3. Horrocruxes

Emma sentía que en cualquier momento los nervios la consumirían. Estaba ella sola en el jardín de la Madriguera a punto de colapsar por la preocupación pues los Mortifagos habían atacado y ella y Bill apenas y pudieron salir ilesos.

Aunque ya todos -o bueno, casi todos- habían llegado a salvo, la noticia de la muerte de Ojoloco Moody, la de Hedwig, la desaparición de Mundungus y la perdida de la oreja de George eran bastantes consternantes. Emma estaba agradecida de que sus amigos estuvieran bien, pero no podía parar de imaginarse diferentes situaciones en las cuales no era Moody quien moría sino Harry, o Ron o Hermione.

Su decisión por salir a tomar aire fresco fue debido a que dentro del hogar el ambiente estaba muy tenso y todos discutían sobre distintos temas que llevaban a lo mismo: Voldemort. Emma estaba un tanto abrumada ahí dentro, y decidió que estar sola sería la mejor opción.

Pronto dejó de escuchar gritos, y supuso que habían decidido relajarse lo que restaba de noche. De pronto se escuchó el césped crujir y una figura apenas reconocible se acercó hasta ella para rodearla con sus brazos.

—¿Qué ha pasado?

—Nada importante en realidad —susurró Harry—. La señora Weasley dijo que podías quedarte aquí un rato más si lo deseabas, pero que deberías entrar para la cena.

Emma asintió sin decir mucho.

—Lamento lo de Hedwig.

—No tendrías por qué —dijo Harry—.
Aunque si debo de ser sincero, extrañaré tenerla conmigo.

Por un largo rato se quedaron en un silencio acogedor, abrazados y disfrutando la compañía del otro, olvidando por ese rato todo lo que pasaba fuera de ese lugar.

—No quiero que vengas... —soltó Harry de repente, tomando por sorpresa a Emma.

La castaña se separó de él y lo miró a los ojos.

—Ya te dije que no te escucharé en esto: te acompañaré así no lo quieras —repuso Emma.

—Claro que lo quiero, me encantaría tenerte a mi lado pero no quiero que te suceda nada —explicó—. No sabría cómo seguir si algo te llegara a pasar.

Emma ladeó la cabeza con tristeza. Ella tenía muy en claro los peligros que tendría que atravesar por su decisión de ir junto a Harry, pero estaba segura de lo que haría. Y si eso le costaba su vida, lo aceptaría de una u otra forma.

La castaña acarició levemente la mejilla de Harry.

—No me pasará nada —dijo con voz suave—. Estaré bien, se cuidarme.

—Sé que eres perfectamente capaz de cuidarte, pero ellos matan sin miramientos —replicó Harry—. No les importaría ponerte en una cuerda luchando por tu vida. No quisiera perderte.

—No lo harás, Harry. No puedo asegurar nada, pero si aún así... no logro salir ilesa de esto, quiero que tengas en claro que siempre estaré a tu lado. Nunca te dejaré.

—No me gusta pensar en eso —admitió.

—A mi tampoco —dijo Emma—. Pero teniendo en cuenta que la persona de la que estoy enamorada es Harry Potter es una tarea bastante complicada, ¿no crees?

Harry sonrió por primera vez esa noche, aunque muy ligeramente.

—¿Ah sí?

Emma hizo un sonido de asentimiento, ocultando su cara con su cabello.

Harry, sin embargo, levantó de la cabeza de la castaña por el mentón delicadamente.

—También estoy enamorado de tí —dijo Harry—. Más de lo que me gustaría aceptar.

Emma sintió sus mejillas arder, pero dejó aparecer una vaga sonrisa en las comisuras de sus labios.

—Es bueno escucharlo.

—Te lo diré siempre que pueda —prometió Harry, besando la mejilla de Emma con amor.

Y se quedaron ahí fuera un largo rato, conversando sobre cualquier tontería que se les cruzaba por la cabeza, olvidándose de todos los problemas. Después de todo, eran solo unos jóvenes que intentaban disfrutar su vida como se lo merecían.











