5. El testamento de Dumbledore

Scrimgeour se sentó en el sillón hundido que normalmente ocupaba el señor Weasley, dejando a los cuatro intentando encajarse lado a lado en el sofá. Una vez lo hubieron hecho, Scrimgeour habló.

—Tengo algunas preguntas para ustedes cuatro, y creo que será mejor si lo hacemos individualmente. Si ustedes tres... —señaló a Harry, Emma y Hermione—... esperarán arriba, empezaré con Ronald.

—No vamos a ninguna parte —dijo Harry, mientras Hermione asentía vigorosamente y Emma guardaba silencio—. Puede hablarnos juntos, o nada en absoluto.

Scrimgeour lanzó a Harry una fría y calculadora mirada.

—Muy bien entonces, juntos —dijo, encogiéndose de hombros. Se aclaró la garganta—. Estoy aquí, como seguramente sabrán, por el testamento de Albus Dumbledore.

Los cuatro se miraron unos a otros, confundidos.

—¡Una sorpresa, aparentemente! ¿No eran conscientes de que Dumbledore les
había dejado algo?

—¿A todos? —dijo Ron—. ¿A Hermione, Enma y a mí también?

—Si. a todos.

Pero Harry interrumpió.

—Dumbledore murió hace un mes. ¿Por qué ha tardado tanto en darnos lo que
nos dejó?

—¿No es obvio? —dijo Hermione, antes de que Scrimgeour pudiera responder—.
Querían examinar lo que sea que nos dejó. ¡No tenía derecho a hacer eso! —dijo, y su voz tembló ligeramente.

—Tenia todo el derecho —dijo Scrimgeour despectivamente—. El Decreto para la Confiscación Justificada da al Ministerio poder para confiscar el contenido de un testamento.

—Pero esa ley fue creada para cuando creyeran se tratara de objetos oscuros, ¿no? —habló Emma.

—¡Y se supone que el Ministerio debe tener una prueba poderosa de que las posesiones heredadas son ilegales antes de confiscarlas!

—¿Está planeando seguir una carrera en Leyes Mágicas, señorita Granger? —añadió Scrimgeour—. Usted, señorita Walk, no tiene la idea más concreta.

—No, en absoluto —replicó Hermione—. ¡Espero hacer algo bueno para el mundo!

Ron rió. Los ojos de Scrimgeour se fijaron en él.

—¿Diría usted que estaba muy unido a Dumbledore, Ronald? —preguntó Scrimgeour.

Ron pareció sobresaltarse.

—¿Yo? No... en realidad no... fue siempre Harry quien…

Ron miró alrededor, a sus amigos, para ver como Hermione le lanzaba una mirada del tipo deja-de-hablar-¡ya!, pero el daño estaba hecho. Scrimgeour pareció haber oido exactamente lo que esperaba, y deseaba, oir. Se abalanzó como un ave de presa sobre la respuesta de Ron.

—Si no estaba unido a Dumbledore, ¿cómo explica el hecho de que le mencionara en su testamento? Hizo excepcionalmente pocos legados personales. La gran mayoría de sus posesiones... su biblioteca privada, sus instrumentos mágicos, y otros efectos personales... se legaron a Hogwarts. ¿Por qué cree que fue usted distinguido?

—Yo.. supongo —dijo Ron—. Yo... cuando dije que no estábamos unidos.. quiero
decir, creo que yo le gustaba...

—Para ser honestos, Ron —dijo Hermione—, Dumbledore estaba muy encariñado contigo.

Esto era estirar la verdad hasta el punto de fractura. Sin embargo, Scrimgeour no parecía estar escuchando. Metió la mano dentro del abrigo y extrajo una bolsita cerrada con un cordel mucho mayor que la que Hagrid habia regalado a Harry. De
ella, sacó un rollo de pergamino que desenrolló y leyó en voz alta.

—Última Voluntad y Testamento de Albus Percival Wulfric Brian Dumbledore... Si, aquí esta.... A Ronald Bilius Weasley, le dejo mi Desiluminador, con la esperanza de que me recordará cuando lo utilice.

Scrimgeour sacó de la bolsa un objeto bastante extraño. Se parecia ligeramente a un encendedor, pero tenía el poder de
succionar toda luz de un lugar, y restaurarla, con un simple click. Scrimgeour se inclinó hacia adelante y le pasó el Desiluminador a Ron, que lo tomó y le dio vueltas entre los dedos con aspecto atontado.

