05:Aventon

Viernes 13:44 p.m

El almuerzo en la secundaria West Valley siempre era un espectáculo. Las mesas llenas de estudiantes parecían dividirse en reinos: los populares, los deportistas, los raritos y, por supuesto, las dos facciones de karate. En una esquina del patio, la mesa de Cobra Kai estaba ocupada por Tory, Eli, Kyler y Piper. Los primeros tres conversaban animadamente sobre la fiesta que Yasmine estaba organizando esa noche, mientras Piper se mantenía en silencio, con la mirada fija en otro punto.

Tory, que estaba en medio de un debate con Eli sobre si era buena idea ir a la fiesta, se detuvo al notar la expresión ausente de Piper. Chasqueó los dedos frente a su cara un par de veces, esperando alguna reacción.

—Hey, Earth to rulitos...—dijo Tory con una mezcla de impaciencia y diversión. —¿Qué pasa contigo? Parecés un maniquí.

Piper no respondió, su mirada seguía fija hacia el centro del patio.La rubia frunció el ceño y siguió la dirección de sus ojos, hasta que finalmente lo entendió. Moon, la ex de Eli, estaba sentada en la mesa de los aburridos, hablando con Sam y los demás. Su risa ligera y despreocupada parecía iluminar el ambiente a su alrededor.

—Ah, ya entendí —murmuró Tory, una sonrisa divertida asomándose en su rostro. —Así que estás mirando a Moon.

—¿Qué? —Kyler se giró hacia Piper con una expresión de exagerada incredulidad. —¿Estás babeando por la ex de Halcón? ¡Esto se pone bueno!

Se inclinó hacia adelante, con toda la intención de jalar uno de los rulos perfectos de Piper, pero Eli lo detuvo agarrándole la muñeca.

—Ni se te ocurra —advirtió Eli, entrecerrando los ojos.

Kyler alzó las manos en señal de rendición, aunque su sonrisa burlona seguía presente.

—Relajate, amigo. Solo estaba tratando de traerla de vuelta al planeta Tierra. Aunque, bueno, con esa cara que tiene, capaz que prefiere quedarse flotando en la Luna... literalmente. —Se rió de su propio chiste mientras Tory lo miraba con exasperación.

Eli, sin embargo, no estaba para bromas.

—¿Por qué estás mirando a Moon? —le espetó a Piper, cruzándose de brazos. —¿Te tengo que dedicar amiga traidora?.

Piper finalmente salió de su trance y parpadeó, confundida por la atención repentina.

—¿Qué? ¿Qué dijeron? —preguntó, como si no hubiese escuchado nada de lo que habían estado diciendo.

—Decimos que estás mirando embobada a la hippie de la secundaria —soltó Kyler, señalando descaradamente hacia la mesa de Miyagi-Do. —¿Qué onda, Piper? ¿Te enamoraste?

Piper rodó los ojos, pero una ligera coloración apareció en sus mejillas.

—No digan pavadas. Yo no estoy mirando a nadie.

—Claro que no, claramente estabas mirando a Moon —intervino Eli, enfatizando el nombre de su ex con dramatismo. —¿Desde cuándo te interesa la gente prohibida?

—¡¿Qué?! —Piper lo miró con indignación. —¿Qué hablas? Por favor, Eli, dejá de decir estupideces.

—¡No son estupideces! —Eli se inclinó hacia ella, señalando con un dedo acusador. —Primero, no tenés nada que ver con ella. Segundo, ¿cómo se te ocurre? ¡Es mi ex!.

—Relajate, Halcon —respondió Piper, utilizando su apodo con sarcasmo. —No estoy interesada en tu ex.

—¿Ah, no? —insistió Eli, señalando hacia la mesa de Miyagi-Do. —Porque parecía que estabas a punto de ir a darle una serenata ,Tory de paso te acompañaba y veía al señorito Keene.

—¡Basta! —exclamó Tory, poniéndose de pie. —Los dos, ¡cállense ya! Parecen dos niños peleando por un juguete.

Pero sus palabras parecían caer en oídos sordos. Eli y Piper seguían discutiendo, y su volumen comenzaba a llamar la atención de las mesas cercanas. Tory se llevó una mano a la frente, sintiendo una punzada de frustración.

—¡No puedo creer que tengan esta conversación en público! —masculló entre dientes.

—¡Yo no estaba mirando a nadie! —se defendió Piper, alzando la voz para superar la de Eli.

—¡Claro que sí! ¡Estabas mirándola! —replicó Eli, moviendo las manos para enfatizar su punto.

Tory golpeó la mesa con la palma de la mano, logrando finalmente que los dos se callaran.

—¿Podemos dejar de armar un escándalo? —dijo, su tono peligroso. —Porque si siguen gritando, alguien va a venir a preguntar qué pasa, y lo último que necesitamos es darles material de chismes.

Ambos bajaron la mirada, murmurando algo inaudible mientras Tory suspiraba y volvía a sentarse. Kyler, que había estado disfrutando el espectáculo, se inclinó hacia Tory con una sonrisa.

—¿Sabés qué? Esto fue mejor que cualquier episodio de las kardashian's.

—Nadie mira esa porquería amigo.—le espetó Tory, aunque no pudo evitar soltar una ligera sonrisa de cansancio.

Al otro lado de la cafetería, Moon seguía conversando con los de Miyagi-Do, completamente ajena al caos que había causado en la mesa de Cobra Kai. Pero Tory no se perdió el breve vistazo que Piper le echó antes de bajar la mirada rápidamente.

"Esto va a ser interesante", pensó Tory, una chispa de diversión iluminando sus pensamientos mientras planeaba cómo aprovechar la situación.

El bullicio en el comedor continuaba mientras la rubia se levantaba de su mesa, lanzando una última mirada de advertencia a Eli y Piper, quienes seguían discutiendo sobre Moon.
Victoria suspiró, fastidiada, mientras se dirigía a la estación de frutas. Había algo irritante en lo infantil que podían llegar a ser sus amigos a veces, pero también, en cierto modo, entretenido. "Eso explica por que nunca me aburro," pensó con sarcasmo mientras avanzaba.

