma característico que poseemos cada persona. Dulces, florales, almizclados, amaderados.
—Primera lección, Alessia —susurró cortante—. De todos los sentidos, ¿cuál crees que sea el más importante?
—¿La visión? —Dudé—. Ohh... ¿la audición, también? Espera, ¿no se supone que todos son importantes?
—¡Papá, Zafiro no sabe, deja que conteste yo! —interrumpió esa tercera voz, mientras levantaba su mano como si estuviesemos en un salón de clases.
—Silencio —pronunció su nombre—, no llames así a tu hermana. Deja que ella conteste.
Zafiro. Así me me llamaba cariñosamente.
—Zafiro no es mi hermana.
—¡Auch, eso dolió! —bufé sacando la lengua—. Como si quisiera serlo.
Jaló una de mis trenzas, haciendo que arquera mi nunca.
—¡Papá, dile algo! —vociferé—. Jaló mi cabello.
—¡Silencio, los dos! —ordenó tajante captando nuestra atención—. Parecen niños. —Fijó su vista en mí—. Alessia, continúa.
—Todos los sentidos son importantes.
—Perfecto, Alessia. Sin ellos, estaríamos indefensos de alguna manera. Los sentidos te ayudan a vivir, pero hay uno que te permite sobrevivir.
—¿Cuál? ¿Uno más más importante que los otros? —cuestioné.
—¡Papá, esta vez déjame responder a mí! Zafiro ya lo hizo.
Nuestro padre alzó sus ojos, cansado de nuestra competitividad.
—De acuerdo, responde tú.
—El sexto sentido —alegó triunfante.
—Exacto —expresó el nombre de mi contrincante—, ese es el sentido invisible que no todos los humanos desarrollan, o que al menos, no todos prestan atención. Ese que vive dormido e impalpable. Ese es el menos favorito de todos, el rechazado, porque te advierte sin piedad las traiciones y los engaños.
La intuición.
Había sido sencillo detectarlo. Donovan estaba jugando su propio juego, pero yo nunca fui de seguir las reglas.
—Señora, baje el arma.
—Shhh. Aquí las órdenes las doy yo. —Tomé un largo respiro—. Dime, Donovan, ¿qué hago contigo? Si te lanzo a esa salón, te matarán. Si descubren que escuchaste todos los planes, te matarán. Si espiaste como un traidor, te matarán. Ahora dime, ¿qué crees que pasará?
—Me matarán.
—¡Bingo! Aunque te olvidas de algo. —Señalé el arma—. Puede que no llegues vivo a esa sala.
—No va a dispararme.
—¿Ah no? —Sonreí maliciosamente—. ¿Qué te hace pensar que no lo haré?
—Lo sé. A ti te gusta intimidar, pero dudo que te guste matar.
Muerte...
¿Qué sería de la vida sin la muerte?
Ambas se complementan como un eterno amor. Morimos por vivir, y vivimos para no morir.
—Tengo una bella relación con la muerte —enfaticé—. No me gusta irrespetarla. Por eso, te voy a dar la oportunidad de defenderte. Si me mientes, hoy la conocerás. Si me convences, aplazarás tu boleto de viaje.
—Si me ofreces esa oportunidad, ¿al menos podrías retirar ese gatillo de mi frente? No queremos que se te escape un tiro, y me envíes sin boleto de regreso.
Donovan permanecía ahí, bajo mi merced, con esos labios tan seductores y ese cuerpo tan deseable, era sexy, sí, era un enigma, también.
—Si hubiese querido que se me escape un tiro ya no estarías en esta dimensión. Ahora, camina lentamente delante de mí, sin hacer ninguna tontería.
—¿A dónde iremos?
—Debes explicarme muchas cosas, Donovan. Lo haremos en mi lugar favorito de esta mansión.
—¿Su cuarto? —cuestionó.
—Mi jaula.
•••
Continué apuntándole a Donovan en todo momento. Me cuestionaba la manera en que sus músculos no mostraban ni un ápice de incomodidad bajo mi arma.
Está entrenado...
No era difícil deducirlo.
Es guardaespaldas...
Ya eso era cuestionable.
Llegamos hasta mi habitación, lenta y metódicamente. Sus ojos vacilaron cuando se adentró en ella, detallando cada estilo de la decoración.
—Pensé que no vendríamos a su habitación.
—No vamos a mi habitación.
—¿Y qué hacemos aquí?
Hice un ademán con mi mano para indicarle que se detuviese frente a una pared simple, color gris claro. Él me observó confundido, detallando por encima de su hombro mi postura. Caminé en reversa con pasos cortos hasta posicionarme junto a una pequeña caja incrustada en la pared paralela.
Abrí el compartimento de cristal y coloqué la clave de seguridad. Instantáneamente después de cuatro pitidos, una sección de la pared donde residía Donovan se abrió. Era una habitación del pánico. Él entendió que debía ingresar en ella, sin opciones de contraatacar. Pues si bien Donovan era cinturón negro en Krav Magá, ninguna patada planificada era contrincante con la velocidad de un proyectil.