—Es un objeto de gran valor —dijo Scrimgeour, observando a Ron—. Puede incluso que único. Indudablemente es un diseño del mismo Dumbledore. ¿Por qué
le dejaría a usted algo y además un articulo tan raro?

Ron sacudió la cabeza, parecia desconcertado.

—Dumbledore debe haber enseñado a miles de estudiantes —perseveró Scrimgeour—. Pero a los únicos que recordó en su testamento fue a ustedes cuatro. ¿Por qué? ¿Qué uso pensó que daria usted al Desiluminador, Señor Weasley?

—Apagar las luces, supongo —masculló Ron—. ¿Qué más podria hacer con él?

Evidentemente Scrimgeour no tenia ninguna sugerencia. Después de mirar
de reojo a Ron durante un momento o dos, volvió de nuevo al testamento de
Dumbledore.

—A Hermione Jean Granger, le dejo mi copia de Los Cuentos de Beedle el Bardo, con la esperanza de que la encontrará entretenida e instructiva.

Scrimgeour sacó ahora de la bolsa un pequeño libro que parecia tan antiguo
como la copia de Secretos de las Artes Más Oscuras que habia arriba. Sus tapas estaban manchadas y peladas en ciertos lugares. Hermonie lo aceptó de Scrimgeour sin una palabra. Sostuvo el libro en su regazo y lo miró fijamente.

Emma vio que el título estaba en runas; aunque había intentado, ella nunca las había entendido del todo. él

Mientras miraba, una lágrima cayó sobre el simbolo grabado en relieve.

—¿Por qué cree que Dumbledore le dejó ese libro, señorita Granger? —preguntó
Scrimgeour.

—Él sabia que me gustan los libros —dijo Hermione con voz llorosa, limpiándose los ojos con la manga.

—¿Pero por qué este libro en particular?

—No sé. Debe haber pensado que me gustaría.

—¿Alguna vez discutió sobre códigos, o cualquier forma de pasar mensajes secretos, con Dumbledore?

—No, no lo hice —dijo Hermione, todavia limpiándose los ojos con la manga—. Y si el Ministerio no ha podido encontrar ningún código oculto en este libro en treinta y un días, dudo que yo pueda.

Contuvo un sollozo. Estaban tan apretados en el sofá que Ron tuvo dificultades para extraer el brazo y ponerlo alrededor de los hombros de Hermione.

Scrimgeour volvió al testamento.

—A Emma Alyssa Walk…

—Williams, si no le molesta —interrumpió Emma.

Scrimgeour levantó las cejas con curiosidad, pero continúo leyendo.

—… le dejó mi libro de notas, esperando pueda encontrar la calma en su vida.

Scrimgeour sacó una libreta muy desgastada e incluso quemada por los bordes. Emma lo tomó un tanto confundida y lo observó por unos segundos.

—¿Por qué cree que Dumbledore le ha dejado tal cosa? ¿De qué calma hablaba?

—Supongo, ministro, que sabe todo lo que sucedió con mi familia hace unos años —dijo Emma, sin bajar la mirada ante el hombre frente a ella—. Dumbledore sabia lo que pasaba, y una vez le mencione que hablar con él era relajante, me supongo que fue por eso —mintió.

—¿Considera usted que pueda existir algún mensaje oculto?

—Pues si no lo han encontrado en un mes, no, no creo que exista tal mensaje.

El ministro asintió un poco enfadado y continúo.

—A Harry James Potter —leyó— le dejo la Snitch que cogió en su primer partido de Quidditch en Hogwarts, como recordatorio de las recompensas de la perseverancia y habilidad.

Mientras Scrimgeour sacaba la diminuta bola dorada del tamaño de una nuez, sus alas doradas revolotearon bastante febrilmente.

—¿Por qué le dejó Dumbledore esta Snitch? —preguntó Scrimgeour.

—Ni idea —dijo Harry—. Por las razones que acaba de leer, supongo. para recordarme lo que puedes conseguir si... perseveras y todo eso.

—¿Crees que es un mero recuerdo simbólico entonces?

—Supongo —dijo Harry—. ¿Qué más podria ser?

—Yo hago las preguntas —dijo Scrimgeour, moviendo su asiento un poco hacia el sofá. Fuera, el atardecer ya estaba cayendo, la carpa más allá de la ventana se erguía fantasmalmente blanca sobre los setos.

—He notado que su pastel de cumpleaños es una Snitch —dijo Scrimgeour a Harry—. ¿Por qué?

Hermione rió despectivamente.

