[18]-Frío y Caliente (+18)

Advertencia: Lectura para mayores de 18 años en adelante, contiene connotación sexual y escenas explicitas. Lenguaje ofensivo y vulgar.

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Capítulo XVIII: Frío y Caliente

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- Pacifica... - Diciendo con voz tímida. - ¿Enserio debo ponerme esto? – Hablando del otro lado de la puerta de baño. – Es muy incómodo, pienso que solo conseguiré que me gane otra burla.

- Tú solo póntelo, no siempre te voy a dejar usar mi ropa de marca de diseñador. – Esperando a que saliera, mientras que miraba con detenimiento la llave. – Es muy delgada y con un patrón extraño. – Murmurando en voz baja. – Espero equivocarme. Y no mandarla a una muerte segura.

- Ya salgo – Avisando a la rubia.

Abriendo la puerta del baño cubriéndose con una toalla el cuerpo, mostrando un rostro teñido de color rosado en sus mejillas. Antes de que la rubia la tomara del brazo sin perder el tiempo y la sentara en una silla del tocador, recogiendo su cabello en una peineta. Antes de agarrar su maquillaje.

- ¿Por qué la toalla? – Mirándola sospechosamente. – Más vale que cuando te quites la toalla, estés con la ropa que te preste. – Tomando una base de polvo. – Bueno somos casi del mismo tono de piel. – Acercando la brocha para aplicar el polvo, esparciéndolo por su rostro de forma suave y circular. – No te muevas. – Empeñándose a maquillar su rostro sin exagerar, solo de forma natural. – La verdad no queremos exagerar las cosas, solo será una conversación casual, pero sin olvidar el punto.

- Me vas a decir ¿Por qué estás haciendo todo esto? – Sintiendo como pasaba una brocha con un tono de rubor color melocotón, tomando un pincel para aplicar un leve brillo labial color durazno en sus labios.

- Ya casi termino, deja de moverte. – Amenazando con el labial en la mano.

- Solo digo que esto es extraño. – Inflando levemente sus mofletes. – Podía haber ido a dejar el postre y regresar rápido. – Eso es lo que pensaba que haría, pero veía a la rubia motivada. Como si la estuviera arreglando para una salida o casi una cita.

- Mabel escucha, no se deja a la casa de un hombre un pastel con esa pinta desarreglada, ni mucho menos en pijama. – Dedicándole una mirada de fuego en sus ojos azules. – Y no es de que tardes un momento, sino que tardaras lo que tienes que tardar.

- ¡Espera! ¿Y nuestra fiesta de pijamas? – Preocupándose por su amiga. – No puedo dejarte sola.

- Mabel, luego la tendremos. Necesito saber, no, tú necesitas saber. – Quitando la peineta para empezar a cepillar su cabello largo, y acomodar los mechones de cabellos y algunos rulos de su cabello ondulado. – Aparte ¿cuándo tendrás esta oportunidad?, para hablar con ese torpe triangulo. Tú hermano no está aquí para interrumpir.

- Pacifica – Dijo Mabel con voz seria. – Tú piensas ¿Qué está enamorado de mí?

- Eh, no bueno, yo solo pienso... que tal vez. – No sabiendo que decir, la había descubierto. – Puede que lo este, y quiero saberlo. – Ocultando su rostro ruborizado de la vergüenza. – Puede que sea un error mío, pero tienes que saber de todos modos.

La castaña solo atino a reírse a carcajadas fuertemente mientras se agarraba del estómago, antes de calmarse y limpiarse una lagrima que se asomaba por sus ojos. – Enserio piensas que Bill, ¿está enamorado de mí? – Soltando otra risotada. – Es imposible, me odia tanto. Creo que he recibido más regaño de él, que algún coqueteo por parte suya.

- ¡Oye! – Tomando a su amiga de los hombros para que viera su reflejo en el espejo. – Hablo enserio, Mabel. Aquí mírate.

- ¿Qué sucede? – Calmándose un poco. – Te digo que es imposible, él dijo que somos como aliados, algo así como amigos. – Mostrándose desanimada al verse en el espejo. No se consideraba muy atractiva, más bien una niña bajo una capa de maquillaje.

- Eres bonita. – Hablo la rubia con un poco de celos. – Nunca necesitaste nada, pero esa actitud que tienes en este momento de forma negativa, rechaza lo hermosa que puedes ser.

- Pacifica... - Levantando el rostro para mirar a la rubia.

- Solo por esta vez, déjame ayudarte. – Mostrando una sonrisa. – Ya ayudaste a mi novio, ¿lo recuerdas? Tú y ese torpe triangulo.

- De acuerdo – Diciendo avergonzada, dejando que terminara de arreglarla. – Pero sé que esto es innecesario.

- Mabel

- ¿Qué pasa?

- ¿Qué pasa si a él le gustas? – Acomodando su cabello. – Digo que sucedería... ¿también te gusta?, se me sincera.

Nunca se había puesto a pensar un momento en saber, lo que sentía en realidad por el demonio. ¿Qué era lo que sentía por Bill Cipher? Odio, molestia, ira, tristeza, empatía, tal vez un dolor en el pecho, amor y protección.

Pero solo pensaba una cosa. No sabía lo que sentía en este momento. Solo sabía que sentía una enorme vergüenza en encontrarse con él en un momento como este. Y que su corazón empezaba latir un poco más rápido de lo normal. No sabría cómo reaccionaría cuando lo viera frente a ella, ¿Qué le diría? ¿Se burlaría de ella? ¿Cometería otra estupidez como en el cuarto de las armas?

- No lo sé, muy bien. – Ruborizándose de su rostro. – Y si solo hago el ridículo.

- Entonces lo golpeare muy fuertemente en el ángulo de su culo. – Terminando de arreglarla. – Quítate la toalla.

Mabel se quitó la toalla que cubría su cuerpo, revelando un vestido sencillo azul marino de hombro corto, dándole una apertura de forma cuadrada en su escote y espalda con la falda en forma de volantes, que llegaba por encima de la rodilla. Resaltando el tono de su piel clara y cremosa; unos tacones sencillo de color oscuro hacían juego con su vestimenta. En si se veía hermosa, y atractiva para cualquier chico que la invitara a salir, en cualquier instante y lugar.

- Perfecto – Aprobando al asentir con la cabeza. – Ese vestido lo utilice en una reunión de damas del minigolf, que asistí con mi madre.

- Es demasiado bonito. – Dando una vuelta para ver cómo se elevaba la falda. – Pero no es demasiado, ¿no sospechara nada raro al verme así? Digo con este vestido.

- Quien sabe, ahora llévate esas galletas. – Entregándole la bolsa de celofán envuelta en moño rojo.

- ¿Cuándo hiciste eso? – Mirando sorprendía la decoración inmediata del paquete de galletas.

- Cuando te tardaste más de media hora en el baño, en colocarte ese vestido. Mientras te debatías en ponértelo. – Regresándole la llave. – Recuerda, no olvides decirle "te la devuelvo" – Haciendo hincapié a la llave en su mano.

- ¿Por qué devolver? – Aun sin saber su plan.

- Tú solo dilo. – Empujándola a la puerta. – Mabel a veces puedes ser tan lenta, que no ves las indirectas. – Rodando los ojos. – Si supieras que significa una llave. ¡Vamos ve!

- Gracias Pacifica... espera ¿y si llama Dipper?

- Diré que estas en el baño o dormida – Dijo la rubia. – ¿Vamos tu hermano te llama a estas horas?

- Mm... pues arruine su cita – Riendo nerviosamente. – No estas molesta.

- Lo sabía – Señalo con el dedo. Pero recupero la compostura. – Bueno no lo estoy, pero la siguiente no la arruinaras. Me lo agradecerás cuando regreses.

Observando como la castaña colocaba la llave en la ranura de la puerta de la habitación. Girándola, la saco para abrir la puerta y ver el pasillo del castillo. Pacifica se sorprendió miro curiosa un momento antes de ver como la chica estaba a punto de cerrar la puerta del otro lado. Dejándola sola en su habitación. Se acercó abrir su puerta nuevamente, encontrándose con el pasillo de su casa.