( . . . )


















El shock por la pérdida de Ojoloco se cernió sobre la casa durante los días que siguieron. Emma se sentía bastante cansada últimamente, usando eso como excusa para encerrarse en la habitación de Ginny por un largo rato y únicamente cruzar los dedos, esperando que su familia ya se hubiera ido del país y estuvieran a salvo.

—Puedes... —Ginny guardó silencio de repente—. No, olvídalo. Es lo más tonto que se me ha ocurrido.

—No tienes de que preocuparte —le tranquilizó Emma—. ¿Has visto a Hermione?

—Está abajo, leyendo seguramente —Ginny se encogió de hombros—. La veo bastante ocupada en los libros.

Emma desvío la mirada, sintiendo una punzada de culpa.

—Es nuestro último año, me supongo que está abrumada.

Ginny rió sarcásticamente.

—Debe amar Hogwarts para preocuparse por eso ahora —dijo—. Personalmente, si por mi fuera no regresaría.

—Es bastante triste ahora —Emma se levantó del suelo, dejó su cuaderno de lado y abrió la puerta—. Iré a ver a Hermione, ¿vienes?

—No —respondió Ginny, tirándose sobre su cama—. Si soy sincera la lectura no es lo mío. Las veré en la comida.

Emma asintió y salió a paso rápido hasta la cocina, dónde se imaginó estaba su mejor amiga: y así era. Se sentó a su lado y sacó un libro de la bolsa de su amiga.

—¿Algo nuevo?

—Nada —respondió Hermione con decepción—. Absolutamente nada. No puedo creer que no exista rastro de ello. ¡Es absurdo! —susurró.

—Tomando en cuenta lo que dijimos en Hogwarts... Sabíamos que sería difícil encontrar algo —dijo Emma—. Pero no te abrumes, mira lo que conseguí al fin.

De una canasta tejida a mano por la señora Weasley, Emma sacó cuatro bolsas que a simple vista se veían pequeñas y bastante normales.

—El hechizo expandible —explicó Emma—. Lo tengo. Esto está listo.

Hermione sonrió ligeramente—.Es bueno tener eso. Al menos avanzamos un poco.

—¿Requieres ayuda?

Hermione señaló un libro a su lado—. Tómalo, tal vez haya algo importante. Solo ten cuidado con la señora Weasley, ya sabes...

Emma asintió, comprendiendo.

Últimamente la señora Weasley trataba de sacarles todo tipo de información siempre que se le daba la oportunidad, ya sea pidiendo ayuda con los trates, la comida o limpiar su ropa sucia. Parecía que tenía bastante clara la idea de que ellos cuatro no regresarían a Hogwarts ese año, y por tal razón, parecía un chicle pegado en el zapato intentando conseguir información. Y con todos los preparativos de la boda de Bill y Fleur, tenía los nervios más alterados que nunca.

Pero días después, sin una razón aparente, la señora Weasley se encargó de ponerles tareas tan pesadas a los cuatro, que llegó al punto en que no podían hablar sobre nada. Y ese parecía ser el punto de la mujer.

—Comienzo a creer que esto es a propósito —se quejó Emma una tarde mientras limpiaba la mesa.

—Lo es —aseguró Harry—. No hemos hablado casi.

—Ninguno de nosotros. Da la impresión de que no quiere ni siquiera dejarnos tomar aire.

—Y la falta que me hace —dijo Harry en broma.

Emma entonces pasó su mano cerca de la de Harry para dejar esa mesa brillando de limpia. Sin embargo, él se lo impidió al tomarla y darle un ligero beso en ella.

—¡Ey!

Ambos saltaron cuando se abrió la puerta, y el señor Weasley, Kingsley, y Bill entraron.

Ahora con frecuencia se unian a ellos otros miembros de la Orden para cenar, porque la Madriguera habia reemplazado al número doce de Grimmauld Place como cuartel general. El señor Weasley habia explicado que después de la muerte de Dumbledore, su Guardián Secreto, cada una de las personas a quienes Dumbledore había confiado la localización de Grimmauld Place se había convertido en un Guardián Secreto automáticamente.

—Y como hay alrededor de veinte de nosotros, eso diluye enormemente el poder del Encantamiento Fidelius. Veinte veces más oportunidades de que los mortifagos consigan sacarle el secreto a alguien.