Mientras caminaba, un movimiento en la zona de las bebidas llamó su atención. Allí estaba Robby, inclinado hacia el refrigerador mientras sacaba una lata de Coca-Cola. Tory frunció los labios ligeramente, su mirada deteniéndose un momento en él. Su postura relajada, su manera despreocupada de abrir la lata, e incluso cómo llevaba esa maldita camisa blanca ajustada, todo en él parecía gritar seguridad y dominio.

Tory se detuvo, tomando aire. Robby tenía una forma de llenar cualquier espacio en el que estuviera, como si la gravedad a su alrededor aumentara. Pero ella no era de las que se dejaban intimidar. Más bien, lo vio como un reto. Con una sonrisa confiada, se dirigió hacia él, moviendo su cabello rubio antes de llegar.

—¿Siempre tan básico con las bebidas? —preguntó al acercarse, apoyando un codo en el mostrador mientras lo miraba con aire despreocupado.

El castaño levantó la vista, claramente sorprendido de verla. Sin embargo, su reacción solo duró un instante antes de que su expresión volviera a su habitual serenidad.

—¿Y vos? ¿Siempre tan crítica? —respondió, su tono cargado de una calma divertida mientras abría la lata y tomaba un sorbo.

Tory arqueó una ceja, esbozando una sonrisa burlona.

—No es crítica, es observación. Pero bueno, Coca-Cola no está tan mal. Aunque yo preferiría algo más... interesante.

Robby dejó escapar una risa suave, cerrando la lata y apoyándola sobre el mostrador.

—¿"Interesante"? —repitió, con una ceja levantada. —¿Como qué? ¿Agua con limón?

Tory se rió, aunque fingió estar ofendida.

—¡Por favor! Al menos un batido, algo con personalidad. No sé, pensaba que vos tendrías mejor gusto ,después me acuerdo que sos novio de mi prima y entiendo todo.

Robby se encogió de hombros, relajado.

—Lo básico a veces funciona.

Ella lo observó, divertida, mientras agarraba una manzana del mostrador y comenzaba a girarla entre sus dedos.

—Decime algo, ¿vas a la fiesta de Yasmine esta noche?

El cambio de tema fue rápido, casi casual, pero el brillo en los ojos de la rubia delataba que tenía un motivo para preguntar.

—Sí, creo que voy a pasar un rato.

—¿Ah, sí? —Tory ladeó la cabeza, fingiendo interés inocente. —¿Y vas a ir con Addison?

El nombre de su prima salió de sus labios con una dulzura que no podía haber sido menos sincera. Robby la miró fijamente, notando el tono detrás de su pregunta, pero sonrió de todos modos.

—No, Addison no va a poder. Tiene que estudiar para un examen importante.

—Pobre... —respondió Tory, frunciendo los labios mientras se llevaba una mano al pecho en un gesto exagerado. —Debe ser horrible perderse una fiesta tan buena por algo tan aburrido como estudiar.

El sarcasmo en su voz era tan evidente que Robby no pudo evitar reír.

—¿Te importa mucho que mi novia no vaya? —preguntó, cruzándose de brazos mientras la observaba con curiosidad.

Tory fingió un aire de indignación, llevándose una mano al corazón.

—Por supuesto que me importa. Es mi prima. Me preocupo por su bienestar. —Hizo una pausa, sus ojos encontrando los de él con un brillo descarado. —Aunque, claro, no sé si estudiar en vez de ir a una fiesta cuente como "bienestar".

Robby negó con la cabeza, pero su sonrisa se amplió.

—Sos increíblemente cínica, ¿sabías?

—¿Yo? —Tory abrió los ojos con fingida sorpresa. —¿Cínica? Que injusto de tu parte. Yo solo digo lo que pienso.

—Claro que sí. —El castaño la miró con un aire de desafío tranquilo. —¿Siempre coqueteás con los novios de tus primas, o soy una excepción?

La pregunta directa la tomó por sorpresa, pero Tory recuperó la compostura en un instante. Una sonrisa lenta apareció en sus labios mientras daba otro mordisco a su manzana.

—¿Quién dice que estoy coqueteando? —respondió, inclinándose ligeramente hacia él, lo justo para borrar cualquier espacio entre ambos. —Simplemente estoy siendo amigable.

Robby la observó durante unos segundos, sus ojos recorriendo su rostro con una mezcla de desconcierto y admiración.

—Si eso es ser amigable, no quiero saber cómo sos cuando coqueteás de verdad.

Tory rió suavemente, sin molestarse en negar nada.

—Tendrías que preguntarle a alguien más, porque claramente vos ya estás comprometido. —Sus palabras eran ligeras, pero el filo detrás de ellas no pasó desapercibido para Robby.

—Sí, lo estoy —respondió con tranquilidad, aunque sus ojos no se apartaron de ella ni un segundo.

Tory sonrió, sus ojos brillando con una chispa de desafío.

—Bueno, entonces mejor no te distraigo más. Nos vemos en la fiesta, Robby.

Robby asintió, todavía con esa sonrisa pequeña en sus labios.

—Nos vemos, Nichols.

Mientras ella se alejaba, el corazón de Tory latía con fuerza. Había jugado bien, pero la intensidad en los ojos de Robby todavía la seguía inquietando.

Robby, por su parte, volvió a su mesa, pensativo. Sabía que Tory era hábil para manipular emociones, pero no esperaba que pudiera afectar las suyas tan fácilmente. "Definitivamente me está probando," pensó, sin saber si sentirse irritado o intrigado.

Tory regresó a su mesa con una manzana recién tomada de la estación de frutas. Su conversación con Robby seguía dándole vueltas en la cabeza, pero no iba a permitir que eso la distrajera. "Es solo Robby, nada que no pueda manejar," se dijo a sí misma mientras retomaba su lugar. Sin embargo, algo en la actitud de Eli y Piper captó su atención de inmediato.

Ambos estaban inclinados sobre un cuaderno, escribiendo frenéticamente. Piper movía la pierna con impaciencia, mientras Eli tenía esa sonrisa arrogante que Tory conocía demasiado bien. A su lado, Kyler comía despreocupadamente un sándwich, observando el espectáculo como si fuera lo más normal del mundo. Tory entrecerró los ojos, intrigada.

—¿Qué están haciendo esos dos? —preguntó Tory, dirigiéndose a Kyler mientras le daba un mordisco a su manzana.

Kyler levantó la vista, como si recién notara su presencia.