- Que buen escondite. – Cerrando la puerta de su habitación. – Solo espero que no se emocione demasiado ese Dorito, o de seguro tendré a Dipper encima.

•| ⊱★⊰ |•

Mabel camino por el extenso pasillo recordando un poco en donde se encontraba, abriendo una puerta para ver un extenso salón con pinturas y artículos. La cerro antes de ver a su alrededor el mismo pasillo. Haciendo resonar sus tacones en cada paso que daba, no sabía por dónde iba. Abriendo un poco la puerta de algunas de las habitaciones, para ver si se encontraba el demonio triangular, pero en ninguna había señal de él.

Llamo un poco su nombre, pero no recibía respuesta por parte del demonio. Se detuvo un momento para mirar cada gema de las puertas y después hacer memoria por cual había abierto.

- Mm... ¿Dónde se encontraba aquella habitación con el piano? – Haciendo memoria de los pasillos había recorrido. – Dijo que en la parte más alta del castillo.

Se encamino por los pasillos hasta encontrar unas escaleras que subían para el siguiente piso, encontrando la otra hilera de habitaciones.

- Creo que empiezo a recordad. – Abriendo una habitación donde estaban las armas antiguas. – Si, aquí me corte esa vez. – Cerrando la puerta. – Entonces estoy casi cerca.

Corrió con los tacones por arriba de las otras escaleras, llegando al pasillo con otras tres habitaciones. Se calmó su respiración y se acercó a la puerta de una. Tocando con unos pequeños golpeteos la puerta de madera elegante, llamo su nombre, pero no obtuvo respuesta nuevamente.

- Bill, ¿estás aquí? – Queriendo abrir la puerta pero estaba cerrada. – Que extraño. – Girando el pomo sin conseguir que se abriera. Asomo una oreja apoyándola en la madera, pero no había ningún sonido. – No está tocando, ni se escucha nada.

Carraspeo antes de hablar. - Se puede saber ¿Qué haces en la puerta de mi habitación? – Mostrándose con los brazos cruzados en su forma triangular.

- ¡Ah! – Asustándose de verlo presente. Pensando que a lo mejor estaba molesto. – Yo...

- De curiosa como siempre, Estrella fugaz – Mirando la apariencia de la chica antes de acercarse a la otra puerta que estaba en medio y abrirla. – Buscaba esta habitación. Se ve que tendré que poner nombre a cada cuarto. Y como castigo será en latín y árabe.

- Sí, pero también te buscaba. – Mostrándose nerviosa con las mejillas sonrosadas. – Quería darte algo, que yo hice junto con una amiga. – Extendiendo sus manos. - Toma – entregándole el paquete mientras se encaminaba dentro del cuarto.

Bill la siguió antes de cambiar su apariencia a su forma humana. Revelando que solo estaba con una camisa blanca de manga larga y unos pantalones oscuros. – ¿Una ofrenda?

- Te dije que la próxima vez que preparada algo, tú te lo comerías. – Mostrando una mirada de reproche. – ¿Lo recuerdas?

- Y volvemos a lo mismo, alimentos no necesito. – Viendo el contenido de la bolsa.

- Dijiste que podías saborearlo. Sin sentirte lleno. – Aclarando. – Así que me conformo con que lo saboree.

- ¿Y qué es? – Viendo la figura de la galleta sin encontrarle una forma concreta. – ¿Un glóbulo rojo?

- No es, un... - Sus mejillas se sonrojaron furiosamente. No podía decirle que era un corazón. – Un círculo.

- Mientes Estrella – Comiendo una y sintiendo el sabor del azúcar y la mantequilla, en su paladar. – Intestaste hacer un corazón, pero esto salió aplastado. Aprende de tus errores y tal vez salga bien.

- Deja de leer mi mente, es privado. – Dijo con molestia en su voz. – Y si hare unas más bonitas la próxima vez, y no te las daré.

Bill admiro a la chica como iba arreglada, parecía que iba a una cita, recordando que hace unas horas la seguía a ella junto con la chica Llama. En especie de seguimiento, según como dijo Pino en estado de espionaje.

Pero ahora la veía diferente, deteniéndose a verla. Llevaba un vestido que realzaba su tono de piel, su cabello caía delicadamente en unos rulos notando lo largo que era ¿Hace cuánto tiempo tenía el pelo más largo? miro el brillo y el color de su cabello castaño.

Se detuvo admirar su rostro enmarcado por su característico flequillo, entrecerrando su ojo; viendo sus mejillas rosadas y sus ojos color avellana, sus labios llevaban un tinte rosado como el de un durazno, viéndolos carnosos dándole un aire inocente, para cualquier sujeto que se acercara a robar no uno, si no más besos. Pero el no permitiría que ningún ser humano o criatura tocare ese apreciable toque suave. Tal como él lo recordaba, la última vez que la beso en aquel cuarto de aseo.

En si la chica era hermosa ante su mirada, pero por otro lado, combatía los celos que empezaron a formarse al empezar a levantar sospechas. ¿Qué hacia ella en sus dominios? ¿A esta hora? ¿Vestida de esa manera? ¿Y con galletas? ¿Y dónde diablos está el símbolo de Llama?

- No pienso que viniste a dejarme solamente galletas. – Sentándose en un sillón que tenía enseguida del piano. Mientras apoyaba un codo sobre la esquina, descansando su barbilla. – ¿A qué has venido? Estrella fugaz.

- Tal vez a visitarte y hablar un poco. – Acercándose a un estante y mirar nuevamente los libros. – Se supone que debería estar con Paz en una noche de pijamas. – Mostrando una sonrisa. – Pero ella insistió a que viniera a dejar esto.

- ¿Galletas? – Riendo un poco. – Creo que está depositando mucha confianza en mí. De seguro pedirá algo a cambio.

- ¿Cómo un deseo? – Diciendo de forma curiosa.

- Tal vez, todos terminan pidiendo algo. – Levantándose del sillón para acercarse a la castaña. – ¿Ibas a una cita? ¿Planeabas fugarte? sin que tu hermano se diera cuenta. Que rebelde me has salido.

- No seas tonto, nada tiene que ver con arreglarme bonita. – Colocando sus manos en la cadera, mientras inflaba el pecho en forma de orgullo. – Yo fácilmente podía a ver llegado con otra ropa y verme todavía bonita.

Bill rio ante su actitud orgullosa y extendió una mano mientras hacia una leve inclinación. – Mis disculpas Estrella fugaz, por burlarme de su apariencia. – Sorprendiendo a la chica con las mejillas sonrosadas. – Aunque su actitud es muy infantil, para una niña como usted.

- ¡Oye! Tengo 16 años no soy una niña, torpe. – Sacándole la lengua mientras cruzaba los brazos. – Dentro de 2 meses cumpliré 17.

- ¡Oh! que grandioso cumplirá 17, pero lástima seguirá con la apariencia de una niñita. – Haciendo burla.

- No me importa. – No debía dejarse llevar por las molestas burlas del rubio. – Por cierto ¿qué hacías? antes de que llegara.

- Tú dímelo – Tomando una galleta de la bolsa, para después darle un mordisco. – Acababa de regresar de hacer unos cuantos tratos con ingenuos y arreglar algunos asuntos en una dimensión. – Aclaro. – Es agotador viajar.

- ¿Alguien puede convocarte? – Tomando un libro grueso con la portada verde, su contenido no podía entenderle por los extraños símbolos y dibujos. – ¿Qué idioma es este?

- Son jeroglíficos – Quitándole el libro de sus manos. – Y por supuesto que cualquiera puede llamarme, siempre y cuando paguen el precio de lo que piden.

- De acuerdo. – Caminando a lado de la chimenea, viendo las llamas crepitar bajo las brasas. – ¿Decorativo?