—Pero seguramente Snape les habrá dado la dirección ya, ¿no?

—Bueno, Ojoloco colocó un par de maldiciones contra Snape por si acaso
vuelve por allí. Esperamos que sean lo suficientemente fuertes como para mantenerle fuera y que le aten la lengua si intenta hablar del lugar, pero no podemos estar seguros. Habria sido una locura seguir utilizando el lugar como cuartel general ahora que su protección se ha vuelto tan incierta.

La cocina estaba tan atestada esa tarde que era dificil maniobrar con cuchillos
y tenedores. Emma se encontró apretada contra Ron -lo cual resultaba bastante gracioso por las caras que hacía a cada palabra dicha-. Estaba intentando actuar y comer con normalidad, pero definitivamente no ayudaba.

—Ya. —pidió Emma, dandole con el tenedor en la mano.

—¿Qué? —se extrañó Ron con inocencia, mientras actuaba como su hermano Bill en ese momento.

—¿No hay noticias sobre Ojoloco? —le preguntó Harry a Bill.

—Nada —replicó Bil.

Todavia no habían podido celebrar un funeral por Moody, porque Bill y Lupin
no habían podido recuperar su cuerpo. Habia sido dificil calcular donde podia
haber caido, dada la oscuridad y la confusión de la batalla.

—El Profeta no dice una palabra sobre su muerte o sobre el descubrimiento —siguió Bill—, pero eso no significa mucho. Se está callando un montón de cosas estos días.

—¿Y todavia no han convocado una vista por toda la magia que utilicé siendo menor de edad al escapar de los mortifagos? —gritó Harry a través de la mesa al señor Weasley, quien sacudió la cabeza—. ¿Porque saben que no tuve elección o porque no quieren que diga una palabra sobre que Voldemort me atacó?

—Lo último, creo. Scrimgeour no quiere admitir que Quien-tú-ya-sabes sea tan poderoso, ni que Azkaban haya vivido una fuga en masa.

—Si, ¿por qué contarle al público la verdad? —dijo Harry, aferrando su cuchillo tan fuerte que las pálidas cicatrices del dorso de su mano se renmarcaron, blancas contra su piel: No debo decir mentiras.

Ante eso, de manera inconsciente, Emma dirigió su mirada hasta el dorso de su mano. No le gustaba ver esa cicatriz, y siempre que podía trataba de ocultarla con maquillaje que Ginny le prestaba o bien sus tíos le regalaron. «Debo ser cuidadosa». Al final del día Umbridge si terminó por cumplir con su cometido: que nunca olvide eso.

Hubo una pausa en la cual la señora Weasley encantó los platos sucios para
que se colocaran sobre el mostrador y sirvió tarta de manzana.

—Debemos decidig cómo te disfgazagás, Haggy —dijo Fleur, una vez que todo el mundo tuvo pudin—. Paga la boda —añadió—. Pog supuesto, ninguno de nuestgos invitados son mogtifagos, pego no podemos gagantizag que no se les escapagá nada después del champagne.

—Si, bien dicho —dijo la señora Weasley desde la cabecera de la mesa donde
estaba sentada, con las gafas colgando de la punta de su nariz, revisando una
inmensa lista de trabajos que estaba transcribiendo a un muy largo trozo de pergamino—. A ver, Ron, ¿has limpiado ya tu habitación?

—¿Por qué? —exclamó Ron, dejando caer de golpe su cuchara y mirando furiosamente a su madre—. ¿Por qué se tiene que limpiar mi habitación? ¡A
Harry y a mí nos viene bien como está!

—Celebramos la boda de tu hermano en unos dias, jovencito.

—¿Y van a casarse en mi dormitorio? —preguntó Ron enfadado. Emma se cubrió la boca con la mano para ocultar su sonrisa—. ¡No! Asi que por las barbas de Merlín...

—No hables así a tu madre —dijo el señor Weasley firmemente—. Y haz lo
que te dice.

Ron frunció el ceño a sus padres, después recogió su cuchara y atacó los últimos bocados de su tarta de manzana.