—Ah, están haciendo una lista de pros y contras. —Sonrió con suficiencia, claramente disfrutando de su confusión.

Tory arqueó una ceja, sintiendo que no podía ser algo tan simple.

—¿De qué? ¿De quién?

Kyler se rió, haciendo un gesto hacia Eli y Piper.

—De ellos mismos. Están viendo quién es mejor para Moon.

La manzana casi se le resbaló de la mano a Tory. Se llevó una mano a la sien, masajeándola con evidente fastidio.

—No puedo creer lo infantiles que pueden ser —murmuró, pero su comentario fue lo suficientemente alto como para que Eli levantara la vista.

—¿Infantiles? —Eli se inclinó hacia atrás, ofendido, y luego señaló el cuaderno. —Esto es estrategia, Tory. Pensalo como... una evaluación objetiva.

—¿Evaluación objetiva? —Tory lo miró incrédula, bajando la mano de su sien. —¿En serio te escuchás?

Piper, sin dejar de escribir, levantó una mano para detener la discusión.

—No empecés a criticar hasta que leas nuestra lista, Tory. Tu opinión cuenta, aunque seas una aguafiestas.

Halcón sonrió y le dio un empujón ligero a Piper con el hombro.

—Aguafiestas no. Es... cómo decirlo... nuestra voz de la razón. Bueno, más o menos.

Tory dejó escapar un suspiro exagerado, pero no pudo evitar sonreír ligeramente. Por más ridículos que fueran, no podía decir que le aburrían.

Cuando finalmente terminaron de escribir, Piper arrancó la página del cuaderno con un gesto dramático y la empujó hacia Tory.

—Tomá. Leela. Sé brutalmente honesta.

Tory tomó la hoja y la desdobló, su expresión mezclándose entre el escepticismo y la resignación. Sin embargo, nada la había preparado para lo que vio.

Lista de Pros y Contras: ¿Quién es el indicado para Moon?

Eli:
    •    Pro: Es gracioso (según él).
    •    Pro: Sabe peinarse una cresta (a Moon le gustan los looks raros).
    •    Pro: Tiene buenos chistes sarcásticos (cuando no son ofensivos).
    •    Contra: Es demasiado competitivo.
    •    Contra: A veces grita cuando se emociona (puede ser molesto).
    •    Contra: Ya se besó con Tory en una fiesta (eso podría molestar a Moon).

Piper:
    •    Pro: Es extremadamente leal.
    •    Pro: Tiene buen gusto para la ropa.
    •    Pro: Es flexible (literal, en serio).
    •    Contra: Puede ser mandona.
    •    Contra: Es una babosa(Hizo una canción cuando le gano a Sam).
    •    Contra: No tiene cresta.

Tory no pudo evitar soltar una carcajada.

—¿En serio? —preguntó, agitando el papel en el aire. —¿Esto es lo que ustedes llaman "estrategia"?

Piper se encogió de hombros, una sonrisa satisfecha en su rostro.

—Al menos somos honestos.

Eli apoyó los codos en la mesa y miró a Tory con aire expectante.

—Bueno, ¿quién gana?

—¿Quién gana? —repitió Tory, incrédula. —¿Estás bromeando? Ninguno de ustedes debería acercarse a Moon con esto. Es patético.

Piper soltó una risa burlona y, antes de que Tory pudiera decir algo más, comentó con voz cantarina:

—Deberías hacer una lista de pros y contras de Robby. Lo primero en poner en contras sería que es el novio de tu prima.

Tory se quedó helada por un segundo, pero se recuperó rápidamente, fulminando a Piper con la mirada.

—Vos no te metas, rulito. No tenés idea de lo que estás diciendo.

Eli, al notar la incomodidad en el rostro de Tory, decidió intervenir.

—¿Sabés qué? Esto de los pros y contras no va a funcionar. —Hizo una pausa, miró a Piper y añadió con una sonrisa desafiante: —Propongo algo mejor.

—¿Qué? —preguntó Piper, entrecerrando los ojos con desconfianza.

—Una apuesta. —Eli apoyó ambas manos en la mesa, inclinándose hacia ella. —Esta noche, en la fiesta de Yasmine, los dos intentamos ganarnos a Moon. El primero que la bese, gana.

Piper entrecerró los ojos, evaluándolo.

—¿Estás hablando en serio?

—Tan en serio como que mi cresta azul le encanta a Nichols.

La provocación hizo efecto. Piper soltó el cuaderno, extendió la mano hacia Eli y le dio un apretón tan fuerte que incluso él se quejó un poco.

—Acepto la apuesta —dijo Piper con una sonrisa que irradiaba confianza.

Tory, viendo toda la escena, dejó caer la cabeza entre las manos.

—Van a arruinarlo todo —murmuró.

Pero sus amigos estaban demasiado ocupados lanzándose miradas desafiantes como para escucharla.

23:49 p.m

Tory estaba de pie frente al espejo, aplicándose el delineador negro con un trazo perfecto, mientras Eli tironeaba suavemente de los cordones del corset blanco que había elegido para la noche.

—¿Podés apurarte? —se quejó Tory, mirando su reflejo. —Siento que me estás ajustando esto como si fuera un chaleco antibalas.

—¿Querés que te quede bien o no? —respondió Eli con tono burlón. —Además, no te quejaste cuando lo elegiste. Literalmente dijiste, y cito: "Quiero algo que haga que todos giren la cabeza."

Tory rodó los ojos.

—No sabía que me iba a costar respirar en el proceso.

Eli se inclinó hacia adelante y, mirándola a través del espejo, sonrió con suficiencia.

—La belleza duele, Nichols. Pero, bueno, te ves increíble, así que valió la pena.

Ella negó con la cabeza, aunque una sonrisa ligera se asomó en sus labios. Mientras Eli terminaba de abrochar el corset, Tory dejó que su mente divagara, viendo su reflejo. Pensó en Robby. Sabía que él estaría en la fiesta; era inevitable. La idea de verlo ahí le provocaba un revoltijo en el estómago.

Más que nada, pensaba en la química que tenían. Había algo entre ellos, algo innegable. Y aunque sabía que estaba mal, no podía evitar que su mente vagara hacia territorios más... intensos.

Sacudió la cabeza, tratando de alejar esos pensamientos. "Enfocate, Tory. No te hagas líos esta noche," se dijo.