- No, proporciona calor a esta habitación. Tiene un buen motivo siendo que es la parte alta del castillo y la que genera frio en este lugar. – Aclarando - Claro que si llegas apagarla, estarías muriéndote congelada. Para un ser humano como usted.

- Bueno entonces evitare no apagarla. – Haciendo sonido con sus tacones. - ¿Tienes visitas frecuentes? – Recordando cuando vio al monstro gris con figura de romboide.

- Creo que ya los conoces – Mostrando una sonrisa. – Ellos causaron problemas en el pueblo.

- ¡Oh! Creo recordarlos. – Mostrándose incomoda. – No creo que fueran buenos esa vez.

- El interrumpir la fiesta, tal vez los molesto. – Dijo Bill. – Pero que importa, de todos modos destrucción y causar estragos es parte de ellos. Es su naturaleza, su forma de ser como criminales.

- Entonces esta sería mi segunda vez que visito su dimensión.

- ¿Sin escapes de emergencia? – Bromeando con ella, al recordar que la vez que vino estaba ocultándose de una situación incómoda.

- Sin problemas esta vez. – Levantando la mano, como especie de juramento. Antes de reír de su respuesta. – Tal vez ¿podrías enseñarme este lugar?

- Entonces admites que tienes curiosidad. – Sentándose en el sillón.

- Bueno tengo que decir que sí. – Sentándose en el sofá quedando enfrente del rubio. – Ya que se podría decir que es la primera vez, que estoy caminando por su castillo, sin que llegue a perseguirme con la intención de aniquilarme o convertirme en momia.

- Si, esa vez estaba molesto por lo entrometido que eran tú y tu hermano. – Haciendo aparecer una copa con un líquido morado, bebiéndolo. - Me distrajeron y arruinaron mis planes, para mejorar su dimensión.

- ¡Hey! Crear una dimensión de locura y demencia no es nada agradable. – Reprochándole. – No estabas pensando, estabas loco y eras un psicópata que congelabas a las personas del pueblo, para hacer ese estúpido trono.

- Modales Estrella, y era obvio que estaba loco y lo admito con orgullo. – Dándose aires de grandeza. – Era una dimensión perfecta, tú en tu burbuja de verano eterno y yo con mi reino expandido.

- Pero tienes este lugar.

- Nunca sabrás la sensación de tener más poder, y anhelar cosas infinitamente imposibles. – Mostrando un brillo en su ojo. – Usted y su hermano son los primeros en captar mi atención, al desafiarme dos veces y tener éxito. – Balanceando su copa. – Ahora, le tengo respeto y gratitud, por liberarme y cumplir sus tratos conmigo. Sin problemas.

Mabel iba continuar con su conversación, hasta que observo la llave que tenía aun sosteniendo en su mano, antes de hablar nuevamente.

- Bill, también tenía otro motivo para verte. Yo... - Tragando nerviosamente antes de sacar la llave y verla por última vez, levantándose de su asiento e ir entregársela. – Vengo a devolvértela. Sé que es algo imprevisto, pero siento que no debo tenerla.

El rubio rió un poco extrañado por todo esto. - ¿Por qué me la das? Te la di como parte de nuestro trato. – Sonriendo al no entender porque le extendía la llave de regreso. Pero no le permitiría que se la regresara. – ¿Qué no acordamos que te esconderías?, cada vez que te molestaran esos viejos seniles, tu sabes Seis Dedos y Fez o que hay de tu hermano, Pino. – Sin ver que cambiara su decisión. - ¿Querías aprender piano? ¿Ya no tienes interés?

- Todavía lo tengo, solo que yo... - Agachando la mirada.

- Bueno debo admitir que debí avisarte, que en ocasiones se presentan los monstruos de las pesadillas. – Notando que su mano temblaba con la llave extendida. – Debió ser incómodo volver a verlos.

- Eso no me molesto. Para nada. – Moviendo sus manos nerviosamente.

- No tienes restricción en ninguna habitación. – Dijo en tono seguro. – Todas las habitaciones puedes recorrerlas, excepto claramente que no debes tocar las armas filosas. – Dijo en tono burlón. – No queremos otro corte en su dedo. – Observando que aún seguía extendiendo la llave, para que la tomara.

- Te la devuelvo. – Al ver que no la tomaba, la coloco enseguida del reposa brazo.

- De acuerdo – Levantándose de su asiento para acercarse a ella. – Pero romper un trato tiene consecuencias, Estrella fugaz.

- Siento que me aprovecho el venir aquí, sin motivos. – Mostrando un esfuerzo en poner una sonrisa. – Pensé devolverte la llave. Mi amiga dice que no es correcto tener algo ajeno.

- Deberías saber que eres la persona que menos me molesta, y que la persona que te dijo eso, no debe meter sus narices en nuestros asuntos. – Mostrándose molesto en su rostro. – Son sus decisiones y es nuestro acuerdo. - Acercándose al piano a tocar unas cuantas teclas. – Por cierto debo reconocer, que se ve hermosa esta noche. – Acercándose para acomodar un mecho de cabello y colocarlo por atrás de su oreja.

Mabel se sonrojo por tal acción y cumplido por parte del rubio. Sentía su corazón latir fuertemente en su pecho. El demonio soltó una pequeña risita por el rostro enrojecido de la castaña, la hacía verse adorable. Disfrutaba molestarla y ver hasta qué punto podría hacerla enojar, tomándolo como una pequeña venganza por las molestias que tuvo que pasar, para deshacerse de los inútiles insectos. Que decidieron molestarla el día de hoy.

Aunque ella no lo sabía, la chica despertaba pensamientos sucios a cualquier chico que se topara con ella. Eso no le gustaba para nada al demonio del sueño. Le hacía sentirse irritado y molesto cada vez que ella estaba con un hombre. Ya sea conversando o intentando coquetear con ella.

Pero en este momento solo estaban él y ella, sin interrupciones y completamente solos.

- Sin rodeos, ¿se puede saber el motivo? Estrella fugaz. – Dedicándole una mirada coqueta. – De porque tan hermosa, esta noche.

- Confieso, Pacifica me dijo que no me fuera en pijama – Haciendo un leve puchero antes de empezar a caminar hacia la ventana. - ¿Cómo puedes saber cuándo es de día o de noche? – Viendo que no había ningún reloj.

- Niña yo solo sé todo. – Tomando otra galleta de la bolsa, recordando agradecerle a esa chica Llama por permitirle venir. – Luego debería hacer una visita a su dimensión. – Acercándose a la joven para tomar su mano. – Ven conmigo.

- Espera ¿A dónde me llevas? – Sintiendo su agarre mientras se dirigían a salir de la habitación, siendo guiada por debajo de las escaleras. – Bill ¿a dónde me llevas? – Si obtener respuesta del rubio, llegaron a una habitación donde había un invernadero.

Mabel se quedó asombrada por la cantidad de plantas y flores de diferentes especies, que se mostraban en diferentes colores, tamaños y una variedad infinita de aromas.

- Son bellísimas – Acercándose admirarlas de cerca. – Oh, es la que estaba en aquella habitación la otra vez. – Señalando la flor blanca en forma de estrella.

- Entonces entraste a la habitación de huéspedes – Saltando una venita de enojo. – Está bien, no lo sabía. De todos modos no hay nadie.

- Lo siento, ¿pertenece a alguien? – Pensando que estaba en problemas, por revisar una de las habitaciones.

- No – Dijo secamente. – Solo es un espacio vacío.

- Bill

- Mm... - Mirando a la chica que le dedicaba una sonrisa.

- Gracias por traerme aquí. – Oliendo el aroma de las flores.

- No era aquí precisamente el lugar que quería mostrarte. – Acercándose a las puertas de cristal del invernadero, para abrirlo y descubrir un campo, recubierto de una pradera de flores de amapola. Dando una vista al cielo nocturno estrellado. – Este era el lugar. – Sintiendo la frescura del viento. – Acércate Estrella fugaz.