Más tarde, cuando todos estaban en sus tareas diarias, Emma y Hermione, que habían cumplido con su tarea el día anterior, se escabulleron hasta la habitación de Ron cuando estuvieron completamente seguras que la señora Weasley no estaba cerca. Una vez cerca, mientras que Hermione se encargaba de buscar libros, Emma ayudaba a su mejor amigo en su "dura" -según él- tarea.

—En verdad te adoro, Emma —dijo Ron mientras doblaba su ropa y la metía en cajones—. A las dos —se corrigió rápidamente—. No sé qué haría sin ustedes.

—Claro —sonrió Emma con burla—. También te adoramos, Ronnie.

Hermione sonrió en silencio y luego de un rato asomó su cabeza por encima de la pila de libros.

—Puede que Ojoloco este vivo. Lo he estado pensando, y si siguen sin encontrar su cadáver puede ser una opción.

—Pero... Hermione, lo alcanzó la maldición asesina —repuso Emma—. ¿Que probabilidad hay de que haya escapado?

De repente la puerta se abrió, y Ron se colocó enfrente de Emma para cubrirla y hacerla a un lado rápidamente.

—¡Lo estoy haciendo, lo estoy haciendo... ! Oh, eres tú —dijo Ron con alivio, cuando Harry entró en la habitación.

Emma se echó a reír mientras que Ron se tiraba a la cama y Harry la saludaba con un beso en la frente.

—Hola Harry —dijo Hermione mientras este se sentaba en su cama plegable.

—¿Cómo conseguiste escapar? —le preguntó Emma, lanzando una almohada a la cara de Ron para que se acomodara.

—¿Ustedes cómo lo hicieron?

—Oh, la madre de Ron se olvidó de que ayer nos habia pedido a Emma y a mi que cambiáramos las sábanas —dijo Hermione. Lanzó Numerología y Gramática en una pila y Auge y caída de las Artes Oscuras en la otra.

—Estábamos hablando sobre Ojoloco —le dijo Ron a Harry—. Creemos que tal
vez podría haber sobrevivido.

—Pero Bill vio como le alcanzaba la maldición asesina —dijo Harry.

—Están tan conectados —se burlo Ron, codeando a Emma—. Lo que decía... Puede ser, pero Bill también estaba siendo atacado, ¿cómo puede estar seguro de lo que vió?

—Mira, puede ser, pero Moody cayó desde muy alto —dijo Emma, atrapando el libro que Hermione le pasó.

—Podría haber usado un Encantamiento Escudo...

—Fleur dijo que la varita salió volando de su mano —dijo Harry.

—Bueno, de acuerdo, si quieren que esté muerto —dijo Ron malhumoradamente, golpeando la almohada para darle una forma más cómoda.

—¡Por supuesto que no queremos que esté muerto! —dijo Hermione, mirándolo conmocionada—. ¡Es terrible que esté muerto! Pero estamos siendo realistas!

—Probablemente los mortífagos no dejan restos detrás, por eso nadie lo ha encontrado —dijo Ron sabiamente.

Harry entonces propuso que habían transfigurado a Moody para ocultarlo cómo a Barty Crouch años atrás, logrando que Hermione se sobresaltase y derramará unas cuantas lágrimas, lamentando la perdida de alguien tan fuerte como Ojoloco y sintiéndose completamente apenada. Ron la consoló un buen rato, y cuando se separaron, Harry dejó escapar la duda que lo carcomía.

—Sé que después del funeral de Dumbledore dijieron que querian venir conmigo... —empezó Harry.

—Ya empezamos —le dijo Ron a las chicas, poniendo los ojos en blanco.

—Como sabiamos que haria —suspiró Hermione, volviendo a los libros—. Sabes, creo que llevaré Historia de Hogwarts. Incluso si no volvemos allí, no creo que me sintiera bien si no lo llevase con...

—¡Escuchen! —dijo Harry otra vez.

—No, Harry, escucha tú —dijo Hermione—. Vamos a ir contigo. Eso se decidió hace meses... años en realidad.

—Pero...

—Cállate —le aconsejó Ron.

James, hace seis años cuando decidimos acompañarte a rescatar la piedra filosofal, te dijimos que siempre estaríamos contigo. Así que espero comprendas el significado de «siempre».