Mientras tanto, Piper ya estaba lista y caminaba por la habitación con una botella de vodka en la mano. Su vestido rojo ajustado resaltaba su figura, y su maquillaje impecable daba el toque final a su look. Ella parecía completamente en control, como si nada pudiera arruinarle la noche.

—Eli, ¿por qué todavía no te cambiaste? —preguntó Piper, apoyándose en la cómoda mientras sostenía una camiseta azul en la otra mano.

Eli se giró hacia ella, arqueando una ceja.

—¿Qué tiene de malo lo que tengo puesto?

—Todo —respondió Piper rápidamente, dándole un vistazo de arriba abajo. —Te traje esto. —Le lanzó la camiseta azul. —El azul es tu color, resalta tus ojos.

Tory, que había terminado de maquillarse, se dio vuelta para mirarlos.

—¿Azul? No, no, no. Él es más de rojo. Resalta su actitud de "estoy por arruinarte el día." —Tory le lanzó una camiseta roja que había sacado del armario.

Piper puso los ojos en blanco.

—El rojo es demasiado agresivo. Además, no le queda tan bien como vos creés.

—¿Y qué sabés vos? —disparó Tory, cruzándose de brazos.

—Sé que tengo buen gusto, gracias.

Eli observó el intercambio entre las dos, claramente entretenido, pero cuando ambas comenzaron a mirarlo como si esperaran que decidiera su destino, levantó las manos en señal de rendición.

—Paren un poco. Me voy a poner una negra y listo. ¿Feliz? —Anunció mientras buscaba una camiseta simple en su mochila.

Tory y Piper lo miraron con desaprobación al unísono.

—Sos tan aburrido a veces, Eli —dijo Piper, tomando otro trago de la botella.

—No necesito colores para llamar la atención —replicó Eli mientras se deslizaba la camiseta negra sobre la cabeza. —Mi personalidad habla por sí sola.

—Sí, habla demasiado —bromeó Tory, haciendo que Eli le tirara una almohada en respuesta.

Cuando Eli terminó de cambiarse, sacó su celular y llamó a Kyler.

—Hey ¿ya estás afuera? —preguntó mientras se ponía unas botas negras.

Del otro lado, Kyler parecía estar mascando algo porque tardó en responder.

—Sí, estoy esperándolos, pero apúrense. No quiero estar dando vueltas como un chofer.

Eli cortó la llamada y anunció:

—El taxi humano está afuera. Vamos.

Piper se dirigió hacia la puerta, pero Tory se detuvo un segundo, agarrando la botella de vodka de la mano de Piper.

—¿Qué hacés? —preguntó Piper, sorprendida.

—Lo que cualquiera haría antes de soportar una noche con ustedes dos. —Tory se empinó la botella, tomando un trago largo y sintiendo el calor del alcohol bajar por su garganta.

La castaña soltó una carcajada mientras Eli observaba con una mezcla de asombro y aprobación.

—Eso es lo que me gusta de vos —dijo Eli, abriendo la puerta. —Sabés cómo empezar la noche con estilo.

Tory le lanzó una mirada divertida, limpiándose la boca con el dorso de la mano.

—Vos solo asegurate de no hacer el ridículo con tu apuesta con Piper.

—¿Ridículo yo? —replicó Eli, sonriendo. —Nunca.

Piper pasó junto a ellos, alzando la botella que Tory le devolvió.

—Bueno, veremos quién gana esta noche, Eli. Y te advierto, no pienso perder.

Tory los siguió, sacudiendo la cabeza mientras se reía. Entre apuestas absurdas y la tensión que sabía que flotaría en el aire con Robby presente, la noche prometía ser un caos absoluto. Y aunque no lo admitiera en voz alta, estaba lista para ello.

El auto de Kyler estaba estacionado frente a la casa, rugiendo como si fuera un muscle car de Rápidos y Furiosos, aunque en realidad no era más que un Honda modificado. Eli, como copiloto, revisaba los controles del estéreo con una expresión traviesa. Piper y Tory estaban acomodándose atrás; la castaña miraba por la ventana con emoción mientras que la rubia revisaba su celular con la mirada distraída.

—¿Por qué siempre tenés que subir tanto la música? —preguntó Kyler mientras Eli aumentaba el volumen de un reguetón con un bajo ensordecedor.

—Porque nadie quiere escuchar tus conversaciones aburridas mientras manejás —respondió Eli, girando la perilla hasta que los parlantes prácticamente vibraron con el ritmo.

Kyler sonrió con suficiencia.

—Bueno, prepárense, porque están a punto de experimentar cómo se maneja de verdad.

—No te emociones, Toretto —bromeó Tory desde atrás, sin levantar la vista de su celular.

—¡Ja! —Kyler rió y golpeó el volante. —Cuando sientas el viento, me vas a agradecer.

Sin más advertencia, Kyler pisó el acelerador y el auto arrancó con un tirón, haciendo que Piper y Tory se sujetaran a los asientos. La de rulos emocionada, bajó la ventanilla y sacó la cabeza como si fuera un cachorro, dejando que el viento desordenara su cabello.

—¡Esto es lo mejor! —gritó Piper, riéndose mientras estiraba una mano hacia el aire.

—¡¿Qué hacés idiota?! —gritó Tory, tirándole del brazo para que volviera al auto. —Te vas a quedar sin cabeza en un semáforo.

—Relajate, Nichols. Un poco de aire no mata a nadie —respondió Piper mientras volvía a asomarse.

Tory la ignoró y volvió a enfocarse en su celular. Abrió Instagram, navegando entre historias con la esperanza de encontrar alguna pista de lo que estaba pasando en la fiesta. Tenía un objetivo específico: Robby. Si Miguel había subido algo, era posible que él apareciera de fondo. Pero mientras deslizaba el dedo, su pantalla se iluminó con una notificación inesperada: Llamada de video entrante – Migue <3.

—¿Qué...? —murmuró Tory, sorprendida.

Sin pensarlo demasiado, aceptó la videollamada. La imagen de Miguel apareció en la pantalla, su rostro iluminado por luces de colores y con una expresión claramente ebria.

—¡TORRRYYYYY! —gritó Miguel, arrastrando las palabras. El ruido de la música de fondo era casi ensordecedor.

Tory se apoyó contra el respaldo del asiento, incómoda.