- Sus ojos se agrandaron de la emoción, mostrando un brillo único. - Es... hermoso. – Saliendo fuera del invernadero para ver la cantidad de flores color carmín, que se movían con gracia y el extenso cielo nocturno que no tenía limite, el aire se sentía demasiado fresco a pesar de estar en verano. – Hay muchas estrellas. Bill hay demasiadas. – Mostrándose cada vez más emocionada en su voz, mientras corría pasando entre las flores y dando vueltas. Mientras veía los pétalos elevarse al cielo. – Ven – Invitando al rubio.

- ¿Qué intentas hacer? – Observando como la castaña tomaba su mano entre las suyas para empezar a dar pequeñas vueltas, haciendo un pequeño baile improvisado. Pero en un mal movimiento el tacón del zapato se hundió en la tierra, tropezando y cayendo encima del rubio. Sobre su pecho.

Mabel abrió los ojos para encontrarse encima del demonio, quien este no paraba de reírse. - ¡Perdón! – Disculpándose por la caída mientras trataba de apartarse del rubio, pero en su intento de levantarse resbalo con la hierba. Cayendo de bruces en el pasto, golpeándose la cadera. - ¡Ouch!

Bill no paraba de reír del accidente, se reía de forma hilarante. Estaba debatiéndose entre regañarla o lanzarle un insulto de su poca inteligencia, sobre la superficie del lugar y su intento en bailar en un terreno no adaptable. – Estrella fugaz, ¿Qué sucedió contigo? – Levantándose para sacudir el polvo.

- Creo que perdí el equilibrio. – Sacando la lengua de forma inocente, mientras se disponía a levantarse y sacar de la tierra el tacón. – Espero que Paz no se enoje. - Retirándose un momento los tacones. – Cansan un poco, tal vez porque corrí con ellos.

El rubio solo trono los dedos haciendo aparecer una bolsa con hielo entregándosela a la chica, para que lo pusiera en sus pies.

- Gracias – Sintiendo el alivio y la frescura mientras se desinflamaba los músculos enrojecido de la planta y el talón de su pie. - ¿Qué lugar es este?

- Holanda – Dijo el demonio. – Debe estar en menos de 20°C

- ¡Holanda! – Vio sorprendida el campo donde se encontraban y el invernadero de por medio en el campo. Sin señal de carreteras, caminos, autos, personas o toma eléctrica. Solo un río y un inmenso campo de amapolas. A lo mucho por lo lejos se podía divisar unas montañas. – Todo esto te pertenece.

- Hace mucho tiempo hice un trato con un hombre que vivía aquí, no fue mucho lo que pidió. – Observando cada hectárea del lugar. – Aunque te diré que antes había una enorme mansión, que fue reducida por los años por el fuego.

- Un mal trato. – Pensando que tal vez había violado un parte de acuerdo.

- No, el cumplió con parte del acuerdo. - Ofreciéndole un brazo para ayudarla a levantarse. – Su tercer hijo, trajo la desgracia a la familia.

- Una desgracia...

- ¿Sabes porque son hermosas en su color rojo estas flores? – Mostrando una sonrisa. – Es porque antes habitaba una aldea y la mansión era la única que tenía dominio en estas vastas tierras. – Cortando una flor. – Codicia, poder, belleza, engaño, sangre y muerte. Trajeron a la vida esta hermosa de flor, prohibida. En algunos lugares. – Soltándola entre sus dedos antes de irse por el viento. – Este lugar me pertenece y yo soy su vigilante.

- Un cementerio de amapolas – Observando ondear con el viento el color rubí sobre los pétalos. – Es algo triste.

- No lo vea del lado malo – Evocando un recuerdo de la antigua aldea. – Es mejor que se quede como está, o de lo contrario seguirían contaminando este lugar y nunca habría nacido esta hermosa flor.- Desapareciendo el recuerdo, antes de tomar la mano de la castaña y colocarla sobre su brazo. – Regresemos.

Caminaron un momento en silencio antes de salir de la habitación del invernadero, el demonio observo con una mirada a la chica que estaba cubierta de tierra, y sucia de su vestido.

- Tendrás que quitarte ese vestido.

- ¡¿Qué?! – Poniéndose colorada por el comentario imprevisto. – Pero no tengo otra vestimenta.

- Te llevare al cuarto de baño, sígueme.

- Estas escuchando no tengo otra ropa. – Recalcando sus palabras.

- No me molesta que andes desnuda por aquí. – Lanzando una sonrisa seductora ante la idea de tenerla en esas condiciones.

- Definitivamente no. – Exclamo molesta.

Caminando por los pasillos llegaron a otra habitación mostrando un baño elegante con el tapiz blanco con oro, y una bañera de mármol, Mabel observo encantada de la decoración de aquel lugar. Parecía como si estuviera en un cuarto de hotel de cinco estrellas. Se acercó a la bañera para abrir un poco el agua sintiendo la calidez de la misma.

- Es agradable. – Estaba a punto de quitarse su vestido para bañarse, pero se dio cuenta de algo. - ¡Bill!

Observando como el rubio se empezaba a desabrochar la camisa, desabotonando cuatro botones superiores. Antes de dirigirle una mirada indiferente a la chica.

- Oye ve abriendo el agua. Debe llenarse. – Terminando desabrochar los botones de su camisa y empezando a retirársela. Dejando al descubiertos su tatuajes en su espalda y brazos.

Mabel solo se cubrió el rostro que estaba ya del color de un tomate bien maduro. Pensó que el rubio se saldría del cuarto de baño, para dejarla sola.

- ¡BILL SALTE! – Gritando la castaña, manteniendo los ojos cerrados.

- ¿Qué hay de malo asearse los dos juntos? Somos humanos. Bueno técnicamente yo soy un ente demoniaco. – Sin llegar entender porque armaba un escándalo la chica. – Y ¿Por qué diablos te cubres la cara? – Apartando sus manos. – ¿Cómo lavara su cuerpo? Con las manos sobre su rostro.

Mabel solo miro la parte superior desnuda, bajo un poco la cara para ver la mitad del torso, y solo para darse cuenta que la parte inferior del pantalón, estaba entre abierto. *Critical Mode* la chica reunió todas sus fuerzas para sacarlo fuera del baño, proporcionándole un puñetazo en el rostro. Antes de empezar a aventar todos los artículos de higiene directo al rubio.

- ¡Idiota cúbrete, Estúpido pervertido! – Golpeándolo con todo lo que tenía a la mano.

- Espera Estrella fugaz, detente... - Recibiendo el golpe de un tarro de jabón. Antes de ver que sostenía el portavasos a punto de tirarlo. – No, no baja eso ahora. – Recibiendo otro golpe. - ¡Bien! Te dejo. – Saliendo del cuarto de baño.

Mabel respiro agitada mientras caía de rodillas, rendida al suelo, su corazón latía fuertemente sobre pasando los 100 latidos por minuto. Su rostro estaba caliente de la sangre que se le había subido inmediatamente.

- Dios porque no puede ser normal. – Frotándose la cabeza.

Una vez calmada se dispuso a meterse a bañar, acercándose a llenar la bañera con agua caliente y fría, para crear una temperatura perfecta; empezó a bajarse el cierre del vestido para retirárselo y observar lo cubierto de polvo y manchas verdes por el pasto que tenía.

Lo doblo y lo puso cerca de un banquillo que estaba ahí. Se dispuso a retirarse las pantaletas y el brasier que era lo único que le quedaba, doblándolas junto con el vestido. En un espejo de cuerpo completo se observó que tenía una leve contusión rojiza en la cadera, debido a la caída.

- Con razón dolió el golpe. – Sobándose la zona. – Fue divertido de todas formas. – Se detuvo admirarse, nunca le había tomado importancia a su cuerpo. Bueno en los cambios recientes; solo había crecido unos 2 centímetros antes de llegar, su pecho seguía teniendo el mismo tamaño ni muy grandes ni muy chicos, envidiando a Grenda y Pacifica. Suspiro un poco desanimada al recordarse que algunas de ellas tenían más cadera y los senos más grandes. Ahora envidio a Wendy, que era un imán para atraer chicos. – Es porque nacieron en el pueblo. – Inflando sus mejillas infantilmente. – Eso me iban a decir las chicas.

