2. Los 7 Potter's

Harry no sabía como sentirse respecto en tener a sus mejores amigos metidos en la misión suicida que tenía. Intentaría replicar hasta donde se le permitiera para que no fueran, aunque muy bien sabía que ninguno de ellos tomaría otra opción.

La oscuridad pareció ondear, el aire mismo tembló. Emma y los Wealsey dejaron el auto atrás hace bastante cuando se encontraron con Ojoloco Moody, Tonks y Lupin en un jardín desolado. Emma se había negado al principio, pero al final cedió en ir con Ron sobre una escoba hasta llegar. Todos llevaban Encantamientos desilusionadores para mantenerse a salvo en su recorrido hasta Prive Drivet. Cuando llegaron Emma pudo deslumbrar por primera una fila de casas prácticamente indenticas y algo pequeñas para lo que estaba acostumbrada.

Bajó de la escoba en cuanto tocaron apenas el suelo con la punta del pie con un salto, y justo entonces, una puerta se abrió de golpe. Emma corrió a tirarse sobre Harry y rodearlo con sus brazos en cuanto lo vió.

—¿Cómo has estado?

—Bien —se limitó a decir Emma—. ¿Y tú? ¿Estás listo para irte de este lugar?

—Sí, por supuesto —respondió Harry, besándole la cabeza y saludando a las demás personas que entraban en la casa—. Pero no esperaba a tantos de ustedes —admitió.

—Oh, en realidad no son ni la mitad —sonrió Emma, poniéndose de puntitas para darle un beso en la mejilla—. Deja de crecer.

Harry sonrió como un bobo viéndola caminar junto a los demás hasta la sala. La había extrañado enormemente y se sentía muy mal por involucrarla a ella —y a todos— en sus problemas.

—Así que... te casaste y no me enteré —Emma acorraló a su padrino—. ¿Lo consideras justo, Remus?

—Y en verdad queríamos que estuvieras ahí, pero por cuestiones de seguridad preferimos que fuera algo sumamente íntimo —se explicó el licántropo—. Te invitaremos a cenar cuando esté calvario termine, ¿te parece?

—Perfecto —asintió Emma, abrazando a su padrino—. Por cierto, felicida...

—Muy bien, muy bien, tendremos tiempo para una cariñosa bienvenida después —rugió Moody sobre el tumulto, y se hizo el silencio en la cocina. Moody dejó caer sus sacos a sus pies y se volvió hacia Harry—. Como Dedalus probablemente te ha dicho, hemos abandonado el Plan A. Pius Thicknesse ha caído, lo que nos presenta un gran problema. Ha convertido en asunto penado con cárcel el conectar esta casa con la Red Flu, colocar aquí un Traslador, o Aparecer dentro o fuera. Todo hecho por bien de tu protección, para evitar que Ya-sabes-quien llegue hasta ti. Una absoluta estupidez, dado que el encantamiento de tu madre ya hace eso. Lo que ha hecho en realidad es evitar que salgas de aquí a salvo.

»Segundo problema: Eres menor de edad, lo que significa que todavía pueden
Rastrearte.

—No sé...

—¡El Rastro, el Rastro! —dijo Ojoloco impacientemente—. El encantamiento que detecta la actividad mágica alrededor de un menor de diecisiete años, ¡asi es como el Ministerio está al corriente de la magia menor de edad! Si tú, o cualquiera a tu alrededor, lanza un hechizo para conseguir que salgas de aquí, Thicknesse lo sabrá, y también los mortifagos.

—No podemos esperar a que el Rastro se rompa, porque en el momento en que cumplas diecisiete perderás toda la protección que tu madre te dio. Para
abreviar, Pius Thicknesse cree que ha conseguido acorralarte buena y apropiadamente.

—¿Entonces qué vamos a hacer?

—Vamos a utilizar los únicos métodos de transporte que nos quedan, los únicos
que el rastro no puede detectar, porque no necesitamos lanzar hechizos para
utilizarlos: escobas, thertrals, y la motocicleta de Hagrid.

Emma no estaba muy segura de aquel plan, pero no podía protestar: era la mejor opción que tenían y la única, al parecer.