—Oh, puede ser una referencia al hecho de que Harry es un gran Buscador, eso es bastante obvio —dijo—. ¡Debe haber un mensaje secreto de Dumbledore escondido en el glaseado! ¿De casualidad Dumbledore se apareció por aquí mientras cocinabas, Emma?

—Me parece que no lo he visto hace un tiempo —acotó Emma.

—No creo que haya nada oculto en el glaseado —dijo Scrimgeour—, pero una
Snitch sería un muy buen lugar para ocultar un objeto pequeño. ¿Sabes por
qué, verdad?

Harry se encogió de hombros.

—Porque las Snitch tienen memoria —dijo Emma cautelosamente.

—¿Qué? —dijeron Hary y Ron juntos.

—Correcto —dijo Scrimgeour—. Una Snitch no es tocada con las manos desnudas antes de soltarla, ni siquiera el fabricante, que lleva guantes. Lleva un encantamiento mediante el cual puede identificar al primer humano que posa sus manos en ella, para casos de capturas disputadas. Esta Snitch —sostuvo en alto
diminuta bola dorada— recordará tu tacto, Potter.

»Se me ocurre que Dumbledore, que tenia prodigiosas habilidades mágicas, a
pesar de otros defectos, podria haber encantado esta Snitch para que se abriera solo para ti.

En ese preciso momento Emma se desconectó un poco de lo que pasó a continuación. Se centró más en el cuaderno viejo entre sus manos, el cual tenía partes escrituras en diferentes idiomas que Emma estaba segura Dumbledore quería que descrifrara por alguna extraña razón.

Sabia que esa libreta en sus manos tenía algún significado como para que se lo hubieran dado, y con el tiempo describiría para qué.

De pronto el suelo tembló, se oyó un sonido de pies a la carrera, entonces la puerta del salón se abrió de repente y el señor y la señora Weasley entraron corriendo.

—Nosotros... creímos oir —empezó el señor Weasley, que parecia realmente
alarmado ante la visión de Harry y el Ministro virtualmente nariz con nariz.

—… que se alzaban voces —jadeó la señora Weasley.

Serimgeour dio un par de pasos atrás alejándose de Harry, mirando fijamente
al agujero que le había hecho en la camisa. Parecía arrepentido por haber
perdido el control.

—No... no fue nada —gruñó—. Yo... lamento tu actitud —dijo, mirando a Harry directamente a la cara—. Pareces creer que el Ministerio no desea lo que tú... lo que Dumbledore... deseaba. Debemos trabajar juntos.

—No me gustan sus métodos, Ministro —dijo Harry—. ¿Recuerda?

Alzó el puño derecho y mostró a Scrimgeour la cicatriz que todavía aparecia blanca en el dorso de la misma, diciendo No debo decir mentiras. La expresión de Scrimgeour se endureció. Se giró sin otra palabra y salió cojeando de la habitación. La señora Weasley se apresuró tras él. Harry la oyó detenerse en la puerta trasera. Después de un minuto o así gritó—. ¡Se ha ido!

—¿Que quería? —preguntó el Señor Weasley, mirando a los cuatro mientras la Señora Weasley volvía apresuradamente.

—Darnos lo que Dumbledore nos dejó —dijo Harry—. Acaban de liberar el contenido de su testamento.

Fuera, en el jardín, los cuatro objetos que Scrimgeour les habia dado pasaron de
mano en mano. Todo el mundo exclamó ante el Desiluminador y el libro de anotaciones y lamentaron el hecho de que Scrimgeour se hubiera negado a entregar la espada, pero ninguno de ellos pudo ofrecer una sugerencia sobre por qué Dumbledore le habia dejado a Harry una vieja Snitch. Cuando el Señor Weasley examinaba el Desiluminador por tercera o cuarta vez, la Señora Weasley dijo tentativamente.

—Harry, querido, todo el mundo está horriblemente hambriento pero no queríamos empezar sin ti. ¿Servimos la cena ya?

Todos comieron bastante rápido y después de un apresurado coro de "Cumpleaños Feliz" y mucho engullir tarta, la fiesta terminó. Hagrid, que había sido invitado a la boda al día siguiente, pero era demasiado grande como para dormir en la atestada Madriguera, se marchó para montar una tienda de campaña en un campo vecino.

Los cuatro entonces subieron a la habitación de Ron y se encerraron un buen rato para poder hablar todo lo que había sucedido y el significado de los objetos dados.

Emma estaba más que confundida, pero Hermione se apuntó para tratar de ayudarla a descifrar los idiomas y conseguir el significado de las miles de anotaciones en la libreta. Y Emma le estaba enormemente agradecida por eso.

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