Se acercó a la tina para meter una pierna, sintiendo la agradable sensación del agua tibia. Escuchando la apertura de la puerta se revelo a Bill que traía un cambio de ropa.

- Estrella fugaz te dejare... - Quedándose con una mirada perdida en la piel expuesta de sus caderas, viendo su trasero y una leve visión de lado de su pecho. Pero lo que lo mato fue ver el rostro molesto de la castaña con una mirada cristalina y mordiéndose el labio, antes de que lanzara un grito.

- ¡FUERA DE AQUÍ! - Gritando con todas sus fuerzas.

El rubio salió del cuarto cerrando la puerta, antes de recibir otro objeto tirado por parte de ella. Sangrándole levemente la nariz y respirando agitado.

- Lo apruebo – Levantando un pulgar.

Mientras que Mabel estaba hundida en la bañera muriéndose de vergüenza y pidiendo que la tierra la tragase en ese mismo instante.

- Me vio toda – Haciendo gárgaras bajo el agua. – Estúpido Bill...

•| ⊱★⊰ |•

Terminando de bañarse tomo la ropa que le había dejado Bill, para comprobar que se trataba de una camisa negra de manga larga, unos pantalones de chándal azules y unas pantuflas blancas. Pero ocupaba lo más importante, unas jodidas bragas, ya no le importaba el brasier. Solo quería algo para cubrir su parte intima. No podía andar por el castillo sin ropa interior. Era un riesgo.

- Cálmate, solo ponte las tuyas. – Acercándose donde las había dejado junto al vestido en el taburete. Solo para observar que ya no estaba la ropa. – ¿Pero en qué momento...? - Recordando cuando entro el rubio. – Todavía encima de pervertido, me quita mi ropa.

Poniéndose la camisa que le quedaba larga y grande, termino abotonándola observando que apenas llegaba, ocultando por debajo de sus muslos. Se colocó las pantuflas y salió del cuarto de baño, en busca de la habitación de huéspedes.

- No puedo ponerme el pantalón de esa manera.

Mientras que Bill regresaba al cuarto de baño, para tocar su puerta y abrir despacio.

- Espero que estés cubierta, olvide dejarte esto. – Mostrando las bragas, pero no recibió respuesta de la castaña. – Voy a entrar, no actúes salvajemente. – Encontrando vacío el cuarto de baño. – ¿A dónde fue?

Mabel abriendo cada puerta, encontró la habitación de huéspedes de color azul. Entrando se acercó a la cómoda rezando que hubiera algo con que ponerse, abriendo el cajón encontró calcetines oscuros, correas, lazos, remeras blancas, una playera de tira hueso, y unos boxeadores oscuros con las iniciales de D.G. en plata.

- Dudo que unos bóxer vayan con una dama, Estrella fugaz. – Observando su nueva sexy apariencia al portar esa camisa oscura y sin nada de bajo. – Puede sentirse libre de andar por mi castillo en ese look atrevido o puede ponerse esto. – Mostrando unas bragas con encaje. – Usted decide, aunque no le aseguro salir virgen si decide salir sin nada debajo.

La chica solo alzo un puño con enojo, le arrebato las bragas de las manos antes de gritar con rabia.

- ¡SALTE!

•| ⊱★⊰ |•

- No puedes limpiarlo con magia. – Dijo la castaña sentada en una silla, mientras observaba al rubio con una marca enrojecida en su mejilla, con la forma de una mano.

- No – Preparando un sándwich de disculpa, porque a la chica le había dado hambre.

- No sabía que cocinabas – Viendo con detenimiento lo que hacía. – Bueno, si se le puede llamar cocinar un sándwich. – Mostrando una sonrisa burlona.

- Te lo tragaras, fin de la discusión. – Mostrando una mirada irritada.

Le acerco el plato con el sándwich antes de ver a la adolescente, tomarlo entre sus manos y darle un mordisco. Poniendo una cara de disgusto y antes de que chasqueara la lengua por el sabor horrible.

- ¿Qué? – Pregunto el rubio.

- Sabe a odio.

- Eso no es un sabor, criatura insolente.

- Me refiero a que lo hiciste con mucho odio. – Abriendo la tapa del pan para mostrar la poca mayonesa y lo mal acomodado que estaba en jamón, sin olvidar un detalle importante. – No tiene queso.

- ¿Ocupa la secreción de una vaca? – Diciendo en tono de burla. – Este bien de estatura, es perfecta. – Mostrando un leve sarcasmo.

- Eres un grosero, y te quedaras calvo algún día. – Comiéndose el sándwich sin opción.

- ¿Y por qué lo sigues comiendo?

- Porque tengo hambre – Tomando otro bocado. – Y te esforzaste mínimo.

Ahora fue turno del rubio para mostrar un leve rubor en sus mejillas.

- ¿Quieres escuchar piano? – Sugiriendo antes de ver a la chica asentir con la cabeza.

Llegando a la habitación de arriba Mabel se dispuso acomodarse en el sofá, mientras que Bill se sentaba en el taburete abrir la puertilla de protección de las teclas, empezar a tocar una melodía Sonmus* moviendo ágilmente y con gracia sus manos.

- Me gusta. – Escuchando cada nota que interpretada. – Aunque parece complicado.

- Tendrá su tiempo.

- ¿Aprendiste solo? – Pregunto curiosa y con una sonrisa.

- Sí, cuando estas aburrido, buscas con que distraerte.

- Mm... entonces aprendiste solo. – Acostándose sobre su pecho y moviendo las piernas, balaceándolas de un lado a otro.

- ¿Qué eres un metrónomo? – Viendo divertido como movía de un lado a otro sus piernas. – Me estas midiendo.

- No – Mordiéndose el labio mientras soltaba una risita. – Pero podría.

- Inténtalo.

Interpretando otra melodía más movida, empezó a tocar Starlit Waltz* de una forma más rítmica y más rápida, sin llegar a romper el compás. Mabel movía sus piernas tratando de seguir el ritmo, pero era muy rápido y solo la hacían cansarse, se detuvo derrotada lanzando un suspiro frustrado. Golpeando con sus piernas el cojín del sofá.

- Me rindo. – Diciendo agotada.

- Sabía que te detendrías – Sin llegar a equivocarse en la nota. - Más que esta pieza es de danza.

- Un baile... suena bien – Curvando sus labios en una sonrisa. – Lastima que arruine el vestido, y tengo inflamado el pie.

- Una verdadera lástima.

- Bill – Dudaba en iniciar el tema, pero postergarlo por más tiempo solo así inevitable saber la verdad. - ¿Qué somos?

- Tienes que ser más específica.

- Nuestra relación... somos ¿amigos? – Soltando la primera palabra.

- Podría, pero me sigue enfureciendo.

- Entonces soy un... ¿cliente?

- No, no invitaría a un cliente a mis dominios.

- Algo como Dipper y yo

- ¿Qué me adoptaran en su familia? Preferiría que me destruyeran por segunda vez. – Comenzando a interpretar la melodía de Luna*

- Tan malo es nuestra familia para usted. – Girándose para mirar el techo. – Entonces que somos. – Aun sin obtener una respuesta clara; ahora entendía a qué se refería Pacifica al no saber cómo definir su relación.

- Hace muchas preguntas esta noche. – Solo atino a guardar silencio, dando una señal a la joven que estaba tumbada en el sofá, que no siguiera con sus preguntas.

En un intento por quedarse despierta el sueño empezó apoderarse de la castaña, sintiendo los parpados cansados, el ambiente cálido y el baño la habían relajado bastante. Estar aquí en esta habitación escuchando las hermosas melodías que interpretaba el demonio, la calmaban mucho. Se arrepentía de haberle devuelto la llave, sabiendo que no regresaría.

