Capítulo 💎1💎

Central de Inteligencia, Washington D.C.

15.00 hrs.

Una misión.

El vuelo desde Boston hacia Washington duró menos de lo previsto. Las aspas del helicóptero militar disminuyeron su velocidad, preparándose para el descenso.

Una gélida lluvia humedeció el helipuerto de la Central de Inteligencia.

El piloto ejecutó la maniobra de aterrizaje ubicándonos en el centro de la marca señalada. Todos, a la espera de mi llegada, formaron una línea horizontal como fieles soldados.

Me despojé del cinturón de seguridad y descendí por la mediana escalerilla que conducía al asfaltado suelo. Al instante, mis botas colisionaron con un charco de agua.

Las nubes cenicientas declararon ser las antesalas de una tormenta.

—Agente Roy Donovan —expresó el cincuentón que se apartó de la fila para estrechar mi mano—. Cuanto tiempo sin verlo.

—Coronel Smith —suspiré devolviéndole el saludo—, ¿ha aumentado de peso?

Nos miramos fijamente por unos segundos y sonreímos por lo bajo, estrechándonos en un amistoso abrazo.

Mi padre fue un capitán de ejército que murió en combate cuando yo era un niño. Desde ese entonces, Smith me ha enseñado todo lo que sé.

—La edad, hijo —alegó en su defensa mientras ponía su mano en mi hombro dirigiéndonos al interior de la central—. Cuando se pasa de los cuarenta, ya nada es lo mismo.

Se encogió de hombros señalando metafóricamente su barriga, por encima de la pulcra camisa blanca.

Todo se encontraba tal y como lo recordaba. El ambiente interno de la central poseía la energía de siempre. Los funcionarios inmiscuidos entre papeles y tecnología, haciendo uso de la máquina expendedora de café para sobrevivir a la intensa jornada.

—No culpes a la edad —enfaticé—, tienes esa barriga desde que te conozco.

Ambos caminamos hacia la sala de juntas.

Todos me observaron otorgándome un pequeño saludo, en honor a los años de trabajo que tuve en esta central.

—Un poco de respeto que soy tu superior —contraatacó fingiendo un ligero enfado—. Desde tu traslado a Boston, esta central no ha vuelto a ser lo mismo.

Hace tres años me mudé a Boston, lo que me obligó a abandonar mi puesto en la central de Washington. Dos días atrás, una llamada de Smith me hizo regresar. Nuestro acuerdo era, que solo en caso de emergencia solicitaría mi presencia.

—Smith, ¿qué pasó? —Nos detuvimos justo antes de sobrepasar la puerta que dirigía a la sala de juntas—. ¿Por qué me llamaste?

Sus expresiones faciales se contorsionaron preocupantes, su ceño se frunció como signo alarmante.

Las veteranas canas que sobresalían de manera rebelde en su cabello, le otorgaban la experiencia necesaria para ser digno de su cargo como Coronel en Jefe de la Central de Inteligencia en Washington D.C.

—Algo grande se está formando, Roy —susurró mirando a los lados—. Solamente confío en ti para este tipo de misión.

El notable interés de Smith en este nuevo caso fue suficiente para detectar que todo el procedimiento se llevaría de manera confidencial, lo que garantizaría el éxito de la misión.

—Es mejor que entremos a la sala. —Le informé abriendo las imponentes puertas de madera de alta calidad.

De inmediato, viejos recuerdos inundaron mi mente.

La cristalizada mesa pentagonal había sido testigo de numerosas misiones, planos y estrategias. La decoración estilizada de tonos fríos, se hallaba diseñada para aumentar el aspecto lúgubre y militar que exigía la profesión.

Tinturado con la más alta gama en tecnología de última generación, las pantallas táctiles recreaban una especie de holograma para sellar milimétricamente cada información.

La sala ostentaba de gran amplitud, la suficiente para grandes reuniones confidenciales con miembros del ejército y del gobierno. Estas paredes habían sido testigo de la planificación de operaciones encubiertas, guerras y maniobras que se mantenían ocultas por no ser "políticamente correctas" para el dominio público.

—Roy, te estábamos esperando. —El Comandante Becker se levantó rápidamente de su asiento para saludarme—. Bienvenido de vuelta a la central.

Además de Becker, en el lugar se halló esperando pacientemente el Coronel Jones, personalidades de alto rango para la central.

—Es un placer volver a verte, Roy —expresó Jones estrechando mi mano.

—Gracias, aunque sé que si Smith solicitó mi presencia es porque algo grave está sucediendo, ¿de qué se trata?