—¿Qué querés? ¿Estás bien?

—¡Estoy más que bien! —exclamó, riéndose. —¡Ya estoy en la fiesta! ¿Dónde estás vos? ¡Te estamos esperando!

—Te estamos esperando —repitió Tory con sarcasmo, rodando los ojos. —¿Quiénes son "nosotros"?

Miguel movió la cámara de forma torpe, enfocando a varias personas alrededor de él. Había un par de chicas bailando, un grupo de chicos jugando a la botella, pero lo que llamó la atención de Tory fue una silueta familiar al fondo: Robby.

Él estaba apoyado contra una pared, con un vaso en la mano y su característica actitud despreocupada. Se veía increíblemente bien, con su chaqueta de cuero y su cabello perfectamente despeinado. Tory sintió un calor inexplicable subirle por el cuello, pero lo disimuló al instante.

—¿Por qué me llamás tan temprano? —preguntó ella, tratando de sonar indiferente.

—¡Porque te extraño, boluda! —Miguel rió, evidentemente sin filtro. —Y además, tu amigo me está ganando en todo. ¡Es insoportable!

Tory frunció el ceño.

—¿Mi amigo? ¿Robby?

Miguel asintió exageradamente, acercando la cara a la cámara como si fuera un secreto.

—Sí, él. ¿Podés creer que está actuando como si fuera el rey de la fiesta? Siempre tan... —Miguel hizo una pausa, buscando la palabra— tan perfecto.

Eli se dio vuelta desde el asiento delantero, curioso.

—¿Miguel está en pedo? —preguntó, asomándose para mirar la pantalla.

—Sí, re —respondió Tory sin emoción, empujándolo para que se apartara.

—¡ELIIIIII! —Miguel gritó al reconocerlo, riéndose como un chico de cinco años.

Eli levantó una mano en saludo.

—¿Qué onda, Migue? Parece que la fiesta está buena.

—¡Espectacular! —respondió Miguel. Luego enfocó la cámara hacia la multitud nuevamente. —Pero falta algo... falta Tory.

Tory suspiró, exasperada.

—Ya llegamos ,corazon. Nos vemos ahí.

Miguel no discutió, pero antes de cortar, exclamó:

—¡Ah, y decile a Eli que no haga nada estúpido esta noche!

Eli se rio.

—No prometo nada.

Tory cortó la llamada y se apoyó contra el asiento, dejando escapar un suspiro. Piper, que había estado escuchando a medias mientras volvía a sacar la cabeza por la ventana, le lanzó una mirada curiosa.

—¿Por qué te llamaba Miguel?

—Porque está ebrio y necesita atención —respondió Tory, apartando la mirada hacia la ventana.

Kyler, que había estado acelerando y tomando curvas como si estuviera en una pista de carreras, los interrumpió.

—¡Agárrense, chicos! Vamos a llegar en tiempo récord.

Eli giró hacia él, divertido.

—Si llegamos vivos, estaría genial.

La música seguía retumbando, y el auto avanzaba velozmente hacia una noche que prometía ser cualquier cosa menos tranquila.

00:15 a.m

La música retumbaba en las paredes de la casa mientras el grupo entraba con una actitud desafiante, como si fueran los protagonistas de la noche. Eli lideraba la marcha con una confianza casi teatral, Piper iba justo detrás de él, inspeccionando el ambiente como si estuviera evaluando a sus futuros enemigos, y Kyler se movía a su ritmo, sosteniendo un vaso vacío con una sonrisa burlona.

—Bueno, bueno... ¿dónde están las víctimas de esta noche? —comentó Eli, mientras se arreglaba la camiseta negra que llevaba como si fuera una armadura.

Kyler se detuvo un segundo, levantó su vaso vacío y dijo con tono solemne:
—Que comiencen los Juegos del Hambre.

Piper soltó una carcajada exagerada, pero Tory, que había estado en silencio hasta ese momento, no prestaba atención a los comentarios de sus amigos. Apenas cruzó la puerta, su mirada se dirigió hacia el rincón más iluminado de la sala, donde Sam y Miguel se estaban besando como si no existiera el mundo a su alrededor. La escena se completaba con Moon, quien les sacaba fotos desde varios ángulos, intentando encontrar la luz perfecta.

—¡Qué nivel de espectáculo! —bufó Tory, cruzándose de brazos.

Eli siguió la dirección de su mirada y alzó una ceja con evidente diversión.
—Hey al menos alguien la está pasando bien. Mirá a Moon, toda concentrada, como si estuviera en una sesión para Vogue.

—¿Y Sam? ¿No era que no le interesaba Miguel? —preguntó Piper, arrastrando las palabras mientras arqueaba una ceja.

Tory suspiró, apartando la vista incómoda.
—Al parecer si le interesa ,bastante.

Sin embargo, su atención no tardó en desviarse hacia otro punto de la fiesta. En la barra improvisada al fondo de la sala, Robby estaba preparando un fernet con la concentración de un alquimista. Llevaba puesta su chaqueta negra habitual, y cada uno de sus movimientos parecía tan relajado como calculado. Lo que más irritó a Tory fue la chica que estaba con él: morena, con un vestido ajustado que no dejaba nada a la imaginación, le sonreía coqueta mientras deslizaba una mano por el brazo de Robby.

Tory sintió una punzada de incomodidad que no quiso reconocer como celos. ¿Qué hacía Robby dejándose coquetear tan descaradamente? Claro, él parecía más enfocado en la bebida, pero sus sonrisas esporádicas hacia la chica decían otra cosa. Tory apretó los labios, sintiendo cómo la irritación se apoderaba de ella.

—Ya vuelvo —dijo de repente, dejando a Eli, Piper y Kyler sin tiempo para reaccionar.

Agarró un vaso de vino de una bandeja cercana y avanzó hacia la barra con pasos firmes, aunque sus movimientos parecían calculados para proyectar un aire casual. Cuando llegó junto a ellos, fingió tropezar torpemente, derramando el contenido del vaso sobre el vestido de la chica.

—¡Ay perdón! —exclamó Tory, llevándose una mano a la boca con una expresión de falsa preocupación.

La chica soltó un gritito, mirando su vestido ahora arruinado. Su rostro pasó de la sorpresa al enojo en cuestión de segundos, pero antes de que pudiera decir algo, Tory continuó con su actuación.