Terminando de tocar la melodía cerró el compartimiento de protección de las teclas. Se masajeo levemente el hombro, antes de ver a la chica de dormitaba plácidamente en el sofá. Mostrando una boba sonrisa plasmada en su cara y los labios entre abiertos.

Se acercó arrodillándose frente a ella para posar una mano ahuecando su mejilla.

- ¿Qué me has hecho? – Mostrando una sonrisa – Sera algo egoísta desear, más de usted. – Tocando con su dedo sus labios sintiendo la suavidad. - Era su última oportunidad de escapar de mí. Estas tentándome a provocarme.

Capturo sus labios cerrando el espacio entre ellos, moviéndolos con suavidad y apretándolos. Haciendo provocara un sobresalto a la chica y se apartara inmediatamente del toque. Un rubor se extendió por su rostro, mientras pasaba unos dedos sobre sus labios, mirando con los ojos abiertos y sorprendidos. La había besado.

- Oye Bill... ¿Por qué lo haces? – Agachando la mirada de tristeza. – Es divertido verme de esta manera. – Tenía miedo de verlo, pero lo que más le aterraba era escuchar su respuesta. – ¿Dime realmente es divertido?

Era claro que no le diría lo que pensaba el rubio, Mabel se sentía tonta por llegar un momento a tener la puta ilusión de que aquel ser que tanto odiaba al principio, sintiera algo por ella. ¡Hola! Decía su cerebro es el demonio que casi te aniquila, te metió a una burbuja y casi acaba con el pueblo de Gravity Falls, sin olvidar que mantuvo a tus amigos presos en banderas.

Su mente estaba hecha un lio enorme de emociones, se recordaba cuanto tiempo llevaba Bill con esa actitud hacia ella. No llevaba ni la mitad del verano y estaba confundida acerca de sus sentimientos. Y para complicarlo todo la había besado nuevamente, recordándose que no estaba en situación de peligro o estuviera herida. No, él la había besado y sin motivo. A veces se maldecía por haberle contando de sus relaciones fallidas, la vez que la invito a beber.

Seguía sin tener respuesta y un picor en sus ojos empezaba a irritar su mirada. Se odiaba a si misma por verse vulnerable, ante el demonio. Qué pensaría si la viera otra vez llorando, de seguro estaba molesto. Su corazón dio un vuelco, lo único que quería hacer en ese momento era huir. Lo más lejos de él. No quería que la viera de esa manera.

- Muéstrame - Mostrando una sonrisa amarga. - Quiero que me mires. – Tomando su rostro para que lo levantara. – Te dije que yo sería el único en hacerte sufrir.

- Eres un ser cruel. – Apoyando sus manos en su pecho. Queriendo parar los latidos.

- Estrella fugaz... - Plantando un beso corto en sus labios. – Siempre he sido cruel. – Mostrando una sonrisa cínica. – Pero usted el día de hoy me ha estado torturando. – Sacando la billetera que pertenecía a ella. – ¿Conque coqueteando con otros? Y encima dejándose tocar inapropiadamente. – Fijo una mirada de enojo.

- ¿De dónde? – Las ganas que sentía de llorar, fueron tragadas por una mirada nerviosa y una tonta sonrisa, al no saber que decir. – Me espiaste.

- Corrección Pino te espío. – Tirando a un lado la cartera. – No te he dicho que te mantengas alejada de cualquier sucio humano.

- Yo puedo salir con quien sea – Haciendo un puchero.

- ¿Qué intentabas al provocarme? – Tomando su rostro para quedar cerca del suyo. – Entregarme la llave también era parte del plan. Venir y provocarme vestida de esa manera también lo era. Pues felicitaciones, lo conseguiste nuevamente. – Acorto la brecha que quedaba para tomar sus labios y besarlos de una manera desesperada. Mordiendo su labio inferior para que pudiera abrir su boca, en cuanto lanzara un quejido, después adentrar su lengua azulada y jugar con la de ella. Haciendo movimientos suaves en una pequeña danza erótica.

Paso su mano por su nuca para sostener su cabeza y evitar que se alejara, con la otra mano retuvo sus brazos abajo en su regazo. Entre el beso soltaba gemidos la castaña por la necesidad de aire, suplicando en su mente que le permitiera dar un respiro. El rubio se detuvo rompiendo el beso pasando su lengua por sus labios, antes de ver el rostro enrojecido de la chica, la mirada cristalina y el hilillo de saliva que conectaba sus labios. Sin llegar olvidar que escuchaba el sonido delicioso de sus jadeos.

- Te haré sentir más de esos sentimientos Estrella fugaz, usted quería saber ¿qué es lo que pienso cuando estoy cerca de usted? - Se acercó a ella para apoyar una rodilla entre sus piernas y envolver sus manos en su cintura, levantándola y obligándola a envolver sus piernas en su cadera. – Vamos al dormitorio. – Sonando en un tono seductor en sus palabras.

- Bill, espera... - Aferrándose a su camisa. – Yo debo confesar... que nunca estado con alguien. En esta situación...ni con algún chico. – Sonrojándose. – Yo...

Beso su frente con ternura. – Seré gentil contigo, solo por esta vez. – Sujetándola para encaminarse al dormitorio que estaba enfrente y había permanecido cerrado desde su llegada. – Solo tú provocas esto en mí.

Entrando a la habitación pudo observar el tapiz era de un color diferente al de los demás un gris con patrones oscuros y plateados; una alfombra oscura con destellos en platas simulando un firmamento de estrellas. Una cama enorme con sabanas de seda de un gris frio, con un montón de almohadas y cojines entre diferentes tonos oscuros y grises. Enseguida dos mesas de noche que sostenían dos jarrones de porcelana con el diseño de líneas, dentro de ellos había Lirios blancos cuidados perfectamente.

Mabel estaba embelesada por lo hermoso que era la habitación, que se olvidó completamente que estaba siendo llevada a la pieza. Hasta que sintió unos labios tocar su cuello, despacio y sin prisa, lamiendo su piel. Eso provoco que ella soltara un suspiro y sintiera temblar un poco su cuerpo.

- B-Bill... - Aun seguía siendo sostenida por el mayor, por lo que tuvo que aferrarse a él, para ocultar su cabeza en su pecho. No quería que mirase su rostro.

- ¿Qué sucede? – Inclinando la cabeza para susurrarle seductoramente en el oído. – Eres hermosa, no te ocultes. – Besando su mejilla.

Mabel levanto su cabeza para encarar su mirada sus ojos avellana con los dorados que reflejaban un brillo y la pupila afilada como la de un felino. Se acercó para besar sus labios esta vez sin que ella tuviera la intención de apartarse, permitiendo que siguiera.

La deposito suavemente en la mullida cama matrimonial, sin llegar a romper el contacto de sus labios. Aquella chica lo volvía loco, y deseaba querer más de ella. La empujo con una mano sobre sus hombros acostándola entre las almohadas, mientras con la otra acariciaba su rostro para después pasarla por el cuello y parte de su pecho. Deteniéndose romper el contacto de sus labios y mirar los botones de la camisa oscura que llevaba puesta, invitándolo a desabrocharlos, que empezó de uno a uno.

En cambio la castaña coloco sus manos a los lados tomando las sabanas y apretándolas, su toque era entre frío por la piel del demonio y caliente al sentir el contacto con la suya de lo enrojecida que se encontraba. Ese tacto basto para lograr ser cálido y suave en su momento.

- Mmm... - Viendo con curiosidad los dedos del demonio abrir cada botón.

- Casi termino. – Observando a la chica de manera seductora y con esa pizca de lujuria en su orbe dorado. – Disfruto el quitarte esto.

- ¿Q-Quitármelo? – Ruborizándose, tenía deseos de cubrirse y apartarlo. Pero por otra parte deseaba experimentar el tan afamado acto de tener su primera vez, o el sexo.