—Así es —aludió Smith—. Toma asiento, Roy.

La reunión procedería a puertas cerradas.

Acto seguido, las luces se apagaron para ofrecer mayor claridad a las imágenes que presentaría Smith en la pantalla táctil. Estar nuevamente en esta silla, hizo que mi sistema nervioso dosificara la adrenalina necesaria que sentía antes de cada misión.

—Roy, te presento a Black Diamond —vociferó Smith exhibiendo una imagen de un logotipo peculiar; un diamante negro con una serpiente dorada enroscada a su alrededor.

—¿Qué es?

—Es una organización criminal que hemos mantenido en vigilancia por varios meses —prosiguió Smith cambiando las imágenes—. Los indicios muestran que están vinculados con el tráfico de diamantes, específicamente con los diamantes de sangre.

Los diamantes de sangre son aquellos obtenidos de forma inhumana, utilizados para la financiación de guerras u operaciones clandestinas.

Se utilizaba el término "de sangre", por la crueldad y severidad que implicaba su extracción. Básicamente, porque la mano de obra procedía de personas sometidas a un régimen de esclavitud.

—En las últimas semanas han acrecentado sus fuerzas en una localización en Sierra Leona —intervino Jones captando nuestra atención—. Según informantes, el reclutamiento de hombres para el trabajo de extracción aumentó a niveles considerables.

El aumento del reclutamiento de hombres podría significar que estaban intentando acelerar la producción para algún fin específico.

—Entonces, tenemos a esta organización..., Black Diamond —declaré observando los registros—, que está vinculada con la extracción ilegal de diamantes y por alguna razón están expandiendo sus fuerzas, ¿sabemos algo sobre el líder?

Smith asintió antes mis palabras, deslizando sus pulgares por la pantalla táctil. En toda organización era clave identificar al líder.

—Exactamente, Roy. Este es Hassan Aksoy, líder de Black Diamond. —Un hombre de cabello negro vestido con un traje de corte italiano fulguró ante nuestra visión—. Extremadamente poderoso e influyente. Según reportes de la Interpol, sus antecedentes cuenta con una larga lista de delitos; entre ellos, tráfico de armas, terrorismo y lavado de dinero.

Me retorcí en el asiento, este tipo de personas eran un asco para la sociedad.

—Hassan no suele visitar las zonas de extracción en África. —Smith continuó al mando de la conversación—. Para eso está Klaus, su mano derecha. Él es el encargado de hacer el "trabajo sucio" en los campamentos en Sierra Leona.

La fotografía de Klaus aumentó la hostilidad en su apariencia. Era un hombre de cabello largo, recogido en un moño cebollero. Poseía una mediana cicatriz que dormía en la esquina de su ceja izquierda, la barba negra habitaba en toda su mandíbula. Cubierto, además, por tatuajes que llegaban hasta su cuello.

Becker revolvió sus documentos de manera brusca para intervenir en el informe.

—Hace días, Aksoy viajó a Varsovia para reunirse con Jarek Bosko alias "dinamita". El polaco es experto en fabricaciones de bombas de alta potencia y tiene antecedentes de tráfico de uranio.

El uranio era un material radioactivo, utilizado en la producción de energía de los reactores para la fabricación de armas nucleares.

—¿Qué relación hay entre Aksoy y Bosko? —interrogué a los presente.

Fuertes gotas impregnaron los cristales blindados del exterior de la sala, haciendo presente la lluvia anunciada.

—Aún no lo sabemos, Roy —ratificó Smith observándome fijamente—. La pregunta es, ¿qué hace un traficante de diamantes reunido con un proveedor de armas nucleares?

Infaliblemente, la combinación sonaba peligrosa. Comencé a entender la preocupación de Smith con este caso.

—Es evidente que están tramando algo grande.

—Exacto, Roy —expresó Smith apoyando sus manos en el dorso de la mesa—. Tenemos que parar a Aksoy antes de que sea demasiado tarde.

—Black Diamond es prácticamente inexpugnable —increpó Jones tomando una taza con café—. El turco es muy desconfiado, solo los más cercanos a él tienen acceso a su círculo.

Estaba seguro que Smith jugó todas sus fichas para intentar acceder a Aksoy, y fue tarea fallida.

—¿Cuál sería el plan? —pregunté captando la atención de todos.

—La única vía para acceder a Black Diamond es esta mujer —especificó Smith mostrando una nueva imagen.

Lo que vi a continuación, provocó mi atención inmediata.