—Ahora bien, el encantamiento de tu madre se romperá solo con dos condiciones: cuando seas mayor de edad, o —Moody gesticuló hacia la inmaculada
cocina— cuando ya no llames a esta casa tu hogar. Tú, tu tía y tu tío están separándose esta noche, se entiende plenamente que nunca más van a vivir
juntos... ¿correcto?

Harry asintió.

—Así que en ese momento, cuando salgas, no habrá vuelta atrás, y el encantamiento se romperá en el momento en que abandones sus límites. Estamos escogiendo romper el encantamiento antes, porque la alternativa es esperar a que Quien-tú-ya-sabes venga y te agarre en el momento en que cumplas diecisiete.

—La única cosa que tenemos a nuestro favor es que Quien-tú-ya-sabes no sabe
que te trasladamos esta noche. Hemos filtrado un rastro en el Ministerio. Creen
que no te marcharás hasta el treinta. Sin embargo, es con Quien-tú-ya-sabes
con quien estamos tratando, así que no podemos confiar en que se contente con la fecha equivocada; debe tener un par de mortifagos patrullando los cielos en el área en general, solo por si acaso. Así que hemos proporcionado a una docena de casas diferentes todas las protecciones que hemos podido
lanzarles. Todas tienen el aspecto de poder ser el lugar donde vas a ocultarte,
todas tienen alguna conexión con la Orden: mi casa, la de Kingsley, La de
Muriel la tía de Molly... te haces una idea.

—Si —dijo Harry, sin entender realmente.

—Te llevaremos con los padres de Tonks. Una vez estés dentro de los límites de los hechizos protectores que hemos puesto en su casa podrás utilizar un Traslador hasta la Madriguera, ¿Alguna pregunta?

—Emm... si —dijo Harry—. Quizás no sepan a cual de las doce casas seguras me dirijo al principio, ¿pero no será obvio una vez —realizó un contoneo de cabeza rápido-—catorce de nosotros volemos hacia la casa de los padres de Tonks?

—Ah —dijo Moody—. Olvidé mencionar la clave del plan. Catorce de nosotros
no volarán hacia la casa de los padres de Tonks. Habrá siete Harry Potters atravesando los cielos esta noche, cada uno de ellos con un compañero, cada
pareja se dirigirá a una casa segura diferente.

De dentro de su capa Moody sacó ahora un frasco de lo que parecía barro: poción multijugos.

—¡No! —dijo ruidosamente, su voz reverberó en la cocina—. ¡De ningún modo!

—Les dije que no aceptaría —dijo Emma con una sonrisa de egocentrismo en su rostro.

—¡Si creen que voy a dejar que seis personas arriesgen sus vidas..!

—...porque es la primera vez para todos nosotros —dijo Ron.

—Esto es distinto, fingir ser yo...

—Bueno, a ninguno de nosotros le apetece mucho, Harry —dijo Fred seriamente—. Imagina que algo sale mal y nos quedamos flacos y huesudos para siempre.

Harry no sonrió.

—No pueden hacerlo si no coopero, necesitan que les dé algo de pelo.

—Bueno, ese es el fallo del plan —dijo George—. Obviamente no hay ninguna
posibilidad de que todos nosotros consigamos un poco de pelo si no cooperas.

—Si, trece contra uno, al que por cierto no le está permitido utilizar magia: no
tenemos ninguna posibilidad —dijo Fred.

—Que gracia —dijo Harry—, realmente gracioso.

—Si tiene que ser a la fuerza, entonces así será —gruñó Moody, su ojo mágico
estaba ahora temblando en su cuenca mientras miraba fijamente a Harry—.
Todo el mundo aqui es mayor de edad, Potter, y están preparados para afrontar
los riesgos.

Mundungus se encogió de hombros e hizo una mueca, el ojo mágico viró lateralmente y le observó a través de la cabeza de Moody.

—No tenemos tiempo para discusiones. Se agota el tiempo. Quiero unos cuantos de tus cabellos, chico, ahora.

—Pero esto es una locura, no hay necesidad...

—¡No hay necesidad! —ladró Moody—. ¿Con Quien-tu-ya-sabes ahí fuera y la
mitad del Ministerio de su parte? Potter, tendremos suerte si se ha tragado el
cebo y está planeando emboscarte el treinta, pero tendria que estar loco para
no tener a un mortifago o dos vigilándote, es lo que haría yo. Puede que no sea capaz de sacarte de esta casa mientras el encantamiento de tu madre aguante, pero este se romperá y saben la posición aproximada del lugar. Nuestra única oportunidad es utilizar señuelos. Ni siquiera Quien-tú-ya-sabes puede dividirse a sí mismo en siete.