Logrando dejarla expuesta sin nada debajo, pudo admirar nuevamente ese pecho y su abdomen tan lechoso y con su piel de azúcar tan erizada, revelando una piel blanquecina y cremosa como la de un melocotón sobre sus senos.

- Eres perfecta Estrella fugaz. – Pasando su mano entre sus senos hasta descender por su abdomen. – En cambio por esa marca. – Dijo con recelo acercándose a un costado de su cintura para hacer aparecer una llama de color azul y hacer un leve masaje, antes de recibir un leve gemido por parte de ella, quien inmediatamente se mordió el labio. Haciendo que su rostro mostrara una sonrisa ladina. – No retengas esos sonidos.

- Pero... Mm... - Sintiendo su mano pasar por el elástico del pantalón que le había prestado bajándolo lentamente y retirándolo lentamente de sus piernas. Como si de un regalo se tratase, desenvolviéndola completamente. Quedando con sus bragas de encaje, desconociendo a quien pertenecían. – Bill...

- Tengo una maravillosa vista de usted, me pregunto ¿cuántos tonos he visto en esa cara? – Golpeando con la punta de su labio su dedo. – Pero lo más importante, ¿Qué color tendrá cuando este dentro suyo? – Eliminando su camisa que portaba frente a ella, fue revelando su torso fuerte y parte de su físico. Mostrando sus abdominales mayores marcados levemente, entre sus serratos y sus pectorales, sus bíceps, tríceps braquial y deltoides con los tatuajes de los tres triángulos en cada brazo, una línea con jeroglíficos al costado derecho de la espalda baja, y una enorme rueda de invocación con un triángulo de un solo ojo. – Estrella, ya le dije que es de mala educación mirar con la boca abierta.

Mabel no podía ocultar el rubor profundo antes de por fin hablar, acerca de lo que veía. – Esos tatuajes, ¿Qué son?

- Marcas de lo que soy, un demonio de alto rango. – Acercándose a su rostro para depositar un beso en sus labios. – Debes temerme...

- Un poco... - Levantando su mano para tocar el rostro del rubio. – No sé qué hacer. Nunca lo he hecho... es mi primera vez, Bill.

- Déjame guiarte, Pines. – Acariciando su pecho, su mano toco uno de sus senos escuchando un quejido sorpresivo en ella. Lo cual lo calmo cuando empezó a masajear y acariciar el seno con suavidad. – Primero las damas, deben recibir el placer antes que el caballero.- Sus manos tocaban sus senos escuchándola gemir suavemente en tonos altos. – Hay que hacerlas sentir bien.

Acercando su boca a uno de los pezones rosados, lanzo una lamida para ver cómo se contraía el rostro de la castaña. Empezó a lamer y chupar su seno con cuidado, saboreando lo fresco de su piel y aroma de su perfume delicado.

- B-Bill... es necesario... ¿Qué lamas? – Viendo con sus ojos entrecerrados. – Ahmm... ah, ah...

- ¿Te gusta? – Viendo a la chica asentir.

Sus labios húmedos besaron alrededor de su pecho, hasta acercarse a uno amantándose de su seno, sujetándolo del pezón. Con la otra mano empezó a brindarle atención al otro seno, tocando con sus dedos el pezón rosado claro poniéndolo erecto y firme. Amasando y apretándolo con suavidad, tenía que ser amable con ella, se lo había prometido.

Mabel soltaba gemidos roncos y suspiros fuertes, sentía un calor invadirle por debajo de su vientre, entre sus piernas se froto a sí misma, sin saber cómo encontrar alivio.

Bill vio a través de su ojo como la chica disfrutaba de su toque, quiso intentar algo, bajo su mano de donde le brindaba atención a su pecho, para descenderla suavemente por debajo del abdomen y jugar impacientemente con el elástico de sus bragas.

Fue adentrando su mano dentro de la ropa para llegar a su monte de venus y tocar la apertura de sus labios lampiños y tersos, sintiendo la humedad entre sus dedos, provocándole un gemido fuerte que cubrió con su mano la menor.

- ¡B-Bill...! - Tratando llamarlo.

Observo como él dejaba un sendero de besos bajando de su pecho por su abdomen entre mordiscos, pocos fuertes y lo suficientemente visibles para el día siguiente, sintiendo lo afilado de sus dientes. Beso el hueso de su cadera antes de bajar las bragas y retirárselas jugando entre sus dedos con la prenda.

- No los ocuparemos. – Sonriendo.

- Se siente húmeda. – Lanzando la ropa interior aun lado y viendo que estaba ahora completamente desnuda y a su merced la menor. – Se ve muy atractiva, y provocadora. – Tocando sus muslos para abrir su entrepierna suavemente, posicionándose cerca de su apertura. – Muy sensible. – Pasando un dedo entre sus labios lubricados, y por la parte de su clítoris haciendo movimientos circulares con sus dedos de forma lenta.

- ¡Aghn!... Bill, se siente extraño... mngh... - Se retorcía entre las sabanas arqueando levemente la espalda, y lanzando gemidos ahogados. Aquel toque que le proporcionaba era nuevo para ella. Bill en cambio no dejaba de ver sus reacciones, tanto que se retiró el parche colocándolo a un lado de la cama. Revelando un ojo más oscuro y ambarino que el otro, al igual con la pupila afilada. Esto sorprendió a Mabel observando que no tenía lesión. – B-Bill... Bill.

- No podía soportarlo. – Besando sus labios sin dejar de mover sus dedos, frotándolos contra la intimidad de la chica. Gimiendo y jadeando de placer. – Esto no puedo perdérmelo, solo no mires mucho tiempo o será un problema. – Riendo suavemente antes de volver a lo suyo.

La adolescente sentía como frotaba su dedo rápido, antes de llegar a sentir que introducía ese mismo dedo en el canal de su vagina, metiéndolo y sacándolo, a un ritmo lento el cual acariciaba la pared cerca de su uretra y el punto G. Sentía venirse pronto ante sus movimientos, que sujetaba su mano donde le brindaba placer llamando su atención, quería detenerlo pero la sensación y el placer que le brindaba se lo impedían.

- Bill... Mmnh... por favor. – Rogando por que se detuviera, pero él continuaba.

- Disfrútalo. – Besando sus labios. – Gime, pequeña Estrella.

Soltó un pequeño grito que tuvo que reprimir mordiéndose un poco su labio mientras que unas cuantas lágrimas escapaban de su rostro. Había introducido completamente sus dedos dándole la sensación de penetración, metiéndolo y sacándolo. Sus dedos trabajaban rápido saliendo de su entrada e introduciéndose nuevamente.

Empezando a sentir una punzada por su columna mientras se contraía entre sus manos y gemía alto al sentir su orgasmo venirse. Convulsionaba de placer entre las sabanas de la cama matrimonial, sentía sus piernas flaquear tratando de recuperar el aliento, Bill se acercó para tomar su rostro y besarla, uniendo sus labios con los suyos, sintiendo la necesidad de la chica.

Mordió su labio inferior para que soltara una pequeña exclamación de dolor y abriera un poco su boca, para luego introducir su lengua y empezar a jugar con la suya. Podría decirse que el rubio se estaba volviendo adicto a sus besos.

Escucho el sonido de despojarse los pantalones, antes de redirigir su mirada avellana más debajo de su torso y observar que estaba desnudo de la cintura para abajo, al igual que ella. Sus ojos vieron esa V marcada y el nacimiento de su miembro.

Dejo de besarla para llevar sus labios hacia su cuello donde empezó a plantar besos y pequeños mordiscos con fervor en la curvatura de su cuello.

- Estrella... - Diciendo con voz ronca y profunda. – Tranquila, preciosa. – Besando su clavícula. - Deseo sentirte.

- Yo... también. – Hablo sonrojada y jadeosa de su voz ante sus caricias. – Bill... - Viendo el miembro masculino. – Eso no va a caber...

- Esto se unirá contigo. – Sonriendo de una forma endemoniadamente atractiva. – No te mentire que duele, pero dentro de poco lo disfrutaras, pequeña humana.