—No puedo creer que haya sido tan torpe, lo siento mucho. ¿Estás bien?

La morena respiró hondo, claramente esforzándose por mantener la compostura.
—No pasa nada —dijo con una sonrisa rígida, aunque su tono la delataba. Miró a Robby y añadió: —Ya vuelvo, hermoso. Voy a limpiarme.

Cuando la chica se alejó, Robby se giró hacia Tory, mirándola con una mezcla de incredulidad y diversión.
—No te cree nadie a vos.

Tory se encogió de hombros con una sonrisa triunfal.
—¿Ah, no? Yo creo que fui bastante convincente.

Robby dejó escapar una risa suave, negando con la cabeza.
—Sos mala, eh.

Tory arqueó una ceja, cruzándose de brazos mientras le respondía con tono provocador:
—Puedo ser lo que quieras.

Robby no respondió de inmediato, pero sus ojos la estudiaron detenidamente. Ella agarró el vaso de fernet que él había estado preparando y le dio un trago largo, derramando un poco del líquido oscuro. Una fina línea de bebida bajó lentamente por su cuello hasta perderse en su escote.

Robby la miró, chupándose los labios. Estos últimos días no había podido parar de pensar en ella. Era intoxicante. Todo en Tory lo atrapaba: su forma de hablar, de caminar, de provocarlo. Era tan parecida pero tan distinta a Addison que lo mataba de ganas de descubrir en qué más eran diferentes.

Tory notó cómo la miraba y sonrió de lado.
—¿Qué pasa? ¿Te ahogaste?

Robby apartó la mirada, recomponiéndose mientras tomaba el vaso que ella le devolvía.
—Me preocupa que te tomes mi fernet como si nada. ¿Te pensás que sos la dueña de todo?

—Solo de las cosas que quiero. —Le guiñó un ojo, dejándolo sin palabras momentáneamente.

—Si seguís así, alguien te va a poner en tu lugar.

—¿Vos, por ejemplo? —replicó Tory, inclinándose ligeramente hacia él, lo justo para reducir el espacio entre ambos.

La tensión creció entre ellos, cargada de algo más que palabras. Robby luchaba consigo mismo, debatiéndose entre responder a la provocación o mantener el control. Pero justo cuando parecía que iba a decir algo, una voz interrumpió el momento.

—¡Robby! —gritó Miguel desde el otro lado de la sala, tambaleándose un poco mientras se acercaba con un vaso en la mano. —¡Te necesito para ganarle a Sam en el beer pong!

Robby soltó un suspiro, claramente frustrado por la interrupción. Miró a Tory una última vez antes de alejarse con Miguel.

—Hablamos después —le dijo con un tono que prometía más de lo que parecía.

Tory lo observó irse, con una sonrisa en los labios y el deseo de seguir jugando a ese peligroso tira y afloja que la atraía más de lo que estaba dispuesta a admitir.

02:34 a.m

La fiesta había tomado un ritmo frenético. La música electrónica resonaba con fuerza, las luces estroboscópicas parpadeaban, y el aire estaba cargado de energía y alcohol. Tory, con un vaso de vodka en la mano, había decidido dejar atrás cualquier rastro de cordura. Se movía entre la multitud como una diosa desatada, riendo, bailando y disfrutando de la atención que atraía con cada paso.

Robby estaba en la otra punta de la sala, sentado en uno de los sillones con Miguel y Sam. Tenía un vaso de cerveza en la mano, pero apenas lo tocaba. Sus ojos, aunque intentaban fijarse en la conversación que Sam y Miguel sostenían sobre alguna tontería, seguían desviándose hacia Tory. Ella era hipnótica, como un imán imposible de ignorar.

—¿Robby? ¡Hola! ¿Estás en la tierra o qué? —preguntó Sam, chasqueando los dedos frente a su cara. Robby se sobresaltó ligeramente, regresando al presente.

—Sí, sí. Estoy acá. —Dio un sorbo a su cerveza, tratando de actuar indiferente.

Miguel soltó una carcajada, claramente algo ebrio.

—Claro que está acá. Lo que pasa es que está mirando a Nichols. —Lo dijo con un tono burlón, señalando disimuladamente hacia donde estaba ella.

Sam se giró para mirar y rodó los ojos con una mezcla de fastidio y cansancio.

—¿En serio, Robby?.

Robby se encogió de hombros, tratando de no darle importancia al comentario.

—No estoy mirando nada. Solo... la gente bailando. ¿Qué tiene de malo?

Miguel le dio un codazo con una sonrisa pícara.

—Lo que tiene de malo es que estás mirando cómo se mueve la prima de tu novia y, amigo, te estás perdiendo lo que realmente importa: ganarle a Sam en el beer pong.

—¡Como si pudieras ganarme! —interrumpió Sam, cambiando de tema rápidamente. Miguel la miró con una sonrisa competitiva, pero Robby apenas reaccionó. Su atención había vuelto a desviarse hacia el centro de la pista.

Tory estaba rodeada de un grupo de chicos que claramente competían por su atención, pero uno de ellos destacaba. Era Kwon, el chico nuevo de la secundaria. Robby lo reconoció al instante. Tenía esa actitud arrogante y confiada que lo hacía insoportable, como si creyera que ya se había ganado el derecho de estar en el centro de todo. Y ahora estaba ahí, frente a Tory, hablando con ella y logrando que se riera.

—¿Quién es ese? —preguntó Robby, tratando de sonar despreocupado mientras señalaba sutilmente hacia la pista.

Miguel miró hacia donde señalaba y soltó un bufido.

—Ah, ese es Kwon. Es nuevo. Según Demetri, es un crack para leer a las personas. Pero, no sé, tiene cara de saber demasiado y hablar poco. ¿Por?

Robby negó con la cabeza, fingiendo desinterés.

—Por nada. Me pareció reconocerlo, eso es todo.

Pero no era todo. Robby observaba cómo Kwon y Tory se acercaban cada vez más. Ella estaba completamente entregada al ritmo de la música, moviéndose con una sensualidad natural que lo dejaba sin aliento, y Kwon... Kwon no era idiota. Se estaba aprovechando de cada segundo que tenía con ella.