Una mujer con una belleza sobrenatural irradió la pantalla táctil. Poseía una cabellera mediana color negro, imitando al más de los oscuros azabaches; perfectamente lisa, sin dejar lugar a un mínimo bucle.

Su piel de porcelana blanca, cuya tersidad causaba la envidia propia de un comercial de cosméticos de lustre calidad. Con cejas y pestañas pobladas simétricamente, que hacía relucir las esmeraldas que tenía por ojos.

Esos ojos eran los más verdes que había visto en mi vida, con tonos grisáceos que resaltaban sus iris enigmáticos.

Su nariz fina y pómulos aristocráticos eran una combinación entre perfección y surrealismo. Con labios rojos bermellones que incitaron al pecado, con solo mirarlos.

La fotografía fue tomada seguramente por alguno de nuestros agentes, porque formó la expresión de naturalidad propia de una imagen desprevenida.

Envolvió su figura con un top manga larga de cuello alto color negro, el cual, amplificó el misterio en ella. Sus piernas tonificadas y estilizadas las resguardó en una falda mediana oscura, ceñida a sus poderosas curvas.

Toda su aura denotó elegancia y feminismo.

—Es hermosa, ¿no? —masculló Jones a partir de mi expresión de asombro.

El ambiente del lugar gozó de un clima frío y húmedo, pero juro que cuando vi ese rostro, la sangre quemó mis venas como fuego.

Era la reencarnación de un ángel o un demonio; su belleza era sorprendente.

—¿Quién es?

—Alessia di Rossi. —Me contestó Smith—. Dueña del Emporio di Rossi.

—¿El Emporio di Rossi? —repliqué.

—Esa mujer es dueña de un Emporio millonario —intervino Becker desde su posición—. Sus joyas exclusivas marca "di Rossi" son una revolución en la alta aristocracia. Los zafiros, esmeraldas, rubís y diamantes son los ingredientes principales en sus diseños. Tiene sucursales en varios países, pero la sede de su empresa está en Grecia, allí es donde vive di Rossi.

Continúo observando la imagen, con la esperanza de detectar una mínima imperfección física que indique la mortalidad característica de un ser humano, pero era imposible.

Parecía tallada por el mismísimo dios.

—Dijiste di Rossi, ese apellido no es griego.

—No. —Me comunicó Smith tomando una pluma para anotar algo en su agenda—. Di Rossi nació en Sicilia, Italia. Cuando era muy pequeña sus padres murieron, obligándola a vivir en un orfanato.

Una niñez dura para ella, nadie estaba preparado para perder a sus seres queridos.

—¿No tenía más familiares? —alegué intentando entender su historia.

La lluvia había cedido, noté como un pequeño pájaro amarillo se posó en uno de los aleros de la arquitectura externa.

—Solo una tía —destacó el Coronel Jones, él tampoco despegaba su vista de la fotografía de Alessia—. Debido a problemas económicos, su tía solo pudo hacerse cargo de la hermana mayor de Alessia, Fiorella di Rossi.

—Alessia vivió en las calles de Sicilia durante un tiempo —intercedió Smith—, hasta que las monjas del orfanato la encontraron.

Su historia era realmente dura, su niñez no la merecía ninguna persona.

—Hay algo que no entiendo —objeté con premura—. ¿Cómo di Rossi pasó de vivir en la calle a ser la dueña de un emporio millonario?

—Hay muchos aspectos de la vida de di Rossi que aún no tenemos claro —puntualizó Smith ocupando el asiento central—, pero de lo que sí estamos seguros es que esta mujer es la única vía para acceder a Black Diamond. Tenemos indicios de que tiene una relación, digamos más... íntima con Hassan Aksoy.

Era evidente que Aksoy le doblaba la edad a Alessia, imaginarla a ella en los brazos de Hassan era una mezcla rara.

—¿Creen que di Rossi pueda estar utilizando su emporio para lavar el dinero de Aksoy? —interrogué formalizando una teoría.

—Puede ser, Roy. —Smith respondió encendiendo nuevamente las luces de la sala—. Sea lo que sea, si di Rossi está vinculada con Black Diamond eso la convierte en una criminal.

Esta mujer de aspecto angelical y sobrenatural podría ser la reencarnación del demonio, los implicados con diamantes de sangre no deberían ser considerados seres humanos.

—¿Cuál es mi papel en todo esto?

Los tres miembros presentes en la sala tomaron un minuto de silencio, solo Smith dio respuesta a mi pregunta.