Antes de tomar sus caderas y acercarse a su entrada, colocando la cabeza de su pene frotando contra ella, fue a hundirse dentro lentamente. Sintiéndola estrecha y apretada de su entrada contra su miembro. El glande del demonio tocaba la membrana delgada de su himen, estirándolo y provocando un gutural sonido de dolor en ella.

El rubio jadeaba un poco aguantando las ganas de entrar de lleno, sujeto sus glúteos acariciándolos y fue entrando más, hasta el punto de sentir unos pequeños hilillos bajar por su miembro.

La joven solo atino a soltar un grito de dolor y llevar sus manos con timidez atrás de su espalda, aferrándose a su cuerpo. Se movía lento en su entrada hasta llegar a estar dentro completamente, soltando un gruñido, podía sentir la respiración acelerada de ella, sobre el hueco de su cuello. Mientras sus uñas se clavaban en la parte superior de su espalda, esa mezcla de deliciosa de dolor y placer, lo hacían excitarse.

Pero debía calmarse y no perder los estribos, recordándose que ella es una humana frágil, alguien de tu rueda del zodiaco, una Pines, y tratar de no perder la paciencia y no hacerla mierda contra la cama o romperla en dos.

De repente empezó a mover su miembro erecto dentro y fuera de la entrada de su vagina, escuchando los jadeos y gemidos de la castaña con deleite, amaba esos sonidos y no podía dejar de escucharlos. Mientras embestía su pelvis fuertemente contra sus caderas, chocando contra su entrepierna y viendo la unión de sus genitales rozándose y generando esa deliciosa fricción en sus cuerpos, estaban pegados el uno contra el otro, la sensación de tener sus pechos contra el suyo lo hacía perder cada sentido de la razón.

- Mierda. – Se relamió los labios disfrutando del calor húmedo en el interior de la menor. – Mabel...

- ¡Bill! – Chillo Mabel antes de sentir las fuertes embestida del rubio, el dolor había sido remplazado por una sensación agradable de calor en su entrepierna y el placer que la invadía cuando chocaban sus sexos en sonido de un chasquido húmedo. Sintiendo los testículos del mayor golpear su trasero. – Más... más.... Ah, ah, ah, ah...

- Más... - Besando sus labios antes de susurrar en su odio con malicia. – Grave error al pedirlo, Estrella fugaz.

Dirigió sus manos a sus piernas para levantarlas y posicionarlas encima de sus hombros flexionándolas, pasando una mano por su espalda baja y otra por sus caderas, en un impulso dio paso a sus embestidas más fuertes y rudas, escuchándola gritar fuerte en la habitación.

- ¡BILL! – Grito la chica desesperada de aferrarse en algo, ante el intenso placer en su vagina. - ¡AHH! – Sentía la sensación de hacer del baño, más el demonio la tenía sujeta de su cuerpo. - ¡Ah!... Bill... Ah, ah, ah, ah.... Dios... Dios... - Estirando sus piernas al punto de sentir su sexo mojarse y su clítoris palpitar fuertemente. - ¡Bill! ¡Ah! - Sus manos arañaron su espalda. – Voy a... desvanecer... ah, ah...

- Claro que no... - Aumentando el empuje escuchando el respaldo golpear en la pared. – Carajo, Estrella fugaz... grrr... - Sintiendo la lubricación del orgasmo de la chica.

Las penetraciones iban más profundas. Sacando gemidos cortos y roncos en el rubio. Clavando su miembro sin piedad. Escuchando los deliciosos gemidos y jadeos que le proporcionaba la castaña, entre perdiendo la noción y en algunos momentos el autocontrol de sus acciones. Se acercó mordiendo su cuello y dejando chupetones y marcas que tal vez no se cubrirían con sus suéteres.

Mabel sentía su corazón martillar fuertemente en su pecho, unas lágrimas rodaron por sus mejillas sonrojadas de un fuerte tinte color rojizo, como la cereza. No podía controlar sus gemidos que salían altos, mirando con sus ojos avellana, aquella mirada dorada que la hacían derretirse por completo y ver un destello de lujuria reflejada en el rubio.

- ¡Dios!... ¡Bill! – Sentía venirse cerca del clímax, más fuerte que el orgasmo que había experimentado. Respiraba fuertemente su cuerpo perlado en sudor se tensaba. – ¡Dios!

Bill rio un poco antes de responderle. – No supliques a tú Dios, estando con un demonio. – Observando como la miraba molesto. – Aparte quiero escuchar de tus sonidos lascivos, mi dulce Estrella.

Sintió a la chica tensarse entre sus brazos, y las embestidas siendo más sensibles en un su roce cuando su glande topaba en la entrada de su útero. Antes de verla curvarse y soltar un grito ahogado. Sintiendo su orgasmo golpear sus paredes y aprisionarlo, en cambio Bill siguió golpeando su cadera un poco más antes de llegar él a su propio clímax y venirse dentro, haciendo que la castaña sintiera un líquido caliente llenarla por dentro. El demonio se acercó a besarla nuevamente antes de escuchar una pequeña declaración, que le hizo abrir los ojos.

- ¡Me gustas! – Sollozando débilmente la chica, aun sabiendo las consecuencias que traería al decir esas dos palabras. No le importaba declarar sus sentimientos a su ex enemigo. – Me gustas... me... gustas... - Pero otro beso la hizo callar, antes de ver al rubio acercarla contra su pecho.

- Creo que los humanos se basan sus relaciones, mucho en sus sentimientos. – Soltando un suspiro cansado y un leve rubor en su cincelado rostro. – Estrella, no... Mabel. – Mirando su rostro que mostraba un mirada inocente, y la expresión adorable de castaña al escuchar su nombre por parte de él. – Debo admitir que me he vuelto esclavo de ti y que me has atrapado. – Besando su frente. – Mabel, me perteneces. – Dirigiendo a depositar otro beso en su mejilla. – Mabel, Mabel... Solo lo diré una vez. – Acariciando su rostro para recoger los mechones pegados por el sudor. – Estoy enamorado de ti, te amo. – Dando otro beso cortó en sus labios.

- Eso fue muy dulce – Soltando una risita suave la menor.

- Siéntete afortunada – Diciendo con una sonrisa. – Porque no volverás a ver esta faceta de mí, al menos que estemos solos. – Acercándola a su cuerpo. – Ahora te quedaras esta noche.

- Pero... Pacífica. – Sintiendo culpa por dejar a su amiga.

- Llama recibirá su recompensa. – Cubriendo sus cuerpos con la sabana. – No creo que podrás levantarte ¿oh sí? – Retándola a levantarse.

- No... - Frotando sus piernas débilmente. - Dijiste que no dormías. – Dirigiendo una mirada extraña al ver como la acomodaba entre sus brazos.

- Puedo continuar cogiéndote, pero no te agradara no sentir las piernas por una semana. – Amenazando con cumplir lo que había dicho.

- ¿Entonces pretenderás dormir? Dime puedes dormir... siendo un demonio de los sueños.

- Estas ganándote una semana sin caminar, Estrella fugaz. – Dijo con voz ronca. – ¿Eso quieres?

- Mejor no – Diciendo con un rubor extendido por su rostro. Antes de sentir el cansancio en su cuerpo y la cercanía del cuerpo del rubio. – Bill... - Dijo su nombre antes de quedarse dormida.

El demonio escucho atentamente los latidos de la chica, después de escucharla dormitar a su lado, acercándola con recelo.

- Todo este lío, Mabel Pines. – Velando por su sueño. – A Pino no le agradara la idea.

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Mientras tanto con Pacifica que estaba viendo el reloj de su cómoda que marcaba las 02:14 a.m. y volteando a la puerta por donde se había ido Mabel hace unas horas.

- ¿Cuándo piensa volver? – Sin saber que le hubiera ocurrido a su amiga. – No puede tardar tanto en hablar o ¿sí?

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Continua

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