De pronto, Tory, como si sintiera los ojos de Robby sobre ella, giró lentamente la cabeza hacia él. Su mirada se cruzó con la de Robby, y una sonrisa descarada apareció en sus labios. Era como si supiera exactamente lo que estaba haciendo y lo disfrutara.

Y entonces ocurrió. Sin apartar la mirada de Robby, Tory se inclinó hacia Kwon y lo besó.

El tiempo pareció detenerse para Robby. El vaso que tenía en la mano quedó suspendido en el aire, y su mandíbula se tensó tanto que los músculos de su cuello se marcaron. El beso no fue sutil ni breve. Tory hundió una mano en el cabello de Kwon, despeinándolo, mientras él la rodeaba con fuerza por la cintura. Era una imagen que Robby no podía borrar de su mente, aunque quisiera.

—¿Qué mierda...? —murmuró Robby, bajando la mirada al vaso y apretándolo con tanta fuerza que sus nudillos se pusieron blancos.

Sam, que había notado su reacción, soltó un suspiro exasperado.

—No me lo puedo creer. ¿Estás celoso? ¡Por el amor de Dios, Robby! Ella no es tu novia. ¡Ni siquiera tu amiga!

Miguel, aunque ligeramente confundido, intentó calmar el ambiente.

—Tranquilo, amigo. Es solo Tory siendo Tory.

Pero Robby no podía tranquilizarse. La escena seguía repitiéndose en su cabeza: las manos de Kwon en la cintura de Tory, el cabello de ella entre sus dedos, esa maldita sonrisa que había dirigido justo a él antes de besarlo.

—¿Qué tiene Kwon que no tengan los demás? —preguntó Robby en voz alta, más para sí mismo que para los demás.

Sam se echó a reír, sarcástica.

—No sé, Robby. Quizás simplemente no tiene un historial de peleas constantes con ella.

Robby la ignoró. No podía apartar la mirada de la pista de baile, donde Tory ahora reía con Kwon, como si nada hubiera pasado.

Cada movimiento de ella parecía diseñado para torturarlo. La forma en que pasaba los dedos por el cabello de Kwon, cómo se inclinaba hacia él mientras reía. Era como si estuviera en una misión personal para sacarlo de quicio.

Finalmente, Robby se levantó de un salto, dejando el vaso sobre la mesa con un golpe seco.

—¿A dónde vas? —preguntó Miguel, sorprendido.

—Por otra cerveza —respondió Robby, aunque ambos sabían que no era cierto.

Sam suspiró, sacudiendo la cabeza.

—Idiota.

La música seguía retumbando, las luces brillaban con intensidad, pero el mundo de Tory y Robby parecía haberse encapsulado en una burbuja de tensión. Desde el momento en que Robby se levantó de su lugar y comenzó a cruzar la sala hacia ella, Tory lo notó. Su forma de caminar era deliberada, casi peligrosa, con los ojos clavados en ella como si fuera la única persona en la fiesta.

Sonrió con esa sonrisa desafiante que sabía que lo sacaba de quicio. Antes de que llegara, se inclinó hacia Kwon, susurrándole algo al oído que lo hizo sonreír. Luego se separó de él con un movimiento grácil y caminó hacia Robby, encontrándolo a mitad de camino.

—Después hablamos, Kwon —le dijo con tono despreocupado mientras dejaba al chico nuevo atrás, confundido pero claramente satisfecho por su momento con ella.

Cuando estuvo frente a Robby, este ya tenía la mandíbula tensa y los ojos cargados de irritación. Sin previo aviso, le agarró la muñeca, atrayéndola hacia él con un movimiento firme pero no brusco. Tory levantó una ceja, divertida por su reacción, pero también le gustaba lo que veía: Robby estaba claramente molesto, y eso le daba poder.

—Lo que sea que estés tramando, termínalo ya —gruñó Robby entre dientes, su rostro peligrosamente cerca del de ella.

Tory, sin inmutarse, dio un paso más hacia él, reduciendo cualquier distancia entre ambos. Ahora estaban tan cerca que podía sentir el calor de su aliento y ver cada detalle de su rostro bajo las luces.

—¿Tramando? —repitió con una sonrisa burlona. Sus ojos se desviaron brevemente hacia sus labios antes de volver a los suyos. Luego inclinó la cabeza ligeramente y susurró cerca de su boca, casi como si fuera un secreto—: Solo estaba jugando, Robby. ¿No sabes seguirme el ritmo? ¿O estás demasiado ocupado mirando desde lejos?

Robby tragó saliva, tratando de no dejarse llevar. Había algo en la forma en que Tory se acercaba que lo desarmaba completamente. Su mente le gritaba que esto estaba mal en todos los niveles: ella era la prima de Sam, su novia. Pero su cuerpo tenía otra opinión.

—No me provoques, Tory —advirtió, su voz baja, cargada de una mezcla de frustración y deseo.

—¿Por qué no? —replicó ella con una sonrisa provocadora, sus dedos jugueteando con la tela de su camisa como si estuviera tentada a tirar de él aún más cerca.

Robby odiaba esto. Odiaba lo fácil que era para ella controlarlo, cómo podía sacarlo de su eje con una sola mirada o una palabra. Quería odiarla. Quería convencerse de que todo esto era solo un capricho, algo pasajero. Pero cuando sus ojos se encontraron de nuevo y sus labios casi rozaron los suyos, supo que no podía ignorar lo que sentía por mucho más tiempo.

El momento parecía congelado en el tiempo. Ambos respiraban rápido, como si estuvieran al borde de algo inevitable. Sus ojos se hablaban en un idioma que ninguno de los dos podía descifrar del todo, y bajo las luces intermitentes de la fiesta, parecía que el universo los estaba empujando el uno hacia el otro.

—¡Tory! —La voz aguda y claramente ebria de Piper rompió la tensión como un vaso estrellándose contra el suelo. Tory retrocedió de inmediato, como si el hechizo se hubiera roto, y miró hacia su amiga, quien tambaleaba hacia ellos con una botella vacía en la mano.

—Eli está hecho un desastre —dijo Piper, señalando hacia algún punto indeterminado de la fiesta—. Vomitó por todos lados. Kyler y yo lo vamos a llevar a casa, pero necesitamos que vengas.

Tory rodó los ojos, claramente irritada por la interrupción, pero no podía evitar preocuparse por Eli. Miró a Robby de reojo, como si midiera sus opciones. Justo cuando estaba a punto de decir algo, Robby se adelantó.