—...¿están seguros de haberlo pensado bien? —insistió Harry.

—Veamos —dijo Hermione, lanzando con fuerza Viaje con los trolls en la
pila de desechados con una mirada bastante feroz—. Llevamos varios días haciendo el equipaje para que podamos marcharnos en cualquier momento, lo
que para tu información ha incluido hacer magia bastante complicada, por no
mencionar meter de contrabando todas las reservas de Poción Multijugos de Ojoloco bajo la nariz de la madre de Ron.

»También modifiqué los recuerdos de mis padres, de modo que están convencidos de que en realidad se llaman Wendell y Monica Wilkins, y que la ambición de su vida es mudarse a Australia, lo que ya han hecho. Asi a Voldemort le será más dificil localizarlos e interrogarlos sobre mí... o ti, porque
desafortunadamente, les conté bastante sobre ti.

»Emma decidió dejar a su familia para venir hasta aquí. No sabe si los volverá a ver en algún momento. ¡No! Sabes que es así —dijo ante ver sus intenciones de interrumpir—. Así que, asumiendo que sobrevivamos a la búsqueda de los Horrocruxes, buscaré a mamá y papá y levantaré el encantamiento. Si no... bueno, creo que les lancé un hechizo lo suficientemente bueno como para mantenerlos a salvo y felices. Es que Wendell y Monica Wilkins no saben que tienen una hija.

Los ojos de Hermione estaban otra vez llenos de lágrimas. Y no solo los de ella.

Ron saltó de cama, la volvió a rodear con el brazo y miró a Harry con el ceño fruncido como si le reprochase su falta de tacto y reprendiéndole para que vaya a por Emma. Él se apresuro para rodearla con sus brazos y disculparse por eso.

—Lo siento... yo no...

—Debes comprender que estamos más que dispuestos a acompañarte —dijo Emma, limpiándose los ojos con la manga de su abrigo.

—Sabemos perfectamente bien lo que puede pasar si vamos contigo —dijo Hermione—. Ron, enséñale a Harry lo que has hecho.

—No, acabo de comer.

—¡Vamos, tiene que saberlo!

—Oh, está bien. Harry, ven aquí.

Por segunda vez Ron retiró el brazo que rodeaba a Hermione y se dirigió hacia
la puerta. Las chicas decidieron no seguirlos pues en realidad era algo desagradable de ver y oler.

Ron junto a su familia habían convertido al espíritu de su casa en algo desagradable. Se suponía que si los mortífagos llegaban a interrogar sobre el paradero de Ron, ellos le indicarían al espíritu en pijama, pelirrojo y lleno de pustulas, similando que era él y se encontraba gravemente enfermo.

Cuando Harry y Ron volvieron a la habitación de este último, Hermione, luego de un silencio en el que lo único que se oía eran los golpes de los libros al ser tirados, habló.

—Lo que de verdad tenemos que decidir —dijo, desechando Teoria de defensa mágica sin dedicarle un segundo vistazo y cogiendo Evaluación de educación mágica en Europa— es a dónde iremos cuando nos marchemos de aquí. Sé que dijiste que primero querías ir al Valle de Godric, Harry, y entiendo el motivo, pero... bueno.. ¿no deberíamos hacer de los Horrocruxes nuestra prioridad?

—Si supiese dónde está alguno de los Horrocruxes, estaría de acuerdo contigo —dijo Harry, que no creia que Hermione entendiese realmente su deseo de volver al Valle de Godric.

—¿No crees que existe la posibilidad de que Voldemort tenga vigilado el Valle
de Godric? —preguntó Hermione—. Puede que espere que vuelvas y visites
las tumbas de tus padres una vez que seas libre de ir a donde quieras.

Harry se quedó en silencio. Al parecer no había pensando en esa posibilidad.

—Este R.A.B —dijo Ron de repente—. Ya saben, el que robó el verdadero medallón. Dijo en su nota que iba a destruirlo, ¿verdad?

Harry arrastró su mochila hacia sí y sacó el falso Horrocrux en el que la nota
de R.A.B. todavía estaba doblada. Se la pasó a Emma y ésta la desdobló.