Harry encontró la mirada de sus amigas y apartó la suya al instante.

«Por supuesto» —dijo Emma internamente. Si tan solo supieran lo que planeaban y la razón por la cual la hacían.

—Asi que, Potter... algunos de tus cabellos, si te place.

Emma frunció los labios al ver que Harry no se disponía a seguir la orden. Sabía que si continuaba así debería intervenir aunque no le gustara.

—¡Ya! —ladró Moody.

Con todos los ojos fijos en él, Harry subió la mano hasta su coronilla, agarró
un manojo de cabellos, y tiró.

—Bien —dijo Moody, avanzando cojeando mientras sacaba el tapón al frasco de poción—. Directamente dentro, si te place.

Desde su lugar, Emma tuvo la visión de que en cuanto el contacto de el pelo con la poción comenzó, ésta se convirtió de un brillante color dorado.

—Ooh, pareces mucho más sabroso que Crabbe y Goyle, Harry —dijo Hermione, antes de captar un vistazo de las cejas alzadas de Ron, ruborizarse ligeramente, y decir—. Oh, ya saben lo que quiero decir... la poción de Goyle sabia a bogies.

—Pues la de Astoria sabía a Lavanda. Bastante agradable a decir verdad —susurró Emma—. Me preguntó si la de Harry será igual...

—Bien entonces, falsos Potter, van a alinearse aquí, por favor —dijo Moody.
Ron, Hermione, Fred, George, y Emma se alienaron delante del brillante fregadero de Tia Petunia.

—Nos falta uno —dijo Lupin.

—Aqui —dijo Hagrid roncamente, y alzó a Mundungus por el cogote y lo dejó caer junto a Emma, que arrugó la nariz y se movió un poco a su izquierda.

—Soy un soldado, yo más bien sería un protector —dijo Mundungus.

—Cállate —gruñó Moody—. Como ya te he dicho, gusano invertebrado, cualquier mortifago del que huyamos apuntará para capturar a Potter, no para matarle. Dumbledore siempre dijo que Quien-tu-ya-sabes querría acabar con
Potter en persona. Serán los protectores los que más tengan que preocuparse, los mortifagos querrán matarlos.

Mundungus no parecía particularmente tranquilizado, pero Moody ya estaba sacando media docena de vasos del tamaño de hueveras de su abrigo, que repartió, antes de verter un poco de Poción Multijugos en cada uno de ellos.

—Juntos, ya..

Emma, Ron, Hermione, Fred, George y Mundungus bebieron. Todos ellos jadearon e hicieron muecas cuando la poción golpeó sus gargantas; al instante,
sus rasgos empezaron a burbujear y deformarse como cera caliente.

Emma, Hermione y Mundungus se disparaban hacia arriba: Ron, Fred y George estaban encogiéndose, su cabello se estaba oscureciendo, el de las chicas pareció salir disparado hasta sus cráneos.

Moody, bastante despreocupado, estaba ahora soltando los lazos del mayor
de los sacos que habia traído con él. Cuando se volvió a enderezar, habia seis
Harry Potters jadeando y resoplando frente a él.

Fred y George se giraron el uno hacia el otro y dijeron juntos.

—Guau... ¡somos idénticos!

—Que novedad —soltó Emma con burla.

—No sabes cuánto, hermanita —sonrió alguno de los gemelos—. Sin embargo creo que aún asi yo sigo siendo más guapo.

—Solo trata de no babear por mi belleza y la que veas en Harry, ¿bien? —bromeó tal vez George.

—Tonto —dijo Emma, golpeándole por el hombro.

—¡Auch! —exclamaron los gemelos al mismo tiempo.

—¡Basta de juegos! —gruñó Moody-. Aquellos cuya ropa le venga un poco holgada, aquí tengo alguna mas pequeña —dijo Moodv señalando el primer saco—. Y viceversa

Emma se acercó para tomar unas cuantas prendas de ropa y estar acordé a su papel. No estaba segura de lo que hacía, pero esperaba simplemente que todo saliera bien.

—Oh Dios, estas más que ciego —dijo Emma al colocarse las gafas y dar unos pasitos hacia atrás. No aguanto mucho y se las quitó—. Marean.