—Yo la llevo —anunció, su tono firme y autoritario.

Piper parpadeó, confundida, pero demasiado borracha para procesarlo realmente.

—Ah... genial. Entonces no me preocupo. ¡Gracias, Robby! —dijo antes de girarse torpemente y desaparecer entre la multitud.

Tory lo miró, entre divertida y sorprendida.

—¿Así nomás tomás decisiones por mí?

Robby cruzó los brazos, mirándola con esa expresión que ella conocía demasiado bien: mezcla de irritación y desafío.

—No me hagas arrepentirme de ofrecerme. Vamos, o te quedás acá bailando con Kwon.

Tory sonrió, aceptando el reto en su mirada.

—Está bien, caballero. Vamos —dijo, pasándole cerca para dirigirse hacia la puerta.

Robby la siguió, y aunque intentaba no mirarla, cada movimiento de Tory, cada giro de su cabello, lo hacía querer detenerla, enfrentarla, decirle todo lo que estaba sintiendo. Pero no era el momento. No todavía.

Al llegar al auto, Robby abrió la puerta del copiloto, y Tory se subió con una sonrisa divertida.

—Mirá qué caballeroso te pusiste de repente. ¿Es culpa o estás intentando impresionarme?

—Callate y abrochate el cinturón —replicó Robby mientras se subía y encendía el motor.

Tory rió suavemente, y mientras el auto arrancaba, no pudo evitar mirar de reojo a Robby. Bajo la luz tenue del tablero, su rostro se veía aún más marcado, con esa tensión constante que a ella le encantaba provocar.

El auto avanzaba por las calles iluminadas de la ciudad, mientras la música llenaba el ambiente con un ritmo que vibraba tanto como la tensión entre ellos. Tory, recostada en el asiento del copiloto, dejó caer la cabeza hacia atrás con una sonrisa perezosa en los labios. Su mano se movió hacia la perilla del volumen, subiendo la música sin pedir permiso. Robby la observó de reojo, su mandíbula aún marcada por la molestia que intentaba controlar.

—¿De verdad? —murmuró él, su tono seco.

—¿Qué? —preguntó Tory, fingiendo inocencia mientras tamborileaba los dedos al compás de la canción. Luego giró la cabeza hacia él y, sin previo aviso, deslizó su mano por el cabello perfectamente peinado de Robby, despeinándolo con una suavidad deliberada.

El contacto fue breve, pero suficiente para hacer que Robby inhalara profundamente, tensando el agarre en el volante.

—Victoria—advirtió, su voz baja, cargada de frustración—. No juegues conmigo.

Ella se encogió de hombros, pero su sonrisa era evidente. Se acomodó en el asiento, girándose hacia él para observarlo con descaro.

—¿Por qué no? Sos muy fácil de sacar de quicio. Me divierte. Además, no podés negar que te gusta.

El castaño apretó la mandíbula, sin responder. No podía negarlo, pero tampoco podía admitirlo. Su mirada permaneció fija en la carretera, aunque su mente estaba en otro lugar. Su perfume, una mezcla entre dulce y peligroso, parecía inundar el espacio cerrado del auto. Cada pequeño movimiento de Tory era como un golpe directo a su autocontrol.

—¿Sabés qué creo? —continuó Tory, su tono juguetón—. Creo que te gusta esto. Que te gusta cuando te provoco. Y lo peor es que no te animás a hacer nada al respecto.

Robby bufó, soltando una risa seca, aunque su agarre en el volante se hizo más fuerte.

—¿Hacer qué? ¿Caer en tus jueguitos? No me interesa.

Ella levantó una ceja, claramente entretenida por su intento de sonar indiferente. Se inclinó un poco más hacia él, apoyando el codo en la consola central y dejando que su voz bajara de tono.

—¿Estás seguro? Porque parecías bastante interesado hace unos minutos en la fiesta.

Robby giró bruscamente hacia ella, su mirada fija en los ojos de Tory.

—Dejá de hacer esto.

—¿Hacer qué? —replicó Tory, fingiendo confusión, aunque su sonrisa traicionaba sus intenciones—. Solo estoy hablando contigo. ¿No puedo hacerlo?

Robby no respondió de inmediato. Su mirada volvió a la carretera, pero la tensión en el auto era palpable. Sus pensamientos eran un caos. Estaba Addison, su novia, la razón por la que no debería siquiera estar considerando nada con la rubia. Pero también estaba Tory, con su sonrisa descarada, su actitud desafiante y esa habilidad de hacer que todo lo demás desapareciera cuando estaban juntos.

—¿Ya llegamos? —preguntó Tory después de unos segundos, mirando por la ventana y notando que estaban cerca de su casa.

Robby asintió con la cabeza, agradecido por el cambio de tema. Redujo la velocidad y giró hacia la calle donde vivía Tory.

Cuando el auto se detuvo frente a su casa, Tory no se apresuró a bajar. Se giró hacia él, apoyando el mentón en su mano mientras lo observaba.

—Gracias por el aventón, Robby. Fuiste... sorprendentemente amable.

Robby soltó un suspiro, relajándose un poco ahora que estaban fuera de la intensidad de la fiesta.

—Solo quería asegurarme de que llegues bien. Nada más.

Tory sonrió, inclinándose ligeramente hacia él.

—Claro. "Nada más".

Robby frunció el ceño, pero antes de que pudiera decir algo, Tory abrió la puerta y salió del auto.

—Nos vemos, chico bueno —dijo con un guiño antes de cerrar la puerta y caminar hacia su casa, dejando a Robby en silencio, observando cómo desaparecía tras la puerta de entrada.

Por un momento, permaneció inmóvil, con las manos todavía en el volante, tratando de recuperar el control de sus pensamientos. Tory era una tormenta, y él no estaba seguro de cuánto tiempo más podría mantenerse al margen sin dejarse arrastrar.

Encendió el motor de nuevo y se alejó, pero no pudo evitar mirarse en el espejo retrovisor una última vez, como si esperara verla aparecer de nuevo. Con un suspiro, sacudió la cabeza y apretó el acelerador, dejando atrás su casa y, con suerte, los pensamientos que ella había sembrado en su mente esa noche.

El problema era que sabía que no sería tan fácil.

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