Emmanuel
Despertó de manera brusca sin poder evitarlo, sentándose en la superficie en la que se encontraba, y es que lo último que había registrado su cerebro, era ver venir el golpe de aquella hacha, justo en el base del cuello, sin que él pudiera evitarlo, por lo que al momento, quiso saber que había pasado, y donde se encontraba.
Curioso, miró a su alrededor, descubriendo un enorme e infinito salón, iluminado con una etérea luz blanca, la cual le permitía ver a cierta distancia de si, otros hombres como él, siendo atendidos.
- Bienvenido – escuchó entonces una voz femenina a su lado, la cual le hizo voltear, y descubrir a una mujer de cabellos rubios, casi platinados, con unos hechizantes ojos claros, casi como la luna misma.
- ¿Bienvenido? ¿Dónde estoy? – preguntó, un tanto desubicado aún
- Estas en Vingólf – respondió ella con una suave sonrisa, acercando su mano para continuar con la suyo
- Vin... ¡¿Vingólf?! – exclamó con verdadera sorpresa, y entonces la miró con atención, viendo que sus ropas eran femeninas, pero protegidas con la indumentaria necesaria para la guerra, con claras muestras de haber estado en la batalla. – Pensé que...
- Que era solo un mito, lo sé – terminó de decir ella, sonando incluso ligeramente divertida.
- ¿Eres una Valkiria...? – no pudo evitar preguntar de igual forma, incapaz aún de creer toda aquella situación.
- Lo soy – respondió de manera compasiva, casi enternecida ante su sorpresa.
- Pero las Valkirias van por los hombres que... - comenzó a decir, más no termino de hacerlo, miró de nuevo a su alrededor con más detalle, descubriendo otros hombres que como él, iban despertando, e iban siendo atendidos por otras mujeres, que intuía también eran Valkirias, y que curaban sus heridas.
Solo entonces, prestó atención a su cuerpo, viendo los múltiples cortes que las armas de sus enemigos habían creado, y que aun siendo profundos, no emanaban ni una gota de sangre, como si no quisieran manchar lo hermoso y blanco de aquel salón, que parecía de hecho del más puro mármol.
En silencio, miró como la Valkiria pasaba la mano de manera superficial por sus heridas, y al momento estas se cerraban dejando la piel tan perfecta, como si nunca hubiera sido lastimada. Cuando ya solo quedaba la herida de su cuello, gracias a una columna tras la Valkiria, pudo ver como su cabeza estaba casi separada de su cuerpo, ante el gran tajo que le había hecho el hacha de su enemigo, y como en una suave, y sencilla caricia de mano de la mujer, esta desaparecía, por último, pasó sus manos también por su rostro, y entonces se sintió completamente mejorado.
- ¿Por qué estoy aquí? – preguntó, luego del prolongado silencio que se había instalado entre ambos
- Fuiste un gran guerrero que murió en batalla – respondió ella, aunque parecía confundida por la pregunta
- Sé que era un guerrero que murió en batalla, pero yo no creía en tu Dios, no debería estar aquí – le hizo saber, como si su estancia ahí, no fuera más que una confusión
Ella sonrió ante sus palabras, comprendiendo su desconcierto.
- Odín no busca creyentes, buscar guerreros heroicos y valientes, y tú más que nadie lo fuiste en tu vida humana – respondió entonces, y ante su mirada confusa, agregó ella, con una mirada compasiva de su parte – No hay más valentía en un guerrero, que la de pelear sin esperar recompensa alguna, no solo en la tierra, sino en una vida futura, como hiciste tú, quien no creía en nada, ni en nadie, y aun así, no dudaste en proteger a los tuyos, aún en las circunstancias más adversas.
No dijo nada de momento, realmente no terminaba de asimilar aquella situación, que para él, era un tanto ilógica, ante una vida sin credo alguno.
- El Señor Odín te espera en el Valhalla – dijo entonces la Valkiria, señalando hacía unos altos y majestuosos arcos, que parecían anticipar un salón con amplias tinas, llenas de agua – Debes despojarte de tu ropa, y lavar tu cuerpo para estar presentable en su presencia – explicó, animándome con un gesto de la cabeza para ir hacía allá.
Yo asentí con la cabeza, a modo de despedida, y bajo su mirada tranquila, me encaminé junto a los otros, que como yo, iban sorprendidos hacía las cristalinas aguas. En silencio, me despojé de mis ropas por completo, antes de entrar a la cálida agua, para quitar cualquier tipo de suciedad de mi cuerpo, sin saber por qué al momento de comenzar a tallar este, para eliminar esa suciedad, recuerdos de mi vida entera comenzaron a venir a mí.
Recuerdos de mi infancia, de los amplios y bastos campos por los que corrí muchas tardes, disfrutando del viento que golpeaba mi rostro.
Recuerdos de las largas pláticas que tuve con mi padre, quien me enseñó acerca de la vida, de lo que significaba ser un hombre.
Recuerdos de mi adolescencia, de mi aprendizaje no solo en las cuestiones del trabajo, sino también de mi aprendizaje en las armas, en lo que me serviría para proteger a los míos.
Recuerdos de la mujer que ame, de las miradas, de las sonrisas, de las caricias que compartimos tantas veces, antes de separarnos aquel día, para no volver al hogar, y terminar muriendo en batalla.
Caminé hacía el otro extremo del salón, donde desnudos, uno a uno, los hombres cruzaban los amplios portales, para llegar al Valhalla, junto a Odín
- Aún no estás listo – dijo una Valkiria, deteniéndome
- ¿Qué me hace falta? – pregunté entonces, sin cuestionar más si mi destino era estar ahí o no
- Aún no te despojas de tu nombre – señaló
- ¿Debo de hacerlo? – pregunté un tanto conflictuado, pues sabía que era cierto, aún no me había desprendido de ese recuerdo.
- Cuando cruces la puerta, serás un Einherjer, dejarás de ser un humano, por lo tanto no necesitaras un nombre – me explicó
Dude, realmente no quería hacerlo
- Debes de hacerlo, de otra forma no podrás pelear al lado de nuestro señor Odín – agregó, al parecer consciente de mi indecisión.
Mi incertidumbre duró apenas unos segundos más, antes de volver a avanzar de nuevo hacía el Valhalla.
"Emmanuel"
Pronuncie una última vez, orgulloso de mi nombre, de aquel inusual nombre para un guerrero Nórdico, la única cosa especial que había poseído en toda mi vida.
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