—Roy, tu misión es infiltrarte en el Emporio di Rossi, concretamente en la vida de Alessia. Tienes que ser su sombra, estar junto a ella las veinticuatro horas del día, debes ganarte su confianza al punto de que te revele su conexión con Black Diamond.

—A ver si entiendes, Roy —intermedió Becker—. Tienes que lograr que esa mujer no pueda respirar si tú no estás cerca. Deberás hacer lo que sea necesario para conseguir tu objetivo.

Sabía que la expresión "lo que sea necesario" implicaba muchas cosas, hasta llegar a puntos íntimos con Alessia.

—¿Cómo logro entrar a su vida?

—Sabemos que di Rossi está reestructurando su sistema de seguridad —puntualizó Smith—. Idearemos algo para que puedas conseguir un puesto. Además, puedes seguir usando tu nombre, borramos toda la información de la base de datos.

—A partir de ahora, serás Roy Donovan —insinuó Jones arrojándome un portafolio con mi información—. Un agente de seguridad común y corriente que se muda a Grecia por cuestiones personales.

Smith se acercó, poniendo su mano en mi hombro.

—Roy, sé que eres el único que puede conseguir las pruebas necesarias para desmantelar la organización de Aksoy. Eres mi mejor agente, experto en armas y explosivos. Haz participado en operaciones encubiertas, estuviste en guerras en Argelia. Solo alguien con tu físico, juventud e inteligencia es capaz de lograr nuestros objetivos.

—Eres el mejor estratega militar que ha pisado esta central, Roy —increpó Becker—. Confíamos en ti.

No podía negarme a una petición de Smith, él había sido como un padre. Todo lo que era, se lo debía exclusivamente a él. Además, la peligrosidad de la misión requería de una neutralización rápida de los criminales.

—Lo haré.

Los tres se observaron con orgullo, dirigiéndome una sonrisa victoriosa.

—Sabía que podía contar contigo. —Smith me ofreció un acalorado abrazo—. Mañana a primera hora volarás a Grecia.

Mudarme a Grecia por tiempo indefinido no me espantaba, estaba acostumbrado a pasar largas temporadas fuera de mi país.

—Nos alegra que hayas aceptado, Roy. —Jones y Becker estrecharon mi mano—. Eres el indicado para esto.

Asentí.

La reunión había finalizado, Becker y Jones se marcharon. Observé nuevamente a través del cristal y el pajarito ya no estaba, solo pequeñas gotas de lluvia permanecían aferradas en la cara externa de los cristales.

—Hijo, necesito hablar contigo. Ahora que estamos solos.

Smith captó mi atención.

—¿Qué sucede?

—Confío en tu entrenamiento, pero en la vida hay cuestiones físicas que son difíciles de controlar.

—¿A qué te refieres, Smith?

Smith hablaba conmigo con la calidez y cercanía que solo caracterizaba a una figura paterna.

—Ten cuidado con Alessia di Rossi. Es una mujer..., complicada.

—Smith, estoy acostumbrado a tratar con criminales sanguinarios. Créeme que una mujer así no me intimida.

—No es eso, Roy. —Suspiró—. Una persona que pasa de vivir en la calle a construir un emporio de esa envergadura solo puede significar algo, esa mujer posee un carácter fuerte. Debes aguantar, por el bien de esta misión.

La conjetura de Smith era cierta, este caso dependía de mi relación con Alessia. Tenía que lograr estar junto a ella, para que me revelase sus más oscuros secretos.

—No te preocupes, Smith. Sabes que nunca fallo.

—Lo sé, Roy. —Se reacomodó en su siento buscando el control remoto para presentar nuevamente la fotografía de Alessia—. Pero mi temor es otro. Observa ese rostro, di Rossi posee una belleza peligrosa.

Miré minuciosamente el rostro de Alessia, esa mujer de belleza diabólica que significaría el éxito o fracaso de esta misión.

—Hijo, mírame. —Smith movió mi mentón haciendo que fijara mis ojos en él—. No permitas, bajo ningún concepto, que surjan sentimientos hacia ella.

Debía infiltrarme en el Emporio di Rossi, llegar al centro de Black Diamond, y capturar a Hassan y a sus cómplices.

Con diamantes, sangre y criminales. Una tarea que no me asustaba.

Temía más convivir con el demonio hecho mujer.

Con Alessia di Rossi.

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Nota de autora:

Bienvenidx. Es un honor para mí, tu visita a este libro. Mi nombre es Daniela. Si te gustó este primer capítulo, no dudes en guardarlo en tu biblioteca. Prometo no defraudarte.

Si deseas, puedes votar y comentar.

Un beso a la distancia.

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