Una vez vestidos, los falsos Harry tomaron equipaje y jaulas de lechuzas, cada una contenia una esponjosa lechuza nevada, del segundo saco.

—Bueno —dijo Moody, cuando al fin siete Harrys vestidos, con gafas, y cargados de equipaje le miraron—. Las parejas serán las siguientes: Mundungus viajará conmigo, en escoba.

—¿Por qué yo contigo? —gruño el Harry más cercano a la puerta trasera.

—Porque tú eres el que necesita vigilancia —gruñó Moody, y estaba claro, su ojo mágico no se despegaba de Mundungus mientras hablaba—. Arthur y Fred.

—Soy George —dijo el gemelo al que Moody estaba señalando—. ¿Ni siquiera
puedes diferenciarnos cuando somos Harry?

—Lo siento, George.

—Solo me quedaba con tu varita, en realidad soy Fred..

—¡Ya basta de liarla! —ladró Moody—. El otro... George o Fred o quienquiera que
seas... tú con Remus. La señorita Walk... con Bill Wealsey, sí. Irán en Thestral.

Emma le dirigió una breve mirada al chico de cabellera roja y se volvió nuevamente. Al menos podría estar tranquila: él era muy bueno en la defensa.

—La Señorita Granger con Fleur Delacour, de nuevo en thestral...

Hermione pareció entre tranquilizada y algo alarmada. Sin embargo, cuando le fue informada que Kingsley le seguirán de cerca pareció tranquilizarse.

—¡Lo que nos deja a tí y a mi, Ron! —dijo Tonks alegremente, golpeando un soporte de papel de cocina mientras saludaba hacia él.

Ron no parecía tan complacido.

—¿Con quién irá Harry? —preguntó Emma.

—Conmigo —Hagrid sacó pecho con orgullo, pero la cara del Harry auténtico no se veía muy relajada de ir con su amigo guardabosques.

—Creemos que los mortifagos esperarán que vayas en escoba —dijo Moody—. Snape ha tenido tiempo suficiente para contarles de ti lo que nunca antes ha mencionado, así que si topamos con algún mortifago, apostamos a que escogerá al Potter que parezca a gusto en la escoba. Todo bien entonces —siguió, atando el saco con la ropa de los falsos Potters y abriendo camino hacia la puerta—. Faltan tres minutos hasta
la hora en la que se supone que debemos salir. No servirá de nada cerrar la puerta trasera, no mantendrá fuera a los mortifagos cuando vengan. Vamos...

Emma se sentía bastante nerviosa. Solo trataba de cerrar los ojos, tomar un poco de aire y confiar en que todo estaría bien.

Por todas partes palos de escobas saltaban a las manos; Hermione estaba ya siendo ayudada por Fleur a subir a un gran thestral, Emma a otro por Bill.

—¿Ya está verdad? —preguntó Bill—. Lo ves, ¿no es cierto?

—No es agradable la razón. —Emma se encogió de hombros—. Vamos, Bill.

El pelirrojo sonrió al subirse en la criatura mágica—. Aún luciendo como Harry, comprendo porque mis hermanos dicen que eres la luz del hogar.

—¿Eso dicen?

—Nunca se callan —se quejó Bill—, pero sí. Te aman.

Emma sonrió internamente: ella también amaba a esa familia de pelirrojos.

—Bien entonces —dijo Moody—. Todo el mundo preparado, por favor. Quiero que todos salgamos exactamente al mismo tiempo o el efecto de la diversión se perderá.

Todo el mundo sacudió la cabeza.

—Sujétate fuerte, Emma —dijo Bill. Emma asintió y se agarró con fuerza con una mano, mientras que con la otra sostenía la varita.

—Buena suerte a todos —gritó Moody—. Nos veremos más o menos en una hora
en la Madriguera, A la de tres. Uno... dos... TRES.

Hubo un gran rugido proveniente de la motocicleta de Hagrid, y Emma entonces sintió el frío aire de la noche chocaba con su rostro fuertemente. Se estaba alzando en el aire con rapidez, sus ojos lagrimeaban ligeramente. Alrededor de ella las escobas alzaban también el vuelo.

Emma cerró los ojos unos instantes, deseando que todo saliera bien y no tuvieran contratiempos muy graves.

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