Este era mi refugio, mi zona de tranquilidad. Una habitación de varios metros cuadrados equipada para soportar cualquier atentado, desde impactos de bombas hasta un simple asalto. Poseía reservas de comida, agua, medicinas, armas de toda clase que iban desde pequeñas dagas hasta rifles de asalto, municiones, kits de primeros auxilios, generadores eléctricos, acceso a todas las cámaras de seguridad de la mansión, teléfonos satelitales; etc.
—Bonita habitación —pronució con descaro—. Aunque un poco peligrosa para traer a alguien que usted no confía.
Reí indicándole que tomara asiento.
—Siéntete privilegiado, Donovan. Hoy estoy de buen humor. Si miras bien, todas las armas u objeto punzo cortantes están bajo llave. No tienes manera de acceder a ellas. Si intentas algo idiota, ¡Bumb! Adiós Roy Donovan.
Su sonrisa descarada volvió a surgir, estaba tranquilo, como si una parte de él disfrutara el momento. Me coloqué en una silla a varios metros de su posición. Crucé mis piernas al estilo "Sharon Stone" y apunté mi arma, mientras descansaba en mi muslo.
—Lo dije el primer día y mantengo mi posición, tiene un grato sentido del humor, señora di Rossi. —Sus ojos se posaron en la parte desnuda de mi pierna mientras mordía la parte interna de sus mejillas—. Si hubiese sabido que así sería un interrogatorio con usted, hubiese roto las reglas desde hace rato.
—Hay dos cosas que me divierten de ti, Donovan. —Ladeé mi nunca—. La primera es que te crees muy astuto, pero al final eres tan predecible.
—Admito que me sorprendió, señora. Subestimé su capacidad. Es ágil, ni siquiera noté el sonido de sus tacones.
—Pues precisamente esa es la segunda cosa me divierte de ti —aludí—. Que crees conocerme, que piensas que porque te permití tocarme puedes manipularme, pero se te escapa un pequeño detalle, Donovan. No puedes hacer maldades en la casa del diablo.
Sus hombros se relajaron. Él estaba acostumbrado a los interrogatorios, todas sus facciones me lo confirmaban. No había respiración acelerada, ni si quiera una mirada de soslayo al arma que residía en mi mano.
—También hay dos cosas que me divierten de usted, señora —proclamó despacio—. La primera es que parece sensibilizarse con el dolor ajeno, como con la niña que vendía los pañuelos, y por otro lado planea robos sin ningún tipo de remordimiento.
Mi comisura labial se estiró ligeramente, tragué en seco, sin dejar que sometiera mi postura.
—¿Y la segunda? —indiqué.
—Bajo ese porte de mujer fría y calculadora parece que habitara una niña indefensa. Me divierte ver como reprime cualquier tipo de sentimiento, como controla sus impulsos, como inhibe su capacidad de sentir, y al final sea tan débil para tomar un simple bebé en brazos. Porque usted es simplemente contradictoria.
Por un momento, sentí dolor de la veracidad de sus palabras, pero un cólera frenético invadió mis sentidos, esa era mi manera de escapar, mi mecanismo de defensa.
—¿Qué hacías espiándome?
Mi garganta estaba seca y mis pulmones aclamaban un poco de oxígeno. Observé sus ojos cristalinos.
Esos ojos marchitos...
—Temí por su seguridad —siseó.
—¿Te importo tanto, Donovan?
Amaba cuando me mentían en la cara.
—Mi deber es protegerla —aludió—. Esos hombres no me parecieron confiables. Si algo salía mal, Bastian no podría contraatacar, eran tres contra uno.
Correción, amaba más cuando les dejaba creer que me tragaba sus mentiras.
—¿Por qué debería de creerte, Donovan?
—Es la verdad, señora. Mi instinto de proteger a los demás nunca duerme. Bastian me ordenó regresar al anexo, pero no pude.
¿Hasta dónde llegarías, Donovan?
¿Podrás resistir?
—Digamos que te creo. Aun así, ¿cómo volveré a confiar en ti? Desacataste una orden. ¿Y si le cuentas los planes a la policía?
—No soy un traidor.
—Escuchaste los planes de un robo —cité—. Un diamante muy valioso y extramadamente raro. ¿Crees que confiaría en tu palabra sabiendo que tienes una información de ese calibre?
El juego comienza...
—Mi lealtad está con usted, señora. Haría cualquier cosa para protegerla.
—¿Matarías por mí?
No me mientas, Donovan...
—No, eso sería algo fácil. Usted está rodeada de personas que matarían por protegerla. Yo haría algo mejor... moriría por usted.
Bajé mi arma colocando el seguro.
—Vaya, vaya —canturreé—. Eso es una promesa de muerte, Donovan. Me encanta. Lástima que yo tenga una alma más poética, y no me conforme con palabras etéreas.