He robado el verdadero Horrocrux y tengo intención de destruirlo tan pronto como pueda —leyó ella.

—Bueno, ¿y si él lo destruyó? —dijo Ron.

—O ella —introdujo Hermione.

—Lo que sea —dijo Ron—. ¡Será uno menos para nosotros!

—Si, pero aún así tendremos que intentar seguirle el rastro al autentico guardapelo medallón, ¿no? —dijo Hermione—, para descubrir si fue o no destruido.

—Y cuando lo tengamos, ¿cómo se destruye un Horrocrux? —preguntó
Ron.

—Eso hemos intentado averiguar —dijo Emma.

—¿Cómo? —preguntó Harry—. No creí que hubiese ningún libro sobre Horrocruxes en la biblioteca.

—No había —dijo Hermione, que habia enrojecido—. Dumbledore los sacó todos pero... no los destruyó. —Ron se sentó recto, con los ojos muy abiertos.

—Por los pantalones de Merlin, ¿cómo consigueron poner las manos en esos
libros de Horrocruxes?

—En primer lugar, no los robamos —aclaró Emma—. Al parecer Dumbledore no sé esforzó mucho en guardarlos.

—¡Vayan al grano! —dijo Ron.

—Bueno... fue fácil —dijo Hermione con una vocecilla—. Simplemente hicimos
un encantamiento convocador. Ya sabes... Accio. Y... salieron volando por la
ventana del despacho de Dumbledore, directos al dormitorio de las chicas.

—¿Pero cuando hicieron eso? —preguntó Harry, mirando a Emma y Hermione con una mezcla de admiración e incredulidad.

—Justo después de su... del funeral de... Dumbledore —dijo Hermione en
una voz más débil aún—. Justo después de que acordaramos dejar el colegio y salir a buscar los Horrocruxes. Cuando regresamos a los dormitorios Emma lo sugirió... aunque supongo que no hablaba muy en serio... pero funcionó.

—¿Lo sugeriste?

—No creí que funcionara.

—De todas formas, no puedo creer que Dumbledore se hubiera enfadado por eso, no es como si fuéramos a usar la información para crear un Horrocrux, ¿verdad?

—¿Nos oyes quejarnos? —dijo Ron—. Pero, ¿dónde están esos libros?

Emma se agachó hasta quedar a la altura del baúl de Hermione y comenzó a rebuscar un buen rato y sacó de la pila un grueso volumen, encuadernado en descolorido cuero negro. Parecía un poco mareada y lo sostenía con tanta cautela como si fuese algo recientemente muerto.

—Este es el que da las instrucciones especificas sobre cómo hacer un Horrocrux —dijo Hermione, tomando el libro—: Secretos de las Artes Más Oscuras... es un libro horrible, de verdad,
realmente espantoso, lleno de magia malvada. Me pregunto cuando lo sacó
Dumbledore de la biblioteca... si no lo hizo hasta que fue director, apuesto a
que Voldemort sacó todas las instrucciones que necesitaba de él.

—¿Entonces porqué le tuvo que preguntar a Slughorn cómo hacer un Horrocrux, si ya habia leido eso? —preguntó Ron.

—Sólo se acercó a Slughorn para descubrir lo que pasaría si dividias tu alma en siete —dijo Harry—. Dumbledore estaba seguro de que Ryddle ya sabía cómo hacer un Horrocrux cuando le preguntó a Slughorn por ellos. Creo que tienen razón, chicas; ese libro pudo ser la fuente de dónde sacó fácilmente la información.

—Cada vez que lo leemos un poco más a fondo, más irreal parece _informó Emma—. El alma llega a volverse muy inestable con un solo Horrocrux, no me imagino con siete...

—¿No hay forma de volverte a poner todo junto? —preguntó Ron.

—Sí —dijo Hermione con una sonrisa vacía—. Pero seria extremadamente
doloroso.

Por un largo rato, entre Emma y Hermione explicaron todo lo que necesitaban saber sobre cómo destruir un Horrocrux, y aunque seguían sin saber que conseguirían para hacerlo, todo parecía haber quedado bastante claro para Harry y Ron.

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