Rió achinando sus ojos.
—¿Qué quiere que haga?
—Lo justo para que recuperes mi confianza. Te involucrarás en algo, ilegal y peligroso. Nada que un hombre fiel como tú no pueda hacer.
Fiel...
Ojos marchitos...
—Robarás ese diamante para mí —proseguí—. Me traerás esa pieza. Puede que en el camino tengas que hacer cosas "políticamente incorrecta ante la ley". Cuando acabes esa misión estarás tan implicado como yo. Solo así permanecerás a mi lado.
En el lado oscuro, ojos marchitos...
Su ceño se frunció dubitativamente, pero ni ese tono vacilante de su moral le impidió contestar:
—Lo haré, señora. Así sabrá que mi lealtad está con usted.
Bingo.
Me erguí sobre mis pies, victoriosamente. Disfrutando con el juego. Mi juego.
—Hay otra cosa que resolver —expresé, acorté los metros de distancia que nos separaban, y me senté a horcajadas encima de él, sus ojos se abrieron como platos, mi aliento se posicionó cerca de su oído y le susurré—: No me gustan las deudas, Donovan.
Sin vacilar, lo tomé de la nuca y lo atraje sobre mis labios. El calor impactó sobre mi boca, tibio, húmedo y electrizante. Donovan respondió, amoldándose hasta encajar en mi cuerpo. Se movía de una manera extraordinaria, recorriendo cada centímetro de mi boca.
Era feroz como un lobo. Sus dedos se incrustaron en mis costillas hasta bajar a mi trasero. Balanceé mi pelvis sobre su entrepierna, sensual y controladamente, con la suficiente presión para hacer que se tensara.
La apertura lateral de mi vestido facilitó que él pudiese recorrer con avidez la piel de mi pierna. Enroscó entre sus dedos mi cabello hasta separar nuestro contacto con un chasquido. Fue un momento para tomar aire, pues nuestros pechos estaban desarmonizados.
—Alessia —arrastró su voz en un jadeo, tirando de mi cuello hacia atrás—, no comiences algo que no vas a terminar.
Lo admitía. Donovan me había dejado excitada cuando me chantajeó. Creí que me besaría en ese instante, pero no lo hizo, quería torturarme, que le suplicase, que apaleara mi ego, pero esta vez no se lo permitiría.
—Creí que te gustaba jugar, Roy, ¿no es así? ¿No pediste un beso a cambio del trato?
Una de sus manos me sostenía del cabello, con la otra comenzó a acariciar mi mentón hasta estirar mis labios, tomé su pulgar y lo chupé en un gesto nada inocente. Un jadeo brotó de su boca, a medida que la dureza de su miembro pinchó en mi entrepierna.
No aguantó más y explotó:
—Presta atención, di Rossi —tiró de mi cuello hasta posicionar mis labios paralelo a los suyos, su entrecejo se contrajo para gruñir: —, te traeré ese bonito diamante para tu colección, después... no podrás escapar. Quiero una noche contigo. Voy a marcar esa piel tuya para tatuar mi sello en ella. Voy a hundirme en ti sin clemencia, te torturaré con cada embestida hasta que grites mi nombre, suplicándome más. Te someteré hasta acabar con tu prepotencia. No seré gentil ni con tu cuerpo, ni con tu alma.
Mi organismo me traicionó, pero era mi juego y me coronaría ante sus ojos:
—Traeme ese diamante y será toda tuya, Roy Donovan.
Sus facciones ladinas crearon un efecto hipnótico.
Siempre fui tuya, ojos marchitos...
•••
Donovan abandonó mi dormitorio disimulando su erección. Mi conciencia estaba preparada para lo que venía a continuación. Cerré la puerta silenciosamente, hasta observar la figura que residía detrás de la cortina cercana a la ventana.
Bastian.
Él se había encargado de los tailandeses, sin levantar sospechas.
—Demoraron mucho —pronunció.
—Lo normal de un interrogatorio.
—Tus labios y tú cabello no dicen lo mismo —atacó acercándose a mi posición.
—Es él —alegué.
—¿Estás segura?
—Confirmado. Activa la segunda parte del plan.
Rió acomodando mi cabello.
—Como ordene, señora.
💎💎💎💎💎💎💎💎💎💎💎💎💎💎💎💎💎
N/A:
Primero, Ahhhhhhhhhhhhhhh.
Listo. Necesitaba ese grito.
Buenas, mis sensuales lectores. Me gustó escribir este capítulo. Fue todo muy fluido y liberando el hilo de la trama. ¿Teorías?
Tengo planeado que sea una obra corta, pero no confío en mí. Conociendome, empiezo a emocionarme y no paro de escribir.
Regálame un voto, plisss. Cuesta cero dólares.
Los quiero, diamanticos. Hasta la próxima actualización!
